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Manuel Godoy

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Manuel Godoy, Duque de Alcudia, "Príncipe de la Paz". 1801. Francisco de Goya. Real Academia de San Fernando, Madrid, España.

Manuel de Godoy y Álvarez de Faria Ríos Zarosa (Badajoz, España; 12 de mayo de 1767, - París; 4 de octubre de 1851), hidalgo, político español ennoblecido y favorito real. Primer Ministro o Ministro Universal durante el reinado de Carlos IV y reconocido como Príncipe de la Paz por sus grandes dotes para negociar. Fue Duque de Alcudia y de Sueca.

Primeros años

Nació en la calle Santa Lucía de Badajoz el 12 de mayo de 1767. Sus padres fueron José de Godoy, cuya familia procedía de Castuera, y doña María Antonia Álvarez de Faria, de origen portugués. Ambos eran de la nobleza, pero de hacienda mediana y en su mayor parte heredada.

José de Godoy, coronel del ejército, se preocupó cuanto pudo de la instrucción de sus hijos en el aspecto intelectual y en la educación física, por medio de la práctica de la equitación o la esgrima; indispensables para que pudieran seguir con éxito la carrera militar. Después de acabar los estudios elementales, Godoy adquirió conocimientos de matemáticas, humanidades y filosofía.

En 1784 llegó a la Corte y fue admitido por Carlos III en la Guardia de Corps, donde servía su hermano mayor Luis. Estudió francés e italiano con los hermanos Joubert, a los que manifestaba deber mucho, así como a su confesor.

La rápida ascensión de Godoy

El 15 de noviembre de 1792, ocho años después de su ingreso en la Guardia de Corps, Manuel Godoy fue elevado al cargo de primer secretario de Estado o del Despacho, es decir, Primer Ministro o Ministro Universal, por el nuevo soberano Carlos IV, quien desde que subió al trono en 1788 no había cesado de llenarle de honores: cadete, ayudante general de la Guardia de Corps, brigadier, mariscal de campo y sargento mayor de la Guardia.

Ya primer ministro, el 25 de mayo de 1793, Godoy firmó en Aranjuez el convenio provisional de alianza defensiva contra Gran Bretaña con los títulos de duque de Alcudia, grande de España y de primera clase, regidor perpetuo de la ciudad de Santiago, caballero del Toisón de Oro, gran Cruz de la Orden de Carlos III, comendador de Valencia del Ventoso, consejero de Estado, primer secretario, secretario de la reina, superintendente general de Correos y Caminos, gentilhombre de cámara con ejercicio, capitán general de los Reales Ejércitos, inspector y sargento mayor del Real Cuerpo de Guardia de Corps.

A todos estos honores los reyes le añadirán el de Príncipe de la Paz con motivo de firmarse la paz de Basilea el 22 de julio de 1796. Más tarde, Godoy fue nombrado además como señor de Soto de Roma y del Estado de Albalá; regidor perpetuo de la villa de Madrid y de las ciudades de Cádiz, Málaga y Écija; veinticuatro de la de Sevilla; caballero gran cruz de la Orden de Cristo y de la religión de San Juan; protector de la Real Academia de Nobles Artes y de los Reales Institutos de Historia Natural, Jardín Botánico, Laboratorio Químico y Observatorio.

En 1801 fue nombrado generalísimo, título nunca usado antes en España. Finalmente, en 1807, cerca ya de su caída, Carlos IV le concedió los cargos de almirante, con tratamiento de alteza serenísima, y de presidente del Consejo de Estado.

Motivos de su rápida ascensión

  • Un sector atribuye éste ascenso a la pasión que la reina María Luisa sintió por tan apuesto guardia: alto, fornido, pelo rubio, tez blanca, ojos azules... Así nos lo describen los que le conocieron y el propio Goya nos lo retrata. Belleza e inteligencia fueron las virtudes que la soberana apreció en su protegido, y la idea que llegó a forjarse del talento político de Godoy logró infundírsela también a su esposo. Su supuesta aventura con la reina contribuyó al desprestigio de la monarquía, como demuestran estas coplillas que circulaban en aquella época:
Mi puesto de Almirante
me lo dio Luisa Tonante,
Ajipedobes la doy,
considerad donde estoy.
[...]Tengo con ella un enredo,
soy yo más que Mazarredo.
[...]Y siendo yo el que gobierna
todo va por la entrepierna
  • Otro sector de gente, pese a que reconoce la aventura de la reina con Godoy, la considera en un papel secundario. Opina que la rápida ascensión de Godoy fue impulsada por las repercusiones que la revolución francesa y su giro cada vez más radical tuvieron en la península. Ante los acontecimientos que obligaron a renunciar al trono a Luis XVI, el ministro Floridablanca adoptó una actitud vacilante, sin atreverse a intervenir, al tiempo que intentó mantener a salvo el país de la ideología revolucionaria (1789 - 1791). Fracasada esta política, Aranda tomó el poder; pero, debido a su ideología ilustrada, no supo mejorar la delicada situación de la monarquía de Carlos IV, ni la del rey francés, en la cual ya se había proclamado una república. Ante estos acontecimientos, el rey llamó a gobernar a Godoy, un hombre libre de las influencias y relaciones con Floridablanca o con el partido aragonés de Aranda.

En sus Memorias, el favorito protesta contra los que atribuyeron al galanteo y a las tonadas las preferencias de los reyes: "En mi vida entendí de guitarra, ni de cantar, ni podía acudir a esas habilidades, que no tenía, para sostenerme en la corte. Yo diré pocas cosas sobre esto, y observaré el decoro que requiere su memoria, como conviene entre españoles". No puede negarse nobleza de intención en dichas palabras.

Sin embargo, la repugnancia de los españoles por el advenedizo fue grande: así lo testimonia el Abate Muriel según el sentir general de la época; no por la juventud de Godoy, pues un joven podía gobernar bien, y en Inglaterra tenían el ejemplo de Pitt, sino por la forma en que había llegado al cargo.

Por su parte, Carles, miembro de la embajada francesa en Madrid, explica que la rápida ascensión de aquel "aventurero" era causa de murmuración de todas las clases sociales y que la falta de modestia de la "reina lasciva", quien enriquecía a su favorito a expensas del tesoro público, escandalizaba a todos.

En 1908 Juan Pérez de Guzmán intentó por primera vez la vindicación de la desprestigiada María Luisa. El marqués de Villaurrutia zahiere de nuevo a la soberana en su obra La reina María Luisa, esposa de Carlos IV, mientras que el mexicano Carlos Pereyra, en su edición de las Cartas confidenciales de la Reina María Luisa y de don Manuel Godoy, consideró calumnioso todo lo referente a la ilustre dama y lo sometió a aguda crítica.

En la última edición de las Memorias del Príncipe de la Paz, el doctor Carlos Seco ofrece quizás una de las versiones más desapasionadas y completas del origen de la privanza del favorito. Admite la posibilidad de amores con María Luisa, pero les da una importancia secundaria. El origen del fervor de ambos soberanos -no sólo de la reina- habría que encontrarlo en la búsqueda, cuando eran príncipes de Asturias, de alguien que se lo debiera todo a ellos, para contraponerlo a los omnipotentes ministros de Carlos III, con quienes no simpatizaban.

Primer Ministerio (1792-1798)

La guerra con Francia y la paz de Basilea

Manuel Godoy, grabado de A. L. J de Laborde en Viaje histórico y pintoresco de España.

El 21 de enero de 1793, Luis XVI moría en la guillotina. Tras algunos intentos inútiles de detener la ejecución, Godoy provocó el conflicto para castigar el magnicidio, y la Convención abrió las hostilidades. La Guerra de la Convención fue en un principio favorable para España. El general Ricardos llegó hasta Perpiñán, pero la organización de la defensa por parte francesa frenó el empuje inicial. En diciembre de 1794, españoles e ingleses, aliados, levantaron el asedio de Toulon, plaza que había sido recuperada por los republicanos.

La contraofensiva francesa enfrió los ánimos de los españoles, que habían ido a la contienda en defensa de la religión y de la monarquía. Godoy ganó la partida a Aranda, partidario del cese de la lucha, por lo que fue desterrado. La muerte del general Ricardos y la invasión de Cataluña, Navarra y País Vasco por parte republicana, así como la adecuada réplica española, estabilizaron los frentes.

Ante el cansancio de ambos contendientes, se llegó a la paz de Basilea ( 22 de julio de 1795), en la que España cedió a Francia su parte de la isla de Santo Domingo y ciertas ventajas económicas a cambio de la retirada francesa de los territorios peninsulares conquistados.

Godoy se apresuró a recoger el premio del cese de hostilidades y fue investido por su soberano como Príncipe de la Paz, además de recibir cuatro grandezas de España, siete grandes cruces de Carlos III, diez banderas de María Luisa y otros muchos premios.

Alianza con el Directorio y guerra con Inglaterra

Entonces Godoy olvidó la enemistad con Francia y se alió con ella mediante el primer Tratado de San Idelfonso el 18 de agosto de 1796. El favorito temió que el rearme inglés se utilizara contra los territorios hispanos de ultramar, debido al disgusto que provocó a Inglaterra la firma en Madrid de la Paz de Basilea, sin una previa consulta al antiguo aliado. Además Carlos IV y María Luisa necesitaban el apoyo francés ante el futuro del ducado de Parma, ya que su hija María Luisa estaba casada con el heredero de aquel territorio.

Finalmente, Godoy palpaba la hostilidad creciente hacia su persona, y al temer la caída, como se manifestó por la fracasada conspiración de Malaspina, pensó que aliándose con el Directorio acallaría los últimos devaneos republicanistas surgidos en España, lo que le atraería, todavía más si cabe, el agradecimiento de sus augustos señores.

Aunque la derrota de la escuadra española junto al cabo de San Vicente ( 14 de febrero de 1797) y la conquista inglesa de la isla Trinidad fue compensada por la defensa de Cádiz, Puerto Rico y Tenerife, las intrigas contra el favorito, atizadas por el propio Directorio, que abrió negociaciones de paz con Inglaterra sin contar con España, dieron su fruto, y Godoy tuvo que retirarse como primer secretario de Despacho (28 de marzo de 1798).

Política en España

Entretanto, Godoy reanudó las políticas reformistas, aunque sin poder maquillar su desprestigio. Redujo los monopolios gremiales, apoyó la ley agraria, suprimió algunos impuestos, liberalizó los precios de las manufacturas e incluso en 1797 reunió un gobierno integrado por lo más granado de la Ilustración española, la mayoría del cual ya había desempeñado puestos relevantes con Carlos III. Gaspar Melchor de Jovellanos se convirtió en Secretario de Justicia. Francisco de Saavedra se hizo cargo de la Hacienda. Francisco de Cabarrús, uno de los creadores del Banco de San Carlos, fue enviado como embajador a París. Los escritores y políticos Juan Meléndez Valdés y Mariano Luis de Urquijo ocuparon también puestos importantes. No es más que un episodio de la tremenda fractura ideológica que la revolución francesa y las guerras napoleónicas producirían en la sociedad española.

Segundo Ministerio

En la caída de Godoy habían intervenido algunos ministros que él había incorporado a su Consejo para conferirle cierto tono liberal, así Saavedra y Jovellanos los cuales quedaron como hombres fuertes de los destinos del país, pero no tardaron en ser relevados por motivos de salud.

En 1801, Godoy se desembarazó de sus rivales y, aunque el cargo de primer secretario lo ocupó su primo político Pedro Cevallos, volvió a ser de nuevo la figura preeminente del gobierno.

Napoleón, primer cónsul de Francia ofreció a la duquesa de Parma, hija Carlos IV, el nuevo reino de Etruria como propiedad de la familia real española (Tercer Tratado de San Ildefonso, octubre de 1800); a cambio, España prometía la Louisiana a Francia y debía unir el destino de su flota al de la francesa, así como abrir las hostilidades con Portugal para obligarle a renunciar a la alianza inglesa. La duración de esta guerra - denominada Guerra de las Naranjas, por el ramo de dicha fruta que ofreció Godoy, investido como generalísimo, a la reina fue breve (20 de mayo - 6 de junio de 1801). Portugal pidió la paz, cedió a España la plaza de Olivenza y se comprometió a cerrar los puertos a los ingleses.

Si bien el resultado no satisfizo a Napoleón, necesitado de una tregua, firmó la Paz de Amiens con Inglaterra (1802), por la que España recobró Menorca, perdida durante la contienda, y cedió la isla Trinidad a los británicos. Por parte, el Príncipe de la Paz ratificaba el tratado de San Ildefonso de 1800.

Con el pretexto de que Godoy favorecía a los ingleses. Napoleón obligaba a España con amenazas a ejecutar sus designios. Así arrancó primero a Carlos IV un convenio de neutralidad y después una nueva alianza (1805), que trajo la derrota de la flota franco-española en Trafalgar (21 de octubre de 1805) a manos británicas. Entonces Godoy se dio cuenta de que su privanza tocaba a su fin. En torno al príncipe heredero Fernando se agruparon los descontentos con la política del favorito, quien, al temer por su suerte y la de Carlos IV, creyó que, por el momento, lo mejor era unirse más estrechamente al emperador francés.

Napoleón despreciaba a Godoy como hombre y como ministro, pero fomentó aquellos recelos y ambiciones para sus fines. Entre 1805 y 1806, Godoy le propuso entrar en un reparto de Portugal y que le concediera una de las porciones. Al parecer incluso planeó cambiar el orden de sucesión al trono español para eliminar al príncipe heredero Fernando o ejercer él la regencia. En el invierno de 1806, el emperador concedió el reino de Nápoles a su hermano José tras expulsar a Fernando IV de Borbón, hermano del soberano español y padre de María Antonia, casada con el príncipe de Asturias. Lograr la aprobación de Carlos IV no hubiera sido fácil sin contar con la animadversión de Godoy al príncipe.

Napoleón en la cúspide de su gloria desoyó las pretensiones del favorito y exigió en cambio hombres, dinero, la adhesión de España al bloqueo continental contra Inglaterra, así como el puerto de Pasajes o las Baleares para el rey destronado de Nápoles. Godoy se dio cuenta entonces de las verdaderas intenciones del emperador y pretendió alejarse de su órbita, pues hasta pensó en aliarse con sus enemigos (Cuarta Coalición), pero la victoria francesa de Jena le obligó a disimular.

El Príncipe de la Paz se plegó entonces a las exorbitantes exigencias napoleónicas, mientras el francés fingió creer en la sinceridad de Godoy y se alió con los partidarios del príncipe Fernando. España se adhirió al bloqueo continental (19 de febrero de 1807 y otorgó a Napoleón su concurso militar. Pero como era preciso que Portugal entrara también en el bloqueo y el regente del reino se oponía, el emperador francés preparó con Izquierdo, agente secreto de Godoy, el tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807). Por el que Portugal se dividiría en tres partes: la del norte, para compensar a los destronados reyes de Etruria, la del centro, para cambiarla por Gibraltar y demás colonias arrebatadas por los ingleses, y la del sur, para Godoy, como príncipe de los Algarves. Carlos IV, a quien Napoleón garantizaba la posesión de sus estados de Europa, tomaría el título de emperador de las Américas. Un ejército francés entraría en España camino de Portugal, al que seguiría otro español. Cuando Godoy descubriera que en los cálculos napoleónicos, además de someter a Portugal, se hallaba el de ocupar la propia España, ya no tendría remedio.

Motín de Aranjuez: la caída de Godoy

Poco antes de la ratificación del tratado, tropas francesas franquearon los Pirineos con el beneplácito de Godoy, que confiaba en lo pactado, y del príncipe Fernando, que aproximado a Napoleón para hacer caer al favorito, había intentado, sin conseguirlo, emparentar con el emperador, al enviudar la princesa María Antonia. Pero Godoy descubrió los planes del partido fernandista para derrocar a Carlos IV. En el proceso de El Escorial (octubre de 1807 - enero de 1808) el príncipe de Asturias, al ser perdonado, contribuyó a que el desprestigio de Godoy fuera en aumento.

Las tropas franco-españolas se apoderaron de Portugal, mientras las principales plazas de España eran guarnecidas por tropas del emperador. Entonces Napoleón exigió un camino militar hasta Portugal o la línea del Ebro como frontera con Francia. Los reyes desde Aranjuez decidieron partir para América. El pueblo se alarmó, y aunque se fijó una proclama en la que se declaraba falso el proyectado viaje, hizo culpable a Godoy de la desgraciada política llevada hasta entonces.

La noche del 19 de marzo de 1808, el populacho asaltó el palacete del favorito, que fue destituido de sus cargos y honores y encerrado en el castillo de Villaviciosa de Odón (Madrid) por orden del príncipe Fernando y que a duras penas salvó la vida gracias a la intervención de Murat, quien lo condujo a Bayona, en donde se vio por primera vez directamente con Napoleón. Allí se encontró también con sus señores y con su enemigo Fernando; ni padre ni hijo eran ya reyes por haber hecho cesión de sus derechos a la corona española a la dinastía Bonaparte (Abdicaciones de Bayona).

Destierro y muerte

Encuentro de Fernando VII y Godoy cuando éste era conducido a prisión. Grabado de la época.

Al acabar la Guerra de la Independencia, Fernando VII regresó a Madrid el 14 de abril de 1814. El 1 de octubre de 1814, Carlos IV abdicó nuevamente en su hijo Fernando VII, a cambio de ocho millones de reales. Los monarcas se instalaron definitivamente en el exilio y residieron en la corte papal, en Roma. Fernando VII también consiguió que Manuel de Godoy fuera desterrado a Pesaro (Italia).

En el exilio, la fidelidad de Godoy a sus antiguos soberanos es digna de encomio. Su esposa, María Teresa de Borbón y Vallabriga, Condesa de Chinchón, prima de Carlos IV, con quien casó en 1797), le abandonó, cansada ya de su constante infidelidad con Pepita Tudó, a la que Godoy había conferido los títulos de condesa de Castillofiel y vizcondesa de Rocafuerte con el fin de que pasaran a sus dos hijos bastardos que había tenido con ella.

Godoy acompañó a Carlos IV y María Luisa a Compiégne y Marsella. En 1812 se instaló con ellos en Roma, donde murieron los reyes (1819). Fernando VII, ya rey de España, le persiguió constantemente. Le obligó a renunciar al título de Príncipe de la Paz y al principado de Bassano, concedido por el papa. Poco antes, murió su esposa legítima y Godoy se apresuró a regularizar su unión con Pepita Tudó, aunque finalmente ésta también optó por dejarle.

Instalado en París en 1832, Luis Felipe de Orleans le concedió una modesta pensión, con la que pudo dedicarse a escribir sus Memorias, traducidas al francés por el coronel Esménard y publicadas en París entre 1836 y 1838 y luego en Madrid en versión española. Dos decretos de 1844 y 1847 de Isabel II devolvieron a Godoy todos sus bienes (aunque fueron retenidos hasta después de su muerte), títulos y honores, salvo los de Príncipe de la Paz, generalísimo y gran almirante. Con ochenta años, Godoy pudo por fin volver a la patria, pero no se decidió. En París asistió a las jornadas revolucionarias de junio de 1848 y a la exaltación al poder de Napoleón III.

El 4 de octubre de 1851, falleció sin que su desaparición apenas interesara ni en Francia ni en España. Fue enterrado en una modesta sepultura del cementerio del Père-Lachaise. De la condesa de Chinchón le sobreviviría una hija, Carlota Luisa, heredera del condado y duquesa de Sueca, que casaría con Camilo Ruspoli.

Valoración

La historia se ensañó con Godoy, en especial por el origen de su rápido encumbramiento. Fue el último de los validos del antiguo régimen, con un poder superior a un Lerma o a un Olivares, ya que consiguió ser equiparado a la realeza: sus criados vistieron igual que los del monarca, Carlos IV le visitaba en su casa y le ayudaba a vestirse, se unió en matrimonio con una infanta de Borbón, etc.

El resultado de su política exterior fue catastrófico al ser desbordadas sus escasas dotes por los acontecimientos revolucionarios y por la llegada de Napoleón.

En el aspecto ideológico su actuación fue vacilante, pues, aunque favoreció el regalismo y el enciclopedismo y mantuvo a raya a la Inquisición, a veces se valió de ella para sus fines y autorizó la vuelta de los jesuitas.

Su labor cultural resultó, por el contrario, encomiable. En 1793 fundó la primera escuela de veterinaria y dos años después, una escuela superior de medicina en Madrid. Creó el cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos, el Depósito Hidrográfico, el Observatorio Astronómico, la Escuela de Sordomudos, etc.

Fue también un gran mecenas: protegió a Goya, Meléndez Valdés, Moratín, etc.

Bibliografía

  • A. Muriel, Memorial histórico español, ts. XXIX-XXXIX. Madrid, 1893-1894.
  • J. Pérez de Guzmán, Estudios de la vida, reinado, proscripción y muerte de Carlos IV y María Luisa. Madrid, 1908.
  • Marqués de Villaurrutia, La reina María Luisa esposa de Carlos IV. Madrid, 1927.
  • C. Pereyra, Cartas confidenciales de la reina María Luisa y de don Manuel de Godoy. Madrid, 1935.
  • C. Seco, Edición a las Memorias del príncipe de la Paz, Biblioteca de Autores españoles, t.88. Madrid, 1935.
  • Santiago Sevilla, Don Manuel de Godoy Príncipe de la Paz Malodrama en Doce Escenas [[1]]Madrid 2006.
  • R. Herr, España y la revolución del siglo XVIII. Madrid, 1971.
  • Benito Pérez Galdós, El 19 de marzo y el 2 de mayo (novelado). Madrid, 1873.

Véase también

Enlaces externos

Curiosidades de Manuel Godoy

Godoy y la Condesa de Chinchón

La vida del Príncipe de la Paz

Enlace relacionado


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Predecesor:
Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda
Secretario de Estado de España
1792-1798
Sucesor:
Francisco de Saavedra

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