Asesinato de María Soledad Morales

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María Soledad Morales
Información personal
Nacimiento 12 de septiembre de 1972
Bandera de Argentina Valle Viejo, Catamarca, Argentina
Fallecimiento 8 de septiembre de 1990, 17 años
Bandera de Argentina San Fernando del Valle de Catamarca, Catamarca, Argentina
Causa de muerte Asesinato
Nacionalidad argentina
Familia
Padres Ada Rizzardo
Elías Morales
Información profesional
Ocupación Estudiante

María Soledad Morales (n. Valle Viejo, Catamarca, Argentina, 12 de septiembre de 1972 - San Fernando del Valle de Catamarca, Catamarca, 8 de septiembre de 1990) fue una joven estudiante argentina asesinada en la capital catamarqueña, por los "hijos del poder" local.

El intento de las autoridades de Catamarca por encubrir el asesinato desencadenó una serie de históricas movilizaciones populares que contaron con el apoyo de amplios sectores en todo el país, tras lo cual se logró el esclarecimiento del homicidio, se puso de manifiesto las condiciones semifeudales de ejercicio del poder en muchas provincias argentinas, y produjo un considerable cambio político en Catamarca.

A este caso se debe que aquellas "marchas del silencio" se popularizaran como método de lucha popular en muchísimos otros lugares del país en los que se reclama contra la impunidad.

El caso María Soledad

A las 9.30 del lunes 10 de septiembre, en una zona conocida como Parque Daza (a siete kilómetros de la capital catamarqueña sobre la ruta 38),[1]​ su cuerpo fue encontrado por unos operarios de Vialidad Nacional. Había sido salvajemente violada, le habían arrancado el cuero cabelludo, quemado con cigarrillos, cortado las orejas, vaciado un ojo, roto la quijada a golpes, desfigurado la cara y aplastado el cráneo. Se supo más tarde, que murió de un paro cardíaco por una dosis letal de cocaína. Fue reconocida por su padre por una pequeña cicatriz en una de sus muñecas.

Desde un primer momento las investigaciones fueron demoradas y manipuladas. El mismo jefe de la Policía de la Provincia, comisario general Miguel Ángel Ferreyra, al hallar el cadáver ordenó que lo lavaran (borrando huellas y señales de modo irrecuperable).

Los primeros rumores del pueblo decía que los responsables serían parientes de funcionarios, coloquialmente se les llamó "los hijos del poder". Los medios de comunicación difundían que en el crimen estaban sospechados los jóvenes Guillermo Luque (hijo del diputado nacional Ángel Luque), Pablo y Diego Jalil ( sobrinos del intendente José Jalil), y Miguel Ángel Ferreyra (hijo del jefe de Policía provincial).

Se tardó más de dos meses en abrir la investigación judicial, y una vez que la justicia intervino, el favoritismo de y hacia los posibles involucrados fue evidente.

En esas condiciones un diputado nacional por Catamarca, Ángel Luque, había declarado que si su hijo hubiera sido el asesino, el cadáver no habría aparecido. El escándalo llevó a la expulsión del diputado del Congreso y a que en 1991 el gobierno nacional, a cargo entonces del presidente Carlos Menem, interviniera primero el Poder Judicial de la provincia y luego los poderes ejecutivo y legislativo, destituyendo a Ramón Saadi, continuador de una larga tradición de gobernadores pertenecientes a su familia, y aliado de Menem.

El interventor enviado por el poder central fue Luis Prol, quien según Martha Pelloni:

"Prol fue enviado para fortalecer al Frente Esperanza, que era el menemismo, pero le salió el tiro por la culata porque perdieron las elecciones y ganó el Frente Cívico".[2]

La intervención federal a la provincia, que incluyó el envío del ex subcomisario de la Policía de la Provincia de Buenos Aires Luis Patti para aclarar los hechos, también demostró falta de voluntad en la resolución del caso.

La cobertura

En medio de la investigación, Luque (h) dejó de ser visto en la provincia. Su desaparición fue notoria y motivo de especulaciones periodísticas hasta que fue hallado por el periodista Alberto Moya en Buenos Aires, adonde fue llevado por Patti.[3]

El primer periodista de Buenos Aires enviado a Catamarca para cubrir el caso fue Ernesto Tenembaum que hizo varias notas para Página/12 antes que nadie, lo que le valió ascender en su carrera.[4]

Días después llegó Canal 9 y Alejandra Rey, de la revista Somos (editorial Atlántida). Sin embargo, la mejor cobertura fue la de Luis Pazos, de Clarín, galardonado por ello con el premio ADEPA.

Pazos y Rey habrán de escribir el libro No llores por mí, Catamarca. Tras ello, Rey fue despedida de la revista porque le endilgaron que lo había escrito en horario de trabajo y con material que la editorial consideró que le pertenecía.[5]

La película

En 1993, el director de cine Héctor Olivera, autor de "La Patagonia rebelde" y "La noche de los lápices", filmó "El caso María Soledad", llevando el asesinato y la impunidad al conocimiento masivo.[6]

El juicio

En esas condiciones, hacia 1996 se inició el juicio oral por el asesinato de María Soledad. Los imputados fueron Guillermo Luque y Luis Tula (ex novio de la víctima). La televisión nacional dio amplia cobertura al juicio transmitiéndolo en directo y registró en detalle los gestos de los jueces que evidenciaron una actitud parcial. Los gestos del juez Juan Carlos Sampayo, fueron reiterados por Canal 13 (autor de la primicia, alertados por un televidente) y el resto de la televisión nacional y produjeron un nuevo escándalo que llevó a la anulación del juicio.[7]

En 1998, se realizó un nuevo juicio. Las condiciones políticas en el país y en la provincia habían cambiado considerablemente, y el 27 de septiembre Guillermo Luque fue condenado a 21 años de prisión por el asesinato y violación de María Soledad Morales pero solo cumplió 14 años de prisión, en tanto que Luis Tula fue condenado a 9 años de prisión como partícipe secundario del delito de violación.[8]

El tribunal ordenó investigar el encubrimiento, pero nunca se hizo. El encubrimiento podría alcanzar a la plana mayor de la Policía catamarqueña, el ex gobernador Saadi, el subcomisario Luis Patti y el propio ex presidente Carlos Menem.[9]

Referencias

Bibliografía

  • PAZOS, Luis - REY, Alejandra (1991). No llores por mí, Catamarca. Buenos Aires: Sudamericana.