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En general la destrucción de las iglesias se recibía con más indiferencia que excitación. <ref name=thomas /> Casi todas las que se salvaron en la zona republicana fueron reacondicionadas como almacenes, [[Casa del pueblo|casas del pueblo]], u otros usos públicos. Hasta años posteriores se prohibieron las manifestaciones públicas de culto. Los símbolos religiosos fueron también blanco de la ira de los milicianos; muchas estatuas fueron destruidas o mutiladas de forma rutinaria. <ref name=beevor /> <ref name=thomas /> <ref name=payne /> |
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La actual Comunidad autónoma del [[País Vasco]] y la Comunidad Foral de [[Navarra]] permanecieron ajenas a la citada violencia religiosa. La población del territorio vasco ha sido tradicionalmente muy religiosa; allí la Iglesia se mantuvo siempre muy unida a la tierra, las parroquias eran el punto de reunión natural en las zonas rurales, y el nivel de católicos practicantes, que en el conjunto de España no alcanzaba el 30%, era en el País Vasco de más del 50%. <ref name=thomas /> De hecho el [[PNV]], el principal partido [[Nacionalismo|nacionalista]] vasco, ha tenido desde sus orígenes una importante tradición religiosa católica, anticipándose al surgimiento de los modernos partidos [[Democracia cristiana|democratacristianos]]. La iglesia vasca, por su parte, siempre había dado amplio apoyo al movimiento independentista. <ref name=thomas /> |
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Esta situación, diametralmente opuesta a la del resto del territorio español, hizo que tras la toma del País Vasco por parte de las [[bando nacional|tropas nacionales]] los sacerdotes identificados como nacionalistas vascos fueran también blanco de la represión. 16 sacerdotes fueron fusilados por las tropas franquistas en 1936 por sus ideas nacionalistas. La [[Conferencia Episcopal Española]] ignoró el hecho. <ref name=beevor /> <ref name=thomas /> <ref name=payne />El Vaticano protestó por el hecho, aunque dicha protesta no se hizo pública en su día, y los fusilamientos fueron ignorados por la propaganda nacionalista; <ref name=beevor /> <ref name=thomas /> <ref name=payne /> <ref>{{cita web|url=http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=11280|título=LA IGLESIA SIGUE EXCLUYENDO DE LA SANTIDAD A LOS CURAS VASCOS FUSILADOS POR FRANCO|autor=[[Andrés Villena]]|editor=elplural.com|fecha=29/04/2007|fechaacceso=05/06/2010}}</ref> ninguno de ellos ha sido beatificado todavía, bajo el argumento de que no murieron por ser sacerdotes, sino por ser nacionalistas. <ref>{{cita web|url=http://www.derechos.org/nizkor/espana/doc/lekuona.html|título=El recuerdo de los curas vascos fusilados por los franquistas golpea en la desmemoria de la Iglesia|autor=[[Equipo Nikzor]]|fecha=6 de mayo de 2007|fechaacceso=05/06/2010}}</ref> |
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==Consecuencias== |
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El Terror Rojo en España es el nombre con el que se calificó desde el bando nacional a una sucesión de acciones violentas cometidas en el territorio del bando republicano durante la Guerra Civil Española [1] [2]. En general, se considera que el término Terror Rojo es el argumento definitivo de los sublevados para reprimir y privar de derechos a los perdedores de la Guerra Civil.[3][4]
Dichas acciones, al igual que las originalmente ocurridas durante la revolución Bolchevique, eran cometidas por grupos de revolucionarios contra aquellos a los que percibían como sus enemigos de clase. En España, eso incluía tanto a empresarios, industriales, terratenientes y políticos de la derecha como a miembros y bienes de la iglesia Católica, a quien tradicionalmente las fuerzas de izquierda había visto siempre como alineada junto a las clases capitalistas y reaccionarias, y actuando como un factor necesario para la represión psicológica del obrero. [2] [5] [6]
Aunque el anticlericalismo no era exclusivo de las fuerzas revolucionarias, la violencia contra la Iglesia y sus miembros por parte de integrantes de los grupos radicales de izquierda en las fases inmediatamente posteriores al levantamiento del 18 de Julio fueron bautizados como "Terror Rojo" por la maquinaria de propaganda del bando nacional. Esta usó los incidentes como justificación a posteriori de la necesidad del levantamiento armado para detener los desmanes de la "horda roja", aunque estos se iniciaran después del levantamiento. [2] [5]
Así, los saqueos y quema de monasterios e iglesias y el asesinato de miembros del clero Católico se convirtieron en una característica percibida en las fuerzas leales al Gobierno de la República y opuestas al golpe de estado, gracias a las crónicas sensacionalistas de los corresponsales extranjeros destacados en el país. [2] [5] A pesar de que el total de incidentes fuera enormemente exagerado en la época, [7] de que no fuera ordenada por el gobierno sino ejecutada por grupos incontrolados, [8] [9] y de que su cantidad fuera proporcionalmente inferior al de otros incidentes, [10] se construyó una imagen de anticlericalismo radical y violento por parte del Gobierno de la República que afectó muy negativamente a su imagen internacional e influyó en la política de no intervención predominante en Gran Bretaña y Francia, así como en el apoyo incondicional de la Iglesia al bando nacional, que llevaría posteriormente al Nacionalcatolicismo. El Terror Rojo pasó así de tener un significado originalmente de violencia política encuadrada en la lucha de clases, a ser sinónimo de intolerancia y persecución religiosa.
Antecedentes
La proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 trajo consigo la constitución de un gobierno laico, que promovió la separación Iglesia-Estado mediante la Constitución de la República Española de 1931. En ella se declaraba expresamente las libertades de conciencia y de culto. [11] Además, se recortaba de forma determinante la influencia de la Iglesia Católica en la sociedad española, eliminando su control de los cementerios, [11]imponiendo la obligación de obtener autorización para poder realizar actos públicos de culto, [11] y sobre todo estableciendo la obligatoriedad de que la educación fuera laica y estuviera en manos del estado, prohibiendo a las órdenes religiosas dedicarse a la misma, [12] [13] aunque se reconocía el derecho de cada culto a enseñar sus doctrinas fuera de los colegios públicos. [13]
La Constitución de 1931 también recortó de forma crucial la influencia económica de la Iglesia Católica y las órdenes religiosas en España: pasaron a ser consideradas como "Asociaciones sometidas a una ley especial"; se les retiraba toda subvención o ayuda por parte del Estado, las regiones, las provincias y los municipios; se disolvía cualquier orden en la que se prestara voto de "obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado" (como en la Compañía de Jesús, en que se presta voto de obediencia al Papa); se les prohibía dedicarse a la industria, al comercio, o acumular más bienes de los considerados necesarios para sus fines; y se les obligaba a pagar impuestos y declarar anualmente sus ingresos y bienes. [12]
Los grupos sociales más cercanos a la Iglesia Católica protestaron de inmediato contra estos recortes, adoptando la postura de que suponían un ataque a las libertades de los católicos (a pesar de estar dirigidos a la Iglesia como institución y a las órdenes religiosas). En 1933, el Papa Pío XI publicó la encíclica Dilectissima Nobis (Sobre la injusta situación creada a la Iglesia Católica en España).[14] En ella se quejaba del contenido de la reciente Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas (que articulaba los recortes presupuestarios y en materia de posesión de bienes), así como de la pretensión de separación Iglesia-Estado, a la que calificaba de "gravísimo error" y "funesta consecuencia del laicismo". El argumento de que los recortes presupuestarios y las expropiaciones de bienes se debían a un anticlericalismo feroz y sin justificación promovido desde el Estado, ya presentado en la encíclica, se convirtió en una constante en las obras posteriores, hasta el punto de que algunos autores han afirmado que la masonería desempeñó un papel importante en las decisiones del Gobierno, ya que relevantes cargos del Gobierno pertenecían a la misma, así como al menos 183 diputados en las Cortes del Parlamento Español.[15] Este concepto de la masonería como grupo en la sombra profundamente anticlerical sería también defendido por los apologetas del Franquismo en años posteriores [16].
En cualquier caso, el giro laicista introducido por la Segunda República provocó una radicalización de las posturas favorables a la Iglesia Católica y su papel en el Estado, lo que llevó a una confrontación directa que acentuó el anticlericalismo ya existente en la España de la época. [2] [5] [6]
Antes de 1936
El término "Terror Rojo" se empleó por primera vez [17]para definir las últimas seis semanas del período conocido como El Terror durante la Revolución francesa, que finalizaron con la ejecución de Maximilien Robespierre. En contraposición, se llamó Terror Blanco al período represivo inmediatamente posterior, en el que las anteriores víctimas se transformaron en verdugos.
Tras la revolución rusa de 1917, se llamó "Terror Rojo" a un período de tiempo entre 1918 y 1922 durante el cual los Bolcheviques efectuaron una campaña de arrestos y ejecuciones masivas. Antes de la Guerra Civil el término "Terror Rojo" se empleaba exclusivamente en referencia a dicho período. Tras iniciarse la guerra, las fuentes de propaganda del bando nacional reacuñaron el término para referirse a los incidentes de asesinatos organizados que ocurrieron en el bando republicano, hablando de un "nuevo Terror Rojo". [2] [5] [6]
Algunas fuentes han argumentado que el concepto mismo de "Terror Rojo" debe considerarse como iniciado durante la sofocada Revolución de Asturias de 1934, que ocasionó la muerte de 37 miembros del clero y la quema de 58 iglesias. [15][18] Sin embargo, los brotes de violencia ocasionados por el anticlericalismo venían ocurriendo de forma habitual desde el siglo XIX, es decir, mucho antes del primer uso moderno del término como referencia a violencia política originada por un partido revolucionario. Estos brotes se daban cada vez que se producía una disminución en el control del gobierno por efecto de una revuelta o incidente social similar; incluso la proclamación misma de la Segunda República vino acompañada de la quema de unas 20 iglesias, sin víctimas mortales. [5]
Tras el golpe de estado
Los primeros días tras el golpe de estado se unieron dos factores determinantes en el estallido de asesinatos en el territorio controlado por la República: con el fin de apagar los focos de rebelión se repartieron armas a los obreros integrados en milicias (o estos las consiguieron por su cuenta), controladas por los partidos políticos y sindicatos, no por el Gobierno; y la rendición de los militares sublevados en las plazas donde el golpe fracasó destapó la trama de conjuras alrededor de la planificación del mismo, exponiendo la intervención de grupos de ultraderecha y extendiendo la sospecha de "golpistas" sobre todas las organizaciones y clases sociales que en alguna ocasión habían apoyado políticamente a tales grupos, lo cual incluía a políticos de la derecha y la Iglesia Católica. [2] [5] [6]
La entrega de armas a contingentes fuera del control del Estado, unida a una identificación, cierta o no, de enemigos de la República, se unió a la oportunidad de realizar ajustes de cuentas personales. [2] Los asesinatos extrajudiciales empezaron con la ejecución de golpistas tras rendirse en las zonas donde el alzamiento fracasó. De ahí, siguió con el arresto indiscriminado, seguido en ocasiones del asesinato, de sospechosos de haber apoyado el golpe: principalmente industriales, terratenientes, gente de ideología política claramente derechista, y religiosos. [6]
El tema de hasta donde llegaron las responsabilidades políticas en esta fase inicial de crímenes es objeto de cierta disputa. La línea más común en la historiografía independiente afirma que la gran mayoría de casos se debieron principalmente a una explosión de ira en el bando republicano o a revanchismo individual amparado en la falta de control, y que como tal, se apagaron hasta desaparecer a inicios de 1937 cuando el Gobierno finalmente logró tomar las riendas de los grupos de milicianos armados. [2] [5] [6] Otros historiadores, encabezados por Pío Moa y César Vidal afirman que el Gobierno de la República y los principales partidos políticos que lo formaban eran perfectamente conscientes de lo ocurrido, y favorecían dichas acciones de manera abierta y constante.
La represión se inició de forma espontánea persiguiendo a golpistas hechos prisioneros (como Fanjul o Goded), y a aquellos percibidos como enemigos de clase: militantes o simpatizantes de la CEDA o de Falange Española (como Primo de Rivera o Ledesma), pero también terratenientes y nobles (como de la Quadra Salcedo), empresarios e industriales, católicos reconocidos (como Rovira i Roure) e incluso políticos republicanos contrarios a la revolución social (como Melquíades Álvarez). Se formaron patrullas de milicianos armados con el objetivo de arrestar y juzgar a los "enemigos del pueblo". Aunque varios de los ejecutados sumariamente podían haber hecho méritos para conseguir semejante destino, [19] el vacío de poder causado por el golpe, rellenado de facto por los recientemente armados grupos de las milicias obreras sin supervisión, dio pié a la posibilidad de ajustar cuentas personales sin temor a castigo, lo cual resultó una tentación demasiado grande para muchos. [20] [5] [6] [2] Del mismo modo, el calor del combate en los primeros días provocó varios incidentes de asesinatos masivos de prisioneros cuando los milicianos lograban reducir un núcleo golpista después de una defensa armada intensa, como sucedió en el cuartel de Simancas y el cuartel de la Montaña.
En las grandes ciudades se instituyeron las checas con el fin de actuar como policía política, aunque algunas (como la dirigida por Agapito García Altadell) eran simples bandas criminales con afán de lucro personal, que se amparaban bajo la cobertura de los partidos y sindicatos para alcanzar sus objetivos personales. [5] [6] [2] Los presos eran muchas veces objeto de "paseos" (eran trasladados a las afueras, donde se les ejecutaba y se abandonaba el cadáver). En ocasiones estos asesinatos se realizaban de forma masiva, en las llamadas sacas de presos; en estas se reunía a presos de distintas checas o cárceles (como las de Porlier o la Modelo de Madrid), muchas veces con el pretexto de un traslado, cuando realmente su destino era una ejecución extrajudicial y una fosa común. Las mas famosas de ellas fueron las posteriormente bautizadas como matanzas de Paracuellos.
Las violaciones y demás vejaciones a las mujeres (como en el caso de las llamadas enfermeras mártires de Somiedo) fueron proporcionalmente muy infrecuentes. [21]
A partir de 1937
Pérdidas
Víctimas
La mayoría de hispanistas de prestigio, aunque difieren en las cifras, defienden que la represión en el bando republicano fue de menor duración que su equivalente en el bando nacional, y muy inferior a lo que la propaganda franquista proclamó en su día y con posterioridad a la guerra. [22] Todos coinciden en afirmar que se redujo a una mínima expresión a partir de la primavera de 1937, pasando a centrarse más en purgas de disidentes republicanos y milicianos que en represión según clase social. [2] [5] [6] [23]
El macrojuicio conocido como Causa General, celebrado tras la guerra, por parte del nuevo Gobierno liderado por Francisco Franco, se ha considerado durante mucho tiempo como la fuente de la cifra oficial de muertos a causa de la represión en la zona republicana a pesar de las críticas recibidas. Las cifras que se extraen de la misma hablan de 85.940 asesinados en total. La cifra que consta en el Santuario Nacional de Valladolid es de 54.594. [5]
La cantidad de seglares asesinados fue muy superior a la de religiosos. La cifra de muertos entre los miembros de la Iglesia Católica según dicha fuente se eleva a 6.832: 282 monjas, 13 obispos, 4.172 párrocos y curas de distinto rango, 2.364 monjes y frailes (entre ellos 259 claretianos, 226 franciscanos, 204 escolapios, 176 maristas, 165 Hermanos Cristianos, 155 agustinos, 132 dominicos y 114 jesuitas). [2] [24] La distribución de dichos muertos fue muy desigual; en algunas diócesis bajo control de la república apenas hubo víctimas entre el clero, mientras que en otras, como Barbastro, fue asesinado hasta un 88%. [2] También variaron mucho los grados de ensañamiento para con las víctimas; mientras unos fueron fusilados sin mas, otros fueron torturados antes de morir. [2] [5] [6]
La Iglesia Católica siempre ha considerado a los religiosos muertos durante el conflicto como mártires por la fé. Muchos han sido beatificados desde que terminó la guerra, varios centenares en el mismo Vaticano; 233 en el año 2001, y otros 498 en 2007.
Edificios y demás patrimonio
Los bienes de los llamados "enemigos del pueblo" solían ser confiscados, en ocasiones por la fuerza y con gran violencia. Los bienes productivos (tierras de labranza, talleres y fábricas) volvían de inmediato al trabajo, esta vez controlados por comités revolucionarios. Aunque, al igual que en la violencia contra las personas, se produjeron casos de saqueos y robos, la tendencia general fue la de socializar los bienes incautados. Los palacetes y mansiones se convertían en nuevas sedes de los partidos políticos y sindicatos, los bienes se repartían entre la gente o quedaban en depósito para uso comunal. [2] [5] [6]
Los estallidos de violencia también afectaron en gran medida a las posesiones de la Iglesia Católica y las órdenes religiosas. En estos casos, el móvil era más la destrucción que el robo [25] Muchas colecciones de arte sacro pudieron ser salvadas de la destrucción in extremis por funcionarios públicos [26] Aunque en Madrid se salvaron en un primer momento gran parte de las iglesias y demás edificios religiosos merced a la intervención del gobierno, en muchos lugares estos mismos edificios fueron pasto de las llamas después de ser saqueados (en Barcelona, por ejemplo, solo lograron salvarse la Catedral y el monasterio de Pedralbes).
En general la destrucción de las iglesias se recibía con más indiferencia que excitación. [5] Casi todas las que se salvaron en la zona republicana fueron reacondicionadas como almacenes, casas del pueblo, u otros usos públicos. Hasta años posteriores se prohibieron las manifestaciones públicas de culto. Los símbolos religiosos fueron también blanco de la ira de los milicianos; muchas estatuas fueron destruidas o mutiladas de forma rutinaria. [2] [5] [6]
La excepción vasca
La actual Comunidad autónoma del País Vasco y la Comunidad Foral de Navarra permanecieron ajenas a la citada violencia religiosa. La población del territorio vasco ha sido tradicionalmente muy religiosa; allí la Iglesia se mantuvo siempre muy unida a la tierra, las parroquias eran el punto de reunión natural en las zonas rurales, y el nivel de católicos practicantes, que en el conjunto de España no alcanzaba el 30%, era en el País Vasco de más del 50%. [5] De hecho el PNV, el principal partido nacionalista vasco, ha tenido desde sus orígenes una importante tradición religiosa católica, anticipándose al surgimiento de los modernos partidos democratacristianos. La iglesia vasca, por su parte, siempre había dado amplio apoyo al movimiento independentista. [5]
Esta situación, diametralmente opuesta a la del resto del territorio español, hizo que tras la toma del País Vasco por parte de las tropas nacionales los sacerdotes identificados como nacionalistas vascos fueran también blanco de la represión. 16 sacerdotes fueron fusilados por las tropas franquistas en 1936 por sus ideas nacionalistas. La Conferencia Episcopal Española ignoró el hecho. [2] [5] [6]El Vaticano protestó por el hecho, aunque dicha protesta no se hizo pública en su día, y los fusilamientos fueron ignorados por la propaganda nacionalista; [2] [5] [6] [27] ninguno de ellos ha sido beatificado todavía, bajo el argumento de que no murieron por ser sacerdotes, sino por ser nacionalistas. [28]
Consecuencias
Las víctimas del Terror Rojo fueron ensalzadas y glorificadas como mártires en la Cruzada Nacional contra el comunismo por parte del régimen franquista. Este mecanismo fue empleado sobre todo por Falange Española; tras la guerra, el comunismo internacional, y sobre todo la URSS, fueron considerados el origen de todos los males de España, incluyendo la reciente Guerra Civil. Se acrecentó una fuerte necesidad de revancha, que encontró salida en la represión de todos los sospechosos de connivencia con el comunismo, y por extensión la República (los llamados desafectos), así como en la solicitud de voluntarios para el Frente Ruso a partir de 1941, encuadrados en la División Azul. [29]
El nacionalcatolicismo
El Valle de los Caídos
En 1940, por orden de Franco se inició la construcción del Valle de los Caídos, un enorme conjunto monumental en recuerdo de los caídos del bando nacional durante la Cruzada Nacional. Formado por una basílica, una abadía y una enorme cruz de unos 150 metros de altura. Allí están enterrados Primo de Rivera y el propio Franco.
La Causa General
Tras la guerra, el nuevo Gobierno liderado por Francisco Franco realizó un juicio mastodóntico, la Causa General Instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España, conocida abreviadamente como Causa General, en la cual durante dos décadas se recopiló de forma exhaustiva una relación de todos los crímenes cometidos en territorio republicano. Organizaciones como Amnistía Internacional han expresado sus dudas acerca de la misma. [30]
Biliografía
- Beevor, Antony (2005). «7 - El terror rojo». La Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica. p. 899. ISBN 84-8432-665-3
|isbn=
incorrecto (ayuda). Consultado el 26 de mayo de 2010. - Esparza, José Javier. El Terror Rojo en España. Áltera. p. 375. ISBN 978-84-96840-04-1. Consultado el 26 de mayo de 2010.
- Montero Moreno, Antonio (1961). Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939. Editorial Católica. p. 883. Consultado el 26 de mayo de 2010.
- Thomas, Hugh (2004). La Guerra Civil Española. 2 volúmenes. Random House Mondadori. p. 1164. ISBN 84-9759-832-6.
- Payne, Stanley (2005). El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil (1933–1936). Madrid: La Esfera de los Libros. ISBN 84-9734-327-1. Consultado el 26 de mayo de 2010.
Notas
- ↑ Esparza, José Javier, Op. Cit.
- ↑ a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r Beevor, Antony, Op. Cit.
- ↑ Cazorla, Antonio (2000). Las políticas de la victoria. La consolidación del Nuevo Estado franquista (1938-1953). pp. 98 y ss. Madrid: Marcial Pons Historia. p. 266. ISBN 8495379198. Consultado el 26 de mayo de 2010.
- ↑ Cenarro, Ángela (2002). Segon Congrés Recerques. Enfrontaments civils: Postguerres i reconstruccions, ed. La lógica de la guerra, la lógica de la venganza: violencia y fractura social en una comunidad bajoaragonesa, 1939-1940. vol II, pp. 1102-1117. Lérida: Associació Recerques y Pagés Editors.
- ↑ a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s Thomas, Hugh, Op.Cit.
- ↑ a b c d e f g h i j k l m n Payne, Stanley, Op.Cit.
- ↑ "[...]; los nacionales afirmaron que había habido medio millón de asesinatos en la zona republicana, aunque después de la guerra redujeron esa cifra a la, también inflada, de 55.000.", Beevor, Op. Cit.
- ↑ Montero, Op.Cit.
- ↑ Mons. Vicente Cárcel. Conferencia Episcopal Española, ed. «El siglo de los mártires y la persecución religiosa en España». Consultado el 26 de mayo de 2010.
- ↑ Conferencia Episcopal Española (ed.). «Relación de víctimas y beatificaciones». Parámetro desconocido
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ignorado (se sugiere|fechaacceso=
) (ayuda) - ↑ a b c "La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública.
Los cementerios estarán sometidos exclusivamente a la jurisdicción civil. No podrá haber en ellos separación de recintos por motivos religiosos.
Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno.
Nadie podrá ser compelido a declarar oficialmente sus creencias religiosas.
La condición religiosa no constituirá circunstancia modificativa de la personalidad civil ni política salvo lo dispuesto en esta Constitución para el nombramiento de Presidente de la República y para ser Presidente del Consejo de Ministros.", Texto íntegro del artículo 27, Wikisource:Constitución de la República Española de 1931: TÍTULO III - ↑ a b "Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial.
El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas.
Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero.
Quedan disueltas aquellas Órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes.
Las demás Órdenes religiosas se someterán a una ley especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustada a las siguientes bases
1. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado.
2. Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro especial dependiente del Ministerio de justicia.
3. Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos.
4. Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.
5. Sumisión a todas las leyes tributarias del país.
6. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación con los fines de la Asociación.
Los bienes de las Órdenes religiosas podrán ser nacionalizados.", Texto íntegro del artículo 26, Wikisource:Constitución de la República Española de 1931: TÍTULO III - ↑ a b "El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos.", Texto íntegro del artículo 48, Wikisource:Constitución de la República Española de 1931: TÍTULO III - ↑ Pio XI. «Dilectissima Nobis». Ciudad del Vaticano. Consultado el 26 de mayo de 2010.
- ↑ a b Redzioch, Wlodzimierz (entrevista a Mons. Vicente Carcel Orti). Catholic Culture, ed. «The Martyrs of Spain's Civil War».
- ↑ de Miguel, Amando (1975). Sociología del franquismo. Euros. p. 368. Consultado el 26 de mayo de 2010.
- ↑ ten Brink, Jan (1899). Robespierre and the Red Terror. ISBN 1-4021-3829-6. Parámetro desconocido
|otro=
ignorado (ayuda) - ↑ Del mismo modo, Pío Moa y César Vidal han insistido en el mismo concepto en varios de sus libros.
- ↑ Thomas y Payne refieren los casos del fusilamiento de ex pistoleros de la patronal como Ramón Sales e Inocencio Faced, considerados responsables de los asesinatos de Layret, Boal y Seguí
- ↑ Thomas refiere, entre otros, casos de labradores en Andalucíaque fueron denunciados como fascistas (y posteriormente ejecutados) por personas que les debían dinero, un médico que se salvó por los pelos de la denuncia de un paciente insatisfecho, o un juez asesinado en su casa frente a su familia por un ex-convicto al que había condenado meses antes.
- ↑ En lo que se refiere al clero, la proporción de monjas asesinadas fue muy inferior a la de hombres (282 en total). En la Causa General se refiere un único caso de violación a una monja, que fue posteriormente desmentido.
- ↑ Thomas habla de acusaciones durante la guerra de hasta 300.000 muertos por la represión en el bando republicano.
- ↑ Beevor da estimaciones de 200.000 represaliados en el bando nacional y 60.000 en el republicano; Julius Ruiz cita 37.843 ejecuciones confirmadas en el bando republicano, por 150.000 estimadas en el nacional; Payne habla de 50.000 asesinados en el bando nacional durante la guerra, y una cantidad indeterminada (aunque indudablemente mayor) al acabar la misma, contra unos 61.000 asesinados por los republicanos, según el bando franquista y sin posibilidad de comprobación. Por contra, César Vidal, en su libro "Checas de Madrid" (ISBN 84-9793-168-8) habla de 110.965 asesinados en el bando republicano (más de los que contabiliza la Causa General), 11.705 de ellos solo en Madrid, sin citar una cantidad de represaliados en el bando nacional.
- ↑ Según Thomas, basado en el Anuario Estadístico de España de 1931, la población de religiosos era de 115.000 personas: 20.000 monjes y frailes, 60.000 monjas y 35.000 sacerdotes de distinto rango.
- ↑ Thomas cita el caso de un niño al que reprende un anarquista por robar una silla en lugar de quemarla.
- ↑ En Barcelona, se salvaron casi todas las obras de arte y bibliotecas gracias a una decidida intervención de funcionarios de la Generalidad; Thomas, Op.Cit.
- ↑ Andrés Villena (29 de abril de 2007). elplural.com, ed. «LA IGLESIA SIGUE EXCLUYENDO DE LA SANTIDAD A LOS CURAS VASCOS FUSILADOS POR FRANCO». Consultado el 05/06/2010.
- ↑ Equipo Nikzor (6 de mayo de 2007). «El recuerdo de los curas vascos fusilados por los franquistas golpea en la desmemoria de la Iglesia». Consultado el 05/06/2010.
- ↑ Salvador, Tomás (1954). División 250. Barcelona: Ediciones G.P.
- ↑ Sección española de Amnistía Internacional. «España: poner fin al silencio y a la injusticia. La deuda pendiente con las víctimas de la guerra civil y del régimen franquista». Consultado el 26 de mayo de 2010.