Ofensiva de Aragón

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Ofensiva de Aragón
la Guerra Civil Española
Parte de Guerra civil española
Fecha 7 de marzo de 1938 a 19 de abril de 1938
Lugar Aragón, Castellón y Lérida, España
Resultado Victoria rebelde
Beligerantes
Fuerzas sublevadas II República española
Comandantes
Fidel Dávila Arrondo
Juan Vigón Suerodíaz
José Solchaga
José Moscardó
José Enrique Varela
Antonio Aranda
Juan Yagüe
Mario Berti
Vicente Rojo
Enrique Líster
Karol Świerczewski
El Campesino
Fuerzas en combate
150.000 soldados 100.000 soldados
Bajas
Moderadas Gran número de bajas, incluyendo prisioneros

La Ofensiva de Aragón de la Guerra Civil Española fue una campaña del bando nacional iniciada apenas tres semanas después del fin de las hostilidades de la Batalla de Teruel. Esta ofensiva comenzó el 7 de marzo de 1938 y concluyó el 19 de abril del mismo año. Esta ofensiva golpeó a las fuerzas republicanas del Ejército de Levante, partiendo en dos el territorio bajo administración republicana.


Introducción

La batalla de Teruel había consumido los recursos bélicos del Ejército Republicano. Al mismo tiempo, Franco redistribuyó sin pérdida de tiempo el grueso de sus fuerzas a lo largo del frente de Aragón, entre la propia ciudad de Teruel y el sur de la provincia de Zaragoza. Su objetivo era aprovechar su ventaja local para conquistar el resto de Aragón, al tiempo que sus fuerzas penetraban en Cataluña y Levante. El ejército rebelde fue capaz de reunir para esta campaña a más de 100.000 hombres, incluyendo a sus tropas mejor preparadas, que irían en vanguardia de la ofensiva.[1]
A pesar de la inferioridad en hombres del bando nacional, este se encontraba mejor equipado y en mejor forma que su enemigo, cuyas tropas aún no habían podido recuperarse de las grandes pérdidas humanas y materiales sufridas en Teruel.[2]​ En cuanto al apoyo aéreo, los rebeldes contaban con cerca de 950 aviones, 200 carros de combate y algunos miles de camiones.[3]​ Y aparte de la ayuda de Alemania e Italia, Franco tenía la ventaja de contar con las industrias del norte de la península. Por su parte, la Segunda República Española recibía la ayuda soviética pero ésta tardaba en llegar a tiempo, además que dependía de la producción de armamento muy poco competente llevada a cabo por los anarquistas en Cataluña. Un testigo anarquista informó de que "A pesar del enorme gasto que supuso, nuestra organización industrial era incapaz de completar la producción de ningún tipo de fusil, ametralladora o cañón..."[4]

Ejército Rebelde

El ejército atacante estaba a las órdenes de Fidel Dávila Arrondo, apoyado por Juan Vigón Suerodíaz. José Solchaga, José Moscardó, Antonio Aranda, y Juan Yagüe eran los comandantes de los diferentes cuerpos de ejército, junto al general italiano Berti. La reserva estaba a las órdenes de García Escámez y García Valiño. Varela, con su Cuerpo de Ejército de Castilla se situaría en el ala sur del ataque, en la propia ciudad de Teruel. También la Legión Cóndor estaba preparada y a la espera de recibir la orden de ataque. Además, el coronel Ritter Von Thoma, que era su comandante, convenció a Franco del uso agrupado de los tanques alemanes, en lugar de dispersalos entre las diferentes unidades de su ejército[5]

Ejército Republicano

Debido a las pérdidas materiales sufridas en la Batalla de Teruel, a la mitad de las tropas republicanas les faltaban suficientes fusiles, y ya que las tropas de élite del Ejército Popular Republicano habían sido trasladadas a retaguardia para rearme y descanso, el frente era defendido por bisoñas tropas sin experiencia en combate.[6]​ El rearme del Ejército Popular era cada día más complicado, ya que la ayuda soviética cada vez era más escasa[7]
Mientras tanto el bando nacional había redistribuido sus tropas a lo largo del frente aragonés mucho más rápido de lo que se había creído posible el generalato republicano, a pesar de las advertencias de sus espías. El Alto Mando republicano seguía convencido de que Franco retomaría la ofensiva planeada previamente de atacar Madrid desde el norte de Guadalajara. Otro error cometido por los republicanos fue creer que las tropas sublevadas estaban tan agotadas del combate como lo estaba el propio Ejército Popular.[8]​De manera general, puede decirse que la República fue sorprendida por el ataque rebelde.

Comienza el ataque

Belchite quedó completamente en ruinas y no fue reconstruido. Imagen de Belchite en 2006

El ataque comenzó el 7 de marzo de 1938, y fue precedido de una intensa preparación artillera y fuertes bombardeos aéreos.[9]​ A las 6.30, tres cuerpos de ejército rebeldes atacaron las líneas republicanas en una franja comprendida entre el río Ebro y la población de Vivel del Río. Al norte del ataque se encontraba el Ejército de Africa, apoyado en sus movimientos por la Legión Cóndor y 47 baterías de artillería.[10]​ Los rebeldes rompieron las líneas en varios puntos a lo largo del frente en el primer día de batalla. El general Juan Yagüe avanzó con su Ejército de Africa por la margen derecha del río Ebro cercenando las líneas republicanas. José Solchaga dirigió el ataque franquista que recuperó el pueblo de Belchite el día 10 de marzo, siendo las tropas británicas, americanas y canadienses de la XV Brigada Internacional las últimas en abandonar las ruinas del pueblo que tanto costó tomar el verano anterior. En esta retirada resultó muerto el comandante del Batallón Lincoln, Robert Merriman. Las defensas de Belchite, que habían sido diseñadas por un agente soviético, cayeron fácilmente ante las tropas rebeldes. Los italianos por su parte atacaron la población de Rudilla, donde se encontraron con una gran resistencia inicial pero finalmente las Flechas Negras consiguieron acabar con la defensa.[11]

A lo largo de todo el frente, las fuerzas republicanas debieron retirarse. Una gran parte del ejército simplemente huyó, con lo que la retirada se convirtió en una derrota sin paliativos. Por si fuera poco, el sentimiento anti-comunista que se estaba apoderando del Ejército Popular Republicano ayudó a propagar la desmoralización pues en plena batalla los comandantes republicanos del Partido Comunista de España no cesaban de acusarse entre ellos de todos los fracasos y decisiones equivocadas en el terreno militar, al punto que los líderes comunistas André Marty y Enrique Líster se atacaban mutuamente de manera constante.[12]​ Para rechazar toda responsabilidad por el desastre bélico, Líster decidió entonces ejecutar a cualquiera de sus comandantes subalternos que tomara la decisión de retroceder; esto creó una gran discusión entre los propios republicanos comunistas (ya que el propio Líster era un comunista, al igual que sus oficiales subalternos a quienes ordenaba ejecutar).

Desastre Republicano

Aunque, a la vista de los acontecimientos, el general republicano Vicente Rojo ordenó el reagrupamiento de las tropas en torno a Caspe, la toma de Alcañiz hizo que la desbandada republicana fuera total. Incluso en aquellos lugares donde las unidades peleaban valientemente y eran capaces de aguantar el empuje rebelde, se debían abandonar las posiciones debido al colapso de las unidades adyacentes, con ello las deserciones se hicieron cotidianas entre los soldados del Ejército Popular. La aviación franquista controlaba los cielos, sus bombarderos atacaban a placer a las tropas republicanas en retirada gracias a la protección que tenían de los más modernos cazas de la Legión Cóndor y la Aviazione Legionaria italiana. Tras dos días de lucha intensa, finalmente cayó Caspe el 17 de marzo ante las tropas del general Varela, quien con tres divisiones derrotó a las unidades de las Brigadas Internacionales enviadas a resistir. En la lucha por esta localidad, el comunista polaco Karol Świerczewski (alias general Walter), comandante de la XV Brigada Internacional, casi cae en manos de los italianos. Una vez más, fueron las unidades de internacionales las que actuaron de manera brillante pero debieron retirarse ante la superioridad del ejército rebelde. El 17 de marzo, tras diez días de ofensiva, los nacionales se encontraban a 115 km al este de las posiciones desde las que inicaron el ataque, creando un enorme saliente en la zona republicana, el cual iba desde Belchite a Caspe, luego hacia Alcañiz, y de ahí hacia Montalbán.[13]

El ejército nacionalista ahora se detuvo brevemente antes de los ríos Ebro y Guadalupe para reorganizarse. Pero el 22 de marzo, el ataque fue reiniciado en el área al este de Zaragoza y Huesca. Esta parte del frente que la República había conservado desde agosto de 1936 fue perdida en 24 horas, ese mismo día el cerco republicano sobre Huesca fue eliminado y se tomaron las poblaciones de Alcubierre y Tardienta. Las aldeas en el este de Aragón, que habían experimentado la revolución social por sus propias acciones o de las columnas anarquistas provenientes de Cataluña, fueron tomadas en pocos días por los nacionalistas, transformando a sus habitantes repentinamente en refugiados. En esta parte de la ofensiva, las poblaciones de Barbastro, Bujaraloz y Sariñena sucumbieron ante los nacionalistas; el 25 de marzo, las tropas de Yagüe ocuparon Fraga y entraron en Cataluña tras haber cruzado el Ebro y tomado la población de Pina. Yagüe ordenó de inmediato atacar la ciudad siguiente, Lérida, pero El Campesino logró detener el avance franquista por una semana, hasta que los nacionalistas tomaron la ciudad el 3 de abril pero dando a los republicanos una ocasión de retirarse con valioso equipo militar.[14]

Las tropas del general Solchaga, por su parte, tomaban Barbastro y cercaron a la 43ª División del Ejército Popular en la llamada Bolsa de Bielsa, donde 6000 soldados republicanos combatieron tenazmente hasta mediados de junio frente a enemigos que los doblaban en número y sobrepasaban en armamento y apoyo aéreo; la cercanía de los Pirineos dificultaba el avance rápido y apoyaba a la defensa republicana. Pero en el sur, los nacionalistas avanzaron fácilmente a través del Maestrazgo pues por todas partes los soldados republicanos huían, desertaban o se rendían en masa. Las diferentes facciones políticas existentes dentro del Ejército Popular se acusaban mutuamente de traición, los oficiales comunistas negaban al resto de unidades (sobre todo a milicias anarquistas) la entrega de suministros y munición. André Marty, encargado máximo de las Brigadas Internacionales no pudo evitar las enormes bajas sufridas por éstas mientras se dedicaba a buscar culpabilidades entre sus subordinados, ordenando la ejecución de oficiales de manera arbitraria y muchas veces delante de sus propios hombres, la moral estaba hundida y nadie sabía hasta donde llegaría la derrota republicana.[15]

Final de la campaña

La potencia aérea ayudaba a decidir a esta campaña. Los llanos de Aragón proporcionaron al bando nacional sencillos campos de aterrizaje, permitiendo un rápido apoyo aéreo para las tropas en el frente sin cubrir largas distancias. La aviación nacionalista fue decisiva para hacer retoceder a las tropas republicanas, forzándolas a abandonar sus posiciones una tras otra, atacando las columnas en retirada, y venciendo en el aire a la aviación republicana que quedó completamente superada por su enemigo. Los alemanes y los soviéticos aprendieron lecciones valiosas sobre el uso de aviones de combate en operaciones de ayuda a la infantería.

El día 3 de abril las tropas del general Yagüe tomaban Lérida y Gandesa también fue ocupada el mismo día, tomando prisioneros a unos 140 soldados estadounidenses y británicos de la XV Brigada Internacional. También en ese día, las tropas del general Antonio Aranda que avanzaban por el Maestrazgo vieron el mar por la primera vez. En el norte, el avance nacionalista continuó y el día 8 de abril los rebeldes conquistaron Balaguer, Camarasa y Tremp, con lo cual las plantas hidroeléctricas que abastecían a Barcelona cayeron en manos de los nacionalistas; con ello las industrias de Barcelona sufrieron una declinación severa de su producción y las viejas plantas de vapor debieron ser usadas nuevamente.

Se cree que ante la acelerada derrota del Ejército Popular Republicano los nacionalistas habrían podido tomar fácilmente Barcelona y toda Cataluña, pero Francisco Franco tomó una decisión sorprendente para sus propios generales: ordenó avanzar hacia la costa y luego de ello atacar Valencia. Esta decisión fue considerada un error estratégico debido a la lejanía del objetivo elegido mientras que Barcelona era un objetivo mucho más cercano y vulnerable, pero Franco tenía informes de inteligencia según los cuales un avance del bando nacional por Cataluña podría causar una intervención armada de Francia, en consecuencia Franco ordenó que el ataque continúe hacia el mar.[16]​ El general Juan Yagüe censuró en privado esta decisión estratégica de Franco y por ello le fue retirado temporalmente el mando de sus tropas. El día 15 de abril las tropas nacionalistas entraban en Vinaroz, localidad de la costa del Mediterráneo, cortando definitivamente en dos la zona republicana, la cual así seguiría hasta el fin de la guerra; el día 19 los nacionalistas ya habían ocupado 32 km de la costa mediterránea casi sin hallar resistencia. La serie de victorias que comenzaron con la Batalla de Teruel inspiró gran confianza en los nacionalistas, quienes tras la llegada al Mediterráneo pensaron que la guerra casi estaba ganada.[17]

Mientras se desarrollaba la ofensiva, Francia había abierto de nuevo la frontera española, y se remitió a la zona republicana la ayuda militar que había sido comprada en el extranjero y que se acumulaba en territorio francés debido al embargo de armas. Esto retardó el avance de los nacionalistas y la defensa republicana se hizo más firme. El desastre militar republicano fue contenido por unos meses, y aunque las tropas sublevadas lanzaron otros ataques en el norte hacia el río Segre y en el área de Valencia, la ofensiva de Aragón estaba para todos los intentos y propósitos concluidos antes del 19 de abril.

El ataque nacionalista hacia Valencia empezó el día 5 de julio, y logró avanzar unos 95 km por la costa mediterránea hacia el sur, aplstando la resistencia republicana fácilmente, pero se detuvo el 18 de julio ante las fortificaciones de la Línea XYZ, que bien defendidas por las tropas republicanas frustraron todo intento de penetración de los rebeldes, que hasta el día 22 no habían logrado avance alguno. La atención de ambos ejércitos se desvió de Valencia repentinamente el 25 de julio, cuando más al norte empezaba la Batalla del Ebro.

Notes

  1. Gabriel Jackson, The Spanish Republic and the Civil War, 1931-1939, (1965), p. 407.
  2. Herbert L. Mathews, Half of Spain Died, A Reappraisal of the Spanish Civil War, (1973), pp.15-16.
  3. Gabriel Jackson, p.407.
  4. Hugh Purcell, p. 98, Colonel Vicente Rojo as quoted in Stanley G. Payne, The Spanish Revolution, (1970).
  5. Hugh Thomas, "The Spanish Civil War, (2001), pp. 776-777.
  6. Hugh Thomas, (2001), p. 777.
  7. Herbert L. Matthews, p. 16.
  8. Anthony Beevor, The Battle for Spain, The Spanish Civil War 1936-39, (2006), p. 324.
  9. Hugh Thomas (2001), p. 777.
  10. Cecil Eby, Between the Bullet and the Lie, American Volunteers in the Spanish Civil War, (1969), p. 207.
  11. Hugh Thomas, (2001), p. 777.
  12. Anthony Beevor, pp.325, 326.
  13. Hugh Thomas, (2001), p. 779.
  14. Hugh Thomas, (2001), pp. 778-779.
  15. Hugh Thomas, (2001), pp. 779-780
  16. Hugh Thomas, (2001), pp. 780-781.
  17. Hugh Thomas, (2001), p. 781.

Bibliografía

  • MALDONADO MOYA, José Mª. El Frente de Aragón. La Guerra Civil en Aragón (1936-1938). Mira Editores. ISBN 978-84-8465-237-3