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== Epílogo ==
== Epílogo ==
Las primeras noticias del llamado ''desastre de Ayacucho'' llegaron a España como rumores procedentes de Gran Bretaña desde donde el ministro español Camilo Gutierrez de los Rios había escrito a su gobierno que el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, [[George Canning]], le había comunicado la noticia "nada menos que de un triunfo completo del rebelde Bolivar sobre el ejército realista del Perú". La confirmación de este rumor llegó a España en mayo de 1825 con el coronel José María Casariego quien procedente del Perú portaba los pliegos mandados por el virrey La Serna. El 17 de mayo la Gaceta de Madrid, publicaba que no había una confirmación oficial de los hechos y que las fuerzas realistas se estaban recuperando. Sin embargo con la llegada de los primeros oficiales capitulados en Ayacucho estas esperanzas se desvanecieron. Ante lo inesperado de la derrota de un ejército cuyas noticias recibidas el año anterior reportaban solo victorias algunos medios de prensa publicaron entonces que la batalla había sido perdida por traición acusando a los jefes realistas de masónicos y liberales. En adelante todos ellos serían conocidos despectivamente como "ayacuchos" y aunque la corona les confio cargos altos y de confianza, este mote perduraría en el tiempo.<ref>Diego Barros Arana, "Historia general de Chile: Parte novena", pág. 363</ref><ref>Josep Fontana,Josep Fontana i Làzaro, "De en medio del tiempo: la segunda restauración española, 1823-1834", pág. 250</ref>
{{Cita|"..''Sin la negra discordia que dividió muy pronto a los esforzados defensores del Perú , es muy probable que las armas españolas continuaran triunfando de toda la formidable coalición que los poderes independientes de Buenos Aires, Chile, Colombia y el Perú, formaron para vencerlas, porque toda esta formidable reunión de fuerzas aguerridas y engreidas con los triunfos de Chacabuco y el Maipú, Carabobo, Pasto y Pichincha, fue necesaria para superar la obstinada confianza de los realistas peruanos. Recomendamos a nuestros lectores, tener siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España
{{Cita|"..''Sin la negra discordia que dividió muy pronto a los esforzados defensores del Perú , es muy probable que las armas españolas continuaran triunfando de toda la formidable coalición que los poderes independientes de Buenos Aires, Chile, Colombia y el Perú, formaron para vencerlas, porque toda esta formidable reunión de fuerzas aguerridas y engreidas con los triunfos de Chacabuco y el Maipú, Carabobo, Pasto y Pichincha, fue necesaria para superar la obstinada confianza de los realistas peruanos. Recomendamos a nuestros lectores, tener siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España
''.."|'''Gnrl. Andrés García Camba.<ref>Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés García Camba</ref> '''}}
''.."|'''Gnrl. Andrés García Camba.<ref>Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés García Camba</ref> '''}}


Refiere el general [[Guillermo Miller]] en sus memorias que tras la capitulación de Ayacucho algunos soldados realistas se incorporaron al ejército patriota pero que la gran mayoría se dispersaron y regresaron a sus hogares,<ref>"Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, publicadas por John Miller pág. 211</ref> respecto a los oficiales peruanos hubo varios que entraron a servir en el ejército republicano aunque muchas veces sufriendo el desprecio de quienes pese a haber servido también en el ejército real habiánse unido a los independentistas antes de Ayacucho, estos oficiales conocidos como ''"capitulados"'' sufrían la misma estigma que sus pares peninsulares en España, los que eran conocidos como ''"ayacuchos"''.
Refiere el general [[Guillermo Miller]] en sus memorias que tras la capitulación de Ayacucho algunos soldados realistas se incorporaron al ejército patriota pero que la gran mayoría se dispersaron y regresaron a sus hogares,<ref>"Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, publicadas por John Miller pág. 211</ref> respecto a los oficiales peruanos hubo varios que entraron a servir en el ejército republicano aunque muchas veces sufriendo el desprecio de quienes pese a haber servido también en el ejército real habiánse unido a los independentistas antes de Ayacucho, estos oficiales conocidos como ''"capitulados"'' sufrían la misma estigma que los "ayacuchos" en España.


{{Cita|''"...Valle-Riestra era además un jefe que había servido a los españoles hasta Ayacucho. De estos había muchos en el ejército, y esta circunstancia tenía los ánimos encontrados entre capitulados y los que habían servido al país..."''|'''Historiador Manuel Bilbao, haciendo referencia al coronel Francisco Valle-Riestra fusilado por [[Felipe Santiago Salaverry|Salaverry]] en la guerra civil de 1835.<ref>Manuel Bilbao, "Historia de Salaverry" pág. 221</ref> '''}}
{{Cita|''"...Valle-Riestra era además un jefe que había servido a los españoles hasta Ayacucho. De estos había muchos en el ejército, y esta circunstancia tenía los ánimos encontrados entre capitulados y los que habían servido al país..."''|'''Historiador Manuel Bilbao, haciendo referencia al coronel Francisco Valle-Riestra fusilado por [[Felipe Santiago Salaverry|Salaverry]] en la guerra civil de 1835.<ref>Manuel Bilbao, "Historia de Salaverry" pág. 221</ref> '''}}

Revisión del 23:25 27 mar 2011

Ejército Real del Perú
Activa 1809-1826
País España (Virreinato del Perú) 1809-1826
Tipo ejército de tierra
Tamaño Bajo y Alto Perú:[1]
En 1818: 11.500
En 1823: 23.000
Disolución 1826
Alto mando
Comandantes
notables
José Fernando de Abascal (1809-1816)
Joaquín de la Pezuela (1816-1821)
José de la Serna (1821-1824)
Insignias
Símbolo de
identificación


  • Unidades del Ejército
  • Armada y Fortalezas
Guerras y batallas


El Ejército Real del Perú, fue la agrupación militar organizada por las autoridades españolas del Virreinato del Perú para hacer frente al generalizado proceso de insurrección independentista que a principios del siglo XIX convulsionó las colonias de ultramar.

Denominación

Coronela de infantería. Batallón Talavera
Estandarte de Caballería. Regimiento de la Imperial Ciudad del Cuzco.

En documentos españoles se le conocía como Ejército del Perú[2]​ haciendo referencia al ejército de esa dependencia territorial. Generalmente los jefes realistas le llamaban Ejército Real del Perú o, abreviadamente, Ejército Real, sin embargo durante el trienio liberal se denominó Ejército Nacional. Es menor, aunque no inexistente, el uso del término Ejército Español, que era principal aunque no exclusivamente, utilizado por los independentistas para antagonizar a su enemigo.[3]​ En las referencias independentistas también se encuentra el sobrenombre de Ejército Godo en relación al antiguo pueblo indoeuropeo que pobló la España peninsular.[4]

El ejército realista durante el Trienio Liberal y la Restauración Absolutista

Durante el Trienio Liberal, que desde 1820 ocasionó en España el abierto enfrentamiento entre Liberales y Absolutistas, el Ejército Real Español paso a denominarse oficialmente como Ejército Nacional, esto se debía a que las Cortes Generales buscaban transformar a las fuerzas armadas, en ese entonces bajo el control directo del monarca, en un ejército que no fuera utilizado para los exclusivos intereses y beneficios del rey sino que se encontrara al servicio de la nación española. Estas ideas se habían gestando ya durante la guerra de independencia frente a la invasión napoleónica pero habían sido desechadas con la restauración absolutista de 1814.[5]​ Por aquel entonces en España se entendía como realista, al defensor del absolutismo mientras que en el teatro de guerra americano tenía una connotación diferente como explicaba el general García Camba:[6]

Recordamos a nuestros lectores tengan siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España.

Los jefes españoles en el Perú, aunque de simpatías liberales en su mayoría, se definían a si mismos como realistas y trataban de no tomar un abierto partido en el conflicto que sacudía a la metrópoli, esperando pacientemente el envió de refuerzos. Tras tener noticias de las victorias obtenidas por el ejército real del Perú en 1823 el periódico español "El Restaurador" de marcada posición absolutista publicaba lo siguiente:[7]

¡Ejército Real del Perú y Ejército Nacional de la España Europea! ¡Que asombroso contraste! Aquel conserva inmarchitable su título de realista y a la sombra de sus banderas victoriosas se guarnecen miles de europeos desgraciados por su fidelidad y millones de americanos, cuya lealtad raya en el heroísmo y cuyos sacrificios no tienen precio(...) Y ¿El ejército nacional entre tanto? (...) Desde que el cobarde y traidor Quiroga (...) dijo que en su primera proclama en la isla, "la conquista de América es ya imposible" parece que se conjuraron todos los elementos constitucionales para imposibilitarla.

En 1824, apoyado por 100.000 soldados franceses, el monarca Fernando VII logró recuperar sus antiguos poderes y a la vez abolir todas las leyes y disposiciones decretadas por las Cortes, sin embargo entre estas figuraba también el reconocimiento de La Serna como virrey del Perú lo que sería aprovechado por el general Olañeta para rebelarse contra su autoridad y minar el potencial realista para continuar la lucha.

Composición y organización

Uniformes de la infantería de línea — Alto Perú.

Las tropas reales en el Perú se componían principalmente de peruanos, entiéndase por tales a los habitantes del virreinato del Perú[8]​, organizados en batallones y milicias según su lugar de procedencia o casta, siendo así que existían unidades de negros y mulatos, como el batallón de Pardos de Arica y de mestizos e indígenas organizados según sus pueblos de origen como el escuadrón de caballería miliciana Dragones de Tinta. Sin embargo la necesidad de cubrir las bajas y refundir en una sola distintas unidades hacían que muchos de los cuerpos realistas fueran una amalgama de razas, clara expresión de la realidad social peruana.

Etnicamente la masa de las tropas reales la formaban los mestizos[9]​ los cuales, a diferencia de los indígenas tributarios, los negros esclavos y los criollos, eran reclutados sin distinción. En el contexto socio-cultural de la época la masa mestiza se componía en su mayoría de quechuahablantes los cuales no dominaban el español, lo que erróneamente ha llevado a algunos autores a afirmar que el ejército realista estaba compuesto en su casi totalidad por indígenas.[10]

El ejército real estaba formado por unidades veteranas (permanentes) y de milicias (movilizadas), los primeros eran soldados a tiempo completo, generalmente de dotación (Fortificaciones) como el Real de Lima. A pesar de esto las milicias tuvieron un papel protagónico y un destacado desempeño, de tal manera que sentaron las bases para la consolidación de una fuerza regular propia (como los regimientos de Línea del Cuzco o de Arequipa) y que dieron lugar a una sucesión de victorias militares, como la obtenida por el brigadier José Manuel Goyeneche en la batalla de Guaqui o las de Mariano Osorio en la primera campaña de reconquista de Chile.

En cuanto a la organización militar esta era:

  • Infantería: La infantería se dividía en batallones los que eventualmente podían agruparse con uno o dos adicionales para constituir un regimiento, cada batallón contaba con 6 u 8 compañías en las que a su vez formaban 100 soldados en promedio aunque esta cifra nominal solía variar. De las compañías que formaban un batallón al menos una debía ser de granaderos y otra de cazadores siendo las restantes de fusileros. Las características de estos soldados eran las siguientes:

-Los Granaderos eran escogidos entre los hombres de mejor conducta y constitución física, generalmente los más altos y fornidos del batallón, constituían una fuerza de choque y recibían su nombre de las granadas de mano que originalmente usaban en los combates aunque su uso en la época era ya casi anecdótico. Su distintivo original eran las birretinas o gorros de piel de oso negro aunque lo costoso y escaso de este material hacía que fuera reemplazado también por pieles negras de perro, mono o cabra.

En un punto del campo de batalla yacían más de 30 granaderos realistas, y por la posición que tenían sus cadáveres se conocía que habían hecho una valerosa resistencia, y perecido casi al mismo tiempo en la formación que tenían á la cabeza de una columna.
Memorias del general Miller, La batalla de Ayacucho.[11]


-Los Cazadores eran soldados de infantería ligera, ágiles y de menor talla, adiestrados en tácticas de orden disperso o "guerrilla", en batalla eran usados como escaramuzadores o avanzadas. Se les entrenada como tiradores de preferencia y en algunos casos solían portar fusiles más livianos y de mayor precisión. Su distintivo era el cuerno de caza que llevaban en el chakó o bordado en la casaca.

-Los Fusileros constituían el núcleo de la infantería, la poca precisión de las fusiles de la época hacía que la infantería utilizara formaciones cerradas (codo a codo) disparando por salvas sobre la formación enemiga para maximizar el daño producido por sus descargas. En caso de ser atacados por la caballería formaban un cuadro, donde la primera fila esgrimía sus bayonetas y la segunda disparaba sobre los jinetes enemigos. Esta formación fue muy utilizada en el Alto Perú para repeler los repentinos ataques de los gauchos.

  • Caballería

Originalmente la caballería realista era toda de milicias y estaba formada por dragones, estos soldados eran una especie de infantería montada, armada de fusil y sable, que combatía tanto a pie como a caballo. La caballería de línea armada de carabinas y sables aparecería por primera vez en 1813 en el Alto Perú. Las unidades expedicionarias fueron utilizadas de base la creación de cuerpos de húsares, granaderos a caballo y lanceros.

  • Artillería

Esta arma se dividía en artillería de plaza y de campaña, la primera utilizaba piezas fijas y de mayor calibre, como las ubicadas en la fortaleza del Real Felipe en el Callao, la artillería de campaña se componía de piezas de montaña, obuses y morteros. Se trataba de armas más livianas y fáciles de transportar.

Expediciones españolas a ultramar

Archivo:Regimientocantabria.JPG
Oficial y fusilero del batallón Cantabria (1823-1824).[12]

Las refuerzos europeos no fueron abundantes ya que España simultáneamente combatía contra la invasión napoleónica y luego quedó convulsionada por conflictos civiles entre absolutistas y constitucionales. A decir del historiador militar Robert L. Scheina a lo largo de toda la revolución hispanoamericana fueron 6.000 hombres los que partieron de puertos de España con destino al Perú,[13]​ según el historiador español Julio Luqui-Lagleyze los expedicionarios embarcados contabilizaron un total de 6.511[14]​; sin embargo esta teórica cifra se reduce al arribo de unos 2.500 a 3.000[cita requerida] europeos al Perú, lo que en realidad representa poco más de la tercera parte de la cifra nominal, y se alcanza si aparte de las bajas naturales durante el viaje de cada envío, se tiene en cuenta que: 1) la expedición del batallón Infante Don Carlos quedó totalmente diezmada por enfermedad en Portobelo, siendo sus restos refundidos con el Real de Lima; 2) que la expedición del segundo batallón del Burgos y el segundo escuadrón de Lanceros quedaron retenidos por Pablo Morillo en Costa Firme, siendo sustituido el primero por el batallón americano Numancia; y 3) que, finalmente, la gran parte de la expedición del Regimiento Cantabria se sublevó o fue capturada en alta mar llegando tan solo algunos restos al Callao y al sur de Chile. En 1824, último año de sus campañas, el general Andrés García Camba dice que el componente europeo alcanzaba los 1.500 hombres para cubrir todos los frentes del virreinato ( diezmado en la mitad con los años, como también ocurrió de forma parecida con el ejército expedicionario de Costa Firme de Pablo Morillo), y de ellos dice que 500 hombres combatieron en la decisiva batalla de Ayacucho.

Los refuerzos expedicionarios generalmente ostentaban el nombre de sus unidades europeas de origen, nombre que permanecía pese a que inmediatamente en campaña estas compañías eran duplicadas con americanos y luego reemplazados por ellos casi completamente (excepto en sus compañías de Granaderos -llamadas de Preferencia- donde se reunía a los europeos). Entre los más famosos estuvieron los batallones Talavera, Burgos, Cantabria y Gerona y los escuadrones de caballería Húsares de Fernando VII y Lanceros del Rey. La mayoría de refuerzos europeos llegaron al Perú vía Panamá y eran parte de la expedición que el pacificador Pablo Morillo había dirigido contra los patriotas de Venezuela en 1815. El último intento por parte de la metrópoli de reforzar a los realistas peruanos se dio en mayo de 1818 vía Cabo de Hornos, la flota expedicionaria se componía de la fragata de guerra María Isabel y 11 transportes contando con 2.800 individuos formados por dos batallones del regimiento de Cantabria, un escuadrón de Dragones y una batería de artillería, esta tardía medida arribaba cuando ya los patriotas chilenos y argentinos dirigidos por el general José de San Martín habían obtenido una decisiva victoria en la batalla de Maipú sepultando definitivamente la esperanza de reconquistar la Capitanía general de Chile, siendo que el Archipiélago de Chiloé decididamente leal a la corona y punto estratégico en la travesía por el pacífico sur, era un punto de resistencia aislado, aunque para empeorar las cosas la expedición despachada de Cádiz se encontraba en pésimas condiciones de preparación, salubridad y disciplina. Nada más partir un inutilizado transporte hubo de ser dejado en Tenerife, la tripulación de otro de ellos (el Trinidad) se amotinó en plena travesía y tras asesinar a sus oficiales se entregó en Buenos Aires poniendo en manos de los independientes los planes de derrota de la escuadra, de forma que, ya en aguas chilenas, continuando la travesía la solitaria María Isabel fue capturada por dos buques corsarios chilenos, que enarbolaron la bandera española para engañar y apresar uno a uno a cinco transportes en Talcahuano, únicamente cuatro que habían adelantándose al Callao lograron llegar a su destino con parte de la tropa.[15]​ Según el general inglés Guillermo Miller los transportes españoles estaban sumamente sucios y grasientas las cubiertas, una cuarta parte de la expedición había fallecido por enfermedad en la travesía y al menos la mitad de los restantes se encontraban de baja por escorbuto siendo que al ser capturados algunos individuos agonizaban tendidos en los portalones de las naves. Miller concluiría señalando que el poco estado limpieza en que estaba la flota, era impropio áun del servicio de la marina española. [16]

Lugar Año Número de embarcados Unidades y Descripción(entreparentesis los cambios de nombre de unidades)
Expedicionarios enviados al alto y bajo Perú y a Chile 1813 - 1818 [17][18][19]
Bandera Realista
Bandera Realista
año 1813
  • 374-1.000 plazas y 200 artilleros
Unidad Descripción
Batallón Talavera (renombrado Victoria en 1819) Jefe Rafael Maroto.
Artilleria
año 1814
  • en total 112-118 hombres
Unidad Descripción
Oficiales y cuadros
año 1815
  • en total 1.470-1.479 hombres
Unidad Descripción
Batallón Gerona Jefe Alejandro González Villalobos, en la unidad formaba el entonces capitán Mateo Ramírez
Batallón segundo del regimiento Extremadura (renombrado Imperial Alejandro en 1818) Formaba parte de la expedición de Pablo Morillo a Costa Firme y este lo manda como auxilio al Perú al mando de Miguel Tacón y Rosique. Mariano Ricafort y Baldomero Espartero forman parte de la unidad.
Dragones de la Unión Jefe Vicente Sardina, son 162 plazas del cuarto escuadrón de dicho regimiento del ejército expedicionario de Morillo.
Husares de Fernando VII Jefe Joaquín Germán, son 162 plazas del cuarto escuadrón de dicho regimiento del ejército expedicionario de Morillo. En la unidad forma Andrés García Camba.
Escuadrón Expedicionario del Perú Jefe Ignacio Landazuri, son 80 hombres llegados con el ejército expedicionario de Morillo, sirven de base para la creación del regimiento Dragones del Perú.
año 1816
  • en total 723 hombres
Unidad Descripción
Batallón segundo del regimiento Infante Don Carlos Diezmados en la travesía por epidemia en la ruta de Portobelo sólo entre 250 y 300 hombres arriban al Callao. Se refunde con el Regimiento Real de Lima y renombra Real Infante Don Carlos. Jefe Juan Antonio Monet. José Ramón Rodil e Isidro Alaix forman parte de la unidad.
Cazadores del Rey (piquete) Jefe Valentín Ferraz, son 50 hombres que forman la escolta del general José de la Serna, llegados con él al Perú. Sirven de base para la creación del regimiento Granaderos de la Guardia.
año 1817
  • en total 1.102-1.139 hombres
Unidad Descripción
Batallón primero Burgos - Jefe Jose María Baeza los dirige vía cabo de Hornos. Pablo Morillo retiene en Costa Firme las tropas del segundo batallón del Burgos que dirigían José de Canterac y el Coronel Agustín de Otermin vía Panamá.
Segundo escuadrón Lanceros del Rey Desaparecido en la batalla de Maipú, sus restos retornan al Perú.
año 1818
  • en total 1.950 hombres
Unidad Descripción
Regimiento de Cantabria Diezmados en la travesía porque parte se subleva en alta mar y otros son capturados en Talcahuano, sólo 210 hombres del segundo batallón al mando de Rafael Ceballos Escalera arriban al Callao, otros tantos del primero quedan en el sur de Chile al mando de Fausto del Hoyo. Se completan filas con americanos.
Escuadrón Cazadores-Dragones Jefe Gaspar Fernández de Bobadilla, desembarca en Talcahuano 27 oficiales y 429 hombres, parte es enviado al Perú en 1820.

Sublevación de Riego

El comandante Rafael del Riego conduciendo a las tropas expedicionarias sublevadas. España-1820
Soldados, (…) yo no podía consentir, como jefe vuestro, que se os alejase de vuestra patria, en unos buques podridos, para llevaros a hacer una guerra injusta al Nuevo Mundo; ni que seos compeliese a abandonar vuestros padres y hermanos, dejándolos sumidos en la miseria y la opresión... Un rey absoluto, a su antojo y albedrío, les impone contribuciones y gabelas que no pueden soportar; los veja, los oprime y, por último, como colmo de desgracias, os arrebata a vosotros, sus caros hijos, para sacrificaros a su orgullo y ambición. Sí, a vosotros os arrebatan del paterno seno para que en lejanos y opuestos climas vayáis a sostener una guerra inútil, que podría fácilmente terminarse con sólo reintegrar sus derechos a la Nación española. La Constitución, sí, la constitución basta para apaciguar a nuestros hermanos de América.
Manifiesto de Riego, 1820

Un año después se preparaba en Cádiz un verdadero ejército de reconquista de 20.000 soldados, cifra impresionante para los estándares de las guerras hispanoamericanas pues como ejemplo ese mismo año el ejército realista peruano contabilizaba 7.000 hombres para cubrir todos sus frentes, mientras que el independentista al mando de San Martín tenía menos de 5.000. Esta nueva expedición española bajo el mando del conde de Calderón, tenía como objetivo reconquistar y someter definitivamente los territorios de ultramar.

Debía conducir la expedición a América una flota compuesta por barcos de segunda mano adquiridos al zar de Rusia, que ya habían demostrado en las expediciones anteriores no contar con las condiciones de preparación y salubridad necesarias para tan largo viaje lo que unido al descontento de los soldados hicieron que el 1ro de Enero de 1820 estallara la sublevación liberal del comandante Rafael del Riego quien con las tropas a su mando inicia un movimiento popular contra el absolutismo del rey Fernando VII, aunque no logra obtener el apoyo que esperaba los diferentes pronunciamientos liberales que se suceden después en el resto de España, obligan al rey a jurar la constitución liberal de 1812, iniciándose así el Trienio Liberal (1820-1823) cuyas consecuencias y los posteriores intentos del monarca español por restaurar el absolutismo mantendrán a la metrópoli en convulsión interna por el resto de la guerra de independencia hispanoamericana, y en consecuencia, desde el embarque de la Expedición Libertadora del Perú quedaban los realistas del Perú solos en la contienda y bajo un manto de discordia civil entre ellos, lo que a la postre desencadenará en 1824 el abierto enfrentamiento entre liberales y absolutistas del virreinato con la Rebelión de Olañeta.

Montoneras y guerrillas realistas

Montonero peruano, acuarela de Pancho Fierro

Aunque a lo largo de la guerra, las guarniciones del ejército real tuvieron que hacer frente a los constantes ataques de montoneras provenientes de los pueblos insurreccionados, también contaron con algunas unidades de irregulares, que formadas por civiles realistas hicieron frente a los ejércitos independientes bajo el mismo sistema de guerrillas empleado por su contraparte independentista. En 1823 el mismo virrey La Serna intervino en la organización de estas montoneras en diversas villas y poblados de la sierra central peruana.[20]​ Este apoyó se manifesto hasta la misma campaña de Ayacucho, en la cual según narra el general Miller, las montoneras realistas, instruidas por el virrey, no solo inutilizaban los caminos y destruían los puentes por donde debía pasar el ejército libertador sino que hasta atacaban las columnas de bagajes, enfermos y rezagados causándoles pérdidas significativas a pesar de hallarse con escoltas armadas.[21]​ El general Gerónimo Valdés, por su parte refiere en sus memorias que la situación era al contrario pues las poblaciones que Miller afirmaba eran adictas a los realistas "nos retiraban por todas partes los ganados, nos tomaban los convoyes y los rezagados; se quedaban con los pertrechos y los equipajes que no podían conducirse, y, en una palabra, nos hacían la guerra de cuantas maneras estaba a sus alcances".[22]​ A pesar de lo dicho por Valdés, el también general español García Camba confirma lo dicho por Miller, en lo referente al apoyo que algunas partidas guerrilleras dieron a la causa del rey durante las marchas previas al encuentro de Ayacucho.[23]

Esta situación aparentemente contradictoria demuestra que tanto realistas como independentistas contaron con el apoyo de montoneras locales, algo que en el caso de las realistas la historiografía tradicional peruana prefiere omitir. En opinión del historiador Virgilio Roel,[24]​ los realistas supieron aprovechar al máximo las rencillas históricas existentes entre algunos poblados de mestizos e indios para ganarlos a su causa. Particularmente célebres durante la guerra en el Perú fueron los feroces montoneros iquichanos, quienes tenían hondas rivalidades con los morochucos huamanguinos y bajo el mando de su caudillo Antonio Huachaca, a quien el virrey La Serna incluso llegó a nombrar brigadier de los reales ejércitos, combatieron por la causa realista hasta mucho después de la batalla de Ayacucho. Estos autonombrados defensores de "su rey y la fe católica" llegaron incluso a levantarse contra los "anticristos republicanos" en 1839.[25]

Antecedentes

José Fernando de Abascal, trigésimo quinto virrey del Perú, considerado el gran artífice y forjador del ejército real del Perú.

En sus orígenes el virreinato peruano no tuvo un ejército profesional y permanente, limitándose los cuerpos militares a las escoltas del virrey y funcionarios importantes siendo así que existían cuerpos de alarbaderos, lanzas y arcabuces de función más protocolaria y honorífica que guerrera, solo en casos de inmediata necesidad se organizaban milicias civiles que actuaban localmente o eran enviadas a otras dependencias territoriales que las requerían. Estas improvisadas unidades se formaron por primera vez en 1580 cuando el virrey Toledo ordenó alistar a "todos los habitantes capaces del Perú" para defenderlo del corsario inglés Sir Francis Drake que merodeaba en las aguas del pacífico sur.

Al no limitar las colonias inmediatas al virreinato peruano con las de otras potencias rivales de la corona española las funciones de estas milicias eran principalmente resguardar el imperio de ultramar de incursiones piratas, un sangriento episodio de este tipo se dio cuando en 1681 el puerto de Arica fue atacado por piratas ingleses liderados por John Watling y Bartolomé Sharp, el ataque fue rechazado por una milicia de ariqueños pereciendo en la refriega Watling y 29 de sus hombres. Hacia 1661 la capital del virreinato contaba para su defensa con 1.000 milicianos divididos en cinco escuadrones de infantería y 8 de caballería.

Con cierta regularidad contingentes de hombres junto con armas, equipos y dinero eran despachados desde el Callao a otras dependencias territoriales siendo un caso común los refuerzos destinados a la capitanía general de Chile para sostener la llamada Guerra de Arauco, solo en 1662 fueron enviados por el virrey Diego Benavides y de la Cueva 950 soldados y 300.000 pesos,[26]​ o a Panamá para hacer frente a las incursiones de corsarios ingleses.[27]

El ejército que la dinastía de los Habsburgo mantenía en el Perú y las colonias adyacentes distaba mucho de ser una fuerza profesional y disciplinada siendo la corrupción en los subsidios militares y las influencias y favoritismos tan solo algunos de sus muchos problemas; sin embargo es a mediados del siglo XVIII, con la llegada de la dinastía Borbón al trono de España, cuando se inician una serie de reformas en las colonias americanas estableciéndose las bases para la conformación de un ejército permanente, con la creación de cuerpos regulares y milicias disciplinadas a las que se impuso la ordenanza militar española como el uso de emblemas, equipos y un uniforme distintivo.

Acuarelas de Pancho Fierro, ilustran a un penitenciado por la inquisición escoltado por un grupo de soldados y a un coronel de milicias paseando por Lima durante los últimos años del virreinato.

Entre las reformas que los Borbones implementaron se encontraba la designación de los virreyes del Perú entre los mejores y más experimentados oficiales militares a diferencia de la nobleza titulada que había imperado con los Habsburgo. En 1776, año en que las colonias británicas en América declararon su independencia de la metrópoli, el llamado ejército del Perú se componía de 3.404 regulares (1.894 en Chile) y 7.448 milicias, asimismo el número de peruanos en los regimientos fijos había ido incrementándose significativamente siendo que ese mismo año el regimiento del Callao constaba de 484 plazas de las cuales tan solo 137 eran españoles siendo los restantes 31 extranjeros y 320 peruanos. Aunque los españoles y criollos constituían la alta oficialidad los mestizos dominaban la suboficialidad; las milicias indígenas que tanto habían prosperado bajo la tutela de los Borbones se vieron grandemente afectadas por la revolución de Túpac Amaru II lo que provocó que fueran reducidas considerablemente y que en 1783, fueran enviados al Perú 2.561 veteranos españoles para guarnecer y mantener el orden en las importantes ciudades de Lima, Cuzco y Arequipa.[28]​ Pese a estos hechos durante la posterior guerra de independencia el grueso del ejército realista estaría constituido por indígenas y mestizos, aunque su liderazgo se vería seriamente disminuido tras la rebelión del brigadier Mateo Pumacahua, contando también los realistas con la sincera adhesión de las principales ciudades de la sierra sur peruana que concentraban a las masas populares.

A principios del XIX, aprovechando la invasión napoleónica a España, los líderes criollos independentistas inician los primeros movimientos libertarios en diversas partes del continente americano lo que obligó a los virreyes del Perú a acelerar la formación de un ejército capaz de mantener y garantizar los derechos del Rey en América.

Campañas del Ejército Real (1810-1824): catorce años de triunfos

¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos; ellos, pues serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates.
¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles.
Arenga de Simón Bolívar a sus tropas, agosto de 1824

Campañas de 1810 - 1816

En Quito

En 1809 los patriotas quiteños conformaron la Primera Junta de Gobierno Autónoma de Quito, declarando su independencia de España. A solicitud del depuesto gobernador realista Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla el virrey Abascal envió a Quito al coronel Manuel Arredondo con 180 artilleros y parte del batallón Real de Lima y algunos oficiales y soldados de cuerpos de Pardos para formar nuevos cuerpos realistas con los que fueran incorporados en Guayaquil.[29]​ Los patriotas quiteños encontraron la oposición y el rechazo de Cuenca, Guayaquil y Pasto y la rebelión fue fácilmente sometida siendo la mayoría de los principales líderes capturados.

El Ejército de operaciones del Alto Perú

José Manuel de Goyeneche, vencedor de la batalla de Guaqui.

Para enfrentar a Buenos Aires el virreinato del Perú de Abascal auxilió a los realistas de las provincias de Córdoba y Charcas sobre las cuales trataban los patriotas argentinos de extender la independencia. El Alto Perú es separado del Virreinato del Río de la Plata y anexionado al virreinato peruano como lo fue hasta 1776.

Teniendo como base los cuerpos milicianos de la Intendencia del Cuzco a los que posteriormente se sumaron los creados en el Alto Perú, el virrey Abascal organizó el llamado Ejército de operaciones del Alto Perú que tuvo entonces como principal oponente al Ejército del Norte que con el apoyo de montoneras y guerrillas de Charcas trató infructuosamente de socabar la dominación española en el Alto Perú que ocupó y desocupó continuamente, de forma que el virreinato logro contener y derrotar su avance en tres importantes campañas ofensivas, aunque tampoco pudo avanzar más allá del territorio en disputa ni peligrar la independencia de Buenos Aires, lo que a la postre produciría la independencia de Chile y daría lugar a la expedición libertadora al Perú, permitiendo a Bolívar y la corriente libertadora del Norte concluir con la dominación española y dar fin al último baluarte realista en América del Sur.

El Ejército de operaciones del reino de Chile

Mariano Osorio, expedicionó del Perú en dos ocasiones en apoyo de los realistas chilenos.

Si bien los virreyes concentraron sus esfuerzos en el frente altoperuano no descuidaron la Capitanía General de Chile, donde los patriotas chilenos habían declarado su independencia el 18 de septiembre de 1810, esto motivo a que el virrey enviara a Chile al brigadier Antonio Pareja con la misión de llevar los cuadros constitutivos formados por 70 oficiales y soldados veteranos del virreinato peruano y recursos militares como armas y equipos para organizar un ejército en las provincias chilenas leales a España con el cual sofocar la rebelión, Pareja empezó su campaña exitósamente obteniendo varios triunfos sobre los patriotas pero falleció por enfermedad en 1813. Para continuar la inmovilizada campaña de reconquista el virrey envió a Gabino Gainza recientemente nombrado capitán general del reino de Chile quien con 200 soldados escogidos del regimiento Real de Lima, del que era jefe, se embarcó para el sur llevando también los pertrechos necesarios, Gainza logró apoderarse de Talcahuano y Concepción pero en lugar de sofocar completamente la rebelión y ante el debilitamiento de su ejército por la larga campaña firmó el Tratado de Lircay en el cual logró que los revolucionarios aceptaran la soberanía de Fernando VII rey de España pero comprometiéndose a abandonar la provincia de Concepción, esto indigno al virrey que lo destituyó y nombró en su lugar a Mariano Osorio quien dirigió una nueva expedición a Chile llevando consigo al batallón Talavera recientemente llegado de la península, parte del Real de Lima y 6 piezas de artillería con sus servidores. Una vez en Chile Osorio organizó un nuevo ejército con el que obtuvo una decisiva victoria en Rancagua lo que provocó la caída del gobierno independentista y la huida a las provincias argentinas de los principales caudillos y los restos del ejército patriota.

Campañas de 1817 - 1821

La corriente libertadora del Sur

En 1816, tras diez años de gobierno y exitosas campañas militares el virrey Abascal regresó a España, le sucedió Joaquín de la Pezuela militar que se había distinguido en la guerra del Alto Perú, sin embargo su gobierno no empezó con los mejores auspicios pues en febrero de 1817 el general José de San Martín cruzó la cordillera hacia Chile a la cabeza de un numeroso Ejército de los Andes, reunido en Mendoza y formado por soldados argentinos y algunos restos del derrotado ejército chileno al mando de O'hhigins, tomando por sorpresa y disperso al Ejército Real de Chile venciéndolo en la Batalla de Chacabuco tras lo cual ocupó la capital.

Fue tal la sensación que esta desgracia produjo entre las esparcidas tropas reales, que al día siguiente se abandonó la capital sin más pensamiento que el de acudir a Valparaíso, cada uno como podía, para embarcarse para Lima, aumentando el desorden y el espanto las familias que se precipitaban a ganar un buque porque se creían comprometidas. Consiguientemente el general Marcó del Pont, muchos jefes y oficiales, las principales autoridades y la mayor parte de la tropa cayeron en poder de los vencedores, quienes sin más resistencia invadieron todo el país hasta las confines de la fiel provincia de Concepción de Penco.
Gnrl. Andrés García Camba[30]

Estas noticias causaron conmoción en Lima, por lo que el virrey dispuso el envió de una tercera expedición nuevamente al mando del brigadier Osorio, compuesta de compuesta por 3.276 hombres y 10 piezas de artillería[31]​ con ella iban algunos soldados españoles recientemente llegados al Perú formados por el batallón Burgos y el escuadrón de Lanceros del Rey, este pequeño número de tropas europeas sería el último que se recibiría como refuerzo de la metrópoli. Una vez en Chile y reforzado con el ejército real de esa capitanía Osorio al mando de 4.612 hombres con 14 cañones obtuvo un sorpresivo triunfo en Cancha Rayada sobre los patriotas que contaban con casi el doble de hombres y cañones (8.011 soldados y 33 cañones) sin embargo y pese a sufrir considerables bajas (2.420 hombres entre muertos, heridos y dispersos) San Martín logró reagrupar sus tropas y obtener un decisivo triunfo en Maipú que consolidó la independencia de Chile. Esta derrota desprestigio hondamente al virrey Pezuela y al brigadier Osorio.

Para afianzar su independencia el nuevo gobierno de Chile organizó una expedición libertadora al Perú que dueña del mar desembarcó, al mando de San Martín, al sur de Lima en 1820. Los jefes realistas sumamente descontentos por el rumbo que había tomado la guerra depusieron a Pezuela en enero de 1821, nombrando al teniente general José de la Serna nuevo virrey del Perú, quien optando por una nueva estrategia se retiró al Cusco, ciudad a la que designó capital del virreinato.

La corriente libertadora del Norte

Tras independizar las actuales Venezuela, Colombia y Ecuador, Simón Bolívar se entrevistó con San Martín acordando colaborar con la independencia peruana en retribución al apoyo de tropas independentistas peruanas en la Batalla de Pichincha. Esta ayuda se materializó en 1823, cuando dos divisiones colombianas de 3.000 hombres cada una se sumaron al ejército unido libertador.

Comienza la guerra en el Perú

Campaña de 1821 - 1823

Tras proclamar la independencia del Perú el 28 de julio de 1821, los independentistas peruanos, argentinos y chilenos comenzaron en Cerro de Pasco una prometedora campaña para derrotar al Ejército Real del Perú mandado por el virrey La Serna. Pero los realistas, bajo una sólida subordinación militar, destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en las campañas de Ica, comandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra, un año después en las campañas de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado, retirado José de San Martín tras la Entrevista de Guayaquil. El inesperado año 1823 terminaba con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de Zepita, que ocupó la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la campaña de Zepita desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823, salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su caballería. El 16 del mismo mes el general Olañeta destruyó la montonera del comandante José Miguel Lanza principal caudillo independentista del Alto Perú. Al concluir el año de 1823 las tropas reales se encontraban nuevamente en situación victoriosa.

"..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. .."
Gnrl. Andrés García Camba.[32]

1824, la Traición de Olañeta

¡Viva la religión, el rey y la nación.! Peruanos: el infame Olañeta infatuado con las condecoraciones que obtuvo, y a las que nunca pudo considerarse digno, acaba de cometer la traición más horrible: el no obedece a la suprema autoridad del Perú, no pertenece ya ni quiere pertenecer a la heróica nación española, quiere unirse con los insurgentes de las provincias del Rio de la Plata y sumergir estos pueblos en el caos de males en que aquellos se miran.

Paradójicamente el golpe mortal a la causa realista en el Perú provino de los mismos realistas, al comenzar el año 1824, los 5.000 soldados que componían el ejército del Alto Perú fueron sublevados por el caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el virrey del Perú, tras saberse que en España había caído el gobierno Constitucional. Olañeta ordenó el ataque de los realistas altoperuanos contra los constitucionales del virreinato peruano dando una magnífica oportunidad a Bolívar para iniciar una campaña definitiva contra las aisladas tropas del general Canterac, recibiendo la orgullosa caballería del ejército real una primera gran derrota en Junín lo que seguido a la orden de retirada a vista del enemigo desmoralizó a los veteranos del ejército del Norte.

Las desalentadoras noticias de Junín no tardaron en llegar al Alto Perú junto con las terminantes órdenes de virrey a Valdés para que abandonara la campaña y volviera precipitadamente al Bajo Perú para hacer frente a Bolívar. El ejército que había cruzado el desaguadero se encontraba ahora reducido a esqueleto.

...el estado de nuestro ejército era verdaderamente desconsolador. El del Norte había perdido mucho de su fuerza y entusiasmo, el del Sud cansado con marchas y contramarchas penosas, pasadas de ochocientas leguas las que acababa de andar sin descanso, y desmembrado de muchos buenos jefes, oficiales y soldados en los diferentes sangrientos encuentros que había sostenido, pérdida sensible que no pudo reemplazarse sino con prisioneros de Olañeta y con reclutas tomados al paso e instruidos sobre la marcha, el ejército del Sud no era nada en aquella época. El brillante regimiento de Gerona, que tanta gloria supo dar al nombre español, no merecía ya otro que el de una guerrilla uniformada.
Publicación de la Sociedad Ex-Milicianos de Madrid[33]

Campaña de Ayacucho

Pese a que las tropas del virrey lograron derrotar a Olañeta en el Alto Perú esta campaña fraticida significó la desaparición de 10.000 veteranos soldados realistas de ambos bandos y el desmontaje del aparato defensivo realista, el virrey trató desesperadamente de organizar un nuevo ejército recurriendo a la recluta masiva de campesinos en la sierra pero estas tropas carentes de instrucción y disciplina no eran comparables a las que tantos triunfos habían obtenido en las campañas anteriores y que ahora se encontraban casi todas en el sepulcro o el hospital. Aun así el virrey obtuvo un sonado y último triunfo en Corpahuaico que de haber sido aprovechado podría haber resuelto la campaña en su favor, pero sus tropas recibieron una aplastante derrota en Ayacucho, tras la cual su bisoño ejército se dispersó por completo. Incapaz de continuar la lucha el Ejército Real del Perú capituló tras la batalla.

Organización en la batalla en Ayacucho
Ejército Real del Perú (1824)[34]

Comandante en Jefe

Jefe de estado mayor

División Valdés
  • Batallón Cantabria; jefe: Antonio Tur, plazas: 580 (formado en 1819 sobre la base de los 210 hombres del regimiento de Cantabria, parte de la expedición española de 1818, que fueron los únicos que lograron llegar al Callao al mando del coronel de ese cuerpo Rafael Ceballos Escalera, este batallón se distinguió en las campañas de Moquegua, Arequipa y Corpahuaico)
  • Batallón del Centro; jefe: Felipe Rivero, plazas: 464 (antiguo batallón de Azángaro(provincia de Puno), cuerpo veterano de la campaña de Pezuela en el Alto Perú, distinguido particularmente en la batallas de Torata y Moquegua bajo el mando de Espartero)
  • Batallón Voluntarios de Castro; jefe: José Hugue, plazas: 495 (también conocido como "chilotes", constituido por fidelísimos naturales de Chiloe, incorporados al ejército real del Perú en 1815 tras la derrota de la patria vieja chilena, veteranos de la campaña del Alto Perú)
  • Batallón 1ro del Imperial Alejandro; jefe: Pedro Becerra, plazas: 398 (antiguo Regimiento expedicionario de Extremadura, llegado al Perú en 1815, veterano de la campaña del Alto Perú, en 1817 por órdenes directas del Rey Fernando VII fue renombrado Imperial Alejandro, nombre de un regimiento español que combatió por el Zar de Rusia durante las guerras napoleónicas)
División Monet
  • Batallón 2do del Primer Regimiento del Cusco; jefe: ¿?, plazas: 414 (formado en dicha ciudad, veterano del Alto Perú, diezmado en la campaña contra Olañeta)
  • Batallón Burgos; jefe: Juan A. Pardo, plazas: 540 (Primer batallón de dicho regimiento expedicionario, llegó al Perú en 1817, hizo la campaña de Chile distinguiéndose en la batalla de Maipú donde fue seriamente diezmado)
  • Batallón Guías del General; jefe: Joaquín Bolívar, plazas: 240 (batallón formado durante la campaña del Bajo Perú, se distinguió en el combate de Huanca en 1823)
  • Batallón Victoria; jefe: Manuel Sánchez, plazas: 392 (formado con los restos del batallón expedicionario Talavera, que hizo la campaña de Chile en 1814 y fue renombrado Victoria en 1818[35]​, diezmado en la batalla de Pasco)
  • Batallón Infante don Carlos; jefe: Mariano Cucalón, plazas: 444 (uno de los batallones del regimiento formado en 1816 sobre la base del antiguo cuerpo veterano Real de Lima que hizo las campañas del Alto Perú y Chile en 1814, tras agregársele 100 soldados peninsulares fue renombrado antes de partir para la campaña chilena de 1818, el otro batallón resistiría en el Sitio del Callao al mando de Rodil hasta 1826)
División González Villalobos
  • Batallones 1ro y 2do del Gerona; jefe: Domingo Echezarraga, plazas: 900 (formado sobre el batallón expedicionario de Voluntarios de Gerona llegado al Perú en 1816, veterano de las campañas del Alto Perú y Bajo Perú, distinguido en Torata y Moquegua, en 1824 se le añade un segundo batallón para la campaña contra Olañeta, donde el regimiento es completamente diezmado)
  • Batallón 1ro del Primer Regimiento del Cuzco; jefe: Joaquín Rubín de Celis, plazas: 415 (diezmado en la campaña contra Olañeta)
  • Batallón 2do del Imperial Alejandro; jefe: Juan Moraña, plazas: 398 (diezmado en la campaña contra Olañeta)
  • Batallón Fernando VII; jefe: José Carratala , plazas: 196 (una compañía suelta del antiguo Regimiento Fernando VII veterano del Alto Perú)
División Ferraz (caballería)
  • Granaderos de la Guardia, jefe: Valentín Ferraz, plazas: 380(cuerpo creado en 1816 por el brigadier Valentín Ferraz sobre la base de un escuadrón de la escolta del virrey Pezuela, considerado el mejor cuerpo de la caballería realista, se distinguió en las campañas del Alto Perú y luego en las de Torata y Moquegua, hizo la campaña contra Olañeta donde fue diezmado en la batalla de la Lava)
  • Húsares de Fernando VII, jefe: Francisco Puyol, plazas: 124 (formados sobre los restos del 4to escuadrón expedicionario que arribó al Perú en 1815, veterano de las campañas del Alto Perú e Ica)
  • Dragones de la Unión, jefe: Ramón Gómez de Bedoya, plazas: 218 (formado sobre los restos del 4to escuadrón expedicionario que arribó al Perú en 1815, veterano de las campañas del Alto Perú, Ica y Moquegua)
  • Dragones del Perú, jefe: Dionisio Marcilla, plazas: 146 (formado en 1817, disntinguido en la campaña de Ica)
  • Dragones de San Carlos; jefe: Jerónimo Villagra, plazas: 86 (parte del regimiento dragones de San Carlos cuerpo de la división del Alto Perú, veterano del Alto Perú)
  • Alarbaderos del Virrey; jefe: ¿?, plazas: 46 (cuerpo honorífico de los virreyes del Perú, remanente de la tradicional Compañía de Gentileshombres, Lanzas y Arcabuces que constituían la escolta del virrey)

El Sitio del Callao, 1824-1826

El brigadier José Ramón Rodil, comandante militar de las fortalezas del Callao, se negó a acogerse a la capitulación de Ayacucho confiando en que aun podría recibir refuerzos de España y asediado en los Castillos del puerto resistió un sitio de casi dos años, contaba para su defensa con los veteranos regimientos Real de Lima y Arequipa junto a los soldados independentistas desertores que se le habían unido. Habianse refugiado también en el Callao millares de civiles realistas que perecieron en gran número por hambre y enfermedad, finalmente en 1826 cuando casi todos sus soldados habían muerto y los sobrevivientes se alimentaban de ratas Rodil aceptó capitular obteniendo condiciones honrosas y llevando consigo las banderas de sus regimientos que fueron las últimas en abandonar el Perú. Con la entrega del Callao, desapareció el último ejército español de América del Sur.

Fuerzas navales

Reproducción de las Banderas elegidas por Carlos III en 1785 para las Marinas de Guerra y Mercante.

En los primeros años del conflicto los elementos navales de la Armada Española bajo la autoridad de los virreyes del Perú se limitaron al trasnporte de expediciones militares y pertrechos a distintos puntos del virreinato, hasta la aparición en el Pacífico de la flota corsaria del almirante Guillermo Brown, al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, no había existido la necesidad de contar con unidades de guerra operativas para hacer frente a los insurgentes ya que estos carecían completamente de medios navales competentes.

Fue virrey Pezuela fue quien llevo a cabo la reorganización de la Marina y el apostadero del Callao, en 1816 llegó de España el primer refurzo marítimo de consideración constituido por la fragata Venganza y en los años siguientes las fragatas Esmeralda y Prueba. Con sus propios recursos económicos y logisticos el virrey logró además poner en pie una escuadrilla de buques menores como bergantines, corbetas y mercantes armados que cumplieron satisfactoriamente sus comisiones militares de aprovisionamiento y captura de mercantes al servicio de los patriotas. En 1821 llegó al Callao la fragata Resolución, la que unida con otras naves de menor calado aumentó considerablemente el poder de la armada. Sin embargo en conjunto la actuación de la escuadra realista disto mucho de ser eficiente, no solo no logró impedir el desembarco de la expedición libertadora del general San Martín, conducida por marinos ingleses al servicio de Chile, sino que incluso en más de una ocasión sus unidades llegadas de la metropoli y mandadas por marinos españoles, se entregaron al enemigo. En 1818, parte de una escuadra que conducía refuerzos al Perú, escoltada por la fragata María Isabel, se sublevo en alta mar y se entrego en Buenos Aires, el resto fue capturada en Talcahuano y solo unos pocos soldados lograron ser desembarcados en Perú y Chile. En 1820 la Esmeralda fue capturada en su apostadero en una incursión sorpresa de Lord Cochrane, en 1822 las fragatas Prueba y Venganza y la corbeta Alejandra, mandadas por el capitán de navio José Villegas se entregaron al gobierno peruano. En 1824 el navio Asia, al mando del capitán de navio Roque Guruceta, armado con 68 cañones y recientemente llegado de España, abandonó a la sitiada guarnición del Callao mandada por Rodil y se dirigió a Filipinas, sublevado en el trayecto acabó por entregarse a las autoridades mexicanas. Similar fue el destino del bergantín Aquiles que llegado también de Cadiz en 1824 terminó en poder del gobierno chileno.

Refiere el capitán francés Gabriel-Pierre Lafond, presente en costas peruanas durante los últimos años de la guerra, que si bien el ejército realista y sus jefes desplegaron en aquella guerra una energía y un valor a toda prueba, los marinos españoles solo demostraron ignorancia y cobardía, pues si estos no hubieran huido (se refiere a la escuadra de Guruceta) hubieran podido destruir a los buques peruanos del almirante Martín Guisse que bloqueaban los castillos del Callao y "su valiente guarnición no hubiera tenido que soportar los horrores de los que fue víctima".[36]

Las primeras noticias del llamado desastre de Ayacucho llegaron a España como rumores procedentes de Gran Bretaña desde donde el ministro español Camilo Gutierrez de los Rios había escrito a su gobierno que el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, George Canning, le había comunicado la noticia "nada menos que de un triunfo completo del rebelde Bolivar sobre el ejército realista del Perú". La confirmación de este rumor llegó a España en mayo de 1825 con el coronel José María Casariego quien procedente del Perú portaba los pliegos mandados por el virrey La Serna. El 17 de mayo la Gaceta de Madrid, publicaba que no había una confirmación oficial de los hechos y que las fuerzas realistas se estaban recuperando. Sin embargo con la llegada de los primeros oficiales capitulados en Ayacucho estas esperanzas se desvanecieron. Ante lo inesperado de la derrota de un ejército cuyas noticias recibidas el año anterior reportaban solo victorias algunos medios de prensa publicaron entonces que la batalla había sido perdida por traición acusando a los jefes realistas de masónicos y liberales. En adelante todos ellos serían conocidos despectivamente como "ayacuchos" y aunque la corona les confio cargos altos y de confianza, este mote perduraría en el tiempo.[37][38]

"..Sin la negra discordia que dividió muy pronto a los esforzados defensores del Perú , es muy probable que las armas españolas continuaran triunfando de toda la formidable coalición que los poderes independientes de Buenos Aires, Chile, Colombia y el Perú, formaron para vencerlas, porque toda esta formidable reunión de fuerzas aguerridas y engreidas con los triunfos de Chacabuco y el Maipú, Carabobo, Pasto y Pichincha, fue necesaria para superar la obstinada confianza de los realistas peruanos. Recomendamos a nuestros lectores, tener siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España .."
Gnrl. Andrés García Camba.[39]

Refiere el general Guillermo Miller en sus memorias que tras la capitulación de Ayacucho algunos soldados realistas se incorporaron al ejército patriota pero que la gran mayoría se dispersaron y regresaron a sus hogares,[40]​ respecto a los oficiales peruanos hubo varios que entraron a servir en el ejército republicano aunque muchas veces sufriendo el desprecio de quienes pese a haber servido también en el ejército real habiánse unido a los independentistas antes de Ayacucho, estos oficiales conocidos como "capitulados" sufrían la misma estigma que los "ayacuchos" en España.

"...Valle-Riestra era además un jefe que había servido a los españoles hasta Ayacucho. De estos había muchos en el ejército, y esta circunstancia tenía los ánimos encontrados entre capitulados y los que habían servido al país..."
Historiador Manuel Bilbao, haciendo referencia al coronel Francisco Valle-Riestra fusilado por Salaverry en la guerra civil de 1835.[41]

Altos oficiales españoles como Andrés García Camba y Jerónimo Valdés dedicaron la redacción de sus Memorias sobre la guerra de independencia peruana a defenderse del epíteto de ineptos, cobardes e incluso traidores que recibían de parte de la sociedad española y en especial de sus enemigos políticos, a esta labor se sumaron historiadores como Mariano Torrente, todos ellos resaltaron la desesperada lucha que sostuvieron en el Perú por los derechos del Rey y su patria, manteniendo una guerra desigual y venciendo muchas veces a ejércitos multinacionales que les doblaban en número y elementos señalando que mientras los independentistas peruanos podían recibir refuerzos de Colombia, Chile y Argentina por un océano dominado por sus flotas, ellos se encontraban aislados de la metrópoli; haciendo además especial mención a la traición de Olañeta como verdadera causa de la ruina del ejército real.

Los altos jefes realistas, la mayoría de ellos peninsulares, obtuvieron en las condiciones de capitulación de Ayacucho y el Callao que el gobierno republicano les costeara los pasajes a España comprendiendo también a los individuos de tropa expedicionaria que habían sobrevivido a los 16 años de campaña. No obstante algunos de estos oficiales entraron a servir a la república obteniendo la nacionalidad peruana por sus posteriores servicios aunque hubo varios que volvieron a caer en desgracia por apoyar al caudillo perdedor en una de las tantas guerras civiles peruanas que se sucedieron hasta mediados del siglo XIX.[42]

Oficiales destacados

  • Gerónimo Valdés, natural de Villarín de Asturias, arribó a América en 1816, se distinguió en la batalla de Torata, por sus méritos fue nombrado vizconde de Torata. Según Miller su fuerte carácter hacia que fuera "temido por sus oficiales pero idolatrado por sus soldados" quienes solían decir que en "en campaña el tío siempre está en casa" haciendo referencia al hábito que tenía de compartir las penurias de sus hombres en campaña, no teniendo en su mesa más que sus simples raciones de soldado y durmiendo al aire libre envuelto en un poncho o dos a la cabeza de sus tropas donde quiera se encontrasen en marcha.[43]
  • José de Canterac, natural de Castel Jaloux (Francia), llegó al Perú en 1818, hizo la campaña al Alto Perú, fue nombrado jefe de estado mayor por el virrey la Serna, derrotó a los independentistas en las importantes batallas de Macacona y Moquegua en 1822 y 1823 respectivamente pero fue derrotado en Junín (1824), tras la batalla de Ayacucho firmó la capitulación al estar el virrey herido.
  • Joaquín de la Pezuela, natural de Huesca, arribó al Perú en 1805, se distinguió en las campañas del Alto Perú en especial en la batalla de Viluma, fue nombrado Marqués de Viluma y posteriormente virrey del Perú, desprestigiado por el fracaso de la campaña en Chile y debilitado por el desembarco de la expedición libertadora fue depuesto por sus subordinados.
  • José de la Serna, natural de Jerez de la Frontera, de larga experiencia en las guerras europeas paso en 1815 al Perú, combatió con distinción en el Alto Perú ascendiendo a teniente general, tras el Pronunciamiento de Aznapuquio reemplazó a Pezuela como virrey del Perú.
  • José Manuel de Goyeneche, noble criollo natural de Arequipa, de importante desempeño en la campaña contra el Ejército del Norte, obtuvo una importante victoria en Huaqui, fue nombrado Conde de Guaqui.
  • Pío Tristán, noble criollo natural de Arequipa, combatió en Alto Perú a órdenes de Goyeneche y dirigió la ofensiva sobre el norte argentino.
  • Andrés García Camba, natural de Lugo, oficial de caballería y luego de estado mayor participó en varias campañas militares desde su llegada a América en 1816 hasta la misma batalla de Ayacucho, fruto de su propia experiencia personal redactó sus Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, una importante fuente historiográfica.
  • Baldomero Espartero, natural de Ciudad Real, llegó al Perú en 1815, fue organizador y comandante del Batallón ligero del Centro, se distinguió en la campaña de 1823 en las batallas de Torata y Moquegua. Tuvo un destacado papel en la posterior historia de España.
  • Valentín Ferraz, natural de Huesca, se embarcó para el Perú en 1816, se distinguió como oficial de caballería, formó y comandó el escuadrón Granaderos de la Guardia, cuerpo que a decir de Espartero "no cedía en nada a los mejores de Europa"[44]​ a cuya cabeza obtuvo la victoria en el combate de Arequipa, recuperando la ciudad tras vencer a la numéricamente superior caballería grancolombiana al mando de los generales Sucre y Miller.
  • Pedro José de Zavala, noble criollo natural de Lima, coronel del batallón de Españoles de Lima, sirvió junto a sus hijos Toribio y Juan de Zavala en el ejército real, secundó el Pronunciamiento de Aznapuquio, tras es final de la guerra su hijo Toribio optó por ostentar la nacionalidad peruana mientras que Juan la española, el primero de ellos combatiría junto a un nieto suyo en el combate del 2 de mayo de 1866 contra la escuadra española falleciendo durante la acción, paralelamente Juan se desempeñaba como Ministro de Marina de España.[45]
  • Cayetano Ameller, natural de Cádiz, llegó al Perú en 1816 como capitán del Batallón ligero Gerona, en 1822 era comandante del mismo, tuvo una muy distinguida participación en la batalla de Torata, donde realizó una brillante carga a la bayoneta con su batallón derrotando y poniendo en fuga a los batallones Nro 4 y Nro 11 del ejército de los andes y el Nro 5 de Chile; ascendido a brigadier marchó a las órdenes de Valdés contra el insurrecto Olañeta, en esta campaña su batallón fue diezmado y el mismo muerto en la batalla de Lava donde Olañeta fue derrotado el 17 de agosto de 1824.[46]
  • Felisiano Asín y Gamarra, comandante general de caballería en la batalla de Torata, dirigió la carga sobre la infantería enemiga, cayo mortalmente herido durante el ataque.

Referencias

  1. estimaciones del historiador Manuel Ovilo y Otero (Historia de las Cortes de España, y exámen histórico-crítico de las mismas desde el casamiento de S. M. la reina Doña Isabel II. Libro de los diputados célebres, pág. 112)
  2. Véase el uso de esta denominación en "Biografía del excelentísimo señor teniente general Don Valentín Ferraz" publicada en la obra del Estado Mayor de Ejército(España), Madrid, 1854.
  3. Véanse estas tres denominaciones en "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú" por Andrés García Camba.
  4. Universidad de Chile "Anales de la Universidad de Chile", Número 9, pág. 132.
  5. Blanco Valdés, Roberto Luis "Rey, cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal, 1808-1823", págs. 165 -166
  6. Andrés García Camba, "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 2, pág. 54
  7. El Restaurador periódico absolutista editado por Fray Manuel Martínez, España 1823, págs. 709 y 710
  8. "El Virreynato del Perú después de las últimas desmembraciones y nuevas agregaciones que se le han hecho tiene por límites al norte la provincia de Guayaquil; el desierto de Atacama al sur, comprendiendo en todo su territorio desde los 32 minutos al norte de la equinoccial hasta los 25° 10’ de latitud meridional", Memoria del virrey del Perú José Fernando de Abascal citada en "La cuestión del Pacífico. pág. 6. Autores: Victor Manuel Maurtua, Javier Prado y Ugarteche"
  9. Luqui-Lagleyze, Julio Mario; "El ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1825", págs. 86-87
  10. Roel Virgilio, "Los libertadores", pág. 281 (reclutamiento y movilización de los coloniales)
  11. Publicado por Jhon Miller, "Memoirs of general Miller, in the service of the republic of Peru: Volumen 2, Página 174"
  12. descripción citada en Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, "Historia general del Ejército peruano: Volumen 4,Parte 2", pág. 465 :"...Batallón Cantabria, de color azul con vueltas amarillas..."
  13. Robert L. Scheina "Latin America's Wars: The age of the caudillo, 1791-1899" pág. 70
  14. Julio Luqui-Lagleyze, "Por el Rey, la Fe y la Patria", págs. 391 y 392
  15. Andrés García Camba "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 1 pág. 278
  16. "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 1 publicado por John Miller, pág. 204
  17. DE LA CUESTA, Julio (1990). Banderas olvidadas: el ejército realista en América. Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1990. ISBN 84-7232-547-4. 
  18. Luqui Lagleyze, Julio Mario, "Por el rey, la fe y la patria: El Ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1825", págs. 391-392
  19. Ni con Lima ni con Buenos Aires
  20. "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 2, pág. 89
  21. William Miller, "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, pág. 191
  22. Jerónimo Valdés, "Documentos para la historia de la guerra separatista del Perú", Volumen 3, pág. 57
  23. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 2, pág. 228
  24. Virgilio Roel, "Los libertadores", pág. 335
  25. José Agustín Puente Candamo,Margarita Guerra, "Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo", Volumen 1, pág. 141
  26. Biografía de Don Diego Benavides y de la Cueva. VIII Conde de Santistevan del Puerto, Comendador de Monreal en la orden de Santiago Virrey del Perú en "Diccionario histórico-biográfico del Perú" Tomo II pág. 28
  27. Diccionario histórico-biográfico del Perú. Tomo segundo formado y redactado por Manuel de Mendiburu pág. 366
  28. por Allan J. Kuethe,Juan Marchena Fernández "Soldados del rey: el Ejército Borbónico en América colonial en vísperas de la independencia" págs. 245 - 250
  29. Demetrio Ramos Pérez "Emancipación y nacionalidades americanas" págs. 94 y 95
  30. "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú" pág. 267
  31. David Marley "Historic cities of the Americas: an illustrated encyclopedia, Volumen 1" página 725
  32. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés Garcia Camba [1]
  33. "Vida militar y política de Espartero", Tomo I, pág.48
  34. referencias de los cuerpos realistas obtenidas de la obra de Andrés García Camba. "Memorias para la Historia de las armas españolas en el Perú", Tomos I y II. Las cifras son tomadas de Documentos de la Guerra Separatista del Perú Torata Tomo I. pag 249
  35. Serafín María de Sotto Clonard, "Historia orgánica de las armas de infantería y caballería españolas", pág. 204
  36. testimonio citado en "Vida militar y política de Espartero", Tomo I, págs. 61-62
  37. Diego Barros Arana, "Historia general de Chile: Parte novena", pág. 363
  38. Josep Fontana,Josep Fontana i Làzaro, "De en medio del tiempo: la segunda restauración española, 1823-1834", pág. 250
  39. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés García Camba
  40. "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, publicadas por John Miller pág. 211
  41. Manuel Bilbao, "Historia de Salaverry" pág. 221
  42. véase la "lista de oficiales malditos que apoyaron a la confederación" publicada en 1839 y citada en "Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Volumen 1" por José Agustín Puente Candamo y otros autores" pág. 125; en ella figuran los nombres de varios oficiales españoles y capitulados al servicio de Andrés de Santa Cruz
  43. "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2 publicadas por John Miller págs. 210 - 211
  44. "Biografía del excelentísimo señor teniente general Don Valentín Ferraz" publicada en la obra del Estado Mayor de Ejército, Madrid 1854, pág. 107
  45. José Celedonio Urrea "Una página gloriosa para la historia del Perú: o, El 2 de mayo de 1866‎" - pág. 96
  46. Manuel de Mendiburu "Diccionario histórico-biográfico del Perú" Tomo primero pág.s 252 - 253

Bibliografía

  • DÍAZ VENTEO, Fernando, Las campañas militares del Virrey Abascal, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1948.
  • LUQUI LAGLEYZE, Julio Mario y MANZANO LAHOZ, Antonio, Hombres en uniforme. “Los Realistas” (1810-1826). Virreinatos del Perú y del Río de la Plata, y Capitanía General de Chile, Vol. 5, Valladolid, Quirán, 1998.
  • LUQUI LAGLEYZE, Julio Mario, "Por el Rey, la Fe y la Patria. El ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1826", Premio Ejército 2004, Imprenta del Ministerio de Defensa de España, 2006.
  • RODRÍGUEZ CASADO, Vicente y CALDERON QUIJANO, Antonio, Memoria del gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1806-1816), 2 Vols., Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1944.
  • MORENO DE ARTEAGA, Ignacio, José de la Serna, último virrey español, León, Akrón, 2010.
  • VARGAS EZQUERRA, Juan Ignacio, Un hombre contra un continente. José Abascal, rey de América (1806-1816), León, Akrón, 2010. ISBN 978-8492814-03-9. [2]
  • VARGAS EZQUERRA, Juan Ignacio, “Las contraofensivas realistas en el Perú (1810-1816)”, XIV Congreso Internacional de la Asociación Española de Americanistas Las cortes de Cádiz, la constitución de 1812 y las independencias nacionales en América y el Mediterráneo, Valencia, septiembre de 2010.
  • VARGAS EZQUERRA, Juan Ignacio, “La previsión política de un soldado: Abascal, virrey del Perú”, Orbis incognitivus: avisos y legajos del Nuevo Mundo: homenaje al profesor Luis Navarro García / coord. Por Fernando Navarro Antolín, Vol. 2, Universidad de Huelva, 2008, Págs. 873/887. ISBN 978-8496826-96-0.