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El poblamiento de las Sierras de Córdoba[editar]

Punta de proyectil “cola de pescado” (Dique San Roque, Museo Arqueológico Numba Charava)
Sitio El Alto 3 (Pampa de Achala)

Las investigaciones confirmaron la presencia humana en las Sierras de Córdoba desde hace 11.000 años, a partir de hallazgos en el sitio El Alto 3 (Pampa de Achala)[1]​. Los artefactos indican el establecimiento de campamentos de corta duración. Otros restos fueron registrados en la Gruta de Candonga, con una antigüedad de 10.400 años [2]​, además del hallazgo de algunas puntas de proyectil conocidas como “cola de pescado”, empleadas por cazadores-recolectores sudamericanos entre 11.000 y 9000 años atrás [3]​.

Estos primeros habitantes integraban pequeños grupos muy dispersos y móviles, que cubrían amplios territorios en busca de recursos. Su subsistencia se basaba en la caza de guanacos (Lama guanicoe) y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), y posiblemente frutos y semillas silvestres. En cuanto a su origen, se trataría de desprendimientos de grupos establecidos en las llanuras bonaerenses y uruguayas [4][5]​..

Los cazadores-recolectores del Holoceno[editar]

Los cazadores-recolectores que habitaron la región serrana de Córdoba entre hace aproximadamente 8000 y 4000 años, al igual que en momentos más tempranos conformaban pequeños grupos dispersos y móviles. Además de la caza de guanacos y ciervos, hay un mayor énfasis en la captura de pequeños vertebrados como roedores. Además recolectaban frutos de especies silvestres como el algarrobo (Prosopis spp.) y el chañar (Geoffroea decorticans), así como huevos de ñandú (Rhea spp.). Para la captura de las presas principales empleaban lanzas con puntas de piedra de forma lanceolada, conocidas como “puntas ayampitín”, arrojadas manualmente o mediante un propulsor.

Puntas “ayampitín” de sitios arqueológicos de la Pampa de Achala

En el período que abarca desde hace 4000 a 2000 años antes del presente aumentó la demografía y surgieron diferencias en la tecnología y en las estrategias de obtención de alimentos. Se adoptaron nuevos diseños de puntas de proyectil, de forma triangular, y se entablaron vínculos de larga distancia con otros grupos, como lo sugieren hallazgos de artefactos en valvas de moluscos del río Paraná y de la costa Atlántica.

Puntas triangulares (Intihuasi II-III) de sitios arqueológicos de la Pampa de Achala)
a) colgante en valva de almeja nacarada (Anodontites sp. o Diplodon sp.), procedente del sitio arqueológico Quebrada del Real 1 (Pampa de Achala); b) fragmento de artefacto en una valva de molusco marino (sitio Arqueológico Arroyo El Gaucho 1, Pampa de Achala)
Grabados rupestres de las sierras de Serrezuela

También aumentó la importancia en la dieta de plantas silvestres y pequeños animales como armadillos (Dasypodidae) y roedores [6]​. Hace 3000 años se registra el consumo de maíz (Zea mays), una planta alóctona probablemente obtenida a través de intercambios con vecinos agricultores [7]​.

Los cambios ocurridos durante este período se materializaron, entre otros aspectos, en las primeras expresiones simbólicas relacionadas con la construcción de identidades sociales y la pertenencia de los grupos a determinados territorios, como es el caso del arte rupestre y las sepulturas. También surgieron nuevos tipos de roles, posiciones e identidades personales, relacionadas con esferas como la gestión política, ritual o de redes de intercambio [8]​.

Transición hacia la producción de alimentos[editar]

Hace unos 2000 años se acentuaron las transformaciones en el modo de vida de los cazadores-recolectores serranos. Estos grupos produjeron cambios en la subsistencia, en la movilidad y en la aparición de nuevas tecnologías, como la incorporación del arco y flecha y los primeros indicios de producción de cerámica.

Hace 1500 años se ocuparon más intensamente los ambientes serranos de altura así como paisajes que habían estado poco integrados a los circuitos de movilidad, principalmente ambientes chaqueños áridos que proporcionaron recursos silvestres en épocas de verano (por ejemplo las sierras de Guasapampa y Serrezuela)[9]​. Se registra el consumo de pequeños granos, entre ellos quenopodios silvestres y otros recursos como frutos de árboles chaqueños: algarrobos, mistol (Sarcomphalus mistol, anteriormente Ziziphus mistol) y chañar. [10]​.

Las comunidades prehispánicas tardías[editar]

Asentamiento y movilidad[editar]

Los poblados instalados desde hace 1100 años en los valles y piedemontes serranos reflejaban la concentración de un conjunto de familias que realizaban actividades agrícolas, de recolección de frutos silvestres, la captura de pequeños animales, así como el procesamiento, almacenamiento y consumo de sus productos. Estos sitios presentan diferencias relativas a su tamaño, variedad de actividades llevadas a cabo, frecuencia de las reocupaciones y persistencia en el largo plazo, en muchos casos con antecedentes de uso que se remontan hasta los períodos previos [11]​. Las viviendas eran recintos rectangulares de unos 6 m de largo por 4m de ancho aproximadamente, semi-enterrados y construidos con materiales perecederos (troncos, ramas, cueros), conocidas como casa-pozo [12]​.

Recinto habitacional o casa-pozo en Potrero de Garay (valle de Los Reartes)

Sus habitantes se desplazaban estacionalmente hacia las Sierras Grandes, donde ocupaban refugios en cuevas y aleros rocosos, mientras se dedicaban a la cacería de guanacos y venados de las pampas [13]​. Otros paisajes ocupados de manera estacional fueron las serranías noroccidentales (sierras de Pocho, Guasapampa y Serrezuela), donde se obtenían frutos del Bosque Serrano y huevos de ñandú [14]​.

Actividades de subsistencia[editar]

El manejo de plantas fue un aspecto importante de la subsistencia. Entre las especies silvestres se cuentan el mistol, molle de beber (Lithraea molleoides), piquillín (Condalia spp.), algarrobos, chañar, Oxalis sp. y Schinus sp. También se consumió la quínoa negra (Chenopodium quinoa var. melanospermum) y el poroto silvestre (Phaseolus vulgaris var. aborigeneus). Entre las especies cultivadas se destacan el maíz, porotos (Phaseolus vulgaris y Phaseolus lunatus), quínoa (Chenopodium quinoa var. quinoa), zapallos (Cucurbita spp.), papa (Solanum sp. cf. tuberosum) y posiblemente batata/camote o mandioca (Ipomea sp. o Manihot sp.)[15]​.

La agricultura fue de baja escala, con parcelas de cultivo dispersas en el paisaje para disminuir los riesgos de pérdidas totales por causas ambientales (por ejemplo granizo o plagas), con una baja tecnificación (no construyeron acequias ni muros de contención) y a secano o temporal, es decir basada en el riego con lluvia [16]​.

Como ocurría en tiempos anteriores, las principales presas de caza eran el guanaco y el venado de las pampas. También fue significativa la captura de pequeños animales, como la corzuela (Mazama gouazoubira), armadillos, roedores (Microcavia sp., Galea sp., Dolichotis sp.), reptiles como lagartos (Salvator sp., anteriormente Tupinambis sp.) y aves (Tinamidae) [17]​. Una importante fuente de proteína animal provino de la recolección de huevos de ñandú [18]​.

Tecnologías[editar]

Se elaboraron herramientas de piedra, por ejemplo azuelas y hachas pulidas que eran fundamentales para crear claros en el Bosque Serrano, fomentar el crecimiento de plantas silvestres con frutos comestibles y cultivar [19]​.

Azuelas y hachas del valle de Punilla (Museo Arqueológico Numba Charava de Villa Carlos Paz)

Las características de las armas sugieren que la captura de presas no era una simple actividad complementaria de otras prácticas económicas más relevantes. En tal contexto, las flechas impulsadas con arcos habrían jugado un rol crucial para abatir a variados animales [20]​.

Puntas de proyectil líticas y óseas del Holoceno tardío final (entre 1100 y 450 años de antigüedad). Proceden del valle de Punilla y están depositadas en el Museo Arqueológico Numba Charava de Villa Carlos Paz.

Los instrumentos óseos fueron elaborados a partir de desechos del consumo de alimentos, en especial huesos de guanaco. Punzones, leznas y agujas se utilizaron para procesar subproductos de la caza (pieles y cueros) o bien para confeccionar artefactos destinados a la obtención, procesamiento y almacenamiento de diversos productos[21]​.

La producción cerámica fue a nivel doméstico e incluyó una variedad de vasijas adecuadas para hervir alimentos, para el transporte, almacenaje y para la cocción de distintas sustancias.

Recipiente cerámico de Potrero de Garay (valle de Los Reartes)

Finalmente, se elaboraron artefactos livianos en fibras orgánicas (lanas, cestería), destinados a usos como la vestimenta o contenedores para el traslado, procesamiento y almacenamiento a corto plazo de productos agrícolas o de la recolección,de los cuales no se han conservado restos.

Estructuras sociopolíticas[editar]

Numerosos sitios arqueológicos señalan actividades realizadas en forma colectiva. En la mayoría se registran infraestructuras y abundantes residuos relacionados con la preparación y consumo de alimentos a gran escala [22]​. Los documentos escritos del tiempo de la conquista insisten en la importancia de las reuniones colectivas de los pueblos originarios (“juntas”), con un carácter celebratorio (“fiestas”, “festines”, “convites”) y relacionadas con el aprovechamiento de los recursos silvestres (“cazaderos”, “tiempo de la algarroba”). Estas instancias de participación fueron significativas en términos de la integración política de las comunidades [23]​.

Junto a estas fuerzas integradoras, los documentos coloniales señalan mecanismos contrapuestos que alentaban la fragmentación y el sostenimiento de cuotas de autonomía para los grupos domésticos y linajes familiares. Los testimonios arqueológicos que señalan procesos de dispersión estacional, las variadas trayectorias de reocupación de los sitios habitacionales, así como la importancia de las prácticas rituales realizadas a escala doméstica, sugieren grados considerables de autonomía retenidos por estos segmentos sociales que, en otras instancias, podían articularse en estructuras más inclusivas. Estas condiciones significaron un límite concreto para los procesos integradores y para la centralización del poder político [24]​.

Durante este período se incrementaron sensiblemente las demarcaciones territoriales, iniciadas en tiempos previos a través de formas materiales como el arte rupestre. Casi todas las pinturas y grabados realizados sobre rocas, en diferentes paisajes como los de Cerro Colorado, las sierras de Serrezuela o el valle de Guasapampa, entre otros, corresponden a este período. A través de estos medios se transmitieron diversas informaciones y se anclaron aspectos de la identidad y de la memoria de los grupos a determinados territorios[25]​.

Pintura rupestre en lso aleros de Cerro Colorado
Grabados rupestres de las sierras de Serrezuela

También se verifica un máximo desarrollo de las redes de interacción de alcance extra-regional. A través de las mismas ingresaron regularmente a la región objetos terminados y materias primas alóctonas, como determinadas rocas, valvas de moluscos (Anodontites sp., Diplodon sp., Urosalpinx sp.) y en contadas ocasiones pequeños adornos de metal.

El escenario de este período, definido por el incremento demográfico, la intensificación de la producción, las demarcaciones territoriales y posiblemente los movimientos poblacionales, condujo a niveles crecientes de conflictividad social.

Las tensiones pueden ser advertidas, por ejemplo, en determinados paneles con arte rupestre, donde las creaciones originales fueron parcial o totalmente destruidas para imponer en el mismo sitio otras imágenes. Tales acciones se interpretan como ejercicios de violencia simbólica, donde determinados discursos provenientes del pasado, y de otras condiciones históricas o socioculturales, fueron reemplazados por nuevos relatos[26]​.

Entre otros sitios se observan motivos rupestres que representan armas o personas armadas, y específicamente en el caso de Cerro Colorado, escenas de enfrentamientos entre grupos o personas provistas con arco y flechas[27]​. Por último, se han registrado algunos casos de violencia interpersonal en esqueletos con diferentes lesiones y asimismo, con flechas incrustadas en o entre los huesos [28]​.

Enfrentamiento entre “guerreros” con arcos en Cerro Colorado

Comunidades originarias en tiempos coloniales y republicanos[editar]

Formas de organización en el tiempo de la conquista española[editar]

Los documentos escritos del siglo XVI informan sobre la organización de las comunidades originarias de ese tiempo. Se menciona la existencia de dos pueblos o entidades socioculturales, denominados “comechingones” y “sanavirones”. El vocablo “comechingón” sólo se registra en la documentación hasta fines del siglo XVI, como un término de referencia geográfica: “gobernación de Tucumán y sus provincias de indios comechingones, juríes y diaguitas”[29]​.

Existen pocos elementos para afirmar que estas denominaciones se correspondieran con entidades reconocidas por los propios nativos y no fueran, en cambio, identidades asignadas por los españoles, producto quizás de una diferenciación lingüística cita 30. En efecto, otro cúmulo de fuentes escritas (expedientes judiciales, títulos de merced, cartas, informaciones de los gobernadores) aporta un conjunto complejo y numerosísimo de nominaciones de pueblos y parcialidades, que revelan una enorme fragmentación política, con diferentes grados de sujeción y agregación[30]​.

Las adscripciones de “comechingones” o “sanavirones” fueron construcciones producidas por efecto de la conquista española, donde los invasores necesitaron referirse al conjunto de la población indígena de la región bajo ciertos nombres comunes cita32. Situaciones similares han ocurrido en otras regiones como el Noroeste Argentino, por ejemplo con los pueblos calchaquíes, o en el sur con los grupos pampas.

Las fuentes coloniales aportan algunos datos sobre el sistema de autoridades. Ellas revelan que las comunidades se organizaban en cacicazgos simples (con un cacique o curaca) o múltiples (con un cacique principal y dos o tres secundarios). La autoridad de los jefes étnicos se basaba en el “prestigio” adquirido y en el “parentesco” que daba preeminencia a ciertos linajes.

Si bien el liderazgo de estos jefes fue débil, podían pactar en nombre de sus pueblos alianzas para la guerra o negociar el acceso a ciertos recursos. También gozaban del respeto de los miembros de su comunidad, al punto que disfrutaban de lugares o sitiales de preeminencia en las celebraciones y en algunos casos puntuales, con derecho a la poligamia.

Efectos de la conquista y colonización española en las poblaciones nativas[editar]

El impacto de la conquista y colonización española se inició a mediados del siglo XVI, con las primeras exploraciones al mando de Francisco César (1529), Diego de Rojas y su hueste (1543-1546), Francisco de Villagra (1553-1554), Francisco de Aguirre (1567) y Lorenzo Suárez de Figueroa (1573). Estas exploraciones produjeron los primeros impactos en la población indígena, promoviendo enfrentamientos armados y facilitando el reconocimiento del terreno para la posterior fundación de Córdoba[31]​.

Dicha fundación, realizada en 1573 por Jerónimo Luis de Cabrera, produjo uno de los primeros movimientos obligados de población, por cuanto los nativos que habitaban ese valle de Quisquitipa[32]​, fueron trasladados a otros sitios de la jurisdicción. Estos movimientos, voluntarios o coercitivos, continuaron a lo largo de los siglos XVI y XVII, como parte de los condicionamientos impuestos por el nuevo sistema colonial.

Algunos de los factores que más incidieron y alteraron la vida y las formas de organización nativas son:

  1. Las nuevas enfermedades traídas por los conquistadores, como la viruela, el sarampión y la sífilis, que hicieron estragos en la demografía.
  2. La apropiación de las tierras más productivas, recibidas por los españoles como premio a sus servicios a la Corona y participación en el proceso de conquista, con la modalidad de mercedes de tierra. Dichas concesiones se entregaron generalmente en las márgenes de los ríos, en el piedemonte y en los valles serranos, con mejores posibilidades de explotación económica. Casi todas esas tierras ya estaban ocupadas por los nativos y el proceso de otorgamiento de mercedes los impactó directamente y los desapropió.
  3. La implantación del sistema de encomiendas. La merced de encomienda constituía una sesión de la Corona, que renunciaba a su derecho a cobrar el tributo a las poblaciones indígenas en favor de un particular (encomendero) quien a su vez se veía en la obligación de evangelizar y cuidar a los indígenas que recibía en concepto de encomienda. En la jurisdicción de Córdoba fue habitual que el pago de ese tributo se realizara en especies (mantas, telas, frutos de recolección o productos agrícolas) o bien en “servicio personal”, es decir en trabajo. Se produjo así la modificación de las prácticas y mecanismos de reproducción social de las poblaciones nativas, cuya inserción en nuevas modalidades de trabajo implicó la paulatina disolución de su economía doméstica[33]​.
  4. El traslado masivo, fraccionamiento y recomposición de pueblos. A los fines de cumplir con el tributo y las obligaciones con el encomendero muchas comunidades fueron trasladadas a los establecimientos productivos españoles (estancias, chacaras, obrajes) y con dicho movimiento fueron desvinculándose de sus tierras de origen, perdiendo así, con el tiempo, todo derecho a ellas.
  5. La introducción de especies del viejo mundo, animales como vacas (Bos primigenius taurus), caballos (Equus ferus caballus), asnos (Equus africanus asinus), ovejas (Ovis orientalis aries) o cerdos (Sus scrofa domestica), y vegetales como trigo (Triticum spp.), cebada (Hordeum vulgare), centeno (Secale cereale), vid (Vitis spp.) o árboles frutales. Estos fueron introducidos por los europeos para sostener las crecientes poblaciones coloniales, alterando el paisaje y modificando la economía practicada durante siglos por las comunidades originarias.
  6. La introducción de poblaciones foráneas. Durante el siglo XVII grupos indígenas provenientes de otras regiones del virreinato del Perú fueron llevados y asentados en la jurisdicción de Córdoba. Se trata de poblaciones provenientes de los valles Calchaquíes, región chaqueña y jurisdicciones contiguas como La Rioja y Santiago del Estero. Estos grupos foráneos se movilizaron voluntariamente en algunos casos, pero casi siempre fue por la fuerza, esto es, fueron “desnaturalizados” y asentados en nuevos sitios para evitar acciones armadas o movimientos de rebelión. Por otro lado, el comercio de esclavos de origen africano realizó su contribución al mapa poblacional de la región, que imprimió a la sociedad colonial un carácter multiétnico y mestizo.

Los comechingones: proceso de mestizaje, identidades asignadas y reconfiguradas. Resistencia y continuidad.[editar]

El contacto hispano-indígena produjo cambios drásticos en las poblaciones autóctonas de Córdoba. Si bien se registraron movimientos de resistencia armada durante los primeros años, puede decirse que los jefes étnicos no lograron aglutinar con suficiente fuerza a las comunidades para enfrentar de manera decisiva al dominio español. Los enfrentamientos armados datan de las primeras décadas, mientras que con el tiempo, las modalidades de resistencia fueron menos violentas y más sutiles[34]​. Finalmente la resistencia frente a algún derecho vulnerado dejó de ser colectiva y pasó al plano individual, lo que revela la ruptura de los lazos comunitarios[35]​.

A pesar de este proceso de desestructuración, algunas comunidades lograron sobrevivir, conservando el acceso a la tierra. A fines del siglo XVII persistían cinco pueblos de indios con sus tierras originarias: Quilino, Cabinda, Nono, Salsacate y Ungamira (Ongamira). Entre fines del siglo XVII y durante el XVIII, otras poblaciones lograron el reconocimiento oficial de derechos sobre la tierra, como fue el caso de Guayascate, San Antonio de Nonsacate, San Marcos, Cosquín, Pichana, San Joseph y La Toma. Algunos de estos pueblos fueron capaces de resistir y perdurar, inclusive, hasta fines del siglo XIX, merced a un esfuerzo por defender la posesión de la tierra frente al estado[36]​.

El etnónimo “comechingón”, que había tenido una aparición fugaz a fines del siglo XVI, reapareció durante el siglo XX para reivindicar los derechos y la memoria de los nativos del lugar. Las identidades sociales son móviles y se reconfiguran permanentemente en relación a un “otro”, de allí que lo que en algún momento fue una identidad asignada por los españoles para referirse a grupos conquistados, con el transcurso de los siglos se transformó en una auto-adscripción de sus descendientes, con claros intereses reivindicatorios.


Referencias[editar]

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