Yo

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 15:34 6 nov 2014 por Pla y Grande Covián (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.

El concepto de yo (y su étimo latino ego) es un término difícil de definir de buenas a primeras dadas sus diferentes acepciones.[1]​ A lo largo de la historia su definición se ha relacionado con otros términos como psique, ser, alma, conciencia. La aproximación académica hace precisiones según la disciplina desde la que se enuncie. El estudio del yo abarca tanto disciplinas de orientación biológica, (psicobiología, neurobiología, neuropsicología, etc.), como disciplinas de corte filosófico y humanista. El término yo se relacionaría con los conceptos de conciencia y cognición.

La pregunta por el yo es quizás uno de los cuestionamientos fundamentales de la humanidad, por lo que no solo ha sido enunciada en el contexto de la ciencia sino en diversos sistemas religiosos y espirituales a lo largo de la historia humana.

En los distintos períodos de la historia han existido diversas opiniones acerca de la índole del yo. Para las concepciones "clásicas", el yo ha sido una substancia ya sea un "alma" substancial o meramente una cosa. Otros teorías niegan toda substancialidad del yo, considerándole solo como un epifenómeno, una función, o un complejo de sensaciones e impresiones. Por último, han existido también teorías que buscan una solución ecléctica intermedia o que se han fundado en algún otro principio divergente.

El yo en la lingüística

Si se tiene en cuenta que el lenguaje (o más exactamente, el lenguaje simbólico) es la premisa racional para todo pensar humano ha de saberse que en el idioma español castellano la palabra yo[2]​ tiene etimología netamente latina ya que es una variación del antiguo latín vulgar eo que a su vez es una simplificación de la palabra latina clásica ego. Dentro de la gramática española la palabra yo es un pronombre personal en primera persona con la cual se autorefiere como forma de nominativo un sujeto sea de género femenino o sea de género masculino. En español la palabra yo también incluye la función deíctica por la cual el sujeto queda autoindicado.

Para el lingüista francés Émile Benveniste el yo (moi) puede ser entendido también a nivel del discurso. El yo es el pronombre básico que indica persona (yo/tú) y solo puede ser definido y existente en una instancia discursiva y en relación con un otro (esta relación dialógica del yo-tú ya había sido observada por el filósofo existencialista Martin Buber). Según Benveniste, "Yo puede identificarse solamente por el ejemplo de discurso que lo contiene" y, simétricamente se definiría Tú como "el individuo al que se habla en el ejemplo actual del discurso que contiene la muestra (deixis) lingüística tu". En cuanto al pronombre "él" para Benveniste es una no-persona.

El yo en la antropología

En antropología su uso designa el yo desde cuyo punto de vista se consideran las relaciones de parentesco o filiación.

El yo en filosofía

En español según una explicación simplista que aporta la RAE en su DRAE el yo señala la realidad personal del que habla o del que escribe y refiere asimismo a todo sujeto humano en su calidad de persona.

El concepto de yo ha desempeñado un lugar central en la obra de numerosos filósofos; por ejemplo en la enunciación original (en francés) del cogito ergo sum hecha por Descartes (quien usa la palabra francesa je como equivalente yo). En cuanto a Kant, éste filósofo trata al ego principalmente como una base de la gnoseología, para Kant el yo es la unidad asociada a la totalidad de las representaciones y el "yo pienso" es la pura apercepción, así gnoseológicamente el yo es la transcendental unidad de apercepción, tal unidad posee un carácter objetivo que le hace diferir del carácter subjetivo de la conciencia. Pero ese yo es un yo del conocimiento, en cuanto se le plantean a Kant cuestiones derivadas del paso de la razón teórica a la razón práctica le es imposible conservar el criterio de la unidad aperceptiva transcendental por lo que se hace necesario la inclusión del ego en una realidad más amplia la cual en lugar de preceder a la sociedad y a la historia tal unidad más amplia es la mismísima historia, así, pese a las grandes diferencias ocurridas entre ambos pensadores el ego kantiano tiene similitudes con la Razón en cuanto es dialecticamente equiparable al "espíritu" (Geist) que teoriza Hegel aunque tanto la "Razón" (acaso equiparable al logos) y el "espíritu" (o "Geist") hegelianos resultan algo muy superior al ego y el ego les es subordinado en el devenir de la historia.[3]
Para Schopenhauer, quien se consideraba proseguidor de Kant y a la vez se encontraba influido por la idea de maya procedente del hinduismo y del budismo el yo era una expresión o representación (Vorstellung) ilusoria de una voluntad (Wille) material e inconsciente.[4]​ Luego el concepto de yo toma especial relevancia en la filosofía romanticista que se halla en los sistemas del joven Schelling[5]​ y en la obra de Fichte. Estos dos pensadores consideraban que el yo común tenía como referente a un Yo absoluto que era totalmente incondicionado y la base de todo conocimiento; muy importante es saber que para Fichte el Yo (aquí con mayúscula ya que no es un "mero" yo, sino una especie de entidad superior) es la realidad previa a la separación entre sujeto y objeto (sin los matices metafísicos[6]​ más de un siglo después Jacques Lacan llegará a algunas conclusiones preliminares semejantes aunque en un contexto muy diferente).

Omitiendo a los postkantianos y replanteando al cogito cartesiano; Sartre considera que el ego no es un «habitante» de la conciencia, tampoco es la base de la conciencia ni puede ser confundido con la misma sino que es un objeto pasible de ser estudiado por la conciencia, es decir el ego transciende a la conciencia en cuanto puede virtualmente ser situado fuera de la conciencia, por ende el ego en la teoría de Sartre es un objeto proyectado fuera de la conciencia y no es ni la conciencia ni el sujeto, aunque en el discurso vulgar o ingenuo usual los conceptos conciencia, ego y sujeto suelen ser confundidos en una sola cosa: la conciencia puede estudiar al ego y eso significa que el ego puede ser puesto como transcendente por y para la conciencia (la palabra "transcendencia" en el discurso sartreano está exenta de significado metafísico, espiritual o preternatural, el ego es transcendente porque "está afuera de la conciencia") y estudiado por la misma conciencia.[7]​ La posición de Sartre es muy original ya que (aún con patentes visos de fenomenología y ya con elementos de existencialismo ) parte de la conciencia definida por la intencionalidad, y va a construir una filosofía de la conciencia que no es ya solo una filosofía del sujeto (con esto evita una filosofía subjetiva y busca -a través del ego en cuanto objeto de la conciencia - una filosofía objetiva). Mediante un análisis de tipo fenomenológico constata y analiza al ego en su doble componente: el je (yo deíctico) y el moi (yo pronominal).

El yo en psicología

En psicología, yo, más frecuentemente (como en antropología) referido con el universal latinismo ego; y en alemán: Ich y en francés je (yo deíctico) o moi (yo pronominal siendo actualmente usado en francés moi como equivalente a ego), se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio; es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos físicos, psíquicos y sexuales.

El yo según el psicoanálisis

Aquí también se debe observar la definición simplista que da el DRAE en relación al ego (o yo) ya que lo define como la instancia consciente de un individuo humano, "instancia por la cual toda persona se puede hacer responsable de su identidad así como de sus relaciones con el medio".

De acuerdo con el pensamiento de Sigmund Freud, desde la perspectiva del psicoanálisis, el yo es un probador de la realidad, la inteligencia, la razón y el conocimiento de causa y efecto para aumentar la libido, las gratificaciones y poner freno a la pulsión de muerte.[8]​ También es la instancia psíquica que une el ello con el mundo exterior y hace de puente entre el "ello" (o id, ello -en alemán Es- es uno de los nombres que Freud da al inconsciente según sea en la primera o en la segunda tópica freudiana) y el "superyó", el cual es la conglomeración de un conjunto de mentes grupales que forma una psique ideal. Este puente es lo que hace de una persona un "individuo", puesto que el "ello" y el "superyó" son conceptos ejemplares. Para Freud, el yo puede estar compuesto de dos partes principales; un sistema de percepción y un conjunto de ideas inconscientes sobre la realidad que se vive. El yo utiliza los rasgos que lo identifican y los ideales del "superyó" para controlar los instintos animales del "ello".[9]​ Esto, y un deseo por asemejarse al "superyó" buscando terminar con los defectos y ambivalencia personal y tratando de llegar a compararse con un otro fantaseado,[10]​ hacen que el yo se sobreimponga al "ello" y que sea una versión modificada del este. El contacto con la realidad exterior fuera de los ideales del "superyó" puede llevar a casos de manía y otras enfermedades mentales.[11]

Esquema de la formación del ego (moi) según Lacan, el yo deíctico -je- es el enunciado que "auto"-refiere al moi o ego.

El ego (en francés el Moi) según Lacan,[12]​ es una instancia del registro de lo imaginario y por eso mismo una especie de alienación. El sujeto se ve en su ego. La formación del ego según Lacan implica una primer triangulación entre la madre, el infante y el objeto a . El ego del sujeto se constituye a partir de una percepción especular en un otro (casi siempre la madre o quien cumpla la función materna), la configuración del ego de cada sujeto se produciría principalmente durante el estadio del espejo. El ego no debe ser confundido con la conciencia -pese a que aparenta serla- y menos aún con el sujeto humano: el sujeto humano es $, clivado por la intervención de la función paterna que inscribe al infante en el orden simbólico del lenguaje mientras que, pese a lo aparente, el ego en cuanto imaginario surge en cada ser humano precisamente previo a lo simbólico, en cuanto el ego es algo de la dimensión de lo imaginario y así entonces pregnado por el narcisismo que proviene del otro (el otro en cuanto ese primer grado del otro es la madre, no del Otro que está más allá de la función materna) Lacan crítica a gran parte de los psicoanalistas posteriores a Freud porque estos han creído que la cura psicoanalítica se basaría en reforzar al ego cuando precisamente el reforzar al ego encubre la problemática subyacente en el inconsciente, Lacan entiende que sujeto y persona no son lo mismo y que el ego está referido a persona en cuanto la etimología de persona alude a la máscara con que se actúa.[13][14]

El yo según la psicología analítica

Desde la psicología analítica de Carl Gustav Jung debe entenderse por «yo» el factor complejo al que se refieren todos los contenidos de la consciencia.

Constituye en cierto modo el centro del campo de la consciencia y, en la medida en que este campo comprende la personalidad empírica, el yo es el sujeto de todos los actos conscientes. La relación de un contenido psíquico con el yo representa el criterio de la consciencia, pues no sería consciente ningún contenido que no se hiciera presente al sujeto.[15]

Aún cuando teóricamente el campo de la consciencia es ilimitado, empíricamente se ve limitado desde el terreno de lo desconocido, que comprende tanto el mundo exterior como el interior o inconsciente.[16]​ Añade Jung que el yo no es un factor sencillo sino complejo, no pudiendo describirse exhaustivamente. Tendría dos fundamentos: uno somático y otro psíquico.[17]

  1. Somático: se desarrolla a partir de percepciones endosomáticas, ya de por sí de índole psíquica y unidas al yo, siendo conscientes. Dichas percepciones tienen su base en estímulos endosomáticos que pueden ser tanto conscientes como inconscientes.
  2. Psíquico: el yo se basa en todo el campo de la consciencia y en la totalidad de los contenidos inconscientes. Éstos últimos se dividen a su vez en tres grupos:
    1. Contenidos temporalmente subliminales, o reproducibles a voluntad por medio de la memoria.
    2. Contenidos no reproducibles voluntariamente, inconscientes, deducibles por irrupciones espontáneas de contenidos subliminales en la consciencia o también llamados complejos.
    3. Aquellos contenidos que no pueden en absoluto acceder a la consciencia, son contenidos que todavía no han irrumpido o no irrumpirán nunca en ella.

Debe diferenciarse el yo del campo de la consciencia, siendo únicamente su punto de referencia.[18]​ El yo es un factor por excelencia de la consciencia, siendo incluso una adquisición empírica de la existencia individual. Al principio surgiría del choque del factor somático con el medio, desarrollándose posteriormente a partir de nuevos choques tanto con el mundo exterior como interior.[19]​ La totalidad de la personalidad, que abarca también lo inconsciente, no coincide con el yo o personalidad consciente, debiendo diferenciarse de él.[20]​ Jung denomina sí-mismo a la personalidad total, subordinándose el yo al sí-mismo y comportándose en relación con éste como una parte con el todo. En el ámbito del campo de la consciencia el yo dispone de libre albedrío. Sin embargo, dicha libertad tropieza tanto con las limitaciones propias del mundo exterior como con las del mundo interior subjetivo o sí-mismo.[21]

El yo es una unicidad individual que se mantiene idéntica a sí misma, aunque dicha durabilidad es relativa, puesto que pueden producirse alteraciones profundas de la personalidad, no necesariamente patológicas, pudiendo estar circunscritas a una evolución normal.[22]​ Aún cuando es el yo el sujeto de todas las adaptaciones y desempeñe un significativo papel en la economía anímica, el descubrimiento a finales del siglo XIX de una psique extraconsciente ha relativizado la posición absoluta que hasta entonces ocupaba. Desde entonces el yo mantiene su carácter de centro del campo de la consciencia, no así como punto central de la personalidad. El yo participa en ella pero no es su totalidad. Su libertad es limitada y su dependencia decisiva.[23]

Finalmente, debe añadirse a la división tripartita anterior de lo inconsciente desde el punto de vista de la psicología de la consciencia, otra división en dos partes desde la psicología de la personalidad:[24]

  1. Una psique extraconsciente con contenidos de carácter personal.
  2. Una psique extraconsciente con contenidos de carácter impersonal o colectivo.

El yo según el postracionalismo (cognitivo-constructivista)

Para Guidano,[25]​ el sí-mismo no es un ente sino un proceso de construcción de sentido que dura todo el ciclo vital, donde se hace la distinción semántica entre el "Yo" y el "Mi", que vienen a ser los dos niveles de procesamiento de la experiencia humana.

El Yo viene a ser el sentido corporal-emocional del sí-mismo, que experimenta momento a momento. Corresponde al conocimiento tácito del sí mismo y de la realidad. Es un nivel predominantemente inconsciente, que ordena las intuiciones perceptivas emocionales y de espacio-tiempo. Es el primer nivel de ordenamiento de la información (dado que es el más inmediato).

El Mi es el nivel semántico de la experiencia, que observa, evalúa y se explica mediante el lenguaje, construyendo el conocimiento explícito del sí-mismo y de la realidad.

El sujeto entonces, para mantener su coherencia interna, requiere dar y darse continuas explicaciones sobre si mismo y el mundo. Estas explicaciones surgen de la articulación del Yo con el Mi, generando teorías a nivel consciente que expliquen tanto su propia conducta, sentimientos y cogniciones como el mundo exterior.[26]

El yo en la filosofías místicas orientales

En las filosofías místicas orientales, particularmente en el budismo se considera al yo como una ilusión. El yo se presenta como un velo de la mente que induce al sujeto a identificarse con su experiencia provocándole sufrimiento. El Budismo también contrasta fuertemente con otras religiones porque no afirma la existencia del alma, ni de un "sí mismo" o "yo" duradero en el ser.

Debates en torno a la idea del yo

Dentro de la ciencia existen corrientes fundamentadas en posturas filosóficas como el materialismo eliminativo que no toman al yo como un objeto de estudio científico válido, por no contar con correlatos físicos o neurobiológicos exactos que sustenten la existencia de dicha instancia. Otras posturas como el emergentismo considera el yo como un objeto de estudio válido el cual es un producto emergente de las funciones del organismo biológico en interacción con su medio.

Formas adjetivas: yoico, yoica

En distintas corrientes psicológicas y psicoanalíticas a partir de la concepción propia del yo que manejan se utilizan las formas adjetivas yoico y yoica en expresiones como: función yoica, actividad yoica, control yoico, etc.

Véase también

Referencias

  1. Jesús Padilla Gálvez, Yo, máscara y reflexión, Ed. Plaza y Valdés, Madrid, 2012. ISBN 978-84-15271-51-2.
  2. DRAE (artículo enmendado para el avance de la vigésima tercera edición) Consultado el 28 de agosto de 2011
  3. Fenomenología del Espíritu; Pre-Textos, 2006, ISBN 84-8191-764-8.
  4. El mundo como voluntad y representación. Introducción de E. Friedrich Sauer. Editorial Porrúa - México, 1987. ISBN 968-432-886-9.
  5. Roberto Augusto, «La libertad incondicionada del Yo absoluto en el joven Schelling», en: Thémata. Revista de Filosofía, Universidad de Sevilla, n.º 41, 2009, pp. 39-56.
  6. Véase una crítica al "yo" idealista en: Jesús Padilla Gálvez, Yo, máscara y reflexión, Ed. Plaza y Valdés, Madrid, 2012. pp. 79-94.
  7. Jean-Paul Sartre, La transcendance de l'ego (La transcendencia del ego) , Ed. Vrin, París, 1992 [1936].
  8. Jelliffe, S. E. (1939). Sigmund Freud y la psiquiatría: Una evaluación parcial. The American Journal of Sociology, 45, 326-340. Estados Unidos
  9. Freud, S. (1949). El ego y el id. El ego y el id (pp. 19-33). Londres
  10. Golding, R. (1982). Freud, Psicoanálisis y sociología: Algunas observaciones sobre el análisis sociológico del individuo. The British Journal of Sociology, 33, 545-562. Londres.
  11. Freud, S. (1922). Estableciendo diferencias en el ego. Psicología de grupo y análisis del ego(pp. 101-109). Londres
  12. Lacan : Écrits (Escritos), París, Le Seuil, 1966.
  13. La etimología de la palabra persona deriva del latín persōna, es decir la máscara que usaba un actor, la palabra latina derivaría por su parte de la etrusca phersu, y la etrusca por su parte de la palabra griega πρóσωπον , esa sería la evolución de la palabra persona que aparece expresada actualmente en el DRAE aunque existe otro supuesto etimológico: la palabra latina procedería de pr-sonare ya que las antiguas más caras clásicas de teatro solían tener un dispositivo que amplificaba la voz.
  14. Lacan: Le Moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse (El ego en la teoría de Freud y en la técnica del psicoanálisis), Séminaires (Seminarios) de Jacques Lacan, Livre II (Libro II), París, Le Seuil.
  15. Jung, Carl Gustav (2011). «I. El yo». Obra completa. Volumen 9/2: Aion. Contribuciones al simbolismo del sí-mismo. Madrid: Editorial Trotta. pp. 7, § 1. ISBN 978-84-9879-219-5. 
  16. Ibíd. 7, § 2.
  17. Ibíd. 8, § 3-4.
  18. Ibíd. 9, § 5.
  19. Ibíd. 9, § 6.
  20. Ibíd. 9, § 8.
  21. Ibíd. 9-10, § 9.
  22. Ibíd. 10, § 10.
  23. Ibíd. 10-11, § 11.
  24. Ibíd. 11, § 12.
  25. Guidano, Vittorio F. (1994). El Sí-mismo en proceso: hacia una terapia cognitiva posracionalista. Ediciones Paidós. ISBN 9788475099750. 
  26. Yañez et al. (2002). «Hacia una metateoría constructivista cognitiva de la psicoterapia». Consultado el 30 de abril de 2013.