Batalla de las Dunas (1639)

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Batalla naval de las Dunas
Guerra de los Ochenta Años
Parte de guerra de los Treinta Años y guerra de los Ochenta Años

Antes de la batalla de las Dunas, de Reinier Nooms (cerca de 1639), representando el bloqueo holandés de la costa inglesa. El navío mostrado es el Aemilia, el buque insignia de Tromp.
Fecha 21 de octubre de 1639
Lugar Rada de las Dunas, en el Canal de la Mancha
Coordenadas 51°12′N 1°30′E / 51.2, 1.5
Resultado Decisiva victoria de las Provincias Unidas, actuales Países Bajos.
Beligerantes
Bandera de los Países Bajos Provincias Unidas de los Países Bajos Bandera de España España
Comandantes
Maarten Harpertszoon Tromp Antonio de Oquendo
Fuerzas en combate
117 (+100) barcos 77 (21) barcos
Bajas
1.000 muertos, 10 barcos incendiados. 6.000 muertos, 43 barcos destruidos o capturados.

La batalla naval de las Dunas fue una batalla entre las armadas española y holandesa que tuvo lugar el 21 de octubre de 1639 en la rada de las Dunas -o de los Bajíos- (The Downs), cerca de la costa del condado de Kent, en Inglaterra, en el transcurso de la Guerra de los Ochenta Años.

En 1639 se forma en Cádiz una escuadra de 23 barcos y 1.679 hombres de mar para operar contra Francia y Holanda al mando de Antonio de Oquendo. Salen hacia Flandes, uniéndose en La Coruña a la escuadra de Dunquerque. Acompañan a la escuadra 12 transportes ingleses que llevan tropas. La misión principal es llevar tropas y dinero a Flandes.

Preparativos

Reunión de la Armada en La Coruña

A finales de agosto llegan a La Coruña los navíos de Antonio de Oquendo, fondeando fuera del puerto para permitir la salida del resto de la flota. Se reúnen así las escuadras de:

Estas eran naves de asiento y embargadas, y provenían de Vizcaya, la Hermandad de las Cuatro Villas, Galicia, Portugal y Flandes. Se supone que eran 29.
Además, les acompañan 12 navíos ingleses fletados como transporte de tropas.

Entre todas llevaban, según las versiones extranjeras, 27.000 hombres. Algunas versiones españolas los reducen a 6.000. La realidad debió ser unos 14.000, de los que 8.000 hombres de mar y guerra y el resto, infantería.

Para el Conde Duque de Olivares, los buques y dotaciones estaban en un estado excelente de preparación y adiestramiento, y no había salido armada como esta desde la jornada de Inglaterra. Para el almirante Feijó, de la escuadra de Galicia, estaban faltos de todo, la gente era forzada, no había bastantes artilleros y tenían poca experiencia, etc.

Encuentro con los holandeses en el Canal

El 31 de agosto se hacen a la mar, dejando a los transportes ingleses navegar sueltos, lo que fue un error, ya que los holandeses apresaron al menos a tres, con 1.070 infantes.

La vanguardia la formaba la escuadra de Dunquerque, como expertos del Canal.

En el Canal se encontraba a la espera el almirante holandés Martín Harpertz Tromp, con pocas naves.

Se avistan las escuadras el 15 de septiembre al anochecer y, al amanecer del 16, Oquendo intenta abordar a la capitana holandesa, no consiguiéndolo y recibiendo a cambio numerosos cañonazos, que dejaron su nave casi desaparejada y con 43 muertos y otros tantos heridos. A lo largo del día se entablan escaramuzas, con el único resultado de la voladura de una nave holandesa. El combate sigue el 17, entre escaramuzas y combate artillero, sin permitir los holandeses que los españoles se acerquen a tiro de arcabuz.

El 18 se le unen a Tromp 16 naves, pero se mantiene la misma táctica. Caen en el combate los almirantes Guadalupe y Ulajani, estando a punto de ser apresado el galeón de éste.

En estos tres días de combate, los contendientes han agotado toda la pólvora y municiones. Tromp entra en Calais, donde el gobernador le facilita 500 toneladas de pólvora, repara sus buques, desembarca a los heridos y, en 20 horas, está de nuevo en la mar listo para el combate.

Entrada de la Armada en las Dunas (Downs)

Oquendo podría haber hecho lo mismo en los puertos amigos de Mardique (hoy Fort-Mardyck, diez kilómetros al oeste de Dunquerque) o Dunquerque, pero, dudando del calado de Mardique, donde pensaba que no podían entrar sus galeones grandes, así como dada la proximidad de la rada de Las Dunas -o de Los Bajíos- (The Downs) en la costa del condado de Kent, en Inglaterra, y considerando que los ingleses eran neutrales, decide refugiarse allí, para intentar aprovisionarse y reparar sus barcos.

A los ingleses no les hace gracia la decisión española, y el enfado se ve agravado por no haber saludado Oquendo a la bandera inglesa del almirante Pennigton, que se encontraba fondeado en la rada. Ante el enfado inglés, y dada su precaria situación, Oquendo cede. Los ingleses facilitan el fondeadero interior a los españoles y fondean entre la armada española y la holandesa.

Oquendo intenta conseguir pertrechos de guerra, informando de su presencia al embajador de España en Londres y al gobernador de los Países Bajos, consiguiendo así refuerzo de marineros y soldados desde Dunquerque. Organiza transportes en buques ligeros para llevar a Flandes el dinero y los soldados que transportaba con ese destino. El 27 de septiembre, aprovechando una espesa niebla, organiza un convoy con 13 pataches y fragatas que acompañan a 56 embarcaciones costeras (la mayoría pesqueros venidos de Dunquerque), que llega sin novedad a Flandes, pese a estar Tromp bloqueando la salida de la rada.

Tromp mantiene una escuadra fondeada en la salida de la rada y otra navegando por el Canal. Dispone de 114 a 120 naves, entre ellas 17 brulotes. Algunos relatos cuentan que permite el paso de buques de apoyo españoles con jarcias y arboladuras, para que Oquendo pueda reparar antes sus naves y así poder entablar combate.

La batalla

El 20 de octubre Oquendo lleva un mes fondeado en la rada de Las Dunas, cuando llega el primer suministro de pólvora. Es escaso y lo reparte entre los galeones.

Batalla de las Dunas según una pintura de alrededor de 1650.

Tromp tiene noticias de ello y decide atacar antes de que los españoles se hayan rearmado completamente, por lo que expone al almirante inglés que ha sido atacado por los españoles y que, por lo tanto, procede a atacarles. Lanza sus brulotes sobre la escuadra fondeada, pero los españoles pican amarras y se hacen a la mar. Entre la confusión producida por los brulotes y una espesa neblina, solo consiguen salir de la rada 21 buques para enfrentarse a más de 100 holandeses. Los demás varan en los bancos de arena y la costa de los Downs.

Tromp lanza tres brulotes contra la capitana de Oquendo. Este consigue desembarazarse de los tres, pero uno de ellos se engancha en la proa del galeón Santa Teresa, de Lope de Hoces, que le seguía y que se pierde envuelto en llamas.

La batalla se entabla con los galeones españoles peleando aislados contra fuerzas cinco veces superiores.

Al anochecer, aprovechando la oscuridad, algunos españoles consiguen desembarazarse de sus atacantes y, los que pueden, se dirigen a Mardique, llegando las naves de Oquendo, de Masibriadi y 7 buques más de la Escuadra de Dunquerque.

Del resto de los barcos, 9 se rindieron, estando en tan mal estado que tres se hundieron cuando eran llevados a puerto holandés, y los demás embarrancaron en las costas francesas o flamencas para no entregarse al enemigo.

De los que habían varado en Los Bajíos (The Downs), 9 consiguieron llegar a Dunquerque.

Las pérdidas españolas fueron estimadas por los holandeses en 43 buques y 6.000 hombres, y las holandesas estimadas por los españoles en 10 buques y unos 1.000 hombres.

Dicen que Oquendo, que estaba gravemente enfermo, dijo al llegar a Mardique: «Ya no me queda más que morir, pues he traído a puerto con reputación la nave y el estandarte».

Hubo quien, desde España, vio la acción de Oquendo como una gran hazaña, puesto que había conseguido llevar los refuerzos y los dineros al ejército de Flandes, y salvó a la capitana y al estandarte real ante fuerzas abrumadoramente superiores. Olvidan que, si en lugar de encerrarse en la rada de los Downs, se hubiese dirigido a los puertos de Flandes, no hubiese perdido casi toda su flota.

Según el historiador y almirante portugués Costa Quintella, Oquendo se «portó más como comandante [de buque] que como almirante, ya que, sin más que poner en línea sus navíos [en el primer encuentro], pudo aniquilar a sus enemigos».

Bibliografía

Enlaces Externos

La batalla de las Dunas (1639) en Revista de Historia Naval nº 117 (pp. 51-59). Revista de Historia Naval nº 117


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