Narciso (mitología)

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Óleo en lienzo atribuido en 1913 a Caravaggio, pero de autoría incierta: Narciso en la fuente (Narciso al fonte, 1595 - 1600). Galería Nacional de Arte Antiguo. Palacio Barberini.

En la mitología griega, Narciso (en griego, Νάρκισσος) era un joven muy hermoso. Las doncellas se enamoraban de él, pero éste las rechazaba. Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta la había condenado a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Por tanto, era incapaz de hablarle a Narciso por su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: «¡Ven!». Después de responder Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz.

Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.

Versión románica

Narciso, de Paul Dubois (1866).

Se trata una historia moral en la que el orgulloso e insensible Narciso es castigado por los dioses por haber rechazado a sus pretendientes. Se cree que es una historia moralizante dirigida a los adolescentes griegos de la época. Hasta hace poco la única fuente de esta versión era un fragmento de la Descripción de Grecia de Pausanias (9.31.7), 150 años posterior a Ovidio. Una versión muy similar fue descubierta en el llamado Papiro de Oxirrinco en el año 2004, una versión muy anterior a la de Ovidio en al menos unos cincuenta años.

En la historia helénica, el joven Ameinias ama a Narciso pero es rechazado cruelmente por él. Como una forma de burlarse de Ameinias, Narciso le entrega una espada, que Ameinias utiliza para suicidarse ante las puertas de la casa de Narciso, mientras reza a la diosa Némesis pidiéndole que Narciso un día conozca el dolor del amor no correspondido. Se cree que esta maldición se cumple cuando Narciso se enamora de su propia imagen reflejada en un estanque e intenta seducir al hermoso joven sin darse cuenta de que se trata de él mismo hasta que intenta besarlo. Entristecido de dolor, Narciso se suicida con su espada y su cuerpo se convierte en una flor, la cual se le llamó Narciso.[1]​ Esto, puede ser tomado como un mito o leyenda

Versión romana

Eco y Narciso, pintura de John William Waterhouse (1903).

La versión romana es considerada la clásica. En ella, Ovidio cuenta que la ninfa Eco se enamora de un vanidoso joven llamado Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespia. Preocupada por el bienestar de su hijo, Liríope decidió consultar al vidente Tiresias sobre el futuro de su hijo. Tiresias le dijo a la ninfa que Narciso viviría hasta una edad avanzada mientras nunca se conociera a sí mismo.

Un día, mientras Narciso estaba cazando ciervos, la ninfa Eco siguió sigilosamente al hermoso joven a través de los bosques, ansiando dirigirse a él pero siendo incapaz de hablar primero, ya que la diosa Hera la había maldecido a solo poder repetir la última palabra de lo que otros decían. Cuando finalmente Narciso escucha sus pasos detrás de él, pregunta: "¿Quién está ahí?", a lo que Eco responde:"ahí". Y continuaron hablando así, pues Eco únicamente podía repetir lo último que otros decían, hasta que la ninfa se mostró e intentó abrazar a su amado. Sin embargo, Narciso la rechazó y le dijo vanidosamente que lo dejara en paz, y se marchó repudiándola. Eco quedó desconsolada y pasó el resto de su vida en soledad, consumiéndose por el amor que nunca conocería, hasta que solamente permaneció su voz.

Por lo que se refiere a Narciso, un día engañado por Nemesis se acercó a un arroyo. Al verse reflejado en las aguas, la vision de su vanidad y lozanía, lo atraparon en un castigo sin fin, muchos pensaban que por miedo a dañarlo no lo tocaba y era incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente, Se dice que Narciso se suicida al no poder tener el objeto de su deseo. Y donde su cuerpo yacía, creció una flor que llevaría su nombre: un narciso.

Eco y Narciso, pintura de Placido Costanzi.

En algunas versiones, sin duda influidas por la versión helénica, se dice que otra mujer que también había sido rechazada por Narciso, en un acto de celos al verlo hablar con otra mujer que parecía cercana a él , rezó a la diosa Némesis para que lo castigara. En otras versiones se dice que Narciso es atormentado en el Inframundo contemplando un reflejo que no corresponde a su amor.

Véase también

Referencias

Bibliografía

  • Graves, Robert (1968). The Greek myths. Londres: Cassell. 
  • Calimach, Andrew (2002). Lovers' Legends: The Gay Greek Myths. New Rochelle: Haiduk Press. 
  • Gantz, Timothy (1993). Early Greek Myth. Baltimore: Johns Hopkins University Press. 
  • Kerenyi, Karl (1959). The Heroes of the Greeks. New York/London: Thames and Hudson. 
  • Sergent, Bernard (1986). Homosexuality in Greek Myth. Boston: Beacon Press. 
  • Vinge, Louise (1967). The Narcissus Theme in Western Literature up to the Nineteenth Century. 

Enlaces externos