Diferencia entre revisiones de «Italia meridional»

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=== Islas ===
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Sicilia, paso a paso por la isla de los cíclopes
La mística grecolatina de héroes y dioses atrapa al visitante
El Etna, morada de Vulcano, lo observa todo. Polifemo, furioso, siembra de escollos la costa de Aci Reale. Proserpina es raptada en el lago de Pergusa. Mitos en estado puro. Un territorio fabuloso.
JUAN CARLOS ABRIL

Italia es el primer país del mundo en número de lugares denominados por la Unesco patrimonio de la humanidad. Cinco de esos lugares se encuentran en Sicilia: El área arqueológica de Agrigento; la villa romana del Casale, en Piazza Armerina; las islas Eolias; las ciudades barrocas del valle de Noto, y Siracusa y la necrópolis rocosa de Pantalica. El recorrido que aquí proponemos, ceñido sobre todo a la cultura grecolatina, puede ser completado con alguno de esos otros itinerarios también imprescindibles para conocer una isla repleta de historia que llegó a ser el centro del mundo en varias épocas, como en la fase tardía del Imperio Romano.

Por fin llegamos. El estrecho de Messina, de tres kilómetros, nos sitúa de golpe ante el mito clásico y los monstruos que asediaban a los viajeros navegantes, los vientos y las tormentas, una especie de finis mundi. Messina, ciudad industrial, sin embargo, no presenta especial fascinación tal y como esperamos encontrar en esta isla legendaria, y decidimos hacer escala más al sur, en Castelmola, un pueblecito medieval algo más económico que se alza en un pico escarpado sobre Tauromenion o monte Tauro, la actual Taormina. Sin duda son numerosos los encantos de esta antigua colonia griega, fundada en el siglo VIII antes de Cristo, pero sus precios son los más altos de toda Sicilia. Con miradores espléndidos hacia la costa jónica, Taormina es una ciudad turística con un clima agradable, y una reciente historia envuelta en el sueño de los románticos y artistas, donde se respiraba libertad respecto a las uniones homosexuales a comienzos del siglo XX. Su teatro grecolatino ofrece un belvedere incomparable, una riqueza inmensa a la que nuestros ojos deberían ya irse habituando en este viaje. No hay que dejar de acercarse, justo a los pies de Taormina, a Giardini-Naxos, que recoge el topónimo de la mayor de las islas Cícladas griegas y que fue el primer asentamiento que fundaron los primeros colonos griegos que desembarcaron en la isla. Pero desde este enclave, e incluso antes, hay una presencia poderosa que nos vigila y nos inquieta de un modo inigualable, casi indescriptible, una fuerza telúrica que ejerce un misterioso poder de atracción sobre sus habitantes: el Etna, el volcán más grande de Europa, con sus nubes y humos revoloteando... Cuenta la leyenda que Zeus en su lucha contra los Titanes arrojó a Tifón al volcán, y que así se transformó la boca del monstruo en el cráter, y que escupe la lava cuando se enfada, y ruge en los terremotos, considerándose los brazos y su cuerpo la isla entera, como si estuviera tendido en decúbito supino con los pies hacia el oeste. El Etna, sin embargo, es más, porque recogerá otros muchos mitos alrededor de su fuego, como el de morada de Vulcano y albergar en su interior la herrería donde se forjaban las armas para el dios de la guerra, Marte. También este volcán fue donde nació el dios Dionisos, a quien se le rendían cultos desenfrenados en torno a la cultura del vino, la fiesta y la orgía... Hay excursiones organizadas en autobús, por el lado sur, hasta la torre del Filósofo, donde Empédocles, otro siciliano insigne, se lanzó a la lava incandescente, exigiendo a la sociedad en cierta manera purificarse, puesto que consideraba que en aquel entonces ésta se había corrompido en demasía... y allí mismo recordamos el célebre poema de Bertolt Brecht Las sandalias de Empédocles: ¡qué diría ahora el filósofo si viviera! Hay otro camino, por el lado norte, hasta la Piana Provenzana, rodeada de nieves perpetuas, en ese paisaje lunar que queda después de las erupciones.

Polifemo, el cíclope

A las faldas del volcán hay parajes y pueblos hermosísimos, como Linguaglossa o Castiglione di Sicilia; Le Gole di Alcántara (así, con el nombre español, una de tantas huellas del paso de los aragoneses), intensos limonares (de ellos se elabora el típico licor de limón o limoncello, un digestivo muy apreciado cuando es casero), pequeñas carreteras tupidas, y la tierra, en general, que parece que tiembla, en la que existe una inquietud sin objeto que, en cualquier caso, se debe a las fuerzas subterráneas siempre presentes.

Pero es hacia el litoral donde el mito cobra cuerpo de nuevo. Llegamos, a menos de tres o cuatro kilómetros, a Aci Trezza, el pueblecito en el que sucedía la historia de Los malasangre, la novela de Giovanni Verga, y donde se rodó la opera prima de Luchino Visconti, La tierra tiembla (1948). El pastor Acis, hijo del dios Pan, estaba enamorado de Galatea, pero igualmente de la hermosa ninfa se había quedado prendado el cíclope Polifemo, que, celoso, mató al joven pastor. Luego lo troceó en nueve porciones y las diseminó por la zona, fundando así los pueblos circundantes que llevan su nombre: Aci Trezza, Aci Castello, Aci Reale, etcétera. Y de este modo inspiró la preciosa Fábula de Polifemo y Galatea a Luis de Góngora, aunque con un lenguaje bastante más rebuscado... Además, en Aci Reale se puede pasear por la Ribera de los Cíclopes, donde quedan aún restos de la furia de Polifemo, el más famoso de estos gigantes monstruosos cuando, tras haber apresado a Ulises y a su tripulación, éste le cegó su único ojo y escapó: el cíclope lanzó grandes piedras al héroe que huía por el mar, y he aquí la explicación de los escollos que adornan el litoral con sus llamativas formas arrojadizas.

Siracusa

Hacia el sur, y siguiendo el litoral, dejamos a un lado Catania y las ruinas de Megara Hyblaea, aunque la imagen del Etna sigue acompañándonos. Llegamos a Siracusa. Aquí la estratificación de culturas llega a ser alucinante, con más de 2.500 años superpuestos; por ejemplo, la catedral, de estilo barroco, que se sirve de las columnas exteriores con los capiteles dóricos incrustados en la construcción. Arquímedes fue su ciudadano más ilustre, y Cicerón dijo que Siracusa era la ciudad más bella del mundo. El mismísimo Platón vino aquí reclamado por el tirano Dionisos. Su teatro, el más grande de Occidente y del mundo antiguo, posee capacidad para 20.000 personas. Aquí se representó a Eurípides y a Sófocles, y por supuesto a Esquilo, que era siracusano. Otras ruinas emocionantes son su anfiteatro, y el templo de Apolo, que se halla en el centro de Siracusa y fue redescubierto en la primera mitad del siglo XX. Queda un poco dibujada y al aire su elegante estructura, la cual presenta unas inscripciones profundamente originales: son la única señal y caso conocido en un templo griego donde se puede leer quién fue el arquitecto. La cercana fortificación griega, que se erige en una suave colina, se considera la más importante y grande que existe, fruto no sólo de la competencia con Atenas, sino sobre todo como resultado de haber sido la capital del Mediterráneo durante varios siglos, hasta la llegada del poderío cartaginés y, justo después, romano. Citamos sólo de paso el magnífico castillo medieval del emperador Federico II, pero que hay que visitar obligadamente.

La Capilla Sixtina del mosaico
Al sur quedan ciudades espléndidas y barrocas en el valle de Noto, como Ragusa, Noto o Modica, y sus bellos campos de algarrobos y chumberas. Todavía se puede divisar muy a lo lejos el Etna vigilante. Pero nos dirigimos directamente hacia la villa romana del Casale, en Piazza Armerina, más o menos en el centro de la isla, que nosotros denominamos, con permiso de otros testimonios de mosaicos tunecinos, como la Capilla Sixtina del mosaico. En esta villa romana, descubierta en 1929, habitaron, entre otros, el emperador Maximiano Hércules (286305) y su familia a comienzos del siglo IV. Se considera como uno de los monumentos más importantes de Sicilia, algo realmente incomparable. Las escenas plasmadas en los mosaicos en sus 4.000 metros cuadrados constituyen un extraordinario testimonio de la vida social y las costumbres del bajo Imperio Romano. De las 46 salas que podemos contemplar, la de las 10 muchachas en biquini jugando a la pelota y haciendo gimnasia se considera la joya de la villa; pero existen otras igualmente extraordinarias, con escenas de caza o de amor, o el traslado de las fieras de África del Norte en barcos destinadas a los juegos y diversiones romanas. El mito también alimenta, cerca de Piazza Armerina, en el lago di Pergusa, uno de los episodios más trascendentales para la historia de la antropología: el rapto de Proserpina. Hija de Ceres (la diosa de la Tierra y de las cosechas), vivía en este lago -hoy un humedal a punto de secarse-, y por sus alrededores jugaba cogiendo flores y cantando hasta que fue raptada por Plutón para que reinase con él en los infiernos. Luego la leyenda se ocupa del resto, no sólo porque de ahí se deriva la explicación del cambio de las estaciones, sino porque si Proserpina se comió aquellos granos de la granada no fue por otra razón que para no tener que volver a la tierra.

Agrigento
Antes de descender hasta el sur podemos acercarnos a las excavaciones de Morgantina, que dispone de un teatro griego y de algunas columnas resistiendo al oraje todavía con cierta dignidad. Pero a algo menos de 100 kilómetros hacia el suroeste queda Agrigento, donde visitamos el famosísimo valle de los Templos, una muestra indeleble del poder de la religión en la antigüedad. Con Puerto Empédocle al fondo, la ciudad ostenta algunos otros atractivos, pero nada que ver con el mencionado valle de los Templos, casi apoteósico. Hambrientos tras tanta historia, en ninguna ocasión nos va a decepcionar la cuestión culinaria en la isla, sobre todo por su exquisita pasta (caserecci, ravioli...). No dejen de probar sus dulces: la tradicional cassata, o las cassatine (diminutivo plural), para aquellos que estén a dieta, y los cannoli, rellenos de ricotta, el célebre requesón italiano. ¡En el meridión la pastelería es una cosa muy seria! Y retomamos, hacia Selinonte, nuestra ruta, pasando por las ruinas de Heraclea Minoia, en las que puede adivinarse sin dificultad, cómo no, otro teatro.

Eternas enemigas
Selinonte, sin embargo, sin presentar tanta fama como Agrigento, nos parece mucho más interesante y nos punza aún más, por su atmósfera. Los vestigios de Selinonte son grandiosos. Su eterna enemiga, Segesta, casi en la costa norte, la cual al principio se alió a los cartagineses, a partir del siglo III antes de Cristo se cambió de bando con los romanos y logró destruir a Selinonte. Siglos después, no obstante, ambas son sólo piedras amontonadas. El parque arqueológico de Selinonte ofrece sus templos frente al mar, las fortificaciones y las calles, las casas, los caminos. En Segesta, al margen del magnífico templo que ya quedó en aquel tiempo inacabado, un teatro es testigo de excepción de su esplendor, en lo alto de una colina, con una panorámica envidiable; un teatro que, al contrario de los teatros griegos que hemos visitado hasta ahora, excavados en la piedra y aprovechando las sinuosidades del terreno, está construido artificialmente.

Isla de Ulises
Continuando por la costa norte hacia el este, de nuevo hacia Messina, dejamos una jornada para Palermo y Monreale, que, aunque no exhiben a simple vista trazas grecolatinas, son un repertorio vivo del pasado medieval siciliano. Pasamos, por supuesto, por Cefalú, mirando de reojo a las ruinas de Halaesa, y tras esta breve escala sólo nos queda visitar Tíndaris, antigua y esplendorosa ciudad que hacia el siglo IX fue destruida por los árabes, y en cuyas playas, según el mito homérico, fue donde naufragó Ulises y su tripulación. Y es que, en general, otras lecturas explican que el astuto héroe griego fue un nostálgico que nunca quiso regresar a cumplir con sus deberes conyugales, buscando la aventura lejos de su patria; como nosotros, que preferiríamos permanecer en esta isla luminosa indefinidamente, pero que debemos inexorablemente volver. Así completamos un recorrido inolvidable por la "isla de Ulises", como reza en el conmovedor poema del poeta y premio Nobel Salvatore Quasimodo, natural de Modica. Otro nostálgico que cantó las excelencias del sur. Otro que no quería volver.


=== Volcanes ===
=== Volcanes ===

Revisión del 22:55 24 sep 2009

Italia meridional.

Italia Meridional es la parte sur de la península Itálica y comprende las regiones de Basilicata, Abruzos, Calabria, Campania, Molise y Apulia. Generalmente, las ciudades del sur son menos industrializadas que las del norte.

El sur de Italia tiene una cultura parcialmente distinta a la del Norte, con sus tarantelas y sus músicas folclóricas, con sus monumentos y con sus paisajes.

Límites

La Italia meridional limita al norte con las regiones del Lacio y Marcas en la Italia central, al este con el Mar Adriático, al sur con el Mar Jónico y al oeste con el Mar Tirreno y se separa de la isla de Sicilia por el estrecho de Mesina frente a tres Regio de Calabria.

Generalidades

Parlamento Europeo

La región de Italia meridional corresponde a una circunscripción electoral del Parlamento Europeo, con derecho a 15 escaños, lo que considerando la población de la región corresponde a uno por cada 816&nbsp000 habitantes.

Historia

Magna Grecia

Magna Graecia en el 280 a. C.
Columnas en el templo dórico de Tarento.

Magna Grecia (en griego Μεγάλή Ελλάς Megalê El'lás) es el nombre dado en la Antigüedad al territorio ocupado por los colonos griegos al sur de la península italiana y Sicilia, donde fundaron polis que comerciaron con su metrópoli. Originalmente, Magna Graecia fue el nombre usado por los romanos para describir el área alrededor de la antigua colonia griega de Graia (Γραία), de forma que el área entera de colonización griega en la península italiana y Sicilia fue conocida por este nombre. De hecho, los términos "Grecia" y "griegos" en español y muchos otros idiomas vienen del término latino.

Muchas de las nuevas colonias se convirtieron en poderosas y prósperas ciudades, como Neápolis (Νεάπολις, Nápoles), Sýbaris (Σύβαρις, Síbaris). Otras ciudades de la Magna Grecia fueron Syrakousses (Συρακούσσες, Siracusa), Akragas (Άκραγας, Agrigento), Selinus (Σελινοΰς, Selinunte), Taras (Τάρας, Tarento), Lokroi o Locria (Λοκροί), Rêgion (Ρήγιον), Kroton (Κρότων, Crotona), Thurioi (Θούριοι, Turios), Elea (Ελαία), Messana (Mesina), Tauromenia e Hímera. Desde estos emplazamientos se mantenían vínculos con la Grecia más occidental, la del actual litoral hispanofrancés: Massalia (Marsella), Antípolis (Antibes), Nikaia (Niza), Emporion (Ampurias) o Mainake (Málaga).

Se dice que la Magna Grecia fue la tierra donde Odiseo (Ulises en la cultura romana), rey de Ítaca, se perdió durante diez años, después de regresar de Troya y antes de llegar a su reino. Numerosas leyendas e historias mitológicas de la Έλλάς Hélade tienen lugar allí.

Fue conquistada por Roma, que tras vencer en las guerras samnitas continuó su expansión hacia el sur. Caso famoso es el de Tarento, que tenía una alianza con Roma, lo que no impidió que ésta violara la cláusula que le impedía llevar una flota más allá de estrecho de Mesina. A su paso por Tarento, para mayor provocación pidieron atracar en la ciudad. El convoy fue asaltado declarándose la guerra. Los tarentinos, ahora conscientes de su acción, llamaron a Pirro de Epiro.

La intervención de Pirro de Epiro casi logró salvar las colonias, aunque su derrota final puso fin a toda esperanza de independencia.

Edad Media

Después de la Caída de Roma toda Italia fue invadida por los Ostrogodos, pero el sur de Italia fue invadido por otros pueblos.

La conquista bizantina

En el año 535, el emperador Bizantino Justiniano, dio dos golpes de mano que le permitieron tomar Silicia al mando de Belisario y Dalmacia por Ilírico Mundo. Teodato recurrió a una embajada papal, pero se envió una embajada Imperial paralela al propio monarca ostrogodo para establecer un acuerdo secreto de cesión de Italia al imperio. Los diversos contratiempos que atravesaba el Imperio en ese momento, como la revuelta de África y la recuperación de territorios por germanos en Dalmacia indujeron a Teodato a romper el compromiso y a hacer frente a los ejércitos de Justiniano.

Justiniano reorganizó la jerarquía militar para poder poner al frente de las campañas italianas a Belisario ya que Mundo había fallecido en la ofensiva de Dalmacia. En su lugar se puso a Constantiniano, que recuperó la ofensiva en Dalmacia, reocupando Salona y expulsando a los ostrogodos de la región. Belisario ocupó Nápoles y finalmente Roma a comienzos de diciembre. Teodato, antes de la caída de Roma, fue depuesto por Vitiges, comandante de su guardia personal que demostró tener gran capacidad para las artes guerreras y puso sitio a Roma.

El precio de la conquista del reino ostrogodo quizá podría considerarse excesivo. Se provocaron continuas campañas de desgaste, siendo víctima principal la población itálica que sufrió la destrucción de su tejido social, productivo, político y fue azotada por la peste. Los veinte años de lucha aceleraron dramáticamente la transición al mundo medieval. Roma perdió su entidad urbana y dejó de ser la ciudad por antonomasia del mundo Mediterráneo.

Dominio islámico

El Emirato de Sicilia fue un estado islámico medieval establecido en la isla italiana de Sicilia durante el periodo comprendido entre los años 965 y 1072.[1]

Conquista y dominación normanda, 1071-1198

Roger II de Sicilia.

Sicilia fue conquistada hacia el 1071 por el gran conde Roger, siendo a partir de esta conquista un condado. El conde Roger formaba parte de unos mercenarios normandos que habían estado pagados por bizantinos que deseaban expulsar a los sarracenos de la península Itálica. Con él se iniciará la dinastía Hauteville en Sicilia.

El antipapa Anacleto II inviste a Roger II como rey de Sicilia y él lo hace su feudo, cosa que plantea un problema político cuando la dinastía Hohenstaufen toma el poder en el reino de Sicilia. Los descendientes de Roger II, Guillermo I y Guillermo II, reinaron en Sicilia desde de su muerte en 1154 hasta 1189. Guillermo II, al morir sin descendientes varones, plantea un problema en la sucesión.

La heredera legítima de Guillermo II era su hija, Constanza I de Sicilia. La cual se casa con Enrique VI, cosa que permite la llegada al poder de la dinastía Hohenstaufen. El papa Clemente III teme por los bienes de la iglesia de Sicilia al subir al poder la dinastía Hohenstaufen, cosa que provoca su rechazo al matrimonio entre Constanza I de Sicilia y el emperador Enrique VI. Clemente III invita al emperador a rendirle juramento de vasallaje, pero el emperador lo rechaza. El Papa decide entonces dar apoyo a Tancredo de Sicilia, bastardo de Roger II, que muere en 1194.

Dominación Hohenstaufen, 1194-1266

Enrique VI y Constanza I de Sicilia, imagen de 1196.

Enrique VI se proclama rey de Sicilia el 25 de diciembre de 1194, en Palermo, junto con su esposa Constanza I de Sicilia. Su reinado será sin embargo corto, ya que muere en 1197. Entre esta fecha y 1220, el Papa intenta frenar el poder de los Hohenstaufen en Sicilia. El reino de Sicilia sin embargo no tiene ningún poder central como en las demás monarquías, así que los barones y los obispos usurpan las prerrogativas reales, y las ciudades grandes no aconsejan seguir adelante con sus instituciones comunales.

En 1220 Federico II, el hijo de Enrique VI, se proclama emperador. Ese diciembre en Capua deroga la ley normanda y cancela las concesiones de 1189 para castigar a los que aprovecharon el vacío de poder para hacerse fuertes. En 1230, las constituciones de Melfi, inspiradas en la ley romana, dan leyes reales al reino.

Dominación angevina, 1266-1282

Escudo de Armas del Reino de Nápoles.

Al subir al trono Manfredo I de Sicilia el Papa Clemente IV lo excomulga por ser hijo ilegítimo de su padre, volviéndose el reino de Sicilia propiedad del Papado. En 1262 Constanza II de Sicilia, hija de el anterior se casa con Pedro el Grande, conde de Barcelona y rey de Aragón. Esta situación de acoso entre la dinastía Hohenstaufen y la casa de Barcelona, siendo Constanza la heredera de Manfredo, provoca la antipatía del francés Clemente IV que busca ayuda en Carlos I de Anjou, hermano pequeño de su aliado Carlos IX de Francia. Así las tropas de Carlos de Anjou entran en la isla y luchan con Manfredo I en la batalla de Benevento, mientras Carlos es coronado rey de Sicilia en Roma en 1266.

Bajo Carlos de Anjou, y posteriormente su hijo Carlos II, el norte se favorece en detrimento del sur, así la capital se trasladada de Palermo a Nápoles. Esta situación de dominación angevina concluye con las Vísperas sicilianas, que conducen a la división del reino de Sicilia en 1282 en el reino de Sicilia, peninsular o reino de Nápoles, bajo dominio angevino, y el reino de Sicilia, insular, bajo dominio aragonés.

Dominación aragonesa, 1282-1442

Escudo de Armas del Reino de Sicilia.

Con el matrimonio de la heredera legal de Manfredo I, Constanza II de Sicilia, con Pedro el Grande de Aragón, el reino de Sicilia se convierte en uno de los principales intereses del conde-rey aragonés. Las Vísperas sicilianas representan una doble ruptura: primero contra los angevinos, con los cuales los impuestos eran muy altos; y después contra la herencia de Federico I, una herencia siempre en disputa (entre Hohenstaufen y angevinos) y que no estabilizaba el reino. Así mismo fue una petición de autonomía. Para poder hacer frente a los angevinos, los sicilianos invitan a Pedro el Grande a reivindicar los derechos de su esposa, cosa que comporta la separación en dos reinos.

Los conflictos entre los reinos de Sicilia y Nápoles fueron constantes hasta que es elegido Papa Benedicto XII en 1334, quien tenía relaciones de amistad con Federico II de Sicilia, y le promete respeto en la Santa Sede en Trinacria.

Los dos reinos resultantes están separados hasta 1442 cuando el rey de Aragón Alfonso el Magnánimo conquista el Reino de Nápoles y provoca el nacimiento del Reino de las Dos Sicilias.

Casa de Austria, 1516-1700

El emperador Carlos V en Mühlberg por Tiziano.

Con Carlos I comienza el reinado de la dinastía de los Habsburgo, o Casa de Austria, con la que España conocerá su mayor expansión territorial gracias a la conquista de extensos territorios en América y otras colonias de ultramar. Además, el rey Carlos V fue coronado Emperador del Sacro Imperio lo que añadió extensos territorios europeos a la corona; posteriormente, Felipe II, aumenta sus territorios en América y ciñe la corona de Portugal con sus territorios de Ultramar, iniciando un periodo (1580-1640) en el que los dominios del Monarca Católico pasaron a ser la mayor potencia económica y militar del mundo.

Los Borbones en las Dos Sicilias

En 1734, Carlos de Borbón, por entonces Duque de Toscana e hijo de Felipe V de España, luego de vencer a los austriacos en 1734, Carlos de Borbón se apodera de Nápoles con la ayuda española, recuperando el territorio para los borbones; siendo reconocido muy pronto por Francia en virtud del Primer Pacto de Familia, en 1737 lo harían los Estados Pontificios y, a continuación, el resto de los Estados italianos.

Carlos VII de Borbón y su esposa María Amalia de Sajonia fueron muy queridos por sus súbditos y ellos trabajaron para ganarse ese cariño, al poco tiempo de ser el Rey trajo reformas y la modernidad a su nuevo país, logrando pronto la unidad del pueblo y el favoritismo de este para su Rey. Tanto él como sus descendientes lograron gobernar, reformar y modernizar al nuevo estado y además lograron lo que muy pocos gobernantes pudieron que es el amor de los sujetos que ningún otra dinastía tuvo en el curso de los siglos (si no de manera menor), y que se manifestó abiertamente durante los años de la invasión napoleónica y durante los siguientes a la caída del Reino en manos de los Saboya, para lograr la unificación de Italia. En 1816, el hijo y sucesor en el trono napolitano de Carlos VII (III de España), Fernando IV cambió la denominación del Reino, Nápoles-Sicilia, por Dos-Sicilias.

Finalmente Francisco II, tras perder el apoyo del pueblo y sufrir varias derrotas a manos de los Camisas Rojas de Garibaldi se ve forzado a capitular y entregar sus territorios a Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña en 1860, que en un futuro pasará a ser el nuevo rey de una Italia unificada. Con esta conquista, el Reino de las Dos Sicilias deja de existir como estado independiente.

El Sur de Italia en la Unificación

Garibaldi.

En 1860, Giuseppe Garibaldi intentó lograr la liberación del reino de las Dos Sicilias, en el que Francisco II de Nápoles ejercía una monarquía absoluta. Las constantes revueltas producidas fueron el caldo de cultivo para la expedición de los Mil Camisas Rojas, auspiciada por Cavour. Al frente de su tropa de voluntarios, partió del puerto de Quarto cerca de Génova, con mil animados hombres. Desembarcó en Marsala, Sicilia y tras vencer al ejército borbónico en la batalla de Calatafemi, entró en Palermo la capital siciliana. Allí el pueblo vitoreó el nombre de Garibaldi y muchos valientes se unieron al ejército, los camisas rojas.

Garibaldi cruzó el estrecho de Messina y entró en el continente. Tras vencer al ejército borbónico en varias oportunidades tuvo la vía libre para entrar en Nápoles, ya que el rey Fernando II había abdicado para no provocar una guerra civil. Así Garibaldi entró triunfalmente en Nápoles conquistando todo el Reino de las dos Sicilias. Los franceses defendían a los estados Pontificios. Garibaldi no estaba decidido a entrar en Roma y quisieron aprovechar la situación para entrar en Nápoles. Pero los camisas rojas lucharon y vencieron a los franceses que contaban con un ejército superior.

Ambicionando una Italia unida bajo un solo gobierno radicado en Roma, concibió la idea de marchar sobre los Estados Pontificios, defendidos por tropas francesas. Sin embargo, Víctor Manuel y Cavour, temerosos de perder lo logrado ante una radicalización del conflicto, evitaron el avance Garibaldi. El incidente no supuso un enfrentamiento entre el rey del Piamonte y Garibaldi; ante el contrario, el revolucionario le cedió las dos Sicilias. Así Víctor Manuel II, el 17 de marzo de 1861 fundó el reino de Italia que no tenía ni Roma ni Venecia, pero fue la primera vez, después de los romanos y el Reino ostrogodo que Italia estuvo unida.

Geografía

Clima

El clima es típicamente mediterráneo, con el verano bastante árido y caluroso, especialmente en la época estival. Los inviernos llueve con frecuencia.

Islas

Volcanes

Ciudades importantes

Nápoles

La ciudad de Nápoles, con el Vesubio al fondo.

Nápoles (en napolitano Nápule, en italiano Nápoli) es la ciudad más poblada del sur de Italia, capital de la región de Campania y de la provincia de Nápoles. Nápoles tiene 984.242 habitantes (2006), y 3.100.000 en el área metropolitana, la tercera de Italia tras Milán y Roma. Los habitantes reciben el gentilicio de napolitanos. Está situada a medio camino entre el monte Vesubio y otra área volcánica, los Campos Flegreos.

Nápoles tiene una gran riqueza histórica, artística, cultural y gastronómica. El napolitano es, por derecho propio, un idioma particular.

Palermo

Panorámica desde Monreale.

Palermo (Palermu en siciliano) es la capital de Sicilia y la quinta ciudad de Italia, con una población de 720.000 habitantes (en 2006). El área metropolitana engloba a 1.064.471 habitantes. Fue fundada por los fenicios con el nombre de Ziz (‘flor’) y más tarde pasó a los cartagineses. En el año 254 a. C. los romanos conquistaron Palermo y debieron defenderla de las numerosas tentativas de reconquista de los cartagineses.

En el año 831 cayó bajo la dominación árabe.

Con la llegada de los normandos y más tarde de los suevos aumentó su prestigio: la corte de Federico II de Suabia fue una de las más espléndidas de la Edad Media.

Ha sido siempre un lugar de tránsito mercantil y comercial.

Potenza

Potenza es una ciudad de la Basilicata, en Italia, capital de dicha región y de la provincia homónima. Se extiende sobre las colinas de los Apeninos. Es la capital regional ubicada a más altura en Italia (819 m).

  • Área del municipio: 173.95 km²
  • Área de la provincia: 6545 km²
  • Población del municipio (2006): 70.295
  • Polación de la provincia (2001 censo): 393.529
  • Número de municipios: 100

Catanzaro

Catanzaro es una ciudad de cerca de 95.000 habitantes, capital de la provincia homónima y capital de la Región de Calabria. Es la segunda comuna de la region por número de habitantes.

Bari

Bari, capital de la región de Apulia, Puglia en italiano, es la segunda principal ciudad de la Italia meridional tras Nápoles. Se localiza en la costa del mar Adriático y su provincia es la quinta en extensión y la más poblada de Italia, con 1.551.331 habitantes (2001) y más de 5.000 km². Cuenta con 328.458 habitantes (31/12/2004), 700.000 en el área urbana y 1.200.000 en el área metropolitana.

Población

Dialectos hablados

Napolitano

El napolitano (nnapulitano) es la lengua romance hablada en la ciudad de Nápoles y en ciertas zonas de las regiones vecinas del Abruzos, Basilicata, Calabria, Campania, Lacio, Molise y Apulia. Más de 7,8 millones de personas hablan esta lengua.

El napolitano es el idioma en que se escriben todas las canciones folklóricas napolitanas; tales como: O surdato´ nnammurato, O sole mio y Funicul Funiculà.

Se habla de dialecto y no de lengua napolitana siguiendo una tradición sociológica que da el estatuto de lengua sólo a los sistemas lingüísticos reconocidos como oficiales, los que son institucionalizados en centros de enseñanza y se utilizan para producir documentos de carácter legal, escribir constituciones y leyes o dictar sentencias en los tribunales. Pero, si se considera el dialecto como un sistema lingüístico derivado de otro, casi como si el napolitano fuera una variante geográfica del italiano, pues, esta definición es inaceptable. Sin embargo, los napolitanos deben reconocer que a su sistema de comunicación le falta una normalización de la ortografía, que es un paso indispensable para hacer de un lenguaje común una lengua real y efectiva. Así se puede concluir que el napolitano es sobre todo una lengua hablada, sin reglas ortográficas precisas, aunque desde el siglo XVII ha habido una notable producción creativa en napolitano (teatro, narrativa, poesía, canciones, cine).

Grecocalabrés

El dialecto grecocalabrés (también llamado grecobovesiano) es la versión del grecoitaliano usado en Calabria, en contraposición al otro dialecto grecoitaliano hablado en la denominada Grecia Salentina. Las dos lenguas grecoitalianas son frecuentemente mencionadas conjuntamente como grecoitaliota (Κατωιταλιώτιικα=katoitaliótika, palabra cuyo significado es "bajo-italiano" y, más exactamente por el contexto: griego italiano meridional) o grecánico o griko, pero las dos versiones son diferentes en su desarrollo histórico. El dialecto greco calabrés usualmente es llamado por sus hablantes (lengua) grika.

El grecocalabrés es mencionado en el Libro rojo de la Unesco de idiomas en peligro [1], conjuntamente con el grecánico, y además Euromosaic analiza [2] y lo reconoce como lengua minoritaria en peligro en la Unión Europea.

También es mencionado por Ethnologue como un dialecto del griego moderno [3]. La conclusión de Ethnologue es un tanto dudosa ya que esta lengua se ha desarrollado paralelamente y de forma separada a partir del griego bizantino (o incluso del griego clásico) y por esta razón puede ser visto más bien como un idioma hermano del griego moderno que como un vástago.

Teniendo en cuenta el punto anterior, sería más acertado decir que es una versión dialectal del griego medieval bizantino que como un dialecto del griego moderno.

Esta versión del griego nunca ha experimentado un crecimiento significativo durante su historia, y siempre ha sido utilizado solamente en asuntos cotidianos, sin jugar ningún rol significativo en los campos de la administración, literatura o asuntos eclesiásticos. Considerando todos estos elementos, la expansión del grecocalabrés como un dialecto más que como un idioma tiene poco que ver con la falta de características distintivas y más con su falta de prestigio.

Siciliano

El siciliano es una lengua romance hablada en la isla de Sicilia, en el sur de Italia. Algunos de sus dialectos también se hablan en la península itálica, principalmente en el centro-sur de Calabria y en Apulia meridional. Difiere del italiano y desciende del latín vulgar, con influencias del griego, del árabe, francés, provenzal, catalán y del español.

Tiene una rica historia y literatura y un extenso vocabulario con más de 250.000 palabras, debido a la influencia de los distintos dominadores de la isla. El siciliano también se habla en la parte central y sur de Calabria y en la parte sur de Apulia, llamada Salento. El siciliano tuvo una fuerte influencia en la formación de la lengua maltesa, sobre todo hasta finales del siglo XVIII.

Esta lengua, en el Libro Rojo de UNESCO, está clasificada como lengua que no corre ningún riesgo de extinción.

El uso del siciliano como lengua hablada en familia o entre amigos es muy común en toda la región; menos común es su uso en ocasiones oficiales y en la forma escrita.

Los mayores escritores y poetas de la literatura en lengua siciliana son: Giovanni Meli, Nino Martoglio, Domenico Tempio, Alessio Di Giovanni e Ignazio Buttitta.

Véase también

Referencias

  1. «Brief history of Sicily (Breve historia de Sicilia, en [[idioma inglés|inglés]])». Universidad de Stanford. 20 de noviembre de 2008.  Wikienlace dentro del título de la URL (ayuda)

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