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Diferencia entre revisiones de «Ninfa»

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Las diferentes especies de ninfas se distinguen según las diferentes esferas de la naturaleza con las que están conectadas.
Las diferentes especies de ninfas se distinguen según las diferentes esferas de la naturaleza con las que están conectadas.
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* Ninfas terrestres («Epigeas»)
* Ninfas terrestres («Epigeas»)

Revisión del 21:35 26 sep 2009

Ninfas y sátiro de William-Adolphe Bouguereau (1873).
Ninfa Fluvial de Mathurin Moreau.

En la mitología griega, una ninfa es cualquier miembro de un gran grupo de espíritus femeninos de la naturaleza, a veces unidos a un lugar u orografía particular. Las ninfas solían acompañar a varios dioses y diosas, y eran con frecuencia el objetivo de sátiros lujuriosos.

Las ninfas son las personificaciones de las actividades creativas y alentadoras de la naturaleza. La palabra griega νύμφη significa ‘novia’ y ‘velado’ entre otras cosas; es decir, una mujer casada y, en general, una en edad casadera. Otros hacen referencia a esta palabra (y también a la latina nubere y a la alemana Knospe) como una raíz que expresa la idea de ‘crecer’ (según Hesiquio de Alejandría, uno de los significados de νύμφη es ‘capullo de rosa’). El hogar de las ninfas está en las montañas y arboledas, en los manantiales y ríos, en los valles y las frías grutas. Con frecuencia son el séquito de divinidades superiores: de Artemisa la cazadora, de Apolo el profeta, del juerguista y dios de los árboles Dioniso, y también de dioses rústicos como Pan y Hermes, dios de los pastores.

Clasificación de las ninfas

Las diferentes especies de ninfas se distinguen según las diferentes esferas de la naturaleza con las que están conectadas.

Adaptaciones extranjeras

Las ninfas griegas, tras la introducción de su culto en el Lacio, absorbieron gradualmente en sus categorías a las divinidades indígenas italianas de los manantiales y los cursos de agua (Juturna, Egeria, Cavmentis, Fonto), mientras que las Linfas (originalmente Lumpae) o diosas del agua italianas, debido a la similitud fortuita de su nombre, fueron identificadas con las ninfas griegas. Entre los romanos su esfera de influencia fue reducida, y aparecen casi exclusivamente como divinidades del medio acuático.

Véase también

Enlaces externos


NINFAS (Νύμφαι), el nombre de una numerosa clase de deidades femeninas inferiores, aunque eran designadas por el título de olímpicas, convocadas a las reuniones de los dioses en el Olimpo y descritas como hijas de Zeus. Pero se creía que moraban en la tierra: en arboledas, en la cima de montañas, en ríos, arroyos, cañadas y grutas.[1]Homero las describe con más detalle presidiendo sobre los juegos, acompañando a Artemisa, bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando amablemente el destino de los mortales.[2]​ Los hombres les ofrecían sacrificios en solitario o junto con otros dioses, como por ejemplo Hermes.[3]​ Según el lugar que habiten, se les llama ἀγρονόμοι,[4]​ ὀρεστιάδες[5]​ y νηϊάδες.[6]

Todas las ninfas, cuyo número es casi infinito, pueden ser divididas en dos grandes clases. La primera abarca todas aquellas que pueden ser consideradas como un tipo de divinidad inferior, reconocida en el culto de la naturaleza. Los griegos antiguos veían en todos los fenómenos ordinarios de la naturaleza alguna manifestación de la divinidad. Fuentes, ríos, grutas, árboles y montañas: todos les parecían cargados de vida, y no eran más que las encarnaciones visibles de otros tantos agentes divinos. Los saludables y beneficiosos poderes de la naturaleza eran pues personificaciones y considerados otras tantas divinidades, y las sensaciones producidas en el hombre por la contemplación de la naturaleza (sobrecogimiento, terror, alegría, placer) se atribuían a la acción de diversas deidades de la naturaleza. La segunda clase de ninfas son personificaciones de tribus, razas y estados, tales como Cirene y otras.

Las ninfas de la primera clase deben ser de nuevo divididas en varias especies, según las diferentes partes de la naturaleza de las que sean representativas:

  1. Ninfas del elemento acuático. Aquí debemos mencionar primero a las ninfas del océano, Ὠκεανῖναι u Ὠκεανίδες, νύμφαι ἅλιαι, que son consideradas hijas de Océano,[7]​ y a continuación a las ninfas del Mediterráneo o del mar interior, que son consideradas hijas de Nereo, por lo que son llamadas Nereidas (Νηρεΐδες).[8]​ Los ríos eran representados por las Potámides (Ποταμηΐδες), quienes, como divinidades locales, eran bautizadas según sus ríos como Aqueloides, Anígrides, Amnisíades o Pactólides.[9]​ Pero las ninfas del agua dulce, ya sea de ríos, lagos, arroyos o pozos, son también designadas por el nombre general de Náyades, Νηΐδες, aunque tengan además sus nombres específicos, como Κρηναῖαι, Πηγαῖαι, Ἑλειονόμοι, Λιμνατίδες o Λιμνάδες.[10]​ Incluso los ríos de las regiones inferiores (el inframundo) se describen con sus ninfas, de ahí las Nymphae infernae paludis y las Avernales.[11]​ Muchas de estas ninfas presidían sobre las aguas o las fuentes, de las que se creía que inspiraban a aquellos de bebían de ellas, por lo que se creía que las propias ninfas estaban dotadas de poderes proféticos u oraculares y los inspiraban a los hombres, así como que les otorgaban el don de la poesía.[12]​ Los adivinos o sacerdotes inspirados eran por esto llamados a veces νυμφύληπτοι.[13]​ Sus poderes, sin embargo, varían con los de la fuente sobre la que presiden, considerándose así que algunas tenían el poder de devolver la salud a las personas enfermas,[14]​ y como el agua es necesaria para alimentar a la vegetación así como a todos los seres vivos, las ninfas acuáticas (ἱδριάδες) eran también adoradas junto con Dioniso y Deméter como dadoras de vida y bendición a todas las criaturas, y este atributo es expresado por una variedad de epítetos, tales como καρποτρόφοι, αἰπολικαί, νόμιαι, κουροτρόφοι y otros. Como su influencia era de esta forma ejercitada en todas las secciones de la naturaleza, aparecen con frecuencia relacionadas con divinidades superiores, como por ejemplo con Apolo, el dios profético y protector de las manadas y rebaños,[15]​ con Artemisa, la cazadora y protectora del juego, pues ella misma fue originalmente una ninfa arcadia,[16]​ con Hermes, el fructífero dios de los rebaños,[17]​ con Dioniso[18]​ y con Pan, los Silenos y los Sátiros, a quienes se unían deleites y bailes báquicos.
  2. Ninfas de las montañas y las grutas, llamadas Ὀροδεμνιάδες y Ὀρειάδες, pero a veces también por nombres derivados de las montañas concretas que habitaban, como Κιθαιρωνίδες, Πηλιάδες, Κορύκιαι, etcétera.[19]
  3. Ninfas de los bosques, arboledas y praderas, donde se creía que a veces se aparecían y asustaban a los viajeros solitarios. Eran designadas por los nombres Ἀλσηΐδες, Ὑληωροί, Αὐλωνιάδες y Ναπαῖαι.[20]
  4. Ninfas de los árboles, de las que se creía que morían junto con los árboles en los que vivía y con los que habían llegado a existir. Eran llamadas Δρυάδες, Ἁμαδρυάδες o Ἀδρυάδες, de δρῦς, que significa no sólo ‘roble’ sino también cualquier árbol silvestre que crece majestuoso. Las ninfas de los árboles frutales eran llamadas Μηλίδες, Μηλιάδες, Ἐπιμηλίδες o Ἁμαμηλίδες. Parecen ser de origen arcadio y nunca aparecen junto con los grandes dioses.[21]

La segunda clase de ninfas, que estaban relacionadas con ciertas razas o localidades (Νύμφαι χθόνιαι[22]​), tienen normalmente un nombre derivado de los lugares con los que estaban asociadas, como Nisíadas, Dodónidas o Lemnias.[23]

Los sacrificios ofrecidos a las ninfas solían consistir en cabras, corderos, leche y aceites, pero nunca vino.[24]​ Eran adoradas y honradas con santuarios en muchas partes de Grecia, especialmente cerca de las fuentes, arboledas y grutas, como por ejemplo cerca de una fuente en Cyrtones,[25]​ en Ática,[26]​ en Olimpia,[27]​ en Mégara,[28]​ entre Sición y Flio[29]​ y en otros lugares. Las ninfas se representan en obras de arte como hermosas doncellas, desnudas o semidesnudas. Poetas posteriores las describen a veces con cabellos del color del mar.[30]


NINFAS (correctamente ‘las doncellas jóvenes’), divinidades inferiores de la naturaleza que moran en arboledas, bosques y cuevas, junto a manantiales, arroyos y ríos; en algunos casos también en islas solitarias, como Calipso y Circe. Las ninfas de los montes, los bosques, los prados y las fuentes (llamadas por Homero hijas de Zeus, aunque Hesíodo hace a las ninfas de las colinas y los bosques junto a las propias colinas y bosques hijos de Gaia) aparecen como los espíritus benevolentes de estos lugares, y llevan una vida de libertad, a veces tejiendo en grutas, a veces bailando y cantando, a veces cantando con Artemisa o deleitándose con Dioniso. Aparte de estas deidades son especialmente Apolo, Hermes y Pan quienes están dedicados a ellas y buscan su amor, mientras los lascivos sátiros están también continuamente a su espera. Están bien predispuestas hacia los mortales y listas para ayudarlos, a veces incluso casándose con ellos. Según las diversas provincias de la naturaleza se distinguen varias clases de ninfas: las de los ríos y fuentes, las Náyades, con quienes las Oceánides y Nereidas están estrechamente relacionadas; las de las colinas, Oréades; las de los bosques y árboles, Dríades o Hamadríades; además de éstos reciben a menudo nombres especiales por ciertos lugares, colinas, fuentes y grutas. Las Náyades, como diosas del agua nutricia y fructífera, eran especialmente pródigas en favores, haciendo crecer y prosperar a plantas, ganado y mortales. De ahí que también fueran consideradas como las diosas guardianas del matrimonio, y el rociado de la novia con agua de manantial era uno de los ritos indispensables de la ceremonia. En el mismo principio, las tradiciones legendarias las representan amamantando y criando a los hijos de los dioses, como por ejemplo a Zeus y Dioniso. Más aún, debido al poder curativo e inspirador de muchas fuentes, pertenecen a las divinidades de la curación y la profecía, y pueden incluso llevar a los hombres a raptos de inspiración profética y poética. Las propias Musas son en su origen ninfas de las fuentes. La creencia popular asignaba a las ninfas en general una vida extremadamente larga, sin inmortalidad real. La existencia de las Dríades, se suponía, estaba estrechamente relacionada con el origen y la descomposición del árbol en el que moraban. Gozaban de honores divinos desde los tiempos más remotos, originalmente en los lugares en los que tenían poder: fuentes, arboledas y grutas. En épocas posteriores se les construyeron templos propios llamados Nymphæa, incluso en las ciudades. Éstos llegaron finalmente a ser edificios magníficos, en los que se acostumbraba a celebrar bodas. Se les ofrecía cabras, corderos, leche y aceite. En las obras de arte eran representadas con la forma de doncellas encantadoras, ligeras de ropa o desnudas, con flores y guirnaldas, las Náyades sacando agua o llevándola en una urna.

Referencias

  1. Hom. Od. vi.123 y sig., xii.318, Il. xx.8, xxiv. 615
  2. Hom. Od. vi.105, ix.154, xiii.107, 356, xvii.243, Il. vi.420, xxiv.616
  3. Hom. Od. xiii.350, xvii.211, 240, xiv.435
  4. Hom. Od. vi.105
  5. Hom. Il. vi.420
  6. Hom. Od. xiii.104
  7. Hes. Teog. 346 y sig.; Esquilo Prom.; Calímaco Himno a Diana 13; Apolonio de Rodas iv.141; Sófocles Filoctetes 1470
  8. Hes. Teog. 240 y sig.
  9. Apolonio Rodio iii.1219; Virg. Eneida viii. 70; Paus. v.5 §6, i.31 § 2; Calímaco Himno a Diana 15; Ov. Met. vi. 16; Estéfano de Bizancio s. v. Ἀμνισός
  10. Hom. Od. xvii.240; Apolonio Rodio iii.1219; Teócrito v.17; Orfeo Himnos 50.6, Argon. 644
  11. Ov. Met. v.540, Fast. ii. 610
  12. Paus. iv.27 §2, ix.3 §5, 34 §3; Plut. Aristid. 11; Teócrito vii. 92; véase también «Musas»
  13. Platón, Fedro p.421, e.
  14. Pind. Ol. xii.26; Paus. v.5 §6, vi.22 §4
  15. Apolonio Rodio iv.1218
  16. Apolonio Rodio i.1225, iii.881; Paus. iii.10 §8
  17. Homero, Himno a Afrodita 262
  18. Orfeo Himnos 52; Horacio Carmina i.1.31, ii.19.3
  19. Teócrito vii. 137; Virgilio Eneida i. 168, 500; Paus. v.5 §6, ix.3 §5, x.32 §5; Apolonio Rodio i.550, ii.711; Ovidio Her. xx.221; Virg. Eclog. vi. 56
  20. Apolonio Rodio i.1066, 1227; Orfeo Himnos 50.7; Teócrito xiii.44; Ovidio Met. xv.490; Virg. Georg. iv. 535
  21. Paus. viii.4 §2; Apolonio Rodio ii.477 y sig.; Anton. Lib. 31, 32; Hom. Hymn. in Ven. 259 y sig.
  22. Apolonio Rodio ii.504
  23. Ov. Fast. iii.769, Met. v.412, ix.651; Apolodoro iii.4 §3; Schol. ad Pind. Ol. xiii.74
  24. Teócrito v.12, 53, 139, 149; Serv. ad Virg. Georg. iv.380, Eclog. v.74
  25. Paus. ix.24 §4
  26. Paus. i.31 §2
  27. Paus. v.15 §4, vi.22 §4
  28. Paus. i.40 §1
  29. Paus. ii.11 §3
  30. Ov. Met. v.432

Bibliografía