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Libros de Crónicas

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Manuscrito de I Crónicas de un códice francés del siglo XIII.

Los Libros de Crónicas o Libros de las Crónicas (en hebreo: דִּבְרֵי־הַיָּמִים, Diḇrê Hayyāmîm, "Los asuntos de los días" o "Acciones o hechos de los tiempos") son una obra en prosa en hebreo que forma parte de las escrituras judías y cristianas y que comúnmente se les denomina I Crónicas y II Crónicas.

Los dos libros formaban primitivamente uno solo, siendo el último libro de la Biblia hebrea, concluyendo la tercera sección de los Ketuvim, la última sección del Tanaj. Fue en la Septuaginta, cuando se dividió en dos libros, I y II Paralipoménōn (en griego: Παραλειπομένων, lit. "cosas que se han quedado a un lado" o "cosas omitidas").[1]​ En un contexto cristiano son conocidos como Libros de las Crónicas, del latín chronikon, "crónica", nombre que le dio al texto el erudito Jerónimo en el siglo V. En la Biblia cristiana, los libros son conocidos como 1 Crónicas y 2 Crónicas (en abreviatura 1 Cro y 2 Cro) y, a veces, Primer Libro de las Crónicas y Segundo Libro de las Crónicas y generalmente siguen a los dos Libros de los Reyes y preceden a Esdras-Nehemías, concluyendo así los libros orientados a la historia del Antiguo Testamento.[2]

Crónicas presenta la narración bíblica que comienza con el primer ser humano, Adán, y recorre la historia de la antigua Judá e Israel hasta el edicto del rey Ciro el Grande (c. 540 a. C.) que libera a los israelitas del cautiverio en Babilonia.

Historia del cronista

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Se denomina «historia del cronista» al conjunto formado por los libros de 1 y 2 Crónicas, junto con los libros de Esdras y Nehemías, considerados como una obra unitaria. Estos escritos presentan una narración continua que abarca desde los orígenes de Israel hasta la época persa. La conexión literaria entre ellos es evidente: los primeros versículos de Esdras repiten casi literalmente los últimos de 2 Crónicas, recurso característico de la tradición de los rollos, que indicaba la continuación de un mismo relato más que el inicio de uno nuevo.

En la tradición cristiana, estos libros aparecen distribuidos en secuencia, formando un bloque histórico que complementa y prolonga la memoria de Israel. En el canon hebreo, en cambio, Crónicas ocupa el lugar final de las Escrituras, detrás de Esdras-Nehemías. La razón de esta ubicación puede ser doble: por un lado, la tardía aceptación de Crónicas como libro canónico, debido a su carácter de recapitulación de Samuel y Reyes; por otro, el sentido teológico de cerrar con él la historia sagrada, como signo de que el proceso de formación del judaísmo había llegado a su culminación.

Este conjunto no sólo busca narrar hechos, sino también ofrecer una interpretación de la historia a la luz de la fe. Frente al recuerdo de la monarquía y del exilio, la «historia del cronista» enfatiza el papel de la comunidad, del Templo, del sacerdocio y de la fidelidad a la Ley como ejes fundamentales de la identidad del pueblo de Dios en la etapa postexílica.[3]

Resumen

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Roboam y Jeroboam I en una xilografía de La Biblia en imágenes de 1860 de Julius Schnorr von Carolsfeld.

La narración comienza con Adán Y la historia sigue adelante, casi en su totalidad mediante listas genealógicas, hasta la fundación del primer Reino de Israel (1 Crónicas 1-9). La mayor parte del resto de 1 Crónicas, después de un breve relato de Saúl, se ocupa del reinado de David (1 Crónicas 11–29). La siguiente y larga sección narra el reinado de Salomón (II Crónicas 1-9), hijo de David, y la parte final se refiere al Reino de Judá con referencias ocasionales al segundo reino de Israel (2 Crónicas 10–36). En el último capítulo, Judá es destruida y parte del pueblo es llevado al exilio en Babilonia, y en los versos finales, el rey persa Ciro el Grande conquista el Imperio neobabilónico y autoriza la restauración del Templo de Jerusalén y el regreso de los exiliados.[4]

Estructura

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Traducción al griego: Paralipomenon 9:27–10:11 en “”Codex Sinaiticus“” (facsímil de 1862)

Originalmente formaban una sola obra que fue dividida en dos en la Septuaginta, una traducción en griego koiné de textos hebreos y arameos de los siglos III y II a. C.[5]​ El texto se divide en tres secciones principales: (1) las genealogías en los capítulos 1–9 de 1 Crónicas; (2) los reinados de David y Salomón, en el resto de 1 Crónicas y los capítulos 1–9 de 2 Crónicas; y (3) la historia del reino dividido, el resto de 2 Crónicas.

Dentro de esta estructura hay signos evidentes de que el autor ha utilizado varios recursos para estructurar su trabajo, especialmente a través de trazar paralelos entre David y Salomón. El primero se convierte en rey, establece el culto al Dios de Israel en Jerusalén y lucha en guerras que permitirán que se construya el Templo. Salomón se convierte en rey, construye y dedica el Templo, y cosecha los beneficios de la prosperidad y la paz en el reino.[6]

La llamada «historia del cronista» abarca desde los orígenes de la humanidad con Adán hasta la restauración de Judá bajo el dominio persa. Para ello utiliza materiales de otros escritos históricos del Antiguo Testamento y de fuentes extrabíblicas, reelaborándolos con una intención propia. Aunque durante siglos fue vista como una simple repetición de los Libros de Samuel y Libros de los Reyes —lo que explica el escaso interés que despertó entre los Santos Padres y escritores eclesiásticos, salvo el comentario completo de Rábano Mauro en el siglo IX—, la investigación reciente ha subrayado que se trata de una obra teológica original, reconocida como Palabra de Dios en el mismo canon bíblico.[7]

El propósito de sus autores no era reiterar la historia ya conocida, sino reinterpretarla desde la fe, actualizando su significado para la comunidad postexílica. Su reflexión gira en torno a la identidad del pueblo de Dios, con dos ejes fundamentales: el culto en el Templo de Jerusalén y la observancia de la Ley de Moisés. De ahí que la obra destaque dos momentos culminantes de gran carga teológica:

  • La construcción del Templo por Salomón, como signo visible de la unidad del pueblo bajo la monarquía davídica.
  • La restauración del Templo y de la vida religiosa en Jerusalén, en tiempos de Esdras y Nehemías, tras el exilio babilónico.

Las genealogías, que enlazan a Adán con los patriarcas y con las generaciones posteriores, refuerzan la idea de continuidad histórica y espiritual. El Templo y la centralidad de su culto aparecen como expresión de la unidad e identidad del pueblo. Por eso, la división del reino tras la muerte de Salomón se interpreta como la ruptura de esa unidad, con las consiguientes crisis nacionales y religiosas que culminaron en la destrucción del Santuario y el destierro. Sin embargo, el edicto de Ciro marca un nuevo comienzo: el regreso a Jerusalén, la reconstrucción del Templo y la reorganización de la comunidad en torno a la Ley, haciendo posible una renovada unidad.

En conjunto, la «historia del cronista» no solo transmite datos históricos, sino que ofrece modelos paradigmáticos de culto y de fidelidad a la Alianza, proponiendo ejemplos de vida y de organización religiosa que permitan al pueblo mantener su identidad y permanecer fiel a su vocación original.[8]

Composición

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Orígenes

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Los últimos sucesos en Crónicas tienen lugar durante el reinado de Ciro el Grande, el rey que conquistó Babilonia en 539 a. C, lo que establece la fecha más antigua posible para la composición de la obra. Es probable que fuese escrita entre 400–250 a. C., con el período más probable entre 350–300 a. C.[6]​ La última persona mencionada es Anani, un descendiente de octava generación del rey Jeconías según el texto masorético. El nacimiento de Anani probablemente habría ocurrido en algún momento entre 425 y 400 a. C.[9]​ La Septuaginta presenta más de cinco generaciones adicionales en la genealogía de Anani. Para los estudiosos que prefieren esta lectura de la Septuaginta, la probable fecha de nacimiento de Anani es un siglo después.[10]

Las Crónicas parecen ser en gran parte el trabajo de una sola persona, con algunas adiciones y ediciones posteriores. Su autor probablemente fuera un levita (sacerdote del templo) y probablemente de Jerusalén. Sería un buen lector, un experto editor y un teólogo sofisticado. Su intención era utilizar el pasado de Israel para transmitir mensajes religiosos a sus compañeros, la élite literaria y política de Jerusalén en la época del Imperio aqueménida.[6]

La tradición judía y cristiana identificaba a este autor con Esdras del siglo V a. C., que prestó su nombre al Libro de Esdras. También se creía que Esdras era el autor de los libros de Esdras-Nehemías, pero más tarde los estudiosos de la crítica textual abandonaron esta identificación y empezaron a llamar al autor anónimo 'El Cronista'. Una de las características más llamativas, aunque no concluyentes, de las Crónicas es que el versículo final (2 Cro 36) se repite en el comienzo del Libro de Esdras, lo que podría llevar a considerar una unidad en su composición.[6]​ La segunda mitad del siglo XX conllevó una revaluación radical, y muchos ahora consideran improbable que el autor de Crónicas también fuera el autor de partes narrativas de Esdras-Nehemías.[11]

Fuentes

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Gran parte del contenido de Crónicas es una repetición de material de otros libros de la Biblia, desde el Génesis hasta los Libros de Reyes, por lo que la opinión académica más extendida es que estos libros, o una versión anterior de ellos, proporcionaron al autor la mayor parte de su material. Sin embargo, es posible que la situación sea bastante más compleja y que libros como Génesis y Samuel se consideren contemporáneos con Crónicas, basándose en gran parte en el mismo material, en lugar de ser una fuente para ellos. También está la cuestión de si el autor de Crónicas utilizó fuentes diferentes a las que se encuentran en la Biblia ya que si esas fuentes existieron, reforzaría la tesis de que la Biblia puede ser considerada como una fuente histórica confiable. A pesar de las muchas discusiones sobre este tema, no se ha llegado a un acuerdo concluyente.[12]

Género

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Los traductores que crearon la versión griega de la Biblia judía (la Septuaginta) llamaron a este libro 'Las cosas que se han quedado a un lado', indicando así que lo consideraban como un suplemento de otro trabajo, probablemente Génesis-Reyes, pero esta idea no parece sostenerse, ya que mucho de Génesis-Reyes ha sido copiado casi sin cambios. Algunos eruditos modernos propusieron que Crónicas fuera un midrash, o comentario tradicional judío, sobre Génesis-Reyes, pero nuevamente esta hipótesis tampoco parece sostenerse pues el autor o autores no comentan sobre libros más antiguos sino que los usan para crear una nueva obra. Hipótesis recientes sugieren que la obra fue pensada como una aclaración a la historia de Génesis-Reyes, o como sustitución o alternativa.[13]

Temas

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El teólogo presbiteriano Paul K. Hooker sostiene que el mensaje generalmente aceptado que el autor deseaba transmitir a su audiencia era una reflexión teológica, no una «historia de Israel»:

  1. Dios está presente en la historia, y especialmente en la historia de Israel. La fidelidad o los pecados de los reyes individuales son inmediatamente recompensados o castigados por Dios. (Esto contrasta con la teología de los Libros de los Reyes, donde la infidelidad de los reyes fue castigada en generaciones posteriores a través del exilio babilónico).[14]
  1. Dios llama a Israel a una relación especial. La llamada comienza con las genealogías,[15]​ y va reduciendo gradualmente el enfoque de toda la humanidad a una sola familia, los israelitas, los descendientes de Jacob. El «verdadero» Israel es aquel que continúa adorando a Yahvé en el Templo de Jerusalén (en el sur del Reino de Judá), con el resultado de que la historia del Reino de Israel histórico es casi completamente ignorada.[16]
  1. Dios eligió a David y su dinastía como agentes de su voluntad. Según el autor de Crónicas, los tres grandes acontecimientos del reinado de David fueron su traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén, la fundación de una dinastía real eterna y los preparativos para la construcción del Templo.[16]
  1. Dios eligió un lugar en Jerusalén como ubicación para el Templo, el lugar donde se debía adorar a Dios. Se dedica más tiempo y espacio a la construcción del Templo y sus rituales de adoración que a cualquier otro tema. Al destacar el papel central del Templo en la Judá preexílica, el autor también destaca la importancia del recién reconstruido Segundo Templo de la era persa para sus propios lectores.
  2. Dios sigue activo en Israel. El pasado se utiliza para legitimar el presente del autor: esto se ve más claramente en la detallada atención que presta al Templo construido por Salomón, pero también en la genealogía y los linajes, que conectan su propia generación con el pasado lejano y, por lo tanto, afirman que el presente es una continuación de ese pasado.[17]

Enseñanza

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La «historia del cronista» responde a la necesidad de Israel, tras el exilio, de reafirmar su identidad frente al paganismo y a los samaritanos. El pueblo verdadero son los que volvieron del destierro, unidos por la Alianza expresada en la Ley y por el culto en el Templo de Jerusalén. El cronista exalta a David como modelo de rey fiel y organizador del culto, omitiendo sus fallos para presentarlo como prototipo de la unidad del pueblo. Junto a él, el Templo se convierte en el eje de la narración: su construcción, destrucción y restauración muestran el camino de Israel hacia la unidad y la presencia de Dios en medio de su pueblo.[18]

La obra recalca que la fidelidad consiste en cumplir la Ley y en dar a Dios un culto espléndido, donde todos —sacerdotes, levitas, porteros y cantores— tienen una función importante. Las genealogías, desde Adán hasta los repatriados, aseguran la continuidad histórica y la identidad del pueblo elegido, llamado a mantenerse separado de influencias extranjeras. El mensaje central es que Dios no abandona a su pueblo. Cada generación puede recomenzar bajo su justicia y misericordia, siendo juzgada por sus propias obras. De ahí la insistencia en la conversión, la responsabilidad personal y la alabanza al Señor. El gozo que Dios concede es la verdadera fuerza para perseverar en la fidelidad a la Alianza.[19]

La Historia del cronista a la luz del Nuevo Testamento

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Los libros de la «Historia del cronista» ponen de relieve la centralidad de la Ley y del culto en el judaísmo, aspectos que marcaron profundamente la vida religiosa de Israel después del exilio. Con el tiempo, el deseo de preservar la pureza ritual y las tradiciones condujo en algunos sectores a posturas rígidas, criticadas en los escritos del Nuevo Testamento. Sin embargo, no debe olvidarse que Jesús mismo nació y creció en ese ambiente: oró en el Templo, participó en la sinagoga y asumió muchas de las tradiciones de su pueblo.

La novedad de Cristo consiste en dar plenitud a lo apenas iniciado en la obra del cronista: abre la salvación a todos los hombres y enseña que el culto verdadero exige una interioridad sincera, superando reduccionismos legalistas. En este sentido, aunque la tradición cristiana no ha prestado una atención particular a estos libros, siempre los ha conservado en el canon bíblico como parte del depósito de la Revelación. Su mensaje no se limita a un momento histórico concreto, sino que mantiene valor permanente. No se trata de aplicar hoy sus normas rituales, sino de asumir el espíritu que las inspira: dar a Dios el culto debido, permanecer fieles en medio de las dificultades y buscar en la fe una orientación coherente para cada tiempo. Así, la «historia del cronista» sigue siendo una lección de fidelidad y esperanza a la luz de Cristo.[20]

Véase también

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Referencias

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  1. Japhet, 1993, p. 1.
  2. Japhet, 1993, p. 1-2.
  3. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia; EUNSA p. 3977
  4. Coggins, 2003, p. 282.
  5. Japhet, 1993, p. 2.
  6. a b c d McKenzie, 2004.
  7. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia; EUNSA p. 3977-78
  8. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia; EUNSA p. 3978
  9. New Spirit-Filled Life Bible, Thomas Nelson, 2002, p. 519.
  10. Isaac Kalimi. An Ancient Israelite Historian: Studies in the Chronicler, His Time, Place and Writing. Uitgeverij Van Gorcum. pp. 61-64. ISBN 978-90-232-4071-6. 
  11. Beentjes, 2008, p. 3.
  12. Coggins, 2003, p. 283.
  13. Beentjes, 2008, p. 4-6.
  14. Hooker, 2000, p. 6.
  15. capítulos 1-9 de 1 Crónicas
  16. a b Hooker, 2000, p. 7-8.
  17. Hooker, 2000, p. 6-10.
  18. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia; EUNSA p. 3979
  19. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia; EUNSA p. 3980-81
  20. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia; EUNSA p. 3981-82

Bibliografía

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Enlaces externos

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Traducciones

Introducciones