Ofensiva final

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Ofensiva final de la Guerra Civil Española
la Guerra Civil Española
Parte de Guerra civil española

Mapa de España en marzo de 1939, con la zona (en color rojo) que todavía resistía a las tropas franquistas.
Fecha 26 de marzo1 de abril de 1939
Lugar Provincias de Madrid, Guadalajara, Cuenca, Ciudad Real, Jaén, Albacete, Alicante, Almería, Murcia, y Valencia. Sectores de las provincias de Toledo, Córdoba y Granada.
Resultado Victoria decisiva franquista: Fin de las hostilidades; Francisco Franco se hace con el control de toda España.
Cambios territoriales El territorio republicano es anexionado por la España franquista.
Beligerantes
Consejo Nacional de Defensa España franquista
Bandera de la Alemania Nazi. III Reich
Reino de Italia
Comandantes
José Miaja
Segismundo Casado
Manuel Matallana Rendición
Adolfo Prada Rendición
Leopoldo Menéndez
Antonio Escobar Rendición
Cipriano Mera Sanz
Antonio Camacho Rendición
Francisco Franco
Andrés Saliquet
Eugenio Espinosa de los Monteros
Juan Yagüe
Rafael García Valiño
Antonio Aranda
Luis Orgaz Yoldi
Queipo de Llano
Gastone Gambara
Fuerzas en combate
Ejército Popular Regular[1]
• 400.000 hombres
• 580 piezas de artillería
• 250 carros de combate
Fuerzas Aéreas de
la República Española
• 150 aviones[2]
Armada Republicana
• Unidades menores[3]
Ejército Franquista
• 700.000 hombres
• 2.000 piezas de artillería
• 650 blindados y
carros de combate
Corpo Truppe Volontarie
• 12.000 hombres
Aviación Legionaria
• 120 aviones
Legión Cóndor
• 70 aviones
Aviación nacional
• 400 aviones[4]
Armada Nacional
• 3 Cruceros
• 5 destructores
• 2 submarinos
Bajas
Rendición incondicional Mínimas

La Ofensiva Final de la Guerra Civil Española fue la última operación bélica ejecutada por los mandos militares del bando sublevado contra la Segunda República Española a finales del mes de marzo de 1939, aprovechando la muy debilitada situación del bando republicano tras la severa derrota sufrida en la Ofensiva de Cataluña y el triunfo del golpe de Estado del coronel Casado, que puso fin a la política de resistencia que hasta entonces había mantenido el gobierno de Juan Negrín.

Antecedentes

El golpe de Casado

El golpe de Estado se inició el 5 de marzo de 1939 y fue encabezado por el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, y apoyado por todas las fuerzas políticas de la zona republicana que abogaban por poner fin a la guerra civil ya que la consideraban completamente perdida, y entre las que se encontraban los socialistas "antinegrinistas" encabezados en Madrid por Julián Besteiro, los anarquistas y los republicanos de izquierda. El golpe "casadista" derribó al gobierno republicano del socialista Juan Negrín que defendía continuar resistiendo a pesar de que tras la caída de Cataluña a principios de febrero de 1939 la situación de la República era desesperada. El golpe triunfó tras desencadenarse en Madrid una guerra civil dentro de la guerra civil entre las fuerzas "casadistas" y los comunistas que eran los únicos que apoyaban ya (junto con un pequeño sector del PSOE) la política de resistencia de Negrín. Se formó entonces un Consejo Nacional de Defensa que inició las conversaciones con el bando sublevado pero el "Generalísmo" Franco, como ya había reiterado en numerosas ocasiones, sólo aceptó la rendición incondicional del Ejército Popular Republicano.[5]

Contactos con Franco

El 12 de marzo el Consejo Nacional de Defensa condenó a muerte a uno de los militares de filiación comunista que se habían opuesto al golpe y dictó medidas urgentes para eliminar la "influencia comunista" en el ejército (abolición de los comisarios políticos, supresión de la estrella roja en el uniforme militar, supresión del puño cerrado como saludo militar, etc.). De inmediato el Consejo intentó llegar a un acuerdo con el gobierno de Burgos para lograr una "paz honrosa", pero el bando sublevado insistía desde febrero en que sólo se admitiría la rendición incondicional de la República.

Además, el 8 de febrero el "Generalísmo" Franco había dictado en Burgos la Ley de Responsabilidades Políticas donde se condenaba de antemano (y de modo retroactivo) a prácticamente todo individuo que hubiera apoyado activamente a la Segunda República Española desde el 1 de octubre de 1934, como civil o militar, sin importar su cargo, partido, o jerarquía. Al conocerse el contenido de esta Ley en la zona republicana creció el miedo a las represalias, pues la norma daba a Franco un poder absoluto y discrecional para ejercer la represión política contra cualquier persona que hubiera prestado servicios a la República, sin importar su filiación política.

El 19 de marzo, Franco aceptó recibir a los enviados republicanos y, en efecto, Casado envió el día 23 unos emisarios a Burgos, el teniente coronel Garijo y el comandante Ortega, para negociar directamente con el autodenominado bando nacional; el Consejo Nacional de Defensa esperaba al menos que, si Franco no aceptaba condiciones de paz, por lo menos garantizara la ausencia de represalias.

No obstante, desde que Gran Bretaña y Francia ya habían reconocido al régimen de Franco, y tras la aplastante victoria de la Ofensiva de Cataluña, se reforzaban las ansias del bando nacional para exigir una capitulación sin condiciones a la República, más aún sabiendo que ésta se reconocía vencida e incapaz de resistir más tiempo. Esto evitaba un compromiso "entre militares" de última hora (similar al Abrazo de Vergara) que legitimara después a los republicanos para formar oposición y entorpeciera la autoridad absoluta del nuevo Caudillo.

Ese mismo día 23 se realizaron las conversaciones, donde los enviados de Franco reiteraron que sólo sería aceptada la rendición sin condiciones de las tropas republicanas, agregando que en un plazo de dos días la aviación de la República debería ser entregada a los nacionales, y que el 27 de marzo se decretaría un alto al fuego en todos los frentes para que las tropas nacionalistas avanzaran: ante ello las fuerzas republicanas sólo deberían rendirse y entregar sus armas. Sobre las temidas represalias, Franco tan sólo ofrecía una vaga promesa verbal de justicia a quienes no hubieran cometido crímenes, sin dar más explicaciones. Tampoco se aceptó la petición de Casado para ejecutar una "rendición por zonas" con el fin de dar tiempo a los refugiados republicanos que desearan salir de España.

Los emisarios de Casado pidieron un total de veinticinco días para cumplir las exigencias, pero ello les fue negado: solo se les permitió redactar un documento que fijase un modo pacífico de proceder a la rendición, pues las tropas nacionalistas simplemente avanzarían en ofensiva cuando venciera el plazo fijado por Franco. Finalmente, el 25 de marzo los emisarios de Franco protestaron porque la aviación republicana no se había entregado aún, acusando a Casado de no controlar sus tropas y no estar por tanto en condiciones de negociar y dando por terminada toda negociación. Los emisarios republicanos volvieron a Madrid en la mañana del 26 para apurar la entrega de la aviación pero ya era tarde. En la madrugada del 27 de marzo Franco no esperó más y ordenó a sus tropas lanzar la ofensiva.

Desarrollo de las operaciones

Avance franquista

Sólo unas horas después de que se dieran por finalizadas las "negociaciones" con los dos representantes del Consejo de Defensa Nacional en el aeródromo de Gamonal, el "Generalísimo" Franco dio la orden de que se iniciara la ofensiva "nacional" en todos los frentes. Las primeras operaciones tuvieron lugar en el Frente Sur donde el mismo 26 de marzo el el Cuerpo de Ejército Marroquí, al mando del general Yagüe, y el Cuerpo de Ejército de Andalucía, al mando del general Muñoz Castellanos), avanzaron hacia Pozoblanco-Peñarroya (Córdoba) y Ocaña (Toledo) encontrando muy poca resistencia ya que muchas de las posiciones republicanas ya habían sido abandonadas y en seguida los Ejércitos republicanos de Extremadura y de Andalucía depusieron las armas y los pueblos se llenaban de banderas blancas ante la inminente llegada de las tropas "nacionale". El día 29 el Cuerpo Marroquí de Yagüe ya había alcanzado Ciudad Real y Puertollano; el Cuerpo de Ejército de Andalucía tomaba Bailén y Linares, mientras el Cuerpo de Ejército de Córdoba, mandado por el general Borbón, entraba en Jaén, y el de Granada comenzaba el avance por el litoral en dirección a Almería.[6]

En el frente del Centro, los cuerpos de ejército de Toledo, Maestrazgo, Navarra y CLI avanzaron desde Talavera de la Reina, Polán y Toledo hacia el sur, y en el frente de Levante, los cuerpos de ejército de Urgel y de Aragón lo hicieron desde Torre del Burgo, Masegoso y Cifuentes hacia Madrid y Valencia. Los atacantes no encontraron resistencia. Las líneas de los frentes republicanos se desintegraron el 28 de marzo en un proceso espontáneo. Algunos soldados se abrazaban entre sí aliviados por el fin de la guerra.

Archivo:Franquitas en vlc.jpg
Entrada de las tropas franquistas en Valencia el 30 de marzo de 1939

La ofensiva del Ejército del Centro iniciada el día 26 tampoco encontró resistencia porque en los frentes de Madrid los republicanos habían empezado a abandonar las trincheras, especialmente después de que fueran transmitidas por radio las famosas "Concesiones del Generalísimo" que prometían "benevolencia" para los militares que favorecieran la terminación de la lucha. "Los soldados iban llegando al interior de la ciudad, cogían el metro en Cuatro Caminos y se iban a sus casas o se trasladaban al otro lado de Madrid, a Vallecas, para emprender camino hacia el Mediterráneo".[7]​ Y en algunos lugares del frente se produjeron confraternizaciones entre soldados de los dos bandos que festejando que, según ellos, la guerra había acabado, y en otros sitios los soldados republicanos se pasaban al bando nacional.[8]

Donde los "nacionales" encontraron mayor resistencia fue en el frente de Levante debido a que era por Valencia por donde estaban saliendo las personalidades republicanas y había que darles tiempo. Fue el caso del Cuerpo de Ejército de Aragón, dirigido por el general Rafael García Valiño, que marchaba hacia Valencia el 28 de marzo, pues en esta ciudad aún se concentraban tropas republicanas deseosas de proteger a los refugiados del bando republicano que proyectaban abandonar España desde el puerto valenciano. Cuando estos refugiados fueron convencidos de dirigirse hacia Alicante en la tarde del día 28, las tropas republicanas cesaron su resistencia y abandonaron Valencia a la quinta columna franquista en las horas siguientes.

Así el día 29 Valencia y Alicante ya estaban prácticamente en manos de sus respectivas quinta columnas, sin que todavía hubieran llegado las tropas "nacionales", mientras que el Cuerpo de Ejército de Galicia, al mando del general Aranda, ocupaba Sagunto y el Cuerpo de Ejército de Castilla, entraba en Segorbe. Al día siguiente los italianos de la División Littorio ocupaban Almansa, Villena y Elda, y entraban en Alicante. Ese mismo día 30 la División 83 al mando del general Martín Alonso entraba triunfalmente en Valencia. El 31 de marzo, la 4ª División del Cuerpo de Ejército de Navarra, mandada por el general Alonso Vega ocupaba Murcia y Cartagena.[7]

A los soldados republicanos que iban siendo cercados por las tropas franquistas en el frente se les ordenó que fueran dejando sus armas en montones antes de conducirles a las plazas de toros o a los campos de alambradas al aire libre. Los que estaban en las líneas posteriores tiraron sus fusiles antes de que llegaran los nacionales y se marcharon a sus casas. A lo largo del día 27 los "nacionales" capturaron 30.000 prisioneros en la primera línea del frente, y todas las localidades que pudieron. Al saber de esta situación, en retaguardia el Ejército Popular Republicano se autodesmovilizaba en todo el frente: divisiones y regimientos se disolvían de inmediato al saber de la cercanía de los franquistas, en tanto los soldados abandonaban posiciones y armas para volver a sus casas.

Los sublevados entran en Madrid

Mientras se producía el desmoronamiento del frente la quinta columna de Madrid se hizo con el control de la ciudad en la madrugada del 26 al 27 de marzo, "realizando todas aquellas operaciones necesarias para evitar en caso preciso una resistencia que ocasionaría víctimas, y, sobre todo actuaciones a la desesperada". A primera hora de la mañana del día 27 un enviado del Consejo Nacional de Defensa, el coronel Adolfo Prada Vaquero, se entrevistó con el coronel Losas del ejército franquista desplegado en la Ciudad Universitaria y ambos acordaron que la rendición republicana se produciría a las 13 horas del día siguiente 28 de marzo. Esa mañana empezaron a aparecer en Madrid colgaduras y banderas rojigualdas y mucha gente se estaba echando a la calle llena de entusiasmo para recibir a la tropas "nacionales". Tras la firma de la rendición en el edificio del Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria las tropas "nacionales" ocuparon la ciudad en las horas siguientes sin encontrar ningún tipo de oposición.[8]​ Durante la tarde y la noche anterior muchos soldados republicanos del frente madrileño se reunían a confraternizar con sus pares nacionales en tierra de nadie, mientras otros soldados republicanos domiciliados en Madrid terminaban de abandonar sus posiciones y volvían a sus casas. Para esas horas sólo los estados mayores del Ejército Popular Republicano permanecían en sus posiciones, sin poder evitar la disolución de sus unidades, mientras los mandos franquistas se limitaban a organizar su entrada pacífica en Madrid junto con la quinta columna, procurando evitar destrucciones o defensas desesperadas, y negándose a requerir que los soldados republicanos volvieran a sus trincheras. En la noche del 27, el Consejo Nacional de Defensa emitía en radio su último comunicado, pidiendo a los madrileños "calma, orden y acatamiento de la autoridad".

Cuando el 28 los "nacionales" entraron en Madrid sin encontrar resistencia ocuparon todos los edificios públicos. En cuanto los mandos franquistas entraron a la ciudad arrestaron a Julián Besteiro, quien había decidido compartir la suerte de los civiles madrileños y no huir al extranjero como el resto de miembros del Consejo Nacional de Defensa.

"Madrid no fue tomada, se entregó sin resistencia, terminando así 32 meses de terrible guerra, por unos y otros, que ahora deseaban que cesase el derramamiento de sangre. La victoria proporcionaba la paz, o quizá la paz suponía el precio de la victoria". [8]

La entrega de la aviación republicana

Tras la huida de Casado y la salida del coronel Camacho, Jefe de la Aviación de la zona centro-sur, fue el coronel Manuel Cascón Briega quien permaneció en su puesto para hacer entrega de los aviones republicanos a los "nacionales" en Albacete, cumpliendo así una de las 10 normas para la rendición que habían impuesto los representantes de Franco a los enviados de Casado en las "negociaciones" del aeródromo de Gamonal, cercano a Burgos. Cascón tuvo la posibilidad de huir pero se quedó porque no podía abandonar a sus hombres y dejarlos en la estacada. También confió en las promesas del "Generalísmo" Franco de que no habría represalias para aquellos militares profesionales que, como él, no hubieran pertenecido a ningún partido político y se habían limitado a cumplir órdenes. Por ello ordenó que nadie se moviese de su puesto, ni destruyese material de ninguna clase.[9]

Las primeras tropas de los vencedores en llegar a la base de Albacete fueron italianos que se comportaron con corrección, pero después apareció el comandante "nacional" de Aviación, Gerardo Fernández Pérez, que, después de humillar al coronel Cascón, reunió a todos los jefes y oficiales del Estado Mayor de la aviación republicana y les dijo:[10]

¿Qué se han creído Vds.? ¿Que han perdido unas elecciones? ¡Nada de eso! ¡Han perdido una guerra con todas sus consecuencias! Y no piensen en la cárcel, pues luego vienen los indultos. ¡Piensen que serán condenados a muerte y fusilados!

Los jefes y oficiales fueron trasladados a Valencia donde fueron juzgados por procedimiento sumarísimo por el Consejo de Guerra Permanente de Aviación acusados del "delito de rebelión" militar", aplicándoles la "monstruosa ficción jurídica de que en el mismo momento de la sublevación del 18 de julio de 1936 el poder legítimo había pasado a los sublevados".[11]​ El consejo de guerra contra Cascón se celebró el 20 de julio de 1939 y durante la sesión cuando el fiscal se refirió a él como "coronel de la Aviación roja" Cascón le replicó: "De ninguna manera. Soy coronel de la Aviación republicana". Y cuando le acusó de rebelión protestó: "Yo no me rebelé nunca. Quienes os habéis rebelado habéis sido vosotros". Cascón, como otros compañeros suyos, fue condenado a muerte el mismo día 20 de julio y ejecutado en Paterna el 3 de agosto.[12]

La entrega de la flota republicana a Franco

Al estallar la sublevación "profranquista" de la base naval de Cartagena en la noche de 4 de marzo de 1939, la flota republicana al mando del almirante Miguel Buiza se hizo a la mar ante las amenazas de los sublevados de que sería bombardeada por las baterías de costa. Aunque la sublevación comenzaba a ser dominada por las tropas leales republicanas, Buiza, indeciso al principio, ordenó finalmente dirigir la flota a un puerto francés, concretamente a Bizerta en el Protectorado de Túnez, lo que significaba la entrega de la flota a Franco dado que París acababa de reconocer al gobierno de Burgos como el único legal de España y por lo tanto la flota era de su propiedad. Así al principio de la tarde del martes 7, cuando la sublevación "pronacionalista" de Cartagena hacía horas que había sido completamente sofocada, la flota republicana, bajo control francés, fondeaba en la bahía tunecina de Bizerta. Nada más llegar las autoridades francesas les dijeron que los barcos serían entregados inmediatamente a Franco.[13]

Como manifestó un alférez de navío "profranquista" el objetivo de la sublevación de Cartagena había sido "hacer salir a la Flota" y eso se había conseguido:[14]

Nosotros habíamos recibido una consigna de Franco: hacer salir a la Flota. Desde el momento en que se había ido, aunque el movimiento [en la base naval] sea sofocado, no nos importa. Hemos logrado lo que nos proponíamos; dejar a la República sin su último baluarte de resistencia

Al día siguiente de la arribada a Bizerta se solicitó a las autoridades francesas del Protectorado de Túnez el asilo político por parte de los marineros, y quedaron internados los buques bajo la custodia de unos pocos tripulantes españoles por buque. El resto de la dotación fue conducida a un campo de concentración en la localidad de Meheri Zabbens.[15][16]

El 30 de marzo de 1939 marinos "nacionales" al mando del contraalmirante Moreno tomaron posesión de la escuadra en nombre del "Generalísimo" Franco. Así describe en su informe Francisco Galán ese momento:[17]

Del lado republicano acudieron los señores Barveiro, Núñez y Calderón quienes solicitaron del contraalmirante Moreno informarse de las posibilidades existentes de regresar a España. El contraalmirante les dijo que ignoraba cuál había sido el comportamiento de cada uno de ellos. Entonces hablaron de la conducta de la Flota en general. Explicaron que gracias a ellos no se había vigilado el Estrecho en los primeros días de la sublevación, apoyándose en la acción perniciosa holgazana de los comités; que en la primera época lanzaron con éxito la consigna de no navegar más que de noche, que se han dejado arrebatar muchos convoyes y hundido el Santo Tomé, que el día del Baleares fue forzado el ataque al citado barco, que por segunda vez se situó a 2.000 metros de nuestros torpederos; que la desmoralización sufrida a los barcos que acompañaban al Baleares por ser éste el buque almirante no fue aprovechada... Que habían colaborado con Casado contra Negrín y una vez en el mar contra Casado; que habían conservado los barcos entregándoselos en las mejores condiciones al "Generalísmo". El contraalmirante Moreno les afeó el que a los torpedos que hundieron el Baleares no les hubiesen quitado las puntas de combate y les dijo que confiaran siempre en la "magnanimidad" del "caudillo", pero que de ningún modo soñasen con eludir la acción judicial

Antes de partir hacia España las autoridades francesas realizaron un plebiscito para completar las dotaciones. "De un total de 4.000 hombres, 2.350 decidieron volver a España, entre ellos casi todo el Estado Mayor de la Flota, muchos oficiales y un gran número de maquinistas".[18]​ Los que volvieron a España fueron objeto de depuración pero fue relativamente suave y sin comparación con la que sufrió la Aviación. Entre los que optaron por el exilio estaba el almirante Buiza que ingresó en la Legión Extranjera Francesa, "por pundonor o por vergüenza".[19]

Los últimos bombardeos

Después del golpe de Casado Alicante y su puerto fueron atacados los días 6, 9 y 25 de marzo; el puerto de Valencia los días 7, 11, 14, 18, 20, 21 y 22 de marzo; Gandía y su puerto los días 6, 9 y 25 de marzo; Torrevieja y Santa Pola el 6 de marzo. En el interior, Guadalajara fue bombardeada desde el aire los días 11, 16, 18 y 22 de marzo.[20]

Durante la segunda quincena del mes de marzo los bombardeos fueron muy esporádicos. Según los partes de guerra republicanos entre el 21 y el 25 de marzo fueron bombardeados Valencia, Aranjuez, Ocaña, Alcalá de Henares y Alicante. Esta última ciudad fue bombardeada el 25 de marzo, siendo el último bombardeo que consta en los partes de guerra republicanos.[21]​ El último bombardeo de la Guerra Civil Española fue el que efectuaron el 28 de marzo cinco Savoia-Marchetti S.M.79 que descargaron veinte bombas de 250 kg. sobre el puerto de Gandía.[22]

El final de la guerra y el drama de los refugiados republicanos

Desde la mañana del 27 de marzo diversos simpatizantes republicanos (muchos que habían desempeñado puestos administrativos de todo nivel), socialistas, anarquistas, y comunistas, huían en masa hacia las ciudades de la costa mediterránea, las más alejadas del frente, con la esperanza de abandonar España en algún barco y así huir de las represalias que el bando nacional ya había anticipado contra los vencidos, formando largas columnas de refugiados. En los muelles de Alicante, Valencia y Cartagena miles de refugiados republicanos se concentraron desesperadamente esperando una inmediata evacuación en buques extranjeros, pues la flota republicana, que había huido a Argelia tres semanas antes, ahora se encontraba retenida por el gobierno de Francia.

Comunicado emitido por el Cuartel General del Generalísimo anunciando el fin de la guerra.

La posibilidad de evacuación de refugiados republicanos era muy difícil en tanto el régimen franquista bloqueaba con su flota la entrada a los puertos mediterráneos, dejando en la incertidumbre y temor a casi 15.000 personas que esperaban angustiosamente ser evacuadas en temor de represalias y se hacinaban en los muelles de Alicante, Cartagena y Valencia, mientras las fuerzas de Franco se acercaban. En éstas dos últimas ciudades no se realizó evacuación alguna, y miles de refugiados se dirigieron apresuradamente a Alicante, ante los rumores de que sólo en dicha localidad habría barcos para salir de España.

El día 28 de marzo, a las 11 horas, partió de Alicante el último grupo de evacuados en el pequeño buque británico Stanbrook atestado de 2600 civiles, quedando en los muelles casi 12.000 refugiados que desesperadamente esperaron en vano hasta el amanecer del 31 de marzo otro barco donde partir, orgánizándose para una evacuación. Las tropas italianas del CTV dirigidas por el general Gastone Gambara penetraron en Alicante en la tarde del 30 de marzo y de inmediato los cónsules extranjeros allí presentes (de Francia, Argentina y Cuba) pidieron que no se desalojara a los refugiados, apoyados en ello por los delegados franceses encargados de los refugiados por el Comité de No Intervención.

Las tropas italianas de Gambara quedaron en custodia de la entrada del puerto, para evitar un último combate con los refugiados republicanos aún armados y que esperaban ser evacuados. Sin embargo la marina de guerra del bando nacional se oponía a permitir la entrada de buques neutrales al puerto alicantino. En la mañana del 31 de marzo los "nacionales" también tomaron Murcia y Cartagena. Finalmente las tropas nacionales del Cuerpo de Ejército de Galicia desembarcaron en Alicante al mediodía del 31 de marzo, y ocuparon el puerto sustituyendo a los italianos, para desesperación de los refugiados republicanos. Las tropas nacionales desalojaron a los civiles que hallaron en los muelles del puerto a partir de las 18 horas, lo cual causó una ola de suicidios entre los refugiados que aún abarrotaban los muelles durante la noche del 31 de marzo y la madrugada del 1 de abril. El desalojo terminó en la mañana del 1 de abril y los republicanos supervivientes fueron encarcelados de inmediato.

Todo el territorio español se hallaba en manos del régimen de Franco al anochecer del día 31 de marzo de 1939. Los vencedores anunciarían el fin de la guerra oficialmente en Burgos al día siguiente.

Fuentes

  • Thomas, Hugh (1967). La Guerra Civil Española. París : Ruedo Ibérico. 
  • Ramón Salas Larrazábal, Historia del Ejército Popular de la República. La Esfera de los Libros S.L. ISBN 84-9734-465-0
  • Beevor, Antony (2005). La Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica. ISBN 8484326653 |isbn= incorrecto (ayuda). 
  • Bahamonde Magro, Angel; Cervera Gil, Javier (2000). Así terminó la Guerra de España. Madrid: Marcial Pons, Ediciones de Historia. ISBN ISBN(13): 9788495379092 |isbn= incorrecto (ayuda). 
  • Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). El desplome de la República. Barcelona. ISBN 978-84-9892-108-3 (Ed. rústica 2010) |isbn= incorrecto (ayuda). 
  • Solé i Sabaté, Josep María; Villarroya, Joan (2003). España en llamas. La guerra civil desde el aire. Madrid: Temas de Hoy. ISBN 84-8460-302-4. 

Referencias

  1. Estaba compuesto a su vez por 4 ejércitos de campo: El del Centro, el de Levante, el de Extremadura y el del Sur.
  2. Hugh Thomas, pág. 955
  3. El grueso de la flota republicana había huido al Norte de África, donde se entregó a las autoridades francesas, que internó a las tripulaciones y navíos. Por tanto, en la España republicana quedaron solo unidades menores y buques averiados.
  4. Hugh Thomas, pág. 955
  5. Bahamonde, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). Así terminó la Guerra de España. Madrid: Marcial Pons. ISBN 84-95379-00-7. 
  6. Bahamonde Magro, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). pp. 487-488.  Falta el |título= (ayuda)
  7. a b Bahamonde Magro, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). p. 490.  Falta el |título= (ayuda)
  8. a b c Bahamonde Magro, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). pp. 491-494.  Falta el |título= (ayuda)
  9. Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). pp. 290; 292.  Falta el |título= (ayuda)
  10. Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). p. 291.  Falta el |título= (ayuda)
  11. Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). pp. 291-292.  Falta el |título= (ayuda)
  12. Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). pp. 292-293.  Falta el |título= (ayuda)
  13. Bahamonde, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). pp. 434-437.  Falta el |título= (ayuda)
  14. Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). p. 278.  Falta el |título= (ayuda)
  15. (Alonso, 2006, p. 194)
  16. La hija de un oficial republicano reúne la historia de un millar de marinos exiliados
  17. Bahamonde, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). pp. 437-438.  Falta el |título= (ayuda)
  18. Bahamonde, Ángel; Cervera Gil, Javier (1999). p. 438.  Falta el |título= (ayuda)
  19. Viñas, Angel; Hernández Sánchez, Fernando (2009). p. 284.  Falta el |título= (ayuda)
  20. Solé i Sabaté, Josep María; Villarroya, Joan (2003). pp. 248-249.  Falta el |título= (ayuda)
  21. Solé i Sabaté, Josep María; Villarroya, Joan (2003). p. 251.  Falta el |título= (ayuda)
  22. Solé i Sabaté, Josep María; Villarroya, Joan (2003). p. 250.  Falta el |título= (ayuda)