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Movimiento de Acción Revolucionaria (grupo guerrillero mexicano)[editar]

El Movimiento de Acción Revolucionaria (M.A.R) fue una organización político-militar mexicana fundada en 1966, en el marco histórico de la Guerra sucia en México, episodio que se inscribe a la vez en contexto global de la Guerra fría. Se estima que este grupo insurgente llegó a contar con cerca de 100 integrantes[1]​.

Historia[editar]

Antecedentes[editar]

Contexto global[editar]

Las condiciones políticas internacionales que favorecieron el surgimiento del Movimiento de Acción Revolucionaria, así como la aparición de los más de treinta grupos guerrilleros que emergieron en México entre 1965 y 1982[1]​, están definidas por las dinámicas globales impuestas por la Guerra Fría. Las redes de relaciones políticas y diplomáticas vertebradas durante la posguerra entre los países del mundo en todas las latitudes estuvieron fuertemente condicionadas por el enfrentamiento entre dos visiones de modernidad encarnadas, en términos generales, por los proyectos políticos, sociales, y económicos de dos países en oposición: Estados Unidos, y la Unión Soviética. Durante este periodo, la polarización política global generó una profundización de añejas divisiones que operaban a escala local en los distintos países de América Latina, contribuyendo así a la complejización de escenarios que, en términos políticos y sociales, se encontraban previamente escindidos[2]​. Sin embargo, al margen de esta aparente dinámica de bipolaridad, tuvieron lugar hechos y procesos históricos en geografías diversas. Estos otros procesos merecen ser considerados en sus propios términos para comprender las causas que dieron origen al M.A.R. y demás guerrillas latinoamericanas.

La derrota del proyecto colonialista francés en la Guerra de independencia de Indochina en 1954 y el sucesivo enfrentamiento del Frente de Liberación Nacional de Argelia con los galos, así como el proceso de descolonización que empezó a desarrollarse en el resto del continente africano a partir de la década de los sesenta, posicionaron a los países del llamado “Tercer mundo” como el escenario de la disputa entre aquellos sectores de la población que veían en el socialismo una vía deseable hacia el desarrollo nacional, y las élites económicas y políticas que consideraban al liberalismo económico de mercado como la base para la continuidad de las estructuras que habían permitido su propio desarrollo.

El triunfo de la Revolución cubana, en 1959, tuvo un efecto simbólico particularmente poderoso sobre la conciencia revolucionaria en las juventudes en buena parte de los países de América Latina. A partir de la victoria de la guerrilla cubana, y en particular de la Segunda declaración de La Habana, en 1962, surgieron en la región una plétora de organizaciones armadas cuyo objetivo era tomar el poder para establecer un régimen socialista. La formación del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en los albores de la década de los años sesenta, fue una manifestación temprana de la emergencia de los movimientos guerrilleros que habrían de surgir durante el periodo en la región latinoamericana. Durante la primera mitad de la década de los sesenta, varios estallidos revolucionarios tuvieron lugar en países como Guatemala, Perú, Colombia, y Venezuela. Sucesos como la batalla de Playa Girón, en 1961, o la llamada Revolución de Abril (1965) en República Dominicana y la sucesiva intervención estadounidense, contribuyeron a acentuar un sentimiento de rechazo frente a las políticas intervencionistas estadounidenses al interior de los sectores de izquierda de las sociedades de América Latina. La irrupción, en 1965, del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros -organización que empezó a poner en práctica estrategias propias de la guerrilla urbana en Uruguay- fue un hecho que inspiró significativamente al grupo de jóvenes estudiantes mexicanos que habrían de fundar el M.A.R. en 1966[3]​.

La creación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, y la realización, en 1967, de la Conferencia Tricontinental, organizada por el gobierno cubano, fueron hechos que contribuyeron a la vinculación entre gobiernos y organizaciones antiimperialistas del tercer mundo y que sirvieron, a la vez, como plataformas para el lanzamiento de manifiestos y programas de acción entre los que destaca, por ejemplo, el texto “La ineluctibilidad de la lucha armada”, escrito por Ernesto “Che” Guevara, quien a la sazón se encontraba contribuyendo al desarrollo de la lucha armada revolucionaria en Bolivia. Sumado a este texto, otros escritos de Guevara fueron leídos y tuvieron gran trascendencia entre los estudiantes y las juventudes comunistas de México; “La guerra de guerrillas: Un método” de Guevara, y “Revolución en la Revolución” escrito por Regis Debray resultaron particularmente importantes para la eventual formación “teórico-práctica” de los integrantes del M.A.R.[3]​.

Contexto local[editar]

Aunque, con respecto a la polarización política y social, el caso mexicano se asemeja en muchos aspectos a otras experiencias latinoamericanas, se distingue de éstas, a la vez, por la relativa autonomía que el gobierno mexicano logró mantener frente al poder del intervencionismo estadounidense[2]​. El posicionamiento de las élites políticas mexicanas con respecto a la influencia de Estados Unidos condicionó y dotó de cierta especificidad a las formas en las que se manifestaron los movimientos insurgentes, así como a las estrategias de contrainsurgencia puestas en marcha por el gobierno para sofocar dichos levantamientos revolucionarios. El modelo desarrollista y la correspondiente apuesta por la industrialización, puestos en marcha en México a mediados de siglo XX, trajeron consigo consecuencias que habrían de favorecer el surgimiento de grupos guerrilleros como el M.A.R. -durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970)- y habrían de condicionar también las estrategias políticas y económicas adoptadas por el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976). En primera instancia podemos identificar la marginación del campo favor del desarrollo de la industria, como componentente del proyecto de desarrollo nacional, como un factor que agudizó las desigualdades económicas en la sociedad mexicana y que trajo aparejadas consecuencias como la aceleración del proceso de urbanización, alimentada por la migración del campo a las grandes ciudades del país.

Paradójicamente, es la política agraria redistributiva del periodo cardenista el elemento en donde algunos dirigentes del M.A.R identificarían el origen mismo del proceso de industrialización del país y, por lo tanto, el germen de la desigualdad mexicana de siglo XX[3]​. El asesinato de Rubén Jaramillo en 1962 es sintomático, no sólo del hecho de que el movimiento agrarista independiente se encontraba vigoroso y representaba una amenaza para la estabilidad del régimen, si no también de que el gobierno, encabezado en aquel momento por Adolfo López Mateos, no estaba dispuesto a ofrecer cauces democráticos para la solución de conflictos sectoriales y de clase. Esa falta de apertura política al interior del régimen se había hecho patente con anterioridad de diversas maneras; el desenlace, desfavorable para los movilizados, de la huelga de mineros de Coahuila y la Caravana del hambre en 1951, hacía evidente el alejamiento del gobierno con respecto a las causas de ciertos sectores populares. Posteriormente, la elección presidencial de 1952, en la que fue electo Adolfo Ruiz Cortines, estuvo marcada por denuncias de fraude y una represión violenta sobre los manifestantes opositores por parte del gobierno de Miguel Alemán Valdés en distintos estados de la República. La violencia represiva gubernamental se utilizó también en 1956 para reprimir el movimiento promovido por estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, así como a los profesores que constituían en aquel año el Movimiento Revolucionario del Magisterio, encabezado por Othón Salazar. En 1958 se agudizó aún más el ambiente de represión con el acoso y sofocamiento del movimiento ferrocarrilero, que habría de consumarse con el encarcelamiento de Valentín Campa y Demetrio Vallejo.

La represión gubernamental de la década de los años cincuenta trajo como consecuencia una radicalización de los sectores de izquierda, radicalización que era también alimentada por la aparición de los símbolos producidos a raíz del triunfo de la Revolución cubana. Incluso algunos sectores de las élites políticas fueron, a la vez, objetos y promotores de esta radicalización. Lo dicho se hace evidente en hechos como la conformación del Movimiento de Liberación Nacional (M.L.N), impulsada de manera importante por el expresidente Lázaro Cárdenas. El M.L.N. promovía la creación de organizaciones obreras y campesinas independientes del poder corporativista del gobierno priista.

La radicalización de la lucha agrarista en contra del expansionismo latifundista en Chihuahua se canalizó mediante esfuerzos organizativos que derivaron en la realización de eventos como los “Encuentros del la Sierra”, en donde distintas personas y organizaciones de izquierda del Noroeste del país se dieron cita para discutir las vías hacia la democratización de la propiedad de la tierra en aquella región. Producto de los “Encuentros” se redactaron un conjunto de manifiestos[3]​ que dejaban ver un pensamiento materialista basado en una perspectiva de clase. Eventualmente, la lucha agrarista tomaría cauce por la vía armada. El punto culminante de este proceso llegó con el asalto al cuartel Madera, el 23 de septiembre de 1965. Este episodio inauguro un periodo de confrontación bélica directa entre organizaciones guerrilleras y el gobierno mexicano, conocido como la Guerra sucia.

De manera convergente a la radicalización de sectores populares y campesinos se desenvolvió, en este periodo, un proceso de creciente politización y de formación de un espíritu crítico en los círculos estudiantiles de distintas ciudades del país. Destaca en particular el caso de Morelia, Michoacán, y la Universidad Michoacana de San Nicolás, cuyos estudiantes se encontraban movilizados en torno a la elaboración de actos de solidaridad con la Revolución cubana desde 1961. En 1963 se confrontaron con el gobierno local para defender la proclamación de la Ley Orgánica de la universidad, la cual representaba un avance hacia la democratización política de aquella institución. Tres años más tarde, el escalamiento de la protesta estudiantil y ciudadana originada por un alza en los precios del transporte público en Morelia derivó en la irrupción de las fuerzas militares en la Universidad michoacana, así como la muerte de un estudiante y el arresto de varios de sus compañeros.

Orígenes de la organización[editar]

En 1966, nueve estudiantes mexicanos, becados por el Instituto de intercambio cultural México-URSS[4]​, se encontraban estudiando en la Universidad de la amistad de los pueblos, “Patricio Lumumba”, fundada en 1960 por el gobierno soviético. Cuatro de esos nueve estudiantes se reunían en un círculo de estudio y debate sobre la política y las sociedades latinoamericana, mexicana, y soviética. Este pequeño grupo, conformado por Fabricio Gómez Souza, Leonardo Mendoza Sosa, Camilio Estrada Luviano, y Alejando López Murillo[3]​, sería eventualmente el proto-núcleo de la organización que un poco más adelante ellos mismos llamarían Movimiento de Acción Revolucionaria. A aquel pequeño círculo de discusión se sumarían eventualmente Marta Maldonado Zepeda, Candelario Pacheco Gómez, Octavio Márquez Vázquez, y Salvador Castañeda Álvarez, para constituir así el núcleo fundador del M.A.R. El grupo fundador se encargó de redactar un programa integrado por 14 puntos constitutivos, de cuyo contenido se puede ofrecer constancia de manera parcial ya que el documento original cayó en manos de la policía. Los siete puntos del programa de los cuales se tiene conocimiento son tomados del testimonio de Fernando Pineda Ochoa. Los primeros siete puntos del programa fundacional del M.A.R son los siguientes:

  1. Las fuerzas productivas del país, dado el grado de desarrollo alcanzado, permiten el proceso de transformación de su estructura económica (condiciones objetivas)
  2. La organización necesaria para el cambio revolucionario debe ser político-militar.
  3. El carácter de la nueva revolución será democrático-popular por su forma y socialista por su contenido. En ésta participarán la clase obrera y los campesinos, y parte de la burguesía antiimperialista
  4. La expresión de la lucha armada es la Guerra de guerrillas, tanto rural como urbana.
  5. La dirección político-militar será colectiva y se concentrará no únicamente, pero sí mayoritariamente, en el campo por razones de seguridad.
  6. La acción armada y otras actividades colaterales engendrarán las condiciones subjetivas (la conciencia) y nucleará al pueblo trabajador en torno de su vanguardia.
  7. El criterio de unidad entre los revolucionarios es primordial. En este sentido, el MAR puede coordinarse o fusionarse con otra u otras organizaciones de menor o mayor consolidación y avance.[3]

Considerando que las condiciones para poner en marcha las actividades de la organización estaban dadas, el núcleo fundador regresó a México en 1968 con el objetivo de comenzar la búsqueda de un acuerdo con un gobierno socialista que estuviera dispuesto a ofrecer el entrenamiento militar necesario para poder emprender el enfrentamiento marcial ante el ejército mexicano.

La opción idónea como lugar de entrenamiento para los fundadores del M.A.R. era, sin duda, Cuba[3]​. Sin embargo, por razones de conveniencia mutua, las relaciones diplomáticas entre el gobierno mexicano y el cubano eran bastante sólidas; México era en aquel momento el único país de América latina que reconocía el gobierno revolucionario de Fidel Castro[2]​, lo que por un lado ponía a México en una situación favorable frente a Estados Unidos con miras a conservar su autonomía y soberanía, y por el otro, legitimaba al gobierno frente a diversas voces progresistas en los ámbitos doméstico e internacional. Dadas las circunstancias de aislamiento regional en las que se encontraba el gobierno cubano, la relación con México era sumamente valiosa y  no fue puesta en riesgo para apoyar una guerrilla en ciernes. El rechazo que los integrantes del núcleo fundador del M.A.R. sentían hacia la política soviética de apoyar únicamente las luchas de transformación hacia el socialismo que se dieran en términos pacíficos y por la vía electoral inhibió cualquier posibilidad de acercamiento con el gobierno de Nikita Kruschev. El recrudecido y sostenido enfrentamiento militar entre Vietnam y Estados Unidos imposibilitaba a aquel país del sureste asiático para ofrecer ayuda internacionalista, como la que buscaba la dirigencia del M.A.R.. También se dieron acercamientos con el gobiernos chino, que se mostró accesible y abierto a escuchar la solicitud de la organización mexicana, sin embargo, los encargados maristas de negociar las condiciones en las que se recibiría el entrenamiento consideraron que los chinos buscaban someterlos a un adoctrinamiento con intenciones de convertirlos al maoísmo, hecho que los mexicanos encontraron inaceptable[3]​. Finalmente, después de entablar conversaciones con representantes del gobierno de la República Popular Democrática de Corea en Pyongyang, los emisarios de la recién creada organización clandestina mexicana quedaron satisfechos con la oferta planteada por los coreanos, quienes, en un gesto de internacionalismo socialista, ofrecían el entrenamiento militar y aseguraban la no intromisión en los asuntos internos de la joven organización mexicana.

Entrenaniento militar en Corea del Norte[editar]

De forma paralela a esta búsqueda de capacitación, el grupo echó a andar un proceso de reclutamiento mediante el cual pretendía engrosar las filas de la militancia dentro de la organización. Una vez concluido ese primer proceso, desarrollado entre los últimos meses de 1968 y principios de 1969, un contingente conformado por diez elementos se dirigió a Corea del Norte. Este primer grupo de militantes permaneció en el país asiático durante, aproximadamente, seis meses.

El entrenamiento militar provisto por el gobierno coreano a los integrantes del M.A.R. se daba en una base militar en las cercanías de Pyongyang, a una distancia aproximada de 40 kilómetros de aquella ciudad capital. Investigaciones recientes, como la de María de Jesús Méndez Alvarado[5]​, señalan que todos los entrenadores coreanos eran miembros del ejército, especialistas en diversas disciplinas como demoliciones, comunicaciones, política, artes marciales (judo y karate), tácticas guerrilleras, y combate armando[5]​. En el aspecto teórico, los reclutas recibieron lecciones de historia, economía, ciencia política, y marxismo-leninismo. Los mexicanos también fueron instruidos en la filosofía de la autosuficiencia “juche”[3]​. Entre septiembre y octubre de 1969 se embarcó hacia Corea un segundo grupo de militantes, los que habrían de permanecer cerca de once meses en los entrenamientos. A ese segundo grupo habría de sumarse, eventualmente, un tercer grupo con 26 maristas más.

Las características del grupo que viajo a Corea eran, a decir de Fernando Pineda Ochoa, las siguientes: semejante extracción de clase, así como de filiación política y partidista (juventudes comunistas). El grupo se caracterizaba también por que la mayoría de sus miemboros compartía la procedencia geográfica, fundamentalmente localizada en los estados de Michoacán y Chihuahua. Adicionalmente es notable la recurrencia de vínculos familiares entre los miembros de la organización; abundan las parejas de hermanos y primos[3]​.

A decir de Marta Maldonado, fue durante este periodo de entramiento que las fracturas y conflictos hacia el interior de la organización que pudieran haber existido antes del viaje a Corea, se vieron profundizados y se hicieron más notorios[5]​. Los desencuentros tenían que ver, en general, con cuestiones ideológicas, y en ocasiones, con asuntos operativos, y de toma de decisiones internas. La división terminó por consumarse con la consolidación de dos grupos; el primero de ellos se articuló en torno al liderazgo de Gómez Souza, quien sostenía una postura favorable a la adopción de las estrategias revolucionarias de corte “democrático-popular” al estilo asiático. El segundo grupo giraba en torno a las figuras de Castañeda Pacheco y López Murillo, quienes abogaban por un posicionamiento centrado en la lucha socialista-revolucionaria sin adjetivos[6]​. Las divisiones al interior de la organización seguirían profundizándose durante toda la estancia en Asia y al regreso de los militantes a México.

En total, 53 miembros del M.A.R., de los cuales, 7 eran mujeres[5]​, fueron entrenados militarmente en Corea del Norte entre 1969 y 1970.

El regreso a México, reclutamiento, y formación de centros clandestinos de formación político-militar[editar]

Al regresar a México después del entrenamiento en Corea del Norte, 9 de los 53 militantes maristas desertaron de a organización[3]​. Las causas y las modalidades de la deserción fueron diversas, aunque predominó el desencanto o la pérdida de interés por parte de las personas que decidieron desvincularse del M.A.R.

Como parte de las primeras actividades a emprender habiéndose establecido en su país de origen, los miembros de la organización se plantearon la reestructuración de la dirección -la cual se estaba tornando claramente unipersonal en favor de Gómez Souza- así como el seccionamiento del Movimiento en 4 unidades fundamentales de acción, a saber: La sección de expropiaciones, que estaría a cargo de organizar las operaciones para conseguir recursos monetarios y materiales. En segundo lugar, la sección de reclutamiento, encargada de atraer posibles nuevos cuadros y evaluar su potencial como futuros miembros de la organización. La sección de exploración estaría a cargo de la búsqueda de regiones accidentadas, fundamentalmente en la Sierra Madre Occidental propicias para el despliegue militar de las fuerzas de la organización. Y por último, la sección de educación, que habría de tener a su cargo la responsabilidad de entrenar militarmente y orientar políticamente a los reclutas recientemente incorporados al M.A.R.. Buena parte de los objetivos planteados para cada una de las secciones no fueron concretados satisfactoriamente por que el grupo no estaba adecuadamente preparado y sobreestimaba sus capacidades operativas[4]​. Sin embargo, hacia 1971, el grupo había crecido significativamente en número de miembros. Se estima que en los meses transcurridos desde el regreso de Corea, la organización había logrado sumar cerca de 100 integrantes.

Primeras detenciones[editar]

Como consecuencia de un accidente con arma de fuego que habría de quitarle la vida a un miembro de la organización, una parte importante de la misma se ve en la necesidad de reubicarse, dejando la ciudad de Salamanca, Guanajuato, para trasladarse -haciendo varias escalas en el camino- a la ciudad de Xalapa, Veracruz. El departamento alquilado por los militantes del M.A.R.. en esta ciudad veracruzana resultó ser propiedad de Casimiro Hernández, quien fuera jefe de la policía de aquel Estado (hecho que pasó inadvertido por los maristas en aquel momento). Los anómalos movimientos de los inquilinos de Hernández generaron  un ambiente de suspicacia entre los vecinos lo que derivó, el 16 de febrero de 1971, en una intervención de la policía en la que habrían de ser detenidos nueve elementos clave de la dirigencia de la organización. Este hecho transformó fundamentalmente el rumbo planteado y los objetivos inmediatos del M.A.R..[4]

Los integrantes de la organización detenidos fueron llevados a la cárcel de Lecumberri, instalación en la que permanecieron en reclusión hasta 1976, año en el que fueron trasladados al Reclusorio Norte de la Ciudad de México. Posteriormente, en 1977 la gran mayoría de ellos pudieron salir libres. Durante el periodo de su encarcelamiento, los presos y presas del M.A.R. fueron víctimas de distintas modalidades de tortura física y psicológica. Incluso en el encierro, los dirigentes del M.A.R. procuraron darle continuidad a la estructuración de la organización articulada en torno a sus figuras; se crearon dos grupos al interior de Lecumberri, por un lado el grupo “Manuel Arreola Téllez” liderado por Gómez Souza, y por el otro, el grupo “Pablo Alvarado Barrera”, facción encabezada por Castañeda y Pacheco. Las diferencias y divisiones que emergieron en Corea siguieron a los dirigentes del M.A.R. al interior de la prisión.

Repliegue, clandestinidad y vinculación con otras organizaciones (1971-1979)[editar]

Fuera de la cárcel, la organización se reconfiguró en torno a nuevos liderazgos, dentro de los que destacaban las figuras de Octavio Márquez, Marta Maldonado, Horacio Arroyo, Paulino Peña, o Guillermo Moreno. La visibilidad mediática adquirida por el grupo que prosiguió al arresto de febrero de 1971 atrajo a jóvenes radicales de todo el país lo que alimentó de reclutas a la organización y garantizó, al menos por un tiempo, la continuidad del Movimiento.

Número de militantes del M.A.R. presos, por año

En 1972, una facción del M.A.R. se fusionó con el Grupo guerrillero 23 de septiembre, de filiación comunista, y de esta unión surge el MAR-23. Algunos grupúsculos de está nueva organización se replegaron a la Sierra de Chihuahua para tratar de tejer alianzas con otras organizaciones guerrilleras desde ahí[4]​.

Tres años más tarde, en 1975, algunos miembros del M.A.R. entablaron vínculos de colaboración con miembros de las Brigadas de ajusticiamiento del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas, quien había sido asesinado en diciembre de 1975.

A su salida de prisión en 1977, algunos de los antiguos dirigentes de la organización se encontraron con un M.A.R. desdibujado; Por aquellas fechas varios miembros de la organización habían optado por acercarse a movimientos de masas pacíficos a la vez que se alejaban de las doctrinas revolucionarias violentas.

Desgaste y extinción del M.A.R.[editar]

1978 es un año marcado por la muerte, la aprehensión, y reaprehensión de varios integrantes del Movimiento. El 9 de abril de 1979, en un operativo en la ciudad de Torreón, Cohauila, fueron detenidos o cayeron muertos casi todos los integrantes de la dirigencia de la organización. A finales de ese año algunos de los pocos miembros del M.A.R. que quedaban vivos lograron salir de su reclusión en el campo militar número uno gracias, en buena medida, a la protesta y actividad de las madres y familiares del Víctimas de Comité Eureka. Con el asesinato en 1980 de Timoteo (uno de los últimos miembros de la dirigencia) en una operación expropiatoria en la ciudad de Apatzingán, Michoacán, se extinguió, en términos operativos, el Movimiento de Acción Revolucionaria[3]​.

Eventualmente, varios de los exintegrantes del M.A.R. se integraron a la vida político-electoral, en algunos casos incorporándose al Partido de la Revolución Democrática (P.R.D.).

El legado de la guerrilla mexicana y la Reforma política mexicana de 1977[editar]

La lucha armada llevada a la práctica por varias decenas de organizaciones guerrilleras mexicanas a partir de 1965 fue un factor de peso para la promulgación de la Reforma política de 1977 y la Ley de amnistía de 1978 lo cual supuso el advenimiento de una apertura gradual y moderada del sistema político partidista mexicano que permitió la incorporación de opciones electorales e ideologías otrora vetadas por las élites políticas y económicas que controlaron, en ese periodo, el régimen mexicano. Aunque los movimientos insurgentes de la Guerra fría mexicana no lograron concretar sus objetivos político-militares, sí favorecieron con sus acciones una paulatina transformación democratizadora[7]​.

Referencias[editar]

  1. a b Calderon, Fernando (23 de abril de 2012). Challenging Authoritarianism in Mexico. doi:10.4324/9780203133224. Consultado el 28 de mayo de 2020. 
  2. a b c Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina. El Colegio de México. pp. 19-62. ISBN 978-607-628-457-5. Consultado el 28 de mayo de 2020. 
  3. a b c d e f g h i j k l Pineda Ochoa, Fernando. (2013). En las profundidades del mar : el oro no llegó de Moscú. Plaza y Valdés, S.A. de C.V. p. 43. ISBN 978-1-4492-6663-9. OCLC 924632463. Consultado el 28 de mayo de 2020. 
  4. a b c d Cedillo, Adela. Calderón, Fernando (Fernando Herrera) (2012). Challenging authoritarianism in Mexico : revolutionary struggles and the dirty war, 1964-1982. Routledge. ISBN 978-0-415-88903-2. OCLC 712124152. Consultado el 28 de mayo de 2020. 
  5. a b c d Méndez Alvarado, María de Jesús (2019). México: mujeres insurgentes de los años 70. Género y lucha armada. doi:10.22201/crim.9786073019804e.2019. Consultado el 28 de mayo de 2020. 
  6. Cedillo, Adela. Calderón, Fernando (Fernando Herrera) (2012). Challenging authoritarianism in Mexico : revolutionary struggles and the dirty war, 1964-1982. Routledge. ISBN 978-0-415-88903-2. OCLC 712124152. Consultado el 28 de mayo de 2020. 
  7. Alvarado Lecuona, Luis Antonio (2008). «El Movimiento de Acción Revolucionaria y su influencia en la Reforma política de 1977». Tesis de licenciatura. Universidad Nacional Autónoma de México. Consultado el 2020.