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Diferencia entre revisiones de «Juglar»

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[[File:Crispinpregonero2010.jpg|thumb| El juglar Crispín d'Olot pregonando el [[Carnaval]] de [[La Bañeza]] (2010).]]
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== Raíz ==
== Cuando la Raíz evita ser Raíz. ==
De las tres acepciones que el [[DRAE|''DRAE'']] consigna de ''juglar'', la principal (recogida también en el diccionario de teatro de Gómez García) insiste en su condición de artista de atracciones: ''En la Edad Media, hombre que ante el pueblo o los nobles y los reyes recitaba, cantaba o bailaba o hacía juegos, yendo de unos lugares a otros''. También señalan los académicos la [[sinónimo|sinonimia]] entre ''juglar'' y [[pícaro]], además de la antigua relación con [[trovador]] o poeta.
De las tres acepciones que el [[DRAE|''DRAE'']] consigna de ''juglar'', la principal (recogida también en el diccionario de teatro de Gómez García) insiste en su condición de artista de atracciones: ''En la Edad Media, hombre que ante el pueblo o los nobles y los reyes recitaba, cantaba o bailaba o hacía juegos, yendo de unos lugares a otros''. También señalan los académicos la [[sinónimo|sinonimia]] entre ''juglar'' y [[pícaro]], además de la antigua relación con [[trovador]] o poeta.



Revisión del 16:58 11 dic 2017

El juglar Crispín d'Olot pregonando el Carnaval de La Bañeza (2010).

Un juglar era un artista ambulante en la Europa medieval. A cambio de sustento o comida, ofrecía su espectáculo callejero en las plazas públicas, y en ocasiones era contratado para participar como atracción y entretenimiento en las fiestas y los banquetes de los reyes y nobles.[1]​Por culpa de la virgencita del Pilar dame flow dame ritmo.

Cuando la Raíz evita ser Raíz.

De las tres acepciones que el DRAE consigna de juglar, la principal (recogida también en el diccionario de teatro de Gómez García) insiste en su condición de artista de atracciones: En la Edad Media, hombre que ante el pueblo o los nobles y los reyes recitaba, cantaba o bailaba o hacía juegos, yendo de unos lugares a otros. También señalan los académicos la sinonimia entre juglar y pícaro, además de la antigua relación con trovador o poeta.

Por su parte, el semiólogo francés Patrice Pavis acoge el sentido de equivalencia que se les da a juglar y malabarista en muchos países europeos: «bateleur», en francés; «juggler», en inglés; y «gaukler», en alemán. De ahí que juglar sea, en el medio histórico-medieval, un término genérico en el que se incluyan farsantes, charlatanes, saltimbanquis, feriantes, acróbatas e, incluso, barberos, dentistas y amaestradores de animales.

Juglares y trovadores

De modo muy esquemático, suele asociarse al trovador con el autor (creador), y al juglar con el actor (intérprete).[2]​ Ambos se sintetizarían en la cultura musical del siglo XX con la imagen del cantautor.

Así pues, detrás del juglar —o en su origen— ha de situarse la personalidad del trovador occitano y catalán, o el «minnesänger» alemán.[nota 1]​ La conclusión más definidora de la diferencia entre juglar y trovador, parece evidente: el primero necesita un público y pertenece al ámbito teatral del espectáculo, el segundo (el trovador en su concepto de origen) no necesita público y se encuadra en el ámbito literario.[3]

Tipos de juglares

Vihuela de arco y vihuela de péñola
Músicos de rabel y laúd

El juglar podía incluir en sus espectáculos desde música y literatura hasta acrobacias, juegos o simple charlatanería. Según la actividad en la que se centraran, podía distinguirse varios tipos de juglares:

TIPO DE JUGLAR DESCRIPCIÓN
Juglares líricos Recitaban las obras líricas de los trovadores
Juglares épicos Interpretaban cantares de gesta y otras composiciones narrativas
Remedadores Imitaban
Goliardos Eran clérigos vagabundos o estudiantes de vida pícara (origen de la tuna)
Zaharrones Utilizaban disfraces y gestos grotescos en sus espectáculos
Trasechadores Eran prestidigitadores
Menestriles Eran juglares-músicos que en lugar de andar errantes quedaban al servicio exclusivo de un señor
Cazurros Recitaban de forma disparatada, sin seguir ninguna regla
Juglaresas y soldaderas Eran mujeres de vida errante que se dedicaban al baile y al canto

Otra posible clasificación sería la división en juglares de voz, que combinaban música y voz en sus actuaciones, y juglares de instrumentos, que prescindían de la voz. Entre estos últimos, y según el instrumento utilizado, se podían encontrar violeros, cedreros, cítolas, tromperos y tamborreros, entre otros.

Juglaresca y poesía épica

Al sector más cultivado de la juglaresca se le debe la conservación de un rico tesoro, transmitido en forma de tradición oral,[4]​ y que puede abarcar, en un sentido muy amplio, desde la poesía épica medieval hasta la poesía cortesana pre-renacentista.[nota 2]

Como herencia de la Europa medieval, el juglar aparecería como punto fijo (o parte del paisaje) en el «Pont Neuf» de París o en la Plaza de San Marcos veneciana. Muchas veces, su espectáculo (una auténtica actuación física y lúdica) fue gratuito, como reclamo o anuncio callejero para invitaciones de aristócratas o grandes señores, entre los que a menudo se encontraban los eclesiásticos más ricos y poderosos. Así, fueron mencionados en la Estoria de España, a finales del siglo X, 'invitados' a las bodas de las hijas del Cid, y en diversos pasajes de otras grandes Crónicas europeas y muy variadas obras anónimas de la alta y baja Edad Media.[5]

"Luego al otro día casi de madrugada,

levantóse la dama ricamente adornada,
tomó una viola buena y bien templada,
y salió al mercado a tocar por soldada.

Comenzó unos ritmos y unos sones tales
que gran dulzor traían y eran naturales;
henchíanse de hombres aprisa los portales,
no caben en las plazas, súbense a los poyales.

Cuando con su viola hubo bien agradado,
a gusto de los pueblos bastante hubo cantado,
tornóles a decir un romance rimado,

de ese mismo suceso por que había pasado."

Tarsiana, juglaresa en el Libro de Apolonio Anónimo.[6]
Músicos de corte en las Cantigas de Alfonso X el Sabio.

Temas

Dentro de la poesía épica española destacan los siguientes temas, de tradición castellana:

Recursos utilizados

Para captar la atención de su público, los juglares utilizarán, por influencia de las chansons de geste francesas, una serie de recursos basados en el carácter oral de las representaciones de la épica:

  • Fórmulas apelativas dirigidas al público: yo os diré, oíd, sabed, ¿quién os lo podrá contar?...
  • División del poema en partes
  • Introducción de valoraciones subjetivas en el relato en forma de apóstrofes más directos: mala cuenta es, señores, sufrir mengua de pan

Alfonso X el Sabio

Alfonso X el Sabio en la Séptima Partida trató de infames "a los que son juglares e los remedadores e los facedores de los zaharrones que públicamente andan por el pueblo o cantan o facen juegos por precio, esto es, porque se envilecen ante otros por aquel precio que les dan. Más los que tañeren estrumentos o cantasen por facer solaz a sí mesmos, o por facer placer a sus amigos o dar solaz a los reyes o a los otros señores, non serían por ende enfamados (infames)". Asimismo, por la Ley 3º, título XIV, Partida 4º, se prohibía a las "personas ilustres que tuvieran por barraganas a juglaresas ni sus hijas".[7]

El epitafio de Vitalis

Algunas hipótesis relacionan la actividad juglaresca con la aparición del teatro profano medieval. El juglar, hombre-espectáculo, mimo cómico-dramático, recitador, cantor y músico, acróbata y domador, era, como el bululú descrito por Rojas Villandrando, un bufón con pretensiones artísticas (en palabras de Quevedo: un "bufo farandulero miserable").

No obstante, su dignidad escénica, como actor callejero con recursos, quedó ya escrita en el siglo XI, en el epitafio del juglar Vitalis:

"Imitaba yo el rostro, los gestos y el habla de mis interlocutores, de modo que se creyera que eran muchos los que se expresaban por una sola boca... En esto andaba cuando el fúnebre día se llevó conmigo a todos los personajes que vivían en mi cuerpo"
Anónimo, siglo XI.[8]

Juglares del siglo XX

Juglares en el mercadillo medieval de Alcalá de Henares.

El rescate que intelectuales y dramaturgos europeos y americanos del siglo XX hicieron del teatro popular, llevó a la recuperación de prácticas y recursos escénicos ancestrales, y la búsqueda de públicos marginales (y marginados) en entornos ajenos a los circuitos teatrales. Los nuevos juglares, auténticos reyes del teatro de calle, pusieron de nuevo en juego un teatro no literario, satírico-político muy a menudo, y siempre divertido y popular.[9]​ Los Tabarin y Montdor que montaban sus "fantasías tabarínicas" entre 1619 y 1625, se habían reencarnado en los Dario Fo y los Enrique Buenaventura de la segunda mitad del siglo XX.

Juglaresca hispano-americana

El peculiar marco socio-político en buena parte de Iberoamérica generó, ya en pleno siglo XX, diversos modelos que podrían considerarse continuadores o reflejo de la juglaresca medieval europea y el folk-singer de América del Norte. Modernos trovadores (así conocidos en varios países del Nuevo Mundo) y troveros, con el título de payadores en el Cono Sur, pueden ser considerados, en diferentes niveles de compromiso y personalidad: Atahualpa Yupanqui, Victor Jara, Pablo Milanés, Jacinto Palacios o Jorge Cafrune, por citar tan sólo a los más conocidos en el plano internacional.[10]​ También pueden ser considerada dentro de la juglaría de instrumentos a la agrupación callejera chilena, integrada por un organillero y dos chinchineros o percusionistas bailarines. Esta tradicional tripleta es, por lo demás, extensión de la tradición organillera alemana, desaparecida ya en la primera mitad del siglo XX.[11]

Bibliografía

Herrero Massari, José Manuel (2015) Juglares y trovadores, Ediciones Akal.

Véase también

Anónimo alemán en un manuscrito iluminado del siglo XIV. Archiv für Kunst und Geschichte (Berlín).

Referencias

  1. Gómez García, Manuel (1997). Diccionario del teatro. Madrid, Ediciones Akal. p. 440. ISBN 8446008270. 
  2. Pavis, Patrice (1996). Diccionario de teatro. Barcelona, Paidós Ibérica. p. 266. ISBN 8449306361. 
  3. Patrice Pavis, "Diccionario del teatro", p. 267
  4. Quiñonero Hernández, José (1997). Mester de juglaría. Barcelona, Ediciones Octaedro. pp. 10 y 11. ISBN 8480632496. 
  5. Gómez García, Manuel, "Diccionario del teatro", p. 440
  6. El Libro de Apolonio en la biblioteca virtual del CVC.
  7. Oliva, César y Torres Monreal, Francisco (2002). Historia básica del arte escénico. Cátedra, Madrid. p. 84. ISBN 84-376-0916-X. 
  8. Patrice Pavis, "Diccionario del teatro", p. 266
  9. Portal pedagógico Consultado en enero de 2014
  10. [1] Consultado en octubre de 2017

Notas

  1. Alfonso X, según recuerdan en sus monografías de la historia del teatro Lasso de la Vega y Díaz de Escovar, diferenciaba, bajo la denominación común de juglares: "los que andan por calles y plazas, tañendo y cantando por una vil ganancia, gente procaz y desenvuelta, deben llamarse bufones; los que ejercen una profesión semejante en las cortes, con decoro y gracia, sirviendo al solaz de personas esclarecidas, apellidarse juglares; y los que supieren componer danzas, coplas, arias, juegos partidos, etc., alcanzar el nombre de trovadores." Para Alfonso X la diferencia está clara.
  2. En la Península Ibérica tiene ejemplos en la lírica culta castellana medieval, la galaicoportuguesa y en especial en la literatura en occitano.

Enlaces externos