Diferencia entre revisiones de «Ave marina»

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Revisión del 17:51 26 nov 2015

Las aves marinas son un tipo de aves adaptadas para la vida en hábitats marinos. Si bien son muy distintas en cuanto a su estilo de vida, comportamiento y fisiología, suelen dar ejemplos asombrosos de evolución convergente, dado que los idénticos problemas relacionados con el ambiente y los mismos nichos de alimentación dieron como resultado adaptaciones similares. Las primeras aves marinas evolucionaron en el período Cretácico, mientras que las familias modernas surgieron en el Paleógeno.

En general, las aves marinas viven mucho tiempo, se reproducen más tarde y en sus poblaciones hay menos individuos jóvenes, a los que dedican mucho tiempo. Muchas especies anidan en colonias, que pueden variar de tamaño entre una docena de aves a millones. Otras son famosas por llevar a cabo largas migraciones anuales, que las llevan a cruzar el ecuador o rodear la Tierra en muchos casos. Pueden alimentarse en la superficie del océano o en sus profundidades, e incluso entre sí. Algunas son pelágicas o costeras, mientras que otras pasan parte del año alejadas completamente del mar.

La morfología de las aves marinas depende de muchos factores. Por ejemplo, la simetría del cuerpo de las aves depende del tipo y las funciones del vuelo, que caen dentro de las categorías de caza de alimento, desplazamiento a lugares de anidación o reproducción y migración. Un ave marina tiene, en promedio, una masa corporal de alrededor de 700 g, una envergadura de 1.09 m y un área total de alas de 0.103 m2. Sin embargo, esta variables dependen del mecanismo de vuelo y de la etiología de la especie.[1]

Las aves marinas y el hombre tienen una larga historia de convivencia: han proporcionado comida para los cazadores, han guiado a los pescadores a los bancos de pesca y han guiado a los marineros a las costas. Dado que numerosas especies están amenazadas por actividades humanas, los movimientos a favor de la conservación ambiental las tuvieron en cuenta.

Clasificación

No hay una definición única que determine cuáles grupos, familias y especies son aves marinas, y la mayoría son, de alguna manera, arbitrarias.[2]​ La denominación «ave marina» no tiene ningún valor taxonómico, es solo una agrupación de cierto modo artificial que no es usada por los científicos en la clasificación. Se puede considerar que se trata de un sistema de clasificación taxonómica popular puesto que agrupa a diversos grupos taxonómicos pero excluye a algunas especies de los mismos. En palabras de dos científicos especialistas: «La única característica común de todas las aves marinas es que se alimentan en el agua de mar, pero, al igual que sucede con la mayoría de las afirmaciones en Biología, algunas no lo hacen».[3]

De forma convencional, se clasifican como aves marinas a todos los sphenisciformes[4]​ y procellariiformes, junto con todos los pelecaniformes excepto los aníngidos y algunos charadriiformes —los estercoráridos, láridos, estéridos, álcidos y rincópidos—. Se suele incluir también a los falaropos, dado que aunque sean aves limícolas, dos de sus tres especies son oceánicas durante nueve meses al año, en los que cruzan el ecuador y se alimentan en el mar abierto.[5]​ Los gaviformes y podicipediformes, que anidan en los lagos pero pasan el invierno en el mar, se categorizan como aves acuáticas. A pesar de que hay algunos merginos en la familia Anatidae que son verdaderamente marinos en invierno, se los excluye por convención de este grupo. Muchas aves limícolas y ardeidas pueden ser consideradas marinas, dado que habitan en la costa, pero no se las ve de esta manera.[6]

Evolución y registro fósil

Las aves marinas, debido a que pasan su vida en medios sedimentarios, es decir, ambientes en los que se da una sedimentación casi permantente, está bien representada en el registro fósil.[7]​ Se sabe que surgieron en el período Cretácico. El primer grupo en aparecer fue el de los Hesperornithiformes, con Hesperornis regalis, un ave no voladora similar a los somorgujos que podía bucear en forma similar a estos y a los colimbos —usando sus patas para moverse debajo del agua—[8]​ aunque esta especie poseía un pico con dientes afilados.[9]

Aunque Hesperornis no parece haber dejado descendientes, las primeras aves marinas modernas también aparecieron en el Cretácico, con una especie denominada Tytthostonyx glauconiticus, aparentemente relacionada con los procellariiformes y/o con los pelecaniformes. En el Paleógeno, los océanos estaban dominados por los primeros proceláridos, pingüinos gigantes y dos familias extintas, Pelagornithidae y Plotopteridae, un grupo de aves de gran tamaño y similares a los pingüinos.[10]​ Los géneros modernos comenzaron su gran expansión en el Mioceno, aunque Puffinus, que incluye a las actuales pardela pichoneta y pardela sombría, data del Oligoceno.[11]​ La mayor diversidad de aves marinas también se dio en el Mioceno tardío y el Plioceno. Al final de este último, la cadena trófica oceánica se trastornó debido a la extinción de una considerable cantidad de especies; la expansión del número de mamíferos en el mar impidió que las aves marinas recuperaran su antigua diversidad.[12]

Características

Adaptaciones a la vida marítima

Las aves marinas tienen numerosas adaptaciones para vivir y alimentarse en el mar. La morfología de sus alas se debe al nicho en el que evolucionaron, de forma tal que al mirar las alas, un científico puede conocer datos sobre su comportamiento y alimentación. Las alas más largas y una carga alar baja son típicas de las especies pelágicas, mientras que las buceadoras las tienen más cortas.[13]​ Especies como el albatros viajero, que busca su alimento en la superficie del océano, tiene una capacidad reducida de vuelo propulsado y depende de un tipo de planeo llamado «dinámico» —el que el viento desviado por las olas hace que el ave se eleve— así como del planeo de ascenso o descenso.[14]​ Casi todas las aves marinas tienen patas palmeadas, tanto para facilitar el movimiento en la superficie como para bucear, en el caso de algunas especies. Los procellariiformes poseen un sentido del olfato inusualmente fuerte para un ave, que utilizan para encontrar su alimento en grandes superficies del océano, y posiblemente, para localizar sus colonias.[15]

Las glándulas supraorbitales ayudan a que las aves marinas puedan osmorregularse y eliminar la sal que ingieren al alimentarse, particularmente de crustáceos, y beber.[16]​ Las excreciones de esas glándulas —que se localizan en la cabeza— emergen de la cavidad nasal y son casi puramente cloruro de sodio, aunque también presentan pequeñas cantidades de potasio y bicarbonato, junto con una mínima porción de urea.[4]​ Están bajo control del nervio parasimpático y pueden ser detenidas con anestesia y drogas tales como los inhibidores del dióxido de carbono.[4]​ Son una adaptación fundamental debido a que los riñones de estas aves no podrían eliminar concentraciones tan elevadas de esta sustancia; si bien todas las aves presentan una glándula nasal, no está tan desarrollada como en el caso de los cormoranes o los pingüinos. De hecho, las aves marinas tienen este órgano de diez a cien veces más grande que las terrestres, dado que depende de la cantidad de sal a la que están expuestas.[4]​ La regulación hiposmótica, es decir, el mecanismo de conservación de los organismos que viven en condiciones de extrema salinidad, se da también a través de la «reducción de flujos disparativos», como la orina, que se reduce para evitar que se pierda el agua.[17]

A excepción de los cormoranes y algunos estérnidos, y de forma similar a la mayoría de las aves, todas las aves marinas poseen un plumaje a prueba de agua. Sin embargo, en comparación con las especies de tierra, tienen más plumas para proteger su cuerpo. Este plumaje denso hace que el ave no se moje; el frío es evitado con una capa espesa de plumón. Los cormoranes presentan una capa de plumas única que dejan pasar menos aire, pero de todas formas absorbe agua.[18]​ Esto les permite nadar sin luchar contra la flotabilidad que causa retener aire entre las plumas, aunque sí evitan que el ave pierda demasiado calor en contacto con el agua.[19]

El plumaje de la mayoría de las aves marinas, restringido a variaciones de negro, blanco o gris, es menos colorido que el de las de tierra.[13]​ Ciertas especies lucen plumas cooridas, como las tropicales o ciertos pingüinos, pero el mayor colorido en estas aves está en los picos y patas. El plumaje de las aves marinas sirve para camuflarse de modo defensivo —los acorazados de la Armada de los Estados Unidos es el mismo del pato-petrel antártico— y agresivo —la parte de abajo blanca que poseen muchas especies los ayuda a esconderse de sus presas, debajo de ellas—.[13]

Dieta y alimentación

Las aves marinas evolucionaron para sacar provecho de los mares y océanos; de hecho, su fisiología y comportamiento están amoldados a su dieta. Estas condiciones de vida han hecho que especies de distintas familias e incluso, de órdenes diferentes desarrollaran estrategias similares ante los mismos problemas, lo que constituye un gran ejemplo de evolución convergente, como la existente entre los pingüinos y los álcidos. Hay cuatro estrategias básicas de alimentación en el mar: alimentarse de la superficie, perseguir la comida buceando, zambullirse y cazar vertebrados de mayor tamaño, como los amniotas. Dentro de estas categorías hay numerosas variaciones.[20]

Referencias

  1. Croaxall, 1987, p. 43.
  2. Croaxall, 1987, p. 2.
  3. Schreiber y Burger, 2001, p. 1.
  4. a b c d Schmidt-Nielsen, Knut (1960). «The Salt-Secreting Gland of Marine Birds». Circulation (en inglés) 21: 955-967. Consultado el 25 de noviembre de 2015. 
  5. Schreiber y Burger, 2001, p. 59.
  6. Croaxall, 1987, p. 1-2.
  7. Schreiber y Burger, 2001, p. 18.
  8. Johansson, L. C.; Lindhe Norberg, U. M. (2001). «Lift-based paddling in diving grebe». J Exp Biol. (en inglés) 204 (10): 1687-96. PMID 11316488. Consultado el 25 de noviembre de 2015. 
  9. Gregory, J. (1952). «The Jaws of the Cretaceous Toothed Birds, Ichthyornis and Hesperornis». Condor (en inglés) 54 (2): 73-88. doi:10.2307/1364594. Consultado el 25 de noviembre de 2015. 
  10. Goedert, J. (1989). «Giant Late Eocene Marine Birds (Pelecaniformes: Pelagornithidae) from Northwestern Oregon». Journal of Paleontology 63 (6): 939-944. JSTOR 1305659. 
  11. Schreiber y Burger, 2001, p. 18-26.
  12. Olson, S. and Hasegawa, Y. (1979). «Fossil Counterparts of Giant Penguins from the North Pacific». Science 206 (4419): 688-689. doi:10.1126/science.206.4419.688. 
  13. a b c Gaston, Anthony J. (2004). Seabirds: A Natural History New Haven: Yale University Press, ISBN 0-300-10406-5
  14. Pennycuick, C. J. (1982). «The flight of petrels and albatrosses (Procellariiformes), observed in South Georgia and its vicinity». Philosophical Transactions of the Royal Society B 300 (1098): 75-106. doi:10.1098/rstb.1982.0158. 
  15. Lequette, B.; Verheyden, C.; Jowentin, P. (1989). «Olfaction in Subantarctic seabirds: Its phylogenetic and ecological significance». The Condor (en inglés) 91 (3): 732-135. doi:10.2307/1368131. Consultado el 25 de noviembre de 2015. 
  16. Harrison, C. S. (1990) Seabirds of Hawaii, Natural History and Conservation Ithica: Cornell University Press, ISBN 0-8014-2449-6
  17. Fanjul, María Luisa; Hiriart, Marcia (2008). «Regulación hiposmótica». Biología funcional de los animales (Siglo XXI). ISBN 9682327512. 
  18. Grémillet, D.; Chauvin, C.; Wilson, R. P.; Le Maho, Y.; Wanless, S. (2005). «Unusual feather structure allows partial plumage wettability in diving great cormorants Phalacrocorax carbo». Journal of Avian Biology 36 (1): 57-63. doi:10.1111/j.0908-8857.2005.03331.x. 
  19. King, Richard J. (2013). «South Georgia». The Devil's Cormorant: A Natural History (en inglés) (University of New Hampshire Press). ISBN 1611682258. Consultado el 25 de noviembre de 2015. 
  20. Schreiber y Burger, 2001, p. 153.