Vulcano (mitología)

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La fragua de Vulcano de Diego Velázquez. El Prado, Madrid.

Vulcano  (en latín, Vulcanus, Volchanus o Volkanus)[1]​ es el dios romano del fuego terrestre y destructor en la religión de la Antigua Roma,[2]​ patrón de los oficios relacionados con los hornos.[3][4][5]​ Pertenece a la fase más antigua de la religión romana; de hecho, Marco Terencio Varrón señaló, citando los Annales pontificum, que el rey Tito Tacio había dedicado altares a una serie de divinidades entre las que se encontraba Vulcano.[6]

La dirección de su culto correspondía al flamen Vulcanalis y su festividad era el 23 de agosto, fecha en la que se celebraban los Vulcanalia. Su templo principal en Roma era el Volcanal, situado en el Foro Romano. También fue particularmente relevante su culto en la ciudad de Ostia.

Con el tiempo, Vulcano sufrió un proceso de identificación con el dios griego Hefesto, asimilando sus características en el periodo clásico. Por dicho motivo, su genealogía en la tradición latina es complicada. Según las diferentes versiones del mito, se le ha considerado padre de Céculo, Caco, Servio Tulio, Júpiter y Perifetes; hijo de Juno y de Júpiter; y amante de la esclava Ocresia y las diosas Maya, Fortuna y Feronia.

Etimología

La etimología de su nombre aún no está clara; la tradición romana sostenía que provenía de algunos términos latinos relacionados con el rayo (fulgere, fulgur, fulmen), que en cierto modo, está relacionado con el fuego.[6]​ Es frecuente encontrar su nombre acompañado de tres epítetos: Mulciber (qui ignem mulcet) –«el que ablanda», «el que acaricia el fuego»- y Quietus[7]​ y Mitis[8]​ -«tranquilo»- que se invocaban para neutralizar la acción destructiva del dios, por ejemplo, en los incendios. Tras la identificación de Vulcano con el dios griego Hefesto, el epíteto Mulciber sería interpretado como «el que ablanda los metales en la fragua».[9]

Hasta mediados del siglo XX se pensaba que su nombre no era latino. Las primeras explicaciones etimológicas de su nombre se dieron por razones fonéticas; Arthur Bernard Cook especialista en historia de las religiones, lo relacionó con el cretense Velkhanos, dios de la naturaleza y el inframundo;[10]​ teoría que fue refutada por el lingüista especializado en indoeuropeo Wolfgang Meid en 1961.[11]​ En 1994, el autor francés Gérard Capdeville recuperó dicha posibilidad etimológica luego de encontrar una continuidad entre Velkhanos y el etrusco Velchans; en este caso, el dios minoico sería una deidad joven, señor del fuego y compañero de la Diosa Madre.[12]​ Otras hipótesis que se maneja es la del lingüista y mitógrafo Christian-Joseph Guyonvarc'h, que propuso relacionarlo con el antropónimo irlandés Olcán (en grafía ogámica, Ulccagni, en genitivo).[13]

Por su parte, el lingüista soviético Vasili Abáyev lo comparó con el osetio Wærgon, variante del nombre de Kurdalægon, un herrero mitológico de la saga de los Nart. En relación a ello, el filólogo francés George Dumézil señaló que Kurdalægon es estable y tiene el significado de «herrero de la familia Alaeg» (kurd, «herrero» + -on «de la familia» + Alaeg, nombre de una de las familias nárticas),[14]​ pero consideró que la teoría de Abáyev no era aceptable, puesto que aunque Kurdalægon y Wærgon son el nombre del mismo dios, esta última forma solo se ha encontrado registrada en una ocasión.[14]

Naturaleza

Vulcano forjando los rayos de Júpiter de Rubens.

No se conoce con precisión cual es la auténtica naturaleza del dios debido a dos motivos. El primero es que sus orígenes no están claros como sucede con la etimología de su nombre. El segundo, es su posterior asimilación con las características del dios griego Hefesto. De una forma general, se puede afirmar que Vulcano era el dios del fuego.[1]​ Tras su identificación con Hefesto, fue considerado el dios del fuego terrestre y la elaboración de los metales.[15]​ En Creta se veneraba a Velkhanos, dios de la naturaleza y de los infiernos. Se ha planteado la posibilidad de que Vulcano proviniera desde Creta, en el Mediterráneo oriental a través de Etruria, por lo que su naturaleza original sería la de Velkhanos.[16]

Según Georges Dumézil, la verdadera naturaleza de Vulcano se explicaba con la teoría de los tres fuegos de las Vedas. Según esta teoría, para celebrar un sacrificio se debían encender tres fuegos. El primero se conocía como «fuego del jefe de familia», representaba al sujeto que realizaba el sacrificio y servía para encender los demás fuego. El segundo era el «fuego de las ofertas», que llevaba el sacrificio a los dioses por medio del humo. El tercer y último fuego era el «de derecha o del sur», que estaba situado en el límite del área destinada al sacrificio y servía como defensa contra el ataque de los espíritus malignos. Según la teoría, esta tradición se conservó también en Roma, donde los primeros dos fuegos representaban a Vista mientras que el tercero era Vulcano.[17]​ De esta forma, Vulcano constituiría el fuego que devora y destruye, dirigido hacia las potencias hostiles. Esta teoría daba respuesta a la pregunta que se hacía Plutarco,[18]​ es decir, por qué los templos de Vulcano tenían que estar construidos fuera o en límite exterior de las murallas, como, por ejemplo, el Volcanal de los orígenes de Roma. La teoría explicaba también por qué a Vulcano se le entregaban las armas y los restos del enemigo tomados del campo de batalla,[19]​ quemándolos para aniquilarlos, así como también se le entregaban las armas de los supervivientes de las Devotio.[20]

Vulcano es el patrono de los oficios relacionados con los hornos (cocineros, panaderos y pasteleros). De este patronazgo se encuentran registros escritos en Plauto;[3]​ en Apuleyo, cuando aparecía el cocinero en las bodas de Amor y Psique;[4]​ y en el poemilla de Vespa presente en la Antología latina que narraba una contienda entre un panadero y un cocinero.[5]

Genealogía de Vulcano en la tradición latina y romana

Vulcano como fuego terrestre y destructor

A Vulcano se le han atribuido la paternidad de algunos personajes de la tradición romana y latina: Céculo, el fundador de Præneste; Caco, un ser arcaico y monstruoso que habitaba en el área de Roma y Servio Tulio, el penúltimo rey de Roma.

Catón en su obra Orígenes decía que algunas vírgenes que habían ido a buscar agua encontraron a Céculo en medio del fuego y por ese motivo se pensó que era hijo de Vulcano.[21]​ También Virgilio señaló en la Eneida a Vulcano como antecesor de Céculo[22]​ y de Caco.[23]​ Por otra parte, Ovidio contó en los Fastos que Servio Tulio había sido concebido por la esclava Ocresia, que se había sentado sobre un pene erecto que había aparecido en una hoguera. Según el texto, Vulcano reconoció su paternidad al hacer que un fuego rodease la cabeza del niño sin dañarlo.[24]Plinio el Viejo narró la misma historia, pero atribuyendo la paternidad de Servio Tulio al lar familiar, en vez de a Vulcano.[25]

La investigadora de Religión Romana Jacqueline Champeaux[26]​ y el profesor de Historia Romana en la Universidad de Verona Attilio Mastrocinque[27]​ sostuvieron la hipótesis de que Vulcano era el dios desconocido que en la mitología latina más antigua había fecundado a una diosa virgen y madre, que correspondía a la Rea de la religión griega, la diosa Fortuna en la ciudad de Præneste y la diosa Feronia en la ciudad de Anxur. En tal caso, Vulcano habría sido el padre de Júpiter.

Confrontando los diversos relatos mitológicos, el arqueólogo Andrea Carandini consideró que Caco y Caca fueron hijos de Vulcano y de una divinidad o de una virgen local, de la misma forma que Céculo. Según Carandini, Caco y Caca representaban, respectivamente, el fuego metalúrgico y el fuego doméstico, proyecciones de Vulcano y Vesta. Estos relatos mitológicos se remontarían al periodo preurbano del Lacio y establecerían una genealogía doble: en el plano divino Vulcano fecundó a una diosa virgen y engendró a Júpiter, el soberano divino; en el plano humano Vulcano fecundó a una virgen local, probablemente a una princesa, y engendró a un jefe.[28]​ La primera atestación de una asociación ritual entre Vulcano y Vista se remonta al lectisternio del 217 a.C.[29]​ Otras pistas que parecen confirmar este vínculo son la proximidad entre los dos santuarios y la afirmación de Dionisio de Halicarnaso de que ambos cultos habían sido introducidos en Roma por Tito Tacio para cumplir con un voto que había hecho en batalla.[30]

También se relaciona a Vulcano con dos divinidades femeninas antiguas, Stata Mater,[31]​ que es probablemente la diosa que detiene los incendios, y Maya,[32]​ cuyo nombre según el helenista H. J. Rose derivaba de la raíz MAG, por lo que debía interpretarse como la diosa que controlaba el crecimiento, quizás el de las cosechas.[16]Macrobio hizo referencia a la opinión de Cincio para defender que la compañera de Vulcano era Maya, justificando esta afirmación a partir del hecho de que el flamen Vulcanalis hacía un sacrificio a Maya durante las calendas de mayo; mientras que según Pisón la compañera del dios era no era Maya sino Mayesta.[33]​ Por último, Gelio, también asoció a Vulcano y a Maya, basándose en los libros de oraciones en uso en sus tiempos.[32]

Culto y presencia

Forja de Vulcano (Museo nacional del Bardo, Túnez)

El culto de Vulcano se asignaba al flamen menor, denominado flamen Vulcanalis. Su presencia e importancia de su culto variaba según el territorio.

Templos en Roma: el Volcanal y el templo del Circo Flaminio

El templo principal y más antiguo de Vulcano en Roma era el Volcanal, situado en el area Volcani, una zona al aire libre a los pies de la Colina Capitolina, en la esquina noroccidental del Foro Romano, en el que se ubicaba un altar dedicado al dios y un fuego perenne. Según la tradición romana, Rómulo hizo el Vulcanal y allí ubicó una cuádriga de bronce para Vulcano, un trofeo de guerra conquistado tras la derrota de los fidenas dieciséis años después de la fundación de Roma; aunque según Plutarco la guerra en cuestión fue contra Cameria. Rómulo también puso una estatua de sí mismo con una inscripción que incluía una lista de sus éxitos redactada en caracteres griegos.[34]​ En esta última estatua, según Plutarco, Rómulo estaba representado coronado por la diosa Victoria.[35]​ Además el rey habría plantado en el santuario un árbol de loto sagrado, que existía todavía en tiempos de Plinio el Viejo y se decía que era tan antiguo como la propia ciudad.[36]​ Se ha planteado la hipótesis de que el templo se remonte a la época en la que el Foro estaba todavía fuera de la ciudad. Tito Livio menciona el Volcanal en dos ocasiones en relación a unas extrañas lluvias de sangre, la primera en 183 a. C.[37]​ y la segunda en 181 a. C.[38]

El area Volcani, probablemente un locus substructus, estaba ubicado 5 metros más alto que el Comitium.[39]​ Por ese motivo, era el lugar desde el que el rey y los magistrados de la primera república se dirigían al pueblo antes de que se construyeran los rostra.[40]​ En el Volcanal había también una estatua en bronce de Horacio Cocles,[41]​ que había sido trasladada allí desde el Comitium, un locus inferior, después de haber sido alcanzada por un rayo. Según Aulo Gelio, se llamó a unos augures para analizar el suceso y saber cómo actuar, pero estos, movidos por su mala intención, hicieron trasladar la estatua a un lugar más bajo, donde no llegaba nunca la luz del sol. Cuando el engaño fue descubierto, los augures fueron ajusticiados y la estatua fue trasladada a un lugar más alto: el area Volcani.[42]​ Ya en el 304 a.C. en el area Volcani, Cneo Flavio construyó un templo a la Concordia.[43]​ Poco a poco, como señaló el arqueólogo Samuele Ball Platner, el Volcanal estuvo cada vez más rodeado de edificios hasta ser totalmente cubierto por las nuevas construcciones.[44]​ Sin embargo, el culto estaba todavía vivo en la primera mitad de la edad imperial, como atestigua una dedicatoria de Augusto del año 9 a.C.[45]

A principios del siglo XX fueron encontrados restos de cimientos construidos en toba volcánica detrás del Arco de Septimio Severo y que probablemente pertenecían al Volcanal; además de restos de una especie de plataforma rocosa de 3,95 metros de longitud y 2,80 metros de anchura, que había sido cubierta de cemento y pintada de rojo. Su superficie superior estaba socavada de pequeños canales y enfrente se encontraron los restos de un canal de drenaje hecho de lastre de toba. Se planteó la hipótesis de que se tratara del altar de Vulcano. La roca mostraba signos de daños y de reparaciones y en la superficie había algunas cavidades redondas y descuadradas que guardaban una cierta semejanza con las tumbas y que han sido consideradas como tales por algunos autores.[46]​ El arqueólogo alemán Friedrich Von Duhn, después del descubrimiento de antiguas tumbas de cremación en el Foro, defendió que el Volcanal era en su origen el lugar donde se quemaban los cadáveres.[47]

También se erigió otro templo a Vulcano antes del 215 a.C. en el Campo de Marte, en el Circo Flaminio donde se realizaban los juegos en su honor durante los Vulcanalia. Vitruvio afirmó que también los augures etruscos prescribían en sus libros que se construyeran los templos a Vulcano fuera de las murallas de las ciudades para evitar que el fuego se dirigiera hacia las casas.[48]

Culto en Ostia

La Solfatara en Pozzuoli.

En Ostia, el culto de Vulcano era el más importante de la ciudad,[1]​ así como lo era su sacerdote, denominado Pontifex Volcani et Aedium Sacrarum, que tenía el control de todos los edificios sagrados de la ciudad[49]​ y concedía o negaba el permiso a la erección de estatuas dedicadas a las divinidades orientales. El pontífice de Vulcano era nombrado de forma vitalicia, probablemente por la junta de los decuriones, y su posición correspondía a la del pontífice máximo de Roma. Asimismo, era la máxima posición de la carrera administrativa de la ciudad de Ostia. De hecho, se elegía de entre las personas que ya habían ostentado un cargo público en la ciudad o a nivel imperial. El pontífice de Vulcano era la única autoridad que disponía de un cierto número de ayudantes, más concretamente, de tres pretores y dos o tres ediles, cargos religiosos que, aunque compartían el nombre con los cargos civiles de pretor y edil, tenían funciones diferentes.[50]​ En base a una inscripción fragmentaria encontrada en Annaba, la antigua Hippo Regius,[51]​ se considera probable que el escritor Suetonio haya ostentado el cargo de Pontifex Volcani.[52]

Vulcano en otros territorios

Hay otras referencias a Vulcano fuera de Roma. Gracias a Estrabón sabemos que en Pozzuoli había una zona denominada en griego ágora de Hefesto (Forum Volcanes en latín), una llanura caracterizada por numerosas desembocaduras de vapor volcánico, donde se ubica la Solfatara.[53]​ Además, Plinio el Viejo indicaba que en las proximidades de Módena el fuego salía de la tierra statis Volcano diebus.[54]

Vulcanalia

Volcán, vistiendo una exomis y un píleo. Siglo I a.C circa.

La festividad dedicada al dios eran los Vulcanalia, que se celebraban el 23 agosto, es decir, el décimo día antes de las calendas de septiembre. Aquel día se realizaban los Ludi Piscatorii, juegos en honor de Vulcano que llevaban a cabo los pescadores del Tíber en la orilla del río contraria a la ciudad. En los festejos se sacrificaban pececillos vivos que habían sido pescados en el río en el fuego del Volcanal en sustitución de almas humanas.[55][56]​ También parece ser una tradición del día que la gente tendiera sus vestimentas y telas al sol.[57]​ Según Dumézil, esta práctica ritual podía reflejar un vínculo teológico entre Vulcano y el dios Sol.[58]​ Otra práctica habitual era la de empezar a trabajar con la luz de una vela, probablemente en el intento de tener un uso beneficioso del fuego ligado al dios.[59]

A propósito de la fecha del 23 de agosto, el historiador Apiano relató cómo el 23 de agosto de 153 a. C. tuvo lugar el primer enfrentamiento entre el ejército romano, al mando de Quinto Fulvio Nobilior, y el ejército celtibérico de segedenses y numantinos al mando de Caro de Segeda. El resultado de esta primera batalla fue favorable a los celtíberos y desde entonces Roma declaró este día como nefasto y decidieron evitar batallar en esa fecha.[60]​ Desde el año 2002,[61]​ en el municipio aragonés de Mara, la antigua Segeda, se celebra una recreación de aquella batalla histórica, llamada, precisamente, Vulcanalia.[62]

Identificación con el dios griego Hefesto

Vulcano se asimiló al dios griego Hefesto, asumiendo sus características. En la Edad Clásica asumió también su genealogía, empezando a ser considerado hijo de Júpiter y de Juno y esposo de Venus. Ya el poeta Lucio Accio en su Philocteta Lemnius llamó a Lemnos, la isla de Hefesto, con el apelativo de Vulcania.[63]

En la Eneida, Virgilio mezcló temas arcaicos romanos con otros helenizantes: por una parte, Vulcano se identificó con la furia del fuego que quema los barcos[64]​ o con las chispas que centellean en las antorchas[65]​ siguiendo la tradición romana; y por otra, se identificó con el dios griego Hefesto al ser llamado «el dios de Lemno». En la misma obra también se reveló otro episodio helenizante en el que la diosa Venus sedujo a Vulcano para convencerlo de abastecer de armas a Eneas.[66]​ El dios aceptó y corrió a la isla de Lipari bajo la que los cíclopes fraguaban las armas para los dioses. Vulcano les ordenó interrumpir el trabajo y dedicarse enteramente a la fabricación de armas para Eneas,[67]​ entre las que se encontraba un escudo en el que se grabaron los principales acontecimientos de la historia romana desde Rómulo hasta Augusto.[68]

También en Ovidio había un mezcla similar entre el mito romano y el griego: en Las Metamorfosis, Vulcano era asociado a la violencia del fuego[69]​ y a las llamas que salían de la nariz a los toros mitológicos que Jasón debía combatir para obtener el vellocinio de oro,[70]​ temas de origen romano; mientras que después se le atribuía la paternidad de Perifetes, hijo de Hefesto.[71]

En la literatura latina del siglo III, Vulcano estaba ya totalmente identificado con Hefesto. Es el caso del De concubitu Martis et Veneris de Reposiano, un poema contenido en la Antología latina, que cuenta el episodio homérico del descubrimiento de la traición de Venus con Marte. Es decir, se narraba el mito griego con la única salvedad de que los dioses recibían su nombre romano en lugar del original griego.[72]​ La unidad de Vulcano con Hefesto permaneció en los siglos siguientes. Es reconocible, por ejemplo, en las numerosas representaciones de Vulcano en el arte del Renacimiento y en el arte de la Edad Moderna como La forja de Volcán, pintura de Diego Velázquez (1630) o en algunas obras de épica burlesca de la literatura italiana como La rete di Vulcano de Ferrante Pallavicino, publicada en 1640 o la obra con el mismo título de Domenico Luigi Batacchi, publicada en 1812. En todas ellas se encuentra presenta una divinidad que, aunque aparece bajo el nombre de Vulcano muestra exclusivamente las características del dios griego Hefesto.

La estatua de Vulcano en Birmingham.

Vulcano en Alabama

En el siglo XX, la ciudad estadounidense de Birmingham ha asumido a Vulcano como símbolo, dedicándole una estatua de hierro fundido que se encuentra en la cima de la Red Mountain («Montaña Roja»), en el interior del Vulcan Park, desde el que observa la ciudad. Mide cincuenta y seis pies, es decir, diecisiete metros, y está situada en un pedestal de ciento veinticuatro pies, es decir, treinta y ocho metros, de tal forma que constituye la mayor estatua de hierro fundido del mundo.[73]

Fue obra de Giuseppe Moretti (1857-1935), escultor de origen italiano, diseñada para la Exposición de St. Louis del 1904 como símbolo de la actividad industrial de la ciudad.Tras el evento, fue devuelta a Birmingham. En 1938 fue situada en su actual ubicación. Con el paso de los años la estatua comenzó a presentar signos de deterioro y sobre todo de formación de óxido, por lo que entre octubre y noviembre de 1999 fue desmontada en varias piezas y sometida a una restauración financiada por la comunidad. La operación de desmontaje fue difícil por la presencia del cemento que se había colocado en las piernas de la estatua para estabilizarla. El proyecto de restauración recibió un premio de la National Trust for Historic Preservation en 2006.[74]​ Tras la restauración, la estatua fue recolocada en su lugar en el 2003 y, en el 2004, año del centenario, el Vulcan Park volvió a abrirse al público.[75]

Véase también

Referencias

  1. a b c «Vulcano en la Enciclopedia Italiana». Treccani.it (en italiano). 1937. Consultado el 26 de abril de 2018. 
  2. RAE. «Etimología de Vulcanología en la versión en línea del Diccionario de la Lengua Española». Consultado el 23 de abril de 2018. 
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  4. a b Apuleyo. «§24, 2». Metamorfosis. Libro VI. 
  5. a b Vespa. Iudicium coci et pistoris iudice Vulcano. 
  6. a b Varrón, Marco Terencio. «Capítulo X». De Lingua Latina. Libro V. 
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  8. Universidad de Zurich (ed.). «Inscripción AE 1983, 00827:». 
  9. Festo (1846). De verborum significatu (M. A. Savagner, trad.). Libro XI. cfr. Mulciber. p. 245. 
  10. Cook, Arthur Bernard (1925). Zeus: a Study in Ancient Religion 2. p. 946 y siguientes. 
  11. Meid, Wolfgang (1961). «Etr Velkhans - lat. Vulcanus». Indogermanische Forschungen (66): 259-266. 
  12. Capdeville, Gérard (1994). Volchanus. Rechérches comparatistes sur le culte de Vulcain. Roma. 
  13. Guyonvarc'h, Christian-Joseph (1969). Le nome de la forme dans les langucs celtiques (91). p. 364. 
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  18. Plutarco. «Capítulo 47». Cuestiones romanas. 
  19. Servio. «Capítulo 562». Comentario a la Eneida. Libro VIII. 
  20. Livio, Tito. «Capítulo X». Historia de Roma. Libro VIII. 
  21. Catón el Censor. Origines. fragmento 65.  citado en «§681». Scholia Vergilii Veronensia. Libro VIII. cfr. apartado 16. p. 438. 
  22. Virgilio. «§680». Eneida. Libro VII. 
  23. Virgilio. «§198». Eneida. Libro VIII. 
  24. Ovidio. «§627-636». Fastos. Libro VI. 
  25. Plinio el Viejo. «§204». Historia natural XXXVI. 
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  27. Mastrocinque, Attilio (1993). Romulo. La fondazione di Roma tra storia e leggenda. Este: Zielo Editore. 
  28. Carandini, Andrea (1997). «§45». La nascita di Roma. Turín: Einaudi. p. 52. ISBN 88-06-14494-4. 
  29. Livio, Tito. «§10». Historia de Roma. Libro XXII. 
  30. Dionisio de Halicarnaso. «Capítulo 50, §3». Antigüedades romanas. Libro II. 
  31. «Inscripción VI, 0082 del Corpus Inscriptionum Latinarum». 
  32. a b Gelio, Aulo. «§23, 2». Noches áticas. Libro XIII. cfr. Maiam Volcani. 
  33. Macrobio. «Capítulo XII §18». Saturnales. Libro I,. 
  34. Dionisio de Halicarnaso. «Capítulo 54, §2». Antigüedades romanas. Libro II. 
  35. Plutarco. «Capítulo 24». Vida de Rómulo. 
  36. Plinio el Viejo. «§236». Historia natural XVI. 
  37. Livio, Tito. «§46». Historia de Roma. Libro XXXIX. 
  38. Livio, Tito. «§19, 2». Historia de Roma. Libro XL. 
  39. Dionisio de Halicarnaso. «Capítulo 50, §2». Antigüedades romanas. Libro II. 
  40. Dionisio de Halicarnaso. «Capítulo 39, §1». Antigüedades romanas. Libro XI. 
  41. Plutarco. «Capítulo 16». Vida de Publicola. 
  42. Gelio, Aulo. «§5». Noches áticas. libro IV. 
  43. Livio, Tito. «§46». Historia de Roma. Libro IX. 
  44. Ball Platner, Samuel (1929). A Topographical Dictionary of Ancient Rome. Londres: Oxford University Press. 
  45. Inscripción 457 del Volumen VI del CIL
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Bibliografía

Fuentes clásicas

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  • Scholia Vergilii Veronensia. 
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  • Suetonio (1994). Gianfranco Gaggero, ed. Vida de los doce Césares. Milán: Rusconi. ISBN 88-18-70081-2. 
  • Varrón, Marco Terencio. De lingua latina. 
  • Virgilio. Eneida. 
  • Vitruvio. Sobre la arquitectura. 

Fuentes modernas

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  • Capdeville, Gérard (1994). Volchanus. Rechérches comparatistes sur le culte de Vulcain. Roma. 
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  • Champeaux, Jacqueline (1982). Fortuna dans la religion romaine archaïque. Roma: Ecole française de Rome. 
  • Cook, Arthur Bernard (1914-125). Zeus: a Study in Ancient Religion. Roma: École française de Rome. 
  • Dumézil, Georges (1989). Feste romane. Genova: Il Melangolo. ISBN 88-7018-091-3. 
  • Dumézil, Georges (1977). La religione romana arcaica. Milán: Rizzoli. ISBN 88-17-86637-7. 
  • Herbert Jennings, Rose (1995). «Vulcano». Dizionario di antichità classiche (Turín: San Paolo). ISBN 88-215-3024-8. 
  • Mastrocinque, Attilio (1993). Romulo. La fondazione di Roma tra storia e leggenda. Este: Zielo Editore. 
  • Meid, Wolfgang (1961). «Etr Velkhans - lat. Vulcanus». Indogermanische Forschungen (66). 
  • Pavolini, Carlo (1986). La vita quotidiana a Ostia. Roma-Bari: Laterza. ISBN 88-420-4817-8. 
  • Von Duhn, Friedrich (1924). Italische Gräberkunde. ed.Carl Winter's Universitätsbuchhandlung. 
  • Weiss, Klaus-Dieter (2003). Bothe, Richter, Teherani. Ed. Birkhauser Verlag. p. 15-16. ISBN 978-3-7643-6629-2. 

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