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Revolución de Mayo

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El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, según Pedro Subercaseaux.

Plantilla:Historia de la Argentina Se conoce como la Revolución de Mayo a una serie de eventos revolucionarios que sucedieron en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, por aquél entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, el cual aglutinaba territorios que hoy pertenecen a Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, y dependía políticamente de España. La consecuencia de la revolución fue la expulsión de su cargo del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, y su reemplazo por la Primera Junta.

La revolución de mayo no significó la independencia de España: aunque la Primera Junta no reconocía como autoridad al Consejo de Regencia de España e Indias, aún gobernaba en nombre del rey de España Fernando VII que había sido depuesto y en su lugar gobernaba el francés José Bonaparte. La declaración de independencia argentina tuvo lugar durante el Congreso de Tucumán del 9 de julio de 1816.

Los acontecimientos de la Revolución de Mayo se centran en una semana conocida como Semana de Mayo, transcurrida entre el 18 de mayo de 1810, cuando se confirma de manera oficial la caída de la Junta de Sevilla, hasta el 25 de mayo, fecha de asunción de la Primera Junta.

Causas

Causas externas

La declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 inspiró movimientos similares en las colonias españolas en América.

La declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 de su metrópoli inglesa sirvió como un ejemplo de que una revolución e independencia eran posibles para los criollos. La Constitución estadounidense proclamaba que todos los hombres eran iguales ante la ley (aunque, por entonces, dicha proclamación no alcanzaba a los esclavos), defendía los derechos de propiedad y libertad y establecía un sistema de gobierno republicano.

Se comenzaron a difundir los ideales de la Revolución Francesa de 1789, en la cual una asamblea popular finalizó con siglos de monarquía con la destitución y ejecución del rey Luis XVI y su esposa María Antonieta y se suprimieron los privilegios de los nobles. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyos principios eran "Liberté, égalité, fraternité" ("Libertad, igualdad, fraternidad" en idioma francés) tuvo una gran repercusión entre los jóvenes de la burguesía criolla. La revolución Francesa motivó también la expansión en Europa de las ideas liberales, que impulsaban las libertades políticas y económicas. Algunos liberales políticos influyentes de dicha época, opuestos a las monarquías y los poderes absolutos, eran Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Montesquieu, Denis Diderot y Jean Le Rond d'Alembert, mientras que el principal liberal económico era Adam Smith, autor del libro "La riqueza de las naciones" que proponía el libre comercio.

La coronación en España de José Bonaparte sembró dudas sobre la legitimidad de la autoridad virreinal.

Aunque la difusión de dichas ideas estaba severamente limitada en los territorios españoles, y no se permitía el ingreso de tales libros a través de las aduanas o la posesión no autorizada de los mismos, igualmente se difundían en forma clandestina: en el proceso instruido a raíz de las revoluciones en Chuquisaca y La Paz se menciona a Rousseau y su libro El contrato social como cuerpos del delito.[1]​ Las ideas liberales alcanzaron incluso al ámbito eclesiástico: Francisco Suárez sostenía que el poder político no pasa de Dios al gobernante en forma directa sino por intermedio del pueblo. Éste sería entonces, de acuerdo a Suárez, el que posee el poder y lo delega en hombres que manejan al Estado; y si dichos gobernantes no ejercieran apropiadamente su función de gerentes del bien común se transformarían en tiranos y el pueblo tendría el derecho de derrocarlos o enfrentarlos y establecer nuevos gobernantes.

Gran Bretaña comenzó la revolución industrial, y al satisfacer ampliamente las necesidades de su propia población necesitaba nuevos mercados para vender su creciente producción de carbón, acero, telas y ropa. Gran Bretaña ambicionaba que el comercio de las colonias dejara de estar monopolizado por España. Para lograr este fin se procuraba conquistar a las colonias (lo cual se intentó, en forma fallida, mediante las Invasiones Inglesas) o bien promover su emancipación.

En Europa se desarrollaban las Guerras Napoleónicas, entre cuyos principales contendientes se encontraban el imperio napoleónico contra el Reino Unido y el Reino de España. Las fuerzas francesas tuvieron una gran ventaja inicial, y mediante las abdicaciones de Bayona se forzó la renuncia de Carlos IV y su hijo Fernando VII, los cuales fueron reemplazados por José Bonaparte, hermano del propio Napoleón. La monarquía española intentó resistir formando la Junta de Sevilla y, tras la derrota de ésta, el Consejo de Regencia de España e Indias.

Causas internas

Sitios en donde se desarrollaron las Invasiones Inglesas

Durante la época del virreinato el comercio exterior estaba monopolizado por España, y legalmente no se permitía el comercio con otras potencias. Esta situación era altamente desventajosa para Buenos Aires, ya que España minimizaba el envío de barcos rumbo a dicha ciudad y priorizaba el comercio con el Alto Perú. Dado que los productos que llegaban de la metrópoli eran escasos y caros, e insuficientes para mantener a la población, tuvo lugar un gran desarollo del contrabando, que por dicha situación solía ser respetado por la mayoría de los gobernantes locales. El comercio ilícito alcanzaba montos similares al del comercio autorizado con España.[2]​ En este contexto se formaron dos grupos de poder diferenciados en la oligarquía porteña: los ganaderos, que reclamaban el libre comercio para exportar su producción en mejores condiciones (principalmente el cuero), y los comerciantes contrabandistas, que rechazaban el libre comercio ya que si los productos entrasen legalmente disminuirían sus ganancias.

En la organización política, especialmente desde la fundación del Virreinato del Río de la Plata, el ejercicio de las instituciones residentes recaía en funcionarios designados por la corona, casi exclusivamente españoles provenientes de Europa, sin vinculación con los problemas e intereses americanos. Legalmente no había diferenciación en clases sociales entre españoles peninsulares y del virreinato, pero en la práctica los cargos más importantes recaían en los primeros. La burguesía criolla, fortalecida por la revitalización del comercio e influida por las nuevas ideas, esperaba la oportunidad para acceder a la conducción política.

La rivalidad entre los habitantes nacidos en la colonia o en la España europea dio lugar a una rivalidad entre los partidarios de la autonomía y los partidarios de conservar la situación establecida. Los partidarios de la autonomía se llamaban a sí mismos patriotas, americanos, sudamericanos o criollos, mientras que los partidarios de la realeza española se llamaban a sí mismos realistas. Los patriotas eran señalados despectivamente por los realistas como insurgentes, facciosos, rebeldes, sediciosos, revolucionarios, descreídos, herejes o libertinos; mientras que los realistas eran a su vez tratados en forma despectiva como sarracenos, godos, gallegos, chapetones, matuchos o maturrangos por los patriotas.

La coronación de Carlota Joaquina de Borbón fue una alternativa a la revolución que fue brevemente considerada.

Buenos Aires logró un gran prestigio ante las demás ciudades del Virreinato luego de expulsar a las tropas inglesas en dos oportunidades durante las Invasiones Inglesas. Este prestigio fue utilizado como argumento por Juan José Paso para justificar en el cabildo abierto el que Buenos Aires tomara la iniciativa de reemplazar al virrey sin consultar previamente a las otras ciudades.

Una variante que se consideró antes de la revolución fue apoyar la intención de la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII, de ponerse al frente de todas las colonias españolas como regente. Estaba capacitada para hacerlo por la derogación de la Ley Sálica en 1789, y su intención era prevenir un posible avance francés sobre las mismas. El intento no era apoyado por los españoles peninsulares, pero sí por algunos núcleos revolucionarios que veían en ello la posibilidad de independizarse en los hechos de España. Entre ellos se encontraban Castelli, Beruti, Vieytes y Belgrano; otros revolucionarios como Mariano Moreno o Juan José Paso estaban en desacuerdo. Sin embargo, la propia infanta renegó de tales apoyos, y denunció al virrey las motivaciones revolucionarias contenidas en las cartas de apoyo que le enviaron. Sin ningún otro respaldo importante, las pretensiones de Carlota fueron olvidadas. Incluso después de la revolución algunos mantuvieron la idea de su coronación como estrategia dilatoria, pero la infanta estaba completamente en contra de los sucesos ocurridos. En una carta enviada a Juan Manuel Goyeneche dijo:

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Antecedentes a la revolución

Liniers: cuestionamiento a la autoridad virreinal (1807–1809)

Retrato de Santiago de Liniers

Tras la victoria obtenida durante las Invasiones Inglesas, la población de Buenos Aires no aceptó que el virrey Rafael de Sobremonte retomara el cargo, ya que durante el ataque había huido de la ciudad rumbo a Córdoba con el erario público. Si bien Sobremonte lo hizo obedeciendo una ley que databa de la época de Pedro de Cevallos, que indicaba que en caso de ataque exterior se debían poner a resguardo los fondos reales, dicha acción lo hizo aparecer como un cobarde a los ojos de la población.[3]​ En su lugar, el nuevo virrey fue Santiago de Liniers, héroe de la reconquista, elegido por aclamación popular.

Sin embargo, la gestión de Liniers comenzó a recibir cuestionamientos. El principal adversario político de Liniers, el gobernador de Montevideo Francisco Javier de Elío las canalizó en una denuncia sobre el el origen francés de Liniers: argumentaba que era inaceptable que un compatriota de Napoleón Bonaparte, en guerra con España en ese entonces, ocupara el cargo. Sin embargo, a pesar de los reclamos de Liniers, no pudo brindar pruebas concretas de que el virrey complotara con los franceses. De Elío se negó a reconocer la autoridad de Liniers y formó una junta de gobierno propia, independiente a la de Buenos Aires.

Asonada de Álzaga

El comerciante español afincado en Buenos Aires Martín de Álzaga y sus seguidores, hicieron estallar una asonada con el objetivo de destituir a Liniers. El 1 de enero de 1809, un cabildo abierto exigió la renuncia del virrey Liniers y designó una Junta a nombre de Fernando VII, presidida por Álzaga; las milicias españolas y un grupo de personas convocados por la campana del cabildo apoyaron la rebelión.

Las milicias criollas encabezadas por Cornelio Saavedra rodearon la plaza, provocando la dispersión de los sublevados. Los cabecillas fueron desterrados y los cuerpos militares sublevados fueron disueltos. Como consecuencia, el poder militar quedó en manos de los criollos que habían sostenido a Liniers. La rivalidad entre criollos y españoles peninsulares se acentuó.

Los responsables del complot, desterrados a Carmen de Patagones, fueron rescatados por Elío y llevados a Montevideo.

Cisneros: último virrey en Buenos Aires

Baltasar Hidalgo de Cisneros, el último virrey

En España la Junta Central de Sevilla decidió terminar con los enfrentamientos en el Río de la Plata disponiendo el reemplazo de Liniers por don Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien arribó a Montevideo en junio de 1809. El traspaso del mando se hizo en Colonia; Javier de Elío aceptó la autoridad del nuevo virrey y disolvió la Junta de Montevideo, volviendo a ser gobernador de la ciudad. Cisneros rearmó las milicias españolas disueltas tras la asonada contra Liniers, e indultó a los responsables de las mismas.

En el plano económico, ante las dificultades y costos del comercio con España, Cisneros aceptó la propuesta de Mariano Moreno e instauró el 6 de noviembre de 1809 el libre comercio con las demás potencias. Los principales beneficiados eran Gran Bretaña y los sectores ganaderos que exportaban cueros. Sin embargo, los comerciantes que se beneficiaban del contrabando reclamaron a Cisneros que anule el libre comercio, a lo cual accedió para no perder su apoyo. Esto provocó a su vez que los ingleses, con Mac Kinnon y el capitán Doyle como representantes, reclamaran una revisión de la medida, haciendo valer el carácter de aliados contra Napoleón de España y Gran Bretaña. Cisneros resolvió entonces otorgar una prórroga al libre comercio, la cual finalizaría el 19 de mayo de 1810.

Agitación revolucionaria en el Alto Perú

Ejecución de Pedro Murillo, por Joaquín Pinto.

El descontento con los funcionarios españoles se manifestó también en el interior. El 25 de mayo de 1809 una revolución destituyó al gobernador y presidente de la Real Audiencia de Charcas Ramón García de León y Pizarro, acusado de apoyar el protectorado portugués; el mando militar recayó en el coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales. La autoridad civil quedó en situación indecisa, de modo que fue en parte ejercida por el mismo Arenales.

El 16 de julio en la ciudad de La Paz otro movimiento revolucionario liderado por el Coronel Pedro Domingo Murillo y otros patriotas obligó a renunciar al gobernador intendente Tadeo Dávila y al obispo de La Paz, Remigio de la Santa y Ortega; el poder recayó en el cabildo hasta que se formó la Junta Tuitiva de los Derechos del Pueblo, presidida por Murillo.

La revolución de Chiquisaca no se proponía alterar la fidelidad al Rey, mientras que la revolución de La Paz se proclamó abiertamente independiente. En la actualidad, los historiadores no se ponen de acuerdo en si la revolución de Chuquisaca tuvo motivaciones independentistas o si fue sólo una disputa entre fernandistas y carlotistas. En consecuencia, existen desacuerdos sobre si la primer revolución independentista en Hispanoamérica fue la de Chuquisaca o La Paz. Los investigadores Juan Reyes y Genoveva Loza sostienen la segunda postura, argumentando que se mantuvo el sistema de gobierno español y no se respaldó la revolución en La Paz,[4]​ mientras que otros como Teodocio Imaña,[4]Gabriel René Moreno[5]​ o Felipe Pigna[6]​ sostienen que la de Chuquisaca fue una revolución independentista, citando como su principal fundamento el Silogismo de Chuquisaca o Silogismo Altoperuano.

La reacción de los funcionarios españoles derrotó estos movimientos: el de La Paz fue aplastado sangrientamente por un ejército enviado desde el Perú, mientras que el de Chuquisaca fue sofocado por tropas que envió el virrey Cisneros. Cisneros decidió a continuación crear un Juzgado de Vigilancia Política, orientado a perseguir a los partidarios de las ideas de la Revolución Francesa o de cualquier otro ordenamiento político que pudiera minar la autoridad del Virreinato.

Las medidas tomadas por el virrey contra dichas revoluciones acentuaron el resentimiento de los criollos contra los españoles peninsulares, ya que Álzaga fue indultado de la prisión recibida tras su Asonada, lo cual reforzaba entre los criollos la sensación de inequidad.[7]​ Entre otros, Castelli estuvo presente en los debates de la Universidad de San Xavier en donde se alumbró el Silogismo de Chuquisaca, el cual influenció sus posturas en la Semana de Mayo.[8]

Cronología de la Semana de Mayo

La Semana de Mayo es la semana que transcurre entre el 18 y el 25 de mayo de 1810, que se inicia con la confirmación de la caída de la Junta de Sevilla y desemboca en la destitución de Cisneros y la asunción de la Primera Junta.

Unos días antes, el 13 de mayo, llegaron al puerto montevideano la fragata inglesa John Paris y el buque Misletoe, con importantes noticias de Europa: la Junta de Sevilla, uno de los últimos bastiones del poder de la corona española, había caído ante el imperio napoleónico, que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando VII mediante las Abdicaciones de Bayona. En su lugar, se había designado al Consejo de Regencia de España e Indias. Cisneros intentó ocultar las noticias incautando todos los periódicos que traía el barco, pero uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano y Juan José Castelli. Éstos se encargaron de difundir la noticia, que ponía en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.

Viernes 18 de mayo

Ante el nivel de conocimiento público alcanzado por la noticia de la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar los ánimos. Cisneros habló de la delicada situación en la península, pero no confirmó en forma explícita que la Junta había caído, si bien era conciente de ello.[9]​ Parte de la proclama decía lo siguiente:

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Algunos criollos se reunieron en las casas de Nicolás Rodríguez Peña y de Hipólito Vieytes. El grupo revolucionario formado por estos dos últimos y por Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti y otros sostuvo reuniones con Cornelio Saavedra, en las que decidieron solicitar al virrey la realización de un cabildo abierto para determinar los pasos a seguir por el virreinato. Para este fin resolvieron enviar a Castelli y Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros. Antes de dicha entrevista Saavedra y Belgrano se encontrarían con Juan José Lezica y Castelli con Leyva.

Sábado 19 de mayo

Cisneros recibió a Castelli y a Martín Rodríguez, quienes le formularon la petición. Lo urgieron para que la convocatoria fuera realizada al día siguiente. El virrey no se decidía, ya que pensaba que un Cabildo Abierto podría resultar en su contra. Decidió que ganar tiempo era imprescindible, y citó a los jefes militares para el día siguiente, en su residencia de gobierno, el Fuerte, para saber si lo apoyarían.

Domingo 20 de mayo

Demanda ante el virrey Cisneros por la realización de un Cabildo Abierto. Bajorelieve de Gustavo Eberlein

Los jefes militares se presentaron en el Fuerte a últimas horas de la tarde. El coronel criollo Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios e integrante de la Sociedad de los Siete, concurrió a la reunión. Cuando Cisneros reclamó una respuesta a su petición de apoyo, Rodríguez expuso que su juramento a la legítima autoridad ya no lo obligaba más, y que el pueblo pedía con razón un cambio. Saavedra respondió que debía renunciar, ya que la Junta que le había nombrado ya no existía. Cisneros intentó improvisar un discurso hablando de insolencia y atrevimiento, pero Rodriguez lo detuvo advirtiéndole que tenía cinco minutos para decidir. Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del Cabildo, Julián de Leyva. Ante la situación, el virrey se resignó y permitió que se realizara el cabildo abierto. Sus palabras fueron:

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El cabildo abierto se celebraría el 22 de mayo siguiente.

Esa misma noche se celebró una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada "Roma Salvada", a la cual concurrieron buena parte de los revolucionarios. El jefe de la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que, con la excusa de que éste estuviera enfermo, la obra se reemplazara con "Misantropía y arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue. Los rumores de censura policial se extendieron con rápidez, por lo que Morante salió e interpretó la obra prevista, en la cual interpretaba a Cicerón. En el cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente:

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Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en un aplauso frenético a la obra. El propio Juan José Paso se levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires libre!".

Lunes 21 de mayo

Invitación al Cabildo Abierto del 22 de mayo.

A las 9, el Cabildo inició sus trabajos de rutina, pero se vieron interrumpidos por 600 hombres y mujeres armados, agrupados bajo el nombre de "Legión Infernal", que ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo, y exigieron a gritos que se convocase a un Cabildo Abierto y se destituyese al virrey Cisneros. Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio Beruti. Estos desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir su palabra de permitir la celebración del cabildo abierto del día siguiente. El síndico Leiva no tuvo éxito en calmar a la multitud al asegurar que el mismo se celebraría como estaba previsto. La gente se tranquilizó y dispersó gracias a la intervención de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, que aseguró que los reclamos de la Legión Infernal contaban con su apoyo militar.

El 21 de mayo se repartieron 450 invitaciones entre los principales vecinos y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad; pero el encargado de su impresión Agustín Donado (compañero de French y Beruti) imprimió muchas más de las necesarias y las repartió entre los criollos.

El Escmo. cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir, precisamente mañana 22 del corriente, á las nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al cabildo abierto que con avenencia del Escmo. Sr. virey ha acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á las tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente.

Martes 22 de mayo

El Cabildo abierto, según Juan Manuel Blanes.

De los 450 invitados al cabildo abierto solamente participaron unos 251. French y Beruti, al mando de 600 personas con cuchillos, trabucos y fusiles, controlaron el acceso a la plaza, con la finalidad de asegurar que el cabildo abierto fuera copado por criollos.

El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, contando con diversos momentos, entre ellos la lectura de la proclama del Cabildo, el debate, "que hacía de suma duración el acto", como se escribió en el documento o acta, y la votación, individual y pública, escrita por cada asistente y pasada al acta de la sesión.

El debate en el cabildo tuvo como tema principal la legitimidad o no del gobierno y de la autoridad del virrey. El principio de la retroversión de la soberanía planteaba que, desaparecido el monarca legítimo, el poder volvía al pueblo; y que éste tenía derecho a formar un nuevo gobierno.

Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que sostenían que la situación debía mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y los que sostenían que debía formarse una junta de gobierno en su reemplazo, al igual que en España. No reconocían la autoridad del Consejo de Regencia argumentando que las colonias en América no habían sido consultadas para su formación.[10]​ El debate abarcó también, de manera tangencial, la rivalidad entre criollos y españoles peninsulares, ya que quienes proponían mantener al virrey consideraban que la voluntad de los españoles debía primar por sobre la de los criollos.

Uno de los oradores de la primer postura fue el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, líder de la iglesia local. Lué y Riga sostenía lo siguiente:

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Juan José Castelli habló a continuación, sostenía que los pueblos americanos debían asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara el impedimento de Fernando VII de regresar al trono.

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Ruiz Huidobro expuso que, dado que la autoridad que había designado a Cisneros había caducado, éste debía considerarse separado de toda función de gobierno, y que en su función de representante del pueblo el Cabildo debía asumir y ejercer la autoridad.

El fiscal Manuel Genaro Villota, representante de los españoles más conservadores, señaló que la ciudad de Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones unilaterales sobre la legitimidad del virrey o el Consejo de Regencia sin hacer partícipes del debate a las demás ciudades del Virreinato. Argumentaba que ello rompería la unidad del país y establecería tantas soberanías como pueblos. Juan José Paso le dio la razón en el primer punto pero adujo que la situación del conflicto en Europa y la posibilidad de que las fuerzas napoleónicas prosiguieran conquistando las colonias americanas demandaban una solución urgente.[11]​ Adujo entonces el argumento de la hermana mayor, por la cual Buenos Aires tomaba la iniciativa de realizar los cambios que juzgaba necesarios y convenientes, bajo la expresa condición de que las demás ciudades serían invitadas a pronunciarse a la mayor brevedad posible.[12]​ La figura retórica de la "Hermana mayor", comparable a la gestión de negocios, es un nombre que hace una analogía entre la relación de Buenos Aires y las otras ciudades del Virreinato con una relación filial.

La postura de Cornelio Saavedra fue la que acabó imponiéndose.

El cura Juan Nepomuceno de Sola opinaba que el mando debía entregarse al Cabildo, pero sólo en forma provisional hasta la realización de una junta gubernativa con llamamiento a representantes de todas las poblaciones del virreinato.

Cornelio Saavedra propuso que el mando se delegase en el Cabildo hasta la formación de una junta de gobierno, en el modo y forma que el cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la frase de que" (...) y no queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando". A la hora de la votación, la postura de Castelli se acopló a la de Saavedra.

Luego de los discursos, se procedió a votar por la continuidad del virrey, solo o asociado, o por su destitución. La votación duró hasta la medianoche, y se decidió por amplia mayoría destituir al virrey: 155 votos contra 69. Los votos contrarios a Cisneros se distribuyeron de la siguiente manera[13]​:

  • Fórmula según la cual la autoridad recae en el Cabildo: 4 votos
  • Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: 18 votos
  • Fórmula de Pedro Andrés García, Juan José Paso y Luis José Chorroarín: 20 votos.
  • Fórmula de Ruiz Huidobro: 25 votos
  • Fórmula de Saavedra y Castelli: 87 votos

A la madrugada del día 23 se emitió el siguiente documento:

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Miércoles 23 de mayo

Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden público.

Jueves 24 de mayo

Domingo French, uno de los líderes de los movimientos revolucionarios populares.

El día 24 el Cabildo conformó la nueva Junta. Estaba presidida por el ex virrey y contaba con 4 vocales criollos. Dicha Junta, preparada por el síndico Leyva, se mantendría hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. La Junta estaba formada por:

Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lue y Riega de mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto la misma hubiera sido derrotada en las elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en la sociedad.[14]

Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, era vista como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El coronel Martín Rodríguez lo explicaba así:

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Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su dimisión.

Viernes 25 de mayo

Durante la mañana del 25 de mayo una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza Mayor, actual Plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de una Junta de gobierno. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando que "El pueblo quiere saber de qué se trata".

Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que ratifique y formalice los términos de su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin embargo, resulta insuficiente, y representantes de la multitud reunida en la plaza reclaman que el pueblo resolvió reasumir la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la formación de una Junta. Además, se disponía el envío de una expedición de 500 hombres para auxiliar a las provincias interiores.

Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, "prestádose á ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado á mostrar el punto á que llega su consideracion por la tranquilidad pública y precaucion de mayores desórdenes".[15]​. Luego de ello se procedió a designar a la Primera Junta.

Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada. Pero, dado lo avanzada de la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había disminuido, cosa que Leiva adujo para ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Saavedra contestó enérgicamente, exigiendo

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La Primera Junta estaba compuesta de la siguiente manera:

Presidente

Vocales

Secretarios

Acto seguido, Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre salvas de artillería y toques de campana.

El mismo 25 Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a Santiago de Liniers y reclamarle acciones militares contra la Junta.

Circular a los cabildos de las provincias

En el acta del cabildo de Buenos Aires del 25 de mayo, se indicaba a la Junta que enviara una circular a los cabildos de las provincias para que envíen diputados a la capital: Plantilla:Ccita2

La Junta envió una circular el 27 de mayo solicitando la elección de los diputados.

Intenciones revolucionarias

Aunque el gobierno surgido el 25 de mayo se pronunciaba fiel al rey español depuesto Fernando VII, los historiadores coinciden en que dicha lealtad era simplemente una maniobra política.[16][17][18]​ La Primera Junta no juró fidelidad al Consejo de Regencia de España e Indias, un organismo de la Monarquía Española aún en funcionamiento, y en 1810 la posibilidad de que Napoleón Bonaparte fuera derrotado y Fernando VII volviera al trono (lo cual ocurrió finalmente el 11 de diciembre de 1813 con la firma del Tratado de Valençay) aún parecía remota e inverosímil. Saavedra lo justificó en sus memorias aduciendo que

"(...) por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos".[19]

Para Gran Bretaña el cambio era favorable, ya que facilitaba el comercio con las ciudades de la zona sin que éste se viera obstaculizado por el monopolio del mismo que España mantenía con sus colonias. Sin embargo, Gran Bretaña priorizaba la guerra en Europa contra Francia, aliada a los sectores del poder español que aún no habían sido sometidos, y no podía aparecer apoyando a los movimientos independentistas americanos. En consecuencia presionaron para que las manifestaciones independentistas no se hicieran explícitas.

Acontecimientos posteriores

Ni el consejo de Regencia, ni los miembros de la Real Audiencia ni la población española proveniente de Europa creyeron la premisa de la lealtad al rey Fernando VII, y no aceptaron de buen grado la nueva situación. Los miembros de la Audiencia no quisieron tomar juramento a los miembros de la Primera Junta, y al hacerlo lo hicieron con manifestaciones de desprecio. El 15 de junio los miembros de la Real Audiencia juraron fidelidad en secreto al Consejo de Regencia y enviaron circulares a las ciudades del interior, llamando a desoír al nuevo gobierno. Para detener sus maniobras la Junta convocó a todos los miembros de la audiencia, al obispo Lué y Riega y al antiguo virrey Cisneros, y con el argumento de que sus vidas corrían peligro fueron embarcados en el buque británico Dart. Su capitán Marcos Brigut recibió insrucciones de Larrea de no detenerse en ningún puerto americano y de trasladar a todos los embarcados a las Islas Canarias. Tras la exitosa deportación de los grupos mencionados se nombró una nueva Audiencia, compuesta íntegramente por criollos leales a la revolución.

En este punto Santiago de Liniers encabeza una rebelión en Córdoba, la cual es rápidamente sofocada por las fuerzas comandadas por Francisco Ortiz de Ocampo. Sin embargo, una vez capturados Ocampo se negó a fusilar a Liniers ya que había peleado junto a él en las Invasiones Inglesas, por lo que la ejecución fue realizada por Castelli.

Luego de sofocar dicha rebelión se procedió a enviar expediciones militares a las diversas ciudades del interior, reclamando apoyo para la Primera Junta. Se reclamó el servicio militar a casi todas familias, tanto pobres como ricas, ante lo cual la mayor parte de las familias patricias decidían enviar a sus esclavos al ejército en lugar de a sus hijos. Esta es una de las razones de la disminución de la población negra en Argentina.

Consecuencias

Una de las consecuencias más importantes de la Revolución de Mayo en la sociedad que dejaba de ser un virreinato fue el cambio de paradigma con el cual se consideraba la relación entre el pueblo y los gobernantes. Hasta aquel entonces primaba la concepción del bien común: si bien se respetaba completamente la autoridad monárquica, si se consideraba que una orden proveniente de la corona de España era perjudicial para el bien común de la población local, se la cumplía a medias o se la ignoraba. Esto era un procedimiento habitual. Con la revolución, el concepto del bien común dio paso al de la soberanía popular, impulsado por personas como Moreno, Castelli o Monteagudo, que sostenía que en ausencia de las autoridades legítimas el pueblo tenía derecho a designar a sus propios gobernantes. Con el tiempo, la soberanía popular daría paso a la regla de la mayoría, que plantea que es la mayoría de la población la que determina, al menos en teoría, al gobierno en ejercicio. Esta maduración de las ideas fue lenta y progresiva, y llevó muchas décadas hasta cristalizarse de una manera electoral, pero fue lo que llevó finalmente a la adopción del sistema republicano como forma de gobierno de Argentina.

Otra consecuencia fue la disgregación de los territorios que correspondían al Virreinato del Río de la Plata en varios territorios diferentes. La mayor parte de las ciudades que lo componían tenían poblaciones, producciones, mentalidades, contextos e intereses diferentes entre sí. Estos pueblos se mantenían unidos gracias a la autoridad del gobierno español, pero al desaparecer ésta las poblaciones de Montevideo, Paraguay y el Alto Perú comenzaron a distanciarse de Buenos Aires. La escasa duración del Virreinato del Río de la Plata, de apenas 38 años, no logró que se forjara un sentimiento patriótico que las ligara como una unidad común.

Homenajes

En la actualidad, el 25 de mayo es recordado como una fecha patria en Argentina, con el carácter de feriado nacional. El mismo es inamovible, por lo que se celebra exactamente el 25 independientemente del día de la semana. En el año 2010 se cumplirán 200 años de la Revolución de Mayo, lo que motivará las celebraciones del Bicentenario de la República Argentina.

La fecha, así como también la imagen de un Cabildo en forma genérica, se utilizan en diversas variantes para homenajear la Revolución de Mayo. Dos de las más notables son la Plaza de Mayo y la Avenida de Mayo. "25 de mayo" es el nombre de diversas divisiones administrativas de la Argentina, y se utiliza un Cabildo conmemorativo en las monedas de 25 centavos.

Véase también

Notas

  1. Abad de Santillán, Diego (1965). La Revolución de Mayo: Factores convergentes y determinantes. «Historia Argentina». Buenos Aires: TEA (Tipográfica Editora Argentina). p. 387. 
  2. Abad de Santillán, Diego (1965). La Revolución de Mayo: Factores convergentes y determinantes. «Historia Argentina». Buenos Aires: TEA (Tipográfica Editora Argentina). p. 391. 
  3. Luna, Félix (1994). La etapa colonial / Las Invasiones Inglesas. «Breve historia de los argentinos». Buenos Aires: Planeta / Espejo de la Argentina. p. 52. 950-742-415-6. 
  4. a b «El primer gobierno libre latinoamericano». La Razón. 16 de julio de 2006. Consultado el 16 de septiembre de 2008. 
  5. Ramiro Prudencio Lizón (22 de mayo de 2004). «La gran revolución de Chuquisaca». Correo del Sur. Consultado el 16 de septiembre de 2008. 
  6. Pigna, Felipe (2007). «La Revolución de Mayo». Los mitos de la historia argentina (26 edición). Argentina: Grupo editoral Norma. pp. 224, 225. ISBN 987-545-149-5. 
  7. Pigna, Felipe (2007). «La Revolución de Mayo». Los mitos de la historia argentina (26 edición). Argentina: Grupo editoral Norma. pp. 226, 227. ISBN 987-545-149-5. 
  8. Pacho 'O Donell: El Grito Sagrado
  9. Abad de Santillán, Diego (1965). Las jornadas de Mayo de 1810: Divulgación de las noticias sobre el curso de la invasión francesa a España. «Historia Argentina». Buenos Aires: TEA (Tipográfica Editora Argentina). p. 404. 
  10. La crisis de la monarquía española y las revoluciones hispánicas
  11. Pigna, Felipe (2007). «La Revolución de Mayo». Los mitos de la historia argentina (26 edición). Argentina: Grupo editoral Norma. p. 237. ISBN 987-545-149-5. 
  12. Luna, Félix (1994). 1810 y sus efectos / La Revolución. «Breve historia de los argentinos». Buenos Aires: Planeta / Espejo de la Argentina. p. 62. 950-742-415-6. 
  13. Abad de Santillán, Diego (1965). Las jornadas de Mayo de 1810: Divulgación de las noticias sobre el curso de la invasión francesa a España. «Historia Argentina». Buenos Aires: TEA (Tipográfica Editora Argentina). p. 409. 
  14. Abad de Santillán, Diego (1965). Las jornadas de Mayo de 1810: Divulgación de las noticias sobre el curso de la invasión francesa a España. «Historia Argentina». Buenos Aires: TEA (Tipográfica Editora Argentina). p. 410. 
  15. Actas capitulares desde el 21 hasta el 25 de mayo de 1810
  16. Pigna, Felipe (2007). «La Revolución de Mayo». Los mitos de la historia argentina (26 edición). Argentina: Grupo editoral Norma. p. 243. ISBN 987-545-149-5. 
  17. Halperín Donghi, Tulio (1974). Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza. 
  18. Luna, Félix (agosto de 2004). «Consecuencias de la asonada». Grandes protagonistas de la historia argentina: Mariano Moreno. Buenos Aires: La Nación. p. 25. ISBN 950-49-1248-6. 
  19. Cornelio Saavedra, Memoria autógrafa, en Biblioteca de Mayo, tomo II, páginas 1050-1051, 1966

Bibliografía

Enlaces externos