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Revisión del 08:21 18 jun 2010
Mario Bunge(21 de septiembre de 1919, Buenos Aires) es un físico, filósofo de la ciencia y humanista argentino; defensor del realismo científico y de la filosofía exacta. Es conocido por expresar públicamente su postura contraria a las pseudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis, la homeopatía y la microeconomía neoclásica (u ortodoxa), además de sus críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo, la fenomenología, el posmodernismo, la hermenéutica y el feminismo filosófico.
Biografia
Mario Bunge nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1919. Interesado en la filosofía de la física, Bunge comenzó sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata, graduándose con un doctorado en ciencias físico-matemáticas en 1952. El tema de su tesis doctoral versó sobre Cinemática del electrón relativista.
Allí, y en la Universidad de Buenos Aires, fue profesor de física teórica y filosofía desde 1956 hasta 1963 cuando, insatisfecho con el clima político de su país, tomó la decisión de emigrar.
Por unos pocos años enseñó en universidades de México, EE. UU. y Alemania. Finalmente, en 1966 se instaló en Montreal (Canadá), donde enseña en la Universidad McGill desde entonces, ocupando la cátedra Frothingam de lógica y metafísica (es Frothingham Professor of Logic and Metaphysics).
Tal vez su obra más importante sean los ocho tomos de su Tratado de filosofía (Treatise on Basic Philosophy), pero se trata de un autor enormemente prolífico que, tras exponer sus posiciones generales en el Tratado, ha ido publicando en forma regular las aplicaciones de su filosofía a diversas ciencias, tanto naturales como sociales (ver más abajo en Publiciones).
Mario Bunge ha sido honrado con dieciséis doctorados honoris causa otorgados por instituciones como la Universidad de Salamanca (España) en 2003, la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) y la Universidad de Buenos Aires (Argentina) en 2008. También recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1982.
Interesado principalmente por la lógica de la ciencia y los problemas del conocimiento científico, ha tratado de construir una filosofía científica (más precisamente, una metafísica) que tuviera en cuenta tanto el conocimiento elaborado por la ciencia como el método utilizado por quienes la practican, entendiendo que este último es un proceso que no está exclusivamente supeditado ni a la experiencia ni a la teoría.
Aunque la concepción de la ciencia elaborada por Bunge concede importancia al desarrollo de la investigación científica en la historia, su orientación está principalmente dirigida al análisis formal de dicho desarrollo, y se aparta de la insistencia en los aspectos históricos, psicológicos y sociales propia de enfoques como los de T. S. Kuhn y P. K. Feyerabend.
Defensor de un realismo crítico basado en una ontología materialista y pluralista, ha mantenido una actitud beligerante ante el psicoanálisis, al que considera una pseudociencia supeditada a la aceptación acrítica de la doctrina de Freud como argumento de autoridad; en un sentido análogo, considera que el marxismo no ha conseguido superar la condición ideológica de sistema de creencias a causa de su repetición también acrítica de las enseñanzas de Marx.
Intereses
Sus intereses abarcan la filosofía general (semántica, ontología, gnoseología, metodología de la investigación, praxiología y ética) así como aplicada (física, biología, psicología y ciencias sociales), sin eludir consideraciones sobre la filosofía de la lógica y la matemática como fundamento no solo del quehacer científico sino también filosófico. En relación con ello, es fundador de la Sociedad para la Filosofía Exacta,[1] que procura, precisamente, emplear solamente conceptos exactos, definidos mediante la lógica o la matemática. Intenta combatir de esa manera la ambigüedad y la imprecisión características de otros estilos filosóficos, entre ellos el fenomenológico, el postmoderno (especialmente el hermenéutico) y provoca (a la vez que estimula) el tratamiento de problemas no triviales como contraste con la gigantesca producción filosófica libresca que interpreta recursivamente las opiniones de otros filósofos o que juega con objetos ideales o mundos posibles.
Su posición crítica está balanceada por sus aportes originales y por el planteamiento de caminos de reconstrucción filosófica.
Sobre sus libros
La ciencia, su método y su filosofía (1960), obra en la que introduce de manera sintética las bases del método científico, ha llegado a ser un clásico en su género. Pero si se desea obtener una perspectiva profunda de su concepción filosófica sin pasar por el extenso Treatise, posiblemente la opción más recomendable sea su manual La investigación científica, publicado por primera vez en inglés en 1967, cuya traducción ha sido reimpresa con correcciones por Siglo XXI Editores (México, 2000).
Sin duda, la obra por la cual Bunge se ha distinguido especialmente en el ámbito de la filosofía profesional es el extenso Treatise on Basic Philosophy (Tratado de filosofía). Se trata de un esfuerzo por construir un sistema que abarque todos los campos de la filosofía contemporánea, enfocados especialmente en los problemas que suscita el conocimiento científico.
La semántica (de la ciencia) está tratada en los primeros dos tomos (Semantics 1. Sense and Reference y Semantics 2. Interpretation and Truth) y la ontología en los siguientes dos (Ontology 1. The Furniture of the World y Ontology 2. A World of Systems).
La gnoseología ocupa los tres volúmenes posteriores (Epistemology and Methodology 1. Exploring the World, Epistemology and Methodology 2. Explaining the World y Epistemology and Methodology 3. Philosophy of Science and Technology).
Finalmente, el volumen 8 del Tratado se ocupa de la ética (Ethics. The Good and the Right).
Su hincapié en el rigor metodológico—buscado con el uso de herramientas formales (lógico-matemáticas) y de conocimiento fundado científicamente--, su amplitud temática, su originalidad y su mencionado carácter sistémico hacen del Treatise uno de los emprendimientos filosóficos más ambiciosos de los últimos siglos.
Su enfoque filosófico: generalidades
La concepción filosófica de Bunge puede describirse, tal como él mismo lo ha hecho en varias ocasiones, recurriendo a una conjunción de varios "ismos", de los cuales los principales son el realismo, el cientificismo, el materialismo y el sistemismo.[2][3]
El realismo científico de Bunge abarca los aspectos ontológicos (las cosas tienen existencia independientemente de que un sujeto las conozca), gnoseológicos (la realidad es inteligible) y éticos (hay hechos morales y verdades morales objetivas) de su pensamiento. El cientificismo es la concepción que afirma que el mejor conocimiento sobre la realidad es el que se obtiene a través de la aplicación del método de investigación científica. El materialismo sostiene que todo lo que existe es material, o sea materia y energía. El sistemismo, finalmente, es la perspectiva de que todo lo que existe es un sistema o parte de un sistema.
A este cuarteto hay que añadir dos ismos más. El emergentismo, que está asociado al sistemismo, y se caracteriza por la tesis de que los sistemas poseen propiedades globales, sistémicas o emergentes que sus partes componentes no poseen y son, por tanto, irreducibles a propiedades de niveles de organización inferiores. Y el agatonismo, la concepción bungeana de la ética, que se guía por la máxima «Disfruta de la vida y ayuda a otros a vivir una digna de ser disfrutada» y supone que a cada derecho le corresponde una obligación y viceversa.[4]
El realismo científico de Mario Bunge
Como casi todas sus demás posiciones filosóficas, el realismo bungeano es franco y audaz, especialmente si se tiene en cuenta la difusión de los escepticismos de diverso cuño en las últimas décadas. Como otros autores, Bunge distingue tres matices de realismo, uno ingenuo, otro crítico y uno científico. El realismo bungeano es de este último tipo y se caracteriza por ser una conjunción de siete tesis realistas que abarcan prácticamente todo su pensamiento filosófico, de allí que también le valga el nombre de realismo integral. Más importante aún es que estos diferentes aspectos del realismo bungeano se encuentran enlazados entre sí por diversas relaciones, de tal modo que constituyen un sistema. De allí que Bunge llame también hilorrealismo (o hylerrealismo, del griego hyle, material, materia) a su especial versión del realismo científico, porque siempre va de la mano de la tesis ontológica materialista. Además, y como veremos más adelante, el hilorrealismo bungeano también es sistemista (tanto en lo ontológico como en lo gnoseológico) y emergentista.
Hay, sin embargo, algunos ámbitos en los que Bunge defiende posiciones diferentes al realismo. En filosofía de la matemática, por ejemplo, opta por un ficcionismo moderado,[5] en la estética lo considera solo una corriente más o, incluso, una perspectiva conservadora, y en política (“Realpolitik”) lo rechaza de plano por considerarlo otro nombre para el cinismo político.[6]
Los aspectos en que Bunge profesa el hilorrealismo científico, uno de los ejes principales de su vasta obra, son: (i) ontológico, (ii) gnoseológico, (iii) semántico, (iv) metodológico, (v) axiológico, (vi) moral y (vii) praxiológico.[7]
Antes de pasar a describir los diferentes aspectos del realismo científico de Bunge, conviene advertir al lector que, tal como lo sugieren los párrafos siguientes, se trata de una concepción muy alejada del realismo "ingenuo" o de sentido común, tan alejada como lo puede estar la ciencia del conocimiento ordinario. Según Bunge, la ciencia describe y explica (a) aspectos seleccionados de los hechos que le interesan y (b) lo hace de manera simbólica (no pictórica). Más aún, para esta tarea resultan fundamentales las teorías científicas, que no se refieren a los hechos reales directamente, sino que lo hacen de una manera elíptica, indirecta, puesto que siempre hay de por medio un modelo más o menos idealizado de esos hechos. En resumen, el realismo científico es tal porque consigue "captar" ciertos aspectos objetivos de la realidad que nos rodea, en particular las relaciones invariantes [descritas, típicamente, de manera matemática por enunciados legales (o leyes)] entre variables que describen de manera simbólica (habitualmente cuantificada) aspectos seleccionados de clases de hechos que resultan de interés científico.[8]
Realismo ontológico
Bunge sostiene que el mundo es exterior a la mente del sujeto, y existe por sí mismo. En consecuencia, se opone al idealismo ontológico, es decir la escuela que sostiene que lo único existente son los contenidos de la mente del sujeto. El realismo ontológico también se opone al constructivismo, que sostiene que la realidad es una "construcción social". Queda bien claro, pues, que Bunge distingue entre las cosas (objetos reales o concretos) y lo que a ellas les acontece (hechos), por un lado, y las ideas (objetos conceptuales) entre las que se cuentan los datos, hipótesis, modelos y teorías científicas que tratan acerca de los hechos, por otro. El autor ofrece dos tipos argumentos a favor del realismo ontológico, pero aclara que la ciencia no prueba la existencia de la realidad, sino que, y lo considera más importante aún, la da por supuesta. Por un lado, están los argumentos que podríamos llamar generales, por otro, los provenientes de las ciencias particulares. De los primeros, dice, el más difundido es el del éxito de la ciencia y la tecnología. Ambos tipos de éxito (uno gnoseológico y otro pragmático) constituyen un indicio de que “allí fuera” hay algo más que nuestras ideas, pero la posibilidad de percibir o manipular los objetos que nos rodean, no nos ofrecen argumentos convincentes contra el antirrealismo. El argumento general más importante, afirma Bunge, tal vez sea el que ve en el error un indicador de la existencia de un mundo independiente. La razón que ofrece es que un subjetivista podría explicar fácilmente por qué los científicos aciertan: porque construyen el mundo (fenoménico). En cambio, ¿cómo explicará un subjetivista las discrepancias entre las teorías o hipótesis y los datos?.[9][10] Los argumentos de las ciencias particulares provienen de cuatro campos: física, biología, neurociencia cognitiva e historia. La física muestra la existencia de cosas concretas porque todas sus leyes fundamentales, entre ellas la segunda ley del movimiento de Newton, son invariantes respecto de ciertos cambios en el marco de referencia. En particular, un cambio de observador no modifica la descripción que ofrece la ley. La biología apoya al realismo al afirmar que todo organismo necesita nutrientes y energía (externos) para subsistir y desarrollarse y comenta Bunge que eso incluye “a las bacterias y los filósofos subjetivistas”. El argumento neurocientífico se basa en el descubrimiento de que el cerebro necesita estímulos externos para desarrollarse normalmente, tal como han mostrado experimentalmente los premios Nobel Hubel y Wiesel. Finalmente, el argumento que surge de la historia es el siguiente. Las ciencias históricas dan por sentado el pasado, es decir, suponen que su estudio no permite modificarlo.[11]
Realismo gnoseológico
Esta posición, que presupone al realismo ontológico, se compone de dos tesis: (a) que la realidad es cognoscible (o sea, que puede describirse y comprenderse), (b) que nuestro conocimiento de ella no es perfecto y (c) que ese imperfecto conocimiento puede mejorarse. Más precisamente, la tesis (b) puede subdividirse en tres subtesis: el conocimiento fáctico es incompleto, indirecto y falible. De tal modo, se opone a los escepticismos más o menos radicales, lo que incluye diversos relativismos y al fenomenismo. La tesis (b) distingue al realismo bungeano del realismo ingenuo, que no reconoce problema alguno en el acto de conocer.
La incompletitud de nuestro conocimiento de la realidad radica en que ese conocimiento siempre se construye sobre aspectos seleccionados de los hechos de interés. En otras palabras, las variables que se tienen en cuenta para describir un hecho son solo algunas de las muchas posibles, más precisamente aquellas que se consideran pertinentes para la descripción general, explicación y predicción del hecho dado. En consecuencia, el conocimiento científico es abierto y no puede ser completo. Así, por ejemplo, un pión se describe por medio de su masa, de su vida media y del hecho de que generalmente se desintegra dando lugar a dos fotones gamma,[12] no de todas las variables posibles.
El conocimiento científico tampoco es directo. La razón de ello es que las teorías científicas (una vez interpretadas) se refieren de manera inmediata a un modelo idealizado del sistema cuyo comportamiento se pretende describir, explicar y predecir, no a la realidad. Las teorías solo se refieren de manera mediata o indirecta a los hechos. Así pues, en ecología, el modelo de Lotka-Volterra describe el comportamiento de un sistema de dos especies (competidoras o predador y presa) en un entorno constante, lo cual constituye una idealización. Los sistemas ecológicos son mucho más complejos que lo supuesto por el modelo y, por lo general, en ellos el entorno dista de ser constante.[13] De modo semejante, una importante parte de la realidad estudiada por las ciencias es inobservable, ya sea por nuestras limitaciones tecnológicas actuales o en principio. El paleontólogo, por ejemplo, nunca ve los animales extinguidos que estudia, por no mencionar su comportamiento. Solo tiene contacto directo con algunos fósiles y otros vestigios. Tanto la anatomía como la fisiología y el comportamiento de los organismos paleobiológicos tienen que ser reconstruidos por medio de una compleja trama epistémica en la que se entretejen el conocimiento previo, la experiencia, la razón y la imaginación de los investigadores.
Finalmente, la falibilidad del conocimiento científico viene dada por la imposibilidad de verificar o refutar de manera concluyente las teorías científicas. Por un lado, está el problema de la inducción y la falacia de afirmación del consecuente, popularizados principalmente por Karl Popper. Estos conocidos problemas impiden la verificación definitiva. Por otro lado, la ineludible intervención de supuestos metafísicos e hipótesis subsidiarias y auxiliares en las puestas a prueba, elimina la posibilidad de alcanzar tanto verificaciones como refutaciones concluyentes. No hay más que echar un vistazo a la historia de la ciencia para advertir que la mayoría de las teorías científicas acaban mostrando que son erróneas en alguna medida. Pero Bunge no deja solo al falibilismo, una posición escéptica, sino que lo complementa con un “ismo” optimista, la tesis (c) o meliorismo, es decir la idea de que las hipótesis y teorías científicas pueden mejorarse. En otras palabras, el meliorismo sostiene que esas ideas científicas parcialmente erróneas pueden corregirse para aproximarlas más a la verdad[14] (la tesis meliorista también es parte del realismo semántico, como veremos a continuación).
Realismo semántico
El realismo semántico está compuesto por tres tesis: (a) que algunas proposiciones tratan de hechos (y no sólo de ideas), (b) que algunas de esas proposiciones fácticas son aproximadamente verdaderas y (c) que toda aproximación a la verdad es perfectible. La tesis (a), sobre la referencia de las proposiciones científicas, se apoya en toda una teoría de la referencia desarrollada por Bunge en el primer volumen de su célebre “Tratado de filosofía”. Los referentes genuinos de una teoría (sistema hipotético deductivo de proposiciones) se descubren identificando los predicados fundamentales de esa teoría, analizándolos y mostrando cuál es su papel en las leyes de la teoría. Sólo se considerarán referentes genuinos de la teoría aquellos hechos descritos por variables incluidas en las leyes de la teoría de interés.[15] Así, por ejemplo, la aplicación de esta teoría a la mecánica cuántica indica que esta no se refiere a sujetos de ningún tipo (pues no aparecen en sus leyes) y que la interpretación de Copenhague de la misma es errónea.[16] La tesis (b) se afirma en la teoría de la verdad como correspondencia, a la que Bunge considera en el camino correcto, aunque de momento vaga, incompleta en tres aspectos: (1) en lo referente a las proposiciones negativas y generales, (2) porque no hace lugar a las verdades parciales y (3) porque no tiene en cuenta la importancia de la coherencia externa (o sistemicidad) de las proposiciones.[17] Pero quizá lo más sorprendente de la teoría de la verdad de Bunge es que los valores de verdad de las proposiciones solo emergen con la puesta a prueba. Es decir, las proposiciones no poseen un valor de verdad inherente, sino que este les es atribuido tras las comprobaciones pertinentes y puede cambiar en el curso de la investigación: “…una pizca de constructivismo se justifica respecto de los constructos…”.[18] Finalmente, la tesis (c), también llamada “meliorismo” ya fue comentada en el punto (ii).
Realismo metodológico
El realismo metodológico posee dos componentes: el cientificismo y la exigencia de controlar empírica y racionalmente las ideas sobre la realidad. El cientificismo en versión bungeana (diferente de la de Hayek o Habermas, por ejemplo) es la tesis de que la estrategia más eficaz para "explorar el mundo" es el método científico. Esta afirmación o, mejor dicho, el énfasis de la misma, distingue al realismo bungeano de otros realismos críticos que no ven en el método científico la única herramienta cognitiva posible o una que resulte particularmente ventajosa. Por otra parte, su cientificismo le ha valido a Bunge numerosas acusaciones de “positivista” provenientes, principalmente, del campo de las humanidades.
En cuanto al método científico, otro tema central en gran parte de las obras es este autor, se trata de una estrategia general de adquisición de conocimiento sobre la realidad que involucra tanto la experiencia, como la razón y la imaginación. Los ejes principales de su práctica son, sin duda, las teorías fácticas, es decir los sistemas hipotéticos deductivos de proposiciones con los cuales los científicos intentan describir, explicar y predecir el comportamiento de los sistemas en los que están interesados. Un aspecto importante del método es que esas teorías no surgen únicamente de la experiencia por medio de procedimientos inductivos. En el desarrollo de las ideas científicas interviene de manera esencial la creatividad del científico, pues sus conjeturas acerca de aspectos no observables de la realidad ocupan un lugar central en la construcción del conocimiento científico y esas conjeturas, son producto en buena parte de la imaginación, aunque desde luego, no de la imaginación descontrolada, sino guiada y constreñida por el conocimiento antecedente y diversas consideraciones metodológicas. Las proposiciones conjeturadas y controladas desde su nacimiento por la coherencia externa (sistemicidad o compatibilidad con el conocimiento científico disponible) luego tienen que ser puestas a prueba contrastándolas con los datos empíricos provenientes de observaciones o experimentos. Esta contrastación es global, es decir que no afecta solo a una proposición sino a toda una teoría y, además, de requiere hipótesis auxiliares que relacionen lo observable con lo inobservable. En otras palabras, las comprobaciones afectan a las teorías como totalidades (incluidos sus diversos supuestos) y requieren, además, la utilización de hipótesis indicadoras. Un aspecto central del realismo metodológico de Bunge es que no se contenta con la descripción de regularidades o incluso de leyes, sino que demanda que tales regularidades sean explicadas por medio de la descripción de los mecanismos (procesos específicos) de los que surgen esas regularidades. Bunge ha llamado a este modelo de explicación científica, “explicación mecanísmica”.
Realismo axiológico
El realismo axiológico sostiene la existencia de valores objetivos: aquellos que están arraigados en necesidades biológicas y sociales. En consecuencia, estos valores pueden defenderse (y atacarse) de manera racional y con ayuda del conocimiento científico pertinente. Son valores objetivos la salud, el conocimiento, la seguridad, la intimidad y la paz, entre otros. Como esta lista deja ver, no se trata de valores absolutos, sino que en ocasiones pueden surgir tensiones o conflictos entre ellos. Por ejemplo, la intimidad y la seguridad no siempre son igualmente compatibles. Bunge distingue entre valores individuales (como la libertad) y sociales (como la seguridad) y entre primarios y secundarios. Un valor primario es aquel que contribuye a satisfacer una necesidad básica, en tanto que uno secundario es el que contribuye a la satisfacción de un interés legítimo (vale decir, uno que no impide a otros la satisfacción de una necesidad básica). Bunge rechaza la eventual acusación de cometer una “falacia naturalista” (la de confundir el ser con el deber ser) aduciendo que si bien el ser y el deber ser son diferentes, la brecha entre ellos puede cruzarse y de hecho se cruza cada día por medio de la acción: cada vez que realizamos una acción porque la consideramos un deber. El papel de la acción como puente entre el ser y el deber ser sugiere un aspecto ingenieril de la ética: una buena regla moral es, además de otras cosas, eficiente en la consecución del fin que se propone [véase el punto (vii), más abajo]. Las condiciones o criterios de evaluación de una teoría ética también han sido elaborados por Bunge en diferentes trabajos y son: consistencia interna y externa, capacidad para explicar códigos morales viables y utilidad para la realización de reformas sociales proilustradas, para el análisis de conceptos y principios morales, así como para la identificación, tratamiento y resolución de problemas morales.[19]
Realismo moral
El realismo moral afirma que (a) hay hechos morales, así como (b) afirmaciones morales verdaderas (y falsas). Un hecho moral se define como un hecho que impone un problema moral a una persona en una cultura determinada. Un problema moral es el que requiere de la invención o aplicación de una regla moral para su resolución. Además, una proposición moral es verdadera si al ser llevada a la práctica ayuda a “mitigar la miseria” o si se deriva de algún principio moral de nivel superior. (En el caso de la ética bungeana o “agatonismo” este principio es Disfruta de la vida y ayuda a otros a vivir.) Esta dependencia de un principio moral superior hace que las verdades morales sean relativas (o contextuales o situacionales), lo que las distingue de las verdades morales absolutas predicadas, por ejemplo, por Tomás de Aquino. Sin embargo, esta relatividad de las verdades morales no es la de los relativistas, pues hay ciertos principios, derechos y deberes que todos los códigos morales comparten.[20]
Realismo práctico
Finalmente, el realismo práctico consiste en la tesis de que hay pares medios-fines objetivos, es decir que hay medios objetivamente más eficientes que otros para lograr un determinado fin. Sin embargo, puesto que nuestras acciones pueden afectar a terceros, no podemos guiarnos solo por la búsqueda de la eficiencia, sino que también debemos tener en cuenta las consecuencias previsibles de tales acciones. En consecuencia, para ser íntegramente realista, el realismo práctico tiene que someterse a un principio de responsabilidad. Un aspecto importante del realismo práctico es que presupone los realismos ontológico, semántico y gnoseológico. Al incluir el principio de responsabilidad, el realismo práctico también supone el realismo moral.[6]
El sistemismo
La concepción sistemista de Mario Bunge, si bien divisible en 10 tipos de sistemismo,[21] tiene dos aspectos principales, uno ontológico y otro gnoseológico. El sistemismo ontológico que Bunge defiende postula que el mundo es un sistema de sistemas, es decir que toda cosa concreta es un sistema o un componente de algún sistema. Un sistema es, en efecto, un objeto complejo estructurado, cuyas partes están relacionadas entre sí por medio de vínculos (estructura) pertenecientes a un nivel determinado. Además, los sistemas se caracterizan por poseer propiedades globales (emergentes o sistémicas) que sus partes componentes no poseen.[22] Por ejemplo, en el nivel microfísico, un átomo es un sistema compuesto por protones, neutrones y electrones vinculados por fuerzas físicas (nucleares y electromagnéticas). Una sociedad humana, en cambio, es un sistema compuesto por personas y diversos subsistemas sociales unidos entre sí por vínculos de varios tipos: biológicos, políticos, económicos, etc.
Una consecuencia gnoseológica del sistemismo ontológico de Bunge es que para conocer un sistema, sea este físico, químico, biológico, psicológico o social, resulta conveniente aplicar el enfoque CESM. En otras palabras, la investigación de un sistema concreto requiere la construcción de un modelo que consiste en la descripción de la composición (C), el entorno (E), la estructura (S) y el mecanismo (M) del sistema.[22]
- La composición de un sistema es la colección de sus partes (protones, neutrones y electrones en el sistema atómico; personas, empresas, clubes y barra de amigos en el sistema social) y se las llama componentes.
- El entorno es la colección de cosas que modifican a los componentes del sistema o que resultan modificados por ellos, pero que no pertenecen a la composición (fotones que excitan al átomo de interés y el trigo que el hombre convierte en pan).
- La estructura es la colección de relaciones o vínculos que establecen los componentes. Los vínculos que se dan entre los componentes de un sistema constituyen la endoestructura, mientras que los establecidos entre los componentes y elementos del entorno conforman la exoestructura del sistema.
- El mecanismo es la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo hacen cambiar en algún aspecto (el mecanismo de radiación electromagnética de un átomo es un proceso en el que un electrón cambia de estado de energía, el comercio es un mecanismo económico de los sistemas sociales humanos). Más precisamente, si bien el conocimiento de un sistema concreto radica en la descripción de los cuatro aspectos mencionados, la explicación científica del comportamiento del mismo la brinda la descripción de su(s) mecanismo(s), es decir de los procesos de los cuales resultan la emergencia, la estabilidad, el cambio y la desintegración de un sistema.
Puesto que un sistema se caracteriza por poseer propiedades que sus componentes no poseen (vale decir, propiedades globales o emergentes), el sistemismo de Bunge es también emergentista. En otras palabras, la ontología bungeana es monista con respecto a la sustancia y pluralista respecto de las propiedades. Dicho de otro modo, todo lo que existe es material, pero las propiedades de los existentes son diversas: las hay físicas, químicas, biológicas, psicológicas y sociales. Estas propiedades emergentes de los sistemas materiales (o concretos) permiten distinguir diferentes niveles ontológicos (físico, químico, biológico, etc.) relacionados por una multitud de procesos, pero irreducibles unos a otros.
La crítica de Mario Bunge al psicoanálisis
Bunge ha atacado vigorosamente al psicoanálisis en numerosas oportunidades. Las razones que ha ofrecido pueden agruparse en dos tipos: razones metodológicas y pruebas empíricas. Las primeras constituyen una crítica al modo de proceder de los investigadores que han desarrollado el psicoanálisis, desde Freud hasta nuestros días. Ese modo de proceder, afirma Bunge, está reñido con los requisitos mínimos aceptados por la comunidad científica internacional para considerar que una investigación es científica. En otras palabras, los psicoanalistas no utilizan la estrategia general de indagación conocida como método científico. Las razones del segundo tipo muestran que los datos no apoyan las ideas psicoanalíticas.[23][23][24][25] Bunge considera que el psicoanálisis es una pseudociencia.[26]
Las razones metodológicas que Bunge ofrece pueden resumirse así:
El psicoanálisis contiene hipótesis irrefutables La ciencia intenta describir y explicar cómo es el mundo y lo hace a través de datos, hipótesis, modelos y teorías. Los científicos ponen a prueba sus ideas (hipótesis, modelos y teorías) acerca de la realidad utilizando dos tipos principales de control: el más conocido de ellos es el control empírico, vale decir la puesta a prueba de las ideas por medio de datos empíricos.[27]
Para poder ser sometida a contrastación empírica una idea debe ser refutable. Es decir, ha de ser posible imaginar un dato empírico que, si resultase verdadero, refutaría la idea en cuestión. Pues bien, una de las críticas al psicoanálisis más difundidas —y que Bunge comparte— es que gran parte de sus hipótesis son irrefutables. Estas hipótesis están formuladas de tal modo que, por principio, no puede haber datos que las pongan en entredicho. Bunge provee el ejemplo de la hipótesis del contenido sexual —manifiesto o latente— de los sueños.[27]
Esta hipótesis es irrefutable porque si un sueño determinado contiene elementos sexuales está claro que la hipótesis se confirma. Pero también ocurre que cuando el sueño no contiene ningún elemento sexual ostensible, el psicoanalista lo da por supuesto y justifica su actitud recurriendo al supuesto de que el contenido sexual está latente. Desde luego, lo latente es muy difícil de registrar empíricamente.
Otro ejemplo es el de la atracción sexual de los niños por los padres del sexo opuesto y la correspondiente represión. Para el psicoanálisis, sostiene Bunge, tanto da que uno haga A o B. Si hace A, es prueba de que se siente atraído sexualmente por, digamos, su madre. Si hace B, no significa que la atracción no exista, simplemente está reprimida. Claramente, la latencia y la represión funcionan inmunizando contra la experiencia a las hipótesis del contenido sexual de los sueños y la atracción por el padre del sexo opuesto respectivamente. O sea, no hay ningún dato imaginable que pueda refutar estas hipótesis psicoanalíticas.
Carece de consistencia externa
Contra lo que suele pensarse, la principal crítica de Bunge al psicoanálisis no es que éste sea irrefutable (la crítica de, por ejemplo, Karl Popper), sino que, a diferencia de las disciplinas científicas genuinas, el psicoanálisis no cumple el importante requisito de consistencia externa. Las diferentes disciplinas científicas interactúan apoyándose las unas a las otras tanto en sus aspectos teóricos como empíricos. La intensidad de estas interacciones, obviamente, varía según los campos de los cuales se trate, pero hay un mínimo: las ideas científicas tienen que ser compatibles (consistentes, congruentes) con el grueso del conocimiento confiable pertinente.
El grave problema del psicoanálisis, sostiene Bunge, es que se trata de una disciplina aislada del resto del conocimiento (no interactúa con disciplinas obviamente pertinentes, tales como la psicología experimental y la neurociencia cognitiva). Más aún, el psicoanálisis no es congruente con las ideas desarrolladas por estas disciplinas. Según Bunge, la biopsicología (término con el que engloba las disciplinas científicas mencionadas) no ha hallado nada que pueda apoyar al psicoanálisis, sino que más bien ha provisto información que lo contradice (por ejemplo, que los niños no tienen su órgano sexual más importante —el cerebro— lo suficientemente desarrollado como para experimentar los deseos que el psicoanálisis les atribuye).
Dualismo mente-cerebro
El tema clásico de la relación mente-cerebro (alma-cuerpo en la tradición filosófica), objeto de estudio de ese ensayo, es tan fascinante como complejo y difícil, pues ya la mera selección, clarificación terminológica y formulación de planteamientos adecuados hacen que este estudio resulte muy laborioso y hasta a veces muy confuso.
Dualismo mente-cerebro: Esta tesis ontológica afirma que cerebro y mente son cosas separadas y está presupuesta por los estudios psicoanalíticos y la práctica psicoterapéutica. Tal presuposición sale a la luz al analizar cómo investigan los psicoanalistas y descubrir que no se interesan por estudiar los mecanismos cerebrales que subyacen a la conducta humana (y que, en cambio, están siendo estudiados con gran éxito por las neurociencias). De igual modo, el intento de la psicoterapia de tratar las enfermedades mentales sólo mediante palabras traiciona el mencionado dualismo. Desde luego, para Bunge la mente no es algo separado del cerebro. Más precisamente, la tesis que defiende es la de la identidad psiconeural, la cual es, según el autor, uno de los presupuestos de la investigación científica de la mente humana; eso que llamamos mente no es una sustancia sino que se trata de una propiedad que emerge cuando se "encienden" ciertos subsistemas neuronales. O sea, la mente es una propiedad emergente del cerebro de ciertos animales "superiores", entre ellos el animal humano. No es que el cerebro cause la mente (en cuyo caso serían dos cosas diferentes), sino que la mente ES el cerebro en funcionamiento.
El psicoanálisis no somete sus ideas a control empírico
Aunque algunas de las hipótesis fundamentales del psicoanálisis son irrefutables, vale decir, inmunes a los ejemplos desfavorables, también contiene hipótesis que sí pueden ponerse a prueba. A pesar de ello, sus practicantes no se ocupan de contrastarlas empíricamente. Por ejemplo, los psicoanalistas no utilizan la estadística para cuantificar objetivamente los efectos de sus tratamientos y tampoco realizan experimentos para averiguar si es cierto que los bebés pueden experimentar deseo sexual.
Según Bunge, esta falta de control muestra que la "teoría" psicoanalítica no es concebida por sus cultores como un cuerpo de ideas falibles que deben ser controladas (tanto conceptual como empíricamente) para conocer cuál es su valor de verdad. En otras palabras, el psicoanálisis no es un cuerpo de conocimientos científicos.
Con respecto a las pruebas empíricas desfavorables, Bunge destaca, por ejemplo, que los estudios de Michael Rutter han mostrado que los seres humanos no quedamos marcados para siempre por los recuerdos de la niñez, sino que, antes bien, somos bastante resilientes a las vivencias de esa etapa y que nos desarrollamos y reconstruimos toda la vida. Con respecto a la famosa hipótesis del complejo de Edipo (su versión femenina, el complejo de Electra), el argumento reconstruido por Bunge es así:
- deseo sexual infantil
- atracción del niño hacia padres y hermanos
- tabú del incesto como construcción social
- represión del deseo que se acumula en el inconsciente
- manifestación de la represión como odio al padre (Edipo) o a la madre (Electra)
Los datos y argumentos que refutan la hipótesis edípica, según Bunge son:
- el sexo depende del hipotálamo y en los niños éste no está completamente desarrollado
- debido a lo anterior, no puede haber atracción sexual en los niños
- el antropólogo social Edward Westermark afirma, apoyándose en datos empíricos, en su History of Human Marriage, que los humanos no nos sentimos atraídos sexualmente por las personas con las cuales nos criamos desde la infancia. Datos parecidos provenientes de los kibutzim israelíes muestran que los niños que se crían juntos casi nunca se casan entre sí.
También Arthur Wolff ha llegado a conclusiones similares tras analizar el éxito sexual de dos clases de matrimonios tradicionales en Taiwán. En una de ellas, los futuros consortes viven juntos desde la niñez, en la otra se conocen recién cuando van a cohabitar. Estos últimos resultaron significativamente más exitosos utilizando como indicadores de avenencia sexual el número de hijos, los divorcios y el adulterio.
En resumen, si no hay deseo sexual infantil, no hay atracción por los padres y, por ello, no hay Edipo ni Electra. Por otra parte, si los niños que crecen juntos desarrollan cierta aversión, antes que atracción sexual, parece que la atracción entre hermanos no es algo natural para nuestra especie y que el tabú del incesto no es una mera construcción social. Sin deseo incestuoso, no hay represión del deseo incestuoso.
Bibliografía
Libros de Mario Bunge en español
- 2009: Filosofía política. Solidaridad, cooperación y Democracia Integral. Barcelona: Editorial Gedisa.
- Versión castellana de Mario Bunge: Political Philosophy: Fact, Fiction and Vision. New Brunswick, NJ, Transaction, 2008.
- 2009: Tratado de filosofía. Vol. II, Semántica 2: Interpretación y verdad. Barcelona: Editorial Gedisa.
- Versión castellana de Mario Bunge: Treatise on Basic Philosophy. Vol. II, Semantics 2: Interpretation and Truth. Dordrecht, Reidel, 1974.
- 2008: Tratado de filosofía. Vol. I, Semántica 1: Sentido y referencia. Barcelona: Editorial Gedisa.
- Versión castellana de Mario Bunge: Treatise on Basic Philosophy. Vol. I, Semantics 1: Sense and Reference. Dordrecht, Reidel, 1974.
- 2007: A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo. Barcelona: Editorial Gedisa.
- Versión castellana de Mario Bunge: Chasing Reality: Strife over Realism. Toronto, University of Toronto Press, 2006.
- 2006: 100 Ideas. El libro para pensar y discutir en el café. Buenos Aires: Sudamericana. (Compendio de artículos periodísticos).
- 2005: Intuición y razón. Buenos Aires: DeBolsillo - Sudamericana. (Existe primera edición en 1996 de otra editorial).
- 2004: Emergencia y convergencia. Novedad cualitativa y unidad del conocimiento. Barcelona: Gedisa.
- Versión castellana de Mario Bunge: Emergence and Convergence. Qualitative Novelty and The Unity of Knowledge. Toronto, University of Toronto Press, 2003.
- 2004: Mitos, hechos y razones. Buenos Aires: Sudamericana.
- 2003: Cápsulas. Barcelona, Gedisa. (Compendio de artículos para la agencia de noticias EFE y la prensa argentina).
- 2002: Ser, saber, hacer. México: Paidós.
- 2002: Filosofía de la psicología (en colaboración con el doctor Rubén Ardila). México: Siglo XXI Editores, 2.ª ed.
- 2002: Epistemología. Curso de actualización. 3º ed. Barcelona, Ariel.
- 2002: Crisis y reconstrucción de la filosofía. Barcelona: Editorial Gedisa.
- Versión castellana de Mario Bunge: Philosophy in Crisis. The Need for Reconstruction. Nueva York, Prometheus Books, 2001.
- 2001: Diccionario de filosofía. México: Siglo XXI Editores.
- 2000: La investigación científica. Su estrategia y su filosofía. México: Siglo XXI Editores.
- 2000: Fundamentos de biofilosofia. México - Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
- 1999: Las ciencias sociales en discusión. Buenos Aires: Sudamericana.
- 1999: Buscar la filosofía en las ciencias sociales. Madrid: Siglo XXI Editores, ISBN 950-07-1566-X.
- 1997: Vistas y entrevistas. Buenos Aires: Sudamericana, 2.ª ed.
- 1997: La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires: Sudamericana.
- 1989: Mente y sociedad. Madrid: Alianza Universidad.
- 1985: Teoría y realidad. Barcelona: Ariel.
- 1985: Seudociencia e ideología. Madrid: Alianza Universidad.
- 1985: Racionalidad y realismo. Madrid: Alianza Universidad.
- 1983: Lingüística y filosofía. Barcelona: Ariel.
- 1982: Economía y filosofía. Madrid: Tecnos.
- 1978: La causalidad: el principio de causalidad en la ciencia moderna. Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires (4.ª edición). Reeditado por Editorial Sudamericana (Buenos Aires), en 1997.
Libros recientes en inglés
- 2008: Political Philosophy. New Brunswick, NJ, Transaction Publishers.
- 2006: Chasing Reality. Strife over Realism. Toronto, University of Toronto Press.
- 2003: Emergence and Convergence. Qualitative Novelty and the Unity of Science. Toronto, University of Toronto Press.
- 2001: Philosophy in Crisis. The Need for Reconstruction. New York, Prometheus Books.
- 2001: Scientific Realism: Selected Essays of Mario Bunge (Edited by M. Mahner), New York, Prometheus Books.
- 1997: Foundations of Biophilosophy (en colaboración con el Dr. Martin Mahner). Berlín, Springer.
Otras publicaciones
- Introducción de Teoría y estructura sociales, de Robert K. Merton (Fondo de Cultura Económica, México).
Trabajos sobre la obra de M. Bunge
- Agassi, Joseph y Robert S. Cohen (eds.). 1982. Scientific Philosophy Today: Essays in Honor of Mario Bunge. Dordrecht, Reidel.
- AA. VV.: Congreso-homenaxe internacional a Mario Bunge. Mos (Galicia), Grupo Aletheia, 2003. Artículos de:
- J. Aracil («Mario Bunge y la teoría de sistemas»),
- A. Barceló («Filosofía y economía: tres nociones bungeanas»),
- Mario Bunge («Problemas inversos»),
- M. Mahner («M. Bunge’s philosophy of biology»),
- I. Morgado («Cerebro, mente y filosofía»),
- J. Mosterín («Semblanza de Mario Bunge»),
- M. A. Quintanilla («La racionalidad instrumental») y
- Héctor Vucetich («Mecánica cuántica y realismo»)].
- Denis, Andy: «Methodology and policy prescription in economic thought: a response to Mario Bunge». 2003.
- Denegri, Guillermo y Gladys E. Martínez (eds.). Tópicos actuales en filosofía de la ciencia. Homenaje a Mario Bunge en su 80.º aniversario. Mar del Plata: Martín, 2000.
- Dimeo Coria, Mauricio. Materia, realidad y existencia en Mario Bunge Tesis de Licenciatura, Facultad de filosofía y letras, UNAM, 2008.
- Marone, Luis y Rafael González del Solar: «Homenaje a Mario Bunge, o por qué las preguntas en ecología deberían comenzar con "por qué"». En Denegri, Guillermo y Gladys E. Martínez (eds.) Tópicos actuales en filosofía de la ciencia. Homenaje a Mario Bunge en su 80.º aniversario (pág. 153-178). Mar del Plata: Martín, 2000.
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- Serroni-Copello, Raúl: Encuentros con Mario Bunge. Asociación de Investigaciones en Psicología, 1989.
- Vacher, Laurent-Michel: Entretiens avec Mario Bunge. Montreal: Líber, 1993.
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Referencias
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- ↑ Bunge, M. (1954) “New dialogues between Hylas and Phylonius”. En M. Mahner (ed.) (2001) “Scientific Realism. Selected Essays of Mario Bunge”. Nueva York, Prometheus Books. Pp. 42-50.
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- ↑ Se trata de los sistemismos ontológico, lógico, semántico, gnoseológico, metodológico, praxiológico, axiológico, ético, histórico y político
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- ↑ a b Mario Bunge: Crisis y reconstrucción de la filosofía. Barcelona: Gedisa, 2002.
Enlaces externos
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Mario Bunge.
- McGill.ca (página de Mario Bunge en la Universidad McGill).
- Sitio web dedicado a la discusión de la obra de Mario Bunge.
- FormalOntology.it
- Web Mario Bunge in honoris
- Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1982
- Art. de Bunge "La ética de la ciencia y la ciencia de la ética", en libro "La ética en la encrucijada"
- Hombres
- Nacidos en 1919
- Fallecidos en 2020
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