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Colonización griega

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La colonización griega fue un fenómeno migratorio provocado por factores diversos mediante el cual los griegos se expandieron por gran parte del Mediterráneo fundando asentamientos permanentes y estableciendo relaciones con los pueblos indígenas. Los griegos usaban el término apoikia para designar una colonia, cuyo significado comportaba la idea de trasladarse en busca de un nuevo hogar.

Se pueden distinguir dos periodos en los que se produjeron estas migraciones:

  • «Colonización protohistórica»: la que se produjo en los primeros siglos del primer milenio a. C. Ante la presión ejercida sobre la Grecia continental por las migraciones procedentes del norte de la península balcánica de pueblos indoeuropeos, grupos de griegos de la península helénica se establecieron en las costas de Anatolia. Testimonios indirectos de este periodo se encuentran en la repartición dialectal y en las tradiciones mitográfica y mitológica.[nota 1]
  • «Colonización histórica» o «segunda colonización» o simplemente «colonización»: la expansión de los griegos por todo el Mediterráneo entre los siglos VIII y VI a. C., y, con menor frecuencia, durante el V.[1]

Este artículo se centra en el segundo de los periodos. Para las migraciones del primer periodo, véase Primera colonización griega.

Mapa de los territorios y colonias de Grecia durante la Época arcaica.

Motivaciones

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Los conflictos internos

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Stasis se llama a toda crisis interior que conduce a la guerra civil. La colonización es una manera de evitar este tipo de guerra, del grupo que se halla en minoría fundando una nueva polis (ciudad). No se trata forzosamente de un conflicto entre la aristocracia y el pueblo, sino sobre todo de las luchas por el poder entre grupos aristocráticos, o de una posición en el interior del grupo dirigente, como es por ejemplo en Corinto.

El exceso demográfico

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Otro factor que se ha señalado como favorecedor de la colonización es el exceso demográfico en las metrópolis que provocaba una serie de problemas como la escasez de tierras y el hambre, entre otros.[2]​ Sin embargo, algunos estudiosos creen que las pruebas arqueológicas de este supuesto incremento demográfico han podido ser malinterpretadas y conceden mayor peso a las motivaciones sociales que a las demográficas.[3]

Las motivaciones comerciales

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El aprovisionamiento de la ciudad es una necesidad vital para la metrópoli. Se ha argumentado que la necesidad de abastecimiento de grano y la escasez de metales —especialmente hierro, cobre y plata— de las polis griegas pueden haber formado parte de las causas de la expansión colonial.[3]​ Sin embargo, la realidad sobre las motivaciones comerciales es bastante compleja. De hecho, algunos enfoques argumentan que el comercio se puede considerar más una consecuencia que una causa de la colonización.[2]

Las motivaciones no son siempre seguras, puesto que no se conoce siempre la situación de las metrópolis. Además, el volumen de intercambios entre la colonia y la métropoli era a menudo insuficiente para hacer vivir a la colonia. Las colonias griegas fundadas por razones comerciales son bastante raras: se puede citar las cleruquías de Atenas o Naucratis.

Condiciones y momentos de la partida

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La decisión y los actores

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Una colonia no se fundaba a título privado (salvo raras excepciones), sino que resulta de una decisión tomada por los dirigentes de la polis para tratar de solucionar ciertos problemas que podían ser de índole económico o político. En algunos casos se impedía que los colonos pudieran regresar.[3]

Para la fundación de una colonia, se presenta primeramente un proyecto a la asamblea. En caso de acuerdo el consejo aristocrático toma a su cargo la elección de las modalidades y las medidas concretas para designar quien va a partir. Hay que designar, entonces, un jefe de la expedición, llamado oikistes, que habitualmente era elegido entre la aristocracia.

En el marco del pensamiento mítico donde se otorga una parte importante a los dioses, las ciudades tienen necesidad de una sanción divina que sirva para confortar las decisiones humanas; la fundación de una colonia era arriesgada, y suscitaba el dolor entre los que debían partir, sin esperanza de regresar, y los que se quedaban. Se tiene la costumbre de ir a consultar el oráculo de Apolo en Delfos. El oráculo da una orientación geográfica general y da su consejo sobre un proyecto elaborado por la ciudad.

Una vez que los colonos llegan al nuevo establecimiento, el oikistes realizaba un acto fundacional. En un ritual religioso, se depositaba el fuego sagrado traído de la metrópoli en el pritaneo. Entre las funciones del oikistes también estaba el trazado de la nueva ciudad, la distribución de las tierras y el establecimiento de leyes y otras instituciones de carácter religioso o político.[4]

Los criterios de elección

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Decreto concerniente a la fundación de la colonia de Brea en Tracia, hacia 445 a. C. (IG I³ 46) (Museo Epigráfico de Atenas).

El lugar donde la colonia se establecía debía tener un fácil acceso por mar y debía ser fácil de defender (en una isla próxima a la costa, en un promontorio o en una colina). Por otra parte, el lugar debía estar rodeado de un territorio que cuente con suficientes tierras de labor. Por ello, algunas colonias costeras que inicialmente disponían de pocas tierras tuvieron posteriormente que trasladarse al interior. Además, se observa que evitaban las regiones donde vivían previamente pueblos bastante estructurados en el plano político.[5][3]

Estos criterios requieren algunos comentarios. Antes que nada, la facilidad de acceso por mar es indispensable. Se trata pues de un truismo. En consideración de los factores que empujan a la fundación de una colonia, la necesidad de aligerar la presión demográfica sobre el territorio de la metrópoli, los otros criterios son todos indispensables. Estos oráculos son pues una llamada de lo que será necesario para la colonia. Además la reunión en el mismo lugar de tantos factores favorables sobre un sitio que no está ocupado es imposible. Pues, cuando los colonos desembarcan, deben expulsar forzosamente a los predecesores. Y bien que los relatos de fundación no evocan nunca un episodio violento en el origen de la ciudad, las excavaciones muestran, cada vez que se desciende bajo del nivel griego, un nivel de incendio que prueba que la instalación de la colonia no se ha hecho de forma pacífica.[cita requerida]

Caracteres específicos de los nuevos establecimientos

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Relaciones de las colonias con sus metrópolis

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Pese a que las nuevas colonias eran independientes de su metrópolis, seguían manteniendo entre sí lazos profundos. Los colonos llevan todo un bagaje afectivo que los unía con su metrópolis —pertenencia a linajes comunes, dialecto común— y que en cierta medida los hacían depender filialmente de ella.[4]​ Los vínculos eran también religiosos: se parte con el fuego sagrado de la metrópolis y los colonos conservan generalmente las mismas prácticas de culto que las de su ciudad de origen.[5]​ Se realizaban desplazamientos de la metrópolis a la colonia y viceversa durante grandes fiestas religiosas.

En el plano político, en la colonia se conservaban generalmente las instituciones de la metrópolis, al menos al principio. En ocasiones se forjaron alianzas militares entre ambas. Sin embargo se dieron casos en los que una colonia se encontraba enfrentada en el curso de una guerra a su metrópolis: por ejemplo el conflicto entre Corcira y su metrópolis Corinto fue el origen de la guerra del Peloponeso.[3]

La metrópolis y sus colonias también se beneficiaban mutuamente de intercambios comerciales. Al principio, estos son bastante modestos. Poco tiempo después, se asiste, sin embargo, a una verdadera explosión. Así, la riqueza de las gentes de Sibaris es legendaria.

Relaciones de las colonias con los indígenas

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Las relaciones de las colonias con los pueblos que previamente habitaban los lugares donde se asentaron fueron de diversa índole, sobre todo teniendo en cuenta que los contextos geográficos en los que se fundaron las colonias a veces eran muy heterogéneos.

Los testimonios escritos y arqueológicos indican que habitualmente los indígenas tuvieron una actitud favorable hacia los colonos y coexistieron pacíficamente estableciendo relaciones materiales y culturales sólidas. Sin embargo, también hubo casos de enfrentamientos violentos entre ambas comunidades, como en la isla de Tasos. También se produjeron conflictos en Sicilia y en Heraclea Póntica cuando los griegos necesitaron indígenas como mano de obra para trabajar tierras de cultivo y realizaron con ellos pactos de servidumbre. En ocasiones los indígenas se convirtieron en esclavos.[4]

Ubicaciones

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Entre los siglos VIII y VI a. C. los griegos se expandieron por amplias zonas geográficas en el proceso colonizador. Las colonias más antiguas se establecieron en el área del mar Tirreno. Además de esta zona, las colonias se extendieron en el sur de Italia, en la isla de Sicilia, en torno al mar Negro, en el norte del mar Egeo, y en algunas regiones del Adriático, del norte de África y del Mediterráneo occidental.

Macedonia y Tracia

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Se fundaron numerosas colonias en el norte del mar Egeo, principalmente en la península Calcídica pero también en la región de Tracia.

La península Calcídica fue colonizada por eubeos, principalmente de Calcis, y por eso la península adquirió el nombre de «Calcídica». Los asentamientos más importantes de los eubeos en Calcídica fueron Olinto (que se estableció en colaboración con los atenienses), Torone, Mende, Sermile, Afitis y Cleonas en la península de Athos. Otras colonias importantes en Calcídica fueron Acanto, fundada por colonos de Andros y Potidea, una colonia de Corinto. Los tasios con la ayuda del ateniense Calístrato de Afidnas fundaron la ciudad de Dato. Durante la guerra del Peloponeso, los atenienses dirigidos por Hagnón, hijo de Nicias, fundaron la ciudad de Ennea Hodoi (Ἐννέα ὁδοὶ), es decir, «Nueve Caminos», ubicada en una colina al norte de Anfípolis.[6]

En Macedonia, los eubeos fundaron Metone. Los jonios de la costa de Asia Menor fundaron muchas otras colonias en la región de Tracia. Las colonias importantes fueron Maronea y Abdera. Los samios colonizaron la isla de Samotracia, de donde proviene su nombre. Finalmente, los parios colonizaron Tasos.

Magna Grecia y Sicilia

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Magna Grecia fue el nombre dado por los romanos a las zonas costeras del sur de Italia y Sicilia, que fueron ampliamente pobladas por los griegos.

Las primeras colonias en esta zona fueron fundadas por griegos de Eubea. En la isla de Isquia dundaron Pitecusas y posteriormente, frente a ella, en tierra firme, fundaron Cumas y, más al sur, Regio. Otras colonias destacadas en el sur de Italia fueron Tarento, fundada por espartanos; Crotona, Metaponto y Síbaris, fundadas por aqueos y Locros Epicefiria, fundada por locrios.

En Sicilia fueron importantes las colonias de Naxos, Catana, Leontinos y Zancle, fundadas por eubeos; Siracusa, fundada por corintios; Mégara Hiblea, fundada por megarenses y Gela, fundada por rodios y cretenses. A su vez, Acragante fue fundada por colonos de Gela y Selinunte por colonos de Mégara Hiblea.[7][8]

Mar Jónico e IIiria

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La región del mar Jónico y la de Iliria fueron colonizadas estrictamente por Corinto. Los corintios fundaron importantes colonias de ultramar en las rutas marítimas hacia el sur de Italia y el oeste, que lograron convertirlas en los principales emporios del lado occidental del Mediterráneo. Las colonias importantes de Corinto incluyeron Leucade, Astaco, Anaktorio, Accio, Ambracia y Corfú.

Mar Negro y Propóntide

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Aunque los griegos en un momento dado calificaron la costa del mar Negro de «inhóspita», según fuentes antiguas acabaron creando entre 70 y 90 colonias. La colonización del mar Negro estuvo liderada por los megareos y algunas ciudades jónicas como Mileto, Focea y Teos. Algunas de las colonias más destacadas en el área del mar de Mármara fueron Abido, Cardia, Cícico y Redesto. El estrecho del Bósforo estaba controlado por las colonias megarenses de Bizancio y Calcedón. En torno al mar Negro pueden destacarse las colonias de Sínope, Heraclea Póntica, Trapezunte, Panticapeo, Borístenes, Istros y Apolonia. La mayoría de las colonias de la región del mar Negro y Propóntide se fundaron en el siglo VII a. C.

Norte de África

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En el norte de África, en la península de Cirenaica, colonos procedentes de Tera fundaron Cirene, que evolucionó hasta convertirse en una ciudad muy poderosa en la región. Inicialmente los colonos mantenían buenas relaciones con los libios pero la llegada de mayor número de colonos provocó posteriormente conflictos con ellos. En Egipto fue fundada Náucratis por iniciativa de un sector de comerciantes de Asia Menor y de islas del Egeo. Esta colonia, que estaba controlada por el faraón de Egipto, llegó también a ser muy próspera al canalizar los intercambios comerciales entre griegos y egipcios.[7]

Mediterráneo Occidental

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En el lado occidental del Mediterráneo, los foceos fundaron Massalia en la costa de la Galia. A su vez, los masaliotas fundaron otras colonias, como Emporion en la península ibérica. Los foceos también llegaron a Córcega, donde fundaron Alalia.

Análisis contemporáneo del proceso de colonización

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El proceso de colonización es un fenómeno complejo. Se puede argüir que comenzó como una secuela del colapso de la civilización micénica, como sugiere C. G. Thomas.[9]​ Según dicho autor, esta civilización se caracterizó por su desunión política: muchos reinos en estado de guerra y elevada competición comercial entre ellos. Opina que la «uniformidad cultural» era consecuencia del boyante comercio. Tras el declive generalizado únicamente unos pocos centros conservaron su población, como Lefkandi y Atenas,[10]​ en otros por el contrario hubo movimientos migratorios: poblaciones aqueas que se trasladaron a Cilicia y Chipre,[11]​ que antecedieron al establecimiento de asentamientos griegos en la fértiles llanuras de Asia Menor.[12]

La ciudad de Pompeya, Italia aunque nunca fue una polis griega, cuando los etruscos suponían una amenaza, se alió con los griegos, quienes dominaban la bahía de Nápoles,[13]​ volviéndose su aliada comercial hasta la dominación romana.

Véase también

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Notas

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  1. Hay autores, sin embargo, que opinan que este periodo no constituyó una auténtica colonización, puesto que no se trató de que un sector de una polis decidiera irse a otro lugar para crear otra polis independiente, sino que lo que se producían en esta fase eran migraciones, en varias oleadas, de gentes mezcladas (cf. Luis García Iglesias (2000), Los orígenes del pueblo griego, pp.205-206, editorial Síntesis.

Referencias

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  1. Rosa Araceli Santiago Álvarez; Miguel Gardeñes Santiago (2002). «Interacción de poblaciones en la antigua Grecia: algunos ejemplos de especial interés para el Derecho internacional privado». Departament de Ciències de l’Antiguitat i de l’Edat Mitjana y Departament de Dret Privat de la Universitat Autònoma de Barcelona. pp. 11, nota 13. Consultado el 27 de abril de 2010. 
  2. a b VV.AA. (2013). «Perspectivas historiográficas sobre la colonización griega». Ab initio (8): 51-52. Consultado el 3 de noviembre de 2025. 
  3. a b c d e Gonzalo Bravo, Historia del mundo antiguo, pp.203,208-210, Madrid: Alianza (2008), ISBN 978-84-206-8272-6.
  4. a b c María José Hidalgo de la Vega, Juan José Sayas Abengochea, José Manuel Roldán Hervás (1998): Historia de la Grecia Antigua, pp. 104-107. Salamanca, Universidad de Salamanca. ISBN 84-7481-889-3.
  5. a b Luis García Iglesias (2000), Los orígenes del pueblo griego, pp. 256-257, Madrid: Síntesis, ISBN 84-7738-520-3.
  6. Tucídides IV,102.
  7. a b María José Hidalgo de la Vega, Juan José Sayas Abengochea, José Manuel Roldán Hervás (1998): Historia de la Grecia Antigua, pp.107-110. Salamanca, Universidad de Salamanca. ISBN 84-7481-889-3.
  8. Luis García Iglesias (2000), Los orígenes del pueblo griego, pp. 258-260, Madrid: Síntesis, ISBN 84-7738-520-3.
  9. C. G. Thomas (1970). A Myceanaean hegemony? A reconsideration, JHS, 40, pp. 184 y sigs.
  10. Desborough, V. R. d'A. (1965). The Greek mainland, c. 1150-c. 1000 B. C., pp. 213-228
  11. Vermeule. E. T. The fall of Mycenaean empire Archaelogy, n.º 13, pp. 66-75
  12. Finley, M. I. (1970) Early greece: the Bronze and Archaic Ages. Londres, p. 94
  13. Pompeya [1]