Batalla de Guadalete

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Batalla de Guadalete
Conquista musulmana de la Península Ibérica
Parte de conquista omeya de Hispania

El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. (Museo del Prado, Madrid).
Fecha Algún día entre el 19 y el 26 de julio de 711 (fecha tradicional)
Lugar Discutido (Cádiz)
Coordenadas 36°36′00″N 6°13′00″O / 36.6, -6.21667
Resultado Decisiva victoria del Califato Omeya
Beligerantes
Reino visigodo Califato Omeya
Comandantes
Rodrigo   Ṭāriq ibn Ziyād
Fuerzas en combate
Estimación medieval: 40.000-100.000[1]
Estimación de Lewis: 33.000[2]

Estimación de Collins: ~2500[3]
Estimación medieval: 187.000[4][5]
Estimación de Lewis: 10.000-15.000[6]
(posiblemente 12.000)[7]
Estimación de Collins: ~1900[3]
Bajas
Desconocidas Desconocidas

La batalla de Guadalete (en árabe clásico: معركة وادي لكة) es el nombre con el que se conoce una batalla que, según la historiografía tradicionalmente admitida, basada en crónicas árabes de los siglos X y XI, tuvo lugar en la Península Ibérica entre el 19 y el 26 de julio de 711 cerca del río Guadalete (Bética) y cuyas consecuencias fueron decisivas para el futuro de la península. En ella el rey godo Rodrigo fue derrotado y probablemente perdió la vida a manos de las fuerzas del Califato Omeya comandadas por Táriq ibn Ziyad. La derrota fue tan completa que supuso el final del estado visigodo en la península ibérica.

Algunos estudiosos contemporáneos negaron la ubicación tradicional de la batalla y sostuvieron que tuvo lugar entre Medina-Sidonia y la laguna de La Janda, lo que hizo que en tiempos más recientes se haya conocido también como Batalla de la laguna de La Janda o del río Barbate. Sin embargo, Sánchez Albornoz, que reconstruyó los hechos a partir de los archivos cristianos y las crónicas árabes, aportó nuevos datos y testimonios que respaldaban que Wadi Lakka era efectivamente el río Guadalete, y que sería cerca de la despoblada ciudad hispano-romana de Lacca (acaso el Castrum Caesaris Salutariensis[8]​), junto a la fuente termal del Cortijo de Casablanca, a 7 km al sur de Arcos de la Frontera, en la Junta de los Ríos Guadalete y Majaceite, precisamente donde los antiguos habían situado el encuentro bélico.[9]

Antecedentes

De acuerdo con las fuentes disponibles,[10]​ el caudillo Táriq estaba bajo las órdenes de Musa ibn Nusair, gobernador del norte de África, el cual en connivencia con el conde de Ceuta Don Julián, gobernador y vasallo de Don Rodrigo pero con lazos de fidelidad con el anterior rey Witiza (tras la muerte de Witiza comenzó una guerra de sucesión y los Omeyas llegaron a la península en apoyo a los hijos de Witiza), habría planeado la invasión de península ibérica, facilitándole el cruce del estrecho de Gibraltar en la noche del 27 al 28 de abril de 711.[11]

Aunque esto puede no ser más que una adaptación a la realidad de un poema medieval posterior que esgrimía la violación de la hija de Don Julián por parte de Rodrigo, lo cual habría incitado la traición de éste. En todo caso, está claro que las fuerzas omeyas fueron llamadas por los hijos de Witiza.

Las antiguas crónicas sobrevaloran el número de efectivos de ambos bandos que participaron en la batalla, llegando a contar 100.000 soldados en el lado visigodo.[12]​ Es muy probable que el general omeya Táriq desembarcase en Tarifa unos 7000 soldados de a pie bereberes, tomando Carteia y posteriormente Algeciras, donde rechazó el ataque de Bancho o Sancho, sobrino de Rodrigo que había salido a su encuentro.

Poco después recibía 5000 refuerzos enviados por el califato.[12]​ Sumaban 10.000 bereberes, 2000 árabes y 600 negros.[13]

Mientras todo esto acontecía, el rey visigodo se encontraba en el norte de la península ibérica combatiendo a los vascones en Pamplona. La noticia le tarda en llegar dos o tres semanas. La crisis que padecía el reino visigodo en aquellos fatídicos momentos, con continuas confabulaciones y guerras fratricidas entre la nobleza para hacerse con el trono, limitaron considerablemente el margen de maniobra de Rodrigo a la hora de reclutar un ejército con que hacer frente a la invasión, viéndose obligado a aceptar la interesada ayuda de los witizanos, cuya traición desconocía. Tal como fuere pudo organizar precipitadamente en Córdoba un ejército de 40.000 hombres y partir al encuentro de Táriq.[14]

Estimaciones modernas dicen que sólo 2000 musulmanes y 2500 visigodos participaron en la batalla.[12]

La batalla

La batalla de Guadalete, de Salvador Martínez Cubells. (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid).

De acuerdo a las crónicas, el choque tuvo lugar en Wadi Lakka, sitio que según algunos historiadores podría situarse en Barbate o en la propia Medina-Sidonia o, según otros, que coinciden con la historiografía clásica, en el río Guadalete. Durante dos días ambos bandos se tantean en sangrientas escaramuzas.

Una vez empezada la batalla, los hijos de Witiza, que comandaban los flancos, se separaron del ejército visigodo, dejando a Rodrigo en inferioridad numérica y técnica contra los musulmanes.[15]​ Al parecer, los bereberes, con su caballería ligera y sus ataques rápidos y letales, diezmaron a las rodeadas fuerzas leales al monarca godo tras un duro combate. El caballo de Rodrigo fue encontrado asaetado a orillas del río,[16]​ con lo que se especuló con que el monarca pudo haber escapado, aunque también que su cadáver fue arrastrado por la corriente. Nunca se volvió a saber de él.

La destrucción de la fuerza visigoda ante el engaño de los witizianos, el desconocimiento total del modo de combatir bereber y la probable muerte de Rodrigo dejó la puerta abierta a Táriq para apoderarse de Toledo a finales del mismo año 711. Desprotegida al llevarse consigo Rodrigo su comitatus y a los spatarios de su guardia real, la ciudad no opuso resistencia.

Consecuencias

La batalla de Guadalete se convirtió en el inicio de la conquista musulmana de la Península Ibérica.

El fulminante avance del ejército musulmán vino motivado por el posterior desconcierto en las filas godas tras la aplastante derrota del ejército real y la muerte del monarca, aumentado por la rápida caída de la capital que evitó la elección de un nuevo rey y el establecimiento de una línea de resistencia. Lejos podían suponer los conjurados que su petición de ayuda para recuperar el trono a cambio de tributos les iba a costar tan caro y cuáles eran las verdaderas intenciones de conquista de los árabes.

En el devenir que tomaron los hechos hubo factores importantes que lo propiciaron, como los numerosos descontentos que se unieron a las fuerzas invasoras, encontrando la colaboración de la población iberorromana, que no tenía derecho a participar en el gobierno (salvo en el de la Iglesia) y que veía en el nuevo invasor un posible aliado contra los germanos. También se habla de la ayuda de la población judía, la cual venía siendo perseguida por la monarquía católica visigoda, y de gran parte del resto de la población que no opuso resistencia, exasperada por las continuas hambrunas y epidemias y deseosa de una estabilidad política.

Portada de La crónica del rey Rodrigo, que recoge las tradiciones sobre el último rey Visigodo y la pérdida cristiana de la Península Ibérica.

Musa, receloso de los éxitos de Tariq, decidió intervenir personalmente en el 712, al mando de un ejército de 18.000 hombres, en su mayoría árabe.[17]​ Su objetivo era restablecer la legítima autoridad que sólo le competía a él en su calidad de gobernador de Ifriquiya-Magreb. La expedición, que tenía como meta Toledo, arranca en Algeciras y continúa por Carmona, Sevilla y Mérida hasta que, en la comarca toledana, Tariq y Musa unen sus fuerzas y continúan la ocupación del valle del Ebro, Asturias y Galicia sin encontrar apenas resistencia.

El hijo de Musa, Abd al-Aziz, entretanto ocupaba el cuadrante sureste, Málaga, Granada y Murcia; firmando el 5 de abril de 713 un pacto con el godo Teodomiro en el que se le sometía a cambio de total autonomía, respetándose a sus súbditos libertades, posesiones y religión. En menos de 3 años desde Guadalete, casi la totalidad de la Península está en poder del Islam y se intenta invadir el resto de Europa a través del reino franco merovingio.

Musa y Tariq fueron llamados para rendir cuentas a Damasco por el califa, y Musa, sin tener facultad para ello, nombró a su hijo gobernador (walí) de al-Andalus, cuyo gobierno estuvo orientado al afianzamiento del dominio musulmán.

Se ha discutido por parte de algunos historiadores tanto la veracidad como la trascendencia de esta batalla,[18]​ que bien podría no haber sido más que un enfrentamiento de pocos centenares de hombres. Es considerado, sin embargo, como desencadenante de la conquista musulmana de la península ibérica, que supondría la desaparición del reino visigodo peninsular.

Tradicionalmente se ha considerado que entre las huestes derrotadas que huían hacia el norte del campo de batalla y de la caída de Toledo se encontraría muy probablemente Don Pelayo, legendario precursor de la Reconquista tras la batalla de Covadonga.

Véase también

Referencias

  1. The Muslim conquest and settlement of North Africa and Spain. ʻAbd al-Wāḥid Dhannūn Ṭāhā. Routledge, 1989, pp. 89.
    The scale of Roderic's army has been greatly exaggerated. It is estimated that it numbered between 40,000 and 100,000 men.
  2. Davis L. Lewis (2008). God's Crucible: Islam and the Making of Europe, 570–1215. W.W. Norton & Company, Nueva York, pp. 123-124, ISBN 978-0-393-06472-8.
  3. a b Roger Collins (2005) [2004]. La España visigoda, 409–711. Editorial Crítica, Barcelona, pp. 141, ISBN 84-8432-636-5.
  4. José Antonio Mases (2001). Asturias vista por viajeros románticos extranjeros y otros visitantes y cronistas famosos: siglos XV al XX. Volumen I. Ediciones Trea, Gijón, pp. 447
  5. José María Escandón (1862). Historia monumental del heróico Rey Pelayo y sucesores en el trono cristiano de Asturias. Imprenta de La Esperanza. Editor A. Dubruill, Madrid, pp. 188. Basandóse en la Crónica de Alfonso III, versión "Crónica Sebastianense".
  6. Thomas F. Glick (2005) [1979]. Islamic and Christian Spain in the early Middle Ages. BRILL, Universidad de Princeton, pp. 21, ISBN: 978-0-691-05274-8.
  7. Glick, pp. 19-20.
    after a small reconnoitering expedition led by Tarīf in the summer of 710, a party of 7,000 Berbers under the command of Ṭāriq ibn Ziyād al-Layti landed near Gibraltar (...) on or about April 28, 711. Tāriq the occupied the area around Algeciras, sent a request for 5,000 aditional troops of the governor of Islamic North Africa, Mūsa ibn Nusayr (...)
  8. http://books.google.es/books?id=fJOdVsdy_IAC&pg=PA349&lpg=PA349&dq=lacea+guadalete&source=bl&ots=]LFlmkAM827&sig=MKUtuZBd1kV1R4hW3HB4X8GVlVk&hl=en&sa=X&ei=1MKKUY70A4iu7Abp5IDoAg&redir_esc=y#v=onepage&q=lacea%20guadalete&f=false
  9. Claudio Sánchez Albornoz, Orígenes de la nación española. Estudios críticos sobre la Historia del reino de Asturias. Oviedo, tomo I: 1972
  10. Sánchez Albornoz cita diversas fuentes cristianas y musulmanas: un Anónimo mozárabe de 754, el Ajbar Maymuia, el Fath Al-Andalus, Ilbn al-Atir, Ximénez de Rada, Al-Himiyari y Al-Maqqari.
  11. Como prueba indudable de la existencia de la traición, Sánchez Albornoz cita, entre otros, a Ibn al Qutiya, descendiente de Sara, nieta de Witiza, quien exalta orgulloso el que gracias a la intervención de sus abuelos el Islam hubiese penetrado en tierras del Al-Andalus.
  12. a b c Axelrod, Alan (2009). Little-Known Wars of Great and Lasting Impact. Beverly: Fair Winds, pp. 41. En inglés. ISBN 9781616734619.
  13. Abellán Pérez, Juan (2005). El Cádiz islámico a través de sus textos. Cádiz: Servicio Publicaciones UCA, pp. 94. ISBN 9788496274846.
  14. La batalla del Guadalete
  15. Axelrod, 2009: 41-42
  16. Otro fin describe el romancero, para los que ni el caballo, Orelia, aparece asaeteado ni Rodrigo fue arrastrado por el río.
    La derrota de don Rodrigo:
    Las huestes del rey Rodrigo
    desmayaban y huían
    cuando en la octava batalla
    sus enemigos vencían
    Rodrigo deja sus tierras
    y del real se salía;
    solo va el desventurado,
    que no lleva compañía.
    El caballo de cansado,
    ya mudar no se podía:
    camina por donde quiere,
    que no le estorba la vía.
  17. Axelrod, 2009: 43
  18. Ignacio Olagüe, La Revolución Islámica en Occidente, 2004 (ISBN 84-933871-1-8).

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