Habitabilidad en sistemas de enanas rojas

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Impresión artística de un planeta océano situado en la zona habitable de una enana roja.[n. 1]

La habitabilidad en sistemas de enanas rojas, el tipo estelar más común en el universo, está determinada por un gran número de factores.[3]​ A pesar de que el bajo flujo estelar, la alta probabilidad de acoplamiento de marea, la reducida zona de habitabilidad y la elevada variación estelar experimentada por los exoplanetas de las enanas rojas son impedimentos para la habitabilidad planetaria, la ubicuidad y longevidad de las estrellas de este tipo influyen positivamente.[4]​ Determinar cómo afectan estos factores a la habitabilidad puede ayudar a revelar la frecuencia con la que aparece la vida extraterrestre.[5]

Como consecuencia de su cercanía, el calentamiento de marea al que están sometidos los cuerpos planetarios que orbitan estrellas de esta categoría podría ser altamente perjudicial para el desarrollo de la vida.[6][7]​ Otros efectos derivados del acoplamiento, como las diferencias térmicas que aparecen entre cada uno de los hemisferios del planeta (uno permanentemente iluminado y otro en perpetua oscuridad), podrían reducir también su habitabilidad.[7]​ El resto de factores no derivados del anclaje, como la variación estelar extrema, la distribución espectral de la energía desplazada al infrarrojo en relación al Sol y el reducido tamaño de la zona habitable debido a la baja producción de luz, hacen descender aún más las expectativas.[7]

Sin embargo, hay varios puntos a favor de la habitabilidad en planetas pertenecientes a enanas rojas.[4]​ La intensa formación de nubes en la cara diurna de un exoplaneta anclado por marea a su estrella puede reducir el flujo térmico global y disminuir drásticamente las diferencias de temperatura entre ambos hemisferios.[8]​ Además, el gran número de enanas rojas en la Vía Láctea, que representan un 73 % de las al menos 100 000 millones de estrellas de la galaxia, aumentan las probabilidades de que surja la vida en algunos de sus planetas.[9][10]​ Estimaciones efectuadas en 2013 calculan el número de planetas habitables en sistemas de enanas rojas en aproximadamente 60 000 millones, sólo en la Vía Láctea.[11]

Habitabilidad

Las enanas rojas representan el tipo de estrellas más común, frío y pequeño.[1][n. 2]​ Las estimaciones de su abundancia van desde un 70 % del total para las galaxias espirales a más de un 90 % del total para las elípticas.[13][14]​ Se cree que suponen un 73 % de todas las estrellas de la Vía Láctea (identificada como una galaxia espiral barrada desde la década de los 90 por las observaciones de los radiotelescopios).[15]​ Las enanas rojas comprenden a estrellas de clasificación estelar tipo M o K-tardío y son invisibles para el ojo humano desde la Tierra, dada su baja luminosidad.[n. 3]​ Ni siquiera la enana roja más próxima al sol, Próxima Centauri (que es a su vez la más cercana en términos generales), se aproxima a una magnitud visual.[17]

Luminosidad

Tamaño relativo estelar y temperaturas fotosféricas. Cualquier planeta en torno a una enana roja como Gliese 229A, tendría que situarse muy cerca de su estrella para registrar temperaturas similares a las de la Tierra, viéndose anclado por marea a la misma.

Durante años, los astrónomos descartaron a las enanas rojas (con una masa comprendida entre 0,1 y 0,6 M), como sistemas potencialmente habitables.[5]​ La baja masa de este tipo de estrellas se traduce en una fusión nuclear extremadamente lenta en sus núcleos, dándoles una luminosidad comprendida entre un 3 % y un 0,01 % de la solar.[18]​ Como consecuencia, cualquier planeta que orbite a una estrella de esta categoría debe tener un semieje mayor muy bajo para mantener una temperatura superficial similar a la de la Tierra, desde 0,3 UA para una enana roja relativamente luminosa como Lacaille 8760 a 0,032 UA para una poco masiva como Proxima Centauri, la más cercana al Sistema Solar (cualquier análogo a la Tierra que la orbitase tendría un año de sólo 6 días).[19][20]

Composición espectral

Gran parte de la escasa luminosidad de una enana roja cae en la parte infrarroja del espectro electromagnético, con una energía sustancialmente inferior que la de los picos de luz visible del Sol.[5]​ Como resultado, la fotosíntesis en una enana roja requeriría fotones adicionales para lograr una estimulación comparable a la necesaria en el proceso de fotosíntesis terrestre para la transmisión de electrones, debido bajo nivel de energía media de los fotones cercanos al infrarrojo.[21]​ Teniendo que adaptarse a un espectro mucho más amplio para absorber la mayor cantidad de energía posible, la vegetación en un planeta habitable perteneciente a una estrella tipo M o K-tardío probablemente aparecería de un color negro o marrón en luz visible (frente al verde predominante en la Tierra).[21][22]

Además, dada la fuerte capacidad del agua para absorber la luz roja e infrarroja, habría menos energía disponible para la vida acuática en este tipo de planetas.[23]​ Sin embargo, un efecto similar de absorción preferencial por el agua helada podría aumentar su temperatura en relación con una cantidad de radiación equivalente a la de una estrella similar al Sol, ampliando así el confín externo de la zona habitable de las enanas rojas.[24]

Evolución

Otra posibilidad que puede dificultar la habitabilidad en los sistemas estelares de este tipo es la propia evolución de las enanas rojas.[3]​ Estas estrellas tienen una pre-fase principal extensa, de modo que sus zonas habitables actuales se encontrarían durante 1 000 millones de años en una zona donde el agua no estaría en estado líquido, sino en forma de vapor, por lo que si los exoplanetas situados en esa órbita cuentan con una cantidad significativa de agua desde su formación, tendrán que soportar un efecto invernadero descontrolado durante cientos de millones de años.[25][26]​ Durante esta fase, la fotólisis del vapor de agua y el escape hidrodinámico del hidrógeno al espacio podría suponer la pérdida de una cantidad de agua equivalente a la de varios océanos terrestres, dejando tras de sí una densa atmósfera de O2 abiótico.[25]

Transcurrido este período, durante algunos miles de millones de años más la variabilidad estelar seguiría siendo demasiado elevada, registrando bruscos y repentinos incrementos de luminosidad y radiación que comprometerían la existencia de cualquier organismo vivo sobre el planeta.[3]​ A partir de entonces, atraviesan una larga fase de estabilidad que se prolonga durante prácticamente toda la secuencia principal, en la que pueden permanecer varios billones de años (mucho más que cualquier otro tipo de estrella).[27]​ Sin embargo, los estudios indican que una vez alcanzado ese estado, la zona de habitabilidad ultravioleta no coincidiría con la zona habitable (algo que también ocurriría en estrellas tipo K con temperaturas superficiales por debajo de los 4 300 ºC), quedando dentro de esta y, por tanto, no ofreciendo a los planetas «Ricitos de Oro» del sistema una cantidad de radiación suficiente como para mantener a los organismos fotosintéticos.[28]

Efectos de marea

Anclaje por marea

Recreación de un planeta orbitando alrededor de una enana roja.

Dadas las cortas distancias que los exoplanetas situados en la zona de habitabilidad de enanas rojas tienen que mantener respecto a su estrella, es muy probable que se encuentren anclados por marea a ella.[29]​ En tales circunstancias, el planeta rotaría alrededor de su eje una vez por cada revolución en torno a su estrella, provocando que un lado del planeta se encontrase permanentemente de cara a ella y el otro en perpetua oscuridad, lo que supondría grandes diferencias térmicas entre ambos hemisferios.[30]​ Durante muchos años, se creyó que la vida en estos planetas se limitaría a una región en forma de anillo localizada entre ambos hemisferios, denominada terminador o zona del crepúsculo, donde la estrella siempre aparecería en el horizonte.[1]

En el pasado, los expertos estimaban que una atmósfera lo suficientemente densa como para repartir eficazmente el calor entre ambos hemisferios sería demasiado gruesa y no permitiría la fotosíntesis en organismos superficiales.[3][31][32]​ Debido a las diferencias de temperatura, se argumentó que un hipotético análogo a la Tierra anclado por marea a su estrella experimentaría fuertes vientos en dirección al hemisferio nocturno y lluvias torrenciales permanentes en el punto subsolar.[33]​ Hay autores que defienden que en tales condiciones, la vida compleja sería improbable.[34]​ La vida vegetal tendría que adaptarse a los vendavales constantes, por ejemplo mediante un mejor anclaje al suelo y hojas largas y flexibles. Los animales tendrían una vista basada en el infrarrojo ya que la percepción de aromas y llamadas sería difícil por encima del estruendo de la tormenta en todo el planeta. Sin embargo, la vida bajo el agua estaría protegida de los fuertes vientos y de las llamaradas estelares, y grandes extensiones de plancton fotosintético y algas de color negro podrían soportar la vida marina.[35]

En contraste con la imagen pesimista de estos planetas respecto a su capacidad para albergar vida, los estudios de Robert Haberle y Manoj Joshi del Centro de Investigación Ames de la NASA en California determinaron, en 1997, que la atmósfera de un planeta (asumiendo la presencia de gases de efecto invernadero como el CO2 y el H2O) sólo necesita una presión de 100 milibares (o el 10 % de la terrestre) para que el calor del lado diurno sea eficazmente distribuido al nocturno, una cantidad plenamente compatible con la actividad fotosintética.[36]​ Dos años más tarde, Martin Heath del Greenwich Community College concluyó que el agua de mar no congelada puede circular bajo la capa de hielo del lado nocturno si las cuencas oceánicas son lo bastante profundas.[29]​ Además, una investigación efectuada en 2010 determinó que los planetas-océano anclados por marea a enanas rojas y orbitando alrededor de la ZH aún tendrían temperaturas superiores a 240 K (-33 ºC) en el lado nocturno.[37]​ Los modelos climáticos construidos en 2013 indican que la formación de nubes en planetas anclados por marea minimizarían las diferencias térmicas entre ambos hemisferios, mejorando las perspectivas de habitabilidad de los planetas de enanas rojas.[8]​ Investigaciones adicionales, incluyendo la cantidad de radiación fotosintéticamente activa, sugieren que estos cuerpos podrían ser habitables al menos para las plantas superiores.[38]

Impresión artística de un exoplaneta análogo a la Tierra perteneciente a una enana roja, con dos exolunas.

Investigaciones recientes sugieren que buena parte de los cuerpos planetarios teóricamente anclados por marea a sus estrellas podrían no estarlo.[39]​ Las corrientes de aire sobre la superficie de un planeta generan un empuje rotacional que puede romper el anclaje, aunque la velocidad de rotación sería muy baja (los ciclos de día y noche llevarían semanas o incluso meses). Según los modelos, las atmósferas demasiado densas (como la de Venus) dificultan la llegada de la luz estelar a la superficie, perjudicando este proceso.[40]​ Por tanto, los planetas con atmósferas menos densas, como la Tierra, serían más eficaces en su desempeño.[39]​ Así pues, aquellos con una presión atmosférica superficial próxima a 1 bar que orbiten a estrellas con masas de entre 0,5 M y 0,7 M (justo por encima del límite entre las enanas rojas y las naranjas de tipo K) en su zona habitable, no deberían tener una rotación sincrónica.[40]​ Planetas con atmósferas próximas a los 10 bares presentarían una rotación más lenta, pero verían ampliado el rango de no-sincronización (en cuerpos planetarios que orbitasen el confín externo de la zona de habitabilidad de enanas rojas con masas próximas a 0,3 M).[40]​ Sin embargo, es posible que este efecto en combinación con una excentricidad orbital adecuada y las influencias gravitatorias de otros cuerpos celestes (planetas, satélites, etc.) puedan liberar del anclaje incluso a aquellos pertenecientes a enanas rojas relativamente masivas (>0,4 M) y que orbitasen más cerca del centro de la zona habitable.[41]​ La clasificación de planetas confirmados potencialmente habitables está encabezada actualmente por dos exoplanetas teóricamente anclados que podrían no estarlo según este estudio (Kepler-438b y Kepler-296e, pertenecientes a una estrella tipo K-tardío y a una enana roja, respectivamente).[42]

Calentamiento de marea

La existencia de una cara diurna y otra nocturna no es el único factor perjudicial para la presencia de vida alrededor de las enanas rojas.[4]​ El calentamiento por marea experimentado por los planetas en la ZH de estrellas con menos de un 30 % de la masa del Sol puede suponer un aumento de sus temperaturas que los conviertan en cuerpos tipo-Venus.[6]​ Combinado con los otros impedimentos para la habitabilidad de los sistemas de enanas rojas, esto puede provocar un descenso sustancial de las probabilidades de vida tal y como la conocemos en comparación con estrellas de otra tipología.[7]​ De igual modo, existe la posibilidad de que no haya suficiente agua en la mayoría de planetas teóricamente habitables alrededor de enanas rojas, y que buena parte de ella se encuentre congelada en el lado nocturno (especialmente en exoplanetas del tamaño de la Tierra).[43]​ En contra de lo sugerido en las primeras investigaciones, parece ser que en los últimos estudios sobre Venus anclados por marea se ha concluido que el agua atrapada en el hemisferio no iluminado puede evitar el efecto invernadero descontrolado y mejorar las predicciones de habitabilidad en sistemas de enanas rojas.[44]

Variabilidad

Recreación de una joven enana roja rodeada de tres planetas.

Todas las estrellas atraviesan un período de intensa variabilidad tras su formación, que se prolonga por más tiempo cuanto menor sea la estrella (desde unos 500 millones de años para una tipo G como el Sol, hasta 3 000 millones para una tipo M especialmente poco masiva).[4][45]​ Las enanas rojas jóvenes son mucho más variables y violentas que el resto de estrellas de la secuencia principal (recibiendo el nombre de estrellas fulgurantes).[46]​ A menudo están cubiertas de manchas estelares que pueden atenuar su brillo hasta en un 40% durante meses. En la Tierra, la vida ha sido capaz de adaptarse a descensos de temperatura similares durante el invierno, mediante la hibernación y/o sumergiéndose a mayores profundidades donde las temperaturas son más constantes.[47]​ No obstante, cabe la posibilidad de que la superficie se congele durante estos períodos, aumentando el albedo del planeta (es decir, la cantidad de luz reflejada al espacio), lo que podría culminar en un proceso retroalimentativo del hielo y en una glaciación global permanente.[48]

A veces, las enanas rojas emiten gigantescas llamaradas que pueden doblar su brillo en cuestión de minutos.[49]​ Estas llamaradas producen torrentes de partículas cargadas que pueden arrancar enormes porciones de la atmósfera.[50]​ Por esta razón los partidarios de la hipótesis de la Tierra especial cuestionan que los planetas en la ZH de una enana roja sean capaces de sustentar la vida ante las acometidas de intensas llamaradas.[45]​ El acoplamiento de marea probablemente supondrá una baja magnetosfera, que podría entrar en contacto con la atmósfera planetaria en fuertes eyecciones de masa coronal que empujen hacia atrás el campo magnético del exoplaneta.[51]​ Como resultado, la atmósfera estaría sometida a una gran erosión, que posiblemente haría el planeta inhabitable.[52]

Por otro lado, si el planeta tuviese un campo magnético, podría desviar las partículas de la atmósfera (incluso la lenta rotación de un planeta anclado por marea a una estrella tipo M que gira una vez por cada órbita completada en torno a la enana roja, sería suficiente para generar un campo magnético, siempre que parte del interior del planeta permanezca fundido).[53]​ Sin embargo, los modelos matemáticos actuales concluyen que, aunque disponga de la máxima magnetosfera posible para un cuerpo de masa similar a la terrestre, perdería una fracción significativa de su atmósfera por la exposición a eyecciones de masa coronal y a la radiación ultravioleta (en tales condiciones, puede que hasta los exoplanetas similares a la Tierra situados a 0,8 UA perdiesen sus atmósferas, lo que afectaría también a estrellas tipo G y K).[54][55]

No obstante, el período de máxima actividad coronal de las enanas rojas comprende solo los primeros 1 200 millones de años de su ciclo vital. Si un planeta se forma más allá del límite de anclaje por marea y emigra a la zona habitable una vez transcurrida esa fase, es posible que la vida tenga la oportunidad de desarrollarse.[56]

Otra forma en que la vida podría autoprotegerse inicialmente de la radiación, sería permaneciendo bajo el agua hasta que la estrella terminase su fase fulgurante primigenia, asumiendo que el planeta sea capaz de retener la suficiente atmósfera como para producir océanos de agua líquida. Los científicos que escribieron Aurelia creían que la vida podría sobrevivir en tierra a pesar de las llamaradas de la enana roja. Una vez que la vida se desarrollase en la superficie, la baja cantidad de radiación UV producida por una enana roja en calma les permitiría prosperar sin una capa de ozono, por lo que no necesitarían producir oxígeno.[21]

Abundancia

Impresión artística de una enana roja.

Una de las mayores ventajas de las enanas rojas en relación con su habitabilidad, es su altísima esperanza de vida. La Tierra necesitó 4 500 millones de años de evolución antes de que apareciese el ser humano, y la vida tal y como la conocemos podrá mantenerse durante al menos 500 millones de años más.[57]​ En cambio, el ciclo vital de las enanas rojas puede abarcar billones de años, ya que sus reacciones nucleares son significativamente más lentas que las de estrellas de mayor masa, dando a la vida mucho más tiempo para evolucionar.[5]​ Además, aunque se desconocen las probabilidades de encontrar vida en un planeta orbitando a una enana roja específica en su ZH, la suma de las zonas de habitabilidad todas las enanas rojas combinadas equivale al de todas las de tipo G (como el Sol), dada su ubicuidad.[58]​ La primera supertierra (con una masa de 3 a 4 veces superior a la de la Tierra) encontrada en la zona habitable de una estrella, Gliese 581 g, pertenece a una enana roja. Aunque probablemente esté anclado por marea, se cree posible la existencia de agua líquida a lo largo del terminador del planeta.[59]​ Las observaciones estiman que el sistema se creó hace unos 7 000 millones de años y que el exoplaneta cuenta con la masa suficiente como para soportar una atmósfera.[60][n. 4]

Otra posibilidad para la habitabilidad en sistemas de enanas rojas de cara a un futuro lejano, se daría cuando de acuerdo a las simulaciones llegasen a la fase de enana azul al consumir su suministro de hidrógeno. Al ser más luminosas que la enanas rojas precedentes, los planetas que durante todo su ciclo de vida estaban demasiado lejos como para que pudiese aparecer la vida, podrían descongelarse durante varios miles de millones de años (5 000 millones para una estrella de 0,16 M), dando otra oportunidad a la aparición de vida.[62]

Descubrimientos

En la siguiente lista figuran los diez exoplanetas confirmados con mayor Índice de Similitud con la Tierra (IST) pertenecientes a enanas rojas (es decir, estrellas de la secuencia principal con menos de 0,6 M y, por tanto, de tipo M o K-tardío) y algunas de sus características principales, en comparación con la Tierra.[42][n. 5][n. 6]

# Nombre IST SPH HZD HZC HZA Temp (°C) Masa (M) Radio (R) tClass hClass Periodo orbital Distancia (años luz) Año desc.
N/d Tierra 1.00 0.72 -0.50 -0.31 -0.52 15 °C 1 1 tipo-tierra mesoplaneta 365.26 días 0 prehistórico
1 Kepler-438b 0.88 0.50 -0.94 -0.17 -0.49 37.45 °C 1.27 1.12 tipo-venus mesoplaneta 35.23 días 472.9 2015
2 Kepler-296e 0.85 0.75 -0.87 -0.16 0.04 33.45 °C 3.32 1.48 supervenus mesoplaneta 34.14 días 1692.8 2015
3 Gliese 667 Cc 0.84 0.64 -0.62 -0.15 0.21 13.25 °C 3.80 1.54 supertierra mesoplaneta 28.14 días 23.6 2011
4 Gliese 832 c 0.81 0.96 -0.72 -0.15 0.43 21.55 °C 5.40 1.69 minineptuno mesoplaneta 35.68 días 16.1 2014
5 Gliese 180 c 0.77 0.42 -0.53 -0.14 0.64 8.85 °C 6.40 1.77 minineptuno mesoplaneta 24.33 días 38.1 2014
6 Gliese 667 Cf 0.77 0.00 -0.22 -0.16 -0.08 -14.25 °C 2.70 1.40 planeta océano psicroplaneta 39.03 días 23.6 2013
7 Kepler-440b 0.75 0.16 -0.96 -0.14 0.62 42.95 °C 7.75 1.86 minineptuno mesoplaneta 101.11 días 851.3 2015
8 Gliese 180 b 0.75 0.41 -0.88 -0.14 0.74 38.75 °C 8.30 1.89 minineptuno mesoplaneta 17.38 días 38.1 2014
9 Gliese 163 c 0.75 0.02 -0.96 -0.14 0.58 46.95 °C 7.26 1.83 minineptuno mesoplaneta 25.64 días 48.9 2012
10 Gliese 422 b 0.71 0.17 -0.41 -0.13 1.11 2.95 °C 9.90 1.98 minineptuno mesoplaneta 26.11 días 41.3 2014

Conclusiones

El Telescopio Espacial James Webb (JWST) podrá resolver algunas de las incógnitas sobre la habitabilidad de las enanas rojas.

El potencial para la vida de los sistemas de enanas rojas es objeto de debate entre la comunidad científica, a tenor de los resultados contradictorios mostrados en multitud de modelos que ofrecen resultados muy dispares fruto de la carencia de información a consecuencia de las limitaciones en las herramientas de observación actuales.[n. 7]​ Si bien un gran número de expertos consideran que la capacidad de adaptación de la vida en la Tierra es un claro indicio de su resistencia y aptitud para florecer en lugares completamente inhóspitos para nosotros, la corriente mayoritaria opina que las significativas adversidades que presentan las enanas rojas suponen una barrera infranqueable para la aparición de organismos vivos.[5][31]

Los partidarios de las enanas rojas como sistemas con potencial para la habitabilidad planetaria, basan sus conclusiones en las expectativas creadas por el alto porcentaje de estas estrellas respecto al total y por la proximidad de la zona habitable, que facilitan la detección de cuerpos terrestres en torno a ellas, así como en la omnipresencia de la vida en la Tierra y en su capacidad de adaptación a entornos hostiles.[27]​ Además, cuentan con el apoyo de numerosos modelos informáticos que invitan al optimismo respecto a las condiciones que puede presentar un planeta anclado por marea a su estrella, al desarrollo de un efecto invernadero desbocado y a la improbable congelación total fruto de un proceso retroalimentativo de las masas de hielo dado el tipo de luz que emiten estas estrellas.[4][44][2]

Los contrarios a su carácter habitable, argumentan que la resistencia de los extremófilos a entornos adversos en la Tierra se debe a un proceso de adaptación y que esto no habría sido posible sin la aparición previa de unos organismos que evolucionaron en condiciones mucho más propicias para la vida para ocupar nichos más hostiles, así como los niveles de radiación UV de estas estrellas (demasiado elevados al principio de sus vidas y muy escasos cuando alcanzan su fase estable), la probable pérdida atmosférica por los intensos vientos estelares, la ausencia de agua fruto del escape hidrodinámico del hidrógeno al espacio, etc.[28][65][25]

Con el tiempo, instrumentos como el JWST permitirán identificar los componentes atmosféricos de los planetas que orbitan a las enanas rojas en su zona de habitabilidad y conocer, de este modo, si son aptos para la vida e incluso si existe actividad fotosintética en ellos.[66]​ Mientras tanto, las expectativas de habitabilidad de las enanas rojas son escasas entre la mayor parte de la comunidad científica.[67][68]

En la ficción

En la novela de ciencia ficción Star Maker de Olaf Stapledon (1937), una de las muchas civilizaciones extraterrestres en la Vía Láctea que describe se localiza en la zona del terminador de un exoplaneta anclado por marea a una enana roja. Este planeta está habitado por una especie de plantas inteligentes similares a zanahorias con cabeza, brazos y piernas, que «duermen» insertándose a sí mismas en el suelo y absorbiendo la luz estelar por fotosíntesis. El resto del tiempo, son seres animados que participan en todas las actividades complejas típicas de una civilización industrial. Stapledon también describe cómo evolucionó la vida en ese planeta.[69]

En las historias de «Draco Tavern», Larry Niven narra la evolución de una raza alienígena muy avanzada (los Chirpsithra) en un mundo anclado por marea a una enana roja. Sin embargo, los únicos detalles que relata sobre el planeta son respecto a su masa (de 1 M), temperatura (algo más frío) e iluminación (típica de un exoplaneta que orbita a una estrella tipo M).[70]

El planeta natal de Superman, Krypton, pertenecía a una enana roja llamada «Rao».[71]

En Ark de Stephen Baxter, después de que la Tierra quedase completamente sumergida por los océanos, un pequeño grupo de humanos embarcan en un viaje interestelar que culmina con el aterrizaje y colonización en un planeta llamado «Tierra III», frío, anclado por marea y con plantas de color negro.[72]

Véase también

Notas

  1. Las recreaciones de planetas tipo-tierra pertenecientes a enanas rojas que realizan los expertos, habitualmente presentan un aspecto conocido como «Tierra 'globo ocular'», consecuencia directa de su anclaje por marea (con un hemisferio permanentemente expuesto a la luz estelar y el otro en perpetua oscuridad).[1]​ En un planeta océano, el punto subsolar contaría con una gigantesca tormenta por la fuerte evaporación de las masas de agua, mientras que el hemisferio nocturno registraría temperaturas muy bajas capaces de formar un gigantesco casquete de hielo sobre la práctica totalida del mismo, tal y como se aprecia en la imagen.[2]
  2. El término enana se aplica a todas las estrellas de la secuencia principal, incluyendo al Sol.[12]
  3. El término se utiliza a veces como una continuación de la clase M, aunque las de tipo K tienden a presentar un color anaranjado.[16]
  4. Estudios recientes indican que Gliese 581 g e incluso Gliese 581 d, probablemente no existan. A diferencia de los planetas descubiertos por el método de tránsito, los hallazgos por velocidad radial presentan un alto margen de error que conlleva frecuentes errores de este tipo.[61]
  5. Dejando el cursor sobre el encabezado de cada columna, figura una explicación de la misma.
  6. Los elementos del apartado «tClass» se basan en las observaciones del equipo HARPS-N, que establecen un límite de 1,6 R y/o 6 M entre los planetas telúricos y los de tipo minineptuno, así como en la estimación de otros parámetros detectados (como su posición respecto al centro de la zona habitable, anclaje por marea, metalicidad del sistema, compañeros planetarios, etc.).[63][64]
  7. Un claro ejemplo de estas contradicciones se encuentra en las teorías respecto a las posibilidades de que la vida vegetal surja con la cantidad de radiación ultravioleta emitida por las estrellas tipo M y K-tardío una vez transcurrido el período de alta actividad inicial.[38][28]

Referencias

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