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Origen de la leyenda[editar]

Comparación de grifos con esqueletos de ceratópsidos.

En 1848, el geólogo alemán Georg Adolf Erman (1806-1877) supuso que la leyenda del grifo nació de la observación de restos prehistóricos de rinocerontes y mamuts de la epoca glacial, hallados en Siberia.[1]​ El especialista en estudios clásicos J. D. P. Bolton demostró en 1962 que esta explicación era incorrecta, pues el origen de la leyenda debía ubicarse en Asia Central y, por lo demás, mamuts y rinocerontes carecen del rasgo característico de los grifos, el pico.[1]​ Sin embargo, ello no echó por tierra la hipótesis paleontológica. Según la investigadora del foclore e historiadora científica Adrienne Mayor, los grifos constituyen «el primer caso documentado de un intento de visualizar un animal prehistórico a partir de sus restos fósiles».[2]​ Mayor sostiene que la noticia que el viajero griego Aristeas recoge sobre el grifo, como un animal híbrido entre león y águila y guardián del oro en los desiertos, fue proporcionada de primera mano por los escitas isedonios que cruzaban los desiertos en busca de oro.[2]​ El territorio de los escitas isedonios comprendía lo que hoy es parte del noroeste de Mongolia y China, el sur de Siberia y el sureste de Kazajistán, y sabemos que toda la región de la Escitia asiática fue una gran explotadora de oro durante la Antiguedad.[3]​ La propuesta de Mayor es que los antiguos nómadas escitas que extraían oro cerca de los montes Altái y Tian Shan de Asia Central pudieron elucubrar la existencia de grifos a partir de encontrarse, casualmente, con restos fósiles de Protoceratops, una especie de dinosaurio de cerca de dos metros de altura, con boca en forma de pico ganchudo, amplios huesos escapulares, cola larga y patas con pezuñas de varios dedos, cuya presencia en la región durante el Cretácico (c. 100-65 millones de años atrás) está atestiguada por descubrimientos paleontológicos modernos.[4]​ Las peculiares características de este animal, sobre todo su naturaleza cuadrúpeda y su «pico» en forma de gancho, hizo que los mineros de oro vieran en él una verdadera bestia híbrida entre cuadrúpedo y ave.[5]​ Además, sus fósiles de color blanco habrían aparecido semienterrados en las arenas rojizas, facilitando su descubrimiento, y quizás las tormentas del desierto pueden haber transportado pepitas de oro a locaciones de fósiles, reforzando aún más su carácter de acumuladores y «guardianes» de este metal precioso.[6]

El palentólogo británico Mark Paul Witton, por su parte, ha desestimado rotundamente la hipótesis de que la figura del grifo tenga su origen en el Protoceratops.[7]​ En primer lugar, los fosiles de este dinosaurio se encontraron a varios cientos de kilómetros al este de los depósitos de oro aluviales más cercanos y aún más lejos de las antiguas minas escitias, por lo cual la conexión entre grifos y el oro no puede explicarse satisfactoriamente. En segundo lugar, las historias de Aristeas y otros escritores griegos están repletas de criaturas mitológicas, bestias imaginadas y fenómenos sobrenaturales, por lo cual no es necesario pensar que animales como el grifo tengan una base en la realidad. En tercer lugar, la anatomía del grifo guarda una similitud puramente superficial a la del Protoceratops. Por ejemplo, no hay nada proyectando hacia atrás desde la región de la cabeza posterior de la mayoría de los grifos, mientras que todos los Protoceratops tienen algún tipo de volante que se extiende posterodorsalmente desde la parte posterior del cráneo. El Protoceratops tampoco tiene patas con forma de león ni garras raptoriales, como sí lo tiene el grifo. Según Witton, la anatomía del grifo se explica mejor a partir de la combinación de características de especies modernas de aves y felinos.[7]​ En cuarto lugar, Mayor ignora que el arte oriental anterior a Grecia y Aristeas ya había representado figuras quiméricas como grifos y que, además, lo había hecho mediante una variada iconografía (en cuanto anatomías, poses y comportamiento) que fortalece la hipótesis del grifo como animal mitológico y quimera de animales existentes.

Precedentes en el Cercano Oriente[editar]

Mesopotamia[editar]

Las primeras representaciones de un animal como el grifo se dieron en Mesopotamia entre el 3500 y el 3100 a. C.[8]​ Un pequeño cilindro sello de jaspe, pertenenciente al período de Uruk, ilustra una sucesión de pares de serpopardos entre cuyas colas enhiestas se ha dibujado un ave de presa con cabeza de león, mostrado de perfil, y dos alas desplegadas en forma de «V».[9]​ Otro patrón dibujado a mano en una tablilla de arcilla del mismo periodo muestra a un cuadrúpedo con cabeza de pájaro y dos alas extendidas, probablemente representando al dios de las nubes de tormenta en las mitologías de la época (Anzû o Imdugud).[9]​ La imagen del grifo se diversifica gradualmente en diferentes formas, de modo que en los sellos acadios del 2400-2200 a. C. el animal tiende a representarse como una bestia domesticada y terrestre, en lugar de voladora.[10]​ En la ciudad de Ngirsu se ha representado a un águila con cabeza de león en una variedad de materiales, incluyendo alabastro, piedra y bronce, y sus imágenes estaban estuvieron estrechamente relacionados con el gobernante de la ciudad antigua, Eannatum, tal como demuestra su inclusión en la célebre Estela de los buitres.[11]​ La figura del león alado se impone frente a la del ave-grifo durante las épocas babilonia y asiria, aunque conviviendo con el toro alado.[12]​ En el templo de Ninurta (Irak) se ha representando a Anzu como un león cubierto de plumas de ave, alas extendidas, cabeza de monstruo y patas traseras de ave rapaz.[13]

Egipto[editar]

Animales hibridos entre ave y cuadrúpedo fueron representados en el Antiguo Egipto desde el periodo predinástico y dinástico temprano. En Tell el Farkha, el delta oriental del Nilo, se ha encontrado una figurilla de más de 7 cm de largo con cuerpo felino y cabeza de pájaro, con pico de ave rapaz y, notablemente, brazos humanos, que data de dicha época.[14]​ Otra figurilla, del periodo Naqada IIc, representa a un felino acostado con cabeza de pájaro.[15]​ Animales compuestos similares aparecen también en bajorrelieves de la época. La Paleta de los dos perros, del periodo Naqada III, ilustra en el reverso y el anverso lo que parece ser una escena multitudinaria de cacería en la que los animales carnívoros atacan a diferentes herbívoros. Entre los animales atacantes se ha representado una criatura de cuerpo y patas semejantes a las de la pantera o el león, dotado de un cuello corto, un pico de un ave de rapiña y dos alas en posición frontal sobre el lomo.[16]​ También del sitio antiguo de Hierakonpolis y de la misma época, el mango de un cuchillo de marfil está decorado con varios animales, entre ellos un grifo alado muy similar al de la Paleta de los dos perros, pero con la cola bajada y las garras de las patas delanteras más parecidas a las de un ave que a las de un felino.[17]​ No es el único mango adornado con la misma temática animal. Otra daga de marfil con un posible grifo representado se encontró en la tumba de Abydos, aunque fragmentado.[18]​ Mucho mejor conservado, el mango de Gebel el-Tarif (Naqada II) muestra una escena de cacería en la que participa un cuadrúpedo alado y con pico de ave que acosa por detrás a un carnero.[18]​ Las figurillas, bajorrelieves y mangos de las dagas donde el grifo fue representado, lejos de derivar de un contexto diario y común, fueron objetos destinados a rituales reales y/o diseñados para el propietario con el fin de promocionar su poder y riqueza (o sea, funcionaron como símbolos de estatus).[19]​ Sin embargo, no está del todo claro qué pudieron significar el grifo y otros animales híbridos (como el serpopardo) en este contexto. Es posible que, en el caso de la Paleta de los dos perros, representasen animales emblemáticos de las fuerzas del caos que el faraón se propone derrotar y someter,[20]​ o en caso contrario, se presentan como animales que ayudan al faraón a suprimir el caos, al colaborar en la caza junto a otros depredadores.[21]

Durante el Reino Antiguo, se desarrollan dos tipos de grifos: el de tipo hieracocefálico, con cuerpo de león y cabeza de pájaro, y el de tipo androcefálico, felino con cabeza humana, diferenciado de la esfinge por sus alas.[22]​ Un relieve en el monumento funerario de Sahura, a orillas del lago Abusir, representa lo que puede ser grifo, ya que aunque faltan la cabeza y los hombros en el fragmento conservado, el animal tiene alas plegadas sobre su cuerpo.[22]​ El grifo aparece pisoteando a algunas figuras humanas en el suelo y simboliza al faraón Sahura que somete a sus enemigos.[23]​ Asimismo, fragmentos reconstruidos del relieve de un muro del templo solar en Abu Gurab muestran lo que parece ser una criatura con pico de ave y grandes alas levantadas.[24]​ Una serie de animales parecidos a grifos son también representados en la calzada de Pepi II, ubicada en su templo mortuorio, aunque nuevamente el estado de conservación hace que esta identificación sea solo probable.[25]​ Notablemente, todos estos animales compuestos fueron representados nada más que en tumbas reales, estando ausentes en la decoración de las tumbas de la élite u otro arte no real.[26]​ Simbolizan al faraón vencedor frente a sus enemigos, un significado que mantuvieron hasta finales del Reino Medio.[27]

Durante el Reino Medio, representaciones del grifo abundan en el arte privado.[28]​ De la Dinastía XII o XIII data un colgante de plata formado por dos grifos simétricamente afrontados y con cuernos en espiral.[29]​ Un pectoral o joya que perteneció a la princesa Mereret, hija de Sesostris III, muestra dos grifos con cuerpo de león y cabeza de halcón afrontados y pisoteando a los enemigos.[30]​ En otro collar, también de la Dinastía XII, el grifo es representado de cuclillas junto a un animal de Seth, ambos con la cola levantada.[31]​ Tampoco faltan durante el Reino Medio representaciones del animal en murales. Concretamente, en la tumba del nomarca Khnumhotep II (en Beni Hassan) se ha representado una escena de caza con un grifo de características peculiares: cuerpo delgado y moteado, cuello alargado e inclinado hacia abajo y alas en forma de «V», de entre las cuales brota una extraña cabeza humana.[32]​ Murales en las tumbas de otros nomarcas del mismo complejo funerario de Beni Hassan también representan al animal.[31]​ La imagen más elaborada está en la pared sur de la tumba de Kety; allí el grifo se representa con cuerpo felino y alas dobladas contra el cuerpo, cola estilizada, vientre dentado (probablemente para representar pezones) y cabeza de halcón, con un collar atado a su cuello, y las distintas partes de su cuerpo se han pintado de diferentes colores (verde, amarillo y azul).[33]​ El talante de la representación parece implicar que la criatura es un animal doméstico que no puede hacer daño al egipcio.[34]​ Las pinturas murales del complejo funerario de El-Bersheh, de la Dinastía XII, representan grifos también como animales cuadrúpedos con cabeza de halcón y, ocasionalmente, alas.[35]​ Cuando aparecían en el contexto de escenas de caza, es posible que su propósito fuera el de estar al servicio del cazador en la persecusión de los animales, lo que simbólicamente equivalía a la consecución del orden o maat.[36]​ En cambio, a los grifos representados en bastones mágicos (también llamados «varitas» o «cuchillos») se les reconoce un claro valor apotropaico como apartadores del mal.[27][37]​ A estos grifos, representados todos con las alas extendidas, a veces se les ha dibujado collar, en una posible referencia a que se consideraban animales domesticados y, por ende, no peligrosos, mientras que otros utilizan un peinado tripartito, colgando al lado del cuello de la criatura.[38]

En el Imperio Nuevo, la figura del grifo pierde lugar ante la esfinge androcéfala, que pasa a ser desde ese momento la representación estandarizada del faraón.[39]​ El nuevo tipo de grifo es preferentemente decorativo y se dibuja acostado, con cabeza de buitre adornada con un penacho, las alas bastante alargadas y extendidas junto a los flancos, con las plumas indicadas y separadas por una línea en zigzag, rizos que penden del cuello, colla enrollada sobre el muslo etc., mientras que en el cuerpo leonino varias incisiones a los lados evidencian la idea de movimiento.[40]

Época clásica[editar]

La primera mención del grifo proviene del aventurero y escritor griego Aristeas de Proconeso, quien en un poema titulado Arismapeas (c. 675 a. C.) relata que los arimaspos, un pueblo de individuos con un solo ojo, habitan más allá de los isedones y roban el oro a los grifos que lo custodian.[2][41]​ El poema no se ha conservado, pero los autores clásicos lo conocieron y atribuyeron sus noticias del grifo a Aristeas. El primero de ellos fue Esquilo, en su obra Prometeo encadenado (460 a. C.), quien exhorta a guardarse de los grifos, a los que compara con «perros de Zeus de afilado hocico que no ladran», señalando así su naturaleza híbrida entre cuadrúpedo y ave.[42]​ Una segunda referencia proviene de Heródoto (484 a. C.), que afirma que el norte de Europa (entendiendo por tal el norte de Asia, también) es abundante en oro y los arimaspos se lo roban a los grifos, los cuales custodian celosamente el metal precioso.[42][41]​ Contemporáneamente, Ctesias de Cnido proporcionó abundantes noticias del animal en su Historia de la India, aunque solo conocemos algo de su obra a partir de las citas de autores posteriores.[41]​ El geógrafo romano Pomponio Mela (c. 43 d. C.), en su Corografía, describe a los grifos como «una cruel y obstinada razas de fieras» y repite las noticias acerca de su actitud hostil hacia los buscadores de oro: «aman admirablemente y guardan admirablemente el oro extraído de lo más profundo de la tierra y son hostiles a los que intentan tocarlo».[43]​ En uno de los versos de sus Bucólicas, Virgilio afirmaba que en la época venidera «los grifos se juntarán ya con los caballos», lo que en el siglo IV fue comentando por Servio señalando la hostilidad que existía entre ambos animales, probablemente motivada por el hecho de que los caballos eran la montura tradicional de los arimaspos, pueblo que luchaba contra los grifos para hacerse con el oro.[44]

La Historia natural de Plinio el Viejo, del siglo I d. C., añadió novedosos datos sobre este animal, señalando que posee peculiares «alas» y «orejas» y que construye sus nidos escarbando en la arena que contiene oro.[43][41]​ Para el geógrafo Pausanias (c. 110-180), los grifos eran animales semejantes a leones, pero con alas y pico de águila,[45]​ lo cual proporcionó la imagen del grifo que luego se tornaría universal.[46]​ Por su parte, Filostrato (c. 160/170-c. 249) narra que el grifo existe en la India, donde es representado como consagrado al Sol, y que es un animal con un «fuerte pico», que le sirve para extraer oro de las rocas, y prominentes «alas» con las que aventaja a los leones, aunque en realidad estas «alas» son membranas palmeadas que les permiten planear o dar pequeños saltos, puesto que no vuelan más que «a la manera de las aves de vuelo corto».[47][48]​ Lo describe como un animal de gran fuerza, superior a los leones, elefantes y dragones, aunque no tan rápido como el tigre, que le resulta insuperable dado que su rápidez «lo equipara a los vientos».[47][48]Claudio Eliano (c. 175-c. 235), en su obra Sobre la naturaleza de los animales, cita a Ctesias para describir al grifo como un cuadrúpedo con garras poderosas y semejantes a las de un león, cabeza «como la que pintan o esculpen los artistas», con pico de águila y ojos que despiden fuego, y alas dorsales de color blanco, siendo negro el color de sus plumas y rojo el de su pecho, aunque afirma que, según Ctesias, su cuello estaría también adornado de plumas azules.[49][44]​ Eliano afirma que los grifos habitan en la India y, según dicen los bactrios (un pueblo fronterizo de los indios), son guardianes del oro que existe en las regiones desérticas de la región, el cual desentierran y utilizan para hacer sus nidos en lo alto de las montañas, aunque para los indios mismos estos animales simplemente se limitan a proteger a sus crías luchando contra los intrusos.[50]​ Además, luchan contra otros animales, salvo contra el león y el elefante, y los dominan fácilmente.[50]​ Poco después, Solino insistía en caracterizar al grifo como un «ave ferocísima» y «cruel» que despedazaba a todos aquellos que incursionaran en las tierras de la Escitia asiática, abundante en oro y piedras preciosas como la esmeralda: «los arimaspos combaten con estos animales por tomar las piedras preciosas».[50]

Edad Media[editar]

Naturaleza y descripción[editar]

En la Edad Media se consolidó la descripción del grifo como un animal cuadrúpedo y alado, con cuerpo de león, pero cabeza y alas de águila. El polímata Isidoro de Sevilla, en sus célebres Etimologías, afirmaba que estos animales son «leones en el conjunto del cuerpo, pero en las alas y el rostro se asemejan a las águilas», una descripción que repitió al pie de la letra Beda el Venerable.[51]​ Muy similar a ella fue la que luego recogiera Marbodio de Rennes, de los grifos como «animales semejantes a los leones y [que] tienen alas como las águilas».[52]Aimón de Halberstadt (m. 853) añade que, además de su rostro y alas, el grifo tiene patas como las del águila,[51]​ al igual que afirmara Tomás de Cantimpré en su libro enciclopédico De la naturaleza de las cosas: «esta ave tiene cuatro patas, es semejante al águila en la cabeza y las patas, pero mucho mayor; en el resto del cuerpo se parece al león».[53]​ Para Honorio de Autun el animal tiene, además de cuerpo de león, «alas y garras de águila».[54]​ Según otras descripciones (como las de Alberto Magno y Cándido Decembrio), solo las patas delanteras del grifo son como las del águila, siendo las traseras semejantes a las del león.[55]​ Con sus grandes garras, afirman Cantimpré y Alberto Magno, se fabrican copas y cazos funcionales.[55]​ La catedral de Durham conservaba supuestos fragmentos de garras de grifo, que en realidad eran cuernos de íbice, y sabemos que el rey de Francia Roberto el Piadoso (996-1031) depositó un «huevo de grifo» en una caja de plata y que otros similares se citan transformados en copas en los inventarios de Eduardo III de Inglaterra (1338) y del duque de Anjou (1360), tratándose probablemente de huevos de avestruz.[56]

Según Aimón de Halberstadt, el grifo corre en la tierra como los leones y vuela por los aires como las aves.[51]​ La abadesa polímata Hildegarda de Bingen (1098-1179), autora de un tratado sobre propiedades curativas de animales, plantas y minerales, lo describe como un «animal cálido» que reúne en sí dos naturalezas diferentes, la de las aves (por su velocidad) y la de los cuadrúpedos (por devorar al hombre).[53]​ Cándido Decembrio (siglo XV), aunque duda de la existencia del grifo al considerar que podría ser una «invención de los poetas», cree también que el animal puede clasificarse tanto entre los cuadrúpedos como entre las aves.[55]​ Si bien los autores clásicos y las fuentes medievales tempranas (como las Etimologías) no mencionaban, o incluso negaban, la capacidad de vuelo alto del grifo, el sincretismo de este animal con el también mítico pájaro Ruc llevó a que se incorporasen noticias sobre su habilidad de levantar por el aire a hombres y grandes animales, como caballos y bueyes, y llevarlos a sus nidos (ver la subsección siguiente).[57]

Hábitat y comportamiento[editar]

Conforme a la tradición clásica, las fuentes medievales ubican al grifo en la región de la Escitia asiática, los «montes hiperbóreos» y la India, afirmando que habita regiones desérticas.[58]​ Por ejemplo, el bestiario de Pierre de Beauvais (principios del siglo XIII) sostiene que vive en los desiertos de la India sin salir jamás de ellos, a menos que no encuentre allí el alimento que desea.[59]​ Se cree que los grifos guardan y custodian el oro y las piedras preciosas en las regiones desérticas de la India o la Escitia asiática, despedazando con sus garras a los hombres que incursionan allí para hacerse con estas riquezas.[58][60]​ En la obra enciclopédica de Alexander Neckam se dice que «excavan el oro y se sienten cautivados por su brillo».[61]​ En tanto, Tomás de Cantimpré, Cándido Decembrio y Johannes de Cuba señalan que los grifos guardan en sus nidos la piedra ágata como «remedio preventivo» de algo,[55]​ mientras que para Bartolomeo Ánglico la piedra preciosa que colocan es la esmeralda y lo hacen para prevenirse «contra los animales venenosos del monte».[53]​ Isidoro de Sevilla resume algunas de estas noticias en sus Etimologías:

Produce también [la India] marfil y piedras preciosas: berilos, crisoprasas, diamantes, (…), muy codiciadas por las mujeres de alta alcurnia. Hay allí montones de oro a los que es imposible acercarse a causa de los dragones, grifos y hombres de tamaño monstruoso (...) En Escitia hay muchas tierras ricas pero inhabitables en buena medida, pues aunque en muchos lugares hay abundancia de oro y piedras preciosas, es poco frecuente el acceso por la crueldad de los grifos. Esta es, por otra parte, la patria de las esmeraldas de mejor calidad.
San Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIV, 3, 32.[51]
Miniatura de un grifo en el bestiario de Workshop. Tiene un jabalí entre sus garras.

Además de ser descrito como un animal de gran corpulencia y fuerza, las fuentes medievales insisten en su desmedida crueldad y ferocidad, al punto de que Beda los llama «fieras que vuelan».[51]​ Por ello muchos bestiarios de la época lo dibujan con un animal aprisionado entre sus garras delanteras, comúnmente caballos, pero también cerdos, carneros, liebres o incluso hombres, y con una de sus patas levantadas, en posición heráldica.[62]​ Coherentemente con lo que indicaban las fuentes clásicas, los grifos se describen en la Edad Media como abiertamente hostiles a los hombres (en especial a los arimaspos, que luchan contra ellos para arrebatarles las esmeraldas) y a los caballos: «enemigos acérrimos de los caballos, también despedazan a los hombres en cuanto los ven», afirma Isidoro,[51]​ mientras que en Hortus sanitatis de Johannes de Cuba (1485) se dice que los grifos «son especialmente hostiles a los caballos y bueyes, y vencen en combate a hombres armados y los matan».[63]Juan Casiano, monje francés del siglo V, le atribuye a su mirada un efecto pernicioso o maligno, al igual que al unicornio y al basilisco.[64]

La influencia que ejerció en Occidente la leyenda oriental del pájaro Ruc, descrito como un ave de rapiña fuerte y gigantesco capaz de levantar presas enormes como elefantes, determinó una evolución en la concepción del grifo.[65]​ Si las fuentes clásicas no reparaban en su capacidad de volar o incluso la negaban, avanzada la Edad Media se pasará a describirlo como un gran ave increíblemente fuerte que levanta y lleva en el aire a hombres y grandes bestias, como caballos o bueyes.[66]​ Así, según se lee en la versión francesa de la carta del Preste Juan, los grifos «son por naturaleza tan fuertes, que agarran un buey vivo, se echan a volar con él y se lo llevan a sus polluelos»,[67]​ información que es recogida al pie de la letra por Pierre de Beauvais en su bestiario.[59][68]​ En lugar del buey, el poeta francés Gautier de Metz señala como presa de las garras del grifo al caballero armado y su caballo.[60]​ Por su parte, la historia de viajes fantástica de Juan de Mandeville, en el siglo XIV, describe al animal como más fuerte que «ocho leones o cien águilas» y afirma que «puede llevarse volando un caballo grande y dejarlo en su nido, si encuentra sitio, o llevarse hasta un par de bueyes atados con el yugo al carro».[66][69]

Detalle de una miniatura del bestiario Rochester, que ilustra a un caballero enfrentándose con un grifo.

El célebre viajero veneciano Marco Polo (1254-1324), en El libro de las maravillas, se siente tentado a identificar el Ruc con el grifo occidental, dado su gran tamaño, pero advierte que ello puede ser incorrecto porque el Ruc que describen los orientales no se parece a ningún animal terrestre, como el grifo, sino que es igual a un águila, pero desmesuradamente grande.[70]​ Sin embargo, la asociación y el sincretismo de ambas leyendas es innegable, pues en algunos casos el grifo pasó a ubicarse en las regiones más orientales, como China, y ser señalado como uno de los peligros a los que se enfrentan los marinos en altamar.[66]​ De esta forma, Mandeville apuntaba a la existencia de grifos en una tierra más allá de Catay (esto es, China) y Benjamín de Tudela (1130-1175) narraba cómo, para escapar del helado mar de China, algunos marinos se revestían con la piel de grandes reses de forma que «la gran águila llamada grifo» los confundía con animales y volando los sacaban de la embarcación hacia tierra firme como presas.[66][71]​ El monje irlandés Brandán, a principios del siglo XII, relata también un combate entre un dragón y un grifo que quiso atacar el barco en el que viajaba.[63][66]​ Del sincretismo entre Ruc y grifo llegó a dar cuenta la iluminación de los manuscritos de libros de viajes, al punto de que en algunos de ellos se pueden encontrar dibujos de grifos raptando en vuelo a elefantes, que eran la presa tradicional del Ruc.[72]

Interpretaciones simbólicas y alegóricas[editar]

El imaginario zoológico fue uno de los campos más ricos del imaginario medieval.[73]​ El pensamiento de la época estaba imbuido en la creencia de que el mundo y la naturaleza creadas, incluyendo los animales o «bestias», eran símbolos que remitían a una realidad trascendente, a los misterios y preceptos de Dios.[74]​ Por medio de la alegoría y el simbolismo, las fuentes medievales recuperaban enseñanzas morales y religiosas de los rasgos y las conductas asociadas a los animales.[74]​ Estas enseñanzas, debido a la naturaleza de la alegoría y el símbolo, podían ser ambiguas, ambivalentes o contradictorias entre sí,[75]​ y ello es precisamente lo que ocurrió en el caso del grifo, sobre el que coexistieron percepciones tanto positivas como negativas.[76][77]

Por un lado, era usual presentar al grifo como un ser maligno y demoniaco.[76][77]​ La traducción de la Vulgata se refería al gryphem como una de las aves impuras que la ley mosaica prohibía comer, aunque en referencia a un animal real, el quebrantahuesos.[46]​ Un pasaje en De XII lapidibus Tractatus, atribuido al teólogo y filósofo Agustín de Hipona, alegoriza la historia sobre el pueblo de un solo ojo que combate contra los grifos que le arrebatan las esmeraldas: los grifos simbolizan a los «espíritus malignos» que se esfuerzan por robar a los fieles el «alimento de la refección eterna» dado por Cristo, pero aquellos que poseen el único ojo de la mente, simbolizados por los arimaspos, se resisten y saben defender la «piedra preciosa» (esmeralda) que les corresponde como elegidos de Dios.[78]​ La naturaleza híbrida del grifo se puso al servicio de este simbolismo en autores como Beda el Venerable y Marbodio de Rennes.[52]​ Este último, al hablar de los espíritus inmundos o demonios, afirma que «con razón son comparados con los grifos, como fieras terrestres y volátiles que recibieron su merecido siendo sepultados en el infierno, y volando con soberbia como aves se cayeron del cielo».[52]​ Dado que no tiene sentido que los espíritus inmundos busquen disfrutar de las riquezas espirituales que roban, autores como Beda, Marbodio y Aimón de Halberstadt debieron matizar que los grifos arrebatan las gemas por pura envidia y maldad, no para sacar algún provecho de ellas.[52]​ En el caso de Marbodio, los arimaspos no simbolizan a los que tienen el único ojo de la mente, sino a los hombres íntegros, es decir, a aquellos que «no andan por doble senda ni tienen doblez de corazón ni sirven a dos señores sino que mantienen siempre su recta intención y la piedra preciosa de su fe».[52]​ Pero la lucha entre grifos y arismapos no fue la única noticia sobre el animal alegorizada en un sentido religioso. Según Pierre de Beauvais, que el grifo habite los desiertos y pueda levantar un buey por el aire y llevarlo a sus crías significa que el animal representa al diablo que se lleva el «alma desdichada» del hombre pecador que ha muerto, simbolizado por el buey, al infierno o «desierto», donde es entregada a los demonios (crias o polluelos del grifo).[76][67]​ En el Exordium magnum, un demonio alado acechante se describe como «una especie de grifo o avestruz».[54]

Por su hostilidad hacia los hombres que incursionan en tierras extrañas buscando oro y piedras preciosas, los grifos aparecen también como «guardianes de la avaricia», creados por Dios para «reprimir la temeridad de la avaricia», como dice Cantimpré, y manifestar así la gravedad de tal pecado.[53]​ Para Neckam, la preferencia del grifo por el oro no tiene que ver con su afán de lucro, sino con una inclinación natural a este metal, por lo cual no los mueve el pecado de ambición.[61]​ Sin embargo, durante la Edad Media los grifos sí aparecen en una célebre historia directamente ligada a la ambición y su castigo: la fallida subida al cielo de Alejandro Magno.[79]​ Según versiones medievales de Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Alejandro Magno mandó a capturar dos grifos y tenerlos sin alimentar durante tres días, tras lo cual los ató a un carro y les puso delante suyo un cebo de hígado de caballo para que avanzasen. Así, los grifos echaron a volar persiguiendo el cebo y el monarca en su carro ascendió por los aires hasta ser derribado por una nube, un poder divino o el sol, dependiendo la versión del relato. El fallido ascenso del monarca a los cielos, que ansiaba contemplar los confines de la tierra, fue conveniente moralizado por los comentaristas religiosos de Occidente, que consideraban al episodio como un paradigma de la soberbia y la vanidad abatidas, en línea con la historia veterotestamentaria de la torre de Babel.[79][80]​ Ello no impidió que, en ciertos contextos, sobre todo en Bizancio, pudiese aludir positivamente a la bienaventuranza celestial o a la aspiración del alma para alcanzarla.[81]​ En realidad, la tradición textual más antigua de la historia de Alejandro, obra de Pseudo-Calístenes en el siglo III d. C., no específicaba que las aves que remontaron el carro del monarca macedonio fueran grifos, sino que se limitó a describirlas como «aves blancas, grandísimas, muy poderosas y mansas».[82][83]​ No obstante, el grifo pudo hacerse con un importante lugar en la historia alejandrina y, consecuentemente, en las manifestaciones artísticas de la misma, que incluyó la escultura monumental románica (en los capiteles de iglesias y catedrales, como la iglesia de la Magdalena de Tudela), la escultura en madera y marfil, textiles de seda, bordados, iluminación de manuscritos etc.[56][84]

En una visión ya sí positiva del animal, la segunda edición del Fisiólogo griego, compuesta en el ámbito bizantino en el siglo V o VI,[46]​ afirma que el grifo es un ave que vive en un golfo oceánico en el lejano Oriente y que al amanecer extiende sus alas para recibir los rayos del sol; a este se le une otro grifo que hace lo mismo, y luego ambos se van volando hacia el poniente.[59][78]​ Esta pareja de grifos, según el Fisiólogo, representa al arcángel Miguel y a la Virgen María, «Madre de Dios».[59][78]​ Asimismo, la naturaleza híbrida del grifo permitió considerarlo representante de dos de los cuatro elementos, el aire y la tierra, y por ende de las dos realezas de Cristo, que era soberano del Cielo y de la Tierra: su busto de águila aludía a la divinidad, mientras que el cuerpo de león, por ser animal que toca la tierra, representaba su humanidad.[77]​ El tema oriental en que dos grifos flanquean el árbol de la vida fue cristianizado para aludir a las almas santas en el paraíso y, ocasionalmente, los grifos fueron dispuestos en torno a una pila de fuente, representando a los santos que beben del agua vivificadora de Cristo en el cielo.[77]​ Además, continuaron utilizándose como portadores de un efecto apotropaico, es decir, como protectores y guardianes en fachadas o gárgolas de iglesias y catedrales, sobre puertas, tumbas, cubiertas de libros etc., a veces recordando a los profanadores el terrible castigo que les esperaba.[56]​ Conservaron, igualmente, su carácter de psicopompos o protectores de las almas de los muertos en su camino hacia el más allá,[56]​ sobre todo en asociación a la iconografía de la ascensión de Alejandro.[85]

Edad moderna[editar]

Heráldica[editar]

Referencias[editar]

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Bibliografía[editar]

  • Silva Santa Cruz, Noelia (2012). «El grifo» (PDF). Revista digital de iconografía medieval 4 (8): 45-65. ISSN 2254-853X.