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Las '''emociones''' son reacciones [[psicofisiología|psicofisiológicas]] que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo importante. [[Psicología|Psicológicamente]], las emociones alteran la [[atención]], hacen subir de rango ciertas [[comportamiento|conductas]] guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes en la [[memoria (proceso)|memoria]].<ref>{{Cita libro|apellidos=De la Serna|nombre=Juan Moisés|enlaceautor=|título=Alexitimia. Un mundo sin emociones|url=https://www.amazon.es/dp/8873046541|fechaacceso=3 de julio de 2018|año=2018|editorial=Tektime|isbn=978-8873046547|editor=|ubicación=|página=|idioma=|capítulo=}}</ref> Los [[sentimiento]]s son el resultado de las emociones, son más duraderos en el tiempo y pueden ser [[Lenguaje|verbalizados]] ([[palabra]]s).
Las '''gigis'' son reacciones [[psicofisiología|psicofisiológicas]] que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo importante. [[Psicología|Psicológicamente]], las emociones alteran la [[atención]], hacen subir de rango ciertas [[comportamiento|conductas]] guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes en la [[memoria (proceso)|memoria]].<ref>{{Cita libro|apellidos=De la Serna|nombre=Juan Moisés|enlaceautor=|título=Alexitimia. Un mundo sin emociones|url=https://www.amazon.es/dp/8873046541|fechaacceso=3 de julio de 2018|año=2018|editorial=Tektime|isbn=978-8873046547|editor=|ubicación=|página=|idioma=|capítulo=}}</ref> Los [[sentimiento]]s son el resultado de las emociones, son más duraderos en el tiempo y pueden ser [[Lenguaje|verbalizados]] ([[palabra]]s).
[[fisiología|Fisiológicamente]], las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las [[expresión facial|expresiones faciales]], los [[músculo]]s, la [[voz (música)|voz]], la [[sistema nervioso autónomo|actividad del SNA]] y la del [[sistema endocrino]], pudiendo tener como fin el establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo.<ref name=":0">{{Cita publicación|url=http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0149763416304146|título=Reciprocal effects between dominance and anger: A systematic review|apellidos=Cabral|nombre=João Carlos Centurion|apellidos2=Tavares|nombre2=Patrice de Souza|fecha=2016|publicación=Neuroscience & Biobehavioral Reviews|volumen=71|páginas=761–771|fechaacceso=2016|doi=10.1016/j.neubiorev.2016.10.021|pmid=|apellidos3=de Almeida|nombre3=Rosa Maria Martins}}</ref>
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Los diversos estados emocionales son causados por la liberación de [[neurotransmisor]]es (o neuromediadores) u hormonas, que luego convierten estas emociones en sentimientos y finalmente en el lenguaje.
Los diversos estados emocionales son causados por la liberación de [[neurotransmisor]]es (o neuromediadores) u hormonas, que luego convierten estas emociones en sentimientos y finalmente en el lenguaje.

Revisión del 17:21 24 abr 2019

Lámina N°II del libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales de Charles Darwin.

Las 'gigis son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo importante. Psicológicamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes en la memoria.[1]​ Los sentimientos son el resultado de las emociones, son más duraderos en el tiempo y pueden ser verbalizados (palabras). Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la actividad del SNA y la del sistema endocrino, pudiendo tener como fin el establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo.[2]​ Los diversos estados emocionales son causados por la liberación de neurotransmisores (o neuromediadores) u hormonas, que luego convierten estas emociones en sentimientos y finalmente en el lenguaje. Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y aprendidas. Poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas (Levenson, 1994).[3]

En psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la realidad o la imaginación, que se expresa físicamente mediante alguna función fisiológica, e incluye reacciones de conducta como la agresividad o el llanto. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea. Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente, en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras.

Desarrollo emocional humano

Según Bisquerra (2006), el desarrollo de las emociones en el ser humano presenta las siguientes etapas:[4]

  • Primeros meses: Desde los primeros meses, el bebé tiene la capacidad de reconocer emociones positivas y negativas. Es preciso considerar que la experimentación de las emociones es previa a la capacidad de expresarlas.
  • Niñez: Hacia los 2 años, son capaces de demostrar empatía, es decir, reflejar el sentimiento del otro sin necesariamente comprenderla. Mientras que, aproximadamente a los 4 años, pueden reconocer las emociones básicas, y también entienden cómo estos sentimientos generan diferentes respuestas.
  • Adolescencia: En esta etapa se enfatiza la parte social en el reconocimiento de emociones. Se va desarrollando la autovaloración a partir de la interacción con los demás. Adicionalmente, ya se considera que todas las emociones son aceptables; las diferentes respuestas o reacciones que provocan las emociones pueden ser buenas o malas. Es por eso que, entre los 11 y 15 años, se reconocen las emociones propias y las de otras personas, así como las reglas de expresión; sin embargo, en esta etapa, se experimentan problemas en el manejo de las emociones.
  • Adultez: En la adultez, ya se espera que el sujeto tenga la capacidad de identificar y reconocer las emociones propias y las ajenas, así como ejercer control adecuado de estas, teniendo en consideración la inteligencia emocional.

En síntesis, con el paso de la edad, se generan diversos cambios de las emociones, y estos impactan sobre la concepción del sí mismo y el entorno. En ese sentido, durante el desarrollo emocional, la cultura y la sociedad tienen gran influencia en las emociones, ya que regulan su expresión.

Las emociones básicas

En un estudio, y partiendo de las aportaciones de autores anteriores, Ekman y colaboradores (1983) propusieron patrones para seis emociones diferentes que serían universales y biológicamente básicas:

Esta lista de emociones básicas se convirtió en la propuesta con mayor aceptación, recibiendo el nombre de Las Seis Grandes Emociones (The Big Six) (Prinz, 2004). Se consideraron básicas en dos formas: 1. psicológica y 2. biológicamente, debido a que no contienen otras emociones con prelación, y que son innatas. Ekman y colaboradores (1983) influyeron en la investigación subsecuente, en la búsqueda de patrones de la emoción con diferentes respuestas en el sistema nervioso autónomo, que dieron soporte al punto de vista de las emociones básicas. Sin embargo, estudios posteriores señalan que el grado de especificidad del sistema nervioso autónomo puede ser dependiente del contexto, por lo que persiste el debate, incluso acerca la existencia misma de emociones básicas (Barrett, 2006).

Los resultados de un metaanálisis sugieren que las emociones negativas y positivas pueden ser diferenciadas en el sistema nerviosos autónomo, pero no necesariamente emociones específicas (Cacioppo et al., 2000, en Friedman, 2010). En contraste, otro metaanálisis mostró una considerable especificidad autonómica del miedo frente a la ira (Stemmler, 2004, en Friedman, 2010).

Nivel de activación emocional o arousal

Un factor que influye en gran medida en la conducta de las personas es el nivel interno de activación emocional, también llamado arousal. Influye en gran medida en otras facultades del sujeto como la atención, y debe ser tenido en cuenta a la hora de gestionar los aprendizajes.[5]

Historia de la psicobiología de la emoción

Harlow describe el caso Phineas Gage

Phineas Gage (Harlow, 1848; Harlow, 1868 en Neylan, 1999) fue un obrero de ferrocarriles que, debido a un accidente, sufrió daños severos en el cerebro, específicamente en parte del lóbulo frontal. Gage sufrió cambios notorios en su personalidad y temperamento, lo que se consideró como evidencia de que los lóbulos frontales eran los encargados de procesos relacionados con el comportamiento emocional, la personalidad y las funciones ejecutivas en general.

El caso de Gage es uno de los más famosos e influyentes de la neurociencia, debido a que jugó un papel crucial en el descubrimiento de los síndromes de comportamiento resultantes de la disfunción del lóbulo frontal (Neylan, 1999).

Darwin

Charles Darwin, en su libro La expresión de las emociones en hombres y animales (1872), supuso que las respuestas faciales humanas evidenciaban estados emocionales idénticos en todos los seres humanos. Relacionaba la expresión de la emoción con otras conductas y a todas ellas las hacía resultado de la evolución; a partir de ahí intentó compararlas en diversas especies.[2]

Sus ideas principales eran que las expresiones de la emoción evolucionan a partir de conductas, que dichas conductas si son beneficiosas aumentarán, disminuyendo si no lo son, y que los mensajes opuestos a menudo se indican por movimientos y posturas opuestas (principio de antítesis).

Teoría de James-Lange

William James y Carl Lange propusieron simultáneamente, pero de forma independiente, en 1884 una teoría fisiológica de la emoción. La teoría de James-Lange propone que la corteza cerebral recibe e interpreta los estímulos sensoriales que provocan emoción, produciendo cambios en los órganos viscerales a través del sistema nervioso autónomo y en los músculos a través del sistema nervioso somático.

Hipótesis del hemisferio derecho

La hipótesis del hemisferio derecho fue propuesta a principios del siglo XX por Charles K. Mills (1912), quien afirmaba que la emoción y la expresión emocional están más representadas en el hemisferio derecho. Para Mills (1912), tanto la emoción como la expresión emocional se encontraban representadas en la corteza cerebral, la emoción por un lado en la región prefrontal, y la expresión emocional en la región mediofrontal. Este punto de vista, en el cual el hemisferio derecho está involucrado en todos los procesos de la emoción creatividad y sentimientos, fue posteriormente retomado por Sackeim y Gur (1978) y otros. Actualmente se cree, que la especialización del hemisferio derecho se limita a su expresión y percepción (Adolphs, Damasio, Tranel, & Damasio, 1996).

Teoría de Cannon-Bard

Propuesta por Walter Cannon como alternativa a la teoría de James-Lange, Phillip Bard la amplió y la difundió. Según esta teoría, los estímulos emocionales tienen dos efectos excitatorios independientes: provocan tanto el sentimiento de la emoción en el cerebro, como la expresión de la emoción en los sistemas nerviosos autónomo y somático.

Síndrome de Klüver-Bucy

En 1937, H. Klüver y P. C. Bucy,[6]​ demostraron el papel fundamental de las estructuras del lóbulo temporal en las emociones. Les retiraron a monos rhesus los dos lóbulos temporales, y se produjeron una serie de conductas (síndrome de Klüver-Bucy): a) incremento del comportamiento de exploración; b) pérdida de la reactividad emocional; c) hipersexualidad, d) tendencia a examinar objetos con la boca; y e) coprofagia (ingestión de heces).

Estudios posteriores demostraron que los trastornos emocionales del síndrome Klüver-Bucy podían generarse al extirparse solo la amígdala, por lo que la investigación sobre el control emocional se centró en el papel de esta estructura.

James Papez

Circuito de Papez

En 1937, James Papez sugirió un esquema anatómico para el circuito neural de la emoción, conocido como el circuito de Papez (Papez, 1937). El circuito comienza cuando un estímulo emocional se presenta, este llega directamente al tálamo, de donde va a la corteza sensorial y al hipotálamo. Cuando la información proveniente de estas dos estructuras es integrada por la corteza cingulada ocurre la experiencia emocional, es decir, las sensaciones se convierten en percepciones, pensamientos y recuerdos. Papez demostró que la corteza cingulada y el hipotálamo están interconectados mediante el núcleo anterior del tálamo, el hipocampo y los cuerpos mamilares, y que estas conexiones son necesarias para el control cortical de la expresión emocional.

Reacción defensiva afectiva

Hess y Brügger acuñaron, en 1943,[7]​ el término reacción defensiva afectiva para describir los comportamientos producidos por la estimulación del hipotálamo en gatos, en particular: a) enjorobarse, b) aplanar las orejas, c) mostrar los dientes, d) gruñir, e) sacar las garras, f) piloerección (erizamiento de los pelos) y g) midriasis (abertura de la pupila) marcada. Hess y Brügger sugirieron que, así como la defecación y el vuelo eran manifestaciones típicas del miedo, la reacción de defensa era la expresión de la ira.

La importancia de los estudios de Hess y Brügger radica en que demostraron que, si se estimula el hipotálamo eléctricamente, se pueden obtener reacciones emocionales.

El sistema límbico (MacLean)

Entre los trabajos que inspiró el circuito de Papez se encuentra el sistema límbico de MacLean, el cual es un modelo anatómico con mayor sustento. El modelo de MacLean integró las ideas de Papez y Cannon y Bard, con los hallazgos de Klüver y Bucy.

Para MacLean (1970 en Dalgleish et al., 2009), la arquitectura del cerebro consiste en tres sistemas cerebrales, que caracterizan un desarrollo evolutivo:

  1. El primer sistema, consiste en el cerebro reptiliano (complejo estrial y los ganglios basales), con el cual se pueden observar emociones primitivas como la agresión y el miedo.
  2. El segundo sistema es el antiguo cerebro de mamífero, el cual aumenta las respuestas emocionales del cerebro reptiliano como la agresión; además de elaborar las emociones sociales, este sistema cerebral incorpora componentes del circuito de Papez (hipotálamo, tálamo, hipocampo y la corteza cingular) con estructuras importantes como la amígdala y la corteza prefrontal.
  3. El tercer sistema, el nuevo cerebro de mamífero, consiste en la neocorteza, la cual representa la interfaz de la emoción con la cognición.

MacLean propuso que las sensaciones producen cambios corporales. Estos cambios regresan al cerebro, donde son integrados con la percepción y se generan las experiencias emocionales, una postura que puede considerarse neojamesiana.

Efectos de la extirpación de la amígdala en monos

Aproximadamente 20 años después del trabajo de Klüver y Bucy, Weiskrantz (1956, en Dalgleish, 2004) mostró que las lesiones bilaterales de la amígdala eran suficientes para inducir:

  • la oralidad,
  • la pasividad,
  • la conducta alimentaria extraña, y
  • el aumento de las tendencias exploratorias del síndrome.

A partir de estos trabajos, la amígdala es considerada el centro de atención de los investigadores en los sistemas neurales de la emoción.

Teoría de la activación cognitiva de Schachter-Singer

Stanley Schachter y Jerome Singer, al igual que Cannon, aceptaban que la realimentación (feedback) no es lo suficientemente específica para determinar qué emoción sentimos en una situación determinada, pero, como James, creían que también era importante. Su idea era que la retroalimentación de la activación física es un buen indicador de que ocurre algo significativo, incluso cuando no sea capaz de comunicar exactamente qué ocurre. Una vez que detectamos la activación física mediante el feedback, intentamos examinar nuestras circunstancias. A partir de la evaluación cognitiva de la situación, se clasifica la activación. La clasificación de la activación es lo que determina la emoción que sentimos. Por lo tanto, según Schachter y Singer, la cognición llena el vacío entre la falta de especificidad de la retroalimentación física y los sentimientos.

Estímulo → Activación → Cognición → Sentimiento

Debate Zajonc-Lazarus sobre la cognición y la emoción

En 1980 Zajonc propuso que los sistemas afectivos y cognitivos eran en gran parte independientes (es decir, la emoción se presenta sin cognición), y que el afecto es más potente y se presenta primero. Zajonc (1980) dijo al respecto: “Se concluye que el afecto y la cognición están bajo el control de sistemas separados y parcialmente independientes y pueden influirse cada uno en una variedad de formas, y ambos constituyen recursos de efectos en procesar información.” (p. 151)

En cambio, Lazarus (1982) sostiene que el pensamiento es una condición necesaria de la emoción. Se opone, por lo tanto, a la postura adoptada por Zajonc, considerando que el trabajo de este refleja dos malentendidos generalizados sobre lo que se entiende por procesos cognitivos en la emoción:

  • Una evaluación cognitiva de la importancia de un encuentro para un bienestar debe ocurrir en etapas fijas a través del procesamiento de la información de los estímulos desde el medio ambiente (inicialmente).
  • La evaluación es necesariamente intencional, racional y consciente.

En su trabajo, Lazarus discute las implicaciones filogenéticas y ontogenéticas de una teoría cognitiva de la emoción. Concluye que las normas deben ser formuladas para explicar cómo se generan los procesos cognitivos, la influencia y la forma de la respuesta emocional en cada especie que reacciona emocionalmente.

Diferentes emociones básicas se pueden distinguir autónomamente

La búsqueda de pruebas de que la emoción tiene diferentes patrones en el sistema nervioso autónomo (como propusieron James y Darwin) se recuperó con la publicación del artículo "Autonomic nervous system activity distinguishes among emotions" en la revista Science (Ekman et al., 1983). En este estudio, los participantes representaban expresiones faciales (sin conocimiento directo de la emoción que representaban), mientras eran registrados con una serie de variables autónomas (ritmo cardíaco, conductancia de la piel). En este artículo, Ekman y sus colaboradores establecieron patrones para seis emociones básicas: sorpresa, asco, tristeza, ira, miedo y alegría / felicidad, que se convirtieron en la lista de emociones básicas con mayor aceptación, conocidas como Las Seis Grandes (The Big Six) (Prinz, 2004).

Condicionamiento del miedo

En 1986, LeDoux (en LeDoux, 1995)[8]​ propuso que existen diferentes vías en la amígdala para el condicionamiento del miedo. LeDoux ha desarrollado ampliamente sus ideas sobre el condicionamiento del miedo.

LeDoux propone que la participación de la amígdala en el condicionamiento del miedo actúa de dos maneras diferentes:

  1. Una ruta directa tálamo-amígdala que puede procesar aspectos sensoriales de los estímulos entrantes y transmitir esta información directamente a la amígdala, lo que permite, una respuesta rápida condicionada del miedo, ante una señal de amenaza. Esto influido por las ideas psicológicas acerca de la activación de la emoción, en particular con respecto a la posición de Zajonc de emociones sin cognición (Zajonc, 1980).[9]​ LeDoux considera que existe esta vía rápida cuando el organismo necesita actuar rápido, como cuando se está amenazado por una serpiente y se necesita reaccionar rápido (LeDoux, 2002).[10]
  2. La segunda ruta es una vía tálamo-corticoamígdala, que permite un análisis más complejo de los estímulos entrantes y ofrece una respuesta emocional más adecuada pero lenta del miedo (LeDoux, 2002).[10]

Papel de la emoción en el tratamiento de la ansiedad social

En adolescentes con trastorno de ansiedad social, el tratamiento psicológico puede requerir la implicación de los padres en terapia si estos exhiben altos niveles de emoción expresada[11]

Estimulación cerebral profunda para la depresión resistente al tratamiento

Mayberg y colaboradores (2005)[12]​ estimularon la región subgenual de la corteza cingulada anterior, en pacientes con resistencia al tratamiento de la depresión, lo cual produjo remisión de la depresión en la mayor parte de la muestra (cuatro de seis).

Este estudio es importante, porque la resistencia al tratamiento de la depresión es un trastorno discapacitante, y sin opciones de tratamiento, debido a que han fracasado: 1. el uso de múltiples medicamentos, 2. la psicoterapia y 3. la terapia electroconvulsiva.

Los resultados de este estudio sugieren que la interrupción en la actividad de los circuitos límbicocorticales, utilizando la estimulación eléctrica de la sustancia blanca de la corteza cingulada subgenual, puede invertir con efectividad los síntomas de los pacientes con resistencia al tratamiento de la depresión.

Neurociencia afectiva

El estudio de la emoción es conocido como neurociencia afectiva, término acuñado por J. A. Panksepp (1992)[13]​ que se define como: “El campo de investigación científica que estudia las bases neurales de los procesos afectivos y sociales de los seres humanos y animales, que abarca niveles conductuales, morales y neurales de análisis” (Schmidt, 2003, p. 3).[14]​. Recientemente, Garcés y Finkel han publicado una nueva aproximación evolutiva a la relación entre los fenómenos emocionales y cognitivos, redefiniendo las emociones como "el sistema de optimización del funcionamiento cerebral", y creando un nuevo marco para intentar explicar numerosos fenómenos psicológicos y de comportamiento (Garcés & Finkel 2019) [15]


Hitos en la historia de la neurociencia afectiva

Año Hito[16][17]
1848/1868 Harlow describe el caso Phineas Gage.
1872 Expresión de las emociones, de Charles Darwin.
1884/1885 Teoría de las emociones James-Lange
1912 Hipótesis del hemisferio derecho (Mills)
1931 Teoría Cannon-Bard de las emociones
1937 El síndrome de Klüver-Bucy
1937 Circuito neural de Papez
1943 Reacción defensiva afectiva (Hess and Brügger)
1949 El sistema límbico (MacLean)
1956 Efectos de la extirpación de la amígdala en monos (Weiskrantz)
1959 Modelo de aproximación-evitación de Schneirla
1962 Teoría de los dos factores de las emociones (Schachter y Singer)
1980 Zajonc argumenta la emoción en ausencia de cognición.
1982 Lazarus argumenta el caso de las emociones que requieren cognición.
1983 Diferentes emociones básicas se pueden distinguir autónomamente (Ekman y colaboradores).
1986 Condicionamiento del miedo (LeDoux)
1991 Hipótesis del marcador somático (Damasio)
1994 Deterioro del reconocimiento de las emociones en las expresiones faciales (Adolphs y colaboradores)
1995 La amígdala es necesaria para el condicionamiento del miedo (Bechara y colaboradores)
1996 La amígdala y la consolidación de la memoria emocional (Cahill y colaboradores)
1997 La importancia de la ínsula en el asco (Phillips y colaboradores)
2000 Deterioro del reconocimiento y la experiencia del asco (Calder y colaboradores)
2002 La amígdala responde a los estímulos emotivos en función de la variación del gen transportador de serotonina (Hariri y colaboradores).
2003 La base neural del sufrimiento social (Eisenberger y colaboradores)
2004 Sistemas que sustentan el sufrimiento y la empatía por el sufrimiento (Singer y colaboradores)
2005 Estimulación cerebral profunda para la depresión resistente al tratamiento (Mayberg y colaboradores)

Inteligencia emocional

Salovey y Mayer (1990) definen la emoción como un conjunto de metahabilidades que pueden ser aprendidas y estructuran el concepto en torno a cinco dimensiones básicas referidas al conocimiento de las propias emociones, a la capacidad de autocontrol, a la capacidad de automotivación, al reconocimiento de las emociones de los demás y al control de las relaciones. La inteligencia emocional parece contribuir a aumentar la competencia social, mediante la empatía y el control emocional, incrementando la sensación de eficacia en las acciones que se acometen[18]​.

La combinación del cociente intelectual (CI) y el cociente emocional (CE) es la idea básica de la denominada psicología positiva respecto al aprendizaje. En ella se establece que la motivación tiene un carácter emocional. Por ello, el equilibrio emocional incrementa el aprendizaje. Se resalta que es el equilibrio, y no su ausencia o exceso emocional. Pues estados de ánimo bajo (depresión) o demasiados intensos (ira) conducen a dificultar el aprendizaje. Esta es la base de la ley de Yerkes-Dobson (1908), quienes demostraron matemáticamente la relación entre la emoción y el aprendizaje representándola como una U invertida: a poca activación emocional, poco aprendizaje. Muestra que, si la activación emocional se incrementa, se eleva el aprendizaje hasta un punto óptimo a partir del cual, si se sigue aumentando, el aprendizaje disminuye.

Algunos investigadores de la emoción

Véase también

Referencias

  1. De la Serna, Juan Moisés (2018). Alexitimia. Un mundo sin emociones. Tektime. ISBN 978-8873046547. Consultado el 3 de julio de 2018. 
  2. a b Cabral, João Carlos Centurion; Tavares, Patrice de Souza; de Almeida, Rosa Maria Martins (2016). «Reciprocal effects between dominance and anger: A systematic review». Neuroscience & Biobehavioral Reviews 71: 761-771. doi:10.1016/j.neubiorev.2016.10.021. Consultado el 2016. 
  3. Levenson, R.W. (1994). Human emotion. A functional view. In P. Ekman & R.J. Davidson (Eds). The nature of Emotions: Fundamental Questions (pp. 123-126). New York: Oxford University Press.
  4. Bisquerra, R. (2006). Educación emocional y bienestar. Madrid : Wolters Kluwer.
  5. «TDA-H y tipos de atención.». fundacioncadah. Consultado el 18 de abril de 2018. 
  6. Klüver, H., & Bucy, P. C. (1937).'Psychic blindness' and other symptoms following bilateral temporal lobectomy. American Journal of Physiology, 119, 352-353.
  7. Schenberg, L., Bittencourt, A., Murari E. & Vargas, L. (2001). Modeling panic attacks. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 25, 647-659.
  8. LeDoux, J. E. (1995). Emotion: Clues from the brain. Annual Review of Psychology, 46, 209-235.
  9. de Psicología. Texto no publicado. Zajonc, R. (1980). Feeling and thinking: Preferences need no inferences [Electronic Version]. American Psychologist, 35, 151-175. Consultado el 15 de octubre de 2010, en: http://psycnet.apa.org/?fa=main.doiLanding&fuseaction= showUIDAbstract&uid=1980-09733-001
  10. a b LeDoux, J. (2002). El aprendizaje del miedo: de los sistemas a las sinapsis. En I. Morgado (Coord), Emoción y conocimiento (pp. 107-134). España: Tusquets.
  11. Garcia-Lopez, LJ et al (2014). «Can parent training for parents with high levels of expressed emotion have a positive effect on their child's social anxiety improvement?». Journal of Anxiety Disorders 28 (8): 812-822. doi:10.1016/j.janxdis.2014.09.001. 
  12. Mayberg, H. S., Lozano, A.M., Voon, V., McNeely, H.E., Seminowicz, D., Hamani, C., Schwalb, J.M., Kennedy, S.H. (2005). Deep brain stimulation for treatmentresistant depression [Electronic Version]. Neuron, 45, 651-660. Consultado el 15 de octubre de 2010, en: http://focus.psychiatryonline.org/cgi/content/full/6/1/143 Archivado el 23 de julio de 2011 en Wayback Machine.
  13. Panksepp, J. A. (1992). A critical role for "Affective Neuroscience" in resolving what is basic about emotions. Psychological Review, 99(3), 554-560.
  14. Schmidt, L. A. (2003). Special Issue on Affective Neuroscience: Introductory remarks [Electronic Version]. Brain and Cognition, 52(3), 3. Consultado el 12 de mayo de 2010, de http://www.ingentaconnect.com/content/els/02782626/2003/00000052/00000001 Archivado el 22 de julio de 2011 en Wayback Machine.
  15. Garcés, M., Finkel, L. (2019). Emotional Theory of Rationality. Frontiers in Integrative Neuroscience, 13 (11). Consultado el 7 de abril de 2019, en: https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnint.2019.00011/full
  16. Dalgleish, T., Dunn, B., Mobbs, D. (2009). Affective neuroscience: Past, present and future [Electronic Version]. Emotion Review, 1(4), 355-368. Consultado el 6 de abril de 2010 en: http://www.mrc-cbu.cam.ac.uk/research/emotion/cemhp/documents/Dalgleish%20et%20al%20Emotion%20Review.pdf
  17. Gendron, M. & Barrett, E. (2009). Reconstructing the Past: A Century of Ideas About Emotion in Psychology [Electronic Version]. Emotion Review, 1(4), 316-339. Consultado el 19 de marzo de 2010 en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2835158/?tool=pubmed
  18. De la Serna, Juan Moisés (2017). Inteligencia Emocional: Aprende a sacarle el máximo partido. ISBN 978-1973374732. Consultado el 3 de julio de 2018. 

Bibliografía

Bibliografía complementaria

Enlaces externos