Diferencia entre revisiones de «García Hurtado de Mendoza»

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'''García Hurtado de Mendoza y Manrique ''' "''Marqués de Cañete''" ([[Cuenca (España)|Cuenca]]; [[21 de julio]] de [[1535]] - † [[Madrid]]; [[1609]]) Militar [[España|español]], [[Gobernadores de Chile|Gobernador de Chile]] y [[Virreyes del Perú|Virrey del Perú]].


Fue hijo de [[Andrés Hurtado de Mendoza]], segundo marqués de Cañete y virrey del Perú, y de María Manrique, tu eres un estupido pertenecía a una de las más importantes familias de la aristocracia castellana: la [[Familia de Mendoza|Casa de Mendoza]].
Fue hijo de [[Andrés Hurtado de Mendoza]], segundo marqués de Cañete y virrey del Perú, y de María Manrique, hija del conde de Osorno, pertenecía a una de las más importantes familias de la aristocracia castellana: la [[Familia de Mendoza|Casa de Mendoza]].


En [[1552]] se había fugado de casa, con la intención de servir a su rey [[Carlos V]] en una expedición que se preparaba contra [[Córcega]]. Demostró gran valor en esta campaña y también en [[Toscana]], cuando esta ciudad quiso desprenderse del dominio español. Se incorporó al ejército imperial en [[Bruselas]], y estuvo junto a Carlos V en su victoria en la [[Batalla de Renty]].
En [[1552]] se había fugado de casa, con la intención de servir a su rey [[Carlos V]] en una expedición que se preparaba contra [[Córcega]]. Demostró gran valor en esta campaña y también en [[Toscana]], cuando esta ciudad quiso desprenderse del dominio español. Se incorporó al ejército imperial en [[Bruselas]], y estuvo junto a Carlos V en su victoria en la [[Batalla de Renty]].

Revisión del 18:53 23 jun 2009

García Hurtado de Mendoza
III Marqués de Cañete
Ejercicio
Predecesor Andrés Hurtado de Mendoza
Sucesor García II Hurtado de Mendoza y Manrique
Información personal
Nacimiento 1535
Cuenca
Fallecimiento 1609
Madrid
Familia
Dinastía Casa de Mendoza
Cónyuge Teresa de Castro
Información profesional
Ocupación Militar
Gobernador de Chile
Virrey del Perú

García Hurtado de Mendoza y Manrique "Marqués de Cañete" (Cuenca; 21 de julio de 1535 - † Madrid; 1609) Militar español, Gobernador de Chile y Virrey del Perú.

Fue hijo de Andrés Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Cañete y virrey del Perú, y de María Manrique, hija del conde de Osorno, pertenecía a una de las más importantes familias de la aristocracia castellana: la Casa de Mendoza.

En 1552 se había fugado de casa, con la intención de servir a su rey Carlos V en una expedición que se preparaba contra Córcega. Demostró gran valor en esta campaña y también en Toscana, cuando esta ciudad quiso desprenderse del dominio español. Se incorporó al ejército imperial en Bruselas, y estuvo junto a Carlos V en su victoria en la Batalla de Renty.

Al conocer que su padre sería designado virrey del Perú, volvió a España y le pidió que lo llevase a América. Durante el viaje se encontraba también Jerónimo de Alderete, que había sido designado por el rey, sucesor de Pedro de Valdivia en la gobernación de Chile. Sucedió que Jerónimo enfermo y murió durante el viaje, y con el poder que tenía como virrey del Perú, convocó a gente proveniente de Chile y viendo que diferían si Villagra o Aguirre calificaban como el sucesor de Valdivia cortó por lo sano y nombró a su hijo como nuevo gobernador de Chile, además un nuevo gobernador que no tenía afinidades con Valdivia haría atraer más españoles hacia Chile, además de unificar a los bandos en disputa. Dicho nombramiento agradó a García y se informó de los problemas que existían en Chile, sobre todo el asunto de la rebelión indígena y la disputa grave entre Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra por el puesto de gobernador de Chile.

Contaba con 21 años de edad y era un joven de demostrada valentía, orgulloso de su linaje e inteligencia, y como contraparte, poseedor de un carácter muy altanero y orgulloso, de accesos violentos, muy cerrado y autoritario, lo que le granjearía ocultos enemigos en su propio círculo.

Gobernador de Chile

Hurtado de Mendoza, Villagra y Quiroga, según ilustración de la obra de Alonso de Ovalle.

Para ello contó con renovados caudales de las arcas del Perú y apertrechó ocho barcos, aquí resulta paradójico que el entusiasmo de venir a Chile tuviera una extraordinaria respuesta en contraste con tiempos pasados, pues se enrolaron 500 hispanos, una parte se vendría por tierra al mando de Luis de Toledo y Pedro de Castillo; y la otra parte por mar junto al nuevo gobernador. El primer grupo salió por tierra en enero de 1557 y el segundo por mar en febrero del mismo año. Cuando iban a zarpar las naos, el gobernador del Perú agasajó a su hijo y acompañantes con un proverbial festín y luego zarparon al son de marchas militares y disparos de cañones. Junto con Garcia Hurtado de Mendoza venía un séquito de ilustres hombres, entre ellos don Alonso de Ercilla y Zúñiga, don Francisco de Irarrázaval y Andía, don Fráncisco Pérez de Valenzuela, don Hernando de Santillán, jurista y erudito, el fraile dominico Gil González de San Nicolás y el franciscano Juan Gallegos, hombre muy ilustrado.

Hicieron escala en Arica el 5 de abril y el 9 se renaudó el viaje al sur. Desembarcó en La Serena el 23 de abril de 1557. Y deslumbró a los pobres de Coquimbo al ver junto al nuevo gobernador el ejército más grande hasta entonces visto en estos lugares contando con más de 500 hombres, armados con arcabuces y cañones, vestidos con armaduras y penachos de plumas. Desde entonces se les llamó los "emplumados".

Francisco de Aguirre le recibió muy hospitalariamente en La Serena, pero conociendo el nuevo gobernador los problemas de litigio entre Aguirre y Francisco de Villagra por la gobernación de Chile, no dudó un segundo en tomarlos presos, repitiéndose la misma situación con Villagra que venía llegando a La Serena y los colocó en un barco. Este hecho fue considerado muy injusto por los castellanos avecindados en Chile ya que ambos tenía méritos más que suficientes para ser enaltecidos. En la crónica de Mariño de Lobera relata que estando Aguirre a bordo esperando a Villagra apenas llegó, le tomó la mano y le dijo:

"Mire vuestra merced, señor general, que son las cosas del mundo: que ayer no cabíamos los dos en un reino tan grande, y hoi nos haça don García caber en una tabla"
Mariño de Lobera

Lo más natural y dada la aproximación del invierno era que el gobernador viniese a Santiago, así que el cabildo hizo los preparativos de bienvenida, pero don García Hurtado tenía otros planes, decició seguir por mar a Concepción a pesar de lo consejos en contra de quienes ya conocían las inclemencias del tiempo que lo hacía peligroso por esas fechas. En Coquimbo envió la caballería por tierra y el zarpó el 21 de junio de 1557, en pleno invierno. LLegó 8 días después a la bahía de Concepción en medio de un temporal que hacía correr peligro a las embarcaciones y en medio de una torrencial lluvia desembarcaron en la isla de la Quiriquina levantando un campamento provisional. Una vez asentado en Concepción don García Hurtado pretendió una política de aparente allegamiento y buena voluntad hacia los indígenas, quienes aceptaron los regalos del gobernador pero no estaban dispuestos a que sus territorios fueran ocupados por los advenedizos españoles.

Lincoyán y otros caciques supieron que la caballería venía por tierra desde Santiago y concibieron un plan que pretendía cortar dichas fuerzas atacándolas en Andalicán, cercano a Concepción.

Don García Hurtado que no era ningún ingenuo, supo del plan indígena y se dio cuenta que dicha conducta más que promover un acercamiento era considerado por los mapuches como signos de debilidad y temor por parte del nuevo gobernador, decidió cambiar entonces radicalmente de actitud con ellos.

Se dirigió de inmediato a tierra Araucana, levantando el fuerte San Luis de Toledo con el objeto de abortar esta iniciativa, el que fue prontamente atacado por los mapuches, los que sin embargo salieron derrotados, ya que el gobernador logró contrarrestar su número son la fuerza de los cañones y arcabuces.

Dirigió una nueva campaña en octubre de 1557, con un poderoso ejército de más de 500 hombre y miles de indios auxiliares. Ocurrió en esta campaña la Batalla de Lagunillas (7 de noviembre), en donde los españoles salvaron vivos principalmente a la valentía demostrada por Rodrigo de Quiroga y los demás capitanes. Los mapuches se mostraron desorganizados en el ataque al ser conducidos por varios caciques a la vez y este desorden produjo fallos tácticos que impidieron la victoria.

Cuenta Alonso de Ercilla, que vino a Chile en el grupo que trajo el gobernador, que los españoles tomaron prisionero en esa batalla al cacique Galvarino, al que le cortaron la mano izquierda. Perdida esa mano sin ninguna mueca de dolor Galvarino coloco la otra, que también se la cortaron. Pidió la muerte, pero los conquistadores lo dejaron ir y se fue el araucano con los suyos para planear su venganza. Los mapuches convocaron una reunión de caciques y elejieron a Caupolicán.

Este líder dirigió el 30 de noviembre un nuevo ataque contra el invasor, en la llamada Batalla de Millarapue, en el valle del mismo nombre, que estaba lleno de accidentes que le facilitaban el ataque sorpresa. Esta batalla fue otra derrota mapuche, que recibieron como castigo el ahorcamiento de 30 de ellos, en los que se incluía Galvarino, que peleo siempre en primera fila.

Las penalidades de la lucha empezaron a molestar a los compañeros de García Hurtado de Mendoza, los cuales esperaban obtener riquezas por sus servicios. Para entregárselas, el gobernador dejó vacantes las encomiendas de Concepción, ciudad a la sazón abandonada, entregándosela a sus compañeros. Por este motivo, la ciudad fue refundada por tercera ocasión.

Poco después fundó también la ciudad de Cañete de la Frontera, y repuestas sus tropas de las batallas, las dividió nuevamente. Caupolicán, instigado por el indio Andresillo, se decidió a atacar el fuerte Tucapel. Lo que no sabia era que Andresillo era un traidor que les contó los pormenores del ataque a los españoles, por lo que los asaltadores se transformaron en asaltados, produciéndose una fuga en que dejaron a muchos heridos y prisioneros, y debilitaron gravemente sus fuerzas.

La moral de los españoles subió y en un asalto sorpresa al campamento de Caupolicán, lograron darle captura, siendo llevado al fuerte Tucapel. Algunos historiadores dicen que intentó pactar con los españoles, prometiendo convertirse al cristianismo, pero Alonso de Reinoso, el jefe del fuerte, decidió aun así, condenarlo a muerte empalado, es decir, a sentarse en una pica que le destruiría dolorosamente las entrañas. Aquella condena se cumplió y aquel fue el final de Caupolicán.

Una nueva batalla le presentaron los indígenas en el fuerte de Quiapo, entre Cañete y Concepción, pero fueron nuevamente rechazados. Confiado en que para apurar la conquista era necesario fundar varios fuertes, fundó uno con el nombre de Los Infante o San Andrés de Angol, más tarde llamado Los confines de Angol.

Para ese tiempo, García Hurtado de Mendoza no era bien querido por quienes le rodeaban, ya que su carácter iracundo, obsecado y su nebuloso orgullo le granjearon enemistades inclusive con Hernando de Santillán, quién había establecido la tasa de Santillán que regulaba la servidumbre indígena. Esta tasa permitió a muchos españoles abusar de los indios a su cargo sembrando la semilla de futuras rebeliones, en especial de la raza huilliche.

Tiempo después se enteró de que su padre el virrey había sido reemplazado por el rey, y que su reemplazo ya se encontraba en camino. Para peor designaron gobernador de Chile a Francisco de Villagra, del que debería esperar las mismas humillaciones que el mismo le hizo sufrir. Por esos motivos decidió abandonar rápidamente Chile, pasando de paso por Santiago, que no había visitado durante toda su gobernación.

Allí se enteró de la muerte del sucesor de su padre, por lo que este seguía en el mando Tal situación le entregó más confianza, por lo que se mantuvo un tiempo más en la capital y tuvo oportunidad de entrevistarse en forma caballerosa con Francisco de Villagra acerca del estado en que quedaba la colonia. Villagra no lo humilló como el esperaba, sino que, al contrario, recibió un trato frío pero caballeroso.

Durante su estancia en Santiago se publicó la tasa de Santillán, que establecía el sistema de mitad para el trabajo indígena, que en vez de echar al trabajo a todos los indios de un repartimiento, se fijaba un turno en el servicio, quedando obligado el cacique de cada tribu a enviar a la faena un hombre de cada seis vasallos para la explotación de las minas, y uno de cada cinco para los trabajos agrícolas. Este trabajador, a quien hasta entonces no se le había pagado salario alguno, debía ser remunerado con la sexta parte del producto de su trabajo, y esta cuota se le debía pagar regularmente al fin de cada mes. Se eximía además del trabajo a las mujeres y hombres menores de 18 años y mayores de 50, y se ordenaba que los indígenas fueran mantenidos por los encomenderos, quienes además debían mantenerlos sanos y evangelizados.

Una nueva noticia cambiaría su rumbo,dado que su padre acababa de morir. Decidió partir inmediatamente al Perú, designando como gobernador interino a Quiroga, a la espera de Villagra.

En el Perú se le sometió a Juicio de residencia por todas las arbitrariedades de su gobierno(la entrega de encomiendas, el mal trato a los soldados, etc.). Fue el primer gobernador de Chile cuya actuación fue enjuiciada siguiendo las leyes castellanas. Según el tribunal era culpable de 196 cargos, pero dejaba a cargo de la Real Audiencia de Lima fallar en forma definitiva. Según esa sentencia, don García Hurtado debía ser detenido allí, dándole la ciudad por cárcel, hasta que se justificase de todas las acusaciones o pagase las penas pecuniarias a que fuese condenado.

Vuelta a España

Pero García Hurtado de Mendoza no se hallaba ya en el Perú. Había partido para España a dar cuenta al Rey Felipe II y al Consejo de Indias de sus campañas y de su gobierno en Chile. El prestigio de la familia Mendoza , la información de sus servicios levantada por la audiencia de Lima y las recomendaciones que comenzaban a llegar de Chile escritas por algunos capitanes que le eran fieles, hicieron que se echasen al olvido las acusaciones de sus enemigos. Además se presentó prácticamente como el vencedor de la Guerra de Arauco desdeñando duramente y criticando a los antiguos conquistadores de no haber hecho lo suficiente para terminar con los indios rebeldes y pacificar la Araucanía, lo cual era absolutamente falso.

En Madrid, se formó parte de la Guardia Real. También representó al Rey en Milán.

Virrey del Perú

En 1588 retornó a América, ahora como virrey del Perú, cargo que detentó hasta mediados de la década siguiente. Estaba unido en matrimonio por una dama de noble alcurnia, doña Teresa de Castro, con la que efectuó su traslado al continente americano, de manera que ella resultó ser la primera virreina que habitaba en la capital del virreinato peruano. Recibido en Lima el 6 de enero de 1590, se encontró con el conde de Villar; la personalidad del esforzado don García inspiró muchas creaciones en prosa y en verso, que alaban especialmente sus hazañas de guerra, realizadas tanto en el nuevo como en el viejo continente. Dicho caballero halló que aún permanecían en pie los dos frentes bélicos que conoció durante su primera instancia en el territorio de los incas. Consideró necesario constituir una sólida defensa frente a la amenaza de barcos extranjeros que se aproximaban al litoral, le pareció impotente al virrey la armada de cuatro navíos y dos galeras que había formado Villar, a la vez que entendió que la primitiva fortificación del Callao era "de tan mala traza, que no puede servir de cosa alguna"

Esta designación fue de gran ayuda para los españoles en Chile, ya que García impuesto y conocedor de la realidad de la guerra de Arauco supo envíar en forma oportuna la mayor ayuda posible. Al término de su período en Lima volvió a España, donde falleció en 1609.


Precedido por:
Cabildos
Gobernador de Chile
1557-1561
Sucedido por:
Francisco de Villagra Velásquez
Precedido por:
Fernando Torres y Portugal
Virrey del Perú
1589-1596
Sucedido por:
Luis de Velasco y Castilla