Quercus ilex

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Encina

Quercus ilex
Taxonomía
Reino: Plantae
Subreino: Tracheobionta
División: Magnoliophyta
Clase: Magnoliopsida
Subclase: Hamamelidae
Orden: Fagales
Familia: Fagaceae
Género: Quercus
Subgénero: Quercus
Sección: Quercus
Especie: Quercus ilex
L.
Subespecies
  • Q. ilex subsp. ilex
  • Q. ilex subsp. ballota
Quercus ilex

Quercus ilex o encina es un árbol de la familia de las fagáceas. Otros nombres vulgares con los que se conoce a la encina son carrasca, chaparra o chaparro.[1]​ Es un árbol perennifolio nativo de la región mediterránea de talla mediana, aunque puede aparecer en forma arbustiva, condicionado por las características pluviométricas o por el terreno en el que se encuentre.

Descripción

Es un árbol de talla media y baja, que puede alcanzar de 16 a 25 metros de altura. En estado salvaje, es de copa ovalada al principio y después se va ensanchando hasta quedar finalmente con forma redondeado-aplastada. Su copa se suele podar con objeto de mejorar la producción de fruto mediante la poda de olivación, adquiriendo así una forma semiesférica. De joven suele formar matas arbustivas que se podrían confundir con la coscoja (Quercus coccifera) y, en ocasiones, se queda en ese estado de arbusto por las condiciones climáticas o edáficas del lugar.

Corteza.

Las hojas son perennes y permanecen en el árbol entre dos y cuatro años, con una media de 2,7 años. Coriáceas y de color verde oscuro por el haz, y más claro y tomentosas por el envés, están provistas de fuertes espinas en su contorno cuando la planta es joven y en las ramas más bajas cuando es adulta, careciendo de ellas las hojas de las ramas altas. Por eso, cuando es arbusto, recuerda a veces acebo.[2]​ El envés de las hojas está cubierto de una borra grisácea que se desprende al frotarlas y por la que se puede distinguir fácilmente las encinas jóvenes de las coscojas, cuyas hojas carecen de ese vello y son de un verde vivo en el envés. Estas hojas, muy duras y coriáceas, evitan la excesiva transpiración de la planta, lo que le permite vivir en lugares secos y con gran exposición al sol, como la ribera mediterránea.

La corteza es lisa y de color verde grisáceo en los tallos; se va oscureciendo a medida que crecen y, alrededor de los 15 o 20 años, se agrieta en todas direcciones, quedando un tronco muy oscuro, prácticamente negro.

La encina es, como el resto de las especies del género Quercus, una planta monoica, aunque presenta cierta tendencia a la dioecia (pies con preponderancia de flores masculinas o femeninas). Sus flores masculinas aparecen en amentos, densamente agrupados en los ramillos del año, primero erectos y finalmente colgantes, que toman un color amarillento, luego anaranjado y, al final, a la madurez, pardo. Se dan por toda la copa, aunque preferentemente en la parte inferior y en algunos ejemplares con más abundancia que las femeninas, por lo que estos pies son poco productores de frutos.[3]​ Las flores femeninas son pequeñas; salen aisladas o en grupos de dos, sobre los brotes del año y en un pedúnculo muy corto, presentando en principio un color rojizo y a la madurez un amarillo anaranjado. La floración se produce entre los meses de marzo a mayo, cuando la temperatura media alcanza los 20 °C y 10 horas de sol diarias, después de un periodo de estrés. La dispersión del polen es principalmente anemófila, y en menor medida entomófila, durando entre 20 y 40 días según las condiciones meteorológicas. La alogamia es el tipo de reproducción más frecuente, entre distintos individuos, aunque también es posible la autopolinización con flores masculinas del mismo individuo autogamia. Es frecuente que se produzca hibridación producida por factores como la alogamia, la separación de las flores y las condiciones climáticas.

Bellotas de la encina o carrasca.

Las encinas se cultivan principalmente por sus frutos, las conocidas bellotas. Son unos glandes de color marrón oscuro cuando maduran (antes, lógicamente verdes), brillantes y con una cúpula característica formada por brácteas muy apretadas y densas, que los recubren aproximadamente en un tercio de su tamaño. Se distingue también de la coscoja la caperuza de las bellotas, ya que en ésta recubre el glande hasta la mitad y el exterior es punzante; no así en otras especies de Quercus cuyas bellotas a veces son muy parecidas a las de la encina. Maduran de octubre a noviembre y algunos años incluso en diciembre, por lo que la caída de la bellota puede retrasarse hasta enero, aunque es poco frecuente. La edad mínima a la que comienza a producir está condicionada por las características medioambientales, situándose entre los 15 y los 20 años de la vida del árbol.

Como la inmensa mayoría de las fanerógamas, la encina establece relaciones simbióticas con diversos hongos del suelo formando micorrizas. Algunas especies de dichos hongos tales como las del género tuber (Tuber melanosporum, principalmente), son muy apreciadas en gastronomía. El alto valor de los mismos ha generado una industria en la que las encinas son inoculadas y sometidas a tratamientos culturales (tubericultura) para favorecer la formación del ascoma, que es la conocida trufa.[4]

Distribución

Encina en una dehesa.
Encina carrasca.
Encinar espeso en el Monte del Pardo.

Se reproducen muy bien las encinas por semilla (sembrando las bellotas), aunque también se multiplican por brotes de raíz y de cepa. Se crían bien en todo tipo de suelos y desde la costa hasta unos 1.500 msnm a veces más, en forma de arbusto (carrasca o chaparra).

Su área de distribución natural es el Mediterráneo, ya que se encuentra en todos los países que lo bordean, pero sólo en las zonas con clima mediterráneo, ya que cuando el clima es más lluvioso y de tipo atlántico, la sustituyen otras especies de Quercus, como los robles, quejigos o alcornoques. Así, en España resulta ser la especie forestal que más territorio ocupa: unos 3 millones de hectáreas de encinares repartidos por toda la península y en las islas Baleares, excepto la franja costera cantábrica donde, sin llegar a ser rara, es mucho menos abundante que en el resto de la península.

Cultivadas las encinas se mantienen generalmente en dehesas, en las que se aprovechan sus bellotas para alimentar al ganado y su leña para hacer un excelente carbón. En estado natural, las encinas forman extensos y muy tupidos bosques junto con las demás especies típicas del bosque mediterráneo: jaras, cantuesos, madroños, brezos, durillos, cornicabras, retamas, y un largo etcétera según las zonas.

Además, estos bosques resultan ser el mejor hábitat para la fauna mediterránea, lo que los convierte en ideales cotos de caza e incluso en áreas de reserva naturales con mayor protección. También forma a menudo bosques mixtos, mezclándose como especie arbórea con otras, generalmente pinos (especialmente carrasco, piñonero y resinero) o enebros.[5]​ El encinar es el principal ecosistema en varios espacios naturales protegidos: el parque nacional de Cabañeros (Ciudad Real), el parque nacional de Monfragüe (Cáceres), el Monte del Pardo (Madrid), el Carrascal de la Font Roja (Provincia de Alicante) o el de Sierra Madrona (Ciudad Real).


Usos

Aparte del uso mencionado de las encinas como recurso ganadero en las dehesas (los cerdos alimentados con bellotas dan los mejores jamones de España),[6]​ esta especie ha tenido infinidad de aplicaciones desde la antigüedad hasta nuestros días.

Su madera es muy dura e imputrescible, aunque difícil de trabajar, por lo que se emplea para fabricar piezas que tengan que soportar gran rozamiento, como en carros, arados, parquets, herramientas, etc., así como en pequeñas obras hidráulicas y en la construcción como pilares o vigas. Además resulta una excelente leña para quemar y para hacer carbón vegetal. Leña y carbón de encina constituían hasta el primer tercio del siglo XX los principales combustibles domésticos en amplias zonas de España.

La corteza cuenta con gran cantidad de taninos, por lo que es muy apreciada en las tenerías para curtir el cuero (especialmente utilizada en Marruecos), y junto con las hojas y bellotas machacadas se prepara un cocimiento que resulta ser astringente y útil para desinfectar heridas.

Las bellotas más dulces, además de alimentar al ganado, resultan comestibles para los humanos por lo que se comen a menudo tostadas como otros frutos secos, o en forma de harina para hacer un pan algo basto.

Simbología

Encina sagrada de Dodona donde se encontraba la morada terrestre de Zeus. Allí estaba el oráculo más antiguo del mundo griego.

La encina se considera árbol sagrado en numerosas tradiciones. En todas ellas, aparece como un símbolo de solidez, longevidad y potencia, tanto en el sentido material como en el espiritual; al igual que en latitudes más septentrionales ocurre con su hermano, el roble.[7]

En la mitología griega, encontramos unas ninfas protectoras de los bosques encinares, las dríadas, que corrían y bailaban alrededor de los venerables ejemplares. Estos seres representaban la humedad y el hálito vital, que juega y serpentea entre la naturaleza sin dejarse atrapar. Se las ha relacionado con las apsaras védicas, fuente de la alegría del agua y habitantes del interior de las nubes, a las que se consideraban agentes de la acción fecundante. Según la tradición griega, dejaron sus moradas celestes para residir, junto a los mortales, en los encinares, convirtiéndose en divinidades terrestres. El nombre de estas ninfas proviene del término drys, es decir, árbol, ya que la encina era el árbol por antonomasia para los helenos.

La encina es considerada árbol sagrado, como símbolo de fuerza, solidez y longevidad, en diferentes ámbitos religiosos de la antigüedad, consagrada al dios Zeus en Dodona, a Júpiter Capitolino en Roma o a Perun, de la mitología eslava. Según diversas tradiciones, la clava de Hércules era de madera de encina, lo mismo que la cruz donde se crucificó a Jesucristo. Abraham recibe las revelaciones de Yavé cerca de una encina.[8]

Como árbol autóctono del Mediterráneo, está muy adaptado al clima de esta región. El área natural de los encinares ha estado habitada desde hace milenios, pobladores que han sentido a la encina como la esencia del mundo mediterráneo. En Extremadura, en el centro de su escudo se ha colocado una encina que representa, más que un árbol, una filosofía de vida, un modo de ser en el que el aprovechamiento de los campos se beneficie del uso racional de este árbol. El campesino de las dehesas no debe olvidar que su medio de vida procede de las encinas.[7]

Dehesa en Extremadura.
Tié que ser campusino
tié que ser de los nuestros
que por algo nació baj’una encina
del caminito nuevo.
Luis Chamizo, La nacencia

Plagas y enfermedades

La encina es el árbol más abundante en la península ibérica y en otras áreas del Mediterráneo. Cada año brotan y desaparecen millones de pies. La primera de las causas de mortandad de los pies de encina es la conocida como "seca de la encina", un síndrome multifactorial caracterizado por: hojas que amarillean y caen repentinamente; muerte de los renuevos; reacción con la emisión de numerosos brotes adventicios o chupones; y, finalmente, produce la necrosis de la raíz y la muerte. Se implican en esta grave y compleja patología algunas especies de hongos: Phytophtora cinnamomi, que causa la pudrición de las raíces, Hypoxylum mediterraneum, Diplodia, además de malas prácticas de manejo (podas mal practicadas, sin profilaxis adecuada o en épocas del año inadecuadas). Entre las plagas que afectan a la encina, su peor enemigo es la mariposa Tortrix viridana, que destruye los brotes nuevos y ha sido confirmada su presencia en casi todos los encinares de la península ibérica. Además puede padecer ataques de la acción taladradora de las larvas de los escarabajos longicornes pertenecientes a la familia Cerambicidae. Una de las especies más destacadas que representan esta familia, Cerambyx cerdo, se encuentra protegido.

Subespecies

Hojas lauroides de la subespecie ilex.
Ejemplares de la subespecie ilex en Sonabia, a orillas del Cantábrico.

Se distinguen dos subespecies de la encina, Quercus ilex subsp. ilex y Quercus. ilex subsp. ballota (sinónimos de esta última son también Q. rotundifolia y Q. ballota). Q. ilex subsp. ilex se caracteriza por unas hojas más grandes y lauroides, además de medrar en zonas más húmedas (en España, cornisa cantábrica y Cataluña, fundamentalmente), mientras que Q. ilex subsp. ballota las presenta ovales y con borde más o menos espinosos (sobre todo en la base del árbol o en individuos jóvenes) y es menos exigente en su distribución. De todas maneras son frecuentes los individuos con caracteres intermedios, especialmente en las zonas de contacto de ambas subespecies.

Según la base de datos del IPNI se pueden distinguir.:[9]

  • Quercus ilex L. -- Sp. Pl. 2: 995. 1753 [1 de mayo de 1753] (IK)
  • Quercus ilex Lour. -- Fl. Cochinch. 571. (IK)
  • Quercus ilex L. subsp. ballota (IK)
  • Quercus ilex L.f. brevicupulata Laguna -- Fl. Forest. Españ. 1: 256. 1883 (IK)
  • Quercus ilex L. subsp. gracilis (Lange) Rivas Mart. & Sáenz de Rivas -- Itinera Geobot. 15(2): 706. 2002 (IK)
  • Quercus ilex L.f. macrocarpa Cout. -- Bol. Soc. Brot. 6: 95. 1888
  • Quercus ilex L.f. macrocarpa (Albert) F.M. Vázquez -- Semillas de Quercus: Biol., Ecol. Manejo: 82. 1998 (IK)
  • Quercus ilex L.f. obesa (Albert) F.M. Vázquez -- Semillas de Quercus: Biol., Ecol. Manejo: 82. 1998 (IK)
  • Quercus ilex L.f. stenocarpa (Albert) F.M. Vázquez -- Semillas de Quercus: Biol., Ecol. Manejo: 82. 1998 (IK)
  • Quercus ilex L.f. urceolata(Martrin-Donos & Timb.-Lagr.) F.M. Vázquez -- Semillas de Quercus: Biol., Ecol. Manejo: 82 (1998), as 'urceolada' (IK)

Taxonomía

Quercus ilex fue descrita por Carlos Linneo y publicado en Species Plantarum 2: 995. 1753.[10]

Etimología

Quercus: nombre genérico del latín que designaba igualmente al roble y a la encina.

ilex: epíteto latin

Sinonimia
Encina en Montserrat (España).
Encina Tres Patas de Mendaza, que con sus cerca de 1.200 años es el segundo árbol más longevo de España.
  • Quercus gramuntia L. 1753
  • Quercus smilax L. 1753
  • Quercus sempervirens Mill. 1768
  • Quercus prasina Pers. 1807
  • Quercus castellana Poir. in Lamarck 1811
  • Quercus expansa Poir. in J.B.A.M.de Lamarck 1811
  • Quercus integrifolia Steud. 1821
  • Quercus variifolia Sweet 1830
  • Quercus cookii Loudon 1838
  • Quercus alpina Endl. 1848
  • Quercus ballota var. grandifolia Colmeiro 1854
  • Quercus ballota var. obovatifolia Colmeiro 1854
  • Quercus bellota Colmeiro & E.Boutelou 1854
  • Quercus fordii (Loudon) Carr 1861
  • Quercus glauca Martrin-Donos & Timb.-Lagr. (1864), nom. illeg.
  • Quercus ilicifolia Salisb. in A.DC. 1864
  • Quercus sinuata Martrin-Donos & Timb.-Lagr. 1864, nom. illeg.
  • Quercus pseudoilex Chatin 1869
  • Quercus crispa K.Koch 1873
  • Quercus fagifolia K.Koch 1873
  • Quercus oblonga K.Koch 1873
  • Quercus cyclophylla Welw. ex Nyman 1881
  • Quercus mixta Reyn. 1903, nom. illeg.
  • Quercus smilax var. fordii (Loudon) Halácsy 1904
  • Quercus marcetii Pau 1909
  • Quercus laurei Coutange 1928
  • Quercus montserratensis (Svent. & Marcet) 1952
  • Quercus rotundifolia f. dolichocalyx (C.Vicioso) F.M. Vázquez 1998
  • Quercus rotundifolia f. expansa (Poir.) F.M. Vázquez 1998
  • Quercus avellaniformis Colmeiro & Boutelou
  • Quercus avellaeformis Colmeiro & Boutelou
  • Quercus gracilis Lange
  • Q. rotundifolia Lam., se caracteriza por poseer hojas más redondeadas y mayor concentración de glúcidos en la bellota, que son ligeramente mayores. En casi todos los encinares es posible encontrar ejemplares con características de una o de otra subespecie, así como todos los estados intermedios sin solución de continuidad, lo que hace muy difícil su diferenciación.[11]

Nombre común

Alsina, ancina, argallón (agalla), bellota, carrasca, carrasca clofolluda, carrascal, carrasca negra, carrasco, carrasquera, carrasquilla, chaparra, chaparra de encina, chaparro, chaparro común, charrasco, chavasco, coscoja, encina, encina común, encina con hojas de acebo, encina de bellotas amargas, encina de bellotas dulces, encina de hojas largas y dentadas, encina de hojas largas de muy pocas espinas y blandas, encina dulce, encino, marrasca, matacalles, matacán (en dialecto murciano encina nueva), mataparda, mata parda, matorra, matorra parda, sardón, xardón.[12]

Encinas singulares

Encina la Terrona en Zarza de Montánchez.

Reforestación

La encina crece sumamente despacio. Cuando se siembran bellotas, germinan fácilmente a los pocos meses, pero la joven encina tardará, normalmente, varios años, incluso décadas, en alcanzar 1 metro de altura. En exposiciones sombrías el crecimiento es más rápido, pudiendo llegar hasta los 10 cm anuales.

Se suele preferir la siembra de bellotas directamente en el terreno al trasplante, ya que no es una especie que responda bien a los cambios de sustrato. Los trasplantes tienen un porcentaje de bajas o marras bastante alto, mientras que las bellotas que germinan con éxito dan lugar a encinas prácticamente indestructibles. Al hacer el cálculo de bellotas a sembrar, hay que tener en cuenta que numerosas especies animales se alimentan de ellas y pueden reducir considerablemente nuestras cifras.

Si optamos por la siembra, las bellotas se deben plantar en la misma estación que son cosechadas, ya que al almacenarlas durante largo tiempo, la viabilidad se reduce.

Otra vía es la regeneración natural. El arrendajo es un córvido que dispersa bellotas a distancias de hasta 2 km. Muchas de esas bellotas son posteriormente consumidas, pero una buena cantidad puede llegar a germinar y crecer. Para favorecer la acción de los arrendajos es importante la existencia de pinares u otros bosques para su nidificación, así como la existencia de hitos visuales (árboles, rocas...) que el ave utilizará como guía para esconder las bellotas. Obviamente, para esto también debe haber encinas adultas cercanas actuando como fuente de bellotas.

Curiosidades

Encina derribada por el viento

La encina ha sido propuesta como árbol nacional de España por el conocido especialista en árboles Rafael Moro,[16]​ que indica como principal problema su presencia escasa en Galicia y nula en las Canarias.

Algunos árboles añosos derribados por el viento consiguen sobrevivir arraigando de nuevo, dando lugar a curiosos ejemplares de troncos retorcidos con formas caprichosas.

Notas

  1. Al igual que el alcornoque, la encina suele conocerse coloquialmente como "chaparro", vocablo que proviene del vasco "txaparro". Su primera acepción, según el Diccionario de la Lengua Española, es el de: "Mata de encina o roble, de muchas ramas y poca altura". Aun así, en gran parte de la Península Ibérica, y muy especialmente en las localizaciones donde se encuentran las grandes superficies de dehesa, los términos "chaparro" y "encina" son sinónimos.
  2. El nombre científico de éste, Ilex aquifolium, deriva del nombre latino de la encina, Ilex
  3. Dicen en Toledo que la encina con mucho "moco" da poco
  4. "Guía para el cultivo de trufa negra (Tuber melanosporum Vittad.)", Daniel Oliach, Daniel Oliach Lesan, Centre Tecnològic Forestal de Catalunya, 2005. ISBN 84-689-5025-4
  5. Ceballos y Fernández de Córdoba, L. & Ruiz de la Torre, J., 1971. Árboles y Arbustos de la España Peninsular ETSI Montes, Madrid. ISBN: 978-84-600-1541-3
  6. De hecho se les denomina "jamón de bellota", como los afamados de Jabugo.
  7. a b c Herrero Uceda, Miguel: "El alma de los árboles". 2008. Elam Editores. ISBN 9788493658502
  8. Chevalier, Jean (1986). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Editorial Herder. pp. 445-446. ISBN 84-254-1514-4. 
  9. Quercus ilex en la base de datos del IPNI
  10. «Quercus ilex». Tropicos.org. Missouri Botanical Garden. Consultado el 18 de diciembre de 2013. 
  11. Sinónimos en Kew
  12. «Quercus ilex». Real Jardín Botánico: Proyecto Anthos. Consultado el 26 de noviembre de 2009. 
  13. a b Gil Chamorro, Alberto: "Árboles singulares de Extremadura"
  14. Palacios, César Javier y Redondo, José Ignacio. Guía de los árboles singulares de España
  15. Biogeografía: Encinares
  16. Moro, Rafael (2007). Guía De Los Árboles De España. Omega (Barcelona). pp. 407 págs. ISBN 8428214395. 

Enlaces externos