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Edad Contemporánea[editar]

Revolución francesa y secularización[editar]

Si bien en principio la revolución francesa no tuvo orientación hostil hacia la Iglesia, el movimiento se mostró más radical a partir de la cuestión sobre los bienes eclesiásticos.[1]​La Asamblea Nacional Constituyente decidió expropiar todos los bienes de la Iglesia,[1]​ empeorándose desde entonces las relaciones hasta que en 1790 fueron suprimidas las órdenes religiosas, a excepción de las dedicadas a obras de caridad. Dos meses después se publicó la ley que expropiaba y secularizaba todo el patrimonio de la Iglesia. Ese mismo año se aprobó la Constitución civil del clero, con la que se quería separar de Roma a la Iglesia francesa, para lo que se obligó a todo el clero a prestar juramento a dicha constitución. La negativa de dos tercios del clero se siguió de sanguinarias persecuciones en las que 40.000 sacerdotes fueron encarcelados, deportados o ejecutados,[2]​ como parte de una serie de políticas para descristianizar Francia. Los asesinatos de septiembre de 1792 iniciaron el gobierno del Terror, y en 1793 se prohibió el cristianismo en Francia, estableciendo el «culto a la Razón» en su lugar mientras continuaban las persecuciones contra monárquicos y eclesiásticos.[3]​ Este acoso sólo terminaría tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, el 9 de noviembre de 1799, en el que derrocó al gobierno del Directorio.[3]​ Durante su mandato se restablecía la religión católica y se reconoció mediante concordato que la católica era la fe de la mayoría de los franceses.[4]​ En 1808 Napoleón, ya emperador de Francia, ocupó Roma y los Estados pontificios, arrestando al papa y llevado después a Fontainebleau, donde Napoleón intentó sin éxito forzarlo a renunciar al Estado pontificio.[5]

La expansión del Imperio francés llevó también a la propagación de las ideas revolucionarias, y la secularización tuvo también consecuencias en Alemania, donde la Iglesia sufrió también la expropiación de sus bienes.[5]​ Sin embargo, la pérdida de influencia y el empobrecimiento de la Iglesia propició tanto la reorganización material como una renovación interior de la vida eclesial, con una mayor unión entre obispos, sacerdotes y fieles laicos.[6]​ Surgió así un movimiento católico que se extendió por los demás países europeos, apoyado por el Romanticismo y su interés por el arte y la literatura medieval, que trajeron consigo una mayor estima hacia la Iglesia y conversiones al catolicismo.[7]​ Nacieron numerosas organizaciones católicas y las órdenes religiosas recibieron un nuevo impulso. Surgieron misiones populares, nuevas formas de piedad y, poco a poco, también apareció una prensa católica.[7]​ La industrialización fue ocasión para que la Iglesia considerara la cuestión social, hecho importante en una época en la que la legislación ignoraba los problemas sociales, confiados de forma general a la caridad cristiana. En este sentido, fueron relevantes las nuevas actividades caritativas y educativas de las congregaciones religiosas y las órdenes dedicadas a la atención a los enfermos.[7]

Concilio Vaticano I[editar]

Al definir el 8 de diciembre de 1854 como dogma la antigua doctrina de la Inmaculada Concepción, que afirmaba que María había sido concebida sin pecado original, el papa Pío IX puso fin a una controversia entre escuelas teológicas que ocupaba varios siglos.[8]​ El dogma se aceptó sin problemas, pero dado que el papa actuó ex cathedra, y que la decisión no había salido de un concilio, se planteó la cuestión acerca de si el papa podía por sí solo proclamar verdades infalibles de fe.[9]

Cuando Pío IX convocó un concilio que daría comienzo a finales de 1869, la cuestión de la infabilidad estaba sobre la mesa.[10]​ En la asamblea conciliar hubo ya desde el principio un bloque mayoritario a favor de la definición dogmática de la infabilidad, que introdujo la cuestión entre los asuntos a tratar.[11]​ La minoría que se oponía lo hizo no tanto porque se opusiesen a la infabilidad, sino porque tal definición les parecía inoportuna en aquel momento.[11]​ Finalmente, la constitución Pastor Aeternus (con la doctrina del primado del papa y su infabilidad) fue aprobada.[11]​ Inmediatamente el concilio tuvo que ser interrumpido tras el estallido de la guerra franco-prusiana y la ocupación de Roma que pondría fin a los Estados pontificios. [11]

Un grupo de profesores de facultades de teología alemanas se negaron a aceptar el dogma y fueron excomulgados, separándose de la Iglesia católica y fundando la llamada Iglesia veterocatólica.[12]​ A pesar de que el número de seguidores fue reducido, Bismarck les ofreció ayuda con el objetivo someter la Iglesia al Estado, como había logrado con la Iglesia territorial protestante.[12]​ La lucha contra la Iglesia se denominó Kulturkampf y a pesar de los grandes daños para la Iglesia alemana, los católicos se unieron y en las elecciones de 1874 el Partido de Centro obtendría 91 escaños en el Reichstag.[12]​ Tras el fracaso, la Kulturkampf sería finalmente desmantelada y el papa León XIII colaboró con Bismarck en ello.[12]

Fin de los Estados pontificios[editar]

En junio de 1815, tras la caída de Napoleón, la Iglesia vio restituida en el Congreso de Viena su soberanía sobre los Estados pontificios. Aun así, Italia se encontraba en pleno proceso de unificación nacional, al que los distintos papas se opusieron, y el nuevo reino fue conquistando los distintos territorios papales hasta llegar a Roma.[13]​ Su conquista definitiva sobre la ciudad se produjo cuando las tropas francesas, que habían estado protegiéndola, tuvieron que marchar a Francia en el marco de la guerra franco-prusiana.[13]​ Los Estados pontificios llegan a su fin con la toma de Roma, el 20 de septiembre de 1870.[13]​ La consiguiente disputa entre el papa e Italia, conocida como la «cuestión romana», sólo se pondría fin tras la firma de los pactos de Letrán, en 1929,[13]​ en los que el papa renunciaba a los antiguos Estados pontificios a cambio del reconocimiento de la soberanía e independencia de la Santa Sede, creándose para tal efecto el Estado de la Ciudad del Vaticano bajo poder papal.


Guerras mundiales[editar]

Benedicto XV fue elegido papa al poco de comenzar la Primera Guerra Mundial, conflicto que acaparó su pontificado. Abogó todo lo posible por lograr la paz,[14]​ aunque los países enfrentados rechazaron su mediación[15]​ a pesar de su relevancia en el ámbito religioso. Tras el conflicto, intentó paliar las necesidades y las heridas provocadas por la guerra con una gran campaña de ayuda, fundamentalmente a favor de Alemania, que había sido la más perjudicada; y amonestó infructuosamente a los gobernantes para que Europa no fuese dividida entre vencedores y vencidos, negándose a firmar el tratado de Versalles.[15]

La conmoción que produjo el conflicto dio paso a una nueva etapa espiritual en la Iglesia en la que se cayó en la cuenta de errores del pasado. En Alemania algunos hombres alertaron de la exclusión de los católicos de la vida cultural, científica o política debido a la actitud defensiva que hasta el momento había adoptado la Iglesia católica ante el ataque de las Iglesias nacionales, el nacionalismo o el liberalismo. Para el politólogo Hans Mailer, desde la revolución francesa los papas habían caído en un «shock y un complejo de miedo a la democracia», y se mostraron contrarios a las aspiraciones democráticas del siglo XIX. La Iglesia también necesitó tiempo, según el historiador August Franzen, «para llegar a una clara concepción social y política, y para reconocer que la cuestión social implicaba un problema estructural».[16]

Fruto de la experiencia comunitaria vivida en la guerra, y de los ideales de solidaridad en el movimiento juvenil, surgió también una mayor conciencia de la Iglesia como pueblo de Dios y como comunidad en la que Cristo sigue viviendo. «La sensibilidad hacia la oración comunitaria condujo al redescubrimiento de la liturgia, en la que el pueblo de Dios con-celebra el culto divino activa y responsablemente».

Del Concilio Vaticano II a la actualidad[editar]

Introducción

El papa Juan XXIII pasaría a la historia por convocar el Concilio Vaticano II, fruto de su iniciativa personal y de, según aseguró, una súbita inspiración divina.[17]​ Continuado por Pablo VI tras la muerte de su predecesor, no se trató de un concilio doctrinal, y de hecho en él no se proclamó ningún dogma, sino un concilio reformista, con una orientación pastoral.[18]​ Buscaba lo que se denominó aggiornamento, esto es, la adecuación de la vida exterior e interior de la Iglesia a los tiempos actuales.[19]

Consecuencias del concilio. ¿Pablo VI?
  • Movimiento ecuménico
  • movimiento litúrgico
  • movimiento bíblico.
  • Sinodalidad.
  • Nuevos movimientos eclesiales.

Frente a sistemas totalitarios como el nacionalsocialismo y el comunismo surgió una resistencia común y un mayor apoyo mutuo entre los cristianos de distintas denominaciones.[20]​ Tras el concilio, que vio en este acercamiento un signo del Espíritu Santo, la Iglesia se involucró con mayor ímpetu en el movimiento ecuménico, que busca la unidad de los cristianos, y que han fomentado desde entonces todos los pontífices. Especial relevancia tuvieron el encuentro entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I de 1964 en Jerusalén, y el posterior levantamiento las excomuniones recíprocas, o la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, de 1999, entre católicos y protestantes. La apertura a la justicia social es otra de las corrientes que ha marcado a la Iglesia posterior al concilio. Así, el llamamiento a la caridad personal se amplió para incluir al Estado para cambiar las estructuras que fomentan pobreza y exclusión social.[21]​ Por último, la globalización y la mayor experiencia de un mundo común hizo que los papas abandonasen los muros vaticanos para salir más allá de Italia.[22]


Juan Pablo II

Juan Pablo I sucedió a Pablo VI en un breve pontificado de apenas 33 días, tras morir por un infarto de miocardio.[23]​ Tras él vendría uno de los más largos de la historia de la Iglesia, el de Juan Pablo II.[24]​ Quiso una Iglesia con una sólida unidad interior, con normas claras y adherida a la dirección del papa, pero también religiosa de corazón y llena de impulso misionero.[25]​ Durante su pontificado se publicó el Catecismo de la Iglesia católica y el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, se realizó una amplia reforma de la Curia Romana[26]​ y se promulgó tanto un nuevo Código de Derecho Canónico para la Iglesia latina como el Código de los cánones de las Iglesias orientales para la Iglesia de Oriente.[26]​ Realizó innumerables viajes pastorales por todo el mundo, que se vivían como grandes acontecimientos[27]​ y su influencia internacional fue clave para la caída del comunismo y los cambios democráticos en los países soviéticos.[28][29][30]​ Pidió perdón en varias ocasiones, y especialmente en el marco del nuevo milenio, por los pecados de la Iglesia en el pasado.[31][32]

Benedicto

Benedicto XVI continuó el legado de sus predecesores y asumió el mensaje íntegro del concilio, que quiso defender de interpretaciones erróneas.[33]​ Abierto a la modernidad, pero sin descuidar la doctrina y la tradición católica, continuó con el esfuerzo ecuménico aunque recordaría que sólo la Iglesia católica es Iglesia en el sentido pleno y que por tanto merecía ese nombre.[34]​ Permitiría, de hecho, la creación de ordinariatos personales para acoger a fieles de la Iglesia anglicana que deseaban volver a la comunión con la Santa Sede, manteniéndoles características litúrgicas propias. Durante su pontificado se modificó un texto del rito de la consagración para que fuese fiel a la fórmula latina y a los textos bíblicos.[34]​ También permitió la celebración de los sacramentos en latín según el rito tridentino como una «forma extraordinaria», en un intentó de solucionar el cisma de los seguidores de Marcel Lefebvre.[34]​ Se enfrentaría también a los casos de abuso sexual, destituyendo cargos de la jerarquía, formando comisiones de investigación y ordenando una política de "tolerancia cero".[35]​ Se veía como un profesor, como un teólogo, y diría de sí mismo que carecía de resolución en gobernar y en tomar decisiones.[36]​ Acabaría renunciando al papado, gesto calificado por algunos como «revolucionario».[37][38]

Francisco y retos actuales de la Iglesia

Notas[editar]


Referencias[editar]

  1. a b Franzen, 1965, p. 335.
  2. Franzen, 1965, pp. 335–336.
  3. a b Franzen, 1965, p. 336.
  4. Franzen, 1965, pp. 336–337.
  5. a b Franzen, 1965, p. 337.
  6. Franzen, 1965, p. 338.
  7. a b c Franzen, 1965, pp. 339–340.
  8. Franzen, 1965, p. 343.
  9. Franzen, 1965, pp. 343–344.
  10. Franzen, 1965, p. 344.
  11. a b c d Franzen, 1965, pp. 347–349.
  12. a b c d Franzen, 1965, pp. 351–353.
  13. a b c d Franzen, 1965, pp. 341–343.
  14. Aubert, Roger (1981). «37: The Outbreak of World War I». History of thee Church. (en inglés). Londres: Burns & Oates. p. 521. ISBN 978-0-86012-091-9. 
  15. a b Franzen, 1965, p. 359.
  16. Franzen, 1965, pp. 360-362.
  17. Franzen, 1965, p. 384.
  18. Franzen, 1965, p. 391.
  19. Franzen, 1965, p. 385.
  20. Franzen, 1965, p. 427.
  21. Franzen, 1965, pp. 432–437.
  22. Franzen, 1965, pp. 438–440.
  23. Franzen, 1965, p. 404.
  24. «26 años de Juan Pablo II: el tercer pontificado más largo». Ciudad del Vaticano. Vatican Information Service. 9 de abril de 2005. Consultado el 31 de julio de 2018. 
  25. Franzen, 1965, p. 408.
  26. a b Franzen, 1965, pp. 408–409.
  27. Franzen, 1965, p. 421.
  28. Tornielli, Andrea (10 de noviembre de 2014). «Cuando Wojtyla dijo: el comunismo cayó sol». La Stampa. Consultado el 21 de julio de 2018. 
  29. «Juan Pablo II: un Papa moderno y a la vez conservador, pero decidido y tenaz». Hoy DIgital. AFP. 2 de abril de 2005. 
  30. Yordanov, Radoslav (27 de abril de 2014). «Juan Pablo II, clave en la caída del comunismo». Libertad Digital. Consultado el 31 de julio de 2018. 
  31. Franzen, 1965, pp. 425–426.
  32. «Histórico: la Iglesia pide perdón por sus pecados». La Nación. 12 de marzo de 2000. Consultado el 31 de julio de 2018. 
  33. Pascual, Fernando. «Benedicto XVI: un balance de su pontificado». Catholic.net. 
  34. a b c Franzen, 1965, p. 441.
  35. Sahuquillo, María (11 de febrero de 2013). «El pontífice que trató de romper el silencio sobre los abusos sexuales». El País (Madrid). Consultado el 1 de agosto de 2018. 
  36. Val, Eusebio (9 de septiembre de 2016). «Benedicto XVI: “Gobernar no es mi punto fuerte”». La Vanguardia. Consultado el 1 de agosto de 2018. 
  37. «Correa cree que renuncia del Papa es un acto "revolucionario"». El Comercio. 12 de febrero de 2013. Consultado el 13 de febrero de 2013. 
  38. «Incógnitas, razones y futuro tras la renuncia del Papa». Laestrella.com.pa. 13 de febrero de 2013. Archivado desde el original el 17 de febrero de 2013. Consultado el 13 de febrero de 2013. 

Bibliografía[editar]

  • Franzen, August (1965). Historia de la Iglesia (25 edición). Santander: Editorial Sal Terrae. ISBN 978-84-293-1816-6.