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Chiapas durante el siglo XIX[editar]

Historia política[editar]

En buena medida, la historia del Chiapas decimonónico es la historia de los conflictos y negociaciones de dos facciones políticas que se disputaron el control político y económico del territorio. Por un lado, se encontraba la élite de San Cristóbal de Las Casas (antes Ciudad Real), caracterizada por su conservadurismo político y económico. Por otro lado, estaba la facción de los Valles Centrales —cuyo eje rector fue la ciudad de Tuxtla—, cuya creciente importancia provenía de sus fincas agroganaderas y que se identificó muy pronto con la corriente liberal a nivel nacional. De esa manera, ambas facciones se aliaron con los grupos de poder del centro del país y, en cierta forma, reprodujeron a escala regional —y con variantes importantes— los conflictos políticos que se observaron a nivel nacional.[1]

Esta interpretación de la historiagrafía tradicional está siendo revisada a partir de nuevas investigaciones pero todavía es un modelo útil.

Independencia e incorporación a México (1821-1824)[editar]

La Intendencia de Chiapas se mantuvo al margen del movimiento independentista de la Nueva España. La declaración de independencia de la provincia respondió más a las decisiones de los ayuntamientos ante el triunfo de los insurgentes en Nueva España.

Primera foja del Plan de Iguala.

Tras la ocupación de Oaxaca por parte del Ejército Trigarante, éste invitó a Chiapas y a Guatemala a adherirse al Plan de Iguala. El ayuntamiento de Comitán decidió convocar a una junta formada por los ciudadanos prominentes de la ciudad, además del cura párroco, los frailes dominicos y los empleados públicos, cuya resolución fue la firma del acta de independencia de Comitán el 28 de agosto de 1821. La iniciativa de los comitecos sirvió de ejemplo para otros ayuntamientos, de manera que el 3 de septiembre el ayuntamiento de Ciudad Real proclamó su independencia. Un día después, Tuxtla también declaró su adhesión al Plan de Iguala.[2]

El consenso entre los ayuntamientos reflejó los intereses de un grupo conformado por comerciantes, burócratas, terratenientes y clérigos que vio mayores beneficios al anexarse a México. En primer lugar, buscó liberarse del dominio de la capital guatemalteca y del monopolio de los comerciantes centroamericanos. En segundo, vio con temor la posibilidad de que España cayera en manos de jacobinos, lo que podía afectar seriamente sus privilegios.[3]​ Finalmente, la provincia quedó incorporada a México por decreto oficial el 15 de enero de 1822.

El Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide no sólo incluyó a la provincia de Las Chiapas, sino a todo la antigua Capitanía General de Guatemala. Pronto, aquel amplio territorio se disgregó, pues la abdicación del emperador mexicano al trono provocó que las provincias centroamericanas —ya de por sí descontentas— reconsideraron su posición y llegaron a la conclusión de  que, más que beneficios, su unión a México les acarreado onerosas cargas, tales como la manutención de un ejército de ocupación. Así que, tras un congreso en el que se discutió tal situación, las provincias —con excepción de Chiapas— se declararon independientes de México y conformaron las Provincias Unidas del Centro de América, lo cual polarizó a los grupos de poder en Chiapas, pues estaba en juego su incorporación a Centroamérica o a México.[4]

Inmediatamente después de la caída de Iturbide, se instaló una junta con representantes de los doce distritos de la provincia, la cual declaró la soberanía de Chiapas para decidir su futuro político. México y Guatemala aceptaron dicho pronunciamiento. Sin embargo, poco tiempo después el Congreso Mexicano envió tropas dirigidas por el general Vicente Filisola con la orden de disolver la junta. Ello generó un gran descontento, principalmente entre las élites de Tuxtla y Comitán. Como respuesta a las presiones de México, el 2 de octubre de 1823 se firmó en Comitán el Plan de Chiapas Libre.[5]​ El plan no pretendía conformar una nación independiente, antes bien reconocía que Chiapas no tenía los elementos necesarios para ello. De lo que se trataba era de que ese territorio decidiera libremente su destino político. Ese documento fue apoyado por los tuxtlecos más prominentes, representados por Joaquín Miguel Gutiérrez. El movimiento se ganó las simpatías de la mayor parte de la provincia y se inclinó cada vez más hacia la opción de la anexión a Guatemala. Ciudad Real, por el contrario, se mantuvo firme en la causa pro-mexicana, probablemente porque esperaba de esa situación mantener su autonomía administrativa, además de obtener ventajas comerciales.[6]

Las diferencias entre ambos bandos se agravaron, a tal grado que Comitán y Tuxtla conformaron un ejército que ocupó Ciudad Real. Para evitar un enfrentamiento, las tropas mexicanas se replegaron hacia Tehuantepec. Todo parecía indicar que la provincia quedaría finalmente integrada a Centroamérica, pero en 1824, cuando la Junta Suprema tomó la decisión final, ocurrió un giro importante en la política regional; Comitán —que había apoyado con ciertas reticencias a la unión con Centroamérica— cambió radicalmente su postura tras las elecciones municipales en las que triunfó el bando mexicanista.

En diciembre de 1823 la Junta convocó de nuevo a los representantes de los 12 partidos para decidir el futuro político de la provincia. Aprovechando la ausencia de los representantes de Tuxtla e Ixtacomitán, los demás vocales modificaron la forma en que se la decisión. Los representantes de cada partido debían consultar a los vecinos antes de emitir su voto. El voto de cada representante se multiplicaría por el número de habitantes de su partido (o de cada ayuntamiento en caso de que en un partido no todos los ayuntamientos se hubiesen pronunciado en el mismo sentido).[7]​ El ayuntamiento de Tapachula rechazó tal disposición, que favorecía los partidos más poblados, como San Cristóbal y Comitán, y decretó la incorporación del Soconusco a la república centroamericana.[8]

Dicho sistema de votación dio como resultado: 96,829 sufragios a favor de la anexión a México frente a 60,400 por Centroamérica, más 15,724 “indiferentes”. De esa manera, el 14 de septiembre de 1824 la Junta Suprema decretó la incorporación del estado de Chiapas a la república mexicana. Hecho que conllevó a la disolución de las milicias municipales y el fin de la autonomía de que había gozado la provincia.[9]

La historia oficial ha interpretado ese sistema de votación como si se tratara de un plebiscito, lo que supondría que todos los habitantes de Chiapas —incluyendo mujeres y niños—habrían emitido su voto. En realidad, se trató de una decisión tomada de acuerdo a las formas democráticas de la época que privilegiaban las elecciones indirectas: los ciudadanos nombraban a sus representantes, quienes elegían luego a las distintas autoridades.

Algunas interpretaciones que cuestionan la legalidad de este procedimiento, afirmando que los padrones de población que se usaron en esa ocasión fueron inflados a favor de los partidos mexicanistas.[10]​ Sin embargo, investigaciones recientes han mostrado el gran crecimiento demográfico que conocieron los indígenas tzeltales, tzotziles y choles de las regiones montañosas a fines del periodo colonial y la notable mejora de la administración para empadronarlos.[11]

En resumen, la anexión de Chiapas a México respondió a una confluencia de intereses: por un lado, el gobierno mexicano deseaba consolidar su frontera sur —entre otras cosas, en vista de la posible construcción de un canal interoceánico en el Itsmo de Tehuantepec‑. A su vez, las élites políticas de Los Altos consideraron más conveniente unirse a México para mantener sus privilegios políticos y comerciales.

Tras un pacto de caballeros (es decir sin firmas de por medio), México y Guatemala acordaron mantener la “neutralidad” del Soconusco hasta que alcanzaran un tratado de límites. El Soconusco se mantuvo, así, en una situación indefinida y gozó de una autonomía total por casi dos décadas.[12]​ Sin embargo, en septiembre de 1842, el presidente Antonio López de Santa Anna —aprovechando la crisis política por la que atravesaba Centroamérica y alentado por las élites sancristobalenses, encabezadas por Manuel Larráinzar— envió fuerzas armadas al Soconusco con el fin de ocuparlo. El día 11 de ese mes el mismo Santa Anna proclamó el decreto de incorporación de ese territorio a México.[13]

La primera república (1824- 1855)[editar]

Las diferencias entre los políticos de Ciudad Real —San Cristóbal desde 1829— y los de Tuxtla continuaron durante el resto de la centuria. Los primeros buscaban mantener el control que tenían sobre la amplia población indígena de Los Altos, además de estar interesados en continuar ejerciendo su monopolio administrativo. Sus objetivos coincidieron con los del clero regional, encabezados por sus obispos que radicaban en San Cristóbal. De esa manera las élites políticas se aliaron con los gobiernos centralistas del centro de la República y posteriormente se identificaron con los conservadores. En cambio, las élites tuxtlecas, cuyas haciendas cobraron cada vez mayor importancia, buscaron ampliar sus propiedades y tener un acceso libre a la mano de obra indígena de Los Altos.[14]

Joaquín Miguel Gutiérrez. Estatua ubicada en el Paseo de la Reforma.

Las primeras leyes agrarias en el estado se emitieron en 1826 y 1832. En ellas se definió la extensión legal máxima de los ejidos de los pueblos, lo que dejaba el camino libre para apropiarse de las tierras que se rebasaban los límites legales. Así, en teoría, tanto las élites de Tuxtla como las de San Cristóbal obtendrían algún beneficio de estas leyes: los finqueros de los Valles Centrales podían acrecentar sus tierras, en tanto que a los alteños se les facilitaría utilizar a los indios desposeídos como fuerza de trabajo.[15]

En 1831 ocupó la gubernatura el liberal Joaquín Miguel Gutiérrez —del que tomará el apellido la ciudad de Tuxtla años más tarde— quien puso en marcha un proyecto para instalar a funcionarios gubernamentales en todos los pueblos y así dejar depender de los párrocos para poder llevar a cabo ciertas funciones administrativas.[16]

En 1848 llegó a la gubernatura —gracias a los liberales— Fernando Nicolás Maldonado. Durante su gobierno trató de conciliar las facciones en pugna, pero su inclinación hacia la Iglesia católica provocó que el bando liberal le retirara su apoyo, por lo que se vio obligado a renunciar en 1855, presionado por el Congreso.[17]

La reforma liberal (1856-1863)

Maldonado fue reemplazado por el coronel de la Guardia Nacional y líder de los terratenientes de los Valles Centrales, Ángel Albino Corzo, quien se encargó de aplicar las leyes liberales —emitidas en el centro de México tras la Revolución de Ayutla— y, posteriormente, vigiló el cumplimiento de los preceptos de la Constitución de 1857.[18]​ El interés de los terratenientes de los Valles Centrales estaba puesto en las ricas tierras que la Iglesia poseía en aquella región, de tal manera que la desamortización de los bienes eclesiásticos les brindó una valiosa oportunidad para adquirirlas. En contraste, fueron pocos los sancristobalenses que se aprovecharon del proceso de desamortización de los bienes de la Iglesia.[19]

La oposición a las Leyes de Reforma no se hizo esperar: Juan Ortega en Comitán y José María Chacón en el Soconusco se levantaron en armas contra el gobierno de Corzo. Éste se vio en la necesidad de trasladar la capital a Chiapa en 1858. Parcialmente derrotados por la Guardia Nacional, Ortega y Chacón retomaron la ofensiva en 1859, pero tuvieron que replegarse a Guatemala en 1861, año en que regresaron los poderes estatales a San Cristóbal.

Del Segundo Imperio al triunfo liberal (1863-1868)[editar]

En 1863, tras el establecimiento del Segundo Imperio en México, Juan Ortega lanzó el Plan de Yalmus para desconocer al gobierno de Chiapas. Para ese entonces el ejército chiapaneco se encontraba debilitado porque un año antes el gobierno había enviado un destacamento de 550 hombres al centro del país, dirigidos por José Pantaleón Domínguez, como apoyo contra la Intervención Francesa. Ortega se aprovechó de esa situación y, con la ayuda del franciscano Víctor María Chanona, instaló un gobierno conservador en San Cristóbal.[20]​ Al año siguiente, con el regreso de las fuerzas comandadas por Domínguez y con el apoyo de un batallón enviado por Porfirio Díaz, los liberales retomaron la ciudad de San Cristóbal.

Tras la recuperación de San Cristóbal en 1864, el gobernador José Pantaleón Domínguez intentó limitar el poder de las élites de esa ciudad. Para ello, maniobró con el fin de que varios liberales obtuvieran cargos claves en Los Altos. La sede de los poderes estatales se mantuvo en Tuxtla hasta 1872.[21]

La “Guerra de Castas” (1868-1869)[editar]

Los indígenas de Los Altos no se libraron de los efectos provocados por la guerra entre facciones en Chiapas. Liberales y conservadores hicieron uso de la leva para engrosar sus filas en momentos de crisis, lo que provocó que los mecanismos que contenían la violencia en los pueblos se debilitaran. Hacia 1862-1863 se registraron hechos violentos en Chamula. Uno de los disturbios se debió a los intentos del párroco por movilizar al pueblo en favor del Imperio.[22]

Tras el triunfo liberal, el gobernador Pantaleón Domínguez inició una campaña para disminuir la influencia de las élites de Los Altos sobre las poblaciones indígenas. Las autoridades liberales incitaron a los indígenas a no pagar las contribuciones religiosas, y abolieron los cargos de mayordomo y alférez, quienes ayudaban a los curas a recabar fondos en los pueblos indígenas.[23]​ En resumidas cuentas, los liberales fomentaron la práctica de la religión católica sin sacerdotes. Por su parte, los indígenas —para quienes la presencia y manutención del párroco se había vuelto ya una pesada carga— aprovecharon la oportunidad para liberarse del control religioso de la Iglesia.[24]

A ello se le sumó la actitud del vicario de Chamula, Miguel Martínez, que incluso en ese clima se atrevió a exigir las contribuciones de los indios de aquel pueblo y llegó a recurrir a la coerción física para alcanzar sus fines.

En 1867, en Tzajalhemel (Chamula), nació un culto a unas “piedras parlantes”, por medio de las cuáles los santos se dirigían a una india llamada Agustina Gómez Checheb y a Pedro Díaz Cuzcat, fiscal de Chamula.[25]​ El culto llegó a ser tan exitoso que se conformó un mercado regional indígena a su alrededor que atraía a indígenas de una amplia zona de Los Altos, de manera que la ciudad de San Cristóbal vio seriamente afectados sus intereses comerciales, a más que las rentas religiosas disminuyeron sensiblemente.[26]

Fachada actual del templo de San Juan Bautista, Chamula, Chiapas.

El 13 de junio, el cura Martínez, acompañado de escoltas, acudió a Tzajalhemel para tratar de convencer a los indios de abandonar el culto. En el lugar, logró que algunos de los indios le entregaran las piedras parlantes, pero en el camino de regreso, fue alcanzado por el participantes del culto y fue asesinado junto con sus acompañantes ladinos.[27]​ A partir de ese momento se produjeron algunas agresiones de indígenas contra algunos ladinos en varios pueblos cercanos. Sin embargo, la violencia no se generalizó. Al parecer, los chamulas descargaron su ira contra aquellos que consideraban- habían sido culpables de las vejaciones sufridas. No obstante, en San Cristóbal circuló la idea de que los indígenas pretendían acabar con los ladinos y con la civilización. El periódico local La brújula alimentó la imagen de una guerra de castas.[28]

Posteriormente el gobernador —probablemente con la intención de desviar la atención de las elecciones que acababa de perder— decidió movilizar a sus tropas. El 21 de junio, al frente de 300 soldados, atacó a los chamulas apostados al norte y al oeste de San Cristóbal —quienes no habían vuelto a mostrar ninguna actitud hostil. El saldo final fue de 300 muertos, de los cuales 43 eran de las fuerzas del gobierno. El 30 de junio, después de reunir más hombres, Domínguez llevó a cabo la ofensiva final. Con más de 1,000 hombres atacó Chamula, matando a más de 300 indígenas. Sus fuerzas en cambio no reportaron ni una sola baja.[29]​ En las semanas que siguieron, el gobernador inició una cruel persecución sobre el resto de los rebeldes, para la cual reclutó a algunos indígenas de Mitontic, de Chenalhó, e incluso de Chamula.

A raíz de estos acontecimientos, los líderes de San Cristóbal y de Tuxtla acordaron compartir el control de la mano de obra indígena. La oposición entre liberales y conservadores en Chiapas se diluyó. Algunos políticos de Los Altos, incluso, empezaron a comulgar con el liberalismo. Sin embargo, el conflicto por el control de la mano de obra de los pueblos de los Altos no desapareció del todo.[30]

La república restaurada (1869-1911)[editar]

Emilio Rabasa Estebanell

Algunos autores consideran que las tendencias modernizadoras impulsadas por el régimen de Porfirio Díaz sólo llegaron a Chiapas en 1892, año en que ocupó la gubernatura Emilio Rabasa, quien inició una reforma administrativa y fiscal importante además de centralizar el poder, el cual estaba fragmentado en diversos cacicazgos regionales: Sebastián Escobar dominaba la región del Soconusco, Julián Grajales controlaba la región de Chiapa de Corzo y Miguel Utrilla ejercía el control sobre Los Altos.[31]​ Sin embargo, desde principios de la década de 1880, los gobernadores del estado se preocuparon por impulsar la educación, establecer un sistema penitenciario moderno y transformar los hábitos y las conductas de la población.

Así, en 1881 se emitió un bando de policía y buen gobierno,[32]​ el cual pretendía normar los comportamientos y dejar atrás conductas consideradas como perjudiciales para la sociedad. En 1889 se decretó una ley de instrucción pública que retomó los preceptos de la pedagogía moderna y ese mismo año se publicó un reglamento de cárceles.[33]​ En las principales ciudades se realizaron obras de mejoramiento urbano, tales como pavimentación de calles, introducción de alumbrado eléctrico y de sistemas de abastecimiento de agua. Dichas obras tenían que ver con el mejoramiento de las condiciones de salubridad pero también respondían a los ideales de progreso tan en boga en ese momento.[34]

Tras un largo periodo de disputas entre los gobiernos de México y de Guatemala, en 1882 se firmó el Tratado de Límites entre ambos países. En esta negociación desempeñó un papel de primera importancia el político mexicano Matías Romero.[35]​ Con dicho acuerdo Chiapas obtuvo el territorio de la actual región Sierra —el cual pasó a conformar el departamento de Mariscal—, y una porción de la Selva Lacandona. A cambio México cedió a Guatemala una pequeña franja del Soconusco. No obstante, la tensión entre los dos países se mantuvo hasta 1896, al grado que se llegó a temer una confrontación militar en la frontera.[36]

Como ya se mencionó, Emilio Rabasa logró consolidar un gobierno fuerte e iniciar un plan de desarrollo económico moderno. En ese sentido vio con buenos ojos la floreciente economía de exportación de los Valles Centrales, cuyas élites resultaron beneficiadas con algunas medidas, tales como la construcción y mejoramiento de caminos. El carácter liberal de la administración rabasista pronto entró en conflicto con la élite de San Cristóbal, por lo que el gobernador decidió trasladar los poderes a Tuxtla Gutiérrez. De esa forma, a partir de 1892, aquella ciudad obtuvo el título de capital.[37]

Emilio Rabasa dejó la gubernatura —y el estado— en 1896, sin embargo, promovió la elección de gobernadores que, en términos generales, mantuvieron su política y lograron la estabilidad del estado hasta 1911.

Economía[editar]

Uno de los principales motores de la economía chiapaneca durante el siglo XIX fue la fuerza de trabajo aportada por la población indígena, especialmente la que se encontraba en Los Altos. De esa forma, los grupos de poder se preocuparon por controlarla. Desde el periodo colonial, el desarrollo de Ciudad Real se basó en el trabajo de los indios. En el siglo XIX, los tzotziles y tzeltales de Los Altos intercambiaban en la ciudad productos agrícolas por artículos de labranza y otros objetos especializados elaborados por los artesanos de la ciudad. El aguardiente desempeñó un papel importante en las transacciones comerciales entre los indígenas y los comerciantes de San Cristóbal, pues ese producto se utilizaba para endeudar a los primeros y apropiarse de sus mercancías.[38]

Por su parte, la creciente producción agroganadera de los Valles Centrales demandó una importante mano de obra que sólo los indígenas podían satisfacer. Dicha región se caracterizó desde principios del siglo por sus prósperas haciendas productoras de ganado, azúcar y maíz que exportaban a Guatemala y a diversas regiones de México.[39]​ Conforme avanzaba el siglo, el peso económico de los Valles Centrales fue creciendo aún más con la producción de algodón, arroz, azúcar y café, destinados al abasto de los mercados de México y del Atlántico Norte, hecho que le permitió convertirse en la región económica más dinámica.[40]

La necesidad de mano de obra de esta región, cuyo eje rector era la ciudad de Tuxtla, mantuvo en constante conflicto a sus finqueros contra los políticos y terratenientes de Los Altos. Sin embargo, entre 1870 y 1890, ambos grupos llegaron a un acuerdo: los sancristobalenses mantuvieron el control de los indios pero permitieron que los de los Valles Centrales se beneficiaran en cierta medida de esa fuerza de trabajo.[41]

Durante ese periodo, se desarrolló otra zona económica de gran importancia: El Soconusco. Las políticas de atracción de capital y población extranjeros y el alza en los precios del café a nivel mundial propiciaron la llegada de empresarios alemanes procedentes de Guatemala, quienes establecieron plantaciones de dicho producto en el Soconusco. Para la década de 1890 existían 26 prósperas fincas cafetaleras en la región, cuyos impuestos aportaron al gobierno estatal grandes cantidades de recursos que lo fortalecieron y le permitieron la puesta en marcha del proyecto modernizador de Rabasa.[42]​ Al finalizar el siglo, los enganchadores se valieron del alcohol para endeudar a los tzotziles y reclutarlos como peones para las fincas cafetaleras de esa región.

En esos mismos años, el cultivo de cacao observó un auge notable en Pichucalco –al norte del estado. Debido a su ubicación, los productores de aquella región lograron establecer estrechas relaciones comerciales con Tabasco, lo que les permitía rivalizar con los cafetaleros respecto a la aportación de ingresos al erario estatal.[43]

Los impuestos fueron otra fuente importante de enriquecimiento para el tesoro del estado. Para realizar el cobro de gravámenes destinados a los pueblos indígenas los políticos de San Cristóbal realizaron un pacto con el clero, de manera que algunos párrocos cumplían con la función de elaborar censos para calcular las contribuciones fiscales.[44]​ Buena parte del porcentaje del impuesto que debían pagar todos los varones adultos —la capitación— provenían de la población indígena de Los Altos.[45]

Las fincas[editar]

La ampliación de los mercados comerciales benefició a los terratenientes de los Valles Centrales, de manera que desde los primeros años de vida independiente las fincas (palabra centroamericana utilizada para denominar a las propiedades de agricultores-rancheros) se convirtieron en la principal unidad económica de la región, la cual abastecía de productos tales como algodón, azúcar, arroz y café a México, Guatemala y al Atlántico Norte.

Durante las tres primeras décadas del siglo XIX, los gobiernos estatales fomentaron el denuncio de tierras ejidales, lo que contribuyó al crecimiento del número de fincas en la entidad. Tan sólo en el centro y el sur de la Cuenca del Grijalva, para 1838 el número de éstas se había elevado de 50 a 167. Mientras tanto, los hacendados locales aprovecharon para adueñarse de gran parte del valle.[46]​ Una vez ocupadas esas tierras, los rancheros se desplazaron al sur y al noreste, a los departamentos de Comitán, Chiapa y La Libertad, los cuales llegaron a tener 2,318 fincas rústicas a finales del Porfiriato.[47]

Por su parte, la región de Pichucalco cobró importancia en la producción de cacao desde los primeros años del Chiapas independiente. Para finales del siglo XIX, las políticas de atracción de capital extranjero y las facilidades para la adquisición de tierras con fines productivos acrecentó aun más la producción en esta zona. En 1890 había aproximadamente 2.5 millones de plantas de cacao en el departamento de Pichucalco.

Las fincas cacaoteras en esa región estaban en manos, principalmente, de empresarios españoles y mexicanos. La década de 1890 conoció un crecimiento importante en el número de fincas: de 93 en 1896 pasaron a ser 270 en 1903.[48]

Como en otras zonas de Chiapas, la producción de cacao en Pichucalco se basó en el trabajo forzado de los indígenas, cuyos principales mecanismos fueron el reclutamiento forzoso y el endeudamiento.[49]​ Como muestra, en 1897 el departamento de Pichucalco tenía 3,242 peones endeudados, tan solo en los registros oficiales.

Finalmente, la producción de café en el Soconusco cobró un auge sin precedentes hacia finales de la centuria, de manera que la mayor concentración de fincas rurales en el estado se encontraba en los departamentos de Soconusco con 19% del total, Tuxtla con 16%, Pichucalco con 12% y Chiapa con 8%.[50]

Demografía y sociedad[editar]

El siglo XIX chiapaneco estuvo marcado por importantes movimientos de la población. El desarrollo de nuevas regiones productivas provocó grandes migraciones, ya fueran temporales o permanentes. A la vez, el crecimiento demográfico fue considerable; en el periodo 1778-1880 el número de habitantes pasó de 84,000 a 248,000.[51]

Vendedora tzotzil de Los Altos de Chiapas.

En esa centuria, hacendados y campesinos colonizaron las tierras del fondo de los valles intramontanos del Macizo Central, los de la Depresión Central y los de las llanuras costeras que habían quedado despoblados debido a las epidemias, plagas y hambrunas del periodo colonial. La llegada de mestizos —conocidos en Chiapas y Guatemala como ladinos—a los pueblos indígenas y el debilitamiento del control político sobre los mismos tras la independencia provocó la migración de muchos indígenas a sus tierras de cultivo, formándose los llamados “parajes”. Otros se convirtieron en mozos de las fincas (peones acasillados).[52]

Se produjo también una importante migración de los indígenas de Los Altos hacia otras regiones. Por ejemplo, se pobló el noroeste de las Llanuras de Palenque, con la consiguiente fundación del pueblo de La Libertad en 1868. Los zoques migraron hacia el norte y se emplearon en las plantaciones de cacao del departamento de Pichucalco, en donde  se fundaron los pueblos de Tectuapán antes de 1829, Pueblo Juárez en 1861 y Reforma en 1883. Las fincas de Comitán se extendieron hacia la Selva Lacandona, incorporando como peones acasillados a tzeltales y tojolabales. Por su parte, las haciendas de los Valles Centrales atrajeron a un importante número de campesinos: Los Cuxtepeques recibieron a indígenas de la región intermedia entre Los Altos y los Valles Centrales, al igual que las fincas de la Frailesca, las cuales también crecieron con población de la zona de Chiapa de Corzo, mientras que los Valles de Jiquipilas y Cintalapa recibieron a habitantes de Ocozocoautla y, probablemente, del oeste de la región zoque.[53]

A partir de 1880 el crecimiento poblacional se aceleró. De 258 mil habitantes con los que contaba el estado en aquel año, pasó a tener un poco menos de 530 mil. Ello se explica por el auge del café, principalmente en la región del Soconusco, cuya producción atrajo a un importante número de migrantes de Guatemala y de Los Altos, a lo que se sumó la demanda de mano de obra para la construcción del ferrocarril. Así entonces, el Soconusco y la Sierra se convirtieron en focos de atracción de flujos migratorios importantes, sin embargo, las corrientes migratorias mencionadas más arriba no desparecieron.[54]

Otro dato demográfico importante es que, mientras que para 1778 los indígenas representaban un 82% de la población, para 1862 habían disminuido a 63% y para 1900 a 33%.[55]​ El proceso de ladinización (o desindianización) en Chiapas configuró una geografía humana que, en buena medida, se mantiene hasta hoy. Las áreas preponderantemente ladinas quedaron conformadas por las llanuras del Pacífico, los llanos de Comitán, la mayor parte de los Valles Centrales y las dos Llanuras del Golfo, en tanto que la población indígena se concentró en el Macizo Central.[56]


Referencias[editar]

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  4. De Vos, Jan (2010). Vienen de lejos los torrentes : una historia de Chiapas. Consejo Estatal para las Culturas las Artes de Chiapas. p. 140-142. ISBN 9789706972729. OCLC 838130655. Consultado el 8 de mayo de 2019. 
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