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Desarrollos militares en ciencia y tecnología[editar]

La Primera Guerra Mundial fue el primer conflicto militar donde se hizo uso dominante de armas motorizadas; es cuando entran en escena los primeros carros de combate, aviones de combate y otros vehículos, abriendo una nueva etapa de guerra sujeta a los avances de la ciencia moderna y la tecnología.[1]​ Muchos de los judíos alemanes y austríacos encontraban en la ingeniería su vocación, en ocasiones con desarrollos empleados en el ámbito militar, si bien lo cierto es que Alemania en esta época se quedaba por detrás de los Ejércitos aliados; su único modelo de tanque en toda la guerra, el Sturmpanzerwagen, por ejemplo, entró en acción solo en 1918, con escasas 21 unidades operativas fabricadas. Entre los ingenieros judíos de esta época destacan nombres como Theodore von Kármán, del Instituto Aeronáutico de la Universidad Técnica de Aquisgrán (antes miembro del grupo de trabajo de Ludwig Prandtl en la Universidad de Göttingen),[2]​ quien en 1915 se presentó voluntario para el servicio en el Ejército austrohúngaro (él mismo procedía de una familia noble húngara; su padre fue el educador personal del heredero al trono).[2]​ Durante su servicio en el frente, Kármán desarrolló un helicóptero primitivo para misiones de avistamiento, cuyos planos —más tarde mejorados por Oszkár Asboth— servirían durante el desarrollo de modelos de rotores coaxiales (como el AH-4 de Asboth) y artilugios como la mochila-autogiro. El Instituto Von Karman de Dinámica de Fluidos lleva su nombre, como también el concepto de Línea de Kármán.[2]

Otro judío austroalemán dedicado a la industria del automóvil era Josef Ganz, quien se alistó voluntario a la Armada alemana durante la guerra.[3]​ Entre combate y combate desarrolló un plan para un pequeño coche que fuera asequible, si bien sus ideas solo llegarían a concretarse en planos técnicamente viables durante sus posteriores estudios de posgrado en Ingeniería Mecánica en la Universidad Técnica de Darmstadt. En 1931 fabricaría el Maikäfer (‘escarabajo sanjuanero’), y un par de años después vería la luz el Standard Superior. Se considera que ambos modelos, con su concepto de suspensión independiente de eje oscilante, podrían haber tenido influencia sobre el desarrollo del escarabajo de Volkswagen, aunque el grado de la misma queda en disputa.[4][5]

Muchos ingenieros judíos lucharon activamente, y hasta perdieron la vida, en la guerra. Este fue el caso de Georg Meyer, ingeniero jefe de Siemens-Schuckert y su representante oficial en la década de 1900.[6]​ Como patriota bávaro (era poseedor de la medalla del Príncipe Leopoldo de 1905 en oro y de la medalla de 20 años de servicio militar), el 2 de agosto de 1914 se incorporó al 8.º Regimiento de Artillería de Campo del Ejército bávaro con su anterior rango de teniente, y dos semanas después fue ascendido a capitán y puesto al mando de un batallón de la reserva, que participó en las batallas del Gran Este francés. En julio de 1915 el batallón se reestructuró dentro del 10.º Regimiento de Reserva de la Artillería de Campo, manteniendo la línea cerca de Verdún en la larga etapa de lucha estacionaria en el frente occidental. Durante este tiempo pudo observar y estudiar el rendimiento de los cañones alemanes, especialmente los K 09, trazando algunas ideas de mejoras para ser enviadas a la recién creada fábrica de piezas de artillería de Siemens. Durante sus 28 meses de servicio, Meyer escribió 23 diarios, actualmente considerados de las fuentes primarias más importantes sobre la experiencia de los soldados judeoalemanes en la Gran Guerra.[6]​ También sirven como prueba del efecto que tenía el Judenzählung en los oficiales judíos, particularmente los bávaros (acostumbrados a un trato algo más igualitario que sus correligionarios prusianos);[7]​ él mismo se sintió profundamente afectado, experimentando un «bajón en el estado de ánimo» y dudas sobre sus perspectivas de futuro (su prevista reincorporación a la empresa después del servicio; si bien en su última carta se ofreció para dirigir la nueva fábrica de artillería). A pesar de todo, durante este tiempo Meyer, que ya contaba con la medalla al Mérito Militar y la Cruz de Hierro de 2.ª clase, se distinguió en batalla, siendo condecorado con una segunda medalla al Mérito Militar (con espadas) y la Cruz de Hierro de 1.ª clase. Un día después de ser informado sobre la concesión de esta última, el 14 de diciembre de 1916, murió alcanzado por un proyectil de artillería enemigo.[6]

Más allá de la ingeniería, hubo aportaciones judías en disciplinas científicas que jugarían un papel importante en el desarrollo de la guerra moderna.[1]​ Quizá el más destacado es el caso de Fritz Haber, ganador del premio Nobel de Quíimca de 1918 (en víspera de la guerra). Prusiano oriental convertido más tarde al luteranismo, su familia era de las más antiguas de Breslavia

Haber desempeñó un papel importante en el desarrollo de la guerra química en la Primera Guerra Mundial. Parte de este trabajo incluía el desarrollo de las máscaras de gas con filtros absorbentes. Además de dirigir los equipos de desarrollo de gas dicloro y otros gases letales para ser empleados en la guerra de trincheras. Haber se encargó personalmente de la liberación del gas letal por primera vez durante la segunda batalla de Ypres (22 de abril al 25 de mayo de 1915) en Bélgica a pesar de estar prohibido por la Convención de La Haya de 1907 (de la que Alemania era un país signatario). Los futuros premios Nobel James Franck, Gustav Hertz y Otto Hahn fueron soldados de gas en la unidad de Haber.

La guerra del gas en la Primera Guerra Mundial fue, en cierto sentido, la guerra de los químicos, y Haber se enfrentó a Victor Grignard, francés acreedor al Premio Nobel de Química. En cuanto a la guerra y la paz, Haber dijo una vez:

"En tiempos de paz, un científico pertenece al mundo, pero en tiempos de guerra pertenece a su país".

Su primera esposa, Clara, compañera química y la primera mujer que obtuvo un doctorado en la Universidad de Breslavia, se suicidó con un revólver en su jardín, posiblemente en respuesta a que Haber supervisara personalmente el primer uso con éxito del dicloro en la Segunda Batalla de Ypres, el 22 de abril de 1915. Se pegó un tiro en el corazón el 15 de mayo, y murió al poco. Esa misma mañana, Haber fue al Frente Oriental para supervisar la liberación de gas contra los rusos.

Haber fue un patriota alemán que estaba orgulloso de su servicio durante la Primera Guerra Mundial, por lo que fue condecorado. Incluso el káiser, Guillermo II de Alemania, le dio el grado de capitán, caso raro para un científico demasiado viejo para cumplir el servicio militar.

En sus estudios sobre los efectos de los gases venenosos, Haber señaló que la exposición durante mucho tiempo a una baja concentración a menudo tenía el mismo efecto (la muerte) que la exposición a una alta concentración durante un corto tiempo. Formuló una simple relación matemática entre la concentración del gas y el tiempo de exposición necesario. Esta relación se conoce como la regla de Haber.

Haber defendió la guerra del gas contra las acusaciones de que era inhumana, diciendo que la muerte era la muerte, por cualquier medio que se infligiera.[8]​ Durante la década de 1920, los científicos que trabajaban en su instituto desarrollaron la formulación del gas cianuro Zyklon A, que se utilizó como insecticida, sobre todo como fumigante en los almacenes de grano. Los nazis refinaron el trabajo original de Haber en Zyklon B, una variante letal. Durante el Holocausto se empleó en las cámaras de gas en Auschwitz-Birkenau y en otros campos en la campaña nazi de exterminio de judíos, gitanos y otros considerados por el Tercer Reich como razas inferiores o no deseados socialmente.

Los científicos judeoalemanes en esa época disfrutaban de un prestigio suficiente como para sortear los estallidos de antisemitismo en la propia academia durante la guerra, e incluso en el período de entreguerras, siendo claves en los descubrimientos de esta época (anterior a la difusión generalizada de las teorías racistas de ‘ciencia judía’ y ‘ciencia aria’).[1]​ Los resultados de sus investigaciones serían el preludio de algunos desarrollos que a la postre servirían, entre otros, para fines militares. Este fue el caso del descubrimiento de la fisión nuclear, basada en gran medida en los trabajos de Lise Meitner, judía de origen austríaco afincada en Berlín (ostentando una ciudadanía alemana temporal).[9]​ En 1914 realizó avances en el desarrollo de una nueva técnica de separación del tántalo de la uraninita, logrando la extracción de óxido de silicio y la identificación de un emisor alfa (pese la escasez de apoyo de sus compañeros del KWI).[9]​ Un par de meses después se juntó con Otto Hahn (considerado el padre de la química nuclear), y los dos idearon métodos para la identificaron de las demás partículas alfa.[10]​ En julio de 1914, Hahn fue reclutado a la Landwehr, y Meitner, de nuevo sola, se dedicó a estudiar nuevas técnicas de rayos x con fines médicos, al tiempo que concluía el trabajo de ambos sobre el espectro de rayos beta; también realizó un estudio independiente sobre la cadena de desintegración del uranio e identificó el Protactinio.[9]​ En julio de 1915 se alistó a la Armada austrohúngara como técnico de rayos x, aplicando sus propios métodos, y fue enviada al frente prestando servicio en hospitales de campaña. Su investigación en el campo de la fisión nuclear tendría importantes aportes a futuros usos, tanto civiles como militares. A pesar de sus logros, sería investigada por el REM y perseguida por el nazismo tras el Anschluss, terminando desplazándose a Dinamarca a invitación de Niels Bohr.[9]

[11]​
Fritz Haber
  1. a b c Vom Bruch, Rüdiger, ed. (2002). Wissenschaften und Wissenschaftspolitik: Bestandsaufnahmen zu Formationen, Brüchen und Kontinuitäten im Deutschland des 20. Jahrhunderts. F. Steiner. ISBN 978-3-515-08111-5. 
  2. a b c Nickelsen, Kärin; Hool, Alessandra; Grasshoff, Gerd (25 de septiembre de 2012). Theodore von Kármán: Flugzeuge für die Welt und eine Stiftung für Bern (en alemán). Birkhäuser Basel. ISBN 978-3-0348-9635-1. Consultado el 12 de marzo de 2024. 
  3. Schilperoord, Paul (2012). The extraordinary life of Josef Ganz: the Jewish engineer behind Hitler's Volkswagen. RVP Publishers. ISBN 978-1-61412-201-2. OCLC 731901649. Consultado el 12 de marzo de 2024. 
  4. Schilperoord, Paul; Ooijen, Paul von; Schilperoord, Paul (2011). Die wahre Geschichte des VW-Käfers: wie die Nazis Josef Ganz die VW-Patente stahlen. Huber. ISBN 978-3-7193-1565-8. 
  5. AGVS-Medien, Timothy Pfannkuchen, AUTOINSIDE- (17 de marzo de 2023). «Wer erfand den VW Käfer? – der vergessene Josef Ganz». »kfz-betrieb« (en alemán). Consultado el 25 de febrero de 2024. 
  6. a b c «Georg Meyer (1873–1916)». Jewish Museum Berlin (en inglés). Consultado el 13 de enero de 2024. 
  7. «Peter C. AppelBaum - Jewish Military History». peterappelbaum.com. Consultado el 23 de enero de 2024. 
  8. Fritz Haber. Die Chemie im Kriege – Fünf Vorträge (1920–1923) über Giftgas, Sprengstoff und Kunstdünger im Ersten Weltkrieg. Berlin 2020, p. 41-56, ISBN 978-3-945831-26-7
  9. a b c d Kerner, Charlotte (20). Lise, Atomphysikerin: die Lebensgeschichte der Lise Meitner. Gulliver (Nachdr. edición). Beltz &Gelberg. ISBN 978-3-407-78812-2. 
  10. Otto Hahn/Lise Meitner (en alemán). Springer-Verlag. 12 de marzo de 2013. ISBN 978-3-322-82223-9. Consultado el 12 de marzo de 2024. 
  11. «Fritz Haber». Science History Institute (en inglés estadounidense). Consultado el 23 de enero de 2024.