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La Guerra de las Galias fue un conflicto militar librado entre el procónsul romano Julio César y una coalición de tribus galas liderada por Vercingétorix que se extendió desde 58 adC hasta 51 adC. Los romanos también realizaron incursiones a Britania y Germania, pero estas expediciones no llegaron a transformarse en invasiones a gran escala. La Guerra de las Galias culminó con la Batalla de Alesia en 52 adC, donde los romanos pusieron fin a la resistencia organizada de los galos. Esta decisiva victoria romana supuso la expansión de la República Romana sobre todo el territorio galo. Las tropas empleadas durante esta campaña, conformaron el ejército con el que el general marchó sobre la capital de la República.

Pese a que César justificó esta invasión como una acción defensiva preventiva, la mayoría de los historiadores coinciden en que el principal motivo de la campaña fue potenciar la carrera política del general y cancelar sus grandes deudas. No obstante, nadie puede obviar la importancia militar de este territorio para los romanos, quienes habían sufrido varios ataques por parte de tribus bárbaras provenientes tanto de la Galia como del norte francés. La conquista de estos territorios permitió a Roma asegurar la frontera natural del río Rin.

Esta campaña militar es descrita extensamente por el propio Julio César en su obra Commentarii de Bello Gallico, fuente histórica de mayor importancia acerca de esta campaña y obra más importante del general. El libro es también una obra maestra de propaganda política, puesto que César estaba sumamente interesado en influenciar a sus lectores en Roma.

Contexto político

En el año 58 adC, Julio César terminó su consulado en Roma. El ex-cónsul estaba muy endeudado desde su edilato, sin embargo, siendo miembro del Primer Triunvirato (la alianza política compuesta por él mismo, Marco Licinio Craso y Pompeyo) se había procurado el gobierno de dos provincias: Galia Cisalpina e Illyricum. Cuando Quinto Cecilio Metelo Céler, gobernador de Galia Transalpina, murió de forma inesperada, César fue nombrado también gobernador de esta provincia. Mediante votación, llevada a cabo en el Senado, se dictaminó que César gobernara sobre estos territorios durante el sorprendente periodo de un lustro.

Inicialmente, César contaba con cuatro legiones vetaranas bajo su mando directo: Legio VII, Legio VIII, Legio IX Hispana y Legio X. César conocía personalmente a la mayoría (tal vez a todas) esas legiones, puesto que había sido gobernador de Hispania Ulterior en 61 adC y junto a ellas había efectuado una exitosa campaña contra los lusitanos. Entre sus legados se encontraban sus primos Lucio Julio César y Marco Antonio, Tito Labieno, Décimo Junio Bruto Albino, Cayo Trebonio, Aulo Hircio y Quinto Tulio Cicerón (hermano menor de Marco Tulio Cicerón). Además, César tenía la autoridad legal para reclutar más legiones y tropas auxiliares si así lo creía conveniente.

Probablemente, la ambición de César era realizar una campaña que lo encumbrara y aliviara su situación económica, pero es discutible que hubiera elegido a los galos como objetivo inicial. Lo más probable es que César estuviese planeando una campaña contra el reino de Dacia, en los Balcanes.[1]

Por otra parte, las tribus galas eran civilizadas, ricas y se hallaban completamente divididas. Muchas de ellas comerciaban con mercaderes romanos y habían sido ya influenciadas por la cultura romana. Algunas incluso habían cambiado sus sistemas políticos, abandonando la monarquía tribal para instalar repúblicas inspiradas en la romana.

Los romanos respetaban y temían a los galos y las tribus germánicas. Hace apenas 45 años, en el año 109 adC, Italia había sido invadida por una gran migración germana y rescatada tras varias sangrientas y costosas batallas lideradas por el general Cayo Mario. Hacía poco tiempo, la tribu germánica de los suevos había migrado al territorio de Galia encabezada por su líder, Ariovisto. Parecía que las tribus habían vuelto a ponerse en movimiento, y eso amenazaba de nuevo la existencia de la República.

El transcurso de la campaña

Campaña contra los helvecios: el comienzo de la guerra

Un mapa de Galia en el siglo I adC donde puede verse la posición relativa de los helvecios y los secuanos.

En el año 61 adC, instigados por Orgetorix, los helvecios comenzaron a planificar y organizar una migración masiva. Los líderes de los helvecios no estaban satisfechos con la extensión de su territorio, cercados por las tribus germánicas, los secuanos celtas y los romanos de la Gallia Narbonensis. En materia diplomática, Orgetorix negoció con los secuanos y los eduos, y estableció también contactos personales y una alianza con Castico y Dumnorix, llegando incluso a casarse con la hija del último. César acusó a los tres hombres de ansiar ser coronados reyes. Durante tres años, los helvecios se prepararon para la guerra, trazando planes y enviando emisarios a varias tribus galas para procurarse salvoconductos y alianzas.[2]

En 58 adC la tribu de Orgetorix se dio cuenta de su ambición y juzgaron a su líder. Aunque consiguió escapar, acabó muriendo y se sospechó que incluso pudo haberse suicidado. No obstante, todo este asunto no evitó que los helvecios continuaran adelante con sus planes. Debido a sus luchas constantes y distancia, los helvecios eran una tribu guerrera y su gran número de habitantes representaba una gran amenaza para cualquiera que se les opusiera. Cuando se pusieron en marcha, el 28 de marzo según los datos que aporta César, incendiaron todos sus pueblos y villas para eliminar cualquier tentativa de retirada. También se unieron a ellos otras tribus vecinas: los rauracos, los tulingos, los latovicos y los boios. Ante ellos, habían dos rutas posibles: la primera era a través del peligroso y complicado Pas de l'Ecluse, ubicado entre la cordillera de Jura y el río Ródano; la segunda, que era mucho más simple, los llevaría al pueblo de Ginebra, donde el lago Lemán desemboca en el Ródano y un puente permitía el cruce del río. Estas tierras pertenecían a los alóbroges, una tribu que había sido sometida por Roma y, por lo tanto cuyo territorio se encontraba bajo la esfera de influencia de la República Romana.[3]

Mientras, César estaba en Roma y una única legión se hallaba en Galia Transalpina y su provincia se encontraba peligro. Al ser informado de estos acontecimientos, inmediatamante apresuró su marcha hacia Ginebra y, además de ordenar la leva de varias tropas auxiliares, ordenó la destrucción del puente. Los helvecios enviaron una embajada bajo el mando de Nammeio y Verucloecio para negociar el paso de su pueblo por su territorio, prometiendo no provocar ningún daño. César estancó las negociaciones, tratando de ganar tiempo para que sus tropas fortificaran sus posiciones al otro lado del río mediante una muralla de casi cinco metros de alto y una zanja que corría paralela a esta.[4]

Archivo:Caesar campaigns gaul.gif
Mapa de la Guerra de las Galias.

Cuando la embajada regresó, César rechazó de manera oficial su petición y les advirtió que cualquier intento de cruzar el río por la fuerza sería contrarrestado. Se rechazaron inmediatamente varios intentos. Los helvecios regresaron sobre sus pasos e iniciaron negociaciones con los secuanos para que los dejasen pasar pacíficamente. Tras dejar a su única legión bajo la dirección de su segundo al mando, Tito Labieno, César se dirigió rápidamente hacia Galia Cisalpina. Allí asumió el mando de las tres legiones situadas en Aquileia y reclutó otras dos nuevas legiones, la Legio XI y la Legio XII. Al frente de estas cinco legiones, César cruzó los Alpes por el camino más corto, atravesando territorios hostiles y enfrentándose a su paso a varias tribus.[5]

Mientras tanto, los helvecios ya habían cruzado el territorio de los secuanos y saqueaban las tierras de los eduos, ambarros y alóbroges. Estas tribus, incapaces de enfrentarse a ellos, solicitaron ayuda a César como aliadas de Roma. César accedió y sorprendió a los helvecios cuando atravesaban el río Arar (el actual río Saona). Tres cuartas partes de los helvecios ya habían cruzado, pero el otro cuarto, los tigurinos (un clan helvecio), permanecía en la orilla oriental. Tres legiones, bajo el mando de César, emboscaron y derrotaron a los tigurinos en la Batalla del Arar, causándoles grandes pérdidas. Los tigurinos supervivientes huyeron al bosque cercano.[6]

Tras la batalla, los romanos construyeron un puente sobre el Arar para perseguir a los demás helvecios, estos enviaron una embajada liderada por Divico, pero las negociaciones fracasaron. Los romanos mantuvieron su persecución durante quince días hasta que tuvieron problemas de suministros. Aparentemente, Dumnorix estaba haciendo todo lo posible por retrasar la llegada de estos suministros, por lo que los romanos abandonaron la persecución y se dirigieron hacia la fortaleza edua de Bibracte. La suerte había cambiado y los helvecios comenzaron a perseguir a los romanos, hostigando a su retaguardia. César escogió una colina cercana para plantar batalla y las legiones romanas se detuvieron para enfrentarse a sus enemigos.[7][8][9]

En la Batalla de Bibracte las legiones aplastaron a sus oponentes y los helvecios, derrotados, ofrecieron su rendición, a lo que César accedió. Sin embargo, 6.000 hombres del clan helvecio de los verbigenos huyeron para evitar ser capturados. Bajo órdenes de César, otras tribus galas capturaron y trajeron a los fugitivos, que fueron ejecutados. Aquellos quienes se habían rendido recibieron la orden de regresar a sus tierras para reconstruirlas y organizar la provisión de suministros para alimentar a las legiones, puesto que eran un recurso muy útil como tapón entre los romanos y otras tribus del norte para permitir que migrasen a otra parte. En el campamento helvecio capturado se encontró un censo escrito en griego: de un total de 368.000 helvecios, de los cuales 92.000 eran hombres sin discapacidades, solamente 110.000 sobrevivieron para regresar a sus hogares.[10]

La guerra contra los suevos

Tras la victoriosa campaña, varios aristócratas galos de casi todas las tribus acudieron a felicitar a César por su victoria. Reunidos en un consejo galo para discutir ciertas cuestiones, invitaron a César a acudir.[11]

En esta reunión los delegados se quejaron de que, debido a las luchas entre los eduos y los arvernos, estos últimos habían contratado a un gran número de mercenarios germánicos. Los mercenarios, liderados por Ariovisto, rey de los suevos, habían traicionado a sus arvernos y tomado como rehenes a varios de los hijos de los aristócratas galos. Además, habían ganado distintas batallas, recibido muchos refuerzos, con lo que la situación estaba saliéndose fuera de control. César intervino en el conflicto y venció completamente a Ariovisto en la Batalla de Los Vosgos, obligando al resto de las fuerzas germánicas a retirarse al otro lado del Rin.[12][13]

En 57 adC César volvió a intervenir en un conflicto entre las tribus galas cuando marchó contra los belgas, quienes habitaban en la zona que hoy en día conforma aproximadamente el territorio de Bélgica y además habían atacado a un tribu aliada con Roma. Su ejército sufrió un ataque por sorpresa mientras acampaba cerca del río Sambre y estuvo a punto de ser derrotado, pero logró rearmarse gracias a su mayor disciplina y a la intervención de César en persona durante el conflicto. Los belgas sufrieron grandes pérdidas y finalmente se rindieron cuando vieron lo imposible de lograr la victoria.[14]

Expediciones punitivas

Un mapa de Galia donde pueden apreciarse todas las tribus y ciudades mencionadas en la Guerra de las Galias.

Al año siguiente, 56 adC, César centró su atención en las tribus de la costa atlántica, principalmente en la tribu de los vénetos, que habitaban en la región de Armórica (la actual Bretaña). Esta tribu había reunido una confederación de tribus para combatir a Roma. Los vénetos eran un pueblo marítimo y habían construido una flota en el golfo de Morbihan, por lo que los romanos debieron construir galeras y realizar una campaña poco convencional por tierra y mar. Una vez más, César venció a los galos, saqueando el territorio de los derrotados.[15]

César condujo sus fuerzas al otro lado del Rin en 55 adC para llevar a cabo una expedición punitiva contra los germánicos. No obstante los suevos, contra quienes principalmente se había dirigido la expedición, jamás llegaron a ser combatidos. Posteriormente, César cruzó el Canal de la Mancha a la cabeza de dos legiones para realizar una expedición similar contra los britanos. La incursión en Britania casi finalizó en un desastre cuando el mal clima destruyó gran parte de su flota y la inusual visión de una inmensa cantidad de carros de guerra provocó confusión entre sus tropas. César logró asegurarse una promesa de rehenes, aunque sólo dos tribus cumplieron con lo acordado. Tras retirarse, regresó al año siguiente con un ejército mucho mayor que venció a los poderosos catuvellaunos y los forzó a pagar tributo a Roma. El efecto de las expediciones no duró mucho, pero fueron una gran propaganda de las victorias de César. El pueblo de Roma consideraba a este general que había vencido a los extraños britanos y a los belicosos galos y germánicos como el mejor general de la historia, ensombreciendo a Pompeyo Magno, algo que finalmente se volvería en contra de César.[16]

Las campañas del año 55 adC y principios del 56 adC han causado gran controversia durante muchos siglos. Fueron incluso controvertidas en la época de los contemporáneos de César, y en especial entre sus opositores políticos, quienes las censuraron como un costoso ejercicio destinado al engrandecimiento personal. En épocas modernas, los expertos se han dividido entre quienes critican el claro plan imperialista de César y quienes defienden los beneficios generados en Galia por medio de esta expansión del poderío romano.

Consolidación y rebeliones

Un denario de plata romano con la cabeza de un galo cautivo en 48 adC, luego de las campañas de César.

En el invierno de 5453 adC el descontento entre los galos subyugados provocó un gran levantamiento, cuando los eburones del noreste de Galia se rebelaron bajo su líder, Ambiorix. Quince cohortes romanas fueron aniquiladas en Atuatuca Tungrorum (la actual Tongeren en Bélgica) y una guarnición comandada por Quinto Tulio Cicerón logró sobrevivir al ser socorrida por César justo a tiempo. El resto de 53 adC se ocupó con una campaña punitiva contra los eburones y sus aliados, de quienes se dice fueron prácticamente exterminados por los romanos.[17]

Sin embargo, el levantamiento fue tan solo el preludio de una insurrección mucho mayor liderada por Vercingétorix, líder de los arvernos de Galia central, quien había tenido éxito en unir a los galos contra Roma. Reconociendo que los romanos contaban con ventajas en el campo de batalla, principalmente debido al hecho que los galos habían pasado los veinte años anteriores a la Guerra de las Galias combatiendo a varios enemigos dentro y fuera de sus dominios, Vercingétorix evitó el enfrentamiento directo y decidió realizar una emplear tácticas fabianas para evitar un enfrentamiento directo y una política de "tierra quemada" para privarlos de suministros. César regresó velozmente de Italia para tomar el mando de la campaña, persiguiendo a los galos y capturando la fortaleza de Avaricum (la actual ciudad de Bourges). Pese a sufrir una grave derrota en Gergovia, finalmente pudo arrinconar y vencer a Vercingétorix en Alesia, con la que puso fin a la Guerra de las Galias, aunque se realizaron tareas de "limpieza" a lo largo de 51 adC. Más tarde se sucedieron otras rebeliones menores, pero el control de Roma sobre Galia no se vió comprometido seriamente hasta el siglo II.[18]

Resultado de la contienda

Según Plutarco, los resultados de la guerra fueron 800 ciudades conquistadas, 300 tribus sometidas, un millón de prisioneros vendidos como esclavos y otros tres millones muertos en batalla. Los historiadores antiguos son conocidos por exageraciones de este tipo, pero ciertamente la conquista de la Galia por parte de Julio César fue la mayor gesta militar desde las campañas de Alejandro Magno.

Análisis de la estrategia

El triunfo romano en la Guerra de las Galias se debió a una combinación de astucia política, campañas efectivas y una mayor capacidad militar que sus oponentes galos. César llevó a cabo una política de "divide y conquista" para acabar con sus enemigos, poniéndose del lado de tribus indivuduales durante sus disputas con oponentes locales. Reunió de forma sistemática información sobre las tribus galas para identificar sus características, debilidades y divisiones, lo que a su vez le permitía poder librarse de ellas.

Muchos soldados de las tropas de César eran galos, así que el conflicto no fue sencillamente una guerra entre romanos y galos. Ciertamente su ejército era una entidad cosmopolita en extremo. Su núcleo constaba de seis (más tarde diez) legiones de infantería pesada, con el apoyo del equivalente a dos más en campañas posteriores. Dependía de aliados extranjeros para su caballería e infantería ligera, reclutándolos entre las tribus numidias, cretenses, españolas, germánicas y galas. César empleaba sus fuerzas de manera sumamente efectiva, recurriendo al orgullo de las unidades individuales para estimularlos a realizar un mayor esfuerzo.

Los oponentes galos de César eran considerablemente menos hábiles que los romanos en términos militares. Podían disponer de inmensos ejércitos pero sufrían falta de flexibilidad y disciplina. Los guerreros galos eran oponentes feroces y esto les reportaba la admiración de los romanos (véase el Galo moribundo), pero carecían de disciplina en el campo de batalla. Sus tácticas estaban restringidas a cargar en masa sobre sus enemigos, y su falta de cohesión los volvía incapaces de ser sofisticados durante los enfrentamientos. Tampoco tenían un apoyo logístico y no podían permanecer en el campo tanto tiempo como los romanos.

Por otro lado, también es posible que la derrota gala hubiera sido el resultado de varias generaciones de guerra contra los invasores germánicos, quienes eran sometidos a costa de grandes cantidades de guerreros.

La Guerra de las Galias en la literatura y la cultura

La principal fuente histórica acerca de la Guerra de las Galias es la obra de César titulada Commentarii de Bello Gallico, uno de los mejores ejemplos que aún se conservan de prosa en latín sin adornos. Con el paso del tiempo, se convirtió en objeto de intenso estudio por parte de los latinistas y una de las fuentes clásicas en prosa que se utilizan tradicionalmente como textos para la enseñanza del latín moderno.

La Guerra de las Galias se transformaron en un trasfondo popular para la ficción histórica moderna, en especial en Francia e Italia. Claude Cueni escribió una novela semihistórica, El druida del César, sobre un druida ficticio, sirviente de César, quien guardaba el registro de las campañas de César. Además, el cómic Astérix transcurre poco después de la Guerra de las Galias.

Notas

  1. Muchos eruditos discuten que los Balcanes fueran el objetivo inicial de César, incluyendo Adrian Goldsworthy. La base para la discusión estaría dada por las provincias que César reclamó primeramente para sí (Galia Cisalpina e Illyricum), y por el posicionamiento de tres de sus cuatro legiones en Aquileia.
  2. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I II-III
  3. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I IV-VI
  4. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I VII-VIII
  5. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I IX-X
  6. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XI-XII
  7. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XIII
  8. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XIV-XV
  9. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XXIII
  10. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XXIV-XXIX
  11. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XXX
  12. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XXXI
  13. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro I XL-LIV
  14. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro II I-XI
  15. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro III VII-XVI
  16. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro II I-XXXIII
  17. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro V XXVI-LI
  18. Cayo Julio César, De Bello Gallico, Libro VII IV-XC

Fuentes

Bibliografía antigua

  1. «Volumen I: Libros I-II-III». 2.ª ed. revisada. 2ª Reimpresión, 1996. ISBN 9788424935474. 
  2. «Volumen II: Libros IV-V-VI». 2ª edición, 1996. ISBN 9788424910204. 
  3. «Volumen III: Libro VII». 2ª edición, 1989. ISBN 9788424910211. 
  • –. «Guerra de las Galias». Obra completa. Traducción a cargo de Valentín García Yebra, 2 volúmenes anotados Latín. Madrid: Editorial Gredos. 
  1. «Volumen I: Libros I-II-III-IV». 9ª edición revisada, 1999. ISBN 9788424933883. 
  2. «Volumen II: Libros V-VI-VII». 9ª edición, 1997. ISBN 9788424933890. 
  • Plutarco. «Vidas paralelas. Obra completa. Volumen VI: Alejandro & César; Agesilao & Pompeyo; Sertorio & Eumenes». 2007. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 9788424928810. 

Bibliografía moderna

  • Gilliver, Kate (2002). «Caesar's Gallic Wars 58-50 BC». Londres: Osprey Publishing. ISBN 0415968585. 
  • Goldsworthy, Adrian (2004). «In the name of Rome: The Men Who Won the Roman Empire». Londres: Phoenix Press. ISBN 0753817896. 
  • Holland, Tom (2005). «Rubicón: Auge y caida de la República Romana». Barcelona: Planeta. ISBN 038550313X. 
  • Matyszak, Philip (2004). «The enemies of Rome: from Hannibal to Attila the Hun». London : Thames & Hudson. ISBN 050025124X. 

Véase también

Enlaces externos