Pontificia Academia de las Ciencias

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Academia Pontificia de las Ciencias
Tipo academia de ciencias, Academias Pontificias y academia nacional
Fundación 1603
Sede central Bandera de Ciudad del Vaticano Ciudad del Vaticano
Casa Pio IV 00120 Ciudad del Vaticano
Miembro de Consejo Internacional para la Ciencia y Consejo Científico Internacional
Coordenadas 41°54′15″N 12°27′09″E / 41.904167, 12.4525
Sitio web Academia Pontificia de las Ciencias

La Pontificia Academia de las Ciencias tiene su origen en la Academia Nacional de los Linces que fue creada en Roma en 1603, bajo el patrocinio del papa Clemente VIII, y el príncipe romano Federico Cesi.

El líder de aquella academia fue el famoso científico Galileo Galilei. Se disolvió después de la muerte de su fundador, pero luego fue refundada por el papa Pío IX en 1847 y recibió el nombre de Pontificia Accademia dei Nuovi Lincei (Pontificia Academia de los Nuevos Linces). El papa Pío XI volvió a refundar la Academia en 1936 y le dio su nombre actual, la dotó de estatutos que posteriormente fueron actualizados por Pablo VI en 1976 y por Juan Pablo II en 1986. Desde 1936 la Pontificia Academia de las Ciencias se ha ocupado tanto por la investigación de temas científicos pertenecientes a disciplinas individuales como por la promoción de la cooperación interdisciplinar.

Ha aumentado progresivamente el número de sus Académicos y el carácter internacional de sus miembros. Su actual presidente es el microbiólogo suizo Werner Arber. El primer iberoamericano incorporado como miembro de la Academia fue el Dr. Alberto Hurtado Abadia. Hasta su muerte fue el único hispano en haber recibido esta distinción.

La Academia es un órgano independiente dentro de la Santa Sede y disfruta de la libertad de investigación. A pesar de que su renacimiento fue el resultado de una iniciativa promovida por el Romano Pontífice y está bajo su protección directa, organiza sus propias actividades de manera autónoma en consonancia con los objetivos establecidos en sus estatutos:

La Pontificia Academia de Ciencias tiene como objetivo la promoción de los avances de la matemática, física y ciencias naturales, y los relacionados con el estudio de las cuestiones epistemológicas.
Estatutos de 1976, art. 2, § 1.

Sus deliberaciones y los estudios a que se dedica, al igual que la composición de sus académicos, no están influidas por factores de un grupo nacional, políticas o de carácter religioso. Por esta razón, la Academia es una valiosa fuente de información científica objetiva que se pone a disposición de la Santa Sede y de la comunidad científica internacional.

Disciplinas

Hoy en día, la labor de la Academia cubre seis áreas principales:

Las disciplinas en que participa se subdividen en nueve campos:

Miembros de la Academia

Los nuevos miembros de la Academia son elegidos por el cuerpo de Académicos entre hombres y mujeres de todo grupo étnico y religión basándose en el alto valor científico de sus actividades y su alto perfil moral. Son entonces oficialmente nombrados por el Papa. La Academia se rige por un Presidente, designado de entre sus miembros por el Papa, que es ayudado por un consejo científico y por el canciller. Inicialmente compuesto por 80 académicos, 70 de ellos vitalicios, en 1986 Juan Pablo II planteó que el número de miembros de por vida fuera de 80, junto con un número limitado de académicos de honor elegidos unos por ser figuras muy relevantes, y otros porque son los académicos de los puestos que ocupan, entre ellos: el canciller de la academia, el director del Observatorio Vaticano, el prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana, y el prefecto del Archivo Secreto Vaticano. El actual Presidente es el Premio Nobel Werner Arber (2011-).

Premios Nobel

Durante sus varias décadas de actividad, la Academia ha contado con varios premios Nobel entre sus miembros, muchos de los cuales fueron nombrados antes de haber recibido este prestigioso premio internacional. Entre ellos figuran: Lord Ernest Rutherford (Premio Nobel de Física, 1908), Guglielmo Marconi (Física, 1909), Alexis Carrel (Fisiología, 1912), Max von Laue (Física, 1914), Max Planck (Física, 1918), Niels Bohr (Física, 1922), Werner Heisenberg (Física, 1932), Paul Dirac (Física, 1933), Erwin Schrödinger (Física, 1933), Otto Hahn (Química, 1944), Sir Alexander Fleming (Fisiología, 1945), Chen Ning Yang (Física, 1957), Rudolf L. Mössbauer (Física, 1961), Max F. Perutz (Química, 1962), John Eccles (Fisiología, 1963), Charles H. Townes (Física, 1964), Manfred Eigen y George Porter (Química, 1967), Har Gobind Khorana y Marshall W. Nirenberg (Fisiología, 1968).

Recientes ganadores del Premio Nobel que también han sido o son actualmente Académicos también pueden ser enumerados: Christian de Duve (Fisiología, 1974), Werner Arber y George E. Palade (Fisiología, 1974), David Baltimore (Fisiología, 1975), Aage Bohr (Física, 1975), Abdus Salam (Física, 1979), Paul Berg (Química, 1980), Kai Siegbahn (Física, 1981), Sune Bergström (Fisiología, 1982), Carlo Rubbia (Física, 1984), Klaus von Klitzing (Física 1985), Yuan Tseh Lee (Química 1986), Rita Levi-Montalcini (Fisiología, 1986), John C. Polanyi (Química, 1986), Jean-Marie Lehn (Química, 1987), Joseph E. Murray (Fisiología, 1990), Gary S. Becker (Economía, 1992), Paul J. Crutzen (Química, 1995), Claude Cohen-Tannoudji (Física, 1997) y Ahmed H. Zewail (Química, 1999).

Actuales miembros vitalicios[1]

Miembros honorarios

Miembros perdurante munere

Discursos de los Sumos Pontífices

Con motivo de sus sesiones plenarias, o en otras circunstancias, el Papa suele dirigir un discurso a los miembros de la Academia.[2]​ Algunos de los temas tratados por el Romano Pontífice en esos discursos de los últimos años son:

  • Las posibilidades y límites de la ciencia[3]
  • La ausencia de oposición entre ciencia y fe[4]
  • El respeto y colaboración que muestra la Iglesia ante la Ciencia[5]
  • La necesaria colaboración de la ciencia con la filosofía[6]
  • El compromiso ético de los científicos[7]
  • El respeto al ser humano por parte de la ciencia y la técnica[8]
  • Sobre la herencia científica del siglo XX[9]
  • Sin diálogo ciencia-fe se hace daño a la humanidad, a la paz mundial y a nuestro destino final[10]

Véase también

Referencias

Bibliografía

Enlaces externos