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Diferencia entre revisiones de «Anselmo de Canterbury»

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El [[argumento ontológico]] de san Anselmo, que tantas reacciones ha provocado, establece:{{cita|''Ergo Domine, qui das fidei intellectum, da mihi, ut, quantum scis expedire, intelligam, quia es sicut credimus, et hoc es quod credimus. Et quidem credimus te esse aliquid quo nihil maius cogitari possit. An ergo non est aliqua talis natura, quia "dixit insipiens in corde suo: non est Deus" ?'' [...] ''Si enim vel in solo intellectu est, potest cogitari esse et in re; quod maius est. Si ergo id quo maius cogitari non potest, est in solo intellectu: id ipsum quo maius cogitari non potest, est quo maius cogitari potest. Sed certe hoc esse non potest. Existit ergo procul dubio aliquid quo maius cogitari non valet, et in intellectu et in re.''|Anselmo de Canterbury, inicio del [[argumento ontológico]] para probar la [[existencia de Dios]].<br />''Proslogio'', capítulo II (1078). La frase entrecomillada es una cita bíblica ([[Libro de los Salmos|Salmos]] 13:1).<ref>[https://web.archive.org/web/20110812155449/http://www.ub.uni-freiburg.de/index.php?id=3035#capii Texto latino]</ref>|col2=Luego Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos. Y bien, creemos que tú eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza, porque "dijo el necio en su corazón: no hay Dios" ? [...] Si existe sólo en la mente, no se cree que exista en la realidad; El más grande. Por lo tanto, si aquello de lo que no se puede concebir un mayor existe sólo en el entendimiento, eso mismo de lo que no se puede concebir un mayor es aquello que no se puede concebir nada mayor. Pero obviamente esto no es posible. Existe, por tanto, más allá de toda duda, algo que no se puede pensar más grande que existe tanto en el entendimiento como en la realidad.
El [[argumento ontológico]] de san Anselmo, que tantas reacciones ha provocado, establece:{{cita|''Ergo Domine, qui das fidei intellectum, da mihi, ut, quantum scis expedire, intelligam, quia es sicut credimus, et hoc es quod credimus. Et quidem credimus te esse aliquid quo nihil maius cogitari possit. An ergo non est aliqua talis natura, quia "dixit insipiens in corde suo: non est Deus" ?'' [...] ''Si enim vel in solo intellectu est, potest cogitari esse et in re; quod maius est. Si ergo id quo maius cogitari non potest, est in solo intellectu: id ipsum quo maius cogitari non potest, est quo maius cogitari potest. Sed certe hoc esse non potest. Existit ergo procul dubio aliquid quo maius cogitari non valet, et in intellectu et in re.''|Anselmo de Canterbury, inicio del [[argumento ontológico]] para probar la [[existencia de Dios]].<br />''Proslogio'', capítulo II (1078). La frase entrecomillada es una cita bíblica ([[Libro de los Salmos|Salmos]] 13:1).<ref>[https://web.archive.org/web/20110812155449/http://www.ub.uni-freiburg.de/index.php?id=3035#capii Texto latino]</ref>|col2=Luego Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos. Y bien, creemos que tú eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza, porque "dijo el necio en su corazón: no hay Dios" ? [...] Si existe sólo en la mente, no se cree que exista en la realidad; El más grande. Por lo tanto, si aquello de lo que no se puede concebir un mayor existe sólo en el entendimiento, eso mismo de lo que no se puede concebir un mayor es aquello que no se puede concebir nada mayor. Pero obviamente esto no es posible. Existe, por tanto, más allá de toda duda, algo que no se puede pensar más grande que existe tanto en el entendimiento como en la realidad.
<br><br>}}Si Dios no es el Ser Más Perfecto en realidad, entonces otro ser sería superior en la mente y en la realidad, y eso no puede ser posible; Cómo puede ser concebible que el ser más grande en la mente no sea el ser más grande en la realidad.
<br><br>}}Si Dios no es el Ser Más Perfecto en realidad, entonces otro ser sería superior en la mente y en la realidad, y eso no puede ser posible; Cómo puede ser concebible que el ser más grande en la mente no sea el ser más grande en la realidad.
1 Originalidad del argumento ontológico
1 Originalidad del argumento ontológico
El argumento ontológico es una demostración de la existencia de Dios cuya originalidad consiste en que establece la existencia del Ser Absoluto a partir de la sola consideración de su esencia, al encontrar en el concepto mismo de Dios la existencia como un componente inseparable de su esencia. Fue formulado por primera vez en el Proslogion de San Anselmo de Canterbury (1033-1109) en el año 1078, pero el nombre de argumento ontológico se lo atribuyó Immanuel Kant (1724-1804) siete siglos después al afirmar en su Crítica de la Razón Pura de 1781 que una prueba ontológica es aquella que prescinde de toda experiencia e infiere, completamente a priori, partiendo de simples conceptos, la existencia de una causa suprema. A lo largo de la historia de la filosofía ha sido defendida por autores de la talla de Descartes, Leibniz, y Hegel, pero también criticada por otros no menos importantes como Santo Tomás de Aquino y el ya mencionado Immanuel Kant.
El argumento ontológico es siuuuu una demostración de la existencia de Dios cuya originalidad consiste en que establece la existencia del Ser Absoluto a partir de la sola consideración de su esencia, al encontrar en el concepto mismo de Dios la existencia como un componente inseparable de su esencia. Fue formulado por primera vez en el Proslogion de San Anselmo de Canterbury (1033-1109) en el año 1078, pero el nombre de argumento ontológico se lo atribuyó Immanuel Kant (1724-1804) siete siglos después al afirmar en su Crítica de la Razón Pura de 1781 que una prueba ontológica es aquella que prescinde de toda experiencia e infiere, completamente a priori, partiendo de simples conceptos, la existencia de una causa suprema. A lo largo de la historia de la filosofía ha sido defendida por autores de la talla de Descartes, Leibniz, y Hegel, pero también criticada por otros no menos importantes como Santo Tomás de Aquino y el ya mencionado Immanuel Kant.


Originalmente, el argumento ontológico era conocido como prueba a simultaneo. Esto se debe a que no es una demostración estrictamente a priori (y menos a posteriori) sino que tiene como punto de partida la idea misma de Dios y en ella halla su existencia. El argumento no parte de algo anterior (a priori) ni de algo posterior (a posteriori) a la esencia divina, sino que considerando la idea de Dios conoce -simultáneamente, como un componente de ella- su existencia. Por esto, algunos autores lo llaman argumento lógico, por considerar como punto de partida a la idea o concepto de Dios. Sin embargo, otros advierten que el punto de partida no es el concepto de Dios, sino el conocimiento humano de la esencia divina (Rovira 1991, 28), dándole así al argumento un tinte más platónico.
Originalmente, el argumento ontológico era conocido como prueba a simultaneo. Esto se debe a que no es una demostración estrictamente a priori (y menos a posteriori) sino que tiene como punto de partida la idea misma de Dios y en ella halla su existencia. El argumento no parte de algo anterior (a priori) ni de algo posterior (a posteriori) a la esencia divina, sino que considerando la idea de Dios conoce -simultáneamente, como un componente de ella- su existencia. Por esto, algunos autores lo llaman argumento lógico, por considerar como punto de partida a la idea o concepto de Dios. Sin embargo, otros advierten que el punto de partida no es el concepto de Dios, sino el conocimiento humano de la esencia divina (Rovira 1991, 28), dándole así al argumento un tinte más platónico.

Revisión del 22:59 1 may 2023

San Anselmo de Canterbury
O.S.B.

Anselmo de Canterbury, Doctor de la Iglesia Católica
Doctor de la Iglesia
proclamado en 1720 por el papa Clemente XI
Información religiosa
Congregación Benedictinos
Culto público
Canonización 1494
Festividad 21 de abril
Atributos Báculo, Libro y Pluma
Venerado en Iglesia católica e Iglesia anglicana.
Información personal
Nombre San Anselmo de Canterbury
O.S.B.
Nacimiento 1033
Aosta
Fallecimiento 21 de abril de 1109 (76 años)
Canterbury
Obras notables Cur Deus Homo
Monologion
Proslogion

San Anselmo de Canterbury O.S.B. (Aosta, 1033 - Canterbury, 21 de abril de 1109), conocido también como Anselmo de Aosta, por el lugar donde nació, o Anselmo de Bec, si se atiende a la población donde estaba enclavado el monasterio del cual llegó a ser prior, fue un monje benedictino que ejerció como arzobispo de Canterbury durante el periodo 1093-1109. Destacó como teólogo y filósofo escolástico. Doctor de la Iglesia.

Como teólogo, fue un gran defensor de la Inmaculada Concepción de María y como filósofo se le recuerda, además de por su célebre argumento ontológico, por ser padre de la escolástica.

Biografía

Su vida nos es conocida, al menos en parte, gracias al trabajo de Eadmero, un discípulo directo de Anselmo. Aunque este texto es un claro ejemplo de la hagiografía de su tiempo y, por ello, salpicada de las exageraciones e interpretaciones propias de la época que tenían como finalidad exaltar a un candidato a la santidad, nos presenta un retrato aproximado de lo que fue el itinerario del santo.

Nace en Aosta ciudad de la Longobardia en 1033, heredero de un linaje noble del Piamonte. Era hijo de Gondulfo, noble longobardo, y Ermenberga, pariente de Otón I de Saboya. Como en muchas de las biografías de los santos de aquella época, se nos presenta una antítesis entre los caracteres de ambos progenitores: Un padre pródigo y disipado y una madre profundamente religiosa. Incluso siendo esto verdad, no representaría un caso excepcional, considerando el comportamiento común en el medievo de hombres y mujeres. Con todo, se puede asegurar que la primera infancia de Anselmo transcurriría en completa normalidad. El hecho de que desde muy pequeño mostrara inquietudes religiosas se debería en gran parte al trato continuo con su madre, quien le habría acercado a sus valores y prácticas religiosas. Por otro lado, no era raro que hijos de nobles vieran la vida monástica como una vía solicitada para perpetuar el renombre de la familia.

Lo cierto es que Anselmo deseaba el ingreso al monacato benedictino desde los quince años, época en la que se le describe como piadoso y estudioso. A esta idílica etapa de su vida sucede una juventud disipada que lo conduce a un conflicto con su padre, lo cual provoca el abandono de su hogar.

Anselmo fue arrastrado fuera de su cama para convertirse en Arzobispo

Después de algunos estudios preliminares sobre retórica y latín realizados en las ciudades de Borgoña, Avranches y finalmente en Bec, la fama de Lanfranco lo atrae a la Orden Benedictina, aunque al principio, según confesión propia, se sintiera indeciso ante el renombre de este monje al que Anselmo consideraba como un obstáculo en el desarrollo de sus propias posibilidades para hacerse de una carrera eclesiástica. Corría el año 1060 cuando, una vez aclaradas sus motivaciones, ingresa al monasterio. Pese a sus temores iniciales, la carrera de Anselmo ganó fama de manera vertiginosa, pues en 1063 sucede a Lanfranco en el priorato de Bec (en Normadía), al ser este elegido abad. Esta será la tónica de toda su vida: posteriormente le sucede como abad (1078) y finalmente como arzobispo de Canterbury (1093), donde finalmente muere en 1109.

Es en Inglaterra donde Anselmo, además de filósofo y teólogo, muestra dotes de político apologeta. La Iglesia vive el momento más cruento del conflicto de las investiduras y él debe defender desde la cátedra arzobispal el derecho que ella "tiene a la libertad" e impedir tendencias cismáticas que amenazaban a su grey. Los monarcas británicos Guillermo el Rojo y Enrique I no harán fácil esta tarea que se había impuesto a sí mismo; pero gracias a esta oposición, se reconoce otra faceta en los escritos de Anselmo.

Pensamiento

La relación entre Fe y Razón

Sello de Anselmo de Canterbury

Anselmo inaugura en filosofía lo que se llamará la escolástica, periodo que fructificará en las Summae y en hombres como Buenaventura, Tomás de Aquino y Juan Duns Scoto.

Su formación agustiniana, común en el medioevo, le acercará a su intuición filosófica más característica: la búsqueda del entendimiento racional de aquello que, por la fe, ha sido revelado. En el sentir de Anselmo, no se trata de remover el misterio de los dogmas, ni de desacralizarlos; tampoco significa un vano intento de comprenderlos en su profundidad, sino tratar de entenderlos, en la medida en que esto es posible al ser humano. (Proslogio, capítulo 1). Esta actitud del "creyente que pregunta a la razón" provoca que en varios de sus textos las preguntas fundamentales queden sin respuestas. La fe ya será la encargada de dárselas. Por ello, se debe decir que no logra hacer una clara distinción entre los campos de la teología y de la filosofía; sin embargo, cabe aclarar que ello no formaba parte de sus pretensiones y que no era el momento histórico-cultural para siquiera intentarlo. Por todo ello, es inútil y contradictorio al pensamiento de Anselmo buscar una teoría del conocimiento tal cual dentro de sus obras. El dato primario del entendimiento humano, al menos para el tipo de verdades más sublimes, es el dato de la fe.

Anselmo encuentra este método epistemológico del fides quaerens intellectum obligado por las circunstancias. Él mismo comenta que algunos hermanos le habían suplicado frecuentemente que les escribiera en forma argumentativa racional lo referente a los misterios que a diario meditaban sin recurrir, para ellos, a la autoridad de la Sagrada Escritura. Por este intento de satisfacer las necesidades de sus correligionarios, se decide a empezar un camino sin atender por completo a la dificultad del tema. Esto le ocasionará algunos problemas al principio. Lanfranco, por ejemplo, considerará este método algo peligroso a la ortodoxia católica. Sin embargo, es el inicio de una metodología que reinará por lo menos tres siglos más y que sigue presente en la corriente neoescolástica.

Argumento ontológico

El argumento ontológico de san Anselmo, que tantas reacciones ha provocado, establece:

Ergo Domine, qui das fidei intellectum, da mihi, ut, quantum scis expedire, intelligam, quia es sicut credimus, et hoc es quod credimus. Et quidem credimus te esse aliquid quo nihil maius cogitari possit. An ergo non est aliqua talis natura, quia "dixit insipiens in corde suo: non est Deus" ? [...] Si enim vel in solo intellectu est, potest cogitari esse et in re; quod maius est. Si ergo id quo maius cogitari non potest, est in solo intellectu: id ipsum quo maius cogitari non potest, est quo maius cogitari potest. Sed certe hoc esse non potest. Existit ergo procul dubio aliquid quo maius cogitari non valet, et in intellectu et in re.
Luego Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos. Y bien, creemos que tú eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza, porque "dijo el necio en su corazón: no hay Dios" ? [...] Si existe sólo en la mente, no se cree que exista en la realidad; El más grande. Por lo tanto, si aquello de lo que no se puede concebir un mayor existe sólo en el entendimiento, eso mismo de lo que no se puede concebir un mayor es aquello que no se puede concebir nada mayor. Pero obviamente esto no es posible. Existe, por tanto, más allá de toda duda, algo que no se puede pensar más grande que existe tanto en el entendimiento como en la realidad.

Anselmo de Canterbury, inicio del argumento ontológico para probar la existencia de Dios.
Proslogio, capítulo II (1078). La frase entrecomillada es una cita bíblica (Salmos 13:1).[1]

Si Dios no es el Ser Más Perfecto en realidad, entonces otro ser sería superior en la mente y en la realidad, y eso no puede ser posible; Cómo puede ser concebible que el ser más grande en la mente no sea el ser más grande en la realidad.

1 Originalidad del argumento ontológico El argumento ontológico es siuuuu una demostración de la existencia de Dios cuya originalidad consiste en que establece la existencia del Ser Absoluto a partir de la sola consideración de su esencia, al encontrar en el concepto mismo de Dios la existencia como un componente inseparable de su esencia. Fue formulado por primera vez en el Proslogion de San Anselmo de Canterbury (1033-1109) en el año 1078, pero el nombre de argumento ontológico se lo atribuyó Immanuel Kant (1724-1804) siete siglos después al afirmar en su Crítica de la Razón Pura de 1781 que una prueba ontológica es aquella que prescinde de toda experiencia e infiere, completamente a priori, partiendo de simples conceptos, la existencia de una causa suprema. A lo largo de la historia de la filosofía ha sido defendida por autores de la talla de Descartes, Leibniz, y Hegel, pero también criticada por otros no menos importantes como Santo Tomás de Aquino y el ya mencionado Immanuel Kant.

Originalmente, el argumento ontológico era conocido como prueba a simultaneo. Esto se debe a que no es una demostración estrictamente a priori (y menos a posteriori) sino que tiene como punto de partida la idea misma de Dios y en ella halla su existencia. El argumento no parte de algo anterior (a priori) ni de algo posterior (a posteriori) a la esencia divina, sino que considerando la idea de Dios conoce -simultáneamente, como un componente de ella- su existencia. Por esto, algunos autores lo llaman argumento lógico, por considerar como punto de partida a la idea o concepto de Dios. Sin embargo, otros advierten que el punto de partida no es el concepto de Dios, sino el conocimiento humano de la esencia divina (Rovira 1991, 28), dándole así al argumento un tinte más platónico.

2 El Argumento Ontológico en la Edad Media ↑ 2.1 La formulación original de San Anselmo de Canterbury ↑ La formulación original del argumento que San Anselmo expone en el capítulo II de su Proslogion comienza con una oración en la que el autor le pide a Dios que le permita entender por la razón aquello que ya conoce a través de la fe. Esto es, que Dios existe y que es “aquello mayor que lo cual nada puede pensarse” (aliquid quo nihil majus cogitari possit). Según San Anselmo, esta idea de lo que se entiende por el término “Dios“ no la tiene sólo el creyente, sino también el ateo. Porque cuando el ateo niega la existencia de Dios al decir: “Dios no existe“, entiende lo que dice y entiende que “Dios“ significa “un ente tal que nada mayor puede ser concebido” (San Anselmo 2008, 367). Sin embargo, niega que este ente exista en la realidad. Es decir, lo que entiende está en su inteligencia, aunque no entienda que eso que está en su inteligencia existe en la realidad. Pues, prosigue San Anselmo, no es lo mismo tener una cosa en la inteligencia que sostener que esa cosa existe en la realidad. De la misma manera que un pintor cuando piensa la pintura que pintará la tiene en su entendimiento, pero esto no significa que exista en la realidad la pintura que aún no ha pintado. Sin embargo, cuando ya pintó la pintura, ésta existe, además de en su entendimiento, también en la realidad. A partir de este ejemplo, San Anselmo distingue dos tipos de existencia: por un lado, la existencia mental, es decir, la existencia de una cosa pensada en el entendimiento y, por otro, la existencia real, es decir, la existencia de una cosa fuera del entendimiento. De esta manera, el ateo debe aceptar que cuando sostiene que “Dios no existe” está aceptando su existencia mental porque entiende lo que dice y todo lo que se entiende está en el entendimiento, aunque niegue su existencia real, así como un pintor tiene en su mente la idea de una pintura aunque todavía no la ha pintado. Sin embargo, para San Anselmo el ente mayor que el cual nada puede pensarse no puede existir sólo en la inteligencia. Pues si existiera sólo en la inteligencia, podría pensarse que también existe en la realidad, lo cual es mayor. De tal forma que, si el ente mayor que el cual nada puede pensarse existiera sólo en la inteligencia, podría pensarse algo mayor que él, es decir, podría pensarse algo mayor que el ente mayor que el cual nada puede pensarse. Pero esto es evidentemente contradictorio y, en consecuencia, falso. En consecuencia, el ente mayor que el cual nada puede pensarse existe no sólo en la inteligencia sino también en la realidad.

El argumento de San Anselmo podría esquematizarse en tres pasos: el primero, el punto de partida, es la idea del Dios cristiano que hasta el ateo tiene. Esto es, un ser omniperfecto mayor que el cual nada puede pensarse. El segundo paso consiste en distinguir entre la existencia mental y la existencia real y sostener que este ente sería mayor si existiera en la mente y en la realidad que si existiera sólo en la mente. Por último, el argumento concluye con una reducción al absurdo: si el ente mayor que el cual nada puede pensarse existiera sólo en la mente, entonces podría pensarse algo mayor que aquello mayor que lo cual nada puede pensarse. Pero esto es patentemente contradictorio y, por lo tanto, falso. En consecuencia, debe concluirse que este ente existe, además de en la mente, en la realidad.

2.2 La objeción de Gaunilo ↑ El argumento de San Anselmo encontró su primera objeción casi inmediatamente cuando el monje Gaunilón de Marmoutiers (10XX-1083), en su Libro Escrito a favor de un Insensato sostuvo que la existencia de la idea de una cosa en la mente no prueba, en modo alguno, la existencia de la cosa en la realidad, ya que podemos tener ideas de cosas inexistentes. La objeción, en el fondo, se reduce a una disyunción: Si puedo pensar algo existente como no existiendo, también puedo pensarlo a Dios como no existiendo. Y si no puedo pensar a Dios como no existiendo, esta imposibilidad no es exclusiva de Dios. Por lo cual, si se está de acuerdo con el argumento de San Anselmo, éste sirve para probar la existencia de cualquier cosa que entendamos que es la más perfecta que se pueda pensar en su género, por ejemplo, una isla más perfecta que la cual ninguna pueda pensarse. Si esta isla existe en el entendimiento solamente, debe existir también en la realidad, ya que si no existiera no sería la isla más perfecta que puede pensarse. Esto se sigue de que, según San Anselmo, es mejor existir en la mente y en la realidad que sólo en la mente. Por lo tanto, podría pensarse una isla más perfecta que aquella isla más perfecta que la cual ninguna puede pensarse, lo cual es evidentemente contradictorio. Y así, este razonamiento se podría aplicar a todos los géneros de cosas (Gaunilo de Marmoutiers 2008, 407-437).

2.3 La respuesta de San Anselmo a Gaunilo ↑ Sin embargo, San Anselmo se defendió de este ataque en su Apología de San Anselmo contra Gaunilo replicando que este razonamiento sólo puede utilizarse con respecto a Dios que es el único Ser perfectísimo y el único al cual se puede aplicar con propiedad la definición “aquello mayor que lo cual nada puede pensarse”. Esto se debe a que cualquier cosa que no exista en algún lugar o momento, aunque exista en algún otro lugar o momento, puede sin embargo ser concebida como no existiendo nunca ni en ningún lugar. Ésta es la forma de concebir a una isla y al resto de los entes finitos. En cambio, Dios, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, debe ser pensado como existiendo siempre. La inexistencia del ser mayor que el cual no puede pensarse ni siquiera se puede suponer, pues, si así fuera, entonces no sería lo mayor que puede pensarse (San Anselmo 2008, 417-437).

Para poder explicar en términos racionales algo necesariamente tengo que conocer su esencia ya qué la verdad radica en proferir las cosas por su esencia, pero si no se tiene la esencia de algo poco o nada se puede decir de ello. Puede pensarse, con toda propiedad, que el unicornio, un arco iris, una maceta de oro no existen porque es una invención mental humana y no son aquellos de los que nada más grande se puede pensar. Esas ideas mencionadas se pueden transformar puesto que su existencia yace en nuestra mente. Por ejemplo, para no ser tan oscuro, un unicornio, si a mí me gusta, lo puedo pintar de rojo o verde, porque su existencia no es necesaria, pero la existencia de un ser necesario es inmanente e inmutable, por lo tanto nada de él se puede cambiar o transformar. Se puede pensar algo más grande que un unicornio, por supuesto, pero no se puede pensar algo más grande que Dios, es decir, Dios debe ser un ser perfecto en la mente y en la realidad porque de lo contrario otro ser más grande será capaz de ser el más grande en la mente y en Realidad y eso no es posible. Podemos, mediante las facultades intelectuales que tenemos los seres humanos, ser capaces de crear ideas las cuales clasificamos con el fin de hacerlas inteligibles, todo ello lo podemos, pero hay algo de Dios, a saber, su ente, y no podemos debido a nuestra naturaleza imperfecta y nuestra limitación, adquirir un conocimiento total del el ente de Dios. Eso, en términos racionales y teológicos, es quimérico para un mortal. Por lo tanto, nada de lo que deliberamos en términos terrenales puede asemejarse a la grandeza de Dios. Se puede llegar a él, sí, pero de una forma indirecta, la vía-negativa por ejemplo. Entonces, se deduce que un unicornio puede ser pensado como no existente porque no es necesario, pero Dios no se puede pensar como no existente porque él es la esencia en virtud de la cual nuestra existencia subsiste. Aquí, después de dar una explicación elemental, se puede sintetizar la realidad mística, racionalista, y teológica de San Anselmo.

El concepto de Dios

Definición es (en latín: definire) significa establecer límites, a saber, delimitar. Una definición, por lo tanto, es la expresión de lo que es un objeto sin quitarle ni sumarle. En ese capítulo, el autor explica claramente que la noción de Dios como concepto puede ser entendido y podemos pensar en él como una entidad inexistente. Eso es verdad; uno podría negar el concepto de Dios, pero no su ente. Eso es lo que sucede hoy, como sabemos, muchos ateos profesan incredulidad, y supuestamente niegan a Dios, pero de hecho, niegan la palabra "Dios", pero no la entidad de Dios. El que ha conocido a Dios no puede pensar que no existe, es decir, no puede ser un ateo. Por esta razón, conceptualizar a Dios es una manera de limitar su poder. Sabemos, pues, que una definición significa, en términos rigurosos, limitación. Al definir un concepto, lo que se está haciendo es circunscribir su extensión para hacerlo inteligible. Sin embargo, cuando tratamos de negar su entidad, la entidad de Dios, no estamos hablando de Dios como una entidad, sino de otra cosa, que se puede pensar, pero Dios, como sabemos, está más allá de nuestra experiencia, por lo tanto, se concluye que es una contradicción total.

El concepto de Cristo

Grabado de finales del siglo XVI de San Anselmo de Canterbury.

En Cur Deus Homo, Anselmo argumenta la necesidad del misterio cristiano de la expiación del pecado con la crucifixión de Jesús. Anselmo argumenta que, debido a la caída y la naturaleza caída de la humanidad desde entonces, la humanidad ha ofendido a Dios. La justicia divina exige la restitución del pecado, pero los seres humanos son incapaces de proporcionarlo. La enormidad del delito llevó a Anselmo que la expiación por la humanidad solo podía hacerse a través de la figura de Jesús, como un ser sin pecado, tanto divino como humano.[2]​ Esta interpretación es notable por permitir que la justicia y la misericordia divinas sean compatibles.[3]

Cur Deus Homo es a menudo considerado el mayor trabajo de Anselmo.[4]

Postura ante el problema de los universales

La postura de Anselmo ante el problema de los universales intenta resolver un viejo dilema presente en el pensamiento medieval, sobre todo, en los comentarios que Porfirio y Boecio hacían de la Lógica Aristotélica. Dicho problema llevaría a discusiones, no siempre pacíficas entre los teólogos y filósofos de aquella época. Se podría resumir así: se debe dilucidar si en realidad nuestras ideas tienen un valor objetivo en la realidad o solo son puros conceptos o nominaciones convencionales. Dependiendo de la solución que se dé al problema, las consecuencias teológicas y ontológicas son diversas. Así, por ejemplo, el nominalismo defendido en el siglo XI por Roscelino conduce a negar la unidad de la naturaleza en las tres personas de la Santísima Trinidad, ya que si los universales no existieran en la realidad, la esencia divina no podría ser común a las tres personas lo que, a la larga, conduciría a negar la suprema unidad de Dios.

Frente a esto, Anselmo sostiene una teoría, que podríamos llamar realismo exagerado, presente ya en sus meditaciones sobre la existencia de Dios, tanto en el Monologio, como en el Proslogio. Así por ejemplo, podemos leer en su obra: "Todas las cosas buenas se dicen buenas por un único bien, todas las verdaderas por una única verdad".[Monol. c.7]. Es decir, al existir la fuente de esas perfecciones, se le otorga status ontológico al concepto universal que concebimos en la mente. Este realismo exagerado es fruto del tiempo y de la formación recibida en sus estudios. Recuérdese que la filosofía imperante en esa época es agustiniana, la cual, como se sabe, hunde sus raíces en el platonismo y neoplatonismo.

Teología natural

Vidriera de Anselmo en la Catedral de Canterbury

Anselmo presenta argumentos a posteriori a favor de la existencia de Dios mucho más sistemáticos en comparación a los de san Agustín, que ocupan también los atributos divinos de Dios (inmutabilidad, eternidad, etc).[5]

Una de sus preocupaciones principales fue la comprensión de aquello que la fe le proponía, por eso, en sus dos obras principales intenta demostrar la existencia de Dios. En el Monologio (1076) expuso diversos argumentos a posteriori, es decir, de los efectos a la causa, de las criaturas a Dios. La prueba tiene tres vías o momentos que, siendo fieles a Anselmo, no deberían confundirse como si tratase de tres pruebas diferentes. La primera vía se funda en la comunicación que con el Bien Supremo tienen las criaturas. Inspirada en la teoría platónica supone que todas las cosas en las que distinguimos el atributo de bondad participan de una única fuente de esa perfección; porque, siguiendo la misma lógica, si hubiera varias fuentes se requeriría de otra que les participase la bondad y, suponer esto, exigiría un remontarse al infinito de fuentes por lo que no existiría, en realidad, la perfección de la que se hablase, en este caso, la bondad. Por ello, se concluye la existencia de la Fuente Suprema de la Bondad, es decir Dios. El mismo esquema mental debe seguirse en otro tipo de perfecciones "las cuales son mejor tenerlas que no tenerlas". De entre ellas, escoge la grandeza o vía de la participación en el ser soberano, y la existencia o vía del ser, en las cuales se siguen aplicando los grados de perfección.

Para quien se enfrenta por primera vez a este autor, pudiera parecer un sin sentido el hecho de que se comience a demostrar el origen supremo de la bondad, en vez de empezar a hacerlo por el origen del ser. Pero, para el pensamiento de Anselmo esto era imprescindible, pues, dentro de la propuesta platónica, en la que, en última instancia hunde sus raíces la filosofía anselmiana, la bondad es la idea suprema. En otras palabras, todo cuanto existe, surge como una participación de la bondad.

A partir de esta fuente suprema y primigenia de bondad, grandeza y ser, se concatenan una serie de razonamientos que describen poco a poco la naturaleza y atributos divinos, guiando a la conclusión de que Dios no puede carecer de alguna perfección, porque si no sería Dios.

Nuevamente, una petición de sus hermanos, le otorga a Anselmo la oportunidad de cerrar el ciclo abierto en el Monologio. Aunque había satisfecho el reclamo de que toda esta disquisición se hiciera sin recurso a los datos de la fe, el texto resultó demasiado complicado para las mentes de los monjes del monasterio de Bec. Por ello le piden una nueva prueba de la existencia de Dios más sencilla. Lo cual desembocó en la composición del Proslogio (1078).

En el capítulo II formuló otro argumento (esta vez a priori), el cual es conocido desde Kant como Argumento ontológico. Si en el Monologio se había elevado de las criaturas a Dios, en el Proslogio desciende de Dios a las criaturas. Esta intención se muestra incluso en el estilo en que está escrito este último. Ya no es una meditación en solitario, como en el Monologio,sino la elevación del alma al Dios en que se cree. Por eso no es de extrañar que la premisa de la que parte el argumento sea precisamente el concepto de Dios que se obtuvo al final del Monologio: Dios es aliquid quo nihil majus cogitari possit: algo que no puede ser pensado mayor (el ser mayor el cual no cabe pensar otro). El argumento, en forma resumida quedaría expresado así:

  1. Todo ser humano tiene la idea de un ser superior tal que no existe ningún otro ser mayor que él que pueda ser pensado (aliquid quo nihil majus cogitari possit).
  2. Pero lo que existe en la realidad, es mayor que lo que existe solo en el pensamiento, porque la existencia en lo real supone una perfección más que la mera existencia intra - mental.
  3. Si ese ser tal que nada mayor que él puede concebirse existiera solo en la inteligencia, este mismo ser del que nada mayor puede ser concebido sería tal que algo mayor que él podría ser concebido, pero ello es contradictorio.
  4. Ergo, dicho ser existe.

Claro está que todo el argumento descansa en un presupuesto implícito: que la existencia es un atributo de perfección. Es decir, cualquier cosa que exista en la realidad es más perfecta que aquellas cosas que solo existen en el pensamiento. Este supuesto y la definición de Dios, expuesta en la primera premisa, han sido el aspecto más criticado por filósofos posteriores (Tomás de Aquino, Immanuel Kant), aunque también existe línea filosófica de renombre que lo acepta y defiende: (Buenaventura, Juan Duns Scoto, René Descartes, por ejemplo)

Filosofía del lenguaje

Las incipientes reflexiones que sobre el lenguaje Anselmo hace parten de la distinción dada por Aristóteles. Así, se puede descubrir en su pensamiento dos tipos de lenguaje: uno interior, referente a la especie que la mente utiliza para pensar, y otro, el término, es decir el signo lingüístico que usa el hombre para comunicarse. Este último tiene como referencia al primero. Aunado a lo anterior se distinguen en el propio lenguaje, una acepción material y otra formal. La primera se refiere a lo que expresa la palabra en cuanto tal. En cambio, la acepción formal considera a la palabra en cuanto tal, no a lo que expresa. Estos términos medievales estarían expresando la actual distinción entre lenguaje y metalenguaje. Significatio y apellatio son otras dos nociones en su reflexiones lingüísticas. La significatio o connotación es, en palabras de Mauricio Beuchot (Filosofía del lenguaje;1991), "la relación del término con la cosa como contenido conceptual"; por su parte, la apellatio o denotación es "la relación del término con una cosa existente".

Conexo a este tema realiza un estudio sobre el símbolo en una obra de la cual solo se conserva una recopilación hecha por sus discípulos, por lo que no es claro distinguir entre lo verdaderamente dicho por Anselmo y aquello que se debe a las reflexiones de ellos.

Obras del autor

Vidrieras de la vida de San Anselmo en la Catedral de Quimper.
  1. Monologion.
  2. Proslogion y la respuesta que el mismo Anselmo hiciera a las objeciones de Gaunilo Lo que a esto responda el autor del mismo libro.
  3. De Grammatico.
  4. De veritate.
  5. De De libertate arbitrii.
  6. De casu diaboli.
  7. Epístola sobre la encarnación del verbo.
  8. Cur Deus Homo.
  9. Sobre la concepción virginal y el pecado original.
  10. De procesione spiritis sancti
  11. Las epístolas sobre el sacrficio de los ázimos y fermentados.
  12. Sobre la concordia de la presciencia divina y la predestinación y de la gracia de Dios con el libre albedrío.

Además de estas obras se conservan 19 oraciones, 3 meditaciones y 472 cartas personales. De toda esta vasta producción, solo el De Grammatico es un libro en su totalidad dedicado a temas profanos, en este caso, se trata de un ejercicio dialético. Todas sus demás obras conservadas tienen una motivación teológica.

Se ha retirado de la lista el De similitudinibus a veces atribuido erróneamente a Anselmo, pero seguramente redactado por Eadmero como apuntes de las lecciones dictadas recibidas de su maestro.

Reconocimientos

Bibliografía

  • San, Anselmo (1952). Obras Completas. Madrid: BAC. 
  • Rovira, Rogelio (1991). La fuga del no ser. El argumento ontológico de la existencia de Dios y los problemas de la metafísica. Madrid: Ediciones Encuentro. ISBN 84-7490-274-6. 
  • Beuchot, Mauricio (1991). La Filosofía del Lenguaje en la Edad Media. México: UNAM. ISBN 968-36-2186-4. 
  • Cicchetti, Armando (1951). L'Agostinismo nel pensiero di Anselmo di Aosta. Roma: Arte e Storia. 
  • Pérez de Laborda, Miguel (1995). La Razón frente al insensato. Dialéctica y fe en el argumento del "Proslogion" de San Anselmo. Pamplona: EUNSA. ISBN 84-313-1347-1. 

Referencias

  1. Texto latino
  2. Williams, Thomas (2016). Zalta, Edward N., ed. The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Spring 2016 edición). Metaphysics Research Lab, Stanford University. Consultado el 5 de agosto de 2019. 
  3. «Anselmo de Canterbury (1033-1109) Internet Encyclopedia of Philosophy». 
  4. Cross, The Late F. L.; Cross, Frank Leslie; Livingstone, Elizabeth A. (2005). The Oxford Dictionary of the Christian Church (en inglés). Oxford University Press. ISBN 9780192802903. Consultado el 5 de agosto de 2019. 
  5. Copleston, Frederick. HISTORIA DE LA FILOSOFIA Tomo II. LIBER. p. 134. 
  6. «Hoy se celebra a San Anselmo de Canterbury, doctor de la Iglesia». www.aciprensa.com. 21 de abril de 2020. Consultado el 21 de mayo de 2020. 

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