Giordano Bruno

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Giordano Bruno por Ettore Ferrari (1845-1929), Campo de' Fiori, Roma.

Giordano Bruno, de nacimiento Filippo Bruno (Nola, Nápoles, 1548-Roma, 17 de febrero de 1600), fue un astrónomo, filósofo y poeta italiano.

Sus teorías cosmológicas superaron el modelo copernicano, pues propuso que el Sol era simplemente una estrella; que el universo había de contener un infinito número de mundos habitados por animales y seres inteligentes. Miembro de la Orden de los Dominicos, propuso en el campo teológico una forma particular de panteísmo, lo cual difería considerablemente de la visión cosmológica sostenida por la Iglesia católica. Pero no fueron estos razonamientos la causa de su condena sino sus afirmaciones teológicas, que lo llevaron a ser condenado por las autoridades civiles de Roma después de que la Inquisición romana lo encontrara culpable de herejía. Fue quemado en la hoguera. Tras su muerte, su nombre ganó fama considerable, particularmente en el siglo XIX y principios del XX.

Datos biográficos y académicos

Nació en Nola, a unos 20 kilómetros de Nápoles, entonces bajo el dominio español. Estudió en Nápoles desde los diez años, en 1565 ingresó a la Orden de los Dominicos, donde se dedicó al estudio de la filosofía aristotélica y a la teología de Santo Tomás de Aquino (tomismo). Ese mismo año cambió su nombre de pila, Felipe, por el de Giordano. En 1575 fue trasladado al convento de la Minerva en Roma y se ordenó sacerdote.[1]

Expresó en escritos y conferencias sus ideas científicas acerca de la pluralidad de los mundos y sistemas solares, el heliocentrismo, la infinitud del espacio y el Universo y el movimiento de los astros, lo cual escandalizaba a la cristiandad de la época, pero fueron sus teorías teológicas las que le traerán una persecución en su contra por parte de la Iglesia católica y la Inquisición. Sus opiniones suscitaron un escándalo, y se formularon 130 artículos de acusación contra él. Por temor a la Inquisición, a los veintiocho años abandonó la "prisión angosta y negra del convento" y huyó de Roma en 1576, comenzando una vida errante y aventurera. Desde entonces pudo decir con razón, que "toda la tierra es patria para un filósofo". Viajó por el norte de Italia: Génova, Savona, Turín, Venecia, Padua, enseñando gramática y cosmogonía a los niños para ganarse la vida. Al mismo tiempo estudió intensamente las obras de Nicolás de Cusa, Telesio y adoptó el sistema de Nicolás Copérnico, lo que le valió ser combatido tanto por los católicos como por los protestantes. Se trasladó luego otras regiones, como Ginebra 1579 y Lyon. En la Universidad de Toulouse se doctoró en teología y enseñó dos años (1580-1581). Escribió la Clavis magna (lulista) y explicó el tratado De Anima de Aristóteles. Tras recorrer otras regiones y realizar diversos escritos, regresa a Italia, fijando su residencia en Venecia, donde la Inquisición veneciana, lo encarcela el 23 de mayo de 1592 y es reclamado por Roma el 12 de septiembre de 1592, pasando otros siete años en prisión, acusado de blasfemia, herejía e inmoralidad, para finalmente ser condenado, por herético, impenitente, pertinaz y obstinado, a la hoguera, en la que murió el 17 de febrero de 1600 en Campo dei Fiori, Roma. Murió estoicamente, sin exhalar un grito. Rechazó al sacerdote que quería darle a besar el crucifijo. En 9 de junio de 1889 se erigió por suscripción internacional una estatua en el lugar de su muerte, exaltando su figura como mártir de la libertad de pensamiento y de los nuevos ideales.

Según la Enciclopedia de filosofía de la Universidad de Stanford, «en 1600 no había una postura oficial de la Iglesia Católica sobre el sistema copernicano, y ciertamente no era una herejía. Cuando Giordano Bruno fue quemado en la hoguera como hereje, no tuvo nada que ver con sus escritos en apoyo de la cosmología copernicana.» Entre sus afirmaciones teológicas que se consideraron heréticas estaban las siguientes: que Cristo no era Dios, sino meramente un mago excepcionalmente hábil, que el diablo se salvará y otras.

Según Isaac Asimov, su muerte tuvo un efecto disuasorio en el avance científico de la civilización, particularmente en las naciones católicas pero, a pesar de esto, sus observaciones científicas continuaron influyendo en otros pensadores, y se le considera uno de los precursores de la revolución científica.[2]

El comienzo de la controversia

Sus problemas comenzaron durante su adoctrinamiento, al rechazar tener imágenes de santos, aceptó sólo el crucifijo. En 1566 tuvo lugar el primer procedimiento en su contra por sospechas de herejía. Dicho proceso no prosperó, y en 1572 fue ordenado como sacerdote dominico en Salerno y pasó al estudio de Santo Domingo Mayor, donde recibió en 1575 el título de Doctor en Teología de la Orden.

En 1576 fue acusado de desviarse en la doctrina religiosa y tuvo que abandonar la orden y huyó a Roma, donde consiguió asilo en el Convento de Santa María en Minerva.

Después de viajar por Italia y Francia llegó a Ginebra. Allí abandonó los hábitos.

Sus primeros pasos

En Ginebra, Juan Calvino había instaurado una república protestante, doctrina a la que se adhirió Bruno, pero con la cual también se pronunció en disconformidad. En una ocasión publicó y distribuyó un panfleto donde acusaba a Calvino de cometer veinte errores en una lectura. Por este motivo fue hecho prisionero hasta que se retractó y abandonó el calvinismo bajo la acusación de coartar la libertad intelectual. Se trasladó a Francia donde, luego de varios tropiezos por la guerra religiosa, fue aceptado por Enrique III como profesor de la Universidad de París en 1581.

En esa etapa de su vida publicó sus dos primeras obras: Las sombras de las ideas y El canto de Circe.

En 1583 viajó a Inglaterra, tras ser nombrado secretario del embajador francés Michel de Castelnau. Allí se convirtió en asiduo concurrente a las reuniones del poeta Philip Sidney. Enseñó en la Universidad de Oxford la nueva cosmología copernicana atacando las ideas tradicionales. Después de varias discusiones abandonó Oxford. Sus escritos más importantes son De umbris idearum, de 1582; La cena de las cenizas, Del universo infinito y los mundos y Sobre la causa, el principio y el uno, las tres últimas escritas en 1584. En 1585 escribió Los furores heroicos donde, en un estilo de diálogo platónico, describe el camino hacia Dios a través de la sabiduría. Ese mismo año regresó a París con el embajador, para luego dirigirse a Marburgo, donde dio a la prensa las obras escritas en Londres. En Marburgo retó a los seguidores del aristotelismo a un debate público en el College de Cambrai, donde fue ridiculizado, atacado físicamente y expulsado del país.

Durante los siguientes cinco años vivió en diversos países protestantes, donde escribió muchos trabajos en latín sobre cosmología, física, magia y el arte de la memoria (fue uno de los grandes representantes de la tradición hermética). Llegó a demostrar, aunque por métodos falaces, que el Sol es más grande que la Tierra. En 1586 expuso sus ideas en la Sorbona y en el Colegio de Cambrai y enseñó filosofía en la Universidad de Wittenberg.En 1588 viajó a Praga, donde escribió artículos dedicados al embajador de España y a Rodolfo II.

Pasó a servir brevemente como profesor de matemáticas en la Universidad de Helmstedt, pero tuvo que huir otra vez cuando fue excomulgado por los luteranos. En 1590 se dirigió al convento de las Carmelitas en Fráncfort y Zúrich. Ahí escribió sus poemas.

Cosmología

Bruno creía que la tierra gira alrededor del sol, y que la rotación diurna aparente de los cielos es una ilusión causada por la rotación de la tierra alrededor de su eje de rotación. Bruno también sostuvo que porque Dios es infinito el universo podría reflejar este hecho.

el universo es uno, infinito, inmóvil... No es capaz de comprensión y por lo tanto es interminable y sin límites y a ese grado infinito e indeterminable y por consecuencia inmóvil.[3]

Bruno también afirmó que las estrellas en el cielo eran otros soles como el nuestro, a las que orbitan otros planetas. Indicó que el apoyo de esas creencias en ninguna manera contradijo las Escrituras o la verdadera religión. Bruno también afirmó que el universo era homogéneo, compuesta por los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire), en lugar de tener las estrellas se compone de una quintaesencia separado. Esencialmente, las mismas leyes físicas estaría operando en todas partes, aunque el uso de ese término es anacrónico. Espacio y tiempo eran ambos infinitos. No había lugar en su universo estable y permanente de las nociones cristianas de la creación divina y el juicio final.

La cosmología de Bruno está marcada por la infinitud, homogeneidad e isotropía, con sistemas planetarios con vida distribuidos uniformemente a lo largo.de todo el universo.

Física

Famosa es la evidencia dada por Giordano Bruno de la relatividad del movimiento.[4]​ Bruno muestra que la tierra no es estática. Si cae una piedra desde la parte superior del mástil de un barco en movimiento, caerá aún al pie del mástil, sin importar el movimiento del barco. Demostrando que uno no puede considerar el movimiento de un cuerpo en términos absolutos solo con un sistema de referencia.

Todas las cosas que hay sobre la tierra se mueven con la tierra. Una piedra lanzada desde lo alto del mástil volverá al final de alguna manera aunque la nave se está moviendo. ("La Cena de le Ceneri ").

Magia

En el uso común, la magia es entendida como dominio sobre las fuerzas físicas, espirituales o divinas;[5]​ sin embargo, el estudio de la magia en Bruno se muestra como la capacidad de percibir o reconocer el conjunto de relaciones vinculatorias que se suscitan dentro del reino de lo fantástico. Esto es, la práctica mágica se asienta en su teoría de los vínculos. Por ello, el mago debe conceder fuerte atención al trabajo de la imaginación. La imaginación constituye la puerta de acceso a todos los afectos que pueden conmover a un ser viviente.[6]

Se requieren básicamente tres factores para lograr la vinculación:
  • potencia activa en el agente.
  • potencia pasiva en el sujeto o el paciente (esto es una disposición o aptitud de no resistencia).
  • la aplicación apropiada a las circunstancias de tiempo y lugar.

Los vínculos no son eternos porque se dan en el mundo, a la vez que no todo puede vincular a todas las cosas y si lo hace no se da del mismo modo. Hay tres accesos para vincular:

  • la visión, a través de formas, gestos, movimientos y figuras adecuadas.
  • el oído, mediante la voz y el discurso.
  • la mente o imaginación.

Los vínculos se establecen a través de los sentidos; sucede la entrada que es cuando son percibidos, la atadura que es cuando se empieza a formar un sentido de las cosas que entraron vía los sentidos, luego sucede el vínculo y finalmente la atracción.

El mago o manipulador debe ser consciente en todo momento de que para atraer a uno o más individuos, debe considerar toda la variedad de intereses de los sujetos a hechizar. Por esta razón, para la técnica mágica se requiere tener un conocimiento más que parcial del sujeto y sus deseos, pues sin tenerlo no puede darse ningún vínculo. Su propuesta mágico-fantástica responde a los tres niveles de realidad que en su ontología señala: el mundo divino y el mundo material son conectados mediante la fantasía; de manera que ella es el intermediario en el proceso que va de la sensibilidad a la cognición.

La sensibilidad es un proceso multívoco y dinámico de asociaciones en el ascenso y descenso de los datos perceptibles. La concepción metafísica de Bruno está emparentada con las ideas de Pico della Mirandola quien consideraba al hombre con una posición intermedia entre las partes superiores (divinas) y las partes inferiores (materiales). Del mismo modo, Bruno extiende las teorías elaboradas por Marsilio Ficino, quien como San Agustín, distinguía tres reinos: el reino material, divino y espiritual. De manera que quien vincula alma y cuerpo es el espíritu. Es en el espíritu donde se da el ascenso y descenso de las ideas y percepciones; ahí se forma la sensibilidad del sujeto: el alma tiene contacto con las cosas materiales gracias al reflejo que de ellas se da (en imágenes) dentro del espíritu, mientras que el cuerpo accede al contacto luminoso de la inteligencia por su reflejo en el espíritu como fantasías. Del mismo modo, Bruno al igual que Ficino considera que el espíritu no es propio de los hombres sino que es una realidad propia, un mundo en sí mismo; así podemos hablar de un mundo de los espíritus.

En la teología platónica de Ficino[7]​ puede observarse una sutil distinción entre el concepto de imaginación y el de fantasía, siendo la primera aquella que da forma a lo que percibimos, mientras que la segunda emite un juicio respecto a lo ya elaborado por la imaginación. La fantasía en tanto que emite juicios también ha de distinguirse del intelecto, la primera se ocupa de lo particular, esto es, traduce los universales en particulares; mientras que el intelecto concibe los universales -por lo que posee autonomía sobre la fantasía-, pero ambos operan de manera simultanea. La capacidad del mago para influenciar y atraer reside en reconocer el vínculo que une a todas las cosas: a partir del lenguaje corpóreo (el cual aporta una imagen completa sobre algo) que vía el sentido manda a las percepciones por el canal de los mediadores que son la imaginación y la fantasía, para de tal modo elevarse hasta el intelecto.

Bruno advierte que las características particulares de nuestros juicios no son estéticas ni éticas en sí mismas, dado que al ser la fantasía la función intermediaria del espíritu, ella misma establece un sentido al vincular. Así, el juicio que discierne es siempre fantástico. Así, en cada representación tenemos un halo de fantasía.

La aportación fantástica no es un juicio racional, responde más bien a la sensibilidad; siendo ésta el eje que va acomodando toda percepción interior y exterior. El reino de la fantasía es el lugar de cruce donde todo adquiere sentido; es el lugar del alma humana, de tal modo que el alma se conforma a través de los vínculos y se constituye a partir de las relaciones multívocas con que asocia cosas, arquetipos y espíritus.

La técnica de la magia consiste en descubrir el misterio del hechizo, sacando partido de la continuidad del pneuma individual y del pneuma universal.[8]​ El amor es un mago por excelencia, pues pone a su disposición todos los medios de persuasión para apoderarse de ciertos objetos, su finalidad es atar. El mago, puede ejercer su influencia sobre los objetos, los individuos, las sociedades, así como también puede invocar la presencia de aquellos seres invisibles, los demonios y los héroes. Más para todo actuar y dominar la manipulación debe acumular el conocimiento de las redes que se entrelazan para alcanzar el objeto de su deseo. Esta operación es el vincular. De este modo, la magia como técnica sirve como instrumento de manipulación individual o en masa; el conocimiento de los vínculos apropiados permite al mago disponer de toda la naturaleza; por eso antiguamente mago y sabio se identificaban. Del mismo modo, reconocer las redes vinculatorias permite el dominio de uno mismo, por lo que podemos considerar el uso de la magia como una condición esencial para la acción humana en tanto que permite una manifestación libre y no reactiva de las percepciones que nos atan. Así,entre más conocimientos tenga el manipulador sobre aquellos o aquello que quiere vincular, mayor serán sus probabilidades de éxito puesto que sabrá escoger las circunstancias y el momento propicio para crear el lazo vinculante.

"El verdadero operador debe ser capaz de ordenar, corregir y disponer de la fantasía, componer sus especies según su voluntad."
Ioan, P. Culiano, Eros y Magia en el Renacimiento, Siruela, Madrid, p.135".

La acción mágica a su vez se sirve de un gran instrumento de manipulación: el eros, pues como ya había enunciado Ficino, todo puede definirse en relación con el amor; pues todos los afectos se reducen a dos: el amor y el odio, deseo y repugnancia. Lo externo se imprime en la imaginación a través de los sentidos, cargado de afectos que se atraen o se repelen. Es por simpatía y antipatía que nos vemos movidos hacia algo, sin olvidar que todo aquello que se nos aparece externamente no es totalmente arbitrario sino que responde al lenguaje universal, o lo que los platónicos llamarían el alma del mundo. La técnica de toda operación mágica reside en la apropiación de la fantasía. La potencia del imaginario se explota justo cuando ella interviene porque tiene la capacidad de colorear el alma de acuerdo al sentido que ella misma crea. Otro componente importante a la hora de poner en práctica la técnica del mago es la fe, pues sin ella no se puede llevar a cabo nada, así lo menciona Bruno en sus tesis de magia.

El mago o manipulador se distingue del común de los mortales en tanto que los últimos están sometidos a un sin fin de afectos o fantasías; por ello Bruno advierte constantemente procurar no transformarse de operador a instrumento de fantasmas. Sin embargo, hay fantasías provocadas por una acción voluntaria del sujeto, como la de los artistas o poetas; y hay otras fantasías cuyo origen está en otra parte. Las cuales pueden haber sido provocadas por los demonios o inducidas por una voluntad humana, de éstas justamente advierte Bruno hay que cuidarse. De ahí la importancia del arte de la manipulación. Hoy día se puede observar la trascendencia de la técnica mágica en actividades como la mercadotecnia y la publicidad, incluso en la actividad política y religiosa; en tanto que son actividades que se dirigen a la manipulación de los individuos con un fin en concreto, tomando en cuenta, sino todos, al menos si gran parte de los intereses intersubjetivos a consideración.

"Podemos sostener que la tecnología viene a ser una magia democrática que permite a todo mundo, gozar, de las facultades extraordinarias que hasta ahora, sólo podía presumir el mago"
Ioan, P. Culiano, Eros y Magia en el Renacimiento, Siruela, Madrid, p.149".

El comienzo del fin

El proceso de Giordano Bruno a cargo de la Inquisición romana. Relieve de bronce de Ettore Ferrari (1845-1929), Campo dei Fiori, Roma.

A instancias de Giovanni Mocenigo,[9]​ noble veneciano, regresó a Italia. Mocenigo se convirtió en su protector, para impartir cátedra particular.

El 21 de mayo de 1591, Mocenigo, «no satisfecho de la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de su huésped», le denunció a la Inquisición.[10]​ El 27 de enero de 1593 se ordenó el encierro de Giordano Bruno en el Palacio del Santo Oficio, en el Vaticano. Estuvo en la cárcel durante ocho años mientras se disponía el juicio –bajo el tribunal de Venecia–, en el que se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad; principalmente por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo. Durante la ocupación napoleónica se perdieron la mayoría de los folios de ese juicio.

El proceso fue dirigido por Roberto Belarmino, quien posteriormente llevaría el similar proceso contra Galileo. En 1599 se expusieron los cargos en contra de Bruno. Las múltiples ofertas de retractación fueron desestimadas. Finalmente, sin que se tenga conocimiento del motivo, Giordano Bruno decidió reafirmarse en sus ideas y el 20 de enero de 1600 el papa Clemente VIII ordenó que fuera llevado ante las autoridades seculares.

El 8 de febrero fue leída la sentencia en donde se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado. Es famosa la frase que dirigió a sus jueces: «Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla».[cita requerida] Fue excomulgado y sus trabajos fueron quemados en la plaza pública.

Durante todo el proceso fue acompañado por monjes católicos. Antes de ser ejecutado en la hoguera uno de ellos le ofreció un crucifijo para que lo besara, pero Bruno lo rechazó y dijo que moriría como un mártir y que su alma subiría con el fuego al paraíso.

Fundamento procesal

Luigi Firpo lista estos cargos que fueron puestos contra Bruno por la Inquisición:[11]

  • Tener opiniones en contra de la fe católica y hablar en contra de ella y sus ministros.
  • Tener opiniones contrarias a la fe católica sobre la Trinidad, la divinidad de Cristo y la encarnación.
  • Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación a Jesús como Cristo.
  • Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación a la virginidad de María, la madre de Jesús.
  • Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación a la transubstanciación y la misa.
  • Decir que existen múltiples mundos.
  • Tener opiniones favorables de la transmigración del espíritu en otros seres humanos después de la muerte.
  • Brujerías.

Excepción

Lo habitual era matar al hereje y después quemar el cuerpo. En el caso de Giordano Bruno, tras una condena de más de 8 años, fue quemado vivo el 17 de febrero de 1600 en Campo dei Fiori, Roma.

Obras

Hay obras que aún no han sido publicadas en español, otras se consideran perdidas y alguna de cuya distribución se duda.

Sin fecha:

Datos anecdóticos

  • Giovanni Mocenigo –personaje que denunció a Giordano– fue acusado de herejía al descubrirse que intentaba dominar las mentes ajenas, cosa que Bruno se negó a enseñarle. Nunca fue apresado ni existió proceso en su contra.
  • El papa Clemente VIII dudó de la sentencia impuesta a Giordano antes de dictarla porque no deseaba convertir a Bruno en un mártir.
  • El cardenal Roberto Belarmino, santificado en 1930 por la Iglesia Católica, fue el encargado de llevar el proceso de acusación de herejía a Bruno; años después, en 1616, san Roberto Belarmino sería encargado de llevar el proceso de acusación de Galileo Galilei.

Honores

  • El crater de 22 km del lado oscuro de la luna y el asteroide 5148 llevan su nombre
  • El asteroide 13223 se llama Cenaceneri como su libro.

Véase también

Referencias

  1. Fraile, Guillermo (1978). Historia de la Filosofía. Tomo III. Madrid: BAC. pp. 181-183. 
  2. Isaac Asimov. Historia y cronología de la ciencia y los descubrimientos. Barcelona: Ariel, 2007.
  3. Giordano Bruno, Teofilo, en la causa, principio y unidad, "Quinto diálogo" (1588), ed. y transporte por Jack Lindsay (1962).
  4. Pierre Duhem, "Estudios sobre Leonardo da Vinci", III, p.257.
  5. Priani, S, Ernesto, Fantasía, imaginación y vínculos mágicos en Giordano Bruno, en Giordano Bruno 1600-2000, cord. Laura Benitez y José Antonio Robles, FFyL, UNAM, P.114.
  6. Giordano, Bruno. De la magia; De los vinculos en general. 1a ed. Buenos Aires, Cactus, 2007.
  7. Priani, S, Ernesto, Fantasía, imaginación y vínculos mágicos en Giordano Bruno, en Giordano Bruno 1600-2000, cord. Laura Benitez y José Antonio Robles, FFyL, UNAM, P.119.
  8. Ioan, P. Culiano, Eros y Magia en el Renacimiento, Siruela, Madrid, p.131.
  9. «Giovanni Mocenigo. Ante la Inquisición veneciana». La vita di Giordano Bruno (en italiano). Firenze: Istituto Nazionale di Studi sul Rinascimento. Consultado el 14 de julio de 2012. 
  10. Giordano Bruno en http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bruno_giordano.htm
  11. Luigi Firpo, Il processo di Giordano Bruno, 1993.

Bibliografía

  • Bruno, Giordano (2011). Expulsión de la bestia triunfante. Los heroicos furores. Madrid: Siruela. ISBN 978-84-9841-444-8. 
  • — (2011). De la causa, principio y uno. Buenos Aires: Losada. ISBN 978-950-03-9777-3. 
  • — (2009). Las sombras de las ideas. De umbris idearum. Prólogo Eduardo Vinatea. Traducción Jordi Raventós. Biblioteca de Ensayo. Serie Mayor 65. Madrid: Siruela. ISBN 978-84-9841-250-5. 
  • — (2008). De vinculis in genere. Tr. Schettino E., México: Editorial Pax. ISBN 978-968-860-871-5. 
  • — (2007). De la magia, De los vínculos en general. Tr. Ezequiel Gatto, Pablo Ires, Buenos Aires: Cactus. ISBN 978-987-21000-8-7. 
  • — (2007). El sello de los sellos. Tr. Silvestre Miralles, A. Libros del Innombrable. ISBN 978-84-95399-86-1. 
  • — (2004). La cena de las cenizas. Tr. Granada, M. A. RBA. ISBN 978-84-473-3191-8. 
  • — (2004). Candelero. Tr. Losada García, T. Ellago Ediciones, S.L. ISBN 978-84-95881-34-9. 
  • — (1998). Del infinito: el universo y los mundos. Tr. introd. y notas de Granada, M. A. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-7915-0. 
  • — (1997). Mundo. Magia. Memoria. Tr. Gómez de Liano Alamillo, I. Madrid: Biblioteca Nueva. ISBN 978-84-7030-487-3. 
  • — (1991). Expulsión de la bestia triunfante. Tr. Schettino, E. México: CONACULTA, Cien del mundo. ISBN 968-29-3809-0. 
  • — (1990). Cábala del Caballo Pegaso. Tr. Granada, Miguel A. Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-2656-7. 
  • — (1985). Sobre el infinito universo y los mundos. Tr. Cappelletti, A. Ediciones Orbis. ISBN 978-84-7530-479-3. 
  • — (1984). La cena de las cenizas. Tr. Schettino, E. Swan. ISBN 978-84-85595-23-5. 
Sobre Bruno

Enlaces externos

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Influencias de Giordano Bruno y la tradición hermética: