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José Isidro Osorio y Silva (Madrid, 4 de abril 1825; Madrid 30 de diciembre 1909), aristócrata español que jugó un papel importantísimo en la Restauración Borbónica.

Biografía

Artífice de la abdicación de Isabel II en su hijo, fue mentor del príncipe y le acompañó al colegio de Viena y a la Academia militar de Sandhurst, no separándose de él tras su coronación, apoyando además su matrimonio con la infanta María de las Mercedes. Sostuvo económicamente a la familia real española durante su exilio, llevándoles a veranear a su villa de Deauville. Cuatro años antes de su muerte, Alfonso XII comenzó a pagar las deudas que tenían contraídas con él y que le habían llevado casi a la ruina, por lo que tuvo que vender el palacio de Alcañices, que hoy es el Banco de España, pero tras la muerte del rey, estos pagos se consideraron como préstamos, por lo que José Osorio entregó todos los bienes del ducado de Sesto en Italia a la regente María Cristina, que no debía tenerle mucha simpatía, pese a que le nombró jefe de la casa de sus hijas, por considerarle instigador de las correrías del difunto rey, aunque más que instigador fue un mero acompañante que trataba de impedir que el rey se extralimitase.

Padres

Hijo de Nicolás Osorio y Zayas, XV Marqués de Alcañices, VII marqués de los Balbases, en quien recae, tras un largo pleito de treinta años, el ducado de Alburquerque y las dignidades subyugadas a éste. Fue Don Nicolás Osorio el introductor de la Cría Caballar en España, y a partir de éste, todos los duques de Alburquerque mostrarán un acérrimo interés por el mundo del caballo. Su madre, Inés Francisca de Silva-Bazán y Téllez-Girón, pertenecía a la noble familia de los Marqueses de Santa Cruz y el Viso.

Amores y mujeres

Estuvo enamorado en secreto de Francisca de Guzmán y Portocarrero, Duquesa de Alba, y fue el responsable del intento de suicidio de la hermana de ésta Eugenia de Montijo, que luego sería emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III. Eugenia se enamoró del duque, y al ver que su amor no era correspondido intentó quitarse la vida con una cocción de fósforo.

En 1868, cuando el duque contaba cuarenta años, contrajo matrimonio con Sofía Sergeïevna Trubetzkoy, una linajuda y rica princesa rusa, viuda del Duque de Morny, medio hermano del emperador Napoleón III, estaba considerada una de las damas más bellas y elegantes de toda Europa. Presumía de ser hija ilegítima del Zar de Rusia, aunque en realidad lo era del príncipe Sergeï Trubetzkoy y de la condesa Iekaterina Moussin-Pushkin.

Compartía con su marido cosmopolitismo, liberalismo y entusiasmo monárquico. Al llegar a España, la nueva duquesa deslumbró en la Corte madrileña, a la que puso al tanto de muchas novedades en materia de modas y de juegos de salón. La esposa de José Osorio fue además la introductora en España de un elemento decorativo que haría furor en las fiestas pascuales: el árbol de Navidad, tan popular en otros países europeos y que se vio por primera vez en Madrid en la Navidad de 1870 en la residencia madrileña de los duques, el palacio del Marqués de Alcañices (actual sede del Banco de España). Pronto fue condecorada con la Banda de Damas Nobles de la Reina Mª Luisa, y se ganó el favor del rey y de la aristocracia española. Lideró en Madrid una rebelión de damas en contra de Amadeo de Saboya, conocida como la Rebelión de las Mantillas.

El duque, poco antes de morir, llamó a su hombre de confianza y le pidió que, delante de él, quemase las cartas de las tres mujeres con las que había mantenido una intensa correspondencia: Francisca de Guzmán, a la que había amado; Eugenia de Montijo, que le había amado a él, y Sofía Troubetzkoy, que había sido su esposa.

Títulos nobiliarios, mercedes y empleos

El duque de Sesto está considerado uno de los aristócratas más importantes de su tiempo a nivel europeo. Dedicado íntegramente a la Corona Española, obtuvo de ella numerosas mercedes, que sumadas a las que le pertenecían por nacimiento, componen una lista importante de reconocimientos, privilegios y condecoraciones.

Títulos

Ostentó, por nacimiento, los títulos nobiliarios de: XVI duque de Alburquerque, VIII di Sesto y V de Algete; XVI marqués de Alcañices, XV de Cuéllar, X de Cadreita, IX de Montaos, VIII de los Balbases y V de Cullera; XVI conde de Huelma, XVI de Ledesma, XIII de Fuensaldaña, XIII de Grajal, IX de la Torre de Perafán, IX de Villanueva de Cañedo y IX de Villaumbrosa; dos veces Grande de España.

Asimismo, fue caballero de la Real Maestranza de Sevilla, caballero collar y gran cruz de la Orden de Carlos III, cruz de primera clase de la Orden Civil de Beneficencia, caballero gran cruz de la Orden Militar de Nuestro Señor Jesucristo (Portugal), caballero gran cruz de la Orden de los Santos Mauricio y Lázaro (Italia), cruz de bronce de la Cruz Roja Internacional, caballero collar de la Orden del Toisón de Oro, gran cruz de la Orden del Halcón Blanco (Sajonia), gran cruz de la Orden Imperial de Leopoldo (Austria), caballero de la Real e Imperial Orden de San Esteban (Hungría), gran cruz de la Orden Militar de Nuestra Señora de la Concepción de Vila-Viçosa (Portugal), caballero gran cruz de la Orden de Pío IX, gran cruz del Osmanié (Turquía), gran cruz de la Imperial Orden de la Rosa (Brasil), gran cordón de la Orden de Leopoldo (Bélgica), gran cruz de la Orden del Águila Roja (Prusia), gran cruz y condecoración de Mérito de la Corona de Baviera, gran cruz de la Orden Nacional de la Legión de Honor (Francia) y medalla de Oro de Alfonso XIII. Ostentó además, el cargo de Gran Canciller interino de la Orden de Carlos III y de la Orden de Isabel la Católica, y fue vocal de la gran cruz de la Suprema Asamblea de la de Carlos III.

Fiel a su servicio a la Corona española, desempeñó el cargo de jefe superior del Palacio Real, mayordomo, caballerizo, guardasellos y montero mayor de Alfonso XII, gentilhombre de su cámara, e intendente general interino de su Casa. También sirvió como jefe superior del Cuarto de Alfonso XIII siendo príncipe, de quien sería su confidente y gentilhombre de su cámara. Por último, ocupó los cargos de mayordomo, caballerizo mayor y jefe del Cuarto de las Infantas.

Empleos militares y políticos

  • Comandante del tercer escuadrón de cazadores de la Milicia Nacional.
  • Alcalde-corregidor de Madrid.
  • Diputado a Cortes por el distrito de Cuéllar.
  • Senador del Reino nombrado por S.M.
  • Miembro de la Comisión del Censo de Población.
  • Miembro de la Comisión para la Venta de Bienes del Estado y del Patrimonio de Madrid.
  • Senador perpetuo y vitalicio del Reino por derecho propio.
  • Gobernador civil de Madrid.
  • Miembro del Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio.
  • Presidente de honor de Hospitalario.
  • Decano de la Diputación permanente de la Nobleza.
  • Miembro de la Junta Municipal del Censo Electoral de Madrid.
  • Vicepresidente del Senado.
  • Vicepresidente de honor del Comité Ejecutivo del Partido Liberal Conservador de Alcalá.
  • Concejal interino del Ayuntamiento de Madrid.
  • Inspector de las Casas de Socorro de Madrid.
  • Oficial de Instrucción Pública de Francia.

Tradición Caballar

  • Miembro de la Comisión de Compra de Caballos para los Depósitos del Estado.
  • Vocal de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar.
  • Vicepresidente de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar.
  • Presidente interino de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar.
  • Miembro de la Junta para el Estudio de la Cría Caballar de los Depósitos de Sementales.
  • Miembro de la Comisión Delegada del Concurso Hípico y Exposición Caballar.
  • Presidente de la comisión del Registro-Matrícula de Caballos de Pura Sangre.
  • Miembro de la Asociación General de Ganaderos del Reino.
  • Presidente de la Sección de 1ª de la Comisión de Agricultura, Ganadería y Montes.

Otros

  • Vicepresidente del Consejo de Administración del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Madrid.
  • Presidente de la Casa de Socorro del Distrito de Buenavista.
  • Consejero de la Asociación Matritense de Caridad.
  • Delegado Regio del Real Convento de la Inmaculada Concepción de mercedarias descalzas.
  • Miembro de la Junta de Patronos de la Basílica de Atocha e Instituto Oftálmico de Madrid.
  • Miembro de la Casa de Socorro del distrito nº 2.
  • Socio honorario de la Sociedad Colombiana Onuvense.
  • Miembro de la Junta de la Exposición de 1862.
  • Presidente de la Comisión creada para una Exposición de “Sport” en Holanda.
  • Presidente de la Comisión Permanente para entender en las Exposiciones Nacionales e Internacionales de Agricultura, Artes e Industria.
  • Comisario Regio y Presidente de la comisión que organizó la participación de España en la Exposición de París.
  • Miembro de la Junta Central para la Exposición General Española de la Industria y las Artes.
  • Miembro del jurado para la Exposición de Ganados y Productos Agrícolas de la Península, Islas Adyacentes y Posesiones de Ultramar.
  • Miembro del Consejo de Administración de la Compañía de Ferrocarriles de Puerto Rico.
  • Miembro de la Junta de Gobierno de la Sacramental de San Nicolás de Bari.

Alcaldía de Madrid

En el año 1858 Leopoldo O'Donnell le nombra alcalde de Madrid. Será uno de los mejores alcaldes que haya tenido la capital, se dedicará a limpiar y embellecer la ciudad, fue el creador de las Casas de Socorro, quiso hacer de Madrid una capital limpia y moderna, por lo que dictó un bando prohibiendo que las calles se convirtieran en evacuatorios públicos, cuya pestilencia era notoria, sobre todo en verano, por ello sancionaba con multa de 20 pesetas, pero bajo el letrero de prohibición apareció el siguiente cuarteto:

¿Cuatro duros por mear?

¡Caramba, qué caro es esto!

¿Cuánto lleva por cagar

el señor duque de Sesto?

Empezó a hacer un inventario de todas las fuentes que tenía Madrid en 1860 y deseaba proseguir con las iglesias, conventos, palacios y otros edificios. En 1886 es nombrado gobernador civil de Madrid, y proyectó hacer el álbum de fotografías de rateros, maleantes y asesinos para que los testigos pudiesen reconocerlos. Los madrileños le solían llamar Pepe Alcañices, por su título nobiliario.

Causa Alfonsina

Los duques de Sesto se implicaron hondamente en la Restauración alfonsina. Perteneciente a una familia de larga tradición monárquica, José Osorio sufragó una gran parte de los gastos que Isabel II y sus hijos tuvieron durante su etapa de exilio. Además, fue para el príncipe Alfonso una especie de tutor, supervisando su educación y su paso por distintos colegios europeos. Fue el duque de Sesto quien decidió que el príncipe Alfonso ingresase en el prestigioso colegio Theresianum de Viena, donde realizó sus estudios secundarios. Por su parte, el futuro Alfonso XII se encariñó enseguida con José Osorio, al que quiso como un padre y que fue durante toda la vida su mejor amigo y su consejero más cercano.

Fue el propio Alcañices quien, tras muchas conversaciones, convenció a la reina Isabel que era necesario que abdicase en su hijo Alfonso para restaurar en España la monarquía de los Borbones. Según las crónicas, un día Isabel II llamó a su hijo en presencia del duque de Sesto, para decirle: "Alfonso, dale la mano a Pepe, que ha conseguido hacerte Rey". José Osorio fue el primero en firmar como testigo el documento que daba fe de la abdicación de la reina en la persona del Príncipe de Asturias, iniciándose así el proceso de la restauración.

Desde el palacio de los duques de Sesto, situado en la madrileña Calle de Alcalá, esquina a Cibeles y al Paseo del Prado, donde hoy se ubica el edificio del Banco de España, se promovieron decenas de reuniones de los partidarios de Alfonso de Borbón. Aquella casa fue escenario de conspiraciones políticas del más alto nivel, pero también de reuniones de damas que, presididas por la propia duquesa de Sesto (quien llegó a ejercer como secretaria de Antonio Cánovas del Castillo) luchaban para aislar socialmente al regente Amadeo de Saboya y a su esposa italiana. Ella y un grupo de aristócratas organizaban bailes y fiestas para mantener la moral de los partidarios de Alfonso, y fue Sofía Troubetzkoy quien puso de moda un alfiler con el emblema de la flor de lis que lucían las damas en sus vestidos y sus peinados como prueba de adhesión a la causa borbónica. Además, cada vez que pasaba la comitiva real por la calle de Alcalá, la duquesa ordenaba que se cerrasen de golpe todos los balcones de la casa, como muestra de desprecio al rey italiano.

Mientras en España se trabajaba por la restauración, el futuro Alfonso XII continuaba su formación en el colegio Theresianum. De allí pasó a la academia militar de Sandhurst, en Inglaterra. En esta época la educación del príncipe fue completada con algunos viajes a diferentes capitales europeas. El duque de Sesto no sólo le visitaba durante el curso escolar, sino que en el período vacacional invitaba al joven príncipe a unirse a su familia en la casa veraniega que poseían en la localidad francesa de Deauville.

Muchos de los gastos del príncipe Alfonso corrían por cuenta de Alcañices, cuyo patrimonio iba viéndose cada vez más mermado. A pesar de todo, paradójicamente entre algunos alfonsinos hubo una reacción en contra de la amistad entre el marqués de Alcañices y el futuro rey, llegando a sugerir a Isabel II que limitase los contactos entre Alfonso y el duque de Sesto. Por fortuna, José Osorio contó siempre con la confianza de Antonio Cánovas del Castillo, que entendía que su influencia sobre Alfonso era muy beneficiosa y conocía además los grandes sacrificios económicos del marqués de Alcañices en favor de la causa alfonsina, e incluso los riesgos personales que éste asumió para apoyarla. En una ocasión en que Pepe Alcañices volvía de París con unos documentos comprometedores firmados por Isabel II, fue detenido en la estación, y pasó varias horas en el calabozo. El duque de Sesto pudo esconder los papeles en una valija y la autoridad no los encontró.

El largo camino hacia la Restauración Borbónica llegó a su fin en los últimos días de diciembre de 1874. A principios de ese mismo mes, los duques de Sesto habían ayudado a distribuir por todo Madrid un manifiesto firmado por el príncipe Alfonso, que era una auténtica declaración de intenciones de cara a su regreso a España. El día 13 de enero de 1875, el príncipe Alfonso, procedente de París, llegaba a Aranjuez. Allí el duque de Sesto dio la bienvenida al rey de España, y entró junto a él en Madrid entre las aclamaciones y vítores del pueblo madrileño, que saludaba el regreso del monarca y de la dinastía de los borbones.

Al término de la tercera guerra carlista, en febrero de 1876, y a la vuelta del frente, Alfonso XII se instaló en el Palacio Real. Pepe Alcañices asumió el cargo de mayordomo real y, más privadamente, de consejero. Fue Alcañices uno de los más firmes defensores de la boda del rey con su prima, María de las Mercedes de Orleans, a pesar de que su hijastra María de Morny (hija de Sofía Troubetzkoy) abrigaba ilusiones acerca del soberano, de quien se había enamorado siendo una adolescente. María acabó casándose con José Ramón Osorio y Heredia, sobrino de Pepe Alcañices y heredero de sus títulos al no haber tenido el marqués hijos propios. El matrimonio del rey, celebrado con toda pompa, duró sólo cinco meses, pues María de las Mercedes murió de fiebre tifoideas. El duque de Sesto, que vio al rey llorar destrozado la pérdida de su esposa, le animó a buscar consuelo en otros brazos y a divertirse con sus amigos en correrías nocturnas. Pero, al mismo tiempo, aconsejó al rey que volviera a casarse cuanto antes para asegurar la continuidad de la dinastía borbónica. Fue el propio José Osorio quien acompañó al rey a Arcachon para que conociese a María Cristina de Habsburgo, que se convertiría en la segunda esposa de Alfonso XII.

La reina detestó siempre al marqués de Alcañices por considerarle instigador de la vida social de su esposo, y en una ocasión llegó a abofetearle en público al ver que presentaba a Alfonso XII a una bella cantante de moda. María Cristina nunca tuvo en cuenta los innumerables sacrificios personales y económicos que hizo Alcañices en favor de su marido. Cuando ella llegó a España, el duque de Sesto estaba ya prácticamente arruinado, y de hecho en 1879 había tenido que poner a la venta su palacio de la calle de Alcalá. Tampoco agradeció a los Sesto que, en vísperas de su boda con Alfonso XII, la siempre elegante Sofía Troubetzkoy se trasladase a París para ayudarla a comprar su equipo de novia, pues la futura reina de España no tenía muy buen gusto. Alfonso XII murió de tisis el 25 de noviembre de 1885 a la edad de 28 años. Para el duque de Sesto, perder al rey fue como perder al hijo que nunca tuvo. Ya el día del funeral sabía José Alcañices que había sido cesado en su puesto de mayordomo real: muerto Alfonso XII, la reina viuda no quería verlo cerca. Sin embargo, la antipatía de María Cristina hacia Pepe Alcañices iría mucho más allá: un día, el duque de Sesto fue llamado a Palacio para explicar por qué desde las arcas reales se libraba a su nombre una cantidad de dinero. En realidad, aquella suma (bastante modesta) la había destinado Alfonso XII a ir devolviendo, casi a cuentagotas, la fortuna que había ido adelantando en su favor el marqués de Alcañices. Sesto se indignó y se negó a dar explicaciones. Al día siguiente, su administrador personal llegó a Palacio para saldar la deuda... mediante la entrega a la Casa Real del ducado de Sesto, que era de todos sus títulos el que más significaba para Alcañices. Años después, María Cristina vendió las propiedades del ducado, que había sido concedido en 1623 a Enrique Spínola, marqués de los Balbases.

Aquel golpe asestado a traición alejó de la corte a los marqueses de Alcañices. Vivían a caballo entre Madrid y París, aunque viajaban también a otras ciudades europeas donde conservaban viejos amigos. Sofía Troubetzkoy murió a causa de una enfermedad respiratoria el 9 de agosto de 1896. El duque de Sesto le sobrevivirá todavía trece años. El 10 de diciembre de 1909 se celebraban en Madrid elecciones municipales, y Pepe Alcañices se empeñó en ir a votar, a pesar de que hacía mucho frío aquella mañana. Volvió resfriado y el médico le aconsejó guardar cama, pero a pesar de ello el catarro se convirtió en una neumonía que por su edad el duque no pudo superar.

Murió en Madrid el 30 de diciembre de 1909 sin dejar sucesión. Su entierro fue una notable demostración de duelo popular.

Bibliografía