Diferencia entre revisiones de «Erinias»

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Las Erinias son fuerzas primitivas anteriores a los [[dioses olímpicos]], por lo que no se someten a la autoridad de [[Zeus]]. Moraban en el [[Érebo]] (o en el [[Tártaro (mitología)|Tártaro]] según la tradición), el inframundo, del que sólo volvían a la Tierra para castigar a los criminales vivos, sometiendo mientras a torturas sin fin a los eternamente condenados. A pesar de su ascendencia divina, los dioses del [[Monte Olimpo (Grecia)|Olimpo]] muestran una profunda repulsión hacia estos seres que no toleran. Por su parte, los mortales las temen y huyen de ellas. Es esta marginación y la necesidad de reconocimiento que implica lo que, en la obra de [[Esquilo]], llevará a las Erinias a aceptar el veredicto de [[Atenea]], a pesar de su inagotable sed de venganza.
ni Solían ser erasn locas

Cuando una maldición ritual en la ''[[Ilíada]]''<ref>[[Homero]], ''[[Ilíada]]'' iii.278 y sig.; xix.260 y sig.</ref> invoca a «vosotros, que en lo profundo castigáis a los muertos que fueron perjuros», «las Erinias son simplemente una encarnación del acto de automaldición que conlleva el juramento», según Burkert.<ref>Burkert (1985) p.198.</ref> Son las encargadas de castigar los crímenes durante la vida de sus autores, y no más tarde. No obstante, siendo su campo de acción ilimitado, si el autor del crimen muere, lo perseguirán hasta el inframundo. Justas pero sin piedad, ningún rezo ni sacrificio puede conmoverlas ni impedir que lleven a cabo su tarea. Rechazan las circunstancias atenuantes y castigan todas las ofensas contra la sociedad y la naturaleza como el perjurio, la violación de los ritos de hospitalidad y sobre todo los crímenes o asesinatos contra la familia. En épocas antiguas se creía que los seres humanos no podían ni debían castigar tan horribles crímenes, correspondiendo a las Erinias perseguir al desterrado asesino del fallecido en venganza, hostigándole hasta hacerle enloquecer (de ahí su nombre latino, derivado de «furor»). La tortura sólo cesaba si el criminal encontraba a alguien que le purificase de sus crímenes. [[Némesis]] representa un concepto similar, y su función se solapa con la de las Erinias, con la diferencia de que aquélla castigaba las faltas cometidas contra los dioses. La diosa [[Niké]] tenía originalmente un papel parecido, como portadora de una victoria ''justa''. Castigaban el [[hibris]] o exceso. Prohibían a los adivinos revelar fielmente el futuro para que este conocimiento no acercara al hombre a los dioses.

Se representa a estas hórridas deidades vengadoras como genios femeninos con serpientes enroscadas en sus cabezas entre el pelo, portando látigos y antorchas, y con sangre manando en lugar de lágrimas en los ojos. También se decía que tenían grandes alas de murciélago o pájaro, o el cuerpo de un perro.

Solían ser comparadas con las [[Gorgonas]], las [[Grayas]] y las [[Arpías]] debido a su espantosa y oscura apariencia y al poco contacto que mantenían con los [[dioses olímpicos]]. Atormentan a los que hacen el mal, persiguiéndolos incansablemente sobre la Tierra hasta volverlos locos. En un sentido más amplio, la Erinias representan la rectitud de las cosas dentro del orden establecido, protectoras del [[cosmos]] frente al [[caos (mitología)|caos]]. En la ''Ilíada'' privan de la palabra a [[Janto]], el caballo de [[Aquiles]], por culpar a los dioses de la muerte de [[Patroclo]] y privan de descendencia a [[Fénix (La Ilíada)|Fénix]]. El filósofo [[Heráclito]] decía que si [[Helios]] decidía cambiar el curso del [[Sol]] a través del cielo, ellas le impedirían hacerlo.

Un mito cuenta que Tisífone se enamoró de [[Citerón]], y terminó provocando su muerte por mordedura de serpiente, concretamente de una de su cabeza.


== Tragedia de Esquilo ==
== Tragedia de Esquilo ==

Revisión del 00:46 6 abr 2010

Clitemnestra intentado despertar a las Erinias mientras su hijo es purificado por Apolo. Crátera apulia de figuras rojas, 480–470 a. C., Museo del Louvre (Cp 710).

En la mitología griega, las Erinias (en griego antiguo Έρινύες Erinúes, de ἐρίνειν erínein, ‘perseguir’) eran personificaciones femeninas de la venganza, que perseguían a los culpables de ciertos crímenes. También se les llamaba Euménides (en griego antiguo Εύμενίδες, ‘benévolas’), antífrasis usada para evitar su ira cuando se pronunciaba su verdadero nombre. Según la tradición, este nombre se habría utilizado por primera vez tras la absolución de Orestes por el Areópago (que se describe más adelante), y luego se usó para aludir al lado bueno de las Erinias.

En Atenas se usaba también eufemísticamente la perífrasis σεμναί θεαί semnai theai, ‘venerables diosas’. También se aludía a ellas como χθόνιαι θεαί chthóniai theaí, ‘diosas ctónicas’, y se les aplicaba el epíteto Praxídiceas (Πραξιδικαι), ‘ejecutoras de las leyes’. Por último, en la mitología romana se les conoce como Furias (en latín Furiæ o Diræ, ‘terribles’).

Ascendencia

Según Hesíodo, las Erinias son hijas de la sangre derramada por Urano sobre Gea cuando su hijo Crono le castró, siendo pues divinidades ctónicas.

Su número suele permanecer indeterminado, aunque Virgilio, inspirándose probablemente en una fuente alejandrina, nombraba tres:

  • Alecto (Άληκτώ, ‘implacable’), que castiga los delitos morales.
  • Megera (Μεγαιρα, ‘seductora’), que castiga los delitos de infidelidad.
  • Tisífone (Τισιφονη, ‘vengadora del asesinato’), que castiga los delitos de sangre.

Epiménides las hacía hermanas de las Moiras, hijas de Crono y Eurínome; Esquilo, hijas de Nix, la Noche; y Sófocles, hijas de Gea y Skotos, las Tinieblas. En la tradición órfica, eran hijas de Hades y Perséfone (este compromiso con el mundo infernal aparece también en la Ilíada).

Papel

Las Erinias son fuerzas primitivas anteriores a los dioses olímpicos, por lo que no se someten a la autoridad de Zeus. Moraban en el Érebo (o en el Tártaro según la tradición), el inframundo, del que sólo volvían a la Tierra para castigar a los criminales vivos, sometiendo mientras a torturas sin fin a los eternamente condenados. A pesar de su ascendencia divina, los dioses del Olimpo muestran una profunda repulsión hacia estos seres que no toleran. Por su parte, los mortales las temen y huyen de ellas. Es esta marginación y la necesidad de reconocimiento que implica lo que, en la obra de Esquilo, llevará a las Erinias a aceptar el veredicto de Atenea, a pesar de su inagotable sed de venganza.

Cuando una maldición ritual en la Ilíada[1]​ invoca a «vosotros, que en lo profundo castigáis a los muertos que fueron perjuros», «las Erinias son simplemente una encarnación del acto de automaldición que conlleva el juramento», según Burkert.[2]​ Son las encargadas de castigar los crímenes durante la vida de sus autores, y no más tarde. No obstante, siendo su campo de acción ilimitado, si el autor del crimen muere, lo perseguirán hasta el inframundo. Justas pero sin piedad, ningún rezo ni sacrificio puede conmoverlas ni impedir que lleven a cabo su tarea. Rechazan las circunstancias atenuantes y castigan todas las ofensas contra la sociedad y la naturaleza como el perjurio, la violación de los ritos de hospitalidad y sobre todo los crímenes o asesinatos contra la familia. En épocas antiguas se creía que los seres humanos no podían ni debían castigar tan horribles crímenes, correspondiendo a las Erinias perseguir al desterrado asesino del fallecido en venganza, hostigándole hasta hacerle enloquecer (de ahí su nombre latino, derivado de «furor»). La tortura sólo cesaba si el criminal encontraba a alguien que le purificase de sus crímenes. Némesis representa un concepto similar, y su función se solapa con la de las Erinias, con la diferencia de que aquélla castigaba las faltas cometidas contra los dioses. La diosa Niké tenía originalmente un papel parecido, como portadora de una victoria justa. Castigaban el hibris o exceso. Prohibían a los adivinos revelar fielmente el futuro para que este conocimiento no acercara al hombre a los dioses.

Se representa a estas hórridas deidades vengadoras como genios femeninos con serpientes enroscadas en sus cabezas entre el pelo, portando látigos y antorchas, y con sangre manando en lugar de lágrimas en los ojos. También se decía que tenían grandes alas de murciélago o pájaro, o el cuerpo de un perro.

Solían ser comparadas con las Gorgonas, las Grayas y las Arpías debido a su espantosa y oscura apariencia y al poco contacto que mantenían con los dioses olímpicos. Atormentan a los que hacen el mal, persiguiéndolos incansablemente sobre la Tierra hasta volverlos locos. En un sentido más amplio, la Erinias representan la rectitud de las cosas dentro del orden establecido, protectoras del cosmos frente al caos. En la Ilíada privan de la palabra a Janto, el caballo de Aquiles, por culpar a los dioses de la muerte de Patroclo y privan de descendencia a Fénix. El filósofo Heráclito decía que si Helios decidía cambiar el curso del Sol a través del cielo, ellas le impedirían hacerlo.

Un mito cuenta que Tisífone se enamoró de Citerón, y terminó provocando su muerte por mordedura de serpiente, concretamente de una de su cabeza.

Tragedia de Esquilo

Orestes perseguido por las Furias, cuadro de William-Adolphe Bouguereau (1862; Museo Chrysler de Norfolk, Estados Unidos).

En las Euménides, tragedia de Esquilo, la tercera parte de la Orestíada, las Erinias persiguen a Orestes. Éste había matado a su madre, Clitemnestra, en venganza por el asesinato de su padre, Agamenón. En su primera representación, esta tragedia provoca verdadero terror entre los espectadores. Las Erinias componen el coro. Las representaciones que nos han llegado las muestran sosteniendo látigos y antorchas, y a veces también rodeadas de serpientes.

Lo único que interesa a la Erinias es el acto cometido por Orestes, sin juzgarlo ni considerar circunstancias atenuantes. El propio Apolo debe oponerse a su venganza implacable, concediéndole protección a Orestes, a quien había incitado a vengarse del asesino de su padre, que resultó ser Clitemnestra. Las Erinias, nos cuenta Esquilo, persiguen a Orestes hasta Delfos, el más importante santuario de Apolo. No le liberan hasta que los dioses les convencen para que acepte el veredicto del tribunal de Atenas, el Areópago.

Allí, Atenea interviene como patrona de la ciudad y equilibra el sufragio. Orestes es absuelto, pero debe traer de la Táuride una estatua consagrada a Artemisa. Las Erinias son acogidas entonces en Atenas bajo la forma más clemente de Euménides (‘benévolas’) o Semnai Theai (‘venerables diosas’).

A pesar de ello las Erinias persiguen a Alcmeón, que había matado a su madre. Como Orestes, Apolo le había incitado a vengar a su padre. Alcmeón es perseguido por las Erinias a través de Grecia, hasta que halla refugio en una tierra que no existía aún en el momento del asesinato de su padre, escapando así al poder de su perseguidoras.

Culto

Se les sacrificaban ovejas negras y libaciones de νηφάλια nêphalia, mezcla de miel y agua.

Hay en Arcadia un lugar que posee dos santuarios consagrados a las Erinias. En uno de ellos llevan el nombre de Μανίαι (Maniai, ‘las que vuelven loco’). Fue en este lugar donde, vestidas de negro, sitiaron a Orestes por primera vez. No lejos de allí, cuenta Pausanias, se encuentra otro santuario donde su culto se asocia al de las Cárites (‘diosas del perdón’). En este lugar, vestidas de blanco, purificaron a Orestes y éste tras su curación ofreció un sacrificio expiatorio a las Maniai.

Las Erinias en la cultura contemporánea

  • En La divina comedia de Dante, se muestra a las Erinias a las puertas de la ciudad de Dite, que es el punto de entrada al sexto círculo inferior del Infierno.
  • También aparecen en la tragedia de Leconte de Lisle, Las Erinias (Les Érinnyes, 1872), con música de acompañamiento compuesta por Massenet.
  • En la Electra de Jean Giraudoux son representadas por tres jóvenes muchachas cínicas y malévolas que crecen muy rápidamente (llegando a adultas en pocos días), llamadas las Tres Euménides. Cantan canciones infantiles satíricas sobre los personajes de la obra y persiguen a Orestes hasta hacerle perder la razón.
  • La obra de Jean-Paul Sartre, Las moscas (Les Mouches, 1943), usa una reelaboración de la Orestíada (con las moscas del título siendo las Furias) en una perspectiva moderna contra la religión [1].
  • El primer cuento corto de "El Ahorcado: Cuentos de Espanto" de Orson Scott Card, lleva por títuloEuménides en el Lavabo del Cuarto Piso (Eumenides in the Fourth Floor Lavatory, 1992).

Notas

  1. Homero, Ilíada iii.278 y sig.; xix.260 y sig.
  2. Burkert (1985) p.198.

Fuentes

Bibliografía

  • Harry Thurston Peck, Harpers Dictionary of Classical Antiquities, 1898

Véase también

Enlaces externos