Usuario:Angel Luis Quesada Martinez/Taller

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El intento de declaración de guerra entre España y Japón hace referencia a las relaciones mantenidas entre el régimen de Franco y el Imperio Japonés durante el transcurso de la II Guerra Mundial. Al principio del conflicto, los contactos bilaterales entre ambas naciones era en un ambiente de simpatía y cordialidad. Sin embargo, esta cooperación desenvocó en una abierta hostilidad cuando la guerra cambio de signo y Franco busca el apoyo de sus aliados, hasta el punto de una nueva división azul en contra de Japón.

Contexto[editar]

La ruptura de las relaciones se produjo cuando ya se preveía la derrota del Eje, y pudo significar el inicio de una nueva guerra a nivel internacional. El episodio refleja lo que resultó ser el carácter zigzagueante de la diplomacia franquista -que pasó de ser un admirador de Japón a convertirlo en enemigo-.

“Parece como si fuéramos a declarar la guerra a Japón”, comentó el ministro de Exteriores español José Félix de Lequerica al militar británico en Madrid, Windam W. Torr, en una cena . En 1945, cuando el Tercer Reich vivía sus últimos meses y los Aliados claramente acabarían imponiéndose. Lequerica continuó sorprendiendo al británico al explicarle cuándo sucedería: “Espero que muy pronto. Lo debemos hacer antes que Portugal”. Pero Torr quedó alucinando cuando preguntó las razones de porque sucedía tal cosa: “Bueno, Franco siempre ha odiado a los japoneses”, contestó el español. Esta conversación, se probó para ver que respuesta recibía ante una posible declaración de guerra, muestra uno de los recursos que Franco buscó para sobrevivir en la posguerra y refleja cómo los acontecimientos de Japón afectaban directamente a España. De repente comienza a levantase cierto interés de España en el Extremo Oriente. Pero esta situación cambió en 1937, al coincidir el inicio de la Guerra Chino-Japonesa (1937-1945) con la contienda civil española, y aún más con la Segunda Guerra Mundial, hasta la derrota nipona en 1945. Entonces retornaron el desinterés español por los japoneses.

Por ello, entre 1937 y 1944 las relaciones entre ambos países parecía enfriarse, sus asuntos eran llevados a cabo exclusivamente por sus ministros de exteriores, al contrario que en los años anteriores.

El principio de la ruptura de las relaciones se produce con el bombardeo del estado japonés sobre Filipinas. En tal suceso, muere parte de la colonia española que todavía quedaba ahí, lo cual va a producir una protesta del gobierno español, el cual acaba optando por la ruptura definitiva entre las relaciones entre Japón y España.[1]

Esto va a hacer que las relaciones españolas con la parte de los aliados se intensifiquen, ya que son éstos los que están llevando el peso de la creación de un nuevo mundo en la posguerra.

De la cooperación a la enemistad con Japón[editar]

Los secretos de una posible guerra[editar]

El hecho de que ambas naciones compartiesen enemigos facilitó el acercamiento. Así, al coincidir la Guerra Civil y la Chino-Japonesa, los gobiernos español y japonés mostraron su disposición a luchar contra el comunismo. De este modo, en enero de 1939 los japoneses programaron (junto con italianos y alemanes -los tres países tenían una influencia política comparable para el Ejecutivo franquista-) entrevistas por separado con Franco y su ministro de Exteriores, que hasta ese momento era el conde de Jordana, para convencerlos de que firmaran el Pacto Antikomintern contra la URSS. Esto lo consiguieron tras el fin de la Guerra Civil, en mayo de 1939, cuando España se unió a dicho pacto junto con Hungría y un territorio satélite japonés, el Estado de Manchukuo, en Manchuria.

Palco del desfile en celebración de la firma por Rumania del Pacto Tripartito. Entre otros el dirigente de la Guardia de Hierro, Horia Sima (tercero por la izquierda), el caudillo del país, Ion Antonescu (cuarto) y el monarca rumano, Miguel I (quinto).

España y Japón fueron así dos piezas muy importante para el Eje, ya que estaban dispuestos a entrar en el conflicto. Ambos firmaron el Pacto Tripartito, suscrito entre Alemania, Italia y Japón en septiembre de 1940, y España lo hizo en secreto. Entre ellos se produjo cierta colaboración propagandística en América Latina y en la zona asiática dominada por Japón, especialmente en China. De esta manera, España apostó fuerte por el Gobierno de Manchukuo y, en junio de 1940, prometió el reconocimiento de este Estado a su presidente Wang Jingwei, cuando ni los japoneses lo habían hecho. Desde 1940, parecía que Japón y España tenían una evolución política paralela y Japón en diciembre de 1941  atacó Pearl Harbor, entrando así de lleno en la guerra. España continuaba dudando si entraba en la misma.[2]

Otro fin compartido fue la lucha contra las democracias occidentales cuando Italia se unió al conflicto tras la derrota de Francia.

Tras Pearl Harbor se estableció una colaboración entre ambos países, ya que los japoneses recurrieron a España para adquirir material de guerra (a través de un país no beligerante) y utilizaron la colonia española en Filipinas como mediadora con la población autóctona al ocupar el archipiélago.

Además, el nuevo ministro de Exteriores, Ramón Serrano Suñer, tuvo que afrontar varios encargos, como por ejemplo espiar a los Estados Unidos y representar los intereses de cientos de miles de inmigrantes japoneses que allí habitaban. Debe recordarse que estos sufrieron asaltos y rechazos y que perdieron trabajos y haciendas. Se los perjudicó con bloqueos de cuentas corrientes y otras medidas y se los forzó a realojarse en centros del interior, alejados de sus lugares de residencia en la costa Oeste. Tokio, para solventar tales maltratos y disponer de información sobre Estados Unidos, recurrió a Madrid. Serrano aceptó que España representase los intereses japoneses.[3]

Pero las problemas no tardaron en surgir. Japón ocupó las Filipinas, que los españoles preferían ver independientes. Llegaron noticias de que se habían destruido edificios y de que se habían producido varias muertes en la comunidad española. Se habla de los japoneses se vieron frustrados, porque los españoles no les pasaron más información ni dieron noticias de los sufrimientos de sus ciudadanos en Estados Unidos, tan necesarias para su propaganda. Asimismo, la caída de Serrano en septiembre de 1942 los privó de su enlace de más alto nivel. Pero la red de espionaje y la representación de intereses continuaron organizadas por España hasta que el conde de Jordana -sucesor de Serrano- impulsó un viraje de la política exterior española en abril de 1943.

En marzo de 1945, el gobierno de Franco decide dejar de representar los intereses japoneses en los países americanos. La campaña de prensa se intensificó a partir de la decisión del gobierno franquista de acabar con la representación de los intereses japoneses.

El contexto general hizo que el estado español se planteara la opción de declarar la guerra a Japón. El hecho de que muriera el presidente Franklin D. Roosevelt hizo que España quedara en una situación de “stand by”, también ayudó el nuevo gobierno de Suzuki en Tokio.

Se establecieron unos regímenes amigos (Buenos Aires, la Ciudad del Vaticano y Lisboa). La relación con Argentina fue una de las piezas más fundamentales para Madrid, a lo largo de la guerra, pero la relación cambió a finales de marzo. Buenos Aires declaró la guerra al Eje el 27 de marzo de 1945, la reacción de Washington fue de una clara satisfacción y canceló todas las restricciones y autorizó a sus barcos a recalar en puertos argentinos.

El gobierno español también pensó en el Vaticano y Lisboa como posibles padrinos para un acercamiento con Washington. Ambos atacados por Japón en Manila, pero ambos intentaron moderar al gobierno español más que ayudarlos en contra de los japoneses.[4]

Estados Unidos, asombró por su giro rápido giro político más que por su moderación en este conflicto.

Una de las críticas más duras recibidas hacia el gobierno de Franco en el conflicto fue a través del Manchester Guardian, se acusó al régimen franquista de estar buscando un hueco en la ONU a toda costa, sin dignidad. A esto se le une la explicación de la embajada norteamericana sobre el fracaso de la política exterior del franquismo y el resultado es un claro rechazo hacia España, sin apoyos para hacer frente a esta guerra hacia Japón. La opinión pública en España también hizo que este conflicto no llegara a más.

Llegada de integrantes división azul

A pesar de esto, el conflicto pudo llegar a más. Según el periodista Emmet John Hugues en su obra “Report from Spain” asegura que José Luis Arrese planteó a la embajada americana la posibilidad de crear una nueva División Azul, pero esta vez no para volver a enviarla a la URSS, si no a Japón, lo cual también queda recogido en unos de sus libros: “Lo mismo en aquella ocasión como cuando pedí al Conde Jordana que gestionara el envío de otra División Azul a luchar del lado del general MacArthur contra el Japón”[5]

Una de las principales razones para declarar la guerra a Japón por parte de Franco podría ser la entrada en la Conferencia de San Francisco; como aseguraba el diario mexicano El Popular, la táctica podría ser la siguiente: Franco declararía la guerra a Japón, Japón a Alemania y ésta última a España, de modo que todos podrían asistir a la famosa conferencia, aunque todo esto fue negado por los oficiales españoles, entre ellos Lequerica, que aseguraba que la tensión era de ámbito bilateral y que España no pensaba obtener ningún beneficio por ello. [6]

Pese a esto, no se descarta que esa fuera la principal motivación española para declarar la guerra al país nipón, puesto que tras la más que posible derrota del Eje, el régimen franquista iba a quedar aislado, y necesitaba el visto bueno, sobre todo de Estados Unidos para poder pertenecer a cualquier organización internacional. Es por ello que cabe la posibilidad de que el gobierno de Franco se plantease la opción de declarar la guerra a Japón, demostrando así un odio mutuo hacia tal nación.

El fin de las relaciones[editar]

Acabaron las relaciones oficiales entre Japón y España, el beneficio político no fue el esperado y en Madrid, se temía las represalias que pudiera tener el imperio Japonés a los súbditos españoles, Méndez de Vigo, recibió esa información a través de una radio norteamericana y reaccionó con una cierta censura a sus superiores. " no ocultare a Ud. que la ntoicia me produjo una cierta sorpresa". Pidió a sus superiores "el trato más generoso para evitarnos sea aplicado aquí uno brutal y arbitrario". Antes de que ya no pudiera mandar más mensajes.

Las súplicas de Méndez de Vigo desencadenaron en unas órdenes claras hacia la Dirección General de Seguridad para que el trato hacia los japoneses fuera benévolo y se hiciera una vigilancia discreta a sus diplomáticos. Los consulados también siguieron abiertos.

Tokio ante esta situación no tomó represalias aliviando así dicha tensión. Después se aceptó a Suiza como la potencia intermediaria para velar los intereses españoles y japoneses. En el tema de Filipinas, no se descartó la posibilidad de una evacuación, incluso el embajador Cárdenas se le ordenó preguntar sobre esto en Washington. Además del tema de la evacuación, también se le ordenó preguntar por un nuevo barco de intercambio. [7]

Para los españoles antiguamente partidarios del Eje, comenzó una nueva etapa tras la victoria norteamericana en Filipinas. Desaparecieron totalmente con la detención domiciliaria de Del Castaño durante once días. Su segundo, Ferrer, entró en prisión. Con los españoles contra las cuerdas, se inició el Auxilio Social, su distribución de alimentos socorrió a la colonia española y pudo redactar un inventario de pérdidas.

Después de esto, claramente la presencia de españoles en Filipinas cayó en picado. Dejando a un lado las muertes y los regresados a la península, una mayoría de Filipinos adquirió la nacionalidad filipina ya que no les permitían tener tierras o empresas a extranjeros.  [8]

Los  valores, también sufrieron una modificación, pasando de ese equilibrio entre la identidad colonial, la hispana y las locales a unos valores en favor de los americanos.

El gobierno franquista, veía un futuro bastante preocupante y no dejaba pasar cualquier oportunidad de mejorarlo. En 1945, ante el fin de la guerra en Europa, se dio una nueva consigna en la prensa española “actitud decidida y contraria al Japón”.  En Asia, sin embargo, en la prensa destacaban las victorias de la China de Jiang Jieshi.

Japón tras esta declaración en los medios de comunicación de un país y otro, atravesó uno de sus momentos más difíciles que ha vivido en su historia. Desde su derrota hasta saber cómo sería esta, transcurrieron unos meses trágicos, influido también por norteamerica y su deseo de elevar su importancia internacional probando la nueva arma atómica que habían descubierto.

La rendición estaba pendiente, además de las promesas de los aliados sobre el sistema imperial. La discusión vino tras la respuesta norteamericana a su propia oferta de aceptar la declaración Postdam si el status del emperador se vería afectado o no.

Tras la rendición japonesa a manos de los norteamericanos, Madrid repitió en Londres y Washington que “nadie mejor que España puede darse cuenta de hasta qué punto de violación de la justicia, moral y las normas más elementales de la civilización se llegó por parte de Japón, cuya conducta merece la más profunda repulsa de toda la nación española”.[9]

Los embajadores recibieron la orden de ver a sus colegas para dar la felicitación por su victoria, junto con una recapitulación de ofensas y daños que España había recibido. La diplomacia de tiempos de guerra acababa para dar paso a un periodo en el que el gobierno de Franco atravesaba por muchas complicaciones.

Por cierto, no hubo compasión con los daños producidos sobre Japón con la bomba atómica “Ellos se lo habían ganado, eran unos salvajes” era la frase que se decía, todo acababa con el Servicio de Prensa y Propaganda retirado a la Falange el 27 de julio de 1945 y se transfería al Ministerio de Educación, Japón regresó al lugar donde estaba antes del exotismo.

El gobierno franquista vivió los últimos coletazos de la guerra inclinándose claramente por el lado aliado, posicionándose ante la llegada de la paz, pero los resultados de esa enemistad con Japón fueron prácticamente nulos, ya que no consiguieron acercarse al bando de los vencedores, ni provocó una reacción positiva en la opinión internacional. Tampoco fue invitado a la Conferencia de San Francisco ni consiguió ningún tipo de apoyo por parte de los gobiernos de Estados Unidos y la URSS.

Las razón principal por la que fracasó el intento de acercarse al bando aliado es la tardanza en dar el paso hacia su enemistad con Japón, ya que de haberlo hecho unas semanas antes se habría encontrado con una posición más abierta por parte de Estados Unidos.[10]

España no fue una excepción y el hilo conductor de su contradictoria evolución ante Japón radicó en el peso de las visiones orientales, que permitieron imágenes orientales positivas o negativas según la necesidad política. Al parecer, el criterio de Franco se llevó a cabo por su experiencia colonial en Marruecos, se expandió al Oriente bárbaro. Esta imagen distorsionada del Imperio Japonés se vio favorecida por el hecho de que, cuando en España había que tomar decisiones políticas respecto a Japón, no se contaba más que con el consejo de algún misionero o de algún diplomático llegado de Asia, sin preparación previa.

En la lucha franquista contra el enemigo asiático, es interesante destacar que el intento de declarar la guerra a Japón en 1945 no fue el único, en los inicios de la década de 1950, cuando la Guerra Fría aún no había desbloqueado el acercamiento a los EE.UU., Franco se planteó declarar la guerra a la Corea comunista tras su ataque al régimen surcoreano. No lo hizo, entre otras razones, porque ello devino jurídicamente imposible por la actuación de las Naciones Unidas.

Referencias[editar]

  1. «La participación de Japón en la revolución filipina de 1896». 
  2. Rodao, florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 502. ISBN 9788401530548. 
  3. «Franco contra el imperio del sol naciente». 
  4. Rodao, Florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 505. ISBN 9788401530548. 
  5. Rodao, florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 506. ISBN 9788401530548. 
  6. Rodao, Florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 508. ISBN 9788401530548. 
  7. Rodao, Florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 510. ISBN 9788401530548. 
  8. Rodao, Florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 511. ISBN 9788401530548. 
  9. Rodao, Florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 512. ISBN 9788401530548. 
  10. Rodao, Florentino (2016). Franco y el imperio japonés. PLAZA & JANES. p. 513. ISBN 9788401530548.