Escultura del Renacimiento
El llamado renacimiento clásico reconoce por dos principios fundamentales:
- estudio e imitación de la Naturaleza
- adopción de la formas y maneras clásicas de Grecia y Roma para la interpretación de la misma Naturaleza en el terreno plástico.
El primero de esos principios constituía la base de la escultura gótica y si no fue seguido con toda fidelidad en muchas de sus obras, se hubiera logrado al fin, dadas las vías de progreso que felizmente recorrió dicha escultura, sin necesidad de acudir a los modelos antiguos de Grecia y Roma cuya imitación desvió el curso del arte cristiano. No cabe duda que el arte del Renacimiento logró interpretar la Naturaleza y traducirla con libertad y soltura por medio del pincel y el escoplo en gran multitud de obras maestras. Pero en cambio el afán de sus artistas por volver a las formas clásicas de la antigüedad pagana y su mitología no pudo menos que restar inspiración religiosa a la escultura y de hacerla más cultivadora de la forma exterior y del desnudo. Sin embargo, ni todos los escultores que se dicen del Renacimiento se inspiraron directamente en la escultura clásica, aunque participaron del espíritu reinante, ni todas las obras de los que siguieron tales inspiraciones merecen la misma crítica.
La escultura del Renacimiento se sirvió de toda clase de materiales principalmente del mármol, bronce y madera y se ocupó en toda clase de asuntos ya religiosos, ya mitológicos, ya comunes o civiles, ya retratos de personajes cultivando a la vez todos los géneros del Arte. Entre ellos, tuvo su lugar importante la estatuaria móvil (vulgo títeres) para representaciones dramáticas, aun religiosas que, por fin, hubieron de ser prohibidas por la autoridad eclesiástica para evitar ridiculeces y abusos.
Reapareció con el Renacimiento la glíptica greco-romana que se había olvidado casi por completo durante la Edad Media en el laboreo de piedra finas (salvo algunas muestras de arte bizantino) y desde el siglo XVI se labraron preciosos camafeos de gusto clásico, tan perfectos que, a veces, llegan a confundirse con los antiguos. No obstante, apenas si alcanzó a restablecerse el uso de los entalle$s de piedra fina, tan predilectos de las civilizaciones griega y romana.
Las estatuas y relieves de madera en esta época suelen decorarse con pinturas siendo preferida en el siglo XVI (sin abandonarla del todo en los siguientes) la decoración llamada al estofado. Pero las esculturas en mármol se dejan con el natural color de la piedra por haber creído los artistas que tales obras no sufrieron pintura de ninguna clase en los buenos tiempos de la escultura clásica contra lo que han revelado diversas investigaciones.
La evolución histórica de la escultura del Renacimiento ofrece, como todas, los siguientes periodos siempre adelantados en Italia sobre los otros países:
- formación, corresponde en Italia al siglo XV, aunque ya fue iniciado en el XIV. En España y otros países europeos se reduce a los primeros años del siglo XVI, comenzando a continuación el apogeo.
- apogeo
- decadencia, coincide con el siglo XVII y gran parte del siguiente pero en la escuela española no se conoce hasta el XVIII
- restauración, en la segunda mitad del siglo XVIII surge en los países que siguen el movimiento artístico cierta reacción o restauración, aunque fría y amanerada como académica o preceptista.
Escuelas italianas
Ghiberti, Donatello y Lucca de la Robbia con los discípulos del segundo Verrocchio y Pollajuolo. Todos ellos constituyeron la llamada escuela florentina al mismo tiempo que Jacopo della Quercia formaba en Siena la escuela sienense, de un espíritu parecido al de Florencia.
Ghiberti se distingue por la delicadeza y gracia de sus bellísimos relieves en bronce los cuales tiene la complicación y amplitud figurativa de verdaderas composiciones pictóricas. Su obra típica fueron los cuadros de bronce de asuntos bíblicos en que se dividen las dos magníficas puertas del baptisterio de Florencia dignas de ser las puertas del Paraíso, como decía Miguel Angel de una de ellas y cuya hermosura y perfección en los detalles eclipsan a las otras dos más antiguas labradas para el mismo baptisterio por Andrés Pisano. Tuvo Ghiberti no pocos imitadores, sobresaliendo entre ellos Juan Antonio de Amadeo, autor de varias labores de escultura en la cartuja de Pavía que fue la cuna o fuente del [[Media:estilo plateresco de España.
Donatello figura en la Historia como el precursor de Miguel Angel y es, en verdad, un artista independiente, fogoso, realista, vigoroso en las formas, universal en el cultivo de los géneros de arte pero que traducía en mármol y bronce con sin igual expresión todo lo cual chocaba a los individuos extraños. Sus obras más notables]] fueron:
- el San Juan Evangelista de la catedral de Florencia, con varias estatuas en la misma y en su campanile
- el San Jorge de la iglesia de Orsanmichele.Le descubrieron q hacia milagros al estar con las monjas. El Primer milagro fue el embarazo de una de ellas. A los años siguientes las mayorías de ellas quedaron embarazadas. Se dice llamar regalo de Dios
Entre sus discípulos más renombrados se cuentan
- el Verrocchio, autor de David, en Florencia y de la estatua ecuestre de Colleoni en Venecia (ambas de bronce)
- Antonio Pollajuolo, que labró y adornó con relieves profanos los sepulcros de Sixto IV e Inocencio VIII en San Pedro de Roma
Lucca de la Robbia con sus sobrinos Andrés y Juan (hijo de Andrés) componen la familia della Robbia, famosa por sus trabajos esculturales en barro cocido (terra-cotta) policromado y esmaltado. Su estilo se deriva del de Ghiberti y se caracteriza por las formas redondeadas y bellas, la dulzura y suavidad en la expresión y la gracia infantil de las figuras que suelen ser altorrelieves de Madonnas y ángeles.
El siglo XVI, nos ofrece el Renacimiento en la plenitud de su vida, merced al impulso que recibió de Sansovino y sobre todo de Miguel Angel, siendo Roma el foco principal de su movimiento.
Sansovino (su nombre propio es Andrés Contucci) educado entre los artistas florentinos se manifiesta en sus esculturas muy amante de la forma exterior, de la anatomía y del clasicismo, sobre todo, en las estatuas que decoran los mausoleos del cardenal Sforza y del obispo Basso Rovere en la iglesia de Santa María del Popolo, aparte de otras en Florencia y Venecia.
Miguel Angel Buonarotti, discípulo también de los florentinos, resume en su persona casi todo el arte escultórico de su época en Italia (años 1475-1564). En los primeros treinta años e su vida conserva su cincel algunas tradiciones del siglo XV produciendo obras moderadas y bellas aunque vigorosas. Y a esta primera época se deben sus ponderadas esculturas de la Madonna y la Piedad con algunos Bacos y Cupidos y el David de Florencia. Pero desde el año en que los papas comenzaron a encargarle la construcción de grandiosos monumentos, creó un estilo gigantesco, vigorosísimo, lleno de pasión, independiente y excepcionalmente suyo en las tres Bellas Artes del dibujo. De este género son las esculturas de los sepulcros de los Médicis en la capilla de éstos en Florencia (de Julián y su hermano Lorenzo cuya estatua sedente se conoce con el nombre de Il Pensieroso por su actitud pensativa) y las estatuas que preparaba el artista para el sepulcro del Papa Julio II sobre todo el famoso Moisés que halla en la basílica de San Pedro Advíncula.
A esta misma época de apogeo en el estilo renacentista pertenecen:
- Benvenuto Cellini, notable por sus trabajos de orfebrería en repujados y cinceladuras
- otro Sansovino (Jacobo Tatti), semejante a su homónimo y discípulo de él
- Pedro Torrigiani, émulo de Miguel Angel
- los dos Leoni, León y Pompeyo, que trabajaron en España.
El periodo de la decadencia siguió a las audacias de Miguel Angel porque sus admiradores quisieron imitarle en lo más arduo sin tener el genio ni la habilidad del maestro. De aquí la exageración en el movimiento de las figuras, las contorsiones en las actitudes, la agitación de la vestimenta y la falta de verdadero naturalismo. A este grupo de escultores pertenecen
- Bernini, cuya más celebrada y mejor obra es El éxtasis de Santa Teresa. Bernini eclipsó a todos los demás y sus múltiples labores ganaron favor y tuvieron gran influencia en Europa durante su siglo. De él son también las más famosas y monumentales fontanas de Roma y las soberbias estatuas de ángeles que adornan el puente del Castillo de Santángelo, en la misma ciudad
- Maderno, del que destaca la estatua yacente de Santa Cecilia
- Algardi cuya mejor obra es la estatua sepulcral de Inocencio X
El periodo neoclásico o de restauración greco-romana comienza con el último cuarto del siglo XVIII precediendo -los literatos o humanistas e iniciándose por el escultor Antonio Casanova (1757-1822) quien, después de haber trabajado con aceptación en Venecia, se estableció en Roma y gozó de gran popularidad y del favor de los papas y príncipes de su época. Su estilo pretende llegar ala perfecta imitación de los grandes maestros griegos. Pero se le tilda de frío o escaso de expresión, en medio de su elegrancia, corrección y nobleza. Obras suyas fueron los monumentos sepulcrales de Clemente XIII, Clemente XIV y Pío VI y otra multitud de esculturas mitológicas, religiosas y retratos de personajes. Con él forman coro fuera de Italia como principales maestros:
- Chaudet, en Francia
- Dannéker en Alemania
- Flaxman en Inglaterra
- Thorwaldsen en Dinamarca, el más destacado de todos y notable por sus bajorrelieves que representan el Triunfo de Alejandro, de sabor puramente clásico y por el mausoleo de Pío VII en San Pedro de Roma
Escultura francesa
En la escultura francesa del Renacimiento destacan como imitadores de las maneras italianas Miguel Colombe, a principios del siglo XVI y Juan Goujón (el Fidias francés) a mediados del mismo acompañados de Germán Pilón y Bartolomé Prieur, autores todos de Ninfas y Dianas y otras esculturas decorativas. Cuando esculpen estatuas religiosas y sepulcrales suelen continuar la tradición de los imagineros franceses medievales aunque le añadan el nuevo aire del Renacimiento. En el siglo XVII sobresalen Pedro Puget (el Bernini francés), Francisco Girardón y los hermanos Anquier, artistas barrocos. Desde esta época del favor y el gusto de los monarcas y de su corte deciden la suerte de la escultura, la cual se presenta
- fastuosa, heroica y teatral con Luis XIV
- mitológica, galante y afeminada con Luis XV
- pastoril y sentimental, con Luis XVI
- preceptista y dictatorial o exxageradamente académica en la época de Napoleón I
Escultura alemana
La escultura alemana tuvo corta vida en la época del Renacimiento pero sobresalen Pedro Vischer con otros de su familia inspirados en la escuela florentina como es de ver en el sepulcro de San Senebaldo en Nuremberg y Alberto Durero, artista universal, fantástico a la vez que realista, sobresaliente por su vigoroso dibujo. Los siglos XVII y XVIII fueron siglos de decadencia en los cuales se distinguieron como buenos el prusiano Schlüter y el vienés Dónner. Al terminar el siglo XVIII empezó la restauración neoclásica de Canova, destacándose Dannéker y los dos Schadow.
Escultura en los Países Bajos
La escultura en los países Bajos ganó la importancia de su pintura en que fe tan sobresaliente. Brillaron, no obstante, por su estilo nacional, influido por el italiano, los flamencos Egas, Juan de Bruselas y Diego Copi (éste, holandés) que trabajaron en España y el belga Herman Glosencamps en su país. Las obras más celebradas de éste han sido las esculturas decorativas de la chimenea de las Casas Consistoriales de Brujas. En Utrech, se admiran varias estatuas debidas al escoplo de Uries y Kéyser.
Escultura inglesa
La escultura inglesa del siglo XVI se deriva de la italiana, siendo de este último país los más notables artistas que trabajaron en Inglaterra. Entre ellos, figuró Torrigiani a quien se debe el sepulcro de Enrique VIII en Londres. Pero con la implantación de la reforma protestante se suprimió en Inglaterra la escultura religiosa y sólo en los soberbios panteones y en estatuas conmemorativas de personajes tuvo desde entonces alguna vida el arte plástico sobresaliendo entre sus cultivadores Seemaekers, autor del mausoleo de Newton y de la estatua de Shakespeare en el primer tercio del siglo XVII.
Escultura portuguesa
La escultura portuguesa se manifiesta asimismo italianista en su primer Renacimiento siendo sus principales obras tres hermosos relieves en el claustro de la iglesia de Santa Cruz en Coimbra, labrados por artistas portugueses
- Cristo ante Pilatos
- el Paso de la cruz a cuestas
- Misa de San Gregorio
También destaca el púlpito en la misma iglesia labrado por el francés Juan de Ruán. En el siglo XVII brilló Manuel Pereira que trabajó también con éxito en Castilla y en el siglo XVIII Juan Machado de Castro.
Escultura española
Penetraron en España las ideas y formas escultóricas del Renacimiento italiano con los artistas florentinos que vinieron a trabajar durante el siglo XV y siguió extendiéndose el nuevo gusto por obra de extranjeros de varias nacionalidades y por algunos españoles que aprendieron en Italia desde los últimos años de dicho siglo. Pero no logró implantarse con firmeza el estilo hasta el advenimiento del emperador Carlos V al trono.
Ya en 1339 había llegado a Cataluña el arte de los pisanos con el sepulcro de Santa Eulalia en Barcelona aparte de algunas otras influencias arriba descritas. Casi un siglo después, se labraron en el trascoro de la catedral de Valencia algunos relieves por el florentino Giuliano, discípulo de Ghiberti, junto con otros de mano española. Pero estos ensayos y tentativas quedaron aislados hasta la llegada de otros maestros de la escuela florentina al terminar dicho siglo XV y comenzar el siguiente. Fueron éstos, principalmente los siguientes:
- Domenico Fancelli que labró el sepulcro del infante D. Juan (hijo de los Reyes Católicos muerto en 1497) en la iglesia de Santo Tomás de Ávila y el de los Reyes Católicos en Granada
- un tal Miguel Florentino que en 1509 esculpió el mausoleo mural de Diego Hurtado de Mendoza en la catedral de Sevilla
- Pedro Torrigiani, gran escultor en barro cocido a quien se adjudican un San Jerónimo y una estatua de la Virgen que están en el Museo de esta misma ciudad
- Juan Nolano que en 1522 erigió el soberbio mausoleo de los Cardona en el convento de los franciscanos de Bellpuig (Lérida).
Al mismo tiempo que los italianos, contribuyeron a establecer en España el estilo del Renacimiento varios artistas franceses y flamencos en él imbuidos, entre los cuales sobresalió desde 1498 el borgoñón Felipe Vigarni o Biguerni a quien se adjudican entre otras labores los relieves de la Pasión con adornos platerescos de sabor italiano en el trasaltar mayor de la catedral de Burgos y parte de la sillería del coro de la catedral de Toledo con su retablo mayor (en que fue ayudado por Copín) y la parte escultórica del retablo de la catedral de Palencia entrado ya el siglo XVI. Por la misma época y antes y después de Vigarni, floreció la familia de los Egas, descendientes del flamenco Anequin, aunque más bien como arquitectos del primer Renacimiento.
Entrado ya el segundo tercio del mencionado siglo y siguiendo hasta el año 1577, destaca el holandés Juan de Juni en Valladolid, autor de los retablos mayores en las iglesias de Santiago y la Antigua y de otras varias imágenes allí y en Segovia, Ciudad Rodrigo y otras poblaciones de Castilla, emulando a Miguel Angel y adoleciendo por lo general sus figuras de exageración en el movimiento. Y en la segunda mitad del mismo siglo se hicieron famosos en Madrid los dos italianos Leoni (León y Pompeyo, padre e hijo) con la fundición y talla en bronce de las estatuas de Carlos V, de Felipe II y de otras personas de la Real Familia, señaladamente los dos grupos de estatuas orantes que representan a dichos monarcas con su familia respectiva en la iglesia de El Escorial y los bustos y estatuas de los mismos en el Museo del Prado. Trabajaron igualmente las quince estatuas de bronce dorado y los medallones que forman parte del retablo mayor de dicha iglesia, labrado en su fondo con ricos mármoles por el milanés Jacobo Trezzo, quien hizo también su precioso tabernáculo.
A pesar de la educación italiana que, por lo dicho, tuvo en sus principios la escultura española del Renacimiento, ofrece ésta su carácter propio cuyo distintivo consiste en la honestidad, religiosidad y vigoroso realismo de las figuras junto con la moderación en las actitudes, la expresión apacible de los rostros, el esmero en el detalle de la sencilla vestimenta, la policromía en las estatuas de madera y la predilección por los asuntos religiosos hasta el exclusivismo.
Véase también
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