Diferencia entre revisiones de «Trachemys scripta elegans»
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Revisión del 05:17 29 jul 2007
Tortuga japonesa | ||
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Una tortuga de orejas rojas | ||
Estado de conservación | ||
No amenazado | ||
Taxonomía | ||
Reino: | Animalia | |
Filo: | Chordata | |
Clase: | Reptilia | |
Subclase: | Anapsida | |
Orden: | Testudines | |
Familia: | Emydidae | |
Género: | Trachemys | |
Especie: | T. scripta | |
Subespecie: |
T. s. elegans (Wied-Neuwied, 1839) | |
La tortuga japonesa (Trachemys scripta elegans), también conocida como Galápago de Florida,[1] tortuga de Florida[2] o tortuga de orejas rojas, es una especie de tortuga semiacuática perteneciente a la familia Emydidae, originaria de la región que comprende el sureste de los Estados Unidos y el noreste de México,[3] aunque en la actualidad se encuentra en muchas otras partes del mundo gracias a su comercio como mascota.
Se les llama tortugas japonesas, a pesar de que no son originarias de Japón. Se piensa que se les pudo asignar este nombre debido a que dentro del ojo tiene una pequeña raya horizontal negra, que les da aparaciencia de tener los ojos rasgados.
Esta especie se ha convertido en la tortuga más comercializada del mercado [4] y en una de las mascotas más populares en los últimos años,[5] debido entre otros factores a que su cuidado es relativamente sencillo. Se ha vuelto muy popular en algunos países como Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido.
Taxonomía
La tortuga de orejas rojas es un reptil perteneciente a la orden de los Testudines, conformada por cerca de 250 especies de tortugas. Es una subespecie de la Trachemys scripta. Antiguamente, estas tortugas eran clasificadas con el nombre de Chrysemys scripta elegans.
Anatomía
El caparazón de esta especie puede alcanzar hasta los 30 cm de longitud, aunque se han encontrado ejemplares de más de 40 cm, pero en promedio miden de 12 a 20 cm.[6] Las hembras suelen ser un poco más grandes que los machos. Llegan a vivir entre 20 y 30 años, algunas tortugas incluso llegando a vivir más de 40.[7] Al estar en cautiverio su vida suele ser más corta.[3] La calidad del hábitat en el que se encuentren también influye en su esperanza y calidad de vida.
Las tortugas japonesas son reptiles, por lo tanto son poiquilotermas, es decir, son animales de sangre fría, por lo que no pueden controlar por sí solos la temperatura de su cuerpo, así que dependen por completo de la temperatura del ambiente.[5] Es por esto que necesitan tomar continuamente baños de sol para calentarse y mantener su temperatura interna. Si no logran mantenerse por encima de un umbral mínimo de temperatura, es posible que no puedan relizar su digestión y defecación con normalidad.
Su caparazón se compone de dos secciones: la superior, conocida como caparazón dorsal, y la inferior, también llamada caparazón ventral.[5] En la superior se encuentra un escudo vertebral, que es la parte central del mismo y generalmente está un poco más levantada; un escudo costal, que se encuentra a ambos lados del escudo vertebral, está conformada por varias placas óseas y es la parte principal del caparazón; y un escudo marginal, que es el borde del caparazón y rodea completamente al escudo costal.[8] La parte inferior es llamada plastrón o pecho y cubre toda la parte baja de la tortuga. El caparazón puede ser de diferentes colores. En las tortugas muy jóvenes, es de color verde hoja, y conforme van creciendo se oscurece un poco hasta volverse de un verde muy oscuro, para más tarde tomar un tono entre café y oliva. El plastrón siempre es de color amarillo claro. Todo el escudo está cubierto con rayas y manchas que en la naturaleza le ayudan a camuflarse mejor.
La tortuga además cuenta con un sistema óseo complejo, con cuatro miembros semipalmeados que le ayudan a nadar y que pueden salir del caparazón o retraerse en él, al igual que la cola. Su cabeza de la misma forma puede introducirse completamente dentro del caparazón. El nombre de esta especie, tortuga de orejas rojas, se debe a las dos manchas de color rojo ladrillo que se localizan en la parte posterior de sus ojos, en la posición donde se encontrarían las orejas, aunque estas manchas se van decolorando con el paso del tiempo.[3] Algunos individuos también pueden tener una pequeña mancha de este color en la parte superior de la cabeza. En realidad la tortuga japonesa no tiene orejas, para la audición cuenta con unas membranas timpánicas.
Los principales órganos internos del animal son los pulmones, el corazón, el estómago, el hígado, el intestino y la vejiga, además del ano y de la cola que son órganos externos muy importantes, en el caso de la cola porque junto con las patas le ayuda a dirigirse mientras nada.
Dimorfismo sexual
Esta especie presenta dimorfismo sexual, esto quiere decir que el macho y la hembra tienen características físicas distintas uno de otro.
Cuando son jóvenes, todas las tortugas japonesas son prácticamente iguales independientemente de su sexo, por lo que es casi imposible determinarlo. Cuando pasan a ser adultas (en el caso de los machos cuando su caparazón mide unos 10 cm, y en el de las hembras, cuando mide unos 15), es mucho más fácil distinguir el género. Normalmente, el macho es más pequeño que la hembra, aunque este parámetro en ocasiones es difícil de aplicar ya que se podrían estar comparando individuos de diferentes edades. Los machos tienen las uñas de las patas delanteras mucho más largas que las de las hembras, lo que le ayuda a sujetarse mejor a ella durante el apareamiento y sirven durante la danza del cortejo. La cola del macho también es más gruesa y larga, y la cloaca, que se encuentra en la cola, está más alejada del cuerpo. La parte inferior del caparazón o plastrón del macho está ligeramente curvado hacia adentro, es decir, es cóncavo, mientras que el de la hembra es totalmente plano. Esto también le ayuda al macho durante el apareamiento para poder adaptarse mejor al caparazón de la hembra. También se dice que los machos tienen las manchas rojas más grandes y de un color más brillante. La apariencia de las hembras es prácticamente la misma durante toda su vida.
Tanto macho como hembra alcanzan la madurez sexual a los 5 ó 6 años de edad, pero si se crían en cautiverio, no hibernan y se alimentan abundantemente, crecen con mayor rapidez que en la naturaleza y por lo tanto maduran antes, pero aun así deben pasar al menos unos años para que alcancen plena madurez.
Distribución y hábitat
Las tortugas japonesas son originarias geográficamente del área que rodea al Río Mississippi, llegando hasta el Golfo de México. Se desarrollan en climas cálidos, particularmente en el cuadrante sudeste de los Estados Unidos. Tal área comprende desde el sureste de Colorado hasta Virginia y Florida. Habitan naturalmente en zonas donde haya alguna fuente de agua tranquila y templada. Estas zonas acuáticas pueden ser estanques, lagos, pantanos, riachuelos, arroyos o ríos con corrientes lentas. El área donde habitan es por lo general pacífica con alguna sección donde puedan salir del agua a descansar, como algunas rocas grandes o troncos, en donde se colocan para recibir buenas cantidades de rayos de sol. Es común que varias tortugas japonesas se coloquen juntas para tomar el sol, incluso unas encimas de otras. Deben tener cerca abundante vegetación acuática, que es el componente principal de la dieta de los ejemplares adultos. Las tortugas salvajes siempre se mantendrán cerca de la fuente de agua donde habitan a menos que estén buscando una nueva o, en el caso de las hembras, que tengan que poner sus huevos en la época de reproducción.
El comercio como mascotas ha expandido su zona de distribución alrededor del mundo, aunque por lo general a expensas de otras tortugas semiacuáticas nativas del lugar que invaden. Por lo tanto, no es difícil encontrar tortugas de orejas rojas en algún hábitat que sea adecuado para ellas en cualquier parte del mundo.
Comportamiento
Las tortugas japonesas son casi completamente acuáticas, pero a veces dejan el agua para descansar y tomar el sol, ya que como tienen sangre fría, necesitan tomar estos baños de sol para regular su temperatura.
Estos reptiles son excelentes nadadores. Durante el día buscan presas para alimentarse e intentan capturarlas. Suelen estar alerta de los depredadores y de la gente y generalmente se asustan y huyen de ellos. Las tortugas suelen lanzarse frenéticamente de las rocas o de donde estén mientras descansan si alguien potencialmente peligroso se acerca a ellas. Durante el día, acostumbran salir del agua, tomar el sol hasta que estén secas y calientes, después se zambullen de nuevo y se refrescan, y vuelven a salir del agua para tomar el sol.
Hibernación
Las tortugas de orejas rojas pueden hibernar en el fondo de estanques o lagos poco profundos durante los meses de invierno.[8] Durante esta época, con el frío, las tortugas entran en un estado de sopor denominado precisamente hibernación, durante el cual dejan de comer y defecar, prácticamente no se mueven y su frecuencia de respiración se reduce.
No se recomienda dejar hibernar a ejemplares que no superen los 5 cm de largo, y sólo deben hacerlo si tuvieron una alimentación y cuidados adecuados durante los meses previos.[8] Si se tiene un ejemplar que fue adquirido recientemente, no se le debe dejar hibernar porque no se conocen los cuidados que pudo tener antes de que se consiguiera, aunque su aspecto sea bueno. Una tortuga demasiado joven, que esté enferma o que no esté bien nutrida podría no soportar el ayuno que conlleva esta hibernación y morir.
Si se quiere poner a hibernar a una tortuga, se necesita un cubo o recipiente con agua, pero no demasiada ya que la tortuga debe poder sacar la cabeza de ella para respirar. Si se colocara demasiada agua, o bien la hibernación no se llevaría a cabo correctamente, o bien la tortuga podría morir. Se debe dejar este recipiente en un lugar obscuro, frío y tranquilo. El agua también debe estar fría, entre los 5 y 10 °C. También es posible dejar hibernar a la tortuga en su estanque, pero sería más riesgoso, ya que podría esconderse en un lugar fuera del alcance del dueño y si le sucediera algo malo, no se podría actuar.
Si la tortuga vive normalmente en el exterior pero no se desea que hiberne, entonces hay que trasladarla a un acuario interior para que pase ahí el invierno, y cuando la temperatura del ambiente vuelva a aumentar se puede regresar a su estanque del jardín.
Reproducción
El cortejo y las actividades que conlleva el apareamiento ocurren entre marzo y julio, y se llevan a cabo bajo el agua. Durante el cortejo, el macho nada alrededor de la hembra y comienza a sacudir o batir sus extremidades delanteras frente a la cara de la hembra, aparentemente tratando de acariciarla. La hembra continuará nadando hacia el macho y si acepta su proposición, comenzarán el apareamiento. Si no acepta, puede hasta iniciar una pelea con el macho. El cortejo puede durar hasta 45 minutos, pero el apareamiento en sí normalmente sólo lleva 15 minutos.
En ocasiones un macho aparentemente estará cortejando a otro macho. Esto en realidad es un signo de predominio y los machos pueden empezar a luchar. Las tortugas jóvenes pueden llevar a cabo la danza de cortejo, pero hasta que no cumplen los 5 años de edad no han madurado sexualmente [9] y son incapaces de aparearse.
Después del apareamiento, la hembra pasará más tiempo tomando el sol con el fin de mantener calientes a los huevos.[9] Puede presentar un cambio de dieta, comiendo únicamente ciertos alimentos o no comiendo tanto como normalmente haría.[9] Esto es normal, pero se le debe seguir ofrecer comida durante el embarazo y tal vez ofrecerle diferentes alimentos a los acostumbrados. El periodo de gestación promedio es de dos meses, pero si la hembra no encuentra un lugar adecuado para colocar sus huevos, puede durar más. Una hembra puede poner de 2 a 20 huevos. Además puede tener varias puestas en una misma temporada de apareamiento. Dependiendo de varios factores, cada puesta se distanciará de dos a cuatro semanas de las otras. Durante las dos últimas semanas de gestación, la hembra pasará menos tiempo en el agua, olfateando y escarbando en la tierra. Esto indica que está buscando un lugar apropiado para poner sus huevos. Si se tiene en cautiverio, se puede poner a la hembra en un embalse con unas 4 pulgadas de tierra para que haga la puesta. Es aconsejable no retirar los huevos del lugar donde hayan sido enterrados, pero si se deseara o fuera necesario hay que hacerlo con mucho cuidado para no romperlos y colocarlos en su nueva localización de la misma forma en que estaban dispuestos en el nido original (es decir, no ponerlos boca abajo, sino con la misma cara hacia arriba). Para hacer el nido, la tortuga excavará cuidadosamente un hoyo en el sitio elegido con sus patas traseras y depositará ahí sus huevos.[10]
Los huevos, que tienen una textura un tanto rugosa, nacerán de 80 a 85 días después de que fueron enterrados. La tortuguita abrirá el cascarón con el "diente de huevo" que se le cae una hora después de haber nacido y nunca vuelve a crecer. Si la tortuga no se siente segura, permanecerá dentro del cascarón después de abrirlo por uno o dos días más. Si son forzadas a salir del cascarón antes de que estén listas, regresarán a él si les es posible. Cuando decidan abandonar el cascarón, tendrán un pequeño saco pegado a su barriga. Este contiene los residuos de lo que le sirvió para alimentarse durante el periodo de incubación y no debe ser removido. Hacerlo podría ser fatal para el recién nacido. El saco se cae solo, y cuando sucede se puede notar una pequeña herida en el caparazón de la tortuga. Ésta sanará por sí misma también y no necesita ser tratada.
Cuidados en cautiverio
Las tortugas japonesas suelen ser conservadas como mascotas. A menudo son vendidas a precios bajos junto con pequeños tazones de plástico, y pueden ser adquiridas por los niños, pero requieren cuidados específicos y muy meticulosos. Estas tortugas pueden vivir varias décadas con los cuidados adecuados, así que la posesión de una tortuga no es un asunto que deba tomarse a la ligera.
Las tortugas muchas veces vienen infectadas con la bacteria conocida como salmonella.[11] Aunque esto genera preocupaciones justificables, existen riesgos con cualquier mascota. Para muchos cuidadores, mantener la higiene básica reduce enormemente el riesgo de cualquier tipo de infección en la mayoría de los casos. El potencial riesgo en la salud es otra razón por la que los niños no deberían tener contacto con las tortugas de orejas rojas o ser sus cuidadores principales.
Dieta
Las tortugas japonesas son omnívoras[11] y se les pueden proporcionar una gran variedad de alimentos diferentes incluyendo plantas y otros animales. Esta gama de comida incluye el alimento prefabricado que venden en cualquier tienda de mascotas, algunas plantas acuáticas, vegetales, insectos, peces y a veces algún premio como camarón o fruta, así como un suplemento vitamínico ocasional. El calcio (necesario para la salud del caparazón) también es importante y debe ser administrado como parte de la dieta.[12] Se les puede dar a través del llamado hueso de jibia o de sepia, que les ayuda a recibir esta dosis fundamental de calcio y al mismo tiempo a afilar sus labios (al no tener dientes, utilizan los labios para partir su comida). El hueso de sepia puede dejarse flotando libremente sobre el agua y esperar a que lo atrapen. Estos huesos, formados por el pequeño molusco marino llamado jibia, se consiguen en la sección de aves de cualquier tienda de animales, ya que éstas los usan también para afilar sus picos. La dieta primaria de una tortuga de orejas rojas debe consistir en el alimento fabricado comercialmente, del que hay muchos tipos y variedades.
Las tortugas más jóvenes tienden a ser carnívoras[5] (comen más proteína animal), y cuando crecen se vuelven más herbívoras. Cuando tienen menos de 3 años, necesitan recibir muchas proteínas pues están en una etapa crucial de su crecimiento. En la naturaleza suelen alimentarse de grillos, caracoles de agua, gupis, lombrices de tierra y otros pequeños animales, que si se les pueden proporcionar en cautiverio, es mucho mejor.[12] Estos pequeños animales pueden ser criados en casa o se pueden conseguir en cualquier tienda especializada en reptiles. En cuanto a la carne, no es conveniente ofrecércelas cruda pues contiene mucha grasa y no obtienen todos los nutrientes necesarios de ella. En especial no se les debe dar pollo crudo, pues podría ser portador de salmonella. Si se les da pollo, éste debe estar cocido. También se les puede ofrecer pescado, procurando que sea de agua dulce y que no haya estado congelado, pues esto les ocasionaría problemas de salud a largo plazo. También se les puede suministrar artemia viva, que mantendrá activas a las tortugas a la hora de cazarla. Los camarones comerciales deshidratados pueden dárseles ocasionalmente, pero no deben tomarse como la base de su dieta. Se les pueden ofrecer frutas, siempre y cuando no sean ácidas, y vegetales, pero debe tenerse cuidado con la lechuga pues si ingieren demasiada actuará como laxante.
La frecuencia con que deben ser alimentadas depende especialmente de su edad. Mientras más pequeña sea, con más frecuencia se les debe dar de comer (hasta dos veces al día). A los ejemplares adultos se les puede proporcionar alimento 1 vez por semana. En cuanto a las raciones, lo mejor es darle alimento hasta que se rehúse a comer más, para asegurarse de que quede satisfecha.
Las tortugas necesitan estar en el agua para tragar la comida ya que no producen saliva. Pueden tomar alimentos que estén en tierra pero se los llevarán dentro del agua para consumirlos. Además, conviene alimentar a la tortuga en un contenedor separado pues esto propicia un hábitat más limpio que requerirá menos mantenimiento y cambios de agua menos frecuentes. Hacer esto crea un ambiente más saludable para las tortugas japonesas.
Cuando la temperatura del ambiente está por debajo de los 10 °C (50 °F), las tortugas pueden hibernar y no comen. Cuando está entre los 10 °C y los 20 °C (68 °F), pueden ser alimentadas una vez al día. Cuando se encuentra entre los 20 °C y los 30 °C (86 °F), se les puede dar de comer 2 ó 3 veces al día. Las tortugas de orejas rojas necesitan mucho alimento en los días de verano en que la temperatura supera los 30 °C.
Hábitat
La tortuga debe conservarse en un acuario u otro recinto siempre en proporción a su tamaño. El tamaño del tanque es el primer aspecto sumamente importante que hay que tomar en cuenta. Los pequeños contenedores portátiles que se suelen vender junto con la tortuga japonesa bebé a la hora de adquirirla son completamente inadecuados incluso para los individuos más pequeños. Una pauta usada por muchas personas para determinar el tamaño adecuado del tanque es, como mínimo, 10 galones de agua por cada pulgada de longitud del caparazón. De esta forma, un solo adulto de esta especie requerirá entre 90 y 120 galones de agua en su tanque. El nivel de agua debe ser tan alto como sea posible, pero no lo suficiente como para que escapen.
Es necesario que haya suficiente agua en su recinto. No obstante, para las tortugas más jóvenes el nivel del agua les debe permitir pararse y alcanzar el tope del agua con la cabeza, si no llegaran a la superficie estirando el cuello podrían ahogarse por no poder salir a respirar. Si la tortuga aparentemente se está ahogando cuando se aumenta el nivel del agua, entonces debe retirarse del recinto inmediatamente. Aunque puede ser que la tortuga no quiera nadar al principio, aprenderá muy rápidamente. La filtración y calidad del agua también son aspectos importantes en un ambiante bien mantenido. Ya que las tortugas japonesas en cautiverio comen, duermen y producen sus deshechos en la limitada cantidad de agua en la que se encuentran, es crucial tenerla bien filtrada. El agua limpia reduce en gran medida la aparición de infecciones y el crecimiento de algas y hongos. La presencia y el desarrollo de bacterias dañidas y deshechos debe ser supervisada regularmente para que no surjan problemas más tarde.
Un área de descanso en la que la tortuga pueda secarse debe incluirse en su hábitat. Una lámpara de calor también es ampliamente recomendada para las tortugas que vivan bajo techo o donde no reciban directamente los rayos del sol. Si la lámpara se usa dentro, las tortugas deben tener acceso a ella por tres o cuatro horas diarias. El agua debe mantenerse a una temperatura constante que oscile entre los 24 y los 30 grados Celsius (75-85 °F); aguas con menor temperatura pueden inducir a la tortuga a hibernar. Algunas secciones de agua a temperaturas muy frías a veces son llamadas "zonas de muerte", ya que no son lo suficientemente frías para que la tortuga intente hibernar, pero sí lo suficiente para que se pueda impedir su correcto metabolismo. La calidad del agua con cualquier tortuga acuática puede convertirse en un serio problema. Las heces de las tortugas se acumulan rápidamente, y el amoniaco resultante aunado al crecimiento de bacterias puede ser seriamente perjudicial para la salud de estos animales. Un buen filtro de acuario generalmente ayuda a controlar este problema, al igual que usar un tanque de alimentación separado, pero un frecuente cambio de agua es muy necesario para asegurar su buena salud. Para las tortugas adultas (entre los 20-30 cm de longitud de caparazón) se acepta un tanque con un volumen de por lo menos 500 litros (aproximadamente 132 galones). Otra posibilidad es conservar a la tortuga en un estanque en el jardín o en una pequeña alberca de plástico siempre y cuando esté cerrada por la parte superior para protegerla de los posibles depredadores, como perros o gatos callejeros.
Otro requerimiento es que el área de descanso esté equipada con una lámpara de rayos UV, que simula los rayos del sol y le da a la tortuga las vitaminas que necesita para metabolizar el calcio y mantener su caparazón saludable.
Enfermedades
Las tortugas pueden contraer diferentes infecciones o padecimientos. En la mayoría de los casos, esto sucede por la falta de higiene en el agua, cambios bruscos de temperatura, falta de luz o mala calidad de los alimentos que se le proporcionan. A veces una tortuga que se alimentaba con normalidad puede dejar de comer, pero esto es algo normal. Suelen ser muy selectivas con sus alimentos y es probable que se hayan hartado del que se les suministraba. Para solucionarlo se le pueden ofrecer nuevos alimentos hasta que vuelvan a alimentarse como antes. Sin embargo, hay ocasiones en que el animal deja de alimentarse y su debilitamiento se hace notorio, por lo que conviene consultar con un experto. Mientras tanto es aconsejable darle distintos tipos de comida y elevar la temperatura del agua.
Cada enfermedad viene acompañada de síntomas específicos, pero para comprobar el estado de salud general del animal pueden realizarse sencillas observaciones como el comportamiento de la tortuga, sus excrementos, su apetito, si los ojos se encuentran hinchados, su respiración, si estornuda o tose, comprobar la dureza de su caparazón o si éste presenta manchas blancas.
Caparazón
El ablandamiento del caparazón es una de las enfermedades más comunes y se debe principalmente a la falta de calcio y luz de espectro en la tortuga. Aunque se incluya calcio en la dieta del animal a través de comida rica en este elemento o suplementos como el hueso de jibia, si no recibe suficiente luz el calcio no podrá fijarse al caparazón. A veces también aparecen unas pequeñas manchas blancas en el mismo. Para solucionar este problema, se debe conseguir una luz de espectro total, y si ya se tiene, incrementar las horas de exposición. Si no hay ninguna mejoría después de un tiempo o la enfermedad ya está avanzada, debe consultarse a un veterinario.
Otro problema que puede aparecer con el caparazón es su decoloramiento. Este se debe principalmente a que hay cloro en el agua o que la tortuga tiene un exceso de vitamina A en el organismo. También puede surgir una capa blanca semejante al algodón sobre la cubierta. Estos son hongos que aparecen por un exceso de humedad en el ambiente, ocasionado probablemente porque la tortuga pasa demasiado tiempo en el agua y no recibe suficiente luz. Si la infección no está muy avanzada, basta con darle baños con agua salada tibia por 30 minutos diarios. En un par de días se debe notar una mejoría. Hasta que se haya recuperado, hay que tener a la tortuga por lo menos 10 horas al día fuera del agua.
Ojos
Puede que la tortuga tenga una infección ocular si mantiene los ojos cerrados por mucho tiempo, se ven hinchados o ésta se rehusa a comer. Este tipo de infecciones se originan por falta de vitamina A o porque el agua está demasiado sucia. Para solucionar este problema, conviene cambiar el agua más seguido, aumentar la temperatura de la misma ligeramente y agregar vitaminas a su comida. Si después de unos pocos días no presenta ninguna mejoría, debe consultarse a un veterinario.
Respiratorias
Éstas se pueden detectar cuando a la tortuga le salen mucosidades o líquidos de la nariz, respiran con la boca abierta, tienen poca actividad, poco apetito o nadan de lado o inclinándose hacia un lado. Para solucionar esto, se deben mantener dentro de la casa en una habitación bien cerrada para que no entren corrientes de aire. Hay que mantenerlas en agua a una temperatura por encima de los 25°C, este factor es muy importante pues atacará directamente la enfermedad, al reforzar el sistema inmunológico del animal. Si se tienen varias tortugas, hay que separar a la enferma de las demás, pues estas enfermedades son muy contagiosas. Si en 5 días no se observan mejorías, debe ser llevada con un veterinario.
Digestivas
Las causas de que la tortuga contraiga constipación o estreñimiento están en la dieta que lleva. Si su dieta es pobre en vitaminas y fibra, será propensa a constiparse. Si la tortuga come normalmente pero no defeca, es probable que esté constipada. La frecuencia de la defecación depende de la frencuencia de la alimentación y de los alimentos que ingiera. También es un signo de este mal que la tortuga se patee la cola con sus patas traseras. Para inducirla a defecar, hay que colocarla en un recipiente con agua tibia. Para prevenirlo, lo mejor es variar un poco su dieta, ya que darle el mismo alimento todo el tiempo es una de las principales causas de la constipación. El caso contrario al estreñimiento es la diarrea, donde el animal defeca en exceso y sus heces son muy blandas. Se origina porque su dieta está constituida exclusivamente de fruta, por haber ingerido un alimento en mal estado, o por comer demasiada lechuga. Para resolver esto basta con darle alimentos menos hidratados y controlar más la limpieza del agua, pues si está muy sucia podría propiciar la aparición de lombrices en su sistema digestivo. También conviene revisar la fecha de caducidad de los alimentos que se le proporcionen.
La tortuga puede también estar sobrealimentada. A las más pequeñas (menos de 2 cm de largo) se les debe de alimentar dos veces al día con pequeñas cantidades de comida. Si se tardan más de 10 minutos en ingerirla toda, lo recomendable es retirar el sobrante y proporcionarle cantidades menores de alimento en el futuro.
Ansiedad y estrés
Las tortugas japonesas deben tener un recinto tranquilo, libre de estrés, para que su sistema inmunológico siempre funcione correctamente. Jugar con ella demasiado tiempo puede fatigarla y provocarle mucha tensión, lo que puede terminar en un cuadro de estrés muy grave.
Referencias
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Véase también
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga una galería multimedia sobre Trachemys scripta elegans.
- El pantano de Reslider
- Tortuga de Florida en Belonweb
- La tortuga de orejas rojas, un galápago muy delicado
- Atlas Dr. Pez
- Tortugas en AmordeMascota
- Tortuland El mundo de las tortugas acuáticas
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