Benito Soto Aboal

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Benito Soto Aboal
Información personal
Apodo Benito Barredo[2]
Nacimiento 22 de marzo de 1805 Ver y modificar los datos en Wikidata
Pontevedra (España) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 25 de enero de 1830 Ver y modificar los datos en Wikidata (24 años)
Gibraltar Ver y modificar los datos en Wikidata
Causa de muerte Ahorcamiento Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Española
Familia
Padres Francisco de Soto Franco[1]
Lorenza Aboal
Información profesional
Ocupación Pirata Ver y modificar los datos en Wikidata

Benito Soto Aboal -también de Soto- (Pontevedra, 22 de marzo de 1805 — Gibraltar, 25 de enero de 1830) fue un pirata español de principios del siglo XIX.

Biografía[editar]

Nace en el barrio pontevedrés de la Moureira en el seno de una familia numerosa de catorce hermanos, en una época sacudida por las guerras napoleónicas; sólo tres meses después se libra la batalla de Trafalgar y en poco más de tres años estalla la guerra de la Independencia. Su padre, Francisco de Soto Franco, se casó dos veces: con Manuela Aboal, primero, y con la sobrina carnal de ella, Lorenza Aboal, después. Benito es el tercero de los ocho hijos de este segundo matrimonio.[1][3]

De familia marinera humilde, se dedicó a la pesca y contrabando desde el primer momento. Pontevedra había sido económicamente pujante gracias a concesiones de la Corona: la fabricación de grasas de la sardina y el comercio de vino y salazones. Pero desde finales del siglo XVI la ciudad había entrado en una progresiva recesión económica.[4]​ Además, en el siglo XVIII se implantó la «Matrícula del Mar», sistema de reclutamiento forzoso con que dotar a los buques de la Armada española de tripulaciones competentes.[1]​ La obligatoriedad del alistamiento junto con la escasez de pagas y los peligros asumidos hacía que gran número de jóvenes trataran de eludirlo. Todo ello explica en parte que en aquellos años las actividades ilegales fueran recurso frecuente de subsistencia y así es muy probable que el adolescente Soto se desenvolviera en ellas.

Otra actividad muy lucrativa de la época era el comercio de esclavos. Sin embargo, desde comienzos del siglo XIX estaba siendo decididamente perseguido en Europa, en especial por el Imperio británico que con sucesivas medidas legislativas (1807, 1827, 1833 y 1834) prohíbe la trata y declara abolida la esclavitud. Cualquier barco negrero que navegara al norte de la línea del ecuador podría ser apresado por la Royal Navy.

Enrolado en el O Defensor de Pedro[editar]

El golfo de Guinea. Sao Jorge da Mina, destino africano del O Defensor de Pedro se encuentra en la actual Ghana (esquina sup. izda. del mapa).

En ese complejo contexto social, político y económico, Soto deserta de la «Matrícula del Mar» y parece ser que se traslada al Caribe donde se enrola de contrabandista en Cuba o puede que para ejercer la piratería en la isla Tortuga. En todo caso, consta que en 1827 se inscribe de segundo contramaestre del bergantín brasileño O Defensor de Pedro, nave licenciada para "… andar en corso contra la República de Buenos Aires y emplearse igualmente en mercancía donde le convenga y lícito fuese".[2]​ Es decir, se permitían tanto las acciones bélicas en el marco de la guerra argentino-brasileña (1825-1828), como las comerciales de la trata de esclavos. Para todo ello el buque "estaba armado con seis cañones de corto calibre en batería y otro montado en coliza [de cureña giratoria] del calibre de á 12; además llevaba el armamento portátil proporcionado al número de sus tripulantes"; y portaba un cargamento de "telas bastas, aguardiente, pólvora, fusiles, sables y otros efectos propios para el negocio que iban á emprender".[5]

La hoja de embarque describe a Soto «de pelo y cejas castaño, hoyoso de viruelas y ojos negros».[6]​ Más tarde, sus secuaces lo retratarán como:

… un hombre alto, color trigueño, picado de viruelas, cerrado de barba, con patillas negras, grueso, ojos y cejas negros, nariz y boca regulares, pelo negro, con un dedo, que es el pequeño de la mano derecha encogido y en la rodilla izquierda una cicatriz. [6]

Al mando del bergantín estaba el capitán Pedro Mariz de Sousa Sarmiento, oficial retirado de la Armada Imperial de Brasil. Además de Soto, que se hacía llamar «Benito Barredo», en la tripulación figuraban otros españoles: dos gallegos (el ferrolano Miguel Ferreira, y Nicolás Fernández, alias «Juan Caro») y un vasco de Mundaca, «el Vizcaíno».[2]​ El cometido del buque era zarpar de Río de Janeiro hacia el golfo de Guinea para recoger los esclavos en el que era el principal puerto esclavista del África atlántica: el establecimiento portugués de Sao Jorge da Mina en la bahía de Ohué (Costa de Oro).[2][4]​ El puerto, al norte de la línea ecuatorial, estaba en el punto de mira del Imperio británico, que perseguía la trata de negros. Con la Royal Navy al acecho, los buques negreros tenían que ser maniobrables y rápidos.

La expedición que parte de Brasil el 22 de noviembre de 1827[5]​ será el comienzo de Benito Soto como uno de los piratas de fama mundial entre los más sanguinarios, si no el que más.[6]​ El 3 de enero de 1828 llegan a su destino africano. Durante la travesía Soto se había ido haciendo con la confianza de parte de la tripulación y en la noche del 26 de enero,[5]​ estando el capitán Sousa Sarmiento en tierra, se amotina, leva anclas y se lanza de lleno a la piratería tras haber rebautizado el buque como «La Burla Negra».

Para algunos,[7][8]​ el cambio de nombre y el repintado de la nave en color negro suceden después del abordaje al The Morning Star. Con independencia de esto, tras el motín el segundo de a bordo es el francés Victor de Saint-Cyr (familiar de Laurent de Gouvion-Saint-Cyr, mariscal de Napoleón y a quien Soto llamará «Víctor Barbazán»[9]​); y el capitán de presa, José dos Santos. Soto comete ahora su primer asesinato, uno de los dos únicos que reconoció en el juicio: con «el Vizcaíno» abate de un disparo en la cabeza a Miguel Ferreira, que se había enfrentado a él en varias ocasiones, y lo arroja al mar[8]​:

… siendo como las tres y media de la madrugada, se dirige, acompañado de Antonio el Vizcaíno, al lugar donde Ferreyra descansaba entregado á un profundo sueño y disparándole, cada uno, un tiro de pistola, se deshace sin riesgo de aquel temible enemigo.[5]

Abordaje del The Morning Star[editar]

«La Burla Negra» acosando por popa al The Morning Star, primera víctima de Soto, según un grabado de Frederick Whymper (1838-1901).

El 19 de febrero, a los veintitrés días de la salida de Ohué, Soto divisa la fragata mercante británica The Morning Star a la altura de la isla Ascensión; capitaneada por Thomas Gibbs, transportaba un cargamento de ébano, pimienta, canela y café desde Colombo (Ceilán) a Londres. Su tripulación, totalmente desarmada, superaba las cincuenta personas, incluidos once militares enfermos, mujeres y niños.

La fragata pretende huir pero es inútil por la muy superior velocidad del bergantín. Tras una hora de persecución los piratas están ya al costado de los británicos y proceden al abordaje. José de Santos va al frente como capitán de presa; le acompaña, entre otros, Víctor de Saint-Cyr «Barbazán».[5]​ Armados de pistolas, sables y puñales encierran a los tripulantes y dan comienzo al saqueo de la nave en medio de toda clase de excesos. Asesinan a buena parte de la tripulación, barrenan el casco del The Morning Star para hundirlo y lo abandonan a su suerte poniendo rumbo norte hacia las islas portuguesas de Azores. Los supervivientes del asalto conseguirán evitar el hundimiento,[10][6]​ y tras un mes de navegación al garete serán rescatados por el capitán inglés Magnus Johnson al mando del Guildford.[11]​ El 18 de abril de 1828 el The Morning Star toca puerto en Gravesend.

Otros asaltos[editar]

Su segunda víctima fue la fragata norteamericana Topacio que provenía de Calcuta con un rico cargamento a bordo. La nave fue abordada, saqueada e incendiada después de masacrar a gran parte de su pasaje. En viaje a las islas Cabo Verde, Benito Soto abordó un segundo bergantín inglés, al que también hundió y ocho días después, cerca del archipiélago de las Canarias asaltó la fragata Sumbury de la misma nacionalidad, que viajaba a Saint Thomas, asesinando a su tripulación.

Poniendo proa nuevamente a las Azores, Benito Soto abordó de manera sangrienta un buque portugués procedente de Río de Janeiro, y en viaje de regreso a España asaltó el Cessnock, también lusitano y el bergantín inglés New Prospect. Ambas embarcaciones, en especial la británica, fueron víctimas de la crueldad del pirata y de la de Víctor Barbazán, su segundo en el mando.

Tras asesinar a tres de sus compañeros, por considerarlos poco leales, llegaron a puerto en La Coruña y, fingiendo uno de los piratas ser el legítimo capitán, vendieron la mercancía.

Detención y ajusticiamiento[editar]

Seguidamente, el barco se dirigió a las costas de Cádiz, donde planeaban deshacerse de él para retirarse y disfrutar de las ganancias. Sin embargo, al divisar el faro de la Isla de León lo creyeron el de Tarifa, y terminaron embarrancados a corta distancia de Cádiz. Tras un periodo inicial de confusión, la expectación generada provocó que fueran descubiertos, y diez miembros de la tripulación fueron ahorcados en la ciudad andaluza. El capitán Soto, por su parte, tras huir a Gibraltar, fue igualmente hecho preso y condenado a muerte en la horca en la colonia británica, por la ejecución u ordenamiento de 75 asesinatos comprobados y 10 embarcaciones saqueadas o hundidas. Según el historiador de la piratería Philip Gosse:

... Soto logró escapar a Gibraltar donde fue reconocido por un soldado del Morning Star que lo había visto cuando asaltó el buque. El pirata fue arrestado y juzgado ante sir George Don, gobernador de Gibraltar, y condenado a muerte. Fue enviado a Cádiz para ser ahorcado con el resto de su tripulación. La horca se erigió a la orilla del agua adonde de Soto fue transportado en un carro, con su ataúd. Una vez allí subió al ataúd para colocarse él mismo la soga alrededor del cuello, y gritando "adiós a todos" se arrojó al vacío.
Philip Gosse, 1924[12]

Benito Soto fue puesto en manos de la justicia inglesa por expreso deseo de Fernando VII. Sin embargo el rey reservó para las autoridades españolas el juicio y ejecución de la mayoría de su tripulación, ahorcados los días 12 y 13 de enero de 1830 y cuyas cabezas fueron exhibidas durante varios días para escarmiento.[3]

La calderilla de Benito Soto[editar]

El 3 de junio de 1904, en plena campaña de pesca en la almadraba de San José (Cádiz), un tal «Malos Pelos» encuentra unas monedas en la arena. Enseguida se corre la voz y aquel jueves de Corpus todo el pueblo se llevó monedas a casa.

Según algunos, lo que habían encontrado eran los restos del tesoro del Burla Negra, unas mil quinientas monedas de a ocho reales de curso legal durante el reinado de Fernando VI, acuñadas en Méjico a mediados del siglo XVIII. Conocidas como monedas «de ambos mundos», porque en su reverso figuraban dos esferas terráqueas, o «duros antiguos» por su semejanza con las monedas de cinco pesetas, desde entonces fueron popularmente llamadas «calderilla de Benito Soto».[13]

Al año siguiente, 1905, Antonio Rodríguez, «el Tío de la Tiza», compuso un tanguillo titulado «Los duros antiguos», himno oficioso del carnaval gaditano.[14]

Una versión poética de las andanzas de Soto[editar]

El poeta Andrés Muruais Rodríguez (1851-1882) escribió un poema dedicado a Benito Soto, cuyo título, "El milano de los mares", lo tomó de la novela de Alejandro Benisia (1830-1876). Se publicó por primera vez en la antología "Cantos inarmónicos" (enero de 1874), colección de poemas que se fueron publicando en el periódico pontevedrés El Deber.

Bebamos, gocemos, y en sangre teñidos
Cien cráneos rompamos, no hayamos piedad;
Mil muertos hollemos sobre ellos dormidos,
Y audaz nos despierte rugiente huracán.

Que el buque se encuentre de miembros sangrientos
Cubierto, y de rojo nos tiñan los pies.
Que apaguen las olas los sordos lamentos
De aquel que expirante su muerte prevé.

Que rujan los truenos, que nuestra victoria
Bramando del cielo pregone la voz,
Pues solo matando se encuentra la gloria
Y al fin si matamos también mata Dios.

Bebamos, borrachos el hacha empuñemos,
Brillantes los ojos indiquen furor;
Con ríos de sangre tan solo soñemos,
De gritos de muerte durmamos al son.

Que estalle iracunda tormenta horrorosa,
Que el rayo los cielos veamos rasgar,
Con furia indomable la mar caprichosa
Que el buque sacuda creciendo en afán.

Que el agua y la sangre nos mojen ¿qué importa,
Si el vino espumoso nos presta calor?
Bebamos, brindemos, la vida es muy corta.
No importa; retemos al mundo y a Dios.

Sones del Milano los que horribles canto,
Así entonan beodos roncamente
Mientras la noche extiende el negro manto
Sobre el dormido mar calladamente.

Y nubes que sombrías, silenciosas,
Allá en el horizonte se ocultaban,
Se extienden en figuras caprichosas
Mientras ellos su canto comenzaban.

Las tinieblas aumentan, llegan, crecen,
Recubre al horizonte negro velo
Que se extiende sin fin, y desaparecen
Revueltos en la oscura mar y cielo.

Un buque, a quien las sombras circundando,
Confuso e invisible hacen muy luengo,
Es quien está en su seno albergue dando
A una tripulación de almas de fuego.

La forman cien piratas, bravos, fieros
Que del mundo terror a centenares
Enemigos vencidos, prisioneros,
Arrojaron al fondo de los mares.

Feroces son: miradlos en la orgía.
Inmunda bacanal mejor sumidos,
De aspecto horrible, sucio y faz bravía,
Estúpido mirar y ojos hundidos.

Borrachos caen pero blasfemando
Se alzan luego con bocas espumantes
Y otra botella apuran pronunciando
Mil palabras obscenas, delirantes.

Y vuelven a caer pesadamente
Palabras murmurando incomprensibles,
En tanto el viento agita sordamente
Las olas con sus alas invisibles.

Y se insultan y arrojan con estruendo
De botellas los cascos ya vacíos
Con ellos la bodega recubriendo
Y al cielo desafían siempre impíos.

Van cayendo uno a uno, amontonados
Se agitan sobre el sucio pavimento
Y uno solo los mira aletargados
Distraído, sin voz, sin movimiento.

Es un gigante vigoroso, fuerte,
De barba larga, espesa, enmarañada,
Que una estatua asemeja por lo inerte
Y aterra allí mirarla colocada.

Su indefinible abigarrado traje,
El anchísimo, velludo pecho enseña
De piel curtida cual la de un salvaje
Que el coloso en lucir no se desdeña.

Su hercúleo brazo tiene arremangado.
En la ancha mano apoya la cabeza
Y el codo en tosca mesa sustentado,
Revela en su ademán honda tristeza.

Alguna vez sonríe; aterradora
Es la sonrisa que en sus labios vaga
Y un ligero carmín su faz colora
De un fuego interno chispa que se apaga.

A veces con mirada desdeñosa
Contempla a sus dormidos compañeros
Que a impulsos ruedan de la mar furiosa
Que el buque hace crujir con golpes fieros.

Otras presta atención y oye del viento
Al chocar en las velas los chasquidos
Pronunciando en voz baja un juramento
Con los ojos al cielo dirigidos.

Al fin se pone en pie; sobre cubierta
A un mástil arrimado vese luego
Contemplando la frente descubierta
Cual el mar se enfurece, con sosiego.

Su poblada melena el viento agita:
La obscuridad le envuelve, le rodea
De sus ojos tan sólo el fuego imita
La mirada que a veces centellea.

Dos horas pasan en que el viento arrecia
Las olas crecen, con el buque juegan
Y él permanece allí porque desprecia
Las olas que van y las que llegan.

Y crece el huracán y en furia crece
La mar que se revuelve alborotada
Y que goza en mirarla así parada
Pues deja oír sonora carcajada.

Y el buque salta, cruza, rompe, hiende,
Las olas ocultándose bajo ellas.
Pero pronto orgulloso, altivo asciende
Y la escena iluminan las centellas.

Rugiente el trueno ronco retumbando
Sobre los velos que extendió la noche
La voz de Dios parece amenazando
O al mundo dirigiendo algún reproche.

Y brilla el rayo rápido vibrante
Las sombras disipando débilmente
Un momento no más, un solo instante
Para hundirse en el mar rápidamente.

Y con estruendo aterrador prosigue
Rugiendo el trueno, el huracán bramando
Su furia sin que nada lo mitigue.
Siguiéndola el pirata contemplando.

Mas no sonríe ya: sino que inquieto
La oscuridad indaga y afanoso
Procura descubrir algún objeto
Que allá divisa sobre el mar furioso.

Ve allá a lo lejos cuando el rayo alumbra
Un buque que aparece y que se oculta
Que si a veces el mar al cielo encumbra
En su seno otras veces le sepulta.

Con voz que al trueno y al huracán domina
¡Presa a la vista! fuertemente grita.
Y un rayo en su mirada que examina
el objeto que el mar rugiendo agita.

Y pronto soñolientos la cubierta
Llenan los hombres que el Milano abriga
Tendiendo en derredor la vista incierta
Dispuestos del combate a la fatiga.

En desorden el traje, armas siniestras
Empuñan que al mirarlas horroriza:
Con furia las oprimen en las diestras.
Y se anima su faz dura, cobriza.

Y procuran la presa que codician,
Al alcance tener de sus cañones
Y el pensamiento abrigan y acarician
de vencerla luchando cual leones.

Y unas veces las olas los alejan
De la presa que hacer luchando quieren
Y a ella aproximarse otras los dejan
Y ellos con gritos el espacio hieren

Del trueno que ruge, ¿qué ronco bramido
Qué estrépito horrible la voz apagó?
¿Por qué los piratas con fuerte alarido
con ¡hurras!, saludan tan hórrido son?

La muerte invisible su aliento infectado
Lanzó a los cañones con torvo mirar
Las tablas del puente del buque atacado
De sangre muy pronto teñidas están.

Comienza el combate que el rayo ilumina
Al trueno responde la voz del cañón
Y sobre las aguas el viento camina
Movibles montañas formando veloz.

¡Viva! ¡Oé! valientes, son nuestras sus vidas
Luchando vencimos… ¡bien venga el botín!
¡A ellos! que viertan las anchas heridas
de sangre enemiga torrentes sin fin.

¡Qué caigan! ¡Que mueran! ¿Quién vence al pirata?
Ni ruda tormenta ni fuerte huracán
El mundo le tiembla cobarde y le acata
Las olas y el viento sumisos le están.

Benito Soto epónimo[editar]

Bibliografía[editar]

  • Alberto Fortes, Amargas han sido las horas. Ed. Novo Século, 1992.
    Novela cuyo argumento es una imaginada estancia de Edgar Allan Poe en Pontevedra, capturado por Benito Soto en uno de sus múltiples abordajes. La acción transcurre en el siglo XIX.
  • Ángel Joaniquet (periodista)
    • El viaje secreto del capitán J. Mirambell
      Novela (1998). Se hace referencia al supuesto tesoro del pirata Benito Soto guardado en la isla Trinidade.
    • Pirates i Corsaris y Nuestros Piratas, Ed. Noray 2002
      Relatos sobre las correrías de Soto y otros españoles en el Atlántico, así como la de los negreros Pedro Gibert, Bernado de Soto (otro pirata con el mismo apellido que Benito), Domingo Muñoz o Josep Sama.
  • Javier Castro y Enrique García Luque, Los Diablos del Mar. La odisea de la Burla Negra. Editorial Absalón, 2008.
    Ficción histórica basada en datos y hechos reales (sentencias, barcos atacados, mapas). Relaciona a Benito Soto con el hallazgo de los «duros antiguos».
  • Ramón Pedras -Petete-, Benito Soto, el último pirata (2009)
    Cuento sobre las aventuras del joven de la Moureira que con sólo 22 años se convirtió en el terror del Atlántico.
  • Alfonso F. Pousada (periodista), Benito Soto, pirata (2023)
    Artículo de investigación[18]​ donde además de explorar la genealogía de este personaje desde el siglo XVI, recrea el supuesto rostro de Soto -a partir de dibujos del siglo XIX- y su barco El Defensor de Pedro utilizando la inteligencia artificial.

Teatro[editar]

  • El último pirata (Jorge Parada Mejuto, 1996) es llevada a escena por la compañía de teatro pontevedresa "105 BESOS" de Vicky Estévez y Tito Montes.

Referencias[editar]

  1. a b c El sangriento gallego que se convirtió en el último gran pirata del Atlántico. El Correo Gallego (21 de septiembre de 2023). Vía Internet Archive, consultado el 1 de mayo de 2024.
  2. a b c d Pablo L. Orosa, Burla Negra: historia del último gran pirata del Atlántico. Jot Down. Vía Internet Archive. Consultado el 28 de abril de 2024.
  3. a b Salvador Rodríguez Valencia, La última burla del pirata Soto. Levante, el mercantil valenciano (2010). Vía Internet Archive. Consultado el 28 de abril de 2024.
  4. a b Benito Soto: en busca del último pirata del Atlántico
  5. a b c d e Joaquín Lazaga y Garay, Los piratas del Defensor de Pedro, «prolegómeno». Madrid 1892. Vía Google Libros. Consultado el 2 de mayo de 2024.
  6. a b c d José Benito García Iglesias, Benito Soto, psicópata, asesino y… pirata, Parte I. Pontevedra Viva (2016). Vía Internet Archive, consultado el 28 de abril de 2024.
  7. Alberto Casas, BENITO DE SOTO (2013).: II. La Burla Negra. Vía Internet Archive, consultado el 4 de mayo de 2024.
  8. a b Lalo Fernández Mayo, El último pirata. Vía Internet Archive, consultado el 4 de mayo de 2024.
  9. Celia Chaín-Navarro, Benito Soto, el español errante. Blog Cátedra de Historia y Patrimonio Naval (2012). Vía Internet Archive, consultado el 5 de mayo de 2024.
  10. Álvaro Ruibal, Aventura y leyenda de Benito Soto. Destino. Barcelona, 25 de noviembre de 1944. Página 6.
  11. Sarah Craze, Atlantic Piracy in the early 19th Century, the shocking story of the pirates and survivors of the Morning Star. Boydell Press 2022, pág. 37 (en inglés)
  12. Traducción del original en inglés.
    Philip Gosse (1879-1959), The Pirates' Who's Who. Burt Franklin, New York 1924. Vía Project Gutenberg. Consultado el 27 de abril de 2024.
  13. Antonio del Real Pasquín, Los duros antiguos de Cádiz y el último pirata del Atlántico. Armada española, consultado el 28 de abril de 2024.
  14. Alberto Casas, Benito de Soto (III) y "aquellos duros antiguos"
  15. Sheila Martínez Portela, Colección Benito Soto (1948-1952). Semblanza. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 2018. Vía Internet Archive. Consultado el 28 de abril de 2024.
  16. Archivado el 2 de diciembre de 2016 en Wayback Machine.
  17. Biblioteca Virtual de Andalucía, El milano de los mares : novela marítimo-histórica (1855) - Benisia y Fernández de la Somera, Alejandro, (1830-1876). Vía Internet Archive, consultado el 29 de abril de 2024.
  18. Alfonso F. Pousada, Benito Soto, pirata: línea de sangre para un sanguinario

Véase también[editar]

Enlaces externos[editar]