Diferencia entre revisiones de «Orden del Císter»

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== Historia ==
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=== La génesis de la orden cisterciense ===
=== La génesis de la orden cisterciense ===
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=== Los padres fundadores ===
=== Los padres fundadores ===

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Orden del Císter
Nombre latino Ordo Cisterciensis
Siglas O. Cist.
Nombre común Bernardos
Gentilicio Cistercenses
Tipo Orden monástica
Regla Regla de San Benito
Hábito Blanco
Fundador San Roberto de Molesmes
Fundación 1098
Lugar de fundación Abadía de Citeaux
Aprobación 1100 por el Papa Pascual II
Superior General Abad General Mauro Esteva
Religiosos 1470
Sacerdotes 717
Curia Piazza del Tempio di Diana, 14
00153 Roma, Italia
Sitio web www.ocist.org

La orden cisterciense (en latín: Ordo cisterciensis, o.Cist.), igualmente conococida como orden del Císter o incluso como santa orden del Císter (Sacer ordo cisterciensis, s.o.c.) es una orden monástica católica reformada, cuyo origen se remonta a la fundación de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes en 1098. Ésta se encuentra donde se originó (la antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia).

La orden cisterciense juega un papel protagonista en la historia religiosa del siglo XII. Por su organización y por su autoridad espiritual, se impone en todo el occidente, incluso en sus márgenes. Su influencia se demuestra particularmente importante en el este del Elba donde la orden hace «progresar al mismo tiempo el cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras».[1]

Restauración de la regla benedictina inspirada en la reforma gregoriana, la orden cisterciense promueve el ascetismo, el rigor litúrgico y trata, con cierta mesura, el trabajo como un elemento cardinal, como lo demuestra su patrimonio técnico, artístico y arquitectónico. Además de la función social que ocupa hasta la Revolución, la orden ejerce una influencia importante en los ámbitos intelectual o económico, así como en el ámbito de las artes y de la espiritualidad.

Debe su considerable desarrollo a Bernardo de Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcionales. Su influencia y su prestigio personal han hecho que él se haya convertido en el cisterciense más importante del siglo XII. Porque aunque no es el fundandor, aún hoy sigue siendo el maestro espiritual de la orden.[2]

La orden cisterciense, en nuestros días, está de hecho formada por dos órdenes y varias congregaciones. La orden de la «Común Observancia» contaba en 1988 con más de 1300 monjes y 1500 monjas, repartidos respectivamente en 62 y 64 monasterios. La «Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia» (también llamada o.c.s.o.) comprende hoy en día cerca de 2000 monjes y 1700 monjas - comunmente llamados trapenses porque provienen de la reforma de la abadía de la Trapa - repartidos en 106 monasterios masculinos (abadías y prioratos y nuevas fundaciones) y 76 monasterios femeninos (también llamados abadías o prioratos, junto con otras fundaciones), en el mundo entero.[3][4]​ Pero si las dos órdenes cistercienses están actualmente separadas, mantienen estrechos vínculos de amistad y colaboración entre ellos, sobre todo en el ámbito de la formación y de la reflexión sobre el carisma común.

Su hábito es prácticamente el mismo: túnica blanca y escapulario negro, retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la tradicional cogulla monástica, de color blanco, de donde viene la denominación de monjes blancos. De hecho, se les llamó en la Edad Media los monjes blancos en oposición a los monjes negros, que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación monjes bernardos o simplemente bernardos por el impulso que dio a la orden Bernardo de Fontaine.

Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos. En efecto, es en el IV Concilio de Letrán (1215) cuando la palabra benedictino apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna Orden centralizada,[5]​ por oposición a los cistercienses. Pero numerosos vínculos unen a ambas familias monásticas, en particular en el ámbito de la formación.

Abadía de Pontigny, fundada en 1114, segunda hija de la Orden.
Abadía de las Huelgas Reales de Valladolid fundada en 1282, pero cuyo edificio data del siglo XVI.
Abadía de San Pedro de Cardeña, fundada en el 899
Monasterio de Poblet, fundado en 1149 por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona.
La abadía de Santes Creus, del siglo XII y declarado monumento nacional en 1921.
Monasterio de Nuestra Señora de Alconada, en Ampudia.
Brazo y báculo típico cisterciense en lápida de Abad en Abadía de Boyle (Irlanda).


Historia

La génesis de la orden cisterciense

Los padres fundadores

El « Nuevo Monasterio »

El abaciado de Roberto

El abaciado de Aubry

El abaciado de Étienne Harding

La fundación de la Orden
La Carta de caridad

Bernardo de Claraval y la expansión de la Orden

Bernardo de Claraval

La organización de la Orden

La « abadía madre » et sus filiales
Los lugares cistercienses
Cîteaux, vanguardia de la Iglesia

Las monjas cistercienses

El apogeo político de los siglos XII y XIII

Una Orden confrontada por las dificultades y críticas: retroceso y reformas

La orden en el momento de la Contrarreforma

Un siglo de declive

La Orden en los siglos XX y XXI

Siendo Roberto abad del monasterio cluniacense de Molesmes, él y un grupo de monjes de su comunidad se propusieron retornar a la observancia estricta de la primitiva regla de san Benito de Nursia, quien en 540 fundó la Orden de San Benito. Para ello erigió una nueva abadía en Císter, donde los monjes blancos, así conocidos por el color de su hábito, dedicaron su vida al trabajo manual y a la contemplación ascética con igual empeño, poniendo en práctica el lema benedictino Ora et labora (reza y trabaja). Su sucesor, san Alberico, obtuvo en 1100 el reconocimiento de la nueva orden por parte del papa Pascual II que otorgó al monasterio el “privilegio romano”, lo que equivalía a ponerlo bajo la protección de la Santa Sede; pero no fue sino el tercer abad, san Esteban Harding, quien en 1119 dotó al Císter de una regla propia, la Carta de Caridad, en la que se establecían las normas comunitarias de total pobreza, obediencia a los obispos, dedicación al culto divino con dejación de las ciencias profanas, y demás estatutos de la orden. En 1113 ingresa como novicio Bernardo de Fontaine en unión de un grupo de familiares y amigos reunidos en Châtillon. Cuando dos años después el abad Esteban decide expandir el ámbito monástico con nuevas fundaciones, erigiendo los cenobios de La Ferté, Pontigny, Morimond y Claraval (Champaña), envió a este último a Bernardo y sus allegados, en parte por las dotes que el nuevo monje manifestaba para la dirección de una abadía como la que se le encomendaba, y en gran parte también para librar a Cîteaux de la excesiva presencia del “clan” de los Fontaine.

Iglesia de la Abadía de Fontenay.

San Bernardo de Claraval dio un impulso considerable al crecimiento de la orden cisterciense que en 1153, tan sólo 38 años después de que fundase la abadía de la que fue titular, contaba con 343 monasterios, de los que 68 se habían creado por irradiación de los monjes de Claraval. Estos monasterios se solían asentar sobre terrenos yermos pero con abundancia de agua que los propios monjes, o por medio de hermanos conversos, roturaban y cultivaban. Si durante el siglo XI los monjes cluniacenses habían asumido un gran protagonismo dentro de la iglesia, ocupando sus más altos cargos y dignidades (formando en su seno Papas como Alejandro II, Gregorio VII, Víctor II, Urbano II, Pascual II, Gelasio II) y ejerciendo su influencia sobre el poder civil, desde fines del siglo XII ese papel les correspondió desempeñarlo a los cistercienses que elevaron la orden a las mayores cotas de prosperidad y expansión de su historia. La primitiva austeridad y humildad se fue perdiendo en beneficio de un cada vez mayor esplendor y boato en la forma de vida y en la grandiosidad de sus abadías. Se hacía necesaria una nueva reforma que quiso llevar a cabo el abad de Fontfroide en 1335, pero que no contó con el apoyo de otros priores. Por fin, en 1664, el abad del monasterio de Nuestra Señora de la Trapa, Armand Jean le Bouthillier de Rancé, efectuó en su monasterio una renovación en profundidad de la que resultó una rama autónoma del Císter: la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia o trapenses.

Actualidad

La nueva constitución define a la Orden Cisterciense en ciento nueve artículos, como una "unión de congregaciones" gobernadas por un Capítulo General bajo la presidencia de un Abad General. Sumados a todos los abades, los miembros del Capítulo General incluyen a delegados de cada casa o congregación, proporcionales al número de monjes. El Capítulo debe ser convocado cada cinco años, para legislar sobre la Orden en conjunto. El Abad General debe ser elegido por el Capítulo General por un término de diez años, aunque siempre sigue siendo reelegible. Debe residir en Roma, y está ayudado por un consejo de cuatro miembros, también elegido por el Capítulo. El histórico definitorium, que ha sido rebautizado como Sínodo, debe incluir al Abad General, al Procurador General, a los Presidentes de cada congregación y a otros cinco miembros elegidos por el Capítulo General. El Sínodo debe reunirse al menos año por otro, y debe tratar los asuntos urgentes que se susciten entre las reuniones del Capítulo General.

La reglamentación de la vida monástica a nivel local reservada a las Congregaciones autónomas, cada una bajo un Abad Presidente y un "Capítulo congregacional" que regulan temas tan importantes como el tiempo de duración del abadiato, la posición legal de los conversos, la reforma litúrgica y las observancias monásticas. La tarea primordial de cada Abad Presidente es la visita trienal a cada casa de su congregación. Su propia abadía es visitada por el Abad General.

El Capítulo General de 1974, reunido en Casamari, contó con la participación, por primera vez, de algunas abadesas cistercienses como observadoras.

El Císter en España

En España existen dos provincias o congregaciones, la Congregación de San Bernardo de Castilla y la Congregación de Aragón.

Congregación de San Bernardo de Castilla

El siglo XVII fue la época de plata de la Congregación de Castilla, con cuarenta y cinco abadías.

En la actualidad solamente quedan monasterios femeninos en la Congregación de Castilla:[6]

Congregación de Aragón

Actualmente pertenecen a la Congregación de Aragón tres monasterios masculinos y otros dos femeninos[7]

Monasterios masculinos:

Monasterios femeninos:

La arquitectura cisterciense

Almacén del monasterio de Santa María de Huerta en la provincia de Soria.

Si hubiera de definirse el estilo constructivo cisterciense con un solo vocablo, este sería “austeridad”. Precisamente en el origen de la orden estaba la denuncia de la suntuosidad de Cluny y, por oposición a ella, la adopción de la sencillez y la sobriedad en todos los aspectos de la vida monástica; también, por supuesto, en las edificaciones abaciales. En un principio las construcciones que componían las múltiples dependencias monacales, iglesia incluida, solían ser de madera, adobe o un humilde mampuesto. Las grandes realizaciones en sillería pétrea formando recios muros y amplias bóvedas que han llegado hasta nosotros son obras de la época más magnificente y, por lo mismo, más duraderas. Aun en éstas se advierte la falta de ornamentación, la carencia de elementos superfluos y la adusta desnudez de los paramentos; nada debía haber que pudiera distraer a los monjes: ni pinturas, ni esculturas, ni cromáticas vidrieras.

Las abadías cistercienses respondían a un vasto programa constructivo que comprendía instalaciones tan diversas como la hospedería, la enfermería, el molino, la fragua, el palomar, la granja, los talleres y todo aquello que prestara servicio a una comunidad autosubsistente. Obviamente, el núcleo monacal propiamente dicho lo componían las dependencias residenciales y la iglesia. Formaban todas ellas lo que denominaban el cuadrado monástico que solía estar integrado por:

Planta tipo cisterciense
1- Iglesia
2- Puerta del cementerio
3- Coro de conversos
4- Sacristía
5- Claustro
6- Fuente
7- Sala Capitular
8- Dormitorio de monjes
9- Dormitorio de novicios
10- Letrinas
11- Calefactor
12- Refectorio de los monjes
13- Cocina
14- Refectorio de los conversos.
  • La iglesia: de una o tres naves con planta de cruz latina, cubierta con bóveda de cañón u ojival; cabecera manifiesta al exterior y orientada al este, formando un espacio rectangular liso o, más adelante, un ábside circular; ancho transepto con capillas en el lado oriental de los brazos; santuario o presbiterio elevado algunos peldaños para realzar la posición del altar; coro de los monjes ocupando los primeros tramos de la nave central y, a veces, parte del crucero; coro de conversos o legos, ocupando los tramos más occidentales, es decir, los más alejados del santuario; pórtico o nártex al pie de la nave para dar entrada ocasional a la iglesia a visitantes ajenos a la comunidad.
  • El claustro: galería de cuatro lados formando normalmente un cuadrado de entre 25 y 35 metros. Se adosaba siempre a la iglesia con la que tenía comunicación directa; preferentemente se disponía junto al lateral sur de la nave, aunque no es infrecuente encontrarlo anexo al lateral norte. Abarcaba en su interior un patio al que se abría por arquerías de medio punto u ojivales, según la época de su construcción.
  • La sala capitular: espacio generalmente cuadrado en el que se celebraban las reuniones monacales bajo la presidencia del abad. Una puerta central y dos ventanales dispuestos a uno y otro de los lados de aquélla proporcionaban acceso a las personas y a la luz desde la galería oriental del claustro. En el perímetro interior de la sala se situaban los asientos de los monjes y en posición presidencial el del abad. La cubierta se resolvía con bóveda de arista o crucería sobre columnas exentas en el interior. Era el único recinto, además de la iglesia, en el que la arquitectura expresaba la solemnidad de su dedicación.
  • El dormitorio de los monjes: se solía ubicar en segunda planta y no era sino una prolongada nave con separaciones de tabiquería baja. Dos escaleras proporcionaban el acceso: la escalera de día, que comunicaba con el claustro, y la escalera de maitines que lo hacía con el transepto de la iglesia para acudir directamente a la oración nocturna.
  • La sala de los monjes: dotada de amplios ventanales, pues se utilizaba no sólo como estancia sino como scriptorium o lugar donde se escribían y copiaban los libros y documentos. Solía ser el único lugar calefactado por una chimenea, por lo que también recibía la denominación de calefactorium.
  • El dormitorio de los conversos: similar al de los monjes pero sin acceso a la iglesia.
  • El refectorio: comedor de los monjes en el que se disponía un púlpito para la lectura de obras piadosas durante la comida. Se encontraba en planta baja con acceso desde el claustro y en comunicación con la cocina.

Referencias

  1. Chélini, Jean (1991). Histoire religieuse de l'Occident médiéval (en francés). Pluriel: Hachette. p. 369. 
  2. Duby, Georges (1971). Saint Bernard, l'Art cistercien (en francés). Flammarion: Champs. p. 9. «Saint Bernard n'avait pas fondé l'ordre cistercien. Il avait fait son succès.» 
  3. Pacaut, Marcel (1993). Les moines blancs. Histoire de l'ordre de Cîteaux (en francés). Fayard. pp. 358-359.360-361. 
  4. O.C.S.O. (marzo de 2010). «Monasterios y sitios web». Consultado el 11 de abril de 2010. 
  5. Dubois, Jacques (1985). Les ordres monastiques. Que sais-je? (en francés). PUF. p. 67. «Le mot "bénédictin" apparut pour désigner les moines qui n'appartenaient à aucun Ordre centralisé.» 
  6. Web oficial de la orden-monasterios en España (Congregatio S. Bernardi seu de Castella)
  7. Web oficial de la orden-monasterios en España (Congregatio Coronae Aragonum)

Véase también

Enlaces externos