Hestia

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Estatua de Hestia en Massachusetts.

En la mitología griega, Hestia es la diosa del hogar y la lumbre. Es una diosa pacífica. Su culto se asemejaba a la escita Tabiti, y su equivalente romana sería la diosa Vesta, aunque el culto romano a ésta difería bastante de los griegos, se le considera como la más joven y la más anciana.

Era la hija primogénita de los titanes Cronos y Rea, y la primera en ser devorada por su padre al nacer; por lo que fue la última expulsada del cuerpo de su padre cuando Zeus le entregó el vomitivo. Tras la guerra contra los Titanes, Poseidón y Apolo fueron a pedirle matrimonio a su mansión, pero juró sobre la cabeza de Zeus que ella permanecería siempre virgen, evitando así la primera disputa entre dioses olímpicos. El rey de los dioses le correspondió cediéndole la primera víctima de todos los sacrificios públicos y los lugares preeminentes de todas las casas, su sobrino favorito era Hermes.

Hestia era la primera a quien se le hacían las ofrendas en los banquetes, incluso antes que a Zeus. Se le solían sacrificar terneras de menos de un año, aludiendo a su virginidad.

Como diosa del hogar y la familia, Hestia apenas salía del Olimpo excepto para atender el oráculo de Delfos, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana.

Cuando Dioniso es admitido en el Olimpo, Hestia cede su puesto en el consejo de los doce dioses, mostrando otra vez su carácter pacífico. Dioniso fortaleció su categoría de dios olímpico y ella se dedicó por completo al cuidado del fuego sagrado del Olimpo,

Hestia y Príapo

Ovidio narra una escena en la que Príapo, borracho, había intentado violar a Hestia en una fiesta organizada por Rea a la que habían acudido todos los dioses y tras la cual se habían quedado dormidos. El rebuzno del asno de Sileno despertó a la diosa justo cuando su agresor se abalanzaba sobre ella, dándole el tiempo suficiente para huir. Sin embargo, es posible que esta historia sea una deformación latina posterior de una escena protagonizada por la ninfa Lotis.

La escena también cuenta que en lugar de ser Hestia quien escapaba. fue Príapo, ya que al despertar la diosa, le empezó a gritar y él huyó. Este hecho provocó que el asno fuese su animal favorito y en sus festividades, estos animales eran engalanados con guirnaldas.

Homero y Platón

En el diálogo Fedro, Platón describe cómo Zeus divide a todos los dioses, semidioses y criaturas divinas en 12 escuadrones capitaneado por un dios olímpico. Sin embargo, solo once salen del Olimpo, quedándose el de Hestia en la morada de los dioses. Cuando Hestia cede su puesto a Dioniso, este escuadrón se une a los restantes.

Según los Himnos homéricos, la mansión de Hestia estaba ubicada en la parte más alta del Olimpo. Además, se muestra como Hestia, que aunque mantuvo un trato cordial con todos los dioses y siempre se mantuvo neutral en las disputas tanto divinas como humanas, mantenía una relación diferente con dos dioses. Sin duda, Hermes fue su sobrino favorito y quien, cuando este permanecía en el Olimpo, pasaba mucho tiempo en casa de su tía contándole sus aventuras o las noticias que les ocurrían a dioses, semidioses o humanos. Además, tía y sobrino eran quienes organizaban los banquetes y se encargaban de reunir a los demás dioses. Por el contrario, Afrodita fue una diosa cuyo comportamiento siempre desaprobó y no hubo ninguna ocasión en que esta pudiera convencer o engañar para que la virginal Hestia se permitiese un devaneo amoroso.

Fundación de Roma

La diosa Hestia.

Hestia, en su trasunta romana Vesta, tiene un papel más destacado en otros mitos variantes a la fundación de Roma. Allí, Vesta intercede ante el rey Amulio para que no mate a su sobrina Ilía o Rea Silvia, ya embarazada de Rómulo y Remo. En estos mitos, el rey es llamado Tarquetio.

El hijo de Rómulo, Numa Pompilio, en agradecimiento a la diosa, instaura el culto a las vestales. Por lo tanto, Rea Silvia no podía ser una de ellas.

Culto

Hestia inventó el arte de construir, por lo que con ella finalizaban siempre las oraciones a los dioses. De ella dependía la felicidad conyugal y la armonía de la familia. Extendió su protección sobre los altares, los palacios de los gobernantes y, por analogía, sobre los estados entendidos como el hogar de cada pueblo. De ella, por tanto, dependía la armonía y la felicidad de los habitantes de una ciudad. Con el paso del tiempo incluso se amplió su protección a todo el universo, asumiendo que un fuego sagrado místico daba vida a toda la naturaleza. En este sentido, en un estadio de la religión más evolucionado, se confundía su culto con el de diosas como Cibeles, Gea, Deméter o Artemisa.

En sus templos (los pritaneos), situados en el centro de las ciudades al aire libre, se recibía a los embajadores extranjeros, siendo un lugar de especial culto y de asilo, hasta el punto que se los consideraba el templo de todos los dioses, pero presididos por Hestia. Cuando los habitantes de una polis partían para colonizar otras tierras, portaban una antorcha con el fuego del altar de Hestia, prendiendo con él el nuevo altar en la colonia, como símbolo de unión con la metrópoli. Si este fuego se apagaba, no podía volver a ser encendido con medios tradicionales, sino que se establecía un rito sagrado y se encendía uno nuevo mediante fricción o con cristales calentados al sol.

Fueron famosos los templos de Hestia construidos en Atenas, Oropos, Hermíone, Esparta, Olimpia, Larisa y Ténedos. La región norteña de Hestiaotis o Histiaotis, en Tesalia, fue lugar bajo su protección.

El famoso oráculo de Delfos fue también un templo de la diosa antes de que se le ofrendara a Apolo.

Bibliografía

  • Grimal, Pierre (2006). Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona: Paidós. 

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