Cronista

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Cronista es el escritor que recopila y redacta hechos históricos o de actualidad. Hasta la época de la Ilustración era un equivalente de historiador, y ocupaba un cargo oficial para desempeñar estas funciones.

Cronistas en las edades media y moderna

Antes de la aparición del periodismo moderno y la sistematización de la crónica como un género periodístico, se tenía por cronista al escritor que narraba acontecimientos de interés histórico; el término era casi equivalente a historiador. A diferencia de los escritores anónimos o conocidos de cantos épicos, los historiadores y cronistas se distinguieron por la voluntad de veracidad en sus relatos desde la Antigüedad. . En la Edad Moderna, se entendía que el cronista documentaba hechos y costumbres, por lo que en la práctica se lo diferenciaba de los autores de historias generales (por ejemplo, el Padre Juan de Mariana, autor de la famosa Historia de España (1591-1601), aunque a veces se los identificaba con ellos. Los reinos cristianos medievales de Asturias, León y Castilla mantuvieron una tradición de crónicas desde las que justificaban la Reconquista y reforzaban el poder del rey (Mozárabe, Albeldense, Silense, Emilianense, Crónica General de España…), la Estoria de España y la Grande e General Estoria de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), o las Crónicas de Pedro López de Ayala (Crónica del rey don Pedro, de Enrique II, de Juan II y de Enrique III, que sirven sobre todo para justificar la propios hechos del autor, Canciller de Castilla a finales del siglo XIV).

Cronistas de Indias

Después del descubrimiento de América por los europeos, se conocieron los relatos de los llamados cronistas de Indias, que informaban sobre la geografía y el modo de vida de los indígenas americanos, desde las relaciones del mismo Cristóbal Colón, su hijo Hernando, la famosa carta de Américo Vespucio y muchos otros descubridores y conquistadores como Hernán Cortés. El carácter justificativo de esa producción es claro. La aportación en sentido contrario de Bartolomé de las Casas (Brevísima relación de la destrucción de las Indias) fue tan trascendental que dio origen a la Junta de Valladolid, en que le dio réplica Juan Ginés de Sepúlveda; e incluso a la llamada Leyenda negra al divulgarse por toda Europa como propaganda antiespañola. La visión de los indígenas, que vieron sus documentos y cultura material saqueados y destruidos, fue posible por algunos casos excepcionales, como el del inca Felipe Guamán Poma de Ayala.

Oficialmente el cargo de cronista de Indias se inicia con la documentación reunida por Pedro Mártir de Anglería que se pasa en 1526 a Fray Antonio de Guevara, cronista de Castilla; y con Juan López de Velasco que hace lo propio con los papeles del cosmógrafo mayor Alonso de Santa Cruz, a los que suma el cargo de cronista. Antonio de Herrera es nombrado Cronista mayor de Indias en 1596, y publica entre 1601 y 1615 la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano, conocida como Décadas. Antonio de León Pinelo (nacido en Lima, que había recopilado las leyes de Indias), Antonio de Solís y Pedro Fernández del Pulgar cubrieron el cargo durante el siglo XVII. En el siglo XVIII la institución confluye con la creación de la Real Academia de la Historia y el Archivo General de Indias, destacando la figura de Juan Bautista Muñoz (Historia del Nuevo Mundo, que no completó).

Muchos cronistas de Indias se centraron en zonas geográficas específicas, haciendo crónicas regionales de reinos de América.

Algunos cronistas destacados son: Bernal Díaz del Castillo, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Inca Garcilaso de la Vega, Pedro Cieza de León, Hernán Cortés, López de Gómara, Gonzalo Fernández de Oviedo, Diego Durán, Francisco Ximénez, Fray Toribio de Benavente, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Francisco Vásquez, entre otros.

Uso posterior del término

El término cronista comenzó a utilizarse más a menudo para designar al autor de relatos contemporáneos. A la par que se desarrolló la historia como ciencia, y con un objetivo que es a la vez narrar y explicar el pasado, el cronista pasó a ser el simple relator de hechos desnudos, recopilador de fuentes o escritor costumbrista, sobre todo cuando se utiliza su función de cronista local (para el Madrid del Romanticismo, Ramón de Mesonero Romanos).

A finales del siglo XIX, con el desarrollo del periodismo popular, el de cronista se convirtió en un oficio con pautas cada vez más claras y específicas. En los diarios modernos, es el que va en busca de las noticias y las redacta sin aditamentos como pudieran ser las opiniones, análisis, párrafos valorativos, que deben estar ausentes de las crónicas. Los diarios estadounidenses, especialmente, fijaron normas para su redacción. La concisión y precisión del relato fueron desde entonces requerimientos básicos para la tarea del cronista. De acuerdo con los manuales de redacción de los primeros grandes diarios americanos y europeos, el cronista debe exponer en el primer párrafo qué ocurrió, cuándo ocurrió, dónde ocurrió, cómo ocurrió, y, si es posible hacerlo de forma inmediata y sin incluir reflexión u opinión, por qué ocurrió. El resto de la crónica será una ampliación del breve relato inicial, en orden decreciente de importancia. Los cronistas aportan el material básico de los periódicos, pero no son por eso los periodistas menos calificados. El trabajo del cronista es altamente valorado por la capacidad de captación de lo más importante o novedoso en un suceso y de los detalles que resulten significativos o emocionalmente impactantes (el interés humano).

El cronista oficial en España, bajo una perspectiva actual[1]

La figura del cronista oficial goza de una honda tradición histórica en general en toda España tanto en honor a su tradición como a la utilidad de su tarea historiográfica, es merecedora de ser revitalizada y de encontrar la continuidad necesaria para desarrollar el pleno sentido de su misión. Como decía el desaparecido profesor valenciano Jaume Bru i Vidal: “La historia del cronista comienza en nuestras tierras con el testimonio dejado por el propio monarca Jaime I el Conquistador con su conocido Llibre dels feits o Crònica de Jaume I, ya en el s. XIII, y ha venido continuándose hasta hoy con cuantos en nuestra parcela local, y ejerciendo calladamente las tareas inherentes al cargo de cronista, pretendemos aportar nuestro grano de arena en la confección del gran libro de la historia valenciana”. La personalidad del cronista oficial en su perspectiva local es, ni más ni menos, el de un estereotipo de integridad sin identificación política, que ejerce un apostolado en el cual tiene opinión pero no poder ejecutivo. En el cronista destaca su carácter independiente, su esfuerzo por movilizar una realidad y unos objetivos que impulsen a trabajar sobre la historia y a revitalizar la actualidad. Objetivándose todo ello, en los estudios históricos sobre el pasado, en las crónicas del presente y en los proyectos para el futuro de la población representada. Desgraciadamente, la figura del cronista, aunque inmersa e integrada en muchos de nuestros pueblos, no acaba de ser bien entendida por algunas personas, quienes en su buena o mala fe distorsionan sus funciones. En ocasiones, esta es una evidencia presente en cualquier parcela de la vida, hay interferencias con personas y grupos, quienes pretenden hacer del cronista un aliado/vasallo o que intentan utilizarlo para intereses personales.

El Cronista debe estar alejado de todo vínculo que pueda desvirtuar su crónica. Aunque los contactos con toda clase de personas y entidades son necesarios y, en ocasiones imprescindibles, esto no debe significar excluir de su crónica a ningún habitante ni suceso histórico de la población que representa, por lo que siempre deberá atender con la mayor objetividad posible cualquier dato histórico o acontecimiento local, independientemente de su condición y su opinión personal.

Nombramiento y funciones del cronista oficial[2]

El nombramiento de cronista oficial suele recaer sobre personas que se han distinguido en su labor de estudio, investigación y difusión de temáticas relacionadas con la población y debe producirse por acuerdo de la Corporación municipal (ayuntamiento) en sesión plenaria (ordinaria o extraordinaria). El nombramiento se ha asentado históricamente en los principios esenciales del carácter honorífico, no retribuido y vitalicio del cargo y, además, conllevaba el nombramiento como concejal honorario de la localidad.

Las tareas de los cronistas en sus respectivas poblaciones son muy diversas y salvo en aquellas poblaciones que tienen su reglamentación, se puede decir que cada cronista elige las tareas más adecuadas con las que considera que sirve mejor a su población. Sin embargo, es necesario aducir, que el cargo de cronista oficial en puridad no comporta ninguna obligación dado su carácter no remunerado, no obstante las numerosas actividades y trabajos que vienen realizando los cronistas oficiales españoles.

El cronista oficial y los estudios históricos de las poblaciones representadas[3]

Aunque los estudios referentes a la historia de nuestras poblaciones no es una de las funciones inherentes al cargo de cronista oficial, sí que es bien cierto que en la mayoría de los pueblos españoles el cronista de la localidad ha asumido altruistamente y con evidentes muestras de un gran rigor científico.

En el pasado se han elaborado grandes teorías históricas globales que posteriormente no nos han mostrado el verdadero dibujo del inmenso puzzle que completa la Historia. Y, cada vez más, la Historia se nos presenta así, como un inmenso puzzle que hemos de ir recomponiendo con mucho trabajo, pieza a pieza, de lo pequeño a lo grande. Y, quizás también, de la suma de estas piezas que son las múltiples realidades históricas locales, se podrán elaborar posteriormente realidades históricas generales.

Jaume Bru i Vidal, eminente historiador, poeta, premio de las Letras Valencianas, cronista oficial de Valencia y Sagunto, decía en la introducción de un libro y referente al estudio de la Historia y el cronista: “Para quien ha vivido su vida dedicado al estudio y a la investigación, dentro de un mundo en el que predomina el materialismo más exacerbado, y en el que las actividades intelectuales son pretéritas, cuando no ignoradas – y, tal vez, en más de una ocasión, hasta despreciadas – siempre resulta reconfortante encontrar personas que, sin el deseo de recompensa material alguna, trabajan calladamente, sin más ambición que la de dejar a sus contemporáneos y a las generaciones futuras el fruto de los conocimientos adquiridos”.

Notas

Enlaces externos