Ágrafa de Jesús

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Jesús alimentando a la multitud.

Se denominan ágrafa (singular ágrafon; en griego ‘no escrito’) a los dichos atribuidos a Jesús no contenidos en los evangelios canónicos.[1]​ El término fue utilizado por primera vez por Johann Gottfried Körner, un teólogo alemán, estudioso de la Biblia en 1776.[2]

En el Evangelio de Juan (Jn 20,30: 21,25), San Juan deja constancia de que no estaba escrito todo lo que había dicho y hecho Jesús.

Jesús hizo otras muchas señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.
Jesús hizo otras muchas cosas. Tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse.

Las ciencias bíblicas han ido recogiendo durante años los dichos y hechos de Jesús de fuentes antiguas extrabíblicas. Las primeras colecciones fundamentales fueron las de A. Resch, entre 1889 y 1906.

Fuentes[editar]

Los evangelios canónicos, según ellos mismos afirman, no contienen todas las cosas que Jesús pronunció en su vida. Esto generó en ciertos ámbitos la pregunta acerca de la completitud de la Biblia y si quizá alguna parte importante de su enseñanza se hubiese perdido. Así abundaron distintos conjuntos de dichos y frases atribuidas a Jesús que se han preservado en distintas fuentes. Este material forma parte de los ágrafa: son los dichos que originalmente no fueron registrados en los evangelios o se atribuyeron a Jesús de fuentes distintas a los evangelios canónicos.

Las fuentes de los ágrafa son al menos tres grupos:

1. Los ágrafa contenidos en los libros canónicos del Nuevo Testamento, obviamente fuera de los cuatro evangelios. Es el caso de los Hechos de los Apóstoles (Hch 20, 35).

En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir».

2. Los que citan los Padres Apostólicos (por ejemplo, Epístola de Bernabé 12,1) y los contenidos en las variantes de los códices del Nuevo Testamento.

De nuevo igualmente define acerca de la cruz en otro profeta, que dice: ¿Y cuándo se cumplirán estas cosas? Dice el Señor: «Cuando el madero se incline y se levante y cuando del madero destilare sangre». Ahí tienes otra vez cómo se habla de la cruz y del que había de ser crucificado.

3. Finalmente, fuentes apócrifas, fuentes judías así como en fuentes islámicas más tardías. Por ejemplo el Corán (19,30-33).

Dijo él: Soy el siervo de Alá. Él me ha dado la Escritura y ha hecho de mí un profeta. Me ha bendecido dondequiera que me encuentre y me ha ordenado la azalá y el azaque mientras viva, y que sea piadoso con mi madre. No me ha hecho violento, desgraciado. La paz sobre mí el día que nací, el día que muera y el día que sea resucitado a la vida.

Entre las fuentes apócrifas la más representativa es el Evangelio de Tomás, un escrito gnóstico con 114 dichos, algunos de ellos presentes en los evangelios canónicos y otros no.

En los Padres Apostólicos[editar]

En los escritos del primer siglo cristiano, llamado también período de los Padres Apostólicos por el hecho de que muchos escritores habían conocido a los apóstoles o a sus discípulos directos, se conservan algunos dichos transmitidos a viva voz por tradición oral. A veces sucede que estos dichos son recogidos en momentos muy tempranos y en lugares muy dispersos lo cual alimenta la hipótesis de que hayan sido diseminados como parte constitutiva del mensaje cristiano.

Sude en tu mano la limosna[editar]

El antiguo texto titulado Didaché o Enseñanza de los doce apóstoles, escrito a mediados del siglo I en Siria, contiene una cita que ha sido interpretada[3]​ como tradición oral de una enseñanza de Jesús de Nazaret:

Que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién das.

El autor hace esta cita de Jesús para justificar y explicar lo que había afirmado: «¡Ay del que recibe! Pues si recibe por estar necesitado, será inocente; mas el que recibe sin sufrir necesidad, tendrá que dar cuenta por qué recibió y para qué».[4][5]

Trescientos años más tarde, del otro lado del mediterráneo, Agustín de Hipona (354 – 430) en su comentario al salmo 102 vuelve a citar este ágrafon: «Enim dictum est "omni petenti te da", et de alio dictum est "desudet eleemosyna in manu tua, donec invenias iustum cui eam des"», que en español significa: «En efecto, ha sido dicho "da a todo el que te pida", y sobre el otro tema ha sido dicho: "sude la limosna en tu mano, hasta que conozcas al justo a quien se la das"».[6]​ No sabemos de qué texto lo leyó, pero efectivamente se repite la misma cita que en la Didaché, y la vuelve a repetir en su comentario al salmo 46,.[7]​ En ambas ocasiones se inicia la frase con «dictum est»: ha sido dicho. Más sorprendente es la cita que hace en su comentario al salmo 142, afirmando que «La escritura dice»: «Scriptura dicit: Sudet eleemosyna in manu tua...».[8]

También Casiodoro (c. 485 – c. 580), describiendo el salmo 40 en su Expositio in Salterium dice «Scriptum est etiam: Desudet eleemosyna in manu tua, donec invenias iustum, cui eam tradas», que quiere decir: «Está escrito también: sude la limosna en tu mano, hasta que conozcas al justo a quien se la des».[9]​ Similarmente el papa Gregorio Magno (c. 540 – 604) en su Regula Pastoralis afirma «Scriptum est: Desudet eleemosyna in manu tua»,[10]​ y lo mismo dice Bernardo de Claraval (1090 – 1153).[11]

Jesucristo Juez[editar]

Otro ágrafon recogido por los padres apostólicos es el que reporta Justino el Mártir (c. 100/114 - 162/168) en su obra Diálogo con Trifón: Justino expone una doctrina cristiana acerca del Juicio de Jesucristo, diciendo que según el antiguo Libro de Ezequiel (Ez 18:21-32) el justo que abandone la justicia será condenado, y el malvado que se arrepienta será perdonado, y que acerca de eso Jesús habría dicho:

En el estado en que os sorprenda, en ése también os juzgaré.[12]

Esto mismo reporta Clemente de Alejandría (c. 150 – c. 215) en Quis Dives Salvetur? (¿Quién es el rico que se salva?) en el capítulo 40, párrafo 2.

Mi misterio es para mí[editar]

Un ágrafon ciertamente menos claro que el anterior es aquel citado por Clemente de Alejandría en su obra Stromata, a veces llamada Miscelánea: en su quinto libro el décimo capítulo trata sobre la opinión de los apóstoles acerca de velar los misterios de la fe. Y dice Clemente Alejandrino:

El Señor anunció en Evangelio: mi misterio es para mí, y para los hijos de mi casa.[13]

Entre los siglos II y III se escribieron unas Homilías atribuidas a Clemente Romano, y en la decimonovena de ellas aparece lo siguiente «Y Pedro dijo: "Recordamos que nuestro Señor y Maestro nos ordenó, 'Guarden los misterios, para mí, y para los hijos de mi casa'"».[14]

Fuentes apócrifas[editar]

En 1897 y 1903 se descubrieron valiosos papiros que contenían estos dichos en Oxyrhynchus, Egipto. Las primeras tradiciones atribuían a san Mateo un libro donde se recogían estos dichos de Jesús.

Otros posibles dichos auténticos de Jesús se pueden encontrar en las fuentes cristianas no canónicas, tales como el evangelio de Tomás, el evangelio de Felipe, y los escritos de los primeros líderes cristianos como Clemente de Roma y Jerónimo de Estridón. Los escribas cristianos han preservado cientos de refranes de Jesús aparte de los evangelios, algunos de los cuales se suponen auténticos y otros legendarios.

El Evangelio de Marcos[editar]

San Marcos, el evangelista.

Otro ejemplo proviene del Evangelio de Marcos, donde un dicho de Jesús fue probablemente añadido al evangelio casi quinientos años después de que fuera escrito (Marcos 9, 49).

Y todo sacrificio será salado con sal.

La datación tardía de este dicho se demuestra por el hecho de que no aparece en los primeros manuscritos de Marcos, ni en latín ni en griego, y es por tanto probablemente inédito en las ediciones originales de Marcos.

Referencias[editar]

  1. Puig i Tàrrech, Armand (2008). «Palabras dispersas de Jesús (ágrafos)». Los evangelios apócrifos. Vol. I. Editorial Ariel. p. 51. ISBN 978-84-344-8782-6. 
  2. En su obra De sermonibus Christi agraphois
  3. «...el dicho -no escrito- del Señor...», Ruiz Bueno, Introducción a la Didaché, 6. Los dos caminos, dentro de la obra Padres Apostólicos y Apologistas Griegos del Siglo II, BAC, 2002.
  4. Traducción de Ruiz Bueno en op. cit. página 82.
  5. Para una lista exhaustiva de citas patrísticas a esta ágrafa ver Kurt Niederwimmer, Die Didache, Kommentar zu den Apostolischen Vätern, Göttingen 1993. que a su vez toma información de Antonio Casamassa, I Padri Apostolici, ediciones de la Universidad Lateranense 1938.
  6. Agustín de Hipona, In Psalmo 102. – PL 37,1326.
  7. Agustín de Hipona, In Psalmo 46. – PL 37,1910.
  8. Agustín de Hipona, In Psalmo 146.
  9. Expositio in Salterium, parte 1, salmo 40, párrafo 6. – PL 70,733 B
  10. Regula Pastoralis 3,2. – PL 77,84 CD
  11. Epístola XCV a Trustino, Arzobispo de York. (Ad Trustinum Archiepiscopum Eboracensem)
  12. Traducción Ruiz Bueno, Diálogo con Trifón, dentro de la obra Padres Apostólicos y Apologistas Griegos del Siglo II, página 1156, BAC, 2002.
  13. «παρήγγειλεν ό Κύριος εν τινι Εύαγγελίω, Μυστιφιον έμύν έμοϊ καϊ τοις νΐοϊς τον οϊχου μου», Stromata V,10 en PG 9,97
  14. Ver: Alezander Roberts y James Donaldson, Ante Nicene Fathers, volumen 8, Homilías Clementinas, Homilía XIX, Capítulo 20.

Bibliografía[editar]

  • Jeremias, Joachim (1992). Palabras desconocidas de Jesús. Salamanca: Ediciones Sígueme. ISBN 978-84-301-0698-1. 
  • Fagin, Giuseppe (1951). Logia, Agrapha, Detti extracanonici, 2 volúmenes. Florencia: Fussi. 

Enlaces externos[editar]