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Contraataque militar

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El contraataque es una táctica militar usada desde la Antigüedad en que un ejército ocupa una posición ventajosa, permite que el enemigo lo ataque y se desgaste para acabar lanzando una devastadora contraofensiva con sus reservas.[1]​ El historiador militar británico David G. Chandler la considera una de las siete tácticas básicas de la guerra terrestre.[2]

No debe confundirse con un contramovimiento, que es una operación realizada en reacción o anticipación a un movimiento del enemigo, y una contraofensiva, que es un contraataque a escala estratégica.[3]​ En cambio, el contraataque se da en el nivel táctico o de batalla y tiene objetivos limitados.[4]Carl von Clausewitz le considera la forma más eficiente de obligar a un enemigo a abandonar sus planes ofensivos,[5]​ idea que apoyo Erwin Rommel quien creía que en la combinación de potencia de fuego y maniobra de un buen contraataque estaba la mejor forma de privar al adversario de la iniciativa.[4]

Uso y debilidades[editar]

Esta táctica implica que una guarnición encuentra una posición defensiva natural o prepara un baluarte construyendo defensas, procediendo a provocar un ataque del enemigo.[2]​ Esas defensas deben ayudar a la primera línea a mantener sus posiciones y controlar el terreno,[6]​ aunque esto también significa sacrificar la movilidad y ceder la iniciativa ante el adversario.[4]​ Cuando el enemigo se ha agotado asaltando el perímetro defensivo, la guarnición sale hacia adelante y le derrota.[2]​ Esto requiere una reserva lista para recuperar el terreno mediante un contraataque.[nota 1]​ Cada unidad debe tener sus objetivos y atacarlos, no evitarlos, aunque sea en apoyo del ataque principal.[8]

Un contraataque suele producirse cuando la defensa ya fue exitosa y se decide abrumar al enemigo con rapidez y contundencia, de ahí que en buena medida el éxito o fracaso dependa si se contaba con la sorpresa y aprovechando que el enemigo se encuentra confundido y agotado por el fuego defensivo[4]​ (entiéndase por sorpresa militar como atacar al enemigo en el lugar y momento que menos se lo espera).[9]​ Antes de la operación Bagration, los soviéticos realizaron una maskirovka, «campaña de engaño», que logró hacer creer a los alemanes que su ataque se produciría en el sur (Ucrania) cuando acabó por ocurrir en el centro (Bielorrusia).[10]​ Se le atribuye a Napoleón Bonaparte la frase «el mayor peligro se produce en el momento de la victoria»,[11]​ mientras que el coronel francés Ardant du Picq advertía: «el general o simple capitán que emplea a todos en el asalto de una posición puede estar seguro de verla retomada por un contraataque organizado de cuatro hombres y un cabo».[12]​ Su objetivo general es negar o frustrar toda ventaja obtenida por el enemigo durante el ataque, mientras que los objetivos específicos suelen buscar recuperar el terreno perdido o destruir al enemigo atacante,[13]​ especialmente aislando y aniquilando a sus unidades de vanguardia.[4]​ Un factor que suele ayudar a las contraofensivas suele ser que en su empuje inicial, el atacante extiende demasiado sus líneas. Por ejemplo, en la operación Zvezda los soviéticos consiguieron tomar Bélgorod, Járkov y Kursk, alejándose de sus bases de suministros, mientras los alemanes se retiraron para reagruparse y contraatacar.[14]

La forma más sencilla de anular esta táctica era no atacar a un adversario cuando se encontraba en una posición fácilmente defendible,[1]​ pero había maniobras para obligarlo a presentar batalla, como saquear su territorio:[15]​ «En un terreno escarpado, debo tomar posición en los altozanos soleados y esperar al enemigo. Si él ocupa primero ese terreno, lo atraigo retirándome; no lo sigo»[16]​ y «Cuando se está lejos de un enemigo de igual fuerza, es difícil provocar la batalla e infructuoso atacarlo en la posición por él elegida».[17]​ Por ejemplo, en la guerra de Indochina, los franceses se apoderaron de Dien Bien Phu para amenazar las rutas de suministros del Viet Minh y obligarlos a atacar sus posiciones fortificadas. Sin embargo, el plan finalmente no funcionó y el general vietnamita Võ Nguyên Giáp los obligó a rendirse gracias a su hábil uso de la artillería de mediano calibre.[18]​ En la posterior guerra de Vietnam, Giáp se negó a intentar atacar de una forma similar Khe Sanh. En palabras de Chandler: «el guerrero astuto no presiona su ataque más allá del punto sin retorno, sino que retrocede cuando siente problemas».[19]

También podía ser que el comandante enemigo fuera muy intrépido y su ejército de muy buena calidad, impidiendo actuar a tiempo. En el río Gránico los persas aqueménidas formaron detrás del curso del agua, considerándolo una buena posición defensiva.[20]​ Su plan era dejar a los macedonios cruzar mientras les debilitaban con flechas, luego contraatacar con su caballería flanqueándolos y atacando su retaguardia. Sin embargo, Alejandro Magno sabía que estarían un buen rato ocupados haciendo oraciones y ritos religiosos, así que aprovechó de atacar en cuanto llegó al lugar[21]​ en vez de descansar después de un día de marcha como le aconsejó Parmenión. Sus jinetes e infantes ligeros cargaron contra las alas persas que aún no estaban listas, forzando a los aqueménidas a debilitar su centro, lo que permitió a la falange cruzar y derrotar al enemigo.[20]

Otro problema de esta táctica es que puede generar una mentalidad muy defensiva en el alto mando que les impida tomar la iniciativa aunque se tenga la oportunidad. Por ejemplo, la fe ciega de los franceses en la línea Maginot en 1940, lo que les impidió aprovechar para atacar a los alemanes mientras estaban distraídos en la invasión de Polonia causando la guerra de broma. También puede llevar a que los defensores no estén preparados para un ataque desde otra dirección. En 1942 los británicos fortificaron Singapur para un ataque desde el mar y no pudieron reaccionar a tiempo ante el avance japonés por tierra.[19]

Esta táctica se encuentra muy asociada con la retirada fingida[2]​ y la defensa activa. En esta última, los defensores continuamente lanzan pequeños contraataques para negar al enemigo una posición disputada,[22]​ lo que suele ser muy costoso en vidas y material, por lo que para minimizar las bajas se prefiere ceder la iniciativa (defensa pasiva).[23]​ Según Clausewitz, la defensa activa también requiere movilidad y sorpresa constantes pero advierte que es mejor porque jamás es bueno ceder la iniciativa.[24]​ Por ejemplo, en Falkirk los piqueros escoceses formaron en grandes círculos (schiltron) con los que rechazaron una primera carga de los caballeros ingleses. Pero sus formación estaban inmóviles así que no aprovecharon de contraatacar y como eran muy densas eran un blanco perfecto para los arqueros ingleses, que les diezmaron con una lluvia de proyectiles hasta que se abrieron grandes huecos en sus círculos por donde atacaron los caballeros.[25]​ En palabras de Sun Tzu: «La invencibilidad reside en la defensa; la posibilidad de la victoria, en el ataque».[26]

También podía ser algo fortuito lo que impidiera el contraataque. En Malplaquet, el duque Claude de Villars formó una línea defensiva con la que resistió los ataques británicos, holandeses y austriacos del duque John Churchill.[27]​ En lugar de atacar por un solo flanco, táctica típica del siglo XVIII, los aliados atacaron ambos extremos de la línea francesa,[28]​ forzando a los franceses a debilitar su centro. Finalmente, cuando los aliados estaban diezmados Villars preparó su contraataque, sin embargo, fue herido de un disparo y la operación se canceló.[29]​ Churchill aprovechó de cargar contra el centro francés, pero su caballería estaba tan agotada que no pudo sacar partido de la ruptura[30]​ y los franceses se retiraron en orden.[31]

Ejemplos[editar]

A inicios de la Antigüedad las tácticas básicas eran el ataque frontal y la defensa posicional. Las armas eran poco efectivas y la movilidad limitada, así que los atacantes no podían hacer maniobras más complejas como un flanqueo ni los defensores reaccionar a tiempo ante una penetración de su línea.[4]​ Fue con el desarrollo de las profesionales legiones romanas que está táctica se uso con más frecuencia.[1]

El historiador español José Lago indica que Cayo Mario en Aquae Sextiae, Cayo Julio César en Bibracte y Cayo Suetonio Paulino en Watling Street derrotaron a adversarios muy superiores en número formando en un terreno elevado y rodeado de árboles que impidieron que fueran flanqueados. Cuando los bárbaros cargaron la línea de legionarios aguantó y esperó hasta agotarlos con una lluvia de jabalinas y luego con sus espadas para contraatacar arrollándolos colina abajo.[32]​ En el caso de Mario se agrega el hecho que imitó a Aníbal Barca, pues ocultó una pequeña fuerza que atacó al enemigo por la retaguardia en el momento preciso como en Trebia. Se cree que fue Lucio Cornelio Sila quien introdujo entre los romanos el uso extensivo de trincheras y empalizadas en el campo de batalla, como en Orcómeno y Praeneste.[33]​ Algo que continuó Lucio Licinio Lúculo en Cícico[34]​ y Julio César en casi todas sus batallas después de Bibracte, pasando a fortificar siempre sus posiciones defensivas antes de permitir a sus enemigos atacarlo.[35]​ Sin embargo, los romanos también la padecieron, pues en Zela, los legionarios atacaron el campamento de Mitrídates VI de Ponto, pero fueron rechazados y empujados contra una trinchera que el rey póntico había hecho construir y ocultar.[36]

Muchos siglos después, Belisario y Narsés en la guerra gótica dejaban a los ostrogodos cargar con su caballería por el centro intentando partir a los romanos en dos y así que su reserva de infantería entrara por la brecha, pero gracias al arco compuesto los romanos pudieron defenderse mejor antes de proceder a contraatacar.[37]​ En Dara, Belisario uso su superior conocimiento del terreno y las tácticas de los persas sasánidas para prepararse, construyendo una trinchera con la que resistió los asaltos de un enemigo mucho más numeroso para después sorprenderlos con un contraataque[38]​ contra el ala derecha de los persas[39]​ que desintegró el comando y control. En esta ocasión los romanos también demostraron la superioridad de su unidad de comando y la flexibilidad de sus líneas defensivas.[38]​ En otro caso, los heftalitas cavaron dos trincheras en una planicie, las ocultaron y colocaron a su ejército detrás, existiendo un pequeño paso de tierra entre ambas.[40]​ Enviaron a su vanguardia a provocar al rey sasánida Peroz I, quien ordenó perseguir a esos heftalitas.[41]​ La vanguardia se unió al grueso de su ejército pasando por el estrecho corredor, mientras las primeras líneas de persas fueron cayeron en las trincheras, siendo aplastadas por las que venían en retaguardia.[42]​ Luego, los heftalitas se abalanzaron sobre todo persa que no había caído.[43]

Durante la Edad Media, esta táctica fue usada por los ingleses durante la guerra de los Cien Años en Crecy, Poitiers y Azincourt, quienes ponían setos con estacas afiladas y baches para detener las cargas de los caballeros pesados franceses mientras los diezmaban con sus arcos largos. Algo similar consiguieron hacer los piqueros escoceses en Bannockburn.[2]Jan Žižka también la empleó en las guerras husitas.[1]

Durante la campaña contra el Reino de Prusia en 1806 Napoleón afirmaba: «Todo el arte de la guerra consiste en una defensa bien razonada y extremadamente prudente, seguida de un ataque rápido y audaz».[44]​ El emperador francés utilizó esta táctica durante Austerlitz: «el contraataque es el alma de la defensa y que, tanto en la defensa como en el ataque, el enemigo debe ser mantenido a raya en toda su línea, mientras que el golpe decisivo se da en el lugar y momento favorables».[45]​ El británico Arthur Wellesley también uso el contraataque de forma exitosa después que el mariscal francés André Masséna se debilitara atacando las tres líneas de Torres Vedras (apoyadas por tácticas de tierra arrasada y guerra de guerrillas).[2]

Durante la primera guerra mundial, los británicos lanzaron una ofensiva contra las trincheras alemanas en Cambrai, sin embargo, en menos de un mes el general Georg von der Marwitz ordenó un exitoso contraataque. Al cabo de un mes, los británicos habían sufrido enormes pérdidas con muy pocas ganancias territoriales.[46]​ De hecho, el capitán alemán Willy Rohr fue clave al desarrollar y formar unidades especializadas en lanzar contraataques llamadas Sturmabteilung, «destacamentos de asalto».[47]​ Después del conflicto, el general alemán Waldemar Erfurth señalaba como se consideraba a la «ofensiva-defensiva», es decir, la combinación de operaciones ofensivas con tácticas defensivas como la forma más efectiva de guerra moderna por sus buenos resultados en el anterior enfrentamiento.[48]

En períodos en que la movilidad y potencia de fuego superan a la tecnología defensiva, como durante la segunda guerra mundial, la guerra favorece al atacante y la habilidad para contraatacar se vuelve fundamental.[4]​ Para enfrentar la guerra relámpago, los soviéticos crearon un sistema de defensa en red: primero, varias líneas de puntos fuertes que se dan soporte entre sí retrasan y desgastan el avance del atacante; segundo, se lanzan grandes contraataques.[49]

En el frente oriental los soviéticos crearon grandes sistemas defensivos en Moscú y Kursk que consiguieron detener las ofensivas alemanas antes de realizar sus propias contraofensivas y hacerlos retroceder.[50]​ Otro ejemplo sería Stalingrado, en que la guarnición soviética consiguió defender la ciudad y distraer a los alemanes, mientras el mariscal Gueorgui Zhúkov preparaba su famoso contraataque contra los flancos de los asaltantes.[14]​ En Kohima, el general británico Montagu Stopford atrajo al ejército japonés permitiéndole tomar algunos valles entre montañas, pero resistió en las posiciones principales gracias a la preparación previa y el apoyo aéreo. Luego, con los japoneses agotados les atacó y les hizo perder todo lo ganado.[51]

Durante la guerra de Ucrania en 2022, los ucranianos consiguieron alternar los principios de moverse, golpear y protegerse de forma exitosa. Deteniendo la ofensiva rusa sobre Kiev y luego recuperando el territorio.[52]

Chandler también considera que se da cuando un ejército sitia a su enemigo y luego es sitiado a su vez por una fuerza de relevo, la que consigue rechazar. Por ejemplo, a Julio César en Alesia o Eugenio de Saboya en Belgrado.[51]

Notas[editar]

  1. Otros usos para dicha reserva son darle profundidad a la defensa mediante una segunda línea defensiva o bloquear el ataque enemigo reforzando puntos débiles de la primera línea.[7]

Referencias[editar]

  1. a b c d IDF. The Seven Classic Maneuvres of war. Medium. Publicado el 26 de octubre de 2016.
  2. a b c d e f Chandler, 1974, p. 17.
  3. Leonard, 2011, p. 130.
  4. a b c d e f g Chamley, David C. (1990). A View On Counterattacks In The Defensive Scheme Of Maneuver. Web Global Security.
  5. Erfurth, 1991, pp. 557-558.
  6. Leonard, 2011, pp. 421-422.
  7. Leonard, 2011, p. 422.
  8. Leonard, 2011, p. 162.
  9. Dornstadter, 2010, p. 49.
  10. Zaloga, 2023, p. 32.
  11. Greene, 2010, p. 415.
  12. Du Picq, 1947, p. 167.
  13. Leonard, 2011, p. 127.
  14. a b Cavatore, 2012, p. 190.
  15. Olsen, 2011, p. 51.
  16. Sun Tzu 10.6 (Mooney, 2017, pp. 128-129).
  17. Sun Tzu 10.7 (Mooney, 2017, p. 129).
  18. Chandler, 1978, pp. 17-18.
  19. a b Chandler, 1978, p. 18.
  20. a b McNab, 2017, p. 32.
  21. Phillips, 2012, p. 79.
  22. Leonard, 2011, p. 4.
  23. Leonard, 2011, p. 408.
  24. Erfurth, 1991, p. 557.
  25. Armstrong, 2011, pp. 74-75.
  26. Sun Tzu 4.5 (Tooney, 2017, p. 50).
  27. Weir, 2006, p. 372.
  28. Weir, 2006, p. 371.
  29. Weir, 2006, p. 373.
  30. Weir, 2006, pp. 373-374.
  31. Weir, 2006, p. 374.
  32. Lago Marín, José Ignacio. La legión en combate. Las legiones de Julio César. Publicado el 10 de diciembre de 2002.
  33. Potter, 2009, p. 130.
  34. Potter, 2009, p. 131.
  35. Potter, 2010, p. 325.
  36. Mayor, 2009, p. 310.
  37. Alexander, 2007, p. 52.
  38. a b Dornstadter, 2010, p. 48.
  39. Dornstadter, 2010, p. 50.
  40. Procopio I.4.7 (Dewing, 1914, p. 23).
  41. Procopio I.4.11 (Dewing, 1914, p. 25).
  42. Procopio I.4.12 (Dewing, 1914, p. 25).
  43. Procopio I.4.32 (Dewing, 1914, p. 31).
  44. Plon, 1863, p. 10 (no. 10558).
  45. Burton, 1912, p. 93.
  46. Tucker-Jones, 2016, p. 92.
  47. Zabecki, David T. (2015). Military Developments of World War I. International Encyclopedia of the First World War.
  48. Erfurth, 1991, p. 558.
  49. Cain, 2014.
  50. Harrison, 2010, p. 308.
  51. a b Chandler, 1978, p. 17.
  52. Fox, Amos C. Move, strike, protect: An alternative to the primacy of decisiveness and offense or defense dichotomy in military thinking. Association of the United States Army (AUSA). Publicado el 7 de junio de 2023.

Bibliografía[editar]

Clásica[editar]

Los libros son citados en números romanos y capítulos y párrafos en números arábigos. Entre paréntesis aparecen los apellidos de los traductores de las ediciones usadas con el año correspondiente y las páginas citadas.

Moderna[editar]