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Fue convocado por [[Pablo III]], y estableció una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el [[clero]] y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos. Estas medidas, junto con la [[Inquisición]], y las guerras de religión, pretendían detener el avance del [[Protestantismo]], e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos. Hacia [[1650]], más de dos tercios de [[Europa]] prestaba de nuevo obediencia a la [[Iglesia de Roma]]: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte.
Fue convocado por [[Pablo III]], y estableció una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el [[clero]] y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos. Estas medidas, junto con la [[Inquisición]], y las guerras de religión, pretendían detener el avance del [[Protestantismo]], e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos. Hacia [[1650]], más de dos tercios de [[Europa]] prestaba de nuevo obediencia a la [[Iglesia de Roma]]: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte.

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----<nowiki>== El Archivo Secreto Vaticano conserva la documentación original del gran Concilio de Trento, que se celebró en distintas fases y lugares entre 1545 y 1563.

Convocado por Pablo III el 22 de mayo de 1545 con la bula Initio nostri huius pontificati, el Concilio comenzaba en Trento el 13 de diciembre de 1545 con la participación de personal casi exclusivamente eclesiástico (4 cardenales, 4 arzobispos, 21 obispos, los generales de las órdenes agustinas, carmelitas, de los Siervos de María, así como de las dos órdenes franciscanas, 42 teólogos y 8 juristas). El Concilio, según las peticiones luteranas, se celebraba lejos de Roma, pero su composición delataba una formación italiana y «papal». De ahí los innumerables enfrentamientos entre católicos y luteranos, gobernados alternadamente por Carlos V y los pontífices romanos, con la intención de obtener mayor representación en el mismo que los Estados del Imperio y sobre todo mayor que el área alemana. Como es bien sabido, la sede del Concilio se trasladó en marzo de 1547 a Bolonia, por deseo de los legados pontificios (Cervini, Pole, Del Monte), y la Asamblea continuó con sus trabajos en la ciudad del Estado de la Iglesia (con una disidencia encabezada por el cardenal Pedro Pacheco que se había quedado en Trento), celebrando sólo dos sesiones, pero temiendo las reacciones imperiales (ya que Carlos V había estado totalmente en contra del traslado a Bolonia), y abordó únicamente cuestiones teológicas sin publicar sus decretos. En 1548, a través de sus oradores, el emperador protestó formalmente ante el papa por el traslado del Concilio y Pablo III, el 1 de febrero de 1548, reclamó la decisión sobre el concilio, mientras una parte de los obispos «imperiales» permanecía en Trento.

Julio III, que sucedió a Pablo III el 7 de febrero de 1550, con la bula Cum ad tollenda del 14 de noviembre de 1550 disponía que la sede del Concilio volviera a ser Trento y fijaba la reapertura para el 1 de mayo de 1551 (pero los trabajos comenzaron efectivamente sólo en septiembre). Sin embargo, la Asamblea se tuvo que disolver de nuevo en abril de 1552 a causa de los desórdenes que se produjeron en la ciudad contra el emperador por obra de Mauricio de Sajonia (Trento ya no parecía un lugar libre y seguro para los padres por estar demasiado cerca de Alemania). Mientras tanto, Julio III entre 1552 y 1554 pensaba publicar y aplicar una parte de los decretos de la reforma, hasta el punto que ya se habían discutido cuestiones relevantes: modalidades de celebración del Concilio, símbolo niceno-constantinopolitano, formación del clero, predicación, justificación, gracia, doctrina de los sacramentos de la Eucaristía, de la Penitencia, de la Extrema Unción y del Matrimonio. La muerte del pontífice (23 de marzo de 1555) impidió la aplicación de este proyecto.

El sucesor de Julio III, Marcello Cervini, que se llamó Marcelo II (9 de abril – 1 de mayo de 1555) vivió demasiado poco para poder ocuparse de la reanudación del Concilio; tampoco Pablo IV (23 de mayo de 1555 – 18 de agosto de 1559) tuvo la ocasión o la voluntad de reanudar el concilio y parece ser que pensaba resolver el problema de la reforma mediante una comisión que se debía reunir en Roma.

Sólo Pío IV (26 de diciembre de 1559 - 9 de diciembre de 1565) logró convocar de nuevo el concilio en Trento mediante la bula Ad Ecclesiae regimen del 29 de noviembre de 1560 para el que se conocerá como su tercer y último periodo 1561 – 1563. Estaban invitados al Concilio en calidad de legados los cardinales Ercole Gonzaga, Giacomo Puteo (que, sin embargo, a causa de su enfermedad no llegó a cumplir el encargo) y poco más tarde Gerolamo Seripando, Stanislao Hosio, Ludovico Simonetta y finalmente Marco Sittich von Hohenems. En la práctica las sesiones conciliares se reanudaron en diciembre de 1562 y se prolongaron, por motivos varios, hasta el 3 de diciembre de 1563, día en el que se promulgaron los decretos sobre el purgatorio, las indulgencias y el culto a los santos. La aplicación de las decisiones del Concilio comenzó con la confirmación de todos los decretos, sin excepción, realizada por Pío IV mediante la bula Benedictus Deus del 26 de enero de 1564.

Es bien conocido el grado de influencia de los decretos conciliares tridentinos sobre la vida y la estructura de la Iglesia católica hasta el último Concilio Ecuménico Vaticano II.

El fondo Concilio Tridentino del Archivo Secreto Vaticano (ya Armadi LXII, LXIII) está compuesto por 156 unidades (casi todas constituidas por volúmenes), muy estudiadas y en su gran mayoría publicadas en la célebre edición de Görres Gesellschaft (Concilium Tridentinum, Diariorum, Actorum, Epistularum, Tractatuum nova collectio, Freiburg i. Br., Herder, 1901, y posteriores).
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Toda la documentación del fondo es importantísima y valiosísima. Entre los «documentos» más singulares cabe destacar un volumen de cartas originales, con firma autógrafa, que S. Carlos Borromeo dirigió a los distintos padres conciliares entre el 9 de febrero y el 30 de noviembre de 1563 (Conc. Trid. 27 y 68); el diario original del secretario del Concilio, Angelo Massarelli (1510-1566), que registró los eventos que se produjeron cada día durante las sesiones (Conc. Trid. 91); los numerosos registros de Acta conciliares; las cartas originales de distintos príncipes para acreditar a sus representantes en el Concilio y muchas cosas más.</nowiki> [[Archivo:borromeolettera.jpg]]


== Antecedentes ==
== Antecedentes ==

Revisión del 15:44 8 jul 2009

La confesión de los pecados, una de las diferencias entre la Reforma y la Contrarreforma.

La Reforma Católica o Contrarreforma fue la respuesta a la reforma protestante de Martín Lutero, que había debilitado a la Iglesia. Denota el período de resurgimiento católico desde el pontificado del Papa Pío IV en 1560 hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años, en 1648. Sus objetivos fueron renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes.

Se esforzó sobre todo en cuatro temas:

  1. Doctrina.
  2. Reestructuración eclesiástica, con la fundación de seminarios.
  3. Modificación de las órdenes religiosas, haciéndolas volver a sus orígenes espirituales.
  4. Vigilancia de los movimientos espirituales, centrándolos en la vida piadosa y en una relación personal con Cristo. Esto incluía a los místicos españoles y a la escuela de espiritualidad francesa.

Concilio de Trento

Fue un concilio general de la Iglesia, reunido entre 1545 al 1563 en el pequeño pueblo de Trento, en los Alpes, que aprobó una serie de decretos doctrinales con respecto a los dogmas, la disciplina, el papado y las órdenes religiosas que permanecieron vigentes hasta que se reunió el siguiente concilio, más de tres siglos después.

Fue convocado por Pablo III, y estableció una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el clero y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos. Estas medidas, junto con la Inquisición, y las guerras de religión, pretendían detener el avance del Protestantismo, e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos. Hacia 1650, más de dos tercios de Europa prestaba de nuevo obediencia a la Iglesia de Roma: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte.

Antecedentes

La permanencia de los Papas en Avignon (1309-1377), el cisma de Occidente, la división de opiniones por parte de países europeos en cuanto a la aceptación de Avignon o Roma como sede papal y el vano intento de reunir un concilio ecuménico para que solucionara problemas, tales como la indisciplina del alto clero o la simonía, provocó un movimiento religioso dentro de la Iglesia Católica que pedía la vuelta al cristianismo primitivo, con representantes como el predicador Girolamo Savonarola o el humanista Erasmo de Rotterdam.

Pablo III nombró como cardenales a reformadores, como Gasparo Contarini y Reginald Pole, y aprobó nuevas órdenes religiosas, como los jesuitas, capuchinos o las ursulinas, acabando con la convocatoria a concilio.

Reforma y Contrarreforma

Se ha venido usando el nombre de Contrarreforma que acentúa la visión de unos cambios orientados a combatir el movimiento protestante e impedir la pérdida de fieles, pero desde mediados del siglo XX se ha comenzado a utilizar la expresión Reforma católica en lugar de Contrarreforma, para acentuar las tentativas de reforma teológica y disciplinaria que habían empezado a manifestarse antes de la Reforma luterana.[1]​ Según esta interpretación, las reformas no fueron sólo debidas al Protestantismo, y precisa que mucho del trabajo de Trento y de gente como Felipe Neri, Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús iba mucho más lejos que la simple respuesta al desafío del abandono de la Iglesia Católica por tantos fieles, y que intentaba suprimir los abusos y la corrupción en la Iglesia para su propia mejora.[2]

Reforma Católica

Index Librorum Prohibitorum.

La Contrarreforma, para algunos, no difería en forma sustancial de aquello que buscaba la Reforma protestante a la hora de renovar la Iglesia. Sin embargo, en cuestiones teológicas era completamente opuesta. Los esfuerzos reformistas de Pablo IV se basaron en el autoritarismo, apoyado en el Derecho Canónico y las encíclicas papales. Dos de sus herramientas fueron la Inquisición, institución creada por el Papa Gregorio IX en el siglo XIII para investigar y juzgar a los acusados de herejía o brujería, y la censura, con la creación del índice de libros prohibidos.

Entre otras medidas efectivas sobre liturgia, administración y enseñanza religiosa, se tomaron las siguientes:

  1. Nombrar cardenales y obispos de gran integridad moral, como San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán.
  2. Crear seminarios en muchas de las diócesis, lo que garantizó la uniformidad teológica.
  3. Crear reuniones religiosas informales, que se convirtieron posteriormente en los oratorios.
  4. Redactar un nuevo catecismo.

El Concilio de Trento no aprobó ninguna de las reformas de Lutero u otros protestantes, sobre todo la justificación por la fe, lo que acentuó la división del cristianismo, con diferentes reformistas coincidiendo en que el papado era perjudicial. Esta actuación del Papa reflejaba el paso hacia el absolutismo que caracterizó al siglo XVI.

Por otra parte, el descubrimiento y colonización de América convirtió a muchos clérigos en misioneros, empeñados en la conversión de los nuevos pueblos conocidos y estableciendo escuelas confesionales.

Al mismo tiempo que la agresividad y militancia del catolicismo era palpable, surgió una ola de misticismo que proponía la meditación y el rezo personal, como el del rosario. La fe católica tras la contrarreforma tuvo dos vertientes:

  1. La idea de un Dios temible que utilizaba el castigo, que fue impulsada por Pablo IV,
  2. La piedad popular y la experiencia religiosa individual, que dio figuras como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila.

Pío V representó el esfuerzo de un sector eclesiástico para combatir el protestantismo impulsando la devoción popular y castigando la herejía. Era un dominico de fe sólida y férrea disciplina, que protegió a los pobres creando hospitales y escuelas y apoyando las misiones en el nuevo mundo, pero decidió aplicar la Inquisición para prevenir el aumento de herejes.

Sixto V representó la etapa final de la reforma católica, convirtiendo Roma y el barroco en la representación visual del catolicismo.

Órdenes religiosas

Las nuevas órdenes religiosas constituyeron una parte fundamental de la reforma. Órdenes tales como los capuchinos, ursulinas, teatinos, paulistas o jesuítas consolidaron las parroquias rurales, ayudaron a consolidar la piedad popular por medio del ejemplo y el cuidado de pobres y enfermos, y sirvieron para contener la corrupción dentro de la Iglesia. Su dedicación a las obras de misericordia ejemplifica la reafirmación católica de la salvación a través de la fe y de las obras, y negando la idea luterana de salvación por la fe. No solamente hicieron la iglesia más eficaz, sino que reafirmaron las premisas fundamentales de la iglesia medieval.

  • Capuchinos: formados a partir de los franciscanos, alcanzaron renombre por la protección dispensada a los pobres, decididos a practicar la caridad cristiana y vivir austeramente.
  • Ursulinas: se centraron en la educación de niñas y jóvenes.
  • Teatinos: decidieron acabar con la herejía a través de la regeneración del clero.
  • Paulistas: sus actividades estaban dirigidas a la educación de los jóvenes, catequesis, y ejercían apostolado en las prisiones y hospitales.
  • Jesuítas: además de hacer un voto de obediencia incondicional al Papa, se centraban en la educación, la reflexión teológica y las misiones. Su gran preparación cultural los convirtió en directores espirituales de monarcas y en educadores de la alta sociedad.

Otros movimientos espirituales, como los espiritualistas italianos o los místicos españoles, intentaron reformar la iglesia a través del individuo. Un ejemplo fueron los oratorios.

Liturgia

Órgano barroco.

Una consecuencia del concilio fue la unificación litúrgica:

  • Se abolieron los ritos eucarísticos locales, salvo algunas excepciones, y se estableció un rito unificado conocido como Misa Tridentina, guiada por un Misal y que regula el ordinario de la misa, el santoral y las misas votivas y de difuntos. La Eucaristía se definió dogmáticamente como un auténtico sacrificio expiatorio, en el que el pan y el vino se transformaban en la carne y sangre auténticas de Cristo.
  • Se regularon los Sacramentos y la fundación de nuevas parroquias.
  • Se pidió la simplificación en la música usada en los templos, evitando la polifonía; esto llevó a una mayor difusión del canto gregoriano.

La revolución cultural

Algunos historiadores, como James Burke, han observado que algunas de las directrices de la contrarreforma provocaron consecuencias igual de graves que el cisma: por ejemplo, los estudios realizados para reformar el calendario juliano terminaron en la confrontación con Galileo y el mundo científico en general.

Se querían hacer atractivos los ritos, y se tomaron dos caminos:

  • El del arte, con la aplicación de la decoración barroca.
  • Las celebraciones festivas, para lo que era necesario acabar con la inexactitud del calendario, desfasado en diez días.

Se pidió a los astrónomos que lo reformaran, entre ellos a Nicolás Copérnico. En su obra, De Revolutionibus Orbium Coelestium, sustituye el modelo tolomeico por uno heliocéntrico, aunque pasó desapercibido. El libro fue evitado por oponerse a las teorías bíblicas cuando otros científicos acumularon evidencias a su favor, llegando a ser la base de una revolución científica ajena a la Iglesia que culminó con la prohibición del estudio de los trabajos de Galileo Galilei.

Personalidades principales

Referencias

  1. Acontecimientos reformistas fueron el quinto Concilio de Letrán, los sermones reformistas de Juan Colet, la publicación de Consilium de Emendanda Ecclesia de Gasparo Contarini, o la fundación del Oratorio del Amor Divino.
  2. La Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola, llevó a cabo muchas de las reformas propuestas.

Bibliografía

  • D. W. Jones, Martin (trad. Palomo del Barrio, Federico). La contrarreforma: Religión y sociedad en la Europa moderna. Ediciones Akal. ISBN 84-460-1606-0. 
  • Jedin, Hubert (1981). Historia del Concilio de Trento. Universidad de Navarra. ISBN 84-313-0723-4. 

Enlaces externos

  • Enciclopedia Encarta. «Contrarreforma». Consultado el 17, 10|fechaacceso= y |Añoacceso= redundantes (ayuda).