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Cafés-teatros de Madrid

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Los cafés-teatros de Madrid tienen su origen en el primitivo modelo de cafés cantantes aparecidos en la capital española a mediados del siglo XIX en el marco histórico de los años que precedieron a la Revolución de 1868 o La Gloriosa, también conocida por La Septembrina.[1]​ Desde entonces, han proliferado o se han marchitado siguiendo estímulos proporcionales a la actividad sociopolíticocultural de la vida madrileña,[2][3]​ en una cartelera multifacética que abarcaría desde el decimonónico Café del Recreo (inaugurado el 27 de abril de 1866),[4]​ o el emblemático Café de Capellanes,[a]​ hasta un innovador Off calle Fuencarral.[5]​ Con frecuencia, el modelo del café-teatro se asocia con otros fenómenos del mundo del espectáculo como son el café-lírico, el café-cantante y el café-concierto, y en ciertos aspectos formales con el cabaré.[6]

Ante un público muchas veces entregado y casi siempre informal, incluso familiar, sus modestos escenarios tuvieron días de gloria y lágrimas.[7]Cenit y nadir de autores y actores olvidados y de inolvidables maestros de la escena, los cafés-teatros de Madrid han escrito en las páginas de su historia una interminable lista de nombres, a veces discordantes. Estrellas del flamenco del fuste de Silverio Franconetti,[8]La Argentinita o Vicente Escudero; cómicos castizos como la pareja Prado-Chicote y humoristas de la escena del siglo XX de muy diverso perfil;[9]cupletistas desde Goyita o La Chelito hasta Olga Ramos;[10]​ dramaturgos de la A a la Z, entre el sainete, el 'entremés político' y la farsa cabaretera; actores luego consagrados por el cine (como Fernando Fernán Gómez, Ana Mariscal,[11]Pedro Almodovar o Carmen Maura, citando casi al azar); o todo un rosario de jóvenes cantautores,[12]​ desde los contestatarios contra el franquismo hasta la juventud burguesa de la movida madrileña.[13][14]​ Iniciado el siglo XXI, el último relevo queda en disputa abierta entre el Madrid más «friki» del Matadero o la zona histórica de Ópera, y las nuevas apuestas teatrales en los viejos focos de Chueca, Lavapiés, Malasaña y La Latina.

Espacio escénico

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Desde su origen, el café-teatro queda definido por la doble funcionalidad que plantea su nombre: un lugar donde se puede consumir lo que ofrezca su modesto servicio de hostelería mientras se asiste con mayor o menor atención al desarrollo de un espectáculo dentro de los amplios parámetros de lo teatral o teatralizable.[15]​ Aún más definitorio es quizá que el espacio escénico donde transcurre la representación aparece -en la mayoría de los casos- desnudo de telones, bambalinas, bastidores o forillos, rompiendo así el esquema tradicional común al fenómeno conocido como "cuarta pared".[16]​ Por otro lado, en su aspecto social se anotan como características esenciales la absoluta carencia de etiqueta y ceremonial (ir al teatro, estar en el teatro, ocupar localidad, etc.); por el contrario, el público del café-teatro no se viste para la función, ni saca entrada (porque el uso generalizado es que se incluya en la consumición como un cargo en el precio de la misma), ni ocupa localidad predeterminada o numerada. El público de un café-teatro disfruta con parejo y alternativo placer de la consumición y la función y se marcha cuando le da la gana. Es el fenómeno teatral despojado de toda oficialidad.[17][18]​ Consecuentemente, el espacio del café-teatro acoge formas, géneros y tipos de espectáculo con sencilla o inexistente tramoya, como en el caso de los magos, prestidigitadores, humoristas, mimos o cuentacuentos, en muchos aspectos herederos de la figura del bululú, representante desde el Siglo de Oro Español del más elemental ejemplo de compañía teatral.[19]

Historia

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El Cruz de Malta

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Algunos autores mencionan el café de la fonda de la Gran Cruz de Malta como primer café-cantante que existió en Madrid.[20]​ Funcionando entre 1780 y 1830, estuvo situado en la calle del Caballero de Gracia y según documenta el flamencólogo José Blas Vega, fue en este café donde se celebró la primera actuación musical de que se tiene noticia en la historia de los cafés madrileños, por lo referido y anunciado en Paseo por Madrid o Guía del forastero en la Corte.[21]​ Dato que confirma Mesonero Romanos en sus Memorias de un setentón, donde el ilustre cronista cuenta que dicho establecimiento "conservó su primitivo carácter de café cantante".[22][b][23]​ También escribió Mesonero sobre el encendido ambiente político que durante el Trienio Liberal se vivió en La Cruz de Malta, y en otros primitivos cafés madrileños como el café Lorencini o La Fontana de Oro, donde en los últimos años del reinado del Rey Felón, los liberales escribieron singulares páginas de su historia. Páginas reales que pocos años después convirtió en fantasía histórica Benito Pérez Galdós en su primera novela publicada, titulada precisamente La Fontana de Oro. Todo esto sugiere que el primer teatro de café que se vivió en los locales madrileños fue un teatro politizado o fruto de las tribunas de discurso político, de tan teatral tradición.[24]

Café-teatro de la Infantil

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Anterior y contemporáneo del primer teatro Romea madrileño, fue el café-teatro existente, desde finales de la década de 1860, en la calle de Carretas (y que más tarde sería domicilio del segundo Romea de la capital de España). El café-teatro de Carretas se anunciaba con el curioso nombre de Teatro y Café de la Infantil, en el número 14 de esa céntrica calle, a unos metros de la Puerta del Sol. En la publicidad inserta en la prensa madrileña se prometía que al que hiciera "gasto del real y medio en el café" se le regalaría "un billete para una función".[25]​ El teatro-café de la Infantil dejó de funcionar como tal a finales de 1889, pasando temporalmente su espacio a dedicarse a almacén de paños. Su última función fue el apropósito ¡¡El dengue!!, de Anselmo Rodríguez Fernández.[c]

Capital flamenca

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Un café cantante. Óleo de José Alarcón Suárez (hacia 1850) [1].

Varios autores insisten en subrayar la capitalidad de Madrid como centro difusor de la esencia cultural del cante jondo, el baile y la cultura del duende flamenco.[26]​ Estudios, considerados clásicos, de Ricardo Molina y Antonio Mairena, Manuel Ríos Ruiz o Antonio Mata,[d]​ (además de la extensa bibliografía sobre el tema firmada por Blas Vega) han puesto de manifiesto la presencia e importancia de un fenómeno social que a excepción de Ramón Gómez de la Serna y el cronista Antonio Velasco Zazo,[27]​ pasó inadvertido durante más de un siglo para historiadores y cronistas locales. Habría que esperar al último cuarto del siglo XX para que los investigadores trazasen un mapa documentado de la presencia del flamenco en los cafés-teatros o cantantes en la capital de España.[e]

En conjunto, en el periodo mencionado entre el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX, se documenta la existencia en Madrid de más de ochenta locales de café-teatro, en su mayoría cafés cantantes con programación habitual de espectáculos flamencos.[28][f]

Silverio Franconetti, Tomás el Nitri, Antonio Chacón, Enrique el Mellizo o la Niña de los Peines son algunas de las figuras del flamenco más destacadas de todos los tiempos que estuvieron presentes en el proceso de la mencionada capitalización de Madrid como estrado del arte flamenco.

Todavía en el último cuarto del siglo XX, se registraban intentos de recuperación romántica del fenómeno flamenco en el ámbito íntimo del café cantante en algunos locales con vocación de café-teatro del Madrid de tradición chispera.[29]

Los bufos madrileños

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Otro capítulo importante en la popularización del café-teatro en Madrid fueron los llamados "bufos" («bouffes»). Presentados en Madrid en 1866 por la compañía de "Bufos Madrileños" creada por Francisco Arderíus, siguiendo el modelo parisino de Offenbach,[30]​ aquel nuevo juguete cómico que revolucionaría el gallinero teatral madrileño se extendió como la pólvora por los locales madrileños, cafés y teatros de mayor aforo a medida que lo exigió su arrollador, aunque efímero, éxito de público.[31][32]

Capellanes y el Paul

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Portada de la novela (folletín) Los Misterios de Madrid: El Salón de Capellanes, obra de Rafael del Castillo, editada en Madrid en 1863 por la Imprenta del librero Miguel Guijarro. El Capellanes fue el primer local teatral madrileño que estableció el romántico "ambigú".[33]

Considerado oficialmente como el primer café-teatro de Madrid,[34][5]​ el Salón Capellanes revolucionó los esquemas tradicionales físicos del teatro de corrala al instalarse en el antiguo patio del Hospital de la Misericordia, disponiendo de las galerías de dicho patio como aireado foyer, aportando zonas de estancia y descanso que le hicieron muy popular.[35]​ Los bailes de aquel auténtico "local de fusión" fueron tan populares que quedaron inmortalizados en algunos versos como los de la habanera cuyo estribillo recomendaba:[36]

No me lleves a Paul
que me verá papá.
Llévame a Capellanes
que estoy segura
que allí no irá.

El local, cuya reputación anduvo bastante tiempo en entredicho,[37]​ acabó convirtiéndose en un pequeño teatro con un aforo de cuatrocientas personas (que con el tiempo sería ampliado a setecientas). Los cronistas Pedro de Répide y Ángel Fernández de los Ríos coinciden en el dato de que el año 1876, el teatrito de Capellanes pasó a llamarse Teatro de la Risa.[38]

En el mismo periodo del último cuarto del siglo XIX, entre los locales que le dieron réplica y relevo al Salón de Capellanes, el más famoso y popular fue sin duda el multifacético Teatro Circo Paul.[5]​ A la zaga de estos dos clásicos en la historia de los cafés-teatros de Madrid, pueden anotarse las pequeñas catedrales del género chico que fueron el café Iris, el café de Colón, el café Novedades, el café del Cármen, el café de los Artistas, el café de Eslava, el café de Embajadores, o el singular café del Recreo.[39][18]​ Otros locales que en algún momento de su existencia funcionaron como café-teatro y pueden anotarse aquí: el café de Lozoya en la calle San Bernardo, el café de San Isidro en la calle Toledo, el café del Vapor en Las Salesas, el café de San Marcial, el de San Fernando y el de San Francisco, el café Sur y el café Amistad, el Calderón de la Barca y el España, el café Morella y el café de la Industria, y un relativamente largo etcétera.[7]

siglo XX

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El primer tercio del siglo XX no impuso apenas variantes en el modelo del café-teatro decimonónico. Sainetes, y otros sencillos montajes o puestas en escena de la popular familia del llamado género chico, ocuparon sus modestos escenarios extendiendo su sombra hasta finales de la década de 1950.[5]​ El tipo de café-teatro 'contemporáneo' apareció a partir de 1961, siguiendo modelos parisinos como La Vielle Grille o Le Royal, y se materializó en locales como el Lady Pepa, abierto en la capital del España por Concha Llorca en 1967,[40]​ poniendo en escena la obra de Enrique Bariego Esperando a Godofredo (versión ridícula del intelectual Esperando a Godot de Samuel Beckett). Al Lady Pepa le seguirían en los últimos años del franquismo (y contagiándose en ocasiones del clima de inquietud social de ese periodo) otros locales como: El Búho Rojo, Ismael, El Biombo Chino, La Boite del Pintor, La Fontana, Morrison, Micheleta, Le Canotier, Stéfanis, Bong-Bing o Martin's.[5]​ Acompañando a la Transición Española se abrirían luego Damajuana, La Aurora, El ángel Exterminador, Candilejas o ya en los ochenta, el movimiento Off Fuencarral bautizado así por la periodista Rosana Torres y concebido como experiencia teatral sin espacio físico concreto, y cuyos montajes (desde el cabaré más elemental a los montajes de corte tradicional o espectáculos parateatrales híbridos) se ponían en escena en bares de la zona que limita la calle de Fuencarral y el barrio de Chueca.[41][g][42]

Experiencias como La Cochu (hija de Premamá, acrónimo de Prensa Marginal Madrileña) o el Off Fuencarral sirvieron de lanzadera a la llamada movida madrileña fusionando el espacio tradicional del café-teatro, el bar de copas y el café concierto en locales que llegarían a ser históricos -en el selecto ambiente de la movida. Algunos nombres: Elígeme, El Foro, Vaivén, Tara, Café de Maravillas, San Mateo 6, No se lo digas a nadie, Casi.casi, Yastá, El Pentagrama, Bóvedas, King Creole, El Avapiés o el propio Teatro Alfil. Y entre los participantes, llegados de todos los frentes del espectáculo y muy diversos confines del territorio nacional, pueden mencionarse, entre el capricho y el desorden, grupos como Espacio Cero, El Silbo Vulnerado, GAD o Producciones marginales; actores antes o después consagrados por el público, como Pepe Rubianes o Albert Vidal; choumans de fusión musical como el señor Monzón y su inseparable "Reverendo", cómicos como Juan Gimeno, Faemino y Cansado o el camaleónico Moncho Alpuente. De allende las fronteras patrias también llegaron propuestas participativas y enriquecedoras como el cabaré bretchiano de Johannes Vardar o la opereta-rock germana de Fever Relter. En la infantería de este capítulo del café-teatro en Madrid, cerraron filas en los últimos años del siglo: Loles y Eva León, "Fama", Paco Clavel, Las Virtudes, La Belle Époque, Tona, Otxoa, Susana Mayo, Di Giorno o los Hermanos Trompicelli, entre otros muchos.[41]

siglo XXI

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Del strip-tease al performance

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Navegando siempre en la órbita del cabaré, con la nueva competencia del conjunto de fenómenos parateatrales agrupados en torno al término teatro de calle, y a la zaga de modelos innovadores internacionales, e incluso recuperando parte del espíritu y la mecánica del Off Fuencarral, el café-teatro del Madrid del siglo XXI muestra una página casi en blanco que difícilmente intentan representar variantes del strip-tease en los locales cerrados y ecos del performance americano y europeo en los espacios abiertos. Dentro del esquema tradicional, aun conserva local el que fuera mítico Lady Pepa;[43]​ no muy lejos de él, entre la Puerta del Sol y Ópera funciona el Café-teatro Arenal; y ya en el nuevo emporio cultural del antiguo Matadero puede citarse también el café-teatro de las Naves del Español.[44]

Véase también

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Notas

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  1. Martínez Olmedilla, en la única página que dedica a los cafés-teatros en su recorrido por la historia madrileña del teatro, da como primero en su género al Capellanes, "cuyo dueño, agotada la explotación de los bailes que le hicieron célebre, colocó un tabladillo, donde actuaban cómicos de escasa categoría. Se presenciaba el espectáculo y los ensayos por el precio de la consumición, dos reales, que era lo que costaba un café con leche, incluida la propina". (ver bibliografía)
  2. El hispanista John E. Varey, cita un interesante documento fechado en 1829, donde Francisco Tadeo Calomarde le informa al Corregidor de la villa de Madrid, la decisión del rey, ignorante hasta ese momento de que se permitiesen "conciertos de música y funciones en el Café de la Cruz de Malta", de que queden prohibidos estos actos públicos "durante la santa Quaresma". Dato que confirma lo antedicho por Blas Vega y Mesonero.
  3. El nombre de este café con teatro aparece en La traducción española de la opereta La Diva, de Jacques Offenbach, Henri Meilhac y Ludovic Halévy) —opéra bouffe en tres actos estrenada en París el 22 de marzo de 1869 con los «Bouffes-Parisiens» en la Salle Choiseul)—, inmortalizó el nombre de este café-teatro en estos versos de una copla insurgente: "Y nos juramos amor fiel/ ante el tricornio de un civil/ la noche de San Daniel /en el café de la Infantil". La mencionada "noche de San Daniel" hace referencia a los hechos ocurridos el 10 de abril de 1865, cuando encontrándose entonces la Universidad Central de Madrid en la Puerta del Sol, una manifestación de trabajadores y estudiantes fue disuelta con violencia por la Guardia Civil y el ejército, dejando un total de catorce muertos y ciento noventa y tres heridos. La protesta la originó la destitución del entonces catedrático Emilio Castelar Ripoll (más tarde Presidente de la primera República), a raíz de la publicación del artículo "El rasgo", en el que no quedaba muy bien parada la reina Isabel II.
  4. Molina y Mairena en su Mundo y formas del cante flamenco, Madrid, Revista de Occidente, 1963; Ríos Ruiz en la Introducción al cante flamenco, Madrid, Istmo 1972; y Antonio Mata con La verdad del cante, Madrid 1976.
  5. Así queda anotado en Y Madrid se hizo flamenco de Antonio Escribano y en la guía de Lorenzo Díaz Madrid. Tabernas, botillerías y cafés (1478-1991), además de en los referidos estudios de José Blás Vega, en especial en Los cafés cantantes de Madrid (1846-1936), obra que puede considerarse aglutinadora y capital, publicada ya en 2006.
  6. Arie C. Sneeuw, en su libro Flamenco en el Madrid del siglo XIX (1989), deja noticia de un total de 33 cafés cantantes en ese final de siglo, entre los que se incluyen algunos en los que no ha quedado constancia de presencia flamenca, pero que sí pudieron contenerla dentro de su programación de espectáculos. En esta lista están salones importantes como el café del Príncipe, la Cruz de Malta, el Café de Levante y el Café de las Columnas.
  7. Puede documentarse como uno de los experimentos previos al Off Fuencarral, sin la etiqueta evocadora del lejano Off Broadway, el conjunto de actividades entendidas como "conspiración cultural" que en ese mismo barrio madrileño puso en marcha la empresa underground La Cochu (Laboratorios Colectivos Chueca) hacia 1977, que tenía su sede en la esquina de la calle de Augusto Figueroa con Fuencarral.

Referencias

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  1. Agulló, 1972, pp. 27-32.
  2. Castilla, 1977, p. 62.
  3. Antología
  4. Suárez Perales, Ana (2003). El Teatro en Madrid. Madrid: La Librería. p. 50. ISBN 8495889587. 
  5. a b c d e Gómez García, 1997, p. 131.
  6. Díaz Caro, Ángel (13.15.2012). «Los cafés-teatros». Consultado el 9 de marzo de 2015. 
  7. a b Martínez Olmedilla, 1947, p. 123.
  8. Blas Vega, 2006, p. 13-20.
  9. Barrera, 1983.
  10. Víllora, 2007.
  11. Mariscal, Ana (1984). Cincuenta años de teatro en Madrid. El Avapies. ISBN 8486280044. 
  12. González Lucini, Fernando (2006). Y la palabra se hizo música. La canción de autor en España. Madrid: Fundación Autor. 
  13. Fernández Torres, Alberto (coord) (1987). Documentos sobre el Teatro Independiente. Madrid, INAEM. pp. 111-115. ISBN 9788450550030. 
  14. Gallero, José Luis (1991). Solo se vive una vez. Esplendor y ruina de la movida madrileña. ISBN 9788488020000. 
  15. Gómez García, 1997, p. 130-131.
  16. Pavis, 1997, p. 105-106.
  17. Pavis, 1997, p. 61-62.
  18. a b Huerta, 2005, p. 109.
  19. Bululú en el DRAE
  20. Gea, 2002, p. 81.
  21. (1815). Imprenta Repullés, ed. Paseo por Madrid. Madrid. pp. 101-102. 
  22. Mesonero Romanos, Ramón (1881). Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid. Madrid: Oficinas de la Ilustración Española y Americana. p. 221. 
  23. Varey, John E.. Los títeres y otras diversiones populares de Madrid, 1758-1840. edición e-book de Támesis Books (1972). p. 252 (Núm: 177 (a). ISBN 9780900411342. 
  24. Castilla, 1977, p. 62-3.
  25. "El Café de la Infantil y el Teatro Romea", estudio de M.R. Giménez publicado en octubre de 2013, con imágenes de la B.N.E. Consultado en julio de 2014
  26. Blas Vega, 2006, p. 17.
  27. Ramón en su biblia literaria La Sagrada Cripta de Pombo fue el primero en reseñar la existencia de estos locales mixtos, y Antonio Velasco Zazo en su Florilegio de los cafés ( Madrid, Victoriano Suárez, 1943) da detalles de diez cafés-teatros esencialmente flamencos.
  28. Blas Vega, 2006, p. 19-20.
  29. Torres, Rosana (2 de enero de 1987). «Un público diverso despidió el año en los cafés cantantes de Malasaña». Diario El País. Consultado el 5 de marzo de 2015. 
  30. Emilio Casares Rodicio. «Francisco Asenjo Barbieri: El hombre y el creador». Consultado el 5 de marzo de 2015. 
  31. Casares Rodicio , Emilio (1997). «Historia del teatro de Bufos, 1866-1881». Cuadernos de música iberoamericana. 2-3: 73-118. ISSN 1136-5536. 
  32. Castilla y 1977, 64.
  33. Sáinz de robles, Federico Carlos (1943). El Teatro Español. Historia y Antología. Tomo VIII. Madrid: Aguilar. p. 1254. 
  34. Blas Vega, 2006, p. 69-78.
  35. Fernández Muñoz, 1989, p. 126.
  36. De Répide, 2009, p. 390.
  37. Gea, 2002, p. 656.
  38. Fernández de los Ríos, 1876, p. 574.
  39. Suárez Perales, 2003, p. 50.
  40. Alba, Yolanda (1994). «Soy madrileño de barrio: Rafael Mendizabal». El País Semanal (31 de enero). 
  41. a b Gómez García, 1997, p. 604.
  42. De la Cruz, Luis. «La Cochu, el underground madrileño que vivió en Augusto Figueroa». Archivado desde el original el 17 de abril de 2016. Consultado el 6 de marzo de 2015. 
  43. . «Lady Pepa». Archivado desde el original el 15 de marzo de 2015. Consultado el 7 de marzo de 2015. 
  44. Sitio del café-teatro de las Naves del Español Archivado el 25 de marzo de 2015 en Wayback Machine. Consultado en marzo de 2015

Bibliografía

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  • Agulló y Cobo , Mercedes (1972). «Los cafés-teatros madrileños del siglo XIX». Villa de Madrid (Madrid). abril-septiembre (35-36): 27-32. 
  • Barrera, Antonio (1983). Crónicas del género chico y de un Madrid divertido. Madrid: El Avapiés. ISBN 84-86280-02-8. 
  • Díaz, Lorenzo (1992). Madrid. Tabernas, botillerías y cafés (1478-1991). Espasa Calpe. ISBN 9788423958344. 
  • Escribano, Antonio (1990). Y Madrid se hizo flamenco. Madrid: Avapiés. ISBN 8486280435. 
  • Fernández Muñoz, Ángel Luis (1989). Arquitectura teatral en Madrid. Ayuntamiento de Madrid, El Avapiés. ISBN 8486280362. 

Enlaces externos

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