Melchor Rodríguez García

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 13:30 25 ago 2014 por Manuchansu (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.

Melchor Rodríguez García (Sevilla, 30 de mayo de 1893Madrid, 14 de febrero de 1972), también conocido como El ángel rojo, fue un sindicalista y anarquista español, concejal, delegado de prisiones y brevemente alcalde de Madrid, durante la Guerra Civil de España.

Biografía

Juventud

Hijo de Isidoro Rodríguez y María García. Melchor quedó huérfano de padre siendo un niño, al morir aquél en un accidente en los muelles del Guadalquivir. Su madre, costurera y cigarrera, tuvo que ocuparse por sí sola de sacar adelante a Melchor y a sus dos hermanos.

Melchor Rodríguez estudió en la escuela del asilo hasta la edad de trece años. A partir de entonces, acuciada su familia por una pobreza extrema, comenzó a trabajar como calderero en un taller de Sevilla. Ya en su adolescencia intentó labrarse camino en el mundo del toreo y abandonó su casa para recorrer diversas ferias y capeas con mejor o peor suerte. “El Cossío” (la enciclopedia taurina por antonomasia) contiene una referencia a Melchor Rodríguez, citado como único diestro que combinó el toreo con la política. Melchor toreó en Sanlúcar de Barrameda en 1913, y posteriormente en plazas cada vez más importantes hasta llegar a la de Madrid. Allí sufrió una grave cogida en agosto de 1918, retirándose en 1920 tras algunas corridas en Viso, Salamanca y Sevilla.

Finalizada su aventura taurina Melchor se trasladó a Madrid, donde comenzó a trabajar como chapista hacia 1921, año en que se afilió a la Unión General de Trabajadores (U.G.T.). Pronto se sintió atraído por los movimientos de lucha obrera de la capital, y se afilió a la Agrupación Anarquista de la Región Centro inmediatamente después de su fundación (carné nº 3). Poco después fue nombrado presidente del Sindicato de Carroceros, de corte anarquista, y pasó a militar en las filas de la CNT. Allí comenzó su lucha en favor de los derechos de los reclusos, incluso de aquellos de ideología contraria a la suya, lo que le costó la prisión en innumerables ocasiones durante la monarquía y la República.

Guerra civil

Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, las organizaciones anarquistas cooperaron con el gobierno. El 10 de noviembre, Melchor Rodríguez fue nombrado delegado especial de prisiones de Madrid. Desde este puesto intentó detener las sacas de presos de las cárceles de Madrid (traslados de grupos de reclusos que eran posteriormente fusilados en Paracuellos de Jarama y otros lugares cercanos a la capital), aunque ante distintas presiones e interferencias para que éstas prosiguiesen dimitió el día 14. Retomó su puesto el día 4 de diciembre tras las protestas del Cuerpo Diplomático y del presidente del Tribunal Supremo, Mariano Gómez. Sin embargo esta vez lo hizo con plenos poderes como Delegado General de Prisiones, otorgados por el entonces Ministro de Justicia del Gobierno republicano, el anarquista García Oliver. Solo entonces consiguó Melchor Rodríguez detener las matanzas de Paracuellos y la situación de terror de las cárceles, al precio de enfrentarse con algunos dirigentes comunistas que pretendían seguir con ello, como la Junta de Defensa de Madrid, controlada por los comunistas José Cazorla y Santiago Carrillo, y con gran riesgo de su vida en varias ocasiones según testimonios de numerosos testigos presenciales.

Tuvo pues la responsabilidad no sólo de vigilar los regímenes y prevenir las fugas, sino también de evitar las agresiones y linchamientos de presos[1]​ que algunas milicias y grupos armados efectuaron. En estos años, en varias provincias, se dieron varios casos de sacas y asesinatos de presos sospechosos de colaborar con el bando sublevado, muchos de ellos sin haber sido juzgados. Las principales causas fueron:

  • La entrega de armas, a raíz de la sublevación, a grupos muy politizados y con poca disciplina.
  • El recrudecimiento de las rivalidades políticas, ya existentes en los años anteriores, durante el largo sitio de Madrid que sufría frecuentes bombardeos de objetivos civiles.
  • El conocimiento de que las tropas rebeldes también mataban a gente, sin juicio previo, en la zona por ellos controlada.
  • La debilidad del gobierno republicano en los primeros meses de la guerra que hizo que no se castigaran debidamente estos asesinatos.

Una de las primeras medidas tomadas por Melchor Rodríguez como delegado de prisiones fue la implantación de una norma según la cual quedaba prohibida sin su autorización personal la salida de presos de las cárceles entre las 7 de la tarde y las 7 de la mañana. Esta orden supuso en buena medida el fin de los paseos nocturnos de prisioneros. La expresión era un eufemismo de la época para denominar a los numerosos asesinatos de reclusos que habían sido puestos en libertad poco tiempo antes, lo que solía suceder durante las horas de la noche.

Hacia finales de 1936 se ocupó de organizar y escoltar personalmente los convoyes de traslado de prisioneros desde Madrid hacia Alcalá de Henares, Alicante y otras localidades donde fue evacuada una gran parte de la población reclusa ante el avance del ejército rebelde, garantizando de ese modo que los prisioneros llegaban a su destino y no eran asesinados por el camino (como había sucedido frecuentemente antes de su nombramiento en lugares tales como Paracuellos de Jarama, a medio camino entre Madrid y Alcalá de Henares).

A finales de julio de 1936 Melchor se incautó, junto con tres colaboradores de su confianza, del Palacio de Viana, sito en el número 1 de la calle del Duque de Rivas de Madrid.[2]​ El palacio sirvió durante casi toda la guerra de refugio para muchas personas perseguidas como sospechosas de desafección al Gobierno, algunas de las cuales fueron rescatadas in extremis de la cárcel por el propio Melchor, cuando ya habían sido condenadas a muerte por un Tribunal Popular. Para ello Rodríguez García se valía de su prestigio revolucionario y su cargo público, dando entender a los captores que él y sus colaboradores (constituidos en una célula anarquista a la que denominaron "Los Libertos") se encargarían de aplicar la sentencia. El Palacio de Viana sufrió el impacto de una bomba de aviación, resultando heridas la mujer e hija de Melchor Rodríguez. La familia se trasladó entonces a un piso en el Paseo de Recoletos 23 de Madrid, en el que Melchor prosiguió sus actividades humanitarias. En numerosas ocasiones proporcionó documentos (tales como carnets de la C.N.T. o avales personales) a personas perseguidas, y gestionó el traslado de algunas de ellas a embajadas tales como la de Finlandia o Rumanía para garantizar su seguridad. En varias ocasiones llegó al extremo de proporcionar pasaportes y transporte a Francia a familias en peligro de muerte, y al menos en una ocasión acompañó personalmente a los evadidos hasta Perpignan (Francia).[3]

Una de las actuaciones más destacadas de Melchor Rodríguez tuvo lugar durante unos disturbios, después de que la aviación rebelde bombardease Alcalá de Henares (8 de diciembre de 1936). Una concentración de protesta en la que participaban milicianos armados llegó a la prisión de Alcalá, entrando los cabecillas hasta el primer rastrillo donde exigieron la apertura de celdas para linchar a varios presos. Rodríguez acudió a la prisión y arriesgó su vida enfrentándose a la turba durante varias horas. Dio orden de entregar armas a los reclusos en caso de que los asaltantes persistiesen en su empeño.[4][nota 1]

En esta y otras intervenciones similares (p.e. en la Cárcel Modelo de Madrid) consiguió personalmente impedir vejaciones o ejecuciones arbitrarias de reclusos, prácticas frecuentes hasta su llegada al cargo. Así salvó in extremis la vida de muchas personas, algunas de las cuales dieron después testimonio del humanitarismo de Melchor Rodríguez García (p.e. los militares Agustín Muñoz Grandes y Valentín Galarza, Ramón Serrano Súñer -que luego formaría parte de los gobiernos de Franco-, el Dr. Mariano Gómez Ulla, los hermanos Rafael, Cayetano, Ramón y Daniel Luca de Tena, el locutor Bobby Deglané, el futbolista Ricardo Zamora y los falangistas Rafael Sánchez Mazas y Raimundo Fernández-Cuesta, entre otros).

En otra ocasión, Melchor Rodríguez denunció que José Cazorla, Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid mantenía cárceles privadas ilegales, al parecer controladas por miembros del Partido Comunista. Rodríguez fue también nombrado concejal de Madrid, representando a la Federación Anarquista Ibérica. Segismundo Casado lo nombró alcalde de Madrid en los últimos días de la guerra, siendo él el encargado de traspasar los poderes a los franquistas cuando se rindió Madrid, el 28 de marzo de 1939.

Todas estas acciones, verdaderamente dignas del espíritu anarquista de los ideales que preconizaba, le valieron ser conocido por las gentes de la derecha como "El ángel rojo". A él se atribuye la famosa máxima: "Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas".

Informe Stepánov

Stoyán Minéyevich Ivanov, alias Stepánov, que fue un agente de Stalin desplazado a la España republicana en su informe recoge:

«...Melchor Rodríguez, anarquista. Antiguo director de las prisiones republicanas. De este sujeto que se pasea libremente por las calles de Madrid con los fascistas, el diario fascista Ya de 21 de abril de 1939, a la vez que insertaba una foto suya, afirmaba: "Melchor Rodríguez que, desde su puesto de director de Prisiones de la región del Centro, defendió valientemente a miles de nacionales encerrados en las cárceles rojas". Y después se incluye la siguiente entrevista:

-¿Por qué Vd., siendo anarquista, salvó la vida a tantos nacionales en el periodo rojo? -Simplemente era mi deber. Siempre me vi reflejado en cada preso. Cuando me encontraba en la cárcel, pedí protección a los monárquicos, a los derechistas, a los republicanos... a aquellos que se encontraban en el poder; entonces me consideré obligado a hacer lo mismo que había defendido cuando yo mismo estuve recluido en las cárceles, es decir, salvar la vida de estas personas.

-¿Le resultó fácil? -Ahora puedo decir con satisfacción que a menudo me arriesgué a perder la vida propia por salvar las de otros. Muchas veces en mi propio despacho me apuntaron al pecho con el cañón de un revólver. Salía del problema echándole valor. Cuando regresé a Madrid después de haber salvado de la muerte a 1.532 presos en Alcalá, tuve que escuchar unos tremendos insultos y amenazas de jefes de relevancia que hasta llegaron a acusarme de ser un fascista.

Tuve a menudo la posibilidad de huir de la zona republicana, pero no la aproveché, porque ¿quién se hubiese preocupado de los 12.000 presos que había en las cinco cárceles de Madrid, y de los 1.500 en la de Alcalá, de las 28 personas escondidas en mi casa y de muchas, muchas más? Solamente yo podía hacer esto. Ahora debo decir que estaba solo en este asunto. Ninguno de ellos, de los rojos, me prestó ayuda...»

Postguerra

Finalizada la guerra, la labor de Melchor no sólo no fue reconocida, sino que se le sometió a la misma represión que cayó sobre todos los derrotados. Al poco tiempo fue detenido y juzgado en dos ocasiones en consejo de guerra. Absuelto en el primero de ellos y recurrido éste por el fiscal, fue condenado, en un juicio amañado, con testigos falsos, a 20 años y un día, de los que cumplió cinco. Cabe destacar en la celebración de este segundo consejo de guerra la gallardía del general Agustín Muñoz Grandes, al que Melchor, como otros militares presos, había salvado en la guerra. Al término del Consejo de Guerra en el que se pedía para Melchor la pena de muerte y preguntando el fiscal si alguno de los presentes en la sala tenía algo que alegar, Muñoz Grandes se levantó, se presentó como Teniente General del Ejército y junto a su testimonio presentó miles de firmas de personas que el anarquista había salvado, en algunos casos con riesgo personal, como aval para salvar su vida. Pasó varios años de cárcel entre Porlier y Puerto de Santa María, donde cumplió la mayoría de su condena.

Cuando salió en libertad provisional, en 1944, Melchor Rodríguez tuvo la posibilidad de adherirse a la dictadura instaurada por los vencedores y ocupar un puesto -que le ofrecieron- en la organización sindical franquista o bien vivir en un trabajo cómodo ofrecido por alguna de las miles de personas a las que salvó, opciones que siempre rechazó. Antes al contrario, siguió siendo libertario y militando en CNT, actividad que le costó entrar en la cárcel en varias ocasiones más. En lo material vivía muy austeramente de varias carteras de seguros. Escribió letras de pasodobles y cuplés con el maestro Padilla y otros autores y de vez en cuando publicaba artículos y poemas en el diario Ya de su amigo Martín Artajo.

En el comienzo de la larga noche del franquismo y del anarcosindicalismo clandestino, fue un firme apoyo del comité nacional de Marco Nadal. Junto con él mantuvo contactos con la embajada inglesa para el reconocimiento de la Alianza de las Fuerzas Democráticas Españolas. En 1947 fue detenido y procesado al año siguiente, acusado de introducir propaganda en la prisión de Alcalá, por lo que le cayó un año y medio de condena, que cumplió en Carabanchel.

A su muerte en 1972 acudieron al sepelio muchas personas de ideologías enfrentadas; anarquistas y falangistas entre otros. Se cantó el himno anarquista "A las barricadas", y su féretro fue cubierto con la bandera del movimiento libertario, transcurriendo la ceremonia, pese al hecho y a la época, sin ningún incidente.[5]

Actualmente, en la madrileña localidad de Alcalá de Henares, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (Ministerio del Interior) ha inaugurado, el día 7 de julio de 2009, un Centro de Inserción Social con su nombre en honor a su persona y como reconocimiento a su labor en favor de la inserción y resocialización de los internos.


Predecesor:
Rafael Henche de la Plata
Alcalde de Madrid

28 de marzo de 1939
Sucesor:
Alberto Alcocer y Ribacoba

Notas

  1. El entonces cónsul de Noruega, el súbdito alemán Félix Schlayer, hombre de ideas conservadoras y claramente simpatizante del bando nacional, relata el episodio en estos términos en su libro Diplomático en el Madrid rojo (pp. 163-164), publicado en la Alemania de 1938, antes del final de la Guerra:
    En enero de 1937 tuvo Melchor Rodríguez ocasión de mostrar toda su hombría. En Alcalá de Henares, pequeña ciudad a treinta kilómetros de Madrid, lanzaron bombas los aviones nacionales y causaron víctimas. El populacho, furioso, y los milicianos, se presentaron ante el establecimiento penitenciario allí existente —que, en tiempos de paz, era un reformatorio para jóvenes, y ahora albergaba a mil doscientos políticos procedentes de Madrid— pidiendo que los dejaran entrar para matar a los presos. El Director de aquella cárcel, persona de toda confianza y muy humano en su proceder, se resistía y pidió ayuda al General Pozas, con mando en dicha plaza de Alcalá, (y Comandante en Jefe que fue luego de Aragón, y posteriormente destituido), ayuda que denegó, diciendo que no permitiría que se disparara un solo tiro contra el pueblo, hiciera este lo que hiciera. Entonces, en el momento de máximo peligro, apareció de repente y por pura casualidad, Melchor Rodríguez, que entonces estaba en viaje de inspección por la provincia de Madrid. Pistola en mano, se plantó delante del portalón de entrada a la cárcel y tuvo a la muchedumbre en jaque. Desde las cinco de la tarde hasta las tres de la madrugada, estuvo luchando, entre discursos persuasivos y amenazas, con las distintas «autoridades» de la pequeña ciudad que habían hecho causa común, con el populacho y les obligó a retirarse. Aún pudo volver, por la mañana temprano, a casa, con la conciencia de haber cumplido con su deber como un hombre.

Referencias

  1. LLUCH GÜEMES, Federico: Yo viví en el Madrid del año 1936. Edición Personal, 2005, pág. 33.
  2. Domingo Álvaro, Alfonso. El ángel rojo: la historia de Melchor Rodríguez, el anarquista que detuvo la represión en el Madrid republicano. Córdoba: Almuzara Ediciones, 2009. ISBN 978-84-92573-63-9
  3. Diligencia y testimonio del Fiscal Secretario de la pieza segunda relativo a los procedimientos sumarísimos de urgencia contra Melchor Rodríguez García Archivo Histórico Nacional,FC-CAUSA_GENERAL,1513,Exp.11
  4. Barbería, José Luis (10 de enero de 2009). «Le llamaban el "ángel rojo"». El País. Consultado el 31 de marzo de 2013. 
  5. Obituario en el Diario ABC (10 de marzo de 1972)[1]

Bibliografía

  • Domingo Álvaro, Alfonso. El ángel rojo: la historia de Melchor Rodríguez, el anarquista que detuvo la represión en el Madrid republicano. Córdoba: Almuzara Ediciones, 2009. ISBN 978-84-92573-63-9
  • Fernández, Carlos (1983). Paracuellos de Jarama. Barcelona:Argos Vergara. 8471784491. 
  • Íñiguez, Miguel: Enciclopedia histórica del anarquismo español. Asociación Isaac Puente, Vitoria, 2008.
  • Domingo Álvaro, Alfonso y Gutiérrez Molina, José Luis: Melchor Rodríguez, el "Ángel Rojo". Reconocimiento a una figura olvidada. CGT-A, Madrid, 2009.
  • Schlayer, Felix: Diplomat im roten Madrid. Berlin, F. A. Herbig, 1938

Fuentes primarias

Enlaces externos