Michel Henry

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Michel Henry

Michel Henry a principios de la década de 1990
Información personal
Nacimiento 10 de enero de 1922 Ver y modificar los datos en Wikidata
Hải Phòng (Vietnam) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 3 de julio de 2002 Ver y modificar los datos en Wikidata (80 años)
Albi (Francia) Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Francesa
Religión Iglesia católica Ver y modificar los datos en Wikidata
Lengua materna Francés Ver y modificar los datos en Wikidata
Familia
Cónyuge Anne Henry (hasta 2002) Ver y modificar los datos en Wikidata
Educación
Educado en
Información profesional
Ocupación Filósofo y escritor Ver y modificar los datos en Wikidata
Empleador Universidad Paul Valéry Ver y modificar los datos en Wikidata
Distinciones
Firma

Michel Henry (Hải Phòng, 10 de enero de 1922- Albi, 3 de julio de 2002) fue un filósofo y novelista francés. Fue conocido principalmente por sus trabajos filosóficos.

Biografía[editar]

Henry nació en Vietnam (entonces Indochina) y quedó huérfano a los diecisiete días de nacido, su padre, un oficial naval que era piloto en el puerto de Haiphong, falleció en un accidente automovilístico. Su madre volvió a Francia cuando él tenía siete años, primero a Lille, donde vivió con su abuelo que era músico, compositor y director del conservatorio. Su madre era pianista, por lo que pasó su infancia en un ambiente impregnado de música clásica. Luego estudió en París.[1]​ au lycée Henri-IV En junio de 1943, se alistó en la Resistencia y se incorporó a los maquis del Haut Jura bajo el nombre en clave de Kant, y tuvo que bajar de las montañas para cumplir sus misiones en Lyon ocupado por los alemanes y alcuadrado por los nazis, una experiencia de la clandestinidad que marcará profundamente su filosofía.[2]

Al final de la guerra, pasó la agregación de filosofía (1944),[3]​ luego se dedicó a preparar una tesis bajo la supervisión de Jean Hyppolite, Jean Wahl, Paul Ricœur, Ferdinand Alquié y Henri Gouhier. Pasó diez años escribiendo su tesis principal sobre La esencia de la manifestación, que se publicó en 1963, y en el que buscaba superar la principal carencia de toda filosofía intelectualista, que es simplemente, según él, el desconocimiento de la vida real de los individuos vivos, tal como cada uno la experimenta desde dentro y la vive concretamente en la propia carne afectiva, es decir desde un punto de vista puramente subjetivo.[4]​ La redacción de su tesis secundaria dedicada a Maine de Biran, titulada Philosophie et phénoménologie du corps, se completó ya en 1950, pero se publicó solo en 1965 por razones académicas.

Después de haber enseñado en la escuela secundaria de Casablanca, en la escuela secundaria de Argel luego, en 1953-1954 en la facultad de Aix-en-Provence como asistente, Michel Henry fue, desde 1960, profesor de filosofía en la Universidad de Montpellier donde construyó pacientemente su obra alejándose de las modas filosóficas y de las ideologías dominantes.[5][6]​ El único sujeto de su filosofía es la subjetividad viva, es decir, la vida real de los individuos vivos, esa vida que recorre toda su obra y que asegura su profunda unidad a pesar de la diversidad de los temas abordados.[7]

Su novela L'Amour les yeux fermés ganó el premio Renaudot en 1976.

Presentación de su filosofía[editar]

Una fenomenología de la vida[editar]

El trabajo de Michel Henry se basa en la fenomenología, que es la ciencia de los fenómenos. La palabra francesa "fenómeno" proviene del griego "phainomenon" que designa “aquello que se muestra saliendo a la luz”.[8]​ El objeto de la fenomenología, sin embargo, no es lo que aparece, tal cosa o fenómeno particular, sino el acto mismo de aparecer[9]​. Su reflexión lo lleva a la inversión de la fenomenología de Husserl, que sólo conoce como fenómeno la apariencia del mundo, es decir, la exterioridad. Michel Henry opone a esta concepción de la fenomenalidad una fenomenología radical de la vida.[10]

Michel Henry define la vida desde un punto de vista fenomenológico como aquello que tiene la facultad y el poder de “sentirse y experimentarse en cada punto de su ser”.[11]​ Para él, la vida es esencialmente fuerza y afecto, es esencialmente invisible, consiste en una pura prueba de sí mismo que oscila constantemente entre el sufrimiento y la alegría, es un pasaje siempre recomenzado del sufrimiento a la alegría.[12]​ El pensamiento es para él sólo una forma de vida porque no es el pensamiento que nos da acceso a la vida, sino que es la vida que permite que el pensamiento acceda a uno mismo.[13]

La vida no se ve desde fuera, nunca aparece en la exterioridad del mundo. La vida se siente y se experimenta en su interioridad invisible y en su radical inmanencia. En el mundo nunca vemos la vida misma, sino sólo seres vivos u organismos vivos, no podemos ver la vida en ellos.[14]​ Así como es imposible ver el alma de otro con nuestros ojos o verla con la punta de nuestro bisturí.

La vida no es su propio fundamento, no nos hemos traído nosotros mismos y por nuestros propios medios a la condición de vida, la vida nos es dada permanentemente sin que tengamos nada que ver con ella. Nadie se ha quitado la vida nunca. Sufrimos la vida en una pasividad radical, nos vemos reducidos a soportarla en todo momento como lo que no hemos querido, es esta pasividad radical de la vida que es el fundamento y la causa del sufrimiento.[15][16]​ Al mismo tiempo, el simple hecho de vivir, estar vivo y sentirse en vez de ser nada y no existir, es ya el mayor gozo y la mayor felicidad. El sufrimiento y la alegría pertenecen a la esencia de la vida, son los dos tonos afectivos fundamentales de su manifestación y de su patética autorrevelación.[17]

Para Michel Henry, la vida no es una sustancia universal, ciega, impersonal y abstracta, es necesariamente la vida personal y concreta de un individuo vivo, lleva en sí una ipseidad que le es consustancial y que designa el hecho de ser uno mismo, el hecho de ser un Yo.[18]​ Ya sea la vida personal y finita de los hombres, o la vida personal e infinita de Dios. Para Michel Henry, la vida de los hombres es en efecto una vida finita, porque está marcada por una carencia fundamental que se manifiesta en particular en el sufrimiento, en la insatisfacción o en el deseo.[19][20]

Una teoría de la subjetividad[editar]

Mientras recobraba importancia en Francia en la posteridad de Heidegger, y se relanzaba la cuestión del sujeto, Michel Henry supo conjugar las aportaciones más vivas de la filosofía para producir lo que hoy es el último sistema filosófico completo.[21][22]​ La “vida fenomenológica” o “vida fenomenológica absoluta” es la base o el fundamento de este sistema filosófico, es su presupuesto radical y el principio indeducible, y por tanto la esencia o el fundamento de toda verdad según Michel Henry. La vida escapa así por esencia y según él a todo distanciamiento, a toda trascendencia, confundiendo en la unidad de un ensayo el poder especulativo de un principio y la presencia material de una experiencia.

Ya sea intimidada o negada, volviendo sus fuerzas contra sí misma,[23]​ ya sea que se desenvuelva libremente como en el arte, en el amor o en el trabajo,[24][25]​ la vida a través de sus múltiples manifestaciones centra todas las preocupaciones del pensamiento Michel Henry. La fenomenología llega pues a sus límites, según Michel Henry, ya que la textura misma de lo fenoménico o de la fenomenalidad y su simple manifestación nos remite constantemente a la realidad interior ya la eficacia de la vida, que exige como condición de posibilidad. Este es el significado del título de la obra principal de Michel Henry, La esencia de la manifestación : el mundo se despliega sólo frente a un sujeto, que descubre este espacio de exterioridad sólo porque está ante todo en una relación de pasividad respecto a sí mismo, como viviente.[26]

Pero es importante subrayar que para Michel Henry el hombre es un ser encarnado, no puede reducirse a un “espíritu puro que sobrevuela el mundo” o a un “sujeto desencarnado, como el espectador kantiano de los paralogismos”.[27]​ Y que para él la subjetividad se confunde con el cuerpo, que en alguno modo se reduce a un cuerpo externo y objetivo tal como aparece en el mundo, sino que es por el contrario y en realidad un cuerpo subjetivo y vivo[28]​ que se revela constantemente a nosotros desde dentro a través del movimiento y el sentimiento.[29]​ y por el cual podemos actuar sobre el mundo exterior [30][31]

Según algunos de sus más fervientes admiradores, Michel Henry incluso propuso “la teoría de la subjetividad más profunda del siglo XX”.[32]

Los dos modos de manifestación[editar]

Según Michel Henry, existen dos modos de manifestación de los fenómenos que son dos modos de aparecer: la exterioridad que es el modo de manifestación del mundo visible, y la interioridad fenomenológica que es el modo de manifestación de la vida invisible.[33]​ Nuestro cuerpo, por ejemplo, nos es dado desde dentro en la vida, lo que nos permite, por ejemplo, mover la mano o sentir la, y también se nos aparece desde fuera como cualquier otro objeto que podemos ver en el mundo.[34]

Lo invisible aquí en cuestión no corresponde a lo que es demasiado pequeño para ser visto a simple vista o a la radiación a la que el ojo no es sensible, sino a esta vida eternamente invisible porque es radicalmente inmanente y que nunca aparece en la exterioridad del mundo: nadie ha visto nunca una fuerza, un pensamiento o un sentimiento en su realidad interior aparecer en el mundo, nadie los ha encontrado nunca excavando en las capas de arcilla del suelo.[35]

Algunas de sus afirmaciones parecen a primera vista paradójicas y difíciles de entender, no sólo porque están sacadas de contexto, sino sobre todo por nuestros hábitos de pensamiento que nos llevan a reducir todo a su apariencia visible en el mundo en lugar de buscar para alcanzar su realidad invisible en la vida. Es esta separación entre la apariencia visible y la realidad invisible la que permite el disimulo de nuestros verdaderos sentimientos y la que funda la posibilidad de la simulación y la hipocresía que son formas de mentira.[36]

La Verdad absoluta de la Vida[editar]

Michel Henry nos explica en su libro C'est moi la Vérité. Para una filosofía del cristianismo lo que [[Christiandad[el cristianismo]] considera como la Verdad ya lo que llama la Verdad de la Vida.[37]​ Muestra que esta concepción cristiana de la Verdad se opone a lo que los hombres suelen considerar como la verdad, que proviene del pensamiento griego y que él llama la verdad del mundo.[38]​ Pero ¿cuál es la verdad? La verdad es lo que se muestra y así prueba su realidad por su manifestación efectiva en nosotros o en el mundo.[39][40]

La verdad del mundo designa una verdad externa y objetiva, una verdad en la que todo aparece bajo la forma de un objeto visible ante nuestra mirada y a distancia de nosotros, es decir, bajo la forma de una representación distinta de lo que muestra[41]​ : cuando miramos una manzana, no es la manzana misma lo que vemos sino una simple imagen de la manzana que aparece en nuestra sensibilidad y que cambiará según la iluminación o nuestro ángulo de visión. Asimismo, cuando miramos el rostro de una persona, no es esa persona en sí misma lo que percibimos, sino una mera imagen de su rostro, su apariencia visible en el mundo.[42]​ Según esta concepción de la verdad, la vida es sólo un conjunto de propiedades objetivas, caracterizadas por ejemplo por la necesidad de alimentarse o por la capacidad de reproducirse.[43]

En el cristianismo, la Vida se reduce a su realidad interior, absolutamente subjetiva y radicalmente inmanente.[44]​ La vida considerada en su realidad fenomenológica es simplemente la facultad y el poder subjetivo de sentir sensaciones, pequeños placeres o grandes dolores, experimentar deseos o sentimientos, mover nuestro cuerpo desde adentro ejerciendo un esfuerzo subjetivo, o incluso pensando.[45][46]​ Todas estas facultades tienen la característica fundamental de aparecer y manifestarse en sí mismas, sin desviación ni distancia, no las percibimos fuera de nuestro ser ni ante nuestros ojos, sino sólo dentro de nosotros: coincidimos con cada uno de estos poderes.[47]​ La vida es en sí misma un poder de manifestación y revelación, y lo que manifiesta es ella misma, en su patética auto-revelación.[48]​ Un poder de revelación que actúa en nosotros permanentemente y que constantemente olvidamos.[49][50]

La Verdad de la Vida es absolutamente subjetiva, es decir, es independiente de nuestras creencias y de nuestros gustos subjetivos: la percepción de una sensación coloreada o de un dolor, por ejemplo, no es una cuestión de preferencia personal, es un hecho y un experiencia interior indiscutible que se relaciona con la subjetividad absoluta de la Vida.[51]​ La Verdad de la Vida, por tanto, no difiere en nada de lo que ella hace verdadero, no es distinta de lo que se manifiesta en ella.[52]​ Esta Verdad es la manifestación misma en su pura revelación interior: es esta Vida que el cristianismo llama Dios.[53][54]

La Verdad de la Vida no es una verdad relativa que varía de un individuo a otro, sino la Verdad absoluta que funda desde dentro cada una de nuestras facultades y cada uno de nuestros poderes, y que ilumina la menor de nuestras impresiones.[55]​ Esta Verdad de la Vida no es una verdad abstracta e indiferente, al contrario, es para el hombre lo más esencial, ya que sólo ella puede conducir lo a la salvación identificando se interiormente con ella y haciéndose Hijo de Dios, en lugar de perderse a sí mismo en el mundo.[56][57][58]

Dios o la esencia de la vida[editar]

Para Michel Henry, Dios no es otra cosa que la vida fenomenológica absoluta que se da permanentemente a cada yo y que se nos revela tanto en el sufrimiento como en el goce de sí mismo[59][60]​ :

Dios es Vida, es la esencia de la Vida, o si se prefiere, la esencia de la vida es Dios. Dicho esto, ya sabemos lo que es Dios, no lo sabemos por efecto de un conocimiento o cualquier conocimiento, no lo sabemos por el pensamiento, en base a la verdad del mundo; lo conocemos y sólo podemos conocerlo en ya través de la Vida misma. Sólo en Dios podemos conocerlo.[61]

En la obra de Michel Henry, la palabra "esencia", que utiliza con bastante frecuencia, designa simplemente el fundamento, la fuente, el origen y la condición de posibilidad.[62]​ La Vida de que se trata aquí no es la vida en el sentido biológico del término definido por propiedades objetivas y externas, ni un concepto filosófico abstracto y vacío, sino la vida fenomenológica absoluta, una vida radicalmente inmanente que lleva en sí el poder de manifestarse en sí misma sin distancia, una vida que se revela a cada momento.[63][64]​ Una automanifestación y autorrevelación que no consiste en verse fuera de sí o percibir el mundo exterior, sino en sentirse y sentirse, experimentar la propia interior y emocional realidad en sí.[65]

Como dice también Michel Henry, “Dios es esta Revelación pura que no revela nada más que a sí mismo, Dios se revela a sí mismo. La revelación de Dios es su autorrevelación”.[66][67]​ Dios es en sí mismo revelación, es “la Revelación primordial que arrebata todas las cosas de la nada”, revelación que es “auto-revelación patética”, es decir, sufrimiento y goce de sí mismo, Absoluto de Vida. Como dice el apóstol Juan en su primera epístola, “Dios es amor”, porque “la vida se ama a sí misma con un amor infinito y eterno”.[68][69]

Michel Henry opone a la noción de creación, que es la creación del mundo, la noción de generación de Vida. La creación del mundo consiste en la apertura de este horizonte de exterioridad donde todo se hace visible. Mientras que la Vida nunca deja de engendrarse a sí misma y de engendrar a todos los seres vivos en su inmanencia radical, en su absoluta interioridad fenomenológica que es sin desviación ni distancia.[70][71]

El simple hecho de estar vivos en el sentido fenomenológico del término presupone ser engendrados en todo momento por esta Vida absoluta que nunca deja de darnos vida.[72]​ Por eso Dios es para los cristianos nuestro verdadero Padre y nosotros somos sus hijos, los Hijos del Dios vivo. Lo que quiere decir concretamente que está con obra permanentemente en nosotros incluso en la menor de nuestras impresiones subjetivas.[73]

El mal o la autonegación de la vida[editar]

Para el filósofo Michel Henry, Dios es la Vida invisible que nunca cesa de engendrarnos y darnos a nosotros mismos en su patética autorrevelación.[74]​ Según su filosofía del cristianismo y según los textos fundacionales del cristianismo, “Dios es Amor” porque la Vida se ama a sí misma con un amor infinito y eterno.[75]​ Luego la vida es buena en sí misma. Pero el hecho de que la vida sea buena no proviene de un juicio de pensamiento intencional o de cualquier ciencia traída de fuera sobre la vida, reside por el contrario según Michel Henry en la prueba inmediata e inmanente de la vida misma, o más precisamente en “el hecho mismo de experimentarse a sí mismo”, en “la felicidad de esta experiencia que es el goce de sí mismo”.[76]

El mal corresponde a todo lo que niega o socava la vida, encuentra su origen en lo que Michel Henry llama “muerte”, o incluso “negación” o “la autonegación de la vida”.[77][78][79][80]​ Esta “muerte” es una muerte interior, afectiva y espiritual que corresponde a una separación radical de Dios y de su amor infinito, y que consiste simplemente en el hecho de no amar o despreciar la vida, en el hecho de vivir egoístamente como si Dios no existir, como si no fuera el Padre de todos nosotros, y en consecuencia como si no fuéramos todos sus amados Hijos o Hijas, como si no fuéramos todos Hermanos o Hermanas unos de otros, engendrados por la misma Vida.[81][82]

El mal culmina en la violencia sin límites del odio que está en la raíz de todas las formas de barbarie, todos los crímenes, todas las guerras y todos los genocidios que asolan el mundo.[83][84]​ Pero el mal comprendido como autonegación de la vida es también el origen común de todos estos procesos ciegos y de todas estas falsas abstracciones que conducen a tantos hombres y mujeres a la miseria y a la exclusión.[85]​ Según Alain David, profesor de filosofía en Dijon, Michel Henry nos dio los medios para pensar verdaderamente en este “ataque ilimitado a la vida” que se denomina “en el derecho político de posguerra el 'crimen contra la humanidad'”, que es, según él, “una de las cosas más importantes para la filosofía de hoy”.[86]

El arte o la resurrección de la vida eterna[editar]

Para el filósofo Michel Henry, el arte o la contemplación de la belleza de las obras de arte no es “un dominio separado reservado para los snobs y los iniciados”.[87]​ Así como la creación artística no está reservada únicamente a los artistas profesionales, sino que, por el contrario, es accesible a todos los seres humanos. Para él, todo “hombre es potencialmente y quizás incluso necesariamente pintor y artista”, porque la posibilidad de pintar está inscrita fundamentalmente en él a causa de la vida interior, del sentido de sí mismo y de la sensibilidad que lleva en él, como lo explica en su libro Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky.[88][89]​ Pero también porque experimentamos nuestro cuerpo desde dentro, “coincidiendo con él y con el ejercicio de cada una de sus potencias: veo, escucho, siento, muevo mis manos y mis ojos”.[90]

Según Michel Henry, el fin fundamental del arte en general, y de la música en particular tal como la entendía el filósofo alemán Arthur Schopenhauer o de la pintura abstracta tal como la concebía su fundador Vassily Kandinsky, es simplemente utilizar los medios musicales que son los sonidos o las notas musicales, así como los medios pictóricos que son las formas y los colores, para expresar “este continuo brotar interior de la vida” o “su esencia eternamente viva” que es un sentimiento.[91]​ Es esta emoción o este conjunto de emociones que experimenta en sí mismo, que el artista quiere transmitir al oyente o que busca despertar en el espectador a través de su obra musical o pictórica, “esta profusión de la vida en él, su intensificación y exaltación”.[92]

Para Michel Henry, que precisamente retoma en este libro Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky lo que considera “una de las tesis más importantes de Schopenhauer”, “la música expresa inmediatamente nuestra vida, es decir, nuestros sentimientos”.[93]​ Siendo que esta vida es para Schopenhauer un “Deseo sin fin” que en consecuencia la condena permanentemente a la insatisfacción y a la infelicidad, pues según él no hay objeto capaz de realizar la. La existencia humana, laminada y definida por tan infinito deseo, es pues Sufrimiento.[94]

Pero la música expresa nuestra vida sin recurrir a ningún mundo o representación externa, lo hace simplemente ordenando los sonidos de tal manera que “reproduzcan la historia de nuestra desdichada existencia”, que aspira básicamente a encontrar la paz o “la ausencia de problemas” y quizás incluso la simple “felicidad de vivir”, pasando por “la larga sucesión de desengaños y penas”. Es, según Michel Henry, la melodía que realiza inmediatamente esta “revelación de nuestro ser sufriente” alejándose del tono fundamental, o que al contrario permite “la realización o la simple abolición del deseo” volviendo al final acorde, utilizando el "poder expresivo de la música”, su ritmo muy lento y triste o más rápido y alegre, y de “su milagrosa aptitud para desvelar el inmenso dominio de nuestros sentimientos con sus múltiples matices”.[95][96]

Pero para Michel Henry, “un sentimiento nunca puede asimilarse a un acontecimiento del universo exterior, a un hecho individualizado en el espacio y en el tiempo, destinado a deslizarse hacia el pasado y desaparecer”, a menos de “confundar lo con su causa ocasional en el mundo”: un sentimiento es, por el contrario, según él, una “experiencia originaria” de la vida por sí misma, “es decir, de una subjetividad absoluta” cuya afectividad reside precisamente “en experimentarse a sí mismo inmediatamente”.[97][98]

Del mismo modo, para el pintor y teórico del arte Vassily Kandinsky, la pintura abstracta ya no tiene la función de mostrarnos o representar el mundo exterior o los objetos que hay en él, como ocurría con la pintura figurativa de los siglos XVIII y XIX, que en la mayoría de las veces no tiene mucho interés desde un punto de vista estético o emocional, sino por el contrario, como en la música, para expresar o para nos “mostrar en la luz de lo visible” nuestra vida interior, nuestras sensaciones, nuestras pasiones y nuestras emociones.[99]

Para lograr expresar los “sentimientos invisibles” o “las emociones ocultas de nuestra alma”, la pintura abstracta simplemente tiene, según Michel Henry, los “elementos básicos de toda pintura” que son “formas y colores lineales”, que el pintor dispondrá o trazará sobre la superficie de la hoja de papel, de la tabla de madera o de la lona de lino que le sirva de soporte material.[100]​ Pero cada línea que es dibujada concretamente por el artista es fundamentalmente, según Michel Henry, el producto de una fuerza subjetiva que despliega desde dentro por medio de su brazo y de todo su cuerpo subjetivo sobre la superficie del soporte, y que él ejercicios con la mano sobre el lápiz o el pincel, suave o violentamente.[101]

La impresión subjetiva, la “reverberación patética” o el efecto puramente subjetivo que produce este rasgo o esta línea en la sensibilidad de quienes se toman el tiempo de observarla atentamente y que se esfuerzan en seguir su movimiento con los ojos o con la mano, varía evidentemente según el grosor de esta línea, según su curvatura o sus roturas, pero también según su inclinación o su posición en relación con el soporte material y en relación con las otras formas vecinas que la rodean.[102]

Así como cada color que utiliza puro, tal como sale de su tubo de pintura, o que obtiene mezclando varios colores puros, es elegido primero según Michel Henry por el pintor o por el artista según su carácter expresivo o su emocional poder, un poder que resulta simplemente del “propio tono afectivo” de este color, de su “resonancia interior” o incluso de su “sonoridad interior”, como lo dice también Kandinsky. Es decir, en definitiva, de la “impresión puramente subjetiva” que este color puro o mixto suscita en nosotros inmediatamente cuando nos tomamos el tiempo de mirarlo más atentamente de lo que solemos hacerlo en una visión puramente utilitaria, y cuando simplemente lo dejamos actuar en nuestra sensibilidad.[103][104]

Y como escribe Michel Henry sobre la contemplación de las pinturas abstractas o figurativas de Kandinsky, sobre sus dibujos abstractos o sus grabados, pero también más generalmente sobre la contemplación de cualquier forma de pintura, dibujo, grabado o escultura posible: “Si por lo tanto somos esencialmente fuerza y afecto, entonces las líneas y los colores permiten el surgimiento luminoso de nuestro ser más profundo”.[105]

Para Michel Henry como para Kandinsky, la verdadera misión del arte en general, y de la pintura o de la música en particular, es simplemente ejercer una acción “interior” o “espiritual” sobre el alma humana, es decir, en realidad, una acción sobre la interioridad de la vida, sobre la afectividad y sobre el sentimiento que nos habita permanentemente. Una acción espiritual que consiste fundamentalmente en permitir a los hombres y a las mujeres abandonados de nuestro tiempo de encontrar en sí mismos el “camino de la vida eterna” y de “acceder a la felicidad”, a través del refinamiento de nuestra sensibilidad auditiva o visual, y de la maravilla que esta mayor o más afinada sensibilidad puede producir en cada uno o cada una de nosotros.[106][107][108]

Se trata, pues, fundamentalmente de salvar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo del hastío o del abandono, de la tristeza o incluso de la desesperación, en que se encuentran encerrados en nuestro mundo moderno, pero también de permitir les “escapar al insoportable hastío del universo tecno-mediático, sus drogas, su monstruoso crecimiento, su trascendencia anónima”. Y por tanto para encontrarse o reencontrarse con su ser interior y más profundo, lo que Kandinsky ya consideraba como “un medio de salvación” en 1912, con la publicación de su “primer gran trabajo teórico” sobre el arte y la pintura, que tituló Sobre lo espiritual en el arte y en la pintura en particular.[109][110][111]

Porque la vida no es sólo para Michel Henry “una pura prueba de sí mismo”, también lo es según él y “como su consecuencia inmediata, el aumento de sí mismo”. Un “aumento de sí mismo” que consiste simplemente en el hecho de “experimentarse más intensamente” y así “disfrutar de sí mismo”. Porque la vida no es para Michel Henry algo de estático o de cuajado, al contrario, según él, es una especie de movimiento interior y eterno, “el eterno movimiento del paso del Sufrimiento a la Alegría”.[112]​ Por eso evoca a menudo esta “vida ampliada” o “magnificada” a la que conduce la cultura de la vida.[113][114]

Según Michel Henry, “la prueba que la vida hace de sí misma” o el “sentido de sí mismo que se lo entrega a sí mismo” es precisamente "un sufrimiento primitivo”, que verdadero arte o que auténtica cultura que es la de la vida, entendida precisamente como “auto-transformación” o como “autodesarrollo de la vida”, puede conducir “al disfrute propio y a la embriaguez de sí”.[115][116][117]​ Es precisamente este paso eterno y constantemente repetido desde la carencia o la insatisfacción, desde el Deseo o el Sufrimiento hacia una verdadera Alegría interior y permanente, o hacia una felicidad interior e ilimitada que Michel Henry llama “la resurrección de la vida eterna”, al final de su libro Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky.[118][119]

La originalidad de su pensamiento[editar]

Toda la filosofía occidental desde sus orígenes griegos reconoce según Michel Henry sólo el mundo visible y la exterioridad como único modo de manifestación. Según él, la filosofía occidental se encierra en lo que él llama en La Esencia de la manifestación “monismo ontológico”; ignora por completo la interioridad invisible de la vida, su inmanencia radical y su modo original de revelación irreductible a toda trascendencia ya toda exterioridad.[120][121]​ Cuando se trata de la subjetividad o de la vida, estas nunca son captadas en su pureza, son sistemáticamente devueltas a la vida biológica, a su relación externa con el mundo, o, como en Husserl, a una intencionalidad, es decir, a una orientación de la conciencia hacia un objeto que le es externo.[122]

Michel Henry rechaza el materialismo, que solo admite la materia como realidad, ya que la manifestación de la materia en la trascendencia del mundo presupone constantemente la revelación de la vida a sí misma, ya sea para acceder a ella, poder verla o poder tocarla. Rechaza también el idealismo, que reduce el ser al pensamiento y que es incapaz en principio de captar la realidad del ser, al que reduce a una imagen irreal, a una simple representación. Para Michel Henry, la revelación de lo absoluto reside en la afectividad y está constituida por ella.[123]

La profunda originalidad del pensamiento de Michel Henry y su radical novedad con respecto a cualquier filosofía anterior explica la recepción más bien limitada de su filosofía, una filosofía sin embargo “admirada” por los especialistas por “su rigor” y por “su profundidad”.[124][125][126][127]​. Pero es un pensamiento a la vez “difícil” y “exigente”, aunque el tema central y único de la vida fenomenológica cuya experiencia pretende comunicar sea el más simple y el más inmediato [128]​ Una inmediatez y una transparencia absoluta de la vida que explican la dificultad de captarla mediante un pensamiento: es mucho más fácil hablar de lo que se ve que de esta vida invisible que en principio escapa a toda mirada exterior.[129][130]

La recepción de su filosofía[editar]

Su tesis sobre La esencia de la manifestación fue muy bien acogida por los miembros del jurado que reconocieron el valor intelectual y la seriedad de su autor, pero esta tesis tuvo poca influencia en su obra posterior, como escrito por Alain David: “Todos los miembros del jurado (excepto quizás Jean Wahl) se han quedado clavados, en sus trabajos de historia de la filosofía o filosofía general, en la noción de horizonte y de mundo. Lo mismo ocurre con los lectores posteriores, que a menudo admiran. Todos reconocen su poder excepcional en el trabajo, sin que este reconocimiento lleve a cuestionar, ni siquiera a generar emuladores o discípulos. Y añade que frente al destino de otras célebres tesis, como La fenomenología de la percepción, Palabras y cosas o Totalidad e infinito, permanece ''La esencia de la manifestación una obra solitaria, mencionada pero rara vez citada, y que no implica la conmoción que cabría esperar”.[131]

Su trabajo sobre Marx fue rechazado por marxistas que fueron duramente criticados, como por aquellos que se negaron a ver a Marx como un filósofo y lo redujeron a un ideólogo responsable del marxismo.[132]​ Su libro sobre la Barbarie ha sido considerado por algunos como un discurso un tanto simplista y demasiado cortante “anticientífico” y “tecnofóbico”.[133][134]​ Sin embargo, según él, la técnica persigue su desarrollo ciego e ilimitado, la mayoría de las veces desafiando la sensibilidad y la vida real o puramente subjetiva de los individuos vivos.[135]

El filósofo Renaud Barbaras critica la definición fenomenológica de la vida como “auto afección” propuesta por Michel Henry. Según Renaud Barbaras, “la vida [de hecho] ocupa un lugar singular dentro de la fenomenología”, ya sea en su fundador Husserl, en Heidegger, en Merleau-Ponty o en Michel Henry. La vida está, según él, “en el corazón de las grandes fenomenologías”, y en definitiva “lo que buscan pensar”. Pero según él, es muy difícil “resaltar un concepto fenomenológico de la vida” en estos autores, porque “la vida nunca es pensada por sí misma”. Según él, esto supondría efectivamente tener en cuenta “la actividad de un organismo vivo que lucha con un medio externo” o con su entorno.[136]​ Aunque en su fenomenología de la vida, Michel Henry define fundamentalmente la vida como “pura auto afección”, es decir como “en esencia ajena a la exterioridad o a la trascendencia”, ya que define precisamente, para Michel Henry, “por el hecho de que se relaciona sólo consigo mismo”. Una vida fundamentalmente ajena al mundo, que de hecho se le aparece a Renaud Barbaras como “una vida agotada” o como “una vida abandonada por los vivos”.[137]

El filósofo Renaud Barabas considera que el afecto fundamental de la vida no es lo que Michel Henry llama “la plenitud de la vida”, “el abrazo de sí mismo” o incluso “la auto afección”, sino por el contrario “la búsqueda” o “el deseo” del otro, “la separación” o “la hetero afección”.[138]​ Un Deseo que, según él, se manifiesta de manera privilegiada en “el deseo amoroso o simplemente [en] el amor”.[139]​ Para Renaud Barbaras, la esencia de la afectividad es precisamente el deseo, es decir, lo que permite “la recepción de cualquier contenido” o “la forma misma de la receptividad”.[140]​ Como lo resume en una frase, al final de su capítulo sobre El deseo como esencia del vivir: “En cuanto es Deseo, la vida es el lugar de todo sentimiento y de toda prueba, es Afectividad”.[141]

Es en particular sobre estos presupuestos henryianos de subjetividad en el trabajo que Ghislain Deslandes, sin embargo, construye su fenomenología y su crítica de la condición gerencial.[142]​ Explica que con Michel Henry, “el trabajo se presenta como el poder mismo de crear valor y, por lo tanto, no puede, en sí mismo, compararse con ningún otro valor en particular. Es precisamente el lugar donde la economía puede pensarse a sí misma desde un afuera donde se produce el ser de la acción misma. Estamos aquí en lo contrario del análisis económico del trabajo, según el cual es un valor entre otros, pero tratado como una magnitud negativa –de ahí la noción de desutilidad, o utilidad negativa, en economía. . (...) Para Henry, en cambio, el trabajo se concibe como la condición de posibilidad de todas las formas de organización de la economía, así como del propio universo económico.”

Catherine Meyor, Doctora en Ciencias de la Educación en la Universidad de Laval (Quebec) que enseña los fundamentos de la educación, ha escrito un libro fundamental sobre La afectividad en educación, que se basa en un enfoque fenomenológico de la afectividad, y que se basa en gran medida en la obra filosófica de Michel Henry. Ofrece una crítica de los principales enfoques o perspectivas actuales para comprender la afectividad en el contexto de la educación[143]​: 1°) el enfoque funcional o conductista, para el cual la sensibilidad o la individualidad, la existencia o la conciencia no tienen valor metodológico[144]​; 2°) el enfoque instrumental o cognitivista, "que reduce la afectividad al papel de herramienta o medio", "un instrumento exclusivamente académico puesto al servicio de lo cognitivo" a través de la noción de motivación, y que en realidad no le otorga ninguna valor propio[145]​; 3°) y finalmente el enfoque terapéutico o curativo que es el del psicoanálisis o de la psicología humanista-existencial, que pretende simplemente "tratar los trastornos físicos y/o psíquicos de un individuo para curarlo de sus dolencias", oscureciendo por completo la dimensión estrictamente cultural de la vida[146]​.

Según Catherine Meyor, “los estatutos funcional, instrumental y terapéutico parecen oscurecer, en parte o en su totalidad, esta propiedad, sin embargo, inevitable e inalienable en la experiencia afectiva, su esencia sensible. Este desalojo plantea un problema y esto en la medida en que registrarnos en la experiencia vivida ya nos permite percibir la evidencia de la sensibilidad”. Esto la lleva a formular el objetivo principal y fundamental de su libro: “Es a la mejora de esta evidencia a lo que se dedicará nuestro tema; volver a la sensibilidad nos llevará discursivamente por un camino renovado de acercamiento a la afectividad y hacia la enunciación de su estatuto sensible, por ahora todavía no formulado”[147]​. Como vuelve a escribir Catherine Meyor, al final de un apartado dedicado al cuestionamiento de los enfoques educativos de la afectividad: “Esta subjetividad que pasa por los modos de la sensibilidad para hacerse sentir y experimentarse, que es fundamentalmente afectividad: sentir y deseo constitutivo del mundo, que es también el primer punto de la cultura, que es presencia plena trabajando para su propia amplificación, que se excede también a sí misma, que, en una palabra clásica, condensa la "condición humana", está ahí, debajo y más allá de cualquier modalidad funcional y terapéutica, lo que nos interesa, ya que tanto "en" como "después" de los enfoques gerenciales, permanece intacto y brillante, indemne ante las pruebas de su resolución.”[148]

En cuanto a sus obras sobre el cristianismo, parecen haber decepcionado bastante a ciertos teólogos profesionales y exegetas católicos que se contentaron con señalar y corregir lo que consideraban “errores dogmáticos”.[149]​ Su fenomenología de la vida fue objeto de un folleto en El giro teológico de la fenomenología francesa de Dominique Janicaud quien ve en la inmanencia de la vida solo “la afirmación de una interioridad tautológica”.[150]Michel Haar le reprochó su “dogmatismo metafísico”.[151]​ Por su parte, Antoine Vidalin publicó en 2006 un libro titulado La parole de la Vie, en cuyo prefacio Jean-Marie Hennaux, profesor del Instituto de Estudios Teológicos de Bruselas, afirma que la fenomenología de la vida de Michel Henry “permite un acercamiento renovado a todos los dominios de la teología”[152]​ y que su filosofía “permitirá renovar y profundizar muchas cuestiones teológicas”.[153]

Comparando la fenomenología de Michel Henry con la metafísica religiosa de Simone Weil, Emmanuel Gabellieri esfuerza por mostrar que “el concepto de la Vida como autoafección, y de Dios como autogozo de una esencialidad de la Vida consigo misma, no puede ser suficiente para pensar en Dios” como Amor Trinitario : la fenomenología de Michel Henry no reconoce al Espíritu Santo, y en consecuencia se muestra incapaz de pensar, primero en Dios, luego en el hombre, la esencia del don, “que no es sólo el don del ser o de la vida, sino el don de uno mismo trascendente immanente cuya fenomenalidad implica lo que va más allá de ella”.[154]​ A Jean-Luc Marion, que afirmaba con razón estar avergonzado por “la evacuación de la persona del Espíritu Santo” en el pensamiento de Henry sobre el cristianismo en el coloquio de Cerisy-la-Salle de 1996, Michel Henry respondió sin embargo que solo hablaba de este en su libro Yo soy la Verdad, porque el Espíritu Santo no es a sus ojos otra cosa que “la interioridad recíproca del Padre y del Hijo en la unidad fenomenológica de su manifestación”.[155]

Como dice Alain David en un artículo publicado en la Revista Filosófica de Francia y del extranjero (número 3 de julio-septiembre de 2001)[156]​, el pensamiento de Michel Henry parece demasiado radical, cambia demasiado profundamente los hábitos de pensamiento, es difícil de recibir, incluso si todos sus lectores dicen estar impresionados por su “poder”, por el “efecto asombroso” de un pensamiento que “limpia todo a su paso”, que “provoca admiración” y, sin embargo, “no transmite convicción”. Porque no sabemos si nos enfrentamos a “la violencia de una palabra profética o a la pura locura”.[157]Rolf Kühn afirma también en esta misma revista, para explicar la difícil recepción de la obra de Michel Henry, que “si uno no pacta con ningún poder de este mundo, inevitablemente se somete al silencio y a la crítica de todos los poderes posibles, ya que toda institución se le recuerda que su poder visible o aparente es, en suma, sólo la impotencia, pues nadie se lleva a sí mismo a la vida fenomenológica absoluta”.[158]

Sus obras han sido objeto de numerosas traducciones, sobre todo al inglés, alemán, español, italiano, portugués y japonés. Se le ha dedicado un gran número de libros, especialmente en francés, pero también en alemán, español e italiano. También se dedicaron varias conferencias internacionales al pensamiento de Michel Henry en Beirut, Cerisy, Praga, Montpellier, París y Louvain-la-Neuve en 2010.[159]​ Se han llevado a cabo tres Jornadas Internacionales Michel Henry (2013, 2015 y 2018) en la Universidad Nacional de Gral. Sarmiento (Argentina). Michel Henry es considerado por los especialistas que conocen su obra y reconocen su valor como uno de los más importantes filósofos contemporáneos,[160][161][162]​ y su fenomenología de la vida empieza a “hacer escuela”.[163]​. Se ha creado un Centro de Estudios Michel Henry en la Universidad Saint Joseph de Beirut bajo la dirección del profesor Jad Hatem. Desde 2011 se desarrolla el "Programa de Estudios Michel Henry" en la Universidad Nacional de Gral. Sarmiento (Argentina).

Desde 2006, los archivos del filósofo han sido depositados por su esposa en la Universidad Católica de Lovaina, donde ahora forman el Fondo de Archivos Michel Henry, ubicado bajo la dirección del profesor Jean Leclercq. Este fondo también ha publicado una publicación anual, titulada Revue internationale Michel Henry, en colaboración con Louvain University Press desde 2010.

Roland Vaschalde publica mensualmente desde 2010 un boletín henryiano, principalmente en francés y titulado La Gazette d'Aliahova (en referencia a la ciudad de Aliahova descrita en la novela de Michel Henry L'Amour les yeux fermés) informado regularmente de artículos, libros, cursos, conferencias y encuentros en torno al pensamiento de Michel Henry.

Obras traducidas al español[editar]

  • Henry, Michel (1991). Fenomenología de la vida. Editorial Columna. ISBN 84-7809-266-8. 
  • Henry, Michel (2001). Encarnación: una filosofía de la carne. Ediciones Sígueme. ISBN 978-84-301-1431-3. 
  • Henry, Michel (2007). Filosofía y fenomenología del cuerpo: ensayo sobre la ontología de Maine de Biran. Ediciones Sígueme. ISBN 978-84-301-1642-3. 
  • Henry, Michel (2011). MARX. Vol 1. Una filosofía de la realidad. Ediciones La Cebra. ISBN 978-9872646448. 

Referencias[editar]

  1. 'Biographie' Archivado el 8 de junio de 2012 en Wayback Machine. du site officiel de Michel Henry
  2. Jean-Marie Brohm et Jean Leclercq, Michel Henry, éd. l’Âge d’Homme, Les dossiers H, 2009 (p. 12-15)
  3. http://rhe.ish-lyon.cnrs.fr/?q=agregsecondaire_laureats&nom=Michel+henry&annee_op=%3D&annee%5Bvalue%5D=&annee%5Bmin%5D=&annee%5Bmax%5D=&periode=All&concours=All&items_per_page=10.
  4. Jean-Marie Brohm et Jean Leclercq, Michel Henry, éd. l’Âge d’Homme, Les dossiers H, 2009 (p. 21-26)
  5. Jean-Marie Brohm et Jean Leclercq, Michel Henry, éd. l’Âge d’Homme, Les dossiers H, 2009 (p. 27–50)
  6. Paul Audi, Michel Henry, Les belles lettres, 2006, p. 22 : “Michel Henry es uno de esos rarísimos filósofos que, en la segunda mitad del siglo pasado, se despejaron de las modas contemporáneas.”
  7. Jean-Marie Brohm et Jean Leclercq, Michel Henry, éd. l’Âge d’Homme, Les dossiers H, 2009 (p. 5-6)
  8. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000 (§ 1, p. 35)
  9. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000 (§ 1, p. 35-36)
  10. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000 (§ 1-15, p. 35-132)
  11. Voir par exemple Michel Henry, La barbarie, éd. Grasset, 1987 (§ 1, p. 15)
  12. Voir par exemple Michel Henry, L'essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 52-70)
  13. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000 (§ 15, p. 129)
  14. Michel Henry, C'est moi la Vérité, éd. du Seuil, 1996 (§ 3, p. 46-64)
  15. Michel Henry, L'essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 53)
  16. Michel Henry, La barbarie, éd. Grasset, 1987 (§ 4, p. 126-128)
  17. Michel Henry, L'essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 70)
  18. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000 (Introduction, p. 29)
  19. Michel Henry, C'est moi la Vérité, éd. du Seuil, 1996, p. 234-235
  20. Michel Henry, Paroles du Christ, éd. du Seuil, 2002, p. 6-7 et 64
  21. Philippe Grosos, Questions de système. Etudes sur les métaphysiques de la présence à soi, éd. l’Age d’Homme, 2007, chapitre intitulé « Michel Henry ou le dernier système », p. 155-176.
  22. Philippe Grosos, Revue Les études philosophiques (numéro 2 de avril - juin 1998), article intitulé « Michel Henry ou le dernier système », p. 197-218.
  23. Michel Henry, La barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 241-242.
  24. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 36-43.
  25. Michel Henry, La barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 48 et 180.
  26. Michel Henry, L'essence de la manifestation, PUF, 1963, voir § 53, p. 585-598 et § 70, p. 860-861.
  27. Michel Henry, Philosophie et phénoménologie du corps, PUF, 1965, p. 9-10.
  28. Michel Henry, Philosophie et phénoménologie du corps, PUF, 1965, p. 11-14 et § II (p. 71-105).
  29. Michel Henry, Philosophie et phénoménologie du corps, PUF, 1965, (§ III, p. 107-148).
  30. Michel Henry, Philosophie et phénoménologie du corps, PUF, 1965, p. 72-73
  31. Antoine Vidalin, La Parole de la Vie, éd. Parole et Silence, 2006, p. 51-55.
  32. Referencia necesaria...
  33. Voir par exemple la conclusion de L'Essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 70, p. 860)
  34. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988 (p. 4-18)
  35. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000 (Introduction, p. 27)
  36. Michel Henry, C'est moi la Vérité, éd. du Seuil, 1996 (p. 16, p. 218-222 et p. 301)
  37. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 32-45.
  38. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 21-31.
  39. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 19-22.
  40. Antoine Vidalin : La parole de la Vie, Parole et silence, 2006, pp. 79-95.
  41. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 25-31.
  42. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 29-30.
  43. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 58-64.
  44. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 40.
  45. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 173.
  46. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000, pp. 7-8.
  47. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 42-43.
  48. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 36-37 et 73.
  49. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, pp. 166-167.
  50. Paul Audi : Michel Henry : Une trajectoire philosophique, Les Belles Lettres, 2006, p. 112 : “La vida es automanifestación y como tal, en cuanto participa de una manifestación de la que ella misma es el principio, puede, incluso debe recibir el nombre de verdad. Sólo que esta verdad que le pertenece ya no es materia de representación, ni de juicio. Esta verdad es una verdad viva y encarnada”.
  51. Voir par exemple Michel Henry, Paroles du Christ, Éditions du Seuil, 2002, p. 97.
  52. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 36.
  53. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 40.
  54. Gabrielle Dufour-Kowalska : Michel Henry, passion et magnificence de la vie, Beauchesne, 2003, pp. 172-176.
  55. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 135.
  56. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 7.
  57. Paul Audi : Michel Henry : Une trajectoire philosophique, Les Belles Lettres, 2006, pp. 227-252.
  58. Gabrielle Dufour-Kowalska : Michel Henry, passion et magnificence de la vie, Beauchesne, 2003, p. 245 : “Pues la salvación, en efecto, no consiste en otra cosa que en la vida eterna que el filósofo Michel Henry dilucida y que se da a vivir como un nacimiento sin principio ni fin dentro del Logos patético y su Parusía.”
  59. Michel Henry, C'est moi la Vérité. Pour une philosophie du christianisme, Seuil, 1996, pp. 255-260
  60. Gabrielle Dufour-Kowalska, Michel Henry, passion et magnificence de la vie, Beauchesne, 2003, p. 246 : “La salvación, la fe, el conocimiento de Dios, la comunión con Él, se reducen a experimentar en el sufrir-gozar de la Vida el Don infinito y el Amor que se revelan huecos en este engendrar.”
  61. Michel Henry, C'est moi la Vérité. Pour une philosophie du christianisme, Seuil, 1996, p. 40
  62. Voir l'article « Une nouvelle ontologie phénoménologique. La philosophie de Michel Henry », Georges Van Riet, Revue Philosophique de Louvain, nº 83, troisième série, tome 64, 1966, p. 437
  63. Philippe Capelle (éd.), Phénoménologie et Christianisme chez Michel Henry, Éditions du Cerf, 2004, p. 21 : “Ya que se trata de la vida, eliminemos aquí una ambigüedad. ¿No es la vida el objeto de esta floreciente ciencia llamada biología? La respuesta debe ser negativa: no hay vida en la biología.”
  64. Philippe Capelle (éd.), Phénoménologie et Christianisme chez Michel Henry, Éditions du Cerf, 2004, p. 21 : “El concepto de inmanencia es el que más ha faltado en el pensamiento occidental, es esta ausencia la que lo ha convertido en un pensamiento externo de la realidad, y como tal, las más de las veces superficial.”
  65. Michel Henry, C'est moi la Vérité. Pour une philosophie du christianisme, Seuil, 1996, pp. 46-70
  66. Michel Henry, C'est moi la Vérité. Pour une philosophie du christianisme, Seuil, 1996, p. 37
  67. Gabrielle Dufour-Kowalska, Michel Henry, passion et magnificence de la vie, Beauchesne, 2003, p. 159 : “El objeto de C'est moi la Vérité no es, pues, otra cosa que Dios, como esta Archi-Esencia de fenomenalidad dejada en suspenso desde la publicación de L'Essence de la manifestation. El filósofo nos invita a reencontrarnos con el Fundamento original que sostiene, como un abismo del infinito, el ser del sujeto humano [...]."
  68. Michel Henry, C'est moi la Vérité. Pour une philosophie du christianisme, Seuil, 1996, p. 44, et citation de 1 Jean 4, 8
  69. Gabrielle Dufour-Kowalska, Michel Henry, passion et magnificence de la vie, Beauchesne, 2003, p. 195 : “¿Puede el amor divino significar más? ¿Más que Dios dándonos su propia vida en el compartir, su propia autorrevelación en ese 'abrazo patético' que lo constituye?”
  70. Michel Henry, Paroles du Christ, éd. du Seuil, 2002, p. 107
  71. Paul Audi : Michel Henry : Une trajectoire philosophique, Les Belles Lettres, 2006, pp. 139, 203-204.
  72. Antoine Vidalin, La parole de la vie, Parole et silence, 2006, pp. 79-87
  73. Michel Henry, C'est moi la Vérité. Pour une philosophie du christianisme, Éditions du Seuil, 1996, pp. 192-215
  74. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 40 et 72.
  75. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 234.
  76. Michel Henry, Incarnation, éd. du Seuil, 2000, p. 320.
  77. Michel Henry, La Barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 113, 127 et 185.
  78. Michel Henry, Du communisme au capitalisme, éd. Odile Jacob, 1990, p. 223.
  79. Gabrielle Dufour-Kowalska : Michel Henry, passion et magnificence de la vie, éd. Beauchesne, 2003, p. 160.
  80. Frédéric Seyler, Barbarie ou Culture : L’éthique de l’affectivité dans la phénoménologie de Michel Henry, éd. Kimé, 2010, p. 37-42.
  81. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 179-180 et 204-207.
  82. Frédéric Seyler, Barbarie ou Culture : L’éthique de l’affectivité dans la phénoménologie de Michel Henry, éd. Kimé, 2010, p. 65-70.
  83. Michel Henry, La Barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 242.
  84. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 66 et 322.
  85. Michel Henry, C'est moi la Vérité, Éditions du Seuil, 1996, p. 345.
  86. Michel Henry. Les Dossiers H, Jean-Marie Brohm et Jean Leclercq (conception et direction du dossier), éd. L'Age d'Homme, 2009, p. 351 (article d'Alain David sur Le "Marx" de Michel Henry)
  87. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 11.
  88. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 13 et 18.
  89. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 157-158.
  90. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 15.
  91. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 24 et 33-34.
  92. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 33-34.
  93. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 199.
  94. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 197.
  95. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 198.
  96. Michel Henry, Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky, Ediciones Siruela, 2008, p. 137.
  97. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 199-200.
  98. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 159-160.
  99. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. de couverture.
  100. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. de couverture.
  101. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 88-90.
  102. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 90-94.
  103. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 52-53, 54-55, 123, 125-126, 132-135 et couverture.
  104. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 189-190.
  105. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 216-227 et couverture.
  106. Sin embargo, se recomienda desconfiar de las pantallas LED de ordenador o de televisión en general, ya que mirarlas con demasiada atención o con una mayor sensibilidad puede provocar un cansancio visual importante, dolores de cabeza o migrañas en los individuos más susceptibles. Estos problemas de fatiga visual se relacionan en particular con el uso prolongado de pantallas LED económicas y de calidad mediocre no certificadas como “tecnología para el cuidado de los ojos”, que presentan un exceso de luz azul en comparación con la luz natural y cuyo brillo se ajusta mediante una tecnología de tipo “modulación de ancho de pulso” que conduce al centelleo o incluso a un parpadeo significativo de alta frecuencia, afectaría aproximadamente al 10 % de las personas. Véase en particular sobre este tema el artículo en francès titulado “LEDs y mala iluminación: ¿un futuro escándalo sanitario? por Kyle Macstone en el sitio web de Mediapart.
  107. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 215 et couverture.
  108. Michel Henry, La Barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 244.
  109. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 39-41.
  110. Michel Henry, La Barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 247.
  111. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 223-234.
  112. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 209-210.
  113. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 229.
  114. Gabrielle Dufour-Kowalska, Michel Henry, passion et magnificence de la vie, éd. Beauchesne, 2003, titre et page de couverture.
  115. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 209-210.
  116. Michel Henry, La Barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 14.
  117. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 170-171 et 195.
  118. Michel Henry, Voir l’invisible, éd. François Bourin, 1988, p. 215 et 247.
  119. Gabrielle Dufour-Kowalska, L'art et la sensibilité, de Kant à Michel Henry, éd. Vrain, 1996, p. 228-229.
  120. Voir Michel Henry, L'essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 11, p. 91)
  121. Gabrielle Dufour-Kowalska, Michel Henry, un philosophe de la vie et de la praxis, Vrin, 1980, réédition 2000, p. 31-36.
  122. Michel Henry, C'est moi la Vérité, éd. du Seuil, 1996 (§ 3, p. 46-70)
  123. Voir Michel Henry, L'essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 70, p. 858)
  124. Voir par exemple l’article de Xavier Tillette dans Manifestation et révélation, éd. Beauchesne, 1976, p. 207-236 : “Acogida desde su publicación como un gran libro, admirada por sus jueces, la obra de Michel Henry, La esencia de la manifestación sigue siendo, diez años después, la obra maestra desconocida. Desafortunadamente, esta desafección solo puede explicarse demasiado bien. Su rigor y abstracción, como una muralla protectora, alejan al lector insuficientemente armado, desalientan al simple curioso o al aficionado apresurado. Además, es indiferente al éxito ya las modas, no pertenece a ninguna escuela reconocida, no pertenece a ningún movimiento de moda.” (pág. 207) y “Si, sin embargo, la impresión de soledad persiste y lo atormenta, especialmente la soledad que proviene de la indiferencia circundante, que se consuele con su máxima orgullosa e invertida: 'Cuanto más profundo es un pensamiento, y restaura el verdadero orden de las cosas, ¡ cuanto más estrecha sea la audiencia de la que está asegurado!” (pág. 236).
  125. Pierre Gire, revue Esprit et Vie, numéro 138, 2005, article intitulé “L'excès de la vie sur sa représentation scientifique : la perspective philosophique de Michel Henry. Pour une philosophie du sujet vivant” : “[Michel Henry] murió el 3 de julio de 2002 en Albi, dejando una obra de gran profundidad intelectual, muy original, de difícil acceso, pero cuya influencia en las generaciones posteriores no está a punto de agotarse.”
  126. Paul Audi, Michel Henry, Les belles lettres (2006) : “Comprender el “Yo” y los fenómenos del mundo desde el “vivir” y su autoafección, tal es el verdadero manantial de esta densa y rigurosa obra” (page de couverture)
  127. Gabrielle Dufour-Kowalska, Michel Henry. Passion et magnificence de la vie, Beauchesne (2003) : “La elucidación de estas diferentes regiones fenomenológicas no tiene otro objetivo, en efecto, que la profundización de la esfera original e invisible de la Vida que las determina a todas, determinando también la teleología general de una pensamiento que se destaca, entre todas las filosofías de la segunda mitad del siglo XX, por su radicalidad y la profundidad de su metafísica.” (pág. 2)
  128. Michel Henry, Auto-donation. Entretiens et conférences, éd. Beauchesne, 2004, article de Magali Uhl et Jean-Marie Brohm, p. 269-281 : “Conscientes de la oportunidad que se nos ofrece de estar cerca de este pensamiento exigente que se niega a cualquier concesión a las modas, a las camarillas, a las credulidades obligatorias, hemos medido sobre todo en qué medida Michel Henry poseía este aliento espiritual que es el gracia del don. Porque a cada uno de nosotros nos aportó algo invaluable: libertad de espíritu, asombro continuo ante los más altos valores de la cultura, rechazo al nihilismo.” (pág. 269) y “El pensamiento de Michel Henry, exigente, radicalmente libre, enteramente irradiado por su pasión por la vida, es el que nos permite comprender la barbarie en sus fundamentos y combatirla.” (pág . 281)
  129. Michel Henry, L’Essence de la manifestation, PUF, 1963 (§ 53, p. 590)
  130. Michel Henry, Philosophie et phénoménologie du corps, PUF, 1965, p. 306
  131. Revue philosophique de la France et de l’Étranger (numéro 3 de juillet - septembre 2001, p. 361)
  132. Revue philosophique de la France et de l’Étranger (numéro 3 de juillet - septembre 2001, p. 361-362)
  133. Revue philosophique de la France et de l’Étranger (numéro 3 de juillet - septembre 2001, p. 362)
  134. Michel Henry, La barbarie, éd. Grasset, 1987, p. 241-242
  135. Michel Henry, La barbarie, deuxième édition datée de 2001 aux PUF avec une préface en plus, collection "Quadridge", p. 6
  136. Renaud Barbaras, Introduction à une phénoménologie de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin, 2008, pág. 7
  137. Renaud Barbaras, Introduction à une phénoménologie de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin, 2008, p. 9-10
  138. Renaud Barbaras, Introduction à une phénoménologie de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin, 2008, p. 300
  139. Renaud Barbaras, Introduction à une phénoménologie de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin, 2008, p. 297-298
  140. Renaud Barbaras, Introduction à une phénoménologie de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin, 2008, pág. 300-301
  141. Renaud Barbaras, Introduction à une phénoménologie de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin, 2008, p. 301
  142. Deslandes, G. Critique de la condition managériale, PUF, 2016
  143. Catherine Meyor, L'affectivité en éducation. Pour une pensé de la sensibilité, Éditions De Boeck Université, 2002, p. 51-58
  144. Catherine Meyor, L'affectivité en éducation. Pour une pensé de la sensibilité, Éditions De Boeck Université, 2002, p. 51 y 53
  145. Catherine Meyor, L'affectivité en éducation. Pour une pensé de la sensibilité, Éditions De Boeck Université, 2002, p. 51 y 53-54
  146. Catherine Meyor, L'affectivité en éducation. Pour une pensé de la sensibilité, Éditions De Boeck Université, 2002, p. 51 y 54-55
  147. Catherine Meyor, L'affectivité en éducation. Pour une pensé de la sensibilité, Éditions De Boeck Université, 2002, p. 51
  148. Catherine Meyor, L'affectivité en éducation. Pour une pensé de la sensibilité, Éditions De Boeck Université, 2002, p. 58
  149. Revue philosophique de la France et de l’Étranger (numéro 3 de juillet - septembre 2001, p. 362-363)
  150. Dominique Janicaud, Le tournant théologique de la phénoménologie française, Éditions de l’éclat, 1991, p. 57-70.
  151. Michel Haar, La philosophie française entre phénoménologie et métaphysique, Presses Universitaires de France, 1999
  152. Antoine Vidalin, La Parole de la Vie, Parole et Silence, 2006, p.9-10
  153. Antoine Vidalin, La Parole de la Vie, Parole et Silence, 2006, p.11-12
  154. Emmanuel Gabellieri, “Le donné et le mystère : Notes sur phénoménologie, métaphysique et révélation chez S. Weil”, sur cairn.info, avril 2009 (consulté le 11 septembre 2018), p. 19 à 21.
  155. Voir La gazette d'Aliahova, numéro 99, décembre 2018, où Roland Vaschalde évoque ses souvenirs du colloque de Cerisy-la-Salle (septembre 1996) : “Jean-Luc Marion aborda el aspecto teológico del pensamiento de Henry. Se ve obstaculizado por el drenaje del aspecto creativo de Dios y la persona del Espíritu Santo. Michel Henry responde que la figura tradicional del Dios creador, si nos permite explicar la existencia de las cosas en el mundo, y en primer lugar de éste, de ninguna manera tiene en cuenta nuestra condición de vivos, engendrados e increados, no en la alteridad de lo que difiere de su causa, sino en la unidad de la misma carne viva. En cuanto al Espíritu Santo, dice, sólo hablo de eso: se trata de la interioridad recíproca del Padre y del Hijo en la unidad fenomenológica de su manifestación.”
  156. Article accessible en ligne à l'adresse http://www.cairn.info/revue-philosophique-2001-3-page-359.htm
  157. Revue philosophique de la France et de l’Étranger (numéro 3 de juillet - septembre 2001, p. 363)
  158. Revue philosophique de la France et de l’Étranger (numéro 3 de juillet - septembre 2001, p. 303)
  159. Voir la rubrique 'Colloques internationaux Michel Henry' dans page 'Actualité' du site officiel de Michel Henry.
  160. Gabrielle Dufour-Kowalska : Michel Henry, passion et magnificence de la vie, éd. Beauchesne, 2003 (couverture)
  161. Jad Hatem : Michel Henry, la parole de Vie (p. 13).
  162. Collectif (Colloque international de Montpellier 2003) : Michel Henry. Pensée de la vie et culture contemporaine (p. 10).
  163. Dominique Janicaud, Le tournant théologique de la phénoménologie française, Éditions de l’éclat, 1991, p. 57.

Bibliografía[editar]

  • García Jarama, Juan Carlos (2008). Finitud, carne e intersubjetividad: la estructura del sujeto humano en la fenomenología material de Michel Henry. Instituto Teológico San Ildefonso. Servicio de Publicaciones. ISBN 978-84-935539-6-8. 
  • Lipsitz, Mario (2004). Eros y nacimiento fuera de la ontología griega: Michel Henry y Emmanuel Levinas. UNGS-Prometeolibros. ISBN 978-950-9217-62-1. 

Enlaces externos[editar]