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Juan Fernández el Labrador

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Florero, 1636, óleo sobre tabla, 41 cm de diámetro, colección particular.

Juan Fernández, llamado El Labrador, fue un pintor barroco español activo entre 1629 y 1636, especializado en la pintura de naturalezas muertas.

Una vida sin biografía

Juan Fernández es un pintor enigmático, de quien únicamente se sabe que vivía alejado de la corte dedicado a pintar flores y frutas, principalmente uvas según lo que recogen los inventarios de pinturas de la época, tarea con la que alcanzó reputación internacional. Antonio Palomino, a quien alcanzó esta fama pero que nada sabía de su vida, dedicó unas líneas a «Juan Labrador Pintor Insigne», suponiéndolo discípulo de Luis de Morales y muerto en Madrid, de mucha edad, hacia 1600. Fue también Palomino quien, al creerlo discípulo de Morales, imaginó que sería extremeño sin mayor razón. Para fijar su lugar de residencia, y quizá de nacimiento, el único dato del que se dispone es una entrada en el inventario de la colección del I marqués de Leganés, realizado en 1655, donde se cita una pintura de una «porcelana de uvas, dos búcaros, unas castañas y bellotas», con atribución al «labrador de las nabas», dato repetido poco después (1660) en el inventario de los bienes de Ramiro de Quiñones, propietario de tres cuadros del «Labrador de las navas» adquiridos por un conocido mercader de arte, Francisco Berges. Ello ha hecho pensar que fuera natural de Las Navas del Marqués (Ávila), aunque en realidad navas es un topónimo que hace referencia a una localidad situada en una zona llana y sin árboles, muy común en ambas Castillas, por lo que ni siquiera es posible identificar su lugar de origen a ciencia cierta.[1]

Sir Arthur Hompton, secretario de sir Francis Cottington, diplomático inglés en la corte de Madrid, pone de manifiesto en su correspondencia (1629-1635) el interés propio y de su señor por adquirir obras del pintor, tarea no exenta de dificultad, decía, pues «nunca viene aquí [Madrid] sino en Semana Santa». Ese voluntario «apartamiento», que ha dado lugar a alguna literatura en relación con el «menosprecio de Corte», se explicaría más fácilmente si, como parece probable, el apelativo de «labrador» no fuese simplemente un seudónimo sino el reconocimiento de un oficio que nunca abandonaría. Hopton manifestaba también en febrero de 1635 que lo había animado en alguna ocasión a pintar flores, «las cuales todavía no he visto. Si resultan tan buenas como sus frutas, enviaré a su señoría algunas de ellas». Por su intermediación al menos dos obras del pintor llegaron a Carlos I de Inglaterra, una de las cuales, Bodegón con uvas, membrillos y frutos secos, pertenece aún a la colección real británica, donde ya en 1639 aparecía inventariada. Este óleo, junto con un Florero en colección particular firmado «el labrador Ju° fernandez 1636», son las únicas obras que pueden considerarse seguras de su mano, a partir de las cuales ha sido posible establecer un estilo y atribuirle nuevas obras.

Cuatro racimos de uvas colgando, óleo sobre lienzo, 45 x 61 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado.
Bodegón con cuatro racimos de uvas, óleo sobre lienzo, 45 x 61 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado.

Pintor de tradición caravaggista, El Labrador sitúa sus objetos sobre fondos negros y utiliza la luz dirigida para conferir volumen a dichos objetos, descritos tras paciente observación de forma plenamente individual y con un pormenor casi flamenco, subrayando su aspecto humilde.

La orientación caravaggista de su pintura podría deberse al influjo de Juan Bautista Crescenci, marqués de la Torre, establecido en Madrid en 1617, protector de artistas y fijador del gusto en la corte de Felipe IV, además de pintor él mismo de algunos bodegones. Debió de ser Crescenci, además, quien despertara el interés de los círculos cortesanos por Fernández, del que ofreció cuatro pieças de Uvas en venta a sir Francis Cottington, embajador de Inglaterra en Madrid entre 1629 y 1631.

Su proyección internacional se completaría con la llegada de alguno de sus cuadros a la corte francesa con Ana de Austria, hermana de Felipe IV y esposa de Luis XIII de Francia.

Filósofo escribiendo, atribuido a Juan Fernández en el inventario de 1747 del Palacio Real de Madrid. Universidad de Sevilla, depósito del Museo del Prado.

Siendo los pequeños lienzos con uvas lo que más se repite en los inventarios con atribución al Labrador, no faltan las menciones a otras frutas y flores e incluso a un paisaje («Payssico de tres cuartas de Alto y media Bara de ancho de unos racimos de Ubas y unos Albaricoques (...) del Labrador») en la colección de Francisco González Cossío, caballero de Santiago, según el inventario que de ella se hizo en 1671, lo que parece indicar, pese a la casi total ausencia de referencias espaciales en sus obras conocidas, que en su actividad pictórica no se limitó a los bodegones. En este sentido cabe recordar que en el inventario del Palacio Nuevo, hecho a la muerte de Felipe V, en 1747, se menciona también un Retrato de filósofo con atribución al Labrador, que es sin duda el Filósofo escribiendo, procedente de la colección real, depositado por el Museo del Prado en la Universidad de Sevilla y atribuido en alguna ocasión a José de Ribera.

Otras obras

Entre los óleos que se le atribuyen, pueden destacarse sendas parejas de racimos de uvas del Museo Cerralbo de Madrid, en los que parece quererse poner de manifiesto el parangón con Zeuxis, que según el tópico engañó a la naturaleza con el arte, y un Florero, antes atribuido a Zurbarán, en el Museo Nacional del Prado, al que en 2006 se han agregado otros cuatro bodegones con el mismo tema de los racimos de uvas colgados procedentes de la colección Naseiro.[2]

Otro de los bodegones tempranamente llegados a Inglaterra con destino a la colección de Carlos I se ha identificado en fecha reciente con un pequeño tondo en madera, en el que aparecen representados un racimo de uvas y una jarra de cerámica, incrustado en un secreter del siglo XVII, probablemente holandés, adornado con pequeños cobres pintados por Cornelis van Poelenburgh sobre composiciones de Adam Elsheimer, en propiedad del vizconde De L'Isle en Penshurst Place (Kent, Reino Unido).

Referencias

  1. (Aterido, 2013, p. 25)
  2. Dos de ellos, formados por sendas parejas de racimos de uvas, han pasado a ser atribuidos a Miguel de Pret tras su ingreso en el museo. Véase ficha del llamado Dos racimos de uvas colgando con mosca en la «Galería online del Museo del Prado».

Bibliografía consultada

  • Aterido, Ángel (2013). Juan Fernández el Labrador. Naturalezas muertas (catálogo de la exposición). Madrid: Museo Nacional del Prado. ISBN 978-84-8480-260-0. 
  • Museo del Prado (1995). La belleza de lo real. Floreros y bodegones en el Museo del Prado 1600-1800. Catálogo de la exposición. Madrid : Publyco S. A. ISBN 84-87317-43-X. 
  • Palomino, Antonio (1988). El museo pictórico y escala óptica III. El parnaso español pintoresco laureado. Madrid : Aguilar S. A. de Ediciones. ISBN 84-03-88005-7. 
  • Pérez Sánchez, Alfonso E. (1983). Pintura española de bodegones y floreros de 1600 a Goya. Museo del Prado, catálogo de la exposición. Madrid : Ministerio de Cultura. ISBN 84-500-9335-X. 
  • Pérez Sánchez, Alfonso E. (1992). Pintura barroca en España 1600-1750. Madrid : Ediciones Cátedra S. A. ISBN 84-376-0994-1. 
  • Portús, ed., Javier (2006). Lo fingido verdadero. Bodegones españoles de la colección Naseiro adquiridos para el Prado. Madrid : Museo Nacional del Prado. Catálogo de la exposición. ISBN 84-8480-097-0. 

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