Henri de Saint-Simon

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Claude-Henri de Rouvroy
Información personal
Nombre en francés Claude-Henri de Rouvroy de Saint-Simon Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 17 de octubre de 1760
París (Francia)
Fallecimiento 19 de mayo de 1825
París (Francia)
Sepultura Cementerio del Père-Lachaise
Nacionalidad Francesa
Familia
Cónyuge Sophie Bawr (1801-1802) Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Filósofo, economista, periodista, historiador, escritor, sociólogo, ingeniero civil, ingeniero, urbanista y político Ver y modificar los datos en Wikidata
Alumnos Olinde Rodrigues, Barthélemy-Prosper Enfantin y Auguste Comte Ver y modificar los datos en Wikidata
Movimiento Socialismo utópico Ver y modificar los datos en Wikidata

Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (París, 17 de octubre de 1760–ibíd., 19 de mayo de 1825), fue un filósofo, economista y teórico social francés, que puede incluirse entre los pensadores del socialismo utópico. Sus ideas dieron nacimiento a un movimiento surgido después de su muerte y conocido precisamente con el nombre de sansimonismo.[1]​ Es también conocido como el padre de la sociología, junto a Auguste Comte.[cita requerida]

Biografía

El conde de Saint-Simon nació en París en 1760. Representó un prototipo del espíritu ilustrado creativo y visionario. Puede considerarse como el primer teórico de la sociedad industrial, lo que hizo que algunos le atribuyeran el título de fundador del socialismo francés, incluso de iniciador del socialismo. Escribió una obra voluminosa, centrada en la economía.

Luchó a favor de la independencia de los Estados Unidos, «por la libertad industrial de América»,[2]​ enrolándose con solo diecisiete años en el ejército al mando de La Fayette y pasó por diferentes niveles económicos a pesar de ser aristócrata. Su contexto social es el de la Revolución francesa, la revolución estadounidense y la primera industrialización. Recibió influencias de la Ilustración y el Romanticismo.

Estuvo relacionado con Auguste Comte, padre de la sociología. Por un largo tiempo trabajó con este, pues Saint-Simon lo contrató como secretario, junto al historiador Augustin Thierry; al parecer, la teoría de los tres estadios de Comte, surgió de aquella colaboración.

Es el autor más influyente sobre los primeros socialistas, así como también pesó en los románticos, en la sociología de Auguste Comte, en John Stuart Mill e incluso en Luis Napoleón. También su eco llegará hasta Marx, pues este compartirá el optimismo científico y la fe en la tecnología.

Saint-Simon era un intelectual plenamente inmerso en el ambiente de su época, que vivió intensamente. Ya desde joven tenía consciencia de que llegaría a realizar grandes tareas en ayuda de la humanidad. Así desde los quince años ordenó a sus ayudantes de cámara, que lo despertaran diciéndole: «Levántese, señor conde, tiene usted grandes cosas que hacer». Engels llegó a decir que fue, junto con Hegel, la mente más enciclopédica de su época y que casi todas las ideas del socialismo posterior estaban contenidas en su obra. También el positivismo está en sus escritos, pero aunque la necesidad del estudio científico de la sociedad, de la política y de la moral, fue proclamada a todos los vientos por Saint-Simon, sus propios escritos estuvieron totalmente alejados de la búsqueda científica tal y como ahora la entendemos.

Industrialista utópico, vivió en la riqueza y en la más absoluta de las pobrezas. En su opinión, los industriales, frente a los juristas y metafísicos deberán ser los encargados de terminar realmente la Revolución francesa, garantizando así la prosperidad de la agricultura, comercio e industria, en definitiva, de toda Francia.

En cuanto al positivismo, todavía embrionario en aquella época, atraía a quienes respetaban el método científico y buscaban una manera de promover el cambio social dentro del orden. Esto evitaría conflictos y la movilización de aliados incontrolables, reduciendo al mismo tiempo el contragolpe restauracionista.

Murió en París el 19 de mayo de 1825 a la edad de sesenta y cuatro años.

Ideas

Saint-Simon
Decimos claramente ¿cuál será, en definitiva, el destino político de los industriales? Los industriales se constituirán en la primera clase de la sociedad; los más importantes de entre los industriales se encargarán, gratuitamente, de dirigir la administración de la riqueza pública: ellos serán quienes hagan la ley y quienes marcarán el rango que las otras clases ocuparán entre ellas; concederán a cada una de ellas una importancia proporcional a los servicios que cada una haga a la industria. Tal será inevitablemente, el resultado final de la actual revolución; y cuando se haga este resultado, la tranquilidad quedará completamente asegurada, la prosperidad pública avanzará con toda la rapidez posible, y la sociedad disfrutará de toda felicidad individual y colectiva a la que la naturaleza humana puede aspirar.
Saint-Simon: Catecismo político de los industriales (1824)[3]

Saint-Simon se planteó acabar con la «anarquía» capitalista sustituyéndola por un nuevo Estado dirigido por los científicos y por los «industriales» que sustituirían a los «incapaces»: curas, nobles y explotadores. Por eso su propuesta ha sido calificada como «socialismo aristocrático», antecedente de lo que en siglo XX se llamaría tecnocracia.[4]​ De ahí también que buena parte de sus seguidores fueran banqueros, financieros, industriales, inventores, etc., algunos de los cuales desempeñaron funciones importantes en la vida económica de Francia y fuera de ella.[5]

Para Saint-Simon el conflicto de clases fundamental de la sociedad de su tiempo no era el que el enfrentaba a la «burguesía» con el «proletariado», como afirmarán otros socialistas que antecederán con sus ideas al marxismo, sino el que oponía a los «productores» o «tercera clase» —que incluía tanto a los patronos como a los obreros, «los que dirigían los trabajos productivos y los que los realizaban»— con los «ociosos» improductivos que no contribuían en nada a la riqueza y al bienestar económico de la nación, y entre los que se encontraban en primer lugar los miembros del clero y de la nobleza.[6]

Según Saint-Simon la propiedad sólo era legítima cuando se basaba en el trabajo, de lo que deducía que la sociedad moderna se apoyaba en la industria y en los «industriales». Entre 1816 y 1819 publicó, con la colaboración de Auguste Comte, el periódico L'Industrie, cuyo lema era «todo por la industria, todo para ella» porque como se decía en uno de sus números «la industria es la única garantía» de la existencia de la sociedad, «la fuente única de todas sus riquezas y de toda su prosperidad». De ahí la importancia que Saint-Simon concedía a los industriels a quienes dedicó un catecismo, el Catéchisme des industriels publicado en 1823, en el que decía que estaban formados por «tres grandes clases que se llaman los cultivadores, los fabricantes y los negociantes» y que todos «reunidos trabajan para producir o para poner al alcance de todos los miembros de la sociedad todos los medios materiales para satisfacer sus necesidades o sus gustos físicos».[7]

Para completar su proyecto propuso en la Reorganización de la sociedad europea (1823) —una obra escrita en colaboración con Augustin Thierry— la formación de una federación de los países europeos que hiciera progresar las «artes de la paz», es decir, la ciencia y la industria, los instrumentos del progreso económico y social.[8]

La síntesis final de sus ideas la expuso en Le Nouveau christianisme (El nuevo cristianismo), obra publicada en 1825, el año de su muerte, y la que, según Marx, sería la que permitiría considerar a Saint-Simon como socialista ya que presentaba la emancipación de la clase obrera «como la meta final de sus aspiraciones», mientras que sus obras anteriores eran en realidad «una simple glorificación de la moderna sociedad burguesa frente a la sociedad feudal, o sea, de los industriales y banqueros contra los mariscales y los fabricantes jurídicos de leyes de la época napoleónica».[9]​ En esta obra Saint-Simon proponía dar un sentido «social» al cristianismo para que sirviera de fundamento ideológico y moral a la nueva sociedad industrial de la que habrían sido expulsados los «ociosos». «La gran meta terrena de los cristianos, que deben proponerse para obtener la vida eterna, es mejorar lo más rápidamente posible la existencia moral y física de la clase más pobre», escribió.[10]

Saint-Simon, uno de los primeros en estudiar la industrialización, la ve positivamente (abundancia) y cree que puede traer un nuevo modelo social. La función del Estado sería precisamente la de facilitar esta transformación. Debe existir la propiedad privada, pero solo si esta es merecida; por eso defiende la abolición del derecho a la herencia.[cita requerida]

Obras

  • Vues sur la propriété et la législation (1814).
  • L'Industrie (1816-1818).
  • Le Catéchisme des industriels (1823-1824), con partes debidas a su secretario Auguste Comte.
  • El nuevo cristianismo (1825).

Referencias

  1. Bravo, 1976, pp. 96-97. "La figura de Saint-Simon fue determinante para la historia del socialismo. Muchas de sus ideas se consolidaron en los años posteriores a su muerte en todo el mundo, gracias sobre todo a la enseñanza predicada y difundida por la secta que tomó su nombre, la escuela sansimoniana. En particular, pueden recordarse algunos conceptos que, debatidos después, tienen un concreto origen en sus obras: en primer lugar, el del nuevo' y auténtico cristianismo; después lo siguen: la idea del progreso; su obra sobre la formación de la nueva intelligentzia, de la tecnocracia, de las 'capacidades'; sus tesis sobre el desarrollo económico, primordial para la evolución -incluso ética- de la sociedad; y, por último, los temas de las divisiones de clase (e incluso el interclasismo) y del trabajo y los trabajadores, base de la nueva construcción social".
  2. Abramson. Las utopías sociales en América Latina en el siglo XIX
  3. Artola, Miguel (1982). Textos fundamentales para la Historia (Séptima edición). Madrid: Alianza Universidad. p. 592. ISBN 84-206-8009-5. 
  4. Bravo, 1976, pp. 88-89. "No fue un utopista, al contrario de Fourier, que a veces hizo concesiones a una representación utópica de la sociedad. Su visión del futuro ofreció incluso un análisis típicamente antiutópico, basado en la ciencia, que pretendía dar un encuadre industrial a toda la construcción social, y que hoy podría ser tachado de visión tecnocrática"
  5. Bravo, 1976, p. 89.
  6. Bravo, 1976, pp. 92-93.
  7. Bravo, 1976, pp. 94-95.
  8. Bravo, 1976, p. 95.
  9. Bravo, 1976, p. 90.
  10. Bravo, 1976, p. 96.

Bibliografía

  • Bravo, Gian Mario (1976) [1971]. Historia del socialismo 1789-1848. El pensamiento socialista antes de Marx [Storia del socialismo, 1789-1848. Il pensiero socialista prima di Marx]. Barcelona: Ariel. ISBN 84-344-6508-6. 

Enlaces externos